miércoles, 24 de octubre de 2018

El horror de los burdeles en los campos de concentración


El horror de los burdeles en los campos de concentración

Viernes, 21 de octubre de 2016 |Alonso Martínez 

En este momento lo más probable es que la vida de una joven mujer esté a punto de cambiar dramáticamente. La historia la hemos escuchado decenas de veces. María tiene 14 años y vive en un pueblo donde se siente incomprendida. Es una joven hermosa y tiene el sueño de ser una residente de un lugar con lujos y cosas brillantes. Ella no tiene la culpa. De distintas formas su mente ha sido moldeada para pensar así, es una adolescente susceptible. Cerca de ella está un joven de 21 años con ojos claros y un automóvil de no más de 5 años de antigüedad. Ya fijó su mirada en ella; es su siguiente víctima.Hace más de 70 años otra mujer y muchas más fueron expulsadas de su hogar y transportadas a un lugar donde se enfrentarían a trabajos forzados por sus creencias religiosas. No obstante, algunas más tuvieron que pasar por horrores mucho más grandes. Durante la Segunda Guerra Mundial, los Nazis establecieron burdeles dentro de los campos de concentración para incentivar a la población masculina a que colaboraran en sus tareas, aunque en realidad se usaban principalmente por los funcionarios simpatizantes de Hitler.


 burdeles en los campos de concentración 1

De hecho, distintos burdeles fueron establecidos a través de toda la Europa ocupada por Alemania y eran de uso exclusivo de los soldados de la SS y de las fuerzas armadas de los Nazis. La diferencia entre los que estaban en los campos de concentración es que las mujeres que se prostituían o que hacían "espectáculos" para los prisioneros y soldados eran transferidas de otros campos –principalmente el de Ravensbrück–. Al menos 34 mil mujeres alrededor de toda Europa fueron forzadas a servir como prostitutas.Todos los burdeles se abrieron entre 1942 y 1944. Fueron construidos en diseño de barricadas con hasta 20 cuartos individuales. Las prisioneras tenían a una especie de madame que se encargaba de mantenerlas en orden. Por lo general eran reemplazadas de forma constante ya que morían por distintas enfermedades, heridas y desgasto en general. Existe evidencia incluso de que las mujeres eran tatuadas con la frase "Puta de Campo" en el pecho. 




burdeles en los campos de concentración 2

Aquellas que quedaban embarazadas se les forzaba a abortar, lo que resultaba en muerte y en muchos casos los soldados de la SS le afirmaban a las mujeres que si participaban en ese trabajo sexual tendrían un mejor trato o una reducción a su sentencia (que en sí era indefinida), lo que causó envidia y conflictos dentro de los grupos femeninos de los campos, pero no sabían a lo que se enfrentarían. Existe una declaración de un campo ruso que afirma que las compañeras golpeaban brutalmente a quien quisiera aceptar esas propuestas.Además de que los burdeles se usaban para "motivar" a los prisioneros, Heinrich Miller también lo pensó para mostrarle a los hombres homosexuales "los placeres del sexo opuesto" en forma de lo que él consideraba terapia para "curarlos" de sus preferencias sexuales. Y aunque el propósito era motivar a los judíos que servían haciendo labores extenuantes, no funcionó más que comp un sistema de mercadeo de cupones entre las personas "importantes" dentro de los campos. 



burdeles en los campos de concentración 3

Cuando finalizó la guerra y comenzaron a arrestar a todos los oficiales y soldados nazis, también sus mujeres fueron perseguidas por los sobrevivientes y fueron rapadas, expuestas, humilladas y en algunos casos violadas o heridas brutalmente. Así surgió el dilema moral de si la venganza era necesaria o si pudo evitarse y mostrar humanidad, pero ¿cómo hacerlo si parece que los despojaron de ella?Todas las guerras nos han mostrado lo mismo. Horrores que estamos dispuestos a hacer cuando todo lo demás parece desmoronarse. Es inimaginable el sufrimiento acumulado de todas las mujeres que han sido violadas, brutalizadas y humilladas a lo largo de la historia, principalmente porque en ese entonces ellas no peleaban como soldados, entonces ¿por qué usarlas como un objeto sin importancia? 


burdeles en los campos de concentración 4

El asunto de la prostitución en los campos de concentración se mantuvo en silencio durante largo tiempo. En 1972 Heinz Heger publicó un libro donde finalmente habló sobre el tema y durante los 90 surgieron títulos testimoniales sobre las experiencias de algunas sobrevivientes de los campos y la vida como prostitutas. Los fantasmas de las que no lograron salir deberán atormentar por toda la eternidad las almas de los soldados nazis que, a pesar de pregonar odio a los judíos, abusaban de ellas para demostrar su poder.

