La redacción de la nota así como su contenido y el propio testimonio de la entrevistada desmienten que la prostitución sea un "trabajo", y mucho menos "sexual". Las personas sometidas, coaccionadas por sus condiciones materiales a llegar a ser prostituidas, mayoritariamente, se niegan a ser consideradas unas trabajadoras como cualquiera otras, y denuncian su situación de exclusión, de derechos negados, que estàn en el inicio de esta vida.
Nada dice la nota de quienes abusaron de ella -la violaron- siendo aún niña ni de quienes actualmente abusando de su situación la siguen usando para su propia satisfacción individual.
En este blog hay muchos testimonios de sobrevivientes de prostitución.
Alberto B Ilieff
Testimonio de prostitución
“Fui lanzada a la
prostitución a los 15″: la dura realidad de las travestis y mujeres trans al
día de hoy
La entrevista que Carmen Barbieri le hizo a Amalia Granata
encendió las redes sociales y puso sobre la mesa la enorme desinformación que
sigue existiendo sobre las travestis y mujeres trans; Betiana Valenzuela cuenta
su experiencia
17 de marzo de 2022
María Ayuso
LA NACION
“Les pagan por ser trans. Tienen un sueldo. Decime si estoy
equivocada” y “A ver, sos trans. No tenés ninguna incapacidad para ir a
trabajar”, fueron solamente algunas de las frases que se dijeron durante una
polémica entrevista que Carmen Barbieri le hizo a Amalia Granata a comienzos de
esta semana, en un programa de televisión. La conversación encendió las redes
sociales, provocando una ola de repudio y poniendo sobre la mesa la enorme
desinformación que sigue existiendo sobre cuál es la realidad que atraviesan
las travestis y mujeres trans en la Argentina.
Aunque en los últimos años se lograron varios avances desde
lo normativo, continúan siendo parte de los grupos más violentados y excluidos.
Diferentes informes dan cuenta de la vulneración histórica a sus derechos en
todos los ámbitos de la sociedad, desde la familia, hasta las escuelas y el
sistema de salud. En promedio, fallecen a los 35 años (por eso, las travestis y
mujeres trans que tienen más de esas edad son consideradas sobrevivientes), y
la principal causa de muerte es el VIH o enfermedades asociadas, como la
tuberculosis, neumonía o pulmonía (64%), mientras que la segunda son los trans
y travestidicios (15%). Por otro lado, seis de cada 10 abandonan sus estudios
secundarios a causa de la discriminación y el 83% fueron víctimas de graves
actos de violencia y discriminación policial.
La exclusión que sufren desde edades muy tempranas, el
estigma y la imposibilidad de acceder a un empleo formal, empuja a la inmensa
mayoría (el 70%) al trabajo sexual como principal medio de subsistencia, muchas
desde niñas: casi el 30% comenzó entre los 11 y 13 años; el 46% lo hizo entre
los 14 y los 18 y un 24% luego de los 19. De adultas, el 87% dejaría la
prostitución si tuviese acceso a otro empleo, pero las puertas se les siguen
cerrando. Los datos se desprenden del informe La Revolución de las Mariposas,
elaborado por varias organizaciones que trabajan en la temática.
La trayectoria de vida de Betiana tiene puntos en común con
la de muchas travestis y mujeres trans del país. Es trabajadora sexual y empezó
parando en el Camino de Cintura, a un costado de la ruta, expuesta a todo tipo
de violencias. Tenía 15 años y los primeros pesos que ganó, se los gastó en
golosinas. En ese tiempo, no se llamaba Betiana ni estaba “armada”: para las
lolas, la cola abultada, los pómulos redonditos, los labios carnosos y el lunar
tatuado a un costado, a lo Marilyn, todavía faltaba.
Hoy, a los 53, trabaja en el mismo monoambiente donde vive,
sobre la calle Corrientes. El servicio suele durar una hora y el precio se
amolda al bolsillo del interesado. Los nuevos la contactan por páginas web y
los mejores días, puede atender a tres o cuatro. Pero eso pasa muy cada tanto y
lo habitual es que llegar a fin de mes sea una odisea. “El verano fue bravo por
las vacaciones y el bicho este”, dice Betiana sobre el Covid, mientras invita
un vaso de gaseosa. Cuando le pregunto si eligió ese trabajo, responde en una
frase: “Fui lanzada”.