¿En realidad sólo sucede en la guerra? María creerá que el joven con el auto bonito se enamorará de ella y la hará una persona feliz y le dará una mejor vida. Pero no sucederá. Dentro de 2 años ella estará en la Ciudad de México en una habitación donde el color rojo parece resaltar mientras un obeso con su mano llena de sangre se prepara para un tercer golpe. Su pene y barriga cuelgan; ríe de forma estruendosa. No es un nazi. Es lo más asqueroso de la humanidad.

Fuente
https://culturacolectiva.com/historia/el-horror-de-los-burdeles-en-los-campos-de-concentracion/


Nota: las imágenes son de la nota original.







domingo, 21 de octubre de 2018

Las extrañas prácticas sexuales de las prostitutas de la Antigua Roma


Las extrañas prácticas sexuales de las prostitutas de la Antigua Roma

Las meretrices solían utilizar grandes pelucas rubias y se afeitaban y pintaban de rojo sus partes íntimas. Además, trabajaban habitualmente en burdeles apestosos regentados por un cruel proxeneta
Manuel P. Villatoro
@ABC_Historia
Actualizado:
07/08/2018 

Las películas de Hollywood son el cielo y el infierno de la divulgación histórica. Por un lado, permiten dar a conocer períodos olvidados de nuestro pasado al gran público. Por otro, en algunos casos caen en exageraciones que generalizan ideas erróneas entre los espectadores. Esto último es lo que ha ocurrido con la prostitución en la Antigua Roma. Una práctica que en la gran y en la pequeña pantalla se rodea de lujo y de glamour pero que, en realidad, solía llevarse a cabo en tugurios pestilentes y bajo la atenta mirada de un proxeneta ansioso de que el «servicio» terminara para que pasara el cliente siguiente. Otro tanto sucedía con unas meretrices que carecían de lujos y que eran consideradas, de forma literal, la «infamia» de la sociedad.

Para los romanos la prostitución navegaba entre dos peligrosas aguas. A nivel social era vista como un mal necesario. Ejemplo de ello es que autores como Catón el Viejo (234-149 a. C.) la definieron como una auténtica bendición debido a que permitía a los jóvenes dar rienda suelta a sus más bajos deseos sin «molestar a las mujeres de otros hombres». Con todo, tan real como esta visión es que, según explica la doctora en historia Lucía Avial en «Breve historia de la vida cotidiana en el Imperio Romano» (Nowtilus, 2018), «los romanos situaron a las personas que ofrecían su cuerpo por dinero en los espacios más despreciables de la sociedad».

¿Cuál es la verdad de la prostitución en esta época? La realidad es que esta práctica fue evolucionando durante la República y el Imperio. Además, lo que sí está claro es que el «oficio más viejo del mundo» aparece ya en los orígenes de la propia ciudad. Así lo afirma la historiadora Carmen Herreros González en su dossier «Las meretrices romanas: mujeres libres sin derechos». Y es que, en sus palabras, los mismos fundadores de Roma fueron amamantados por una trabajadora del sexo. «En efecto, la tradición habla de una loba, la lupa, que en latín no quiere decir sino puta y que se refiere a la que, habiendo hecho gozar al dios Marte, recibió en recompensa por el placer proporcionado casamiento con un hombre inmensamente rico», explica la autora.

Mal necesario
Desde ese momento la prostituta es una figura que se puede encontrar de forma perpetua en Roma. Sin embargo, no fue hasta la Segunda Guerra Púnica (aquella en la que Aníbal plantó cara a las legiones entre los años 218 a. C. y 201 a. C.) cuando se empezó a entender la lujuria como una parte del ocio del ciudadano. Así lo afirma Rubén Montalbán, investigador del Departamento de Antropología, Geografía e Historia de la Universidad de Jaén, en su informe «Prostitución y explotación sexual en la Antigua Roma»: «A partir de entonces aparece como un elemento indisociable de la vida romana. Se observaba como una actividad necesaria para evitar peligros a las matronas [mujeres con un comportamiento irreprochable] casadas».

El mismo comediante Plauto (254 a. C. - 184 a. C) dejó claro esta visión de la prostitución en uno de sus múltiples textos: «Nadie dice no, ni te impide que compres lo que está en venta, si tienes dinero. Nadie prohíbe a nadie que vaya por una calle pública. Haz el amor con quien quieras, mientras te asegures de no meterte en caminos particulares. Me refiero a que te mantengas alejado de las mujeres casadas, viudas, vírgenes y hombres y éfebos hijos de ciudadanos.


Pintura mural de un prostíbulo

De la misma opinión era el escritor del siglo I Valerio Máximo, quien narró una curiosa historia en la que un padre decidió enviar a su hijo a un lupanar para que se desfogara y dejara de importunar a una mujer que ya compartía la vida con otro hombre.