La primera exclusión
Entrando al monoambiente de Betiana, hay una pequeña cocina
donde está el teléfono de línea al que la llaman sus clientes. Más adelante hay
una mesa, un televisor y una cama. El acolchado es naranja y los almohadones
violetas. En la mesita de luz tiene un puñado de preservativos de distribución
gratuita y sobre las paredes dos cuadros de Marilyn Monroe. Una heladera,
algunos adornos y fotos de sobrinos, completan el espacio. Todo está muy
ordenado. Ella se siente cómoda en ese departamento luminoso y bien ubicado,
pero pronto va a tener que mudarse, porque los costos se fueron por las nubes.
Conseguir un alquiler para una travesti, no es fácil.
La primera exclusión para ella, igual que para muchas de sus
compañeras, fue de la casa de sus padres. Nació en Ingeniero Budge, que por
aquellos años era más descampado que urbe. Eran seis hermanos y muchas veces
pasaban hambre. Su papá se dedicaba a la construcción y era alcohólico. Betiana
se acuerda que le pegaba mucho a su mamá, que trabaja por horas en una casa de
familia en Once. “Mi madre siempre supo quién era yo y me aceptaba. Mi papá se
enojaba mucho. Se enteraron de que trabajaba en la calle porque me cruzó un tío
mío. Mi padre le dijo a mi mamá: ‘Me contó el Bubi que el gringo anda en
pollera por la Recondo, ¿a vos te parece? ¡Vos tenés la culpa!’ Y la cagó a
palos”, recuerda Betiana. Bubi era su tío y “el gringo” le decía a ella su
padre, porque “era el más clarito de los hermanos”.
Desde muy chiquita Betiana sintió en la mirada de los otros
que en ella había algo que estaba mal. En el colegio pupilo al que iba en
Ezeiza, el cura la obligó a ir a una psicóloga cuando estaba en quinto grado.
Ella le dijo cómo se sentía y la mujer le respondió con voz pausada,
enfatizando las sílabas: “No, vos sos ne-ne. Y a los ne-nes le gustan las
ne-nas”. Tiempo después dejó la primaria y a los 14 pegó el portazo en su casa.
Se fue primero a Banfield y después a Villa Itatí, donde conoció a otras
travestis más grandes. En la adolescencia empezó a tomar hormonas y a
inyectarse siliconas. Al igual que muchas, se expuso a procedimientos riesgosos
que se hacían entre ellas mismas, porque acceder al sistema de salud era un
imposible. En la calle empezó a escuchar sobre el VIH. Ella no se contagió,
pero varias de sus compañeras murieron.
En la asociación civil La Rosa Naranja hacen hincapié en un
término que busca visibilizar las muertes de todas las que cada año fallecen
expulsadas del sistema de salud y de las instituciones en general:
travesticidos sociales. El año pasado, en nuestro país y según cifras de la
organización, hubo 56.
“Otras la pasaron peor”
Sobre cómo le pesó durante tantos años la mirada
estigmatizante de la sociedad y su familia, Betiana responde: “Sentía esa cosa
de que no encajaba. En ese tiempo la gente estaba más cerrada y nos veían como
bichos, no sé”. Se encoge de hombros y toma un sorbo de gaseosa. Después de una
pausa, dice: “Pero bueno, mirá nena, hay chicas que han pasado peores, he visto
cada cosa. La mayoría ya no está. Muchas por enfermedades, a otras las
mataron”. En la calle se exponían a violencias de todo tipo, por parte de
clientes y de la policía. Hasta hace unos años, ser una travesti era ser una
criminal. Betiana se acuerda de Blanco, un oficial de una comisaría de Burzaco
donde además de golpearla le cortaron el pelo y las uñas.
Hoy está cursando la primaria de la mano de La Rosa Naranja
y muchas veces fantasea con tener otro trabajo. ¿Qué le gustaría? “A mí siempre
me gustó el dibujo. Me gustaría pintar cuadros. Y vas a pensar que estoy loca,
pero a veces me imagino de traje, trabajando en una oficina. ¡En serio, eh!”,
responde. Cree que en parte la sociedad cambió, que ya “no se discrimina
tanto”, y esa mirada que le recriminaba su existencia cuando caminaba por la
calle, se fue desvaneciendo. Pero sí aparece de una forma más sutil, como
cuando no consigue un departamento para alquilar o cuando al verla le piden
precios desquiciados.
Más información
La asociación civil La Rosa Naranja despliega diferentes
programas para restituir los derechos de las mujeres trans y travestis. Además,
todos los años llevan un registro de los trans y travesticidios que ocurren en
nuestro país. Para saber más, hacer click aquí o escribir a
info@larosanaranja.org
Por María Ayuso
Fuente
https://www.lanacion.com.ar/comunidad/fui-lanzada-a-la-prostitucion-a-los-15-la-dura-realidad-de-las-travestis-y-mujeres-trans-al-dia-de-nid17032022/