El propio Catón el Viejo (también apodado «el Censor» por su defensa de la virtud y la moral romana) veía positiva la existencia de los lupanares. En una ocasión incluso felicitó a un joven al que vio salir de un prostíbulo ya que, con aquella práctica, evitaba molestar a una matrona. La misma Herreros, en su estudio «Sequere me: tras la huella de las prostitutas en la Antigua Roma», desvela que «incluso los hombres casados eran justificados» cuando mantenían relaciones sexuales con una meretriz porque, así, «saneaban su matrimonio». «Esto demuestra que actuaban en favor de la salud pública», afirma el historiador Jean-Noël Robert en «Eros romano: sexo y moral en la Roma antigua».

Los romanos creían que la prostitución evitaba que los jóvenes molestaran a las mujeres casadas
Sin embargo, aunque la prostitución era entendida como un mal necesario, la meretriz («meretrix», la que «se ganaba la vida ella misma») era despreciada por el ciudadano de a pie. «En la sociedad romana, la infamia era el principal rasgo que caracterizaba a este oficio, ya que se consideraba que las prostitutas carecían de dignidad moral precisamente por el hecho de ejercer la prostitución», señala Avial. En sus palabras, estaban en el escalón más bajo de la sociedad debido a que «ponían a la venta su cuerpo sin dedicarlo exclusivamente a la procreación, como hacían las demás mujeres».

Herreros añade que estas mujeres eran consideradas «personas torpes», «apelativo que hacía referencia en el derecho romano tanto a la bajeza moral como a la incapacidad de ser titular de ningún derecho».

Tipos de prostitutas
¿Cómo llegaba una mujer romana a convertirse en una prostituta? Lo más habitual es que, tanto en la época de la República como del Imperio, la meretriz proviniera de una familia extremadamente pobre que había decidido abandonarla al nacer. También podían ser pordioseras, esclavas que eran obligadas a vender su cuerpo o delincuentes. Con todo, Herreros desvela que también había ciudadanas libres que se sentían atraídas por este tipo de vida o jóvenes violadas que optaban por este trabajo tras haber soportado la marginación. «Estas últimas sufrían un estigma social que las culpaba a ellas de la violación», añade Avial.

Dentro de estos grupos había diferentes categorías. La más alta era la de cortesana. Estas eran prostitutas de lujo bellas, refinadas y con buenos modales que podían pasar meses con sus clientes. Solían ser respetadas por los hombres que las contrataban y hasta se les permitía participar en las conversaciones masculinas y dar su opinión (algo impensable para el resto de meretrices).


Pintura de un lupanar romano

Con todo, debían mostrar a su cliente el mismo respeto que tendrían a su marido, un comportamiento que no era habitual en el resto de prostitutas. «En ningún caso este respeto debe confundirse con el “affectio maritalis” [el amor que se profesan las parejas], porque lo que estaba en juego era realmente la profesionalidad de la prostituta», explica la propia Herreros y la también historiadora Mari Carmen Santapu Pastor en su estudio conjunto «Prostitución y matrimonio en Roma ¿Uniones de hecho o de derecho?».

A continuación estaban las mesoneras o venteras, mujeres que no eran prostitutas como tal, pero que regentaban una posada y decidían ganarse un dinero extra manteniendo relaciones sexuales con los clientes. De hecho, era habitual que los romanos asociaran el oficio de tabernera con el de meretriz. «Estas mujeres solían estar casadas, pero a los maridos no les importaba» completan las autoras. La última categoría era la de aquellas jóvenes que no tenían dinero para sobrevivir o esclavas que mantenían relaciones sexuales en un burdel.

Dependiendo del prestigio de la prostituta en cuestión, los clientes solían pagar entre dos y dieciséis ases (lo que equivalía a un denario de plata) por mantener una relación sexual con ella. La característica principal era que siempre se entregaba el dinero por adelantado. Solo para hacernos una idea de lo que costaba un «servicio», los legionarios romanos cobraban, a principio del siglo II, un sueldo de 300 denarios al año. Al menos, así lo explican Joël Le Gall y Marcel Le Glay en su libro «El imperio romano», editado por Akal.

La dureza del prostíbulo
De entre todos los lugares en los que se solía practicar el sexo con prostitutas, los «fornices» («prostíbulos») eran los más populares. Eran tugurios ubicados en los barrios más concurridos. En palabras de Herreros, en el Subura (entre las colinas del Quirinal y Viminal) se hallaban las meretrices más populares, mientras que en el Trastévere (el corazón de la ciudad) se podían encontrar los burdeles más sucios y pestilentes.

«El superpoblado barrio de Subura es el que poseía la peor fama de toda Roma, siendo el refugio de ladrones, sicarios, lanistas, lenones y prostitutas de la más baja condición social», completa Montalbán. Según Plauto, en este último era posible «alquilar a las prostitutas más baratas» y se podía ver a padres prostituyendo a mujeres e hijas para sobrevivir. «En estos barrios de calles estrechas habitaban en pequeñas insulae las prostitutas de la condición social más baja, sin higiene alguna y compartiendo habitaciones normalmente con compañeras de oficio, debido a los altos precios que debían pagar por los alquileres», añade Montalbán.

El barrio en el que se encontraban las prostitutas que prestaban servicios más baratos era el de Subura, un auténtico nido de depravación
En todo caso, era muy sencillo toparse los prostíbulos una vez dentro de los barrios, ya que los dueños ubicaban en sus puertas un falo de piedra pintado en rojo bermellón. «El pene erecto se consideraba un símbolo de buena suerte, por lo que era muy habitual encontrarlo también en los carteles que indicaban los servicios que allí se ofrecían», añade la autora de «Breve historia de la vida cotidiana en el Imperio Romano».

El interior de los prostíbulos era repugnante ya que, además del mal olor, sus paredes estaban decoradas con pintadas obscenas hechas a mano por los clientes. Las prostitutas trabajaban en pequeñas «cellae» o habitaciones donde recibían a los clientes. En la puerta de las mismas, el dueño podía poner el nombre de la meretriz (que solía ser falso) y su especialidad sexual. Estas estancias, al igual que las exteriores, eran pintadas con escenas obscenas.

En los lupanares reservados a la plebe, los más paupérrimos, las «cellas» eran más bien cuevas o cavernas subterráneas abovedadas llamadas «fornis» Horacio, escritor de la época, afirma que estas estancias despedían un hedor nauseabundo que aquellos que pasaban por ellas llevaban consigo mucho tiempo después.




El personaje más controvertido de todo el prostíbulo era el «leno» («chulo»). A efectos prácticos era el dueño del local y el encargado -entre otras cosas- de contratar o comprar a las esclavas que ejercerían la prostitución. «Tenía muy mala reputación porque se trataba de un hombre sin escrúpulos. Se caracterizaba por la falta de honradez y por el hecho de que no podía acceder a los cargos públicos», desvela Herreros.

A su vez, era el encargado de controlar que los clientes no excedieran el tiempo establecido para el coito. «A esto debemos añadir que el acto sexual en el mundo romano no contaba con los preámbulos amorosos que hoy día parecen fundamentales», completa la experta. Ejemplo de ello es la inscripción que se puede leer, todavía a día de hoy, en un lupanar de Pompeya: «Llegué aquí, follé, y regresé a casa».

Para terminar, el «leno» también contaba con varias fichas o monedas en la que había grabada una posición sexual. A pesar de que existe cierta controversia alrededor de las mismas, es más que probable que fueran utilizadas por el «chulo» para que los clientes extranjeros pudieran seleccionar la «especialidad» que querían recibir.

Prácticas sexuales
Más allá de la tiranía del «chulo», lo que está claro es que las prostitutas eran las protagonistas indiscutibles. Todos los autores coinciden en que las meretrices solían ubicarse en la puerta de los lupanares para tratar de atraer clientes. Para ello iban ataviadas con túnicas cortas de colores chillones o incluso transparentes. Lo más curioso es que no se ponían estos vestidos solo por llamar la atención de los hombres, sino porque, según la ley, debían usar una ropa diferente a la de las matronas para evitar malos entendidos. A pesar de todo, según fueron pasando los años las «mujeres decentes» (como eran conocidas) fueron adoptando estos ropajes.

A su vez, y después de que las conquistas de las legiones llevaran hasta la ciudad a mujeres rubias, era habitual que las prostitutas se tiñeras los cabellos de este color o -si no disponían del dinero suficiente- se compraran una peluca. «Esta blonda peluca hecha con cabellos o crines dorados, teñidos, parece haber sido la parte esencial del disfraz completo que la cortesana se ponía para ir al lupanar, donde entraba con un nombre de guerra o el de profesión», desvela Juan Pons en su decimonónica «Historia de la prostitución en todos los pueblos del mundo: desde la antigüedad más remota hasta nuestros días». Este complemento lo mantenían incluso en el prostíbulo.

Las prostitutas usaban pelucas rubias y se maquillaban para diferenciarse de las matronas romanas
Para diferenciarse todavía más de las matronas, y para lograr cautivar a los clientes, Herreros afirma que las prostitutas solían cubrirse toda la cara con «afeites variados», ponerse coloretes en las mejillas, «agrandarse los ojos con carboncillo», pintarse con una espesa capa de maquillaje y untarse los pezones con purpurina dorada. De esta guisa, una meretriz de una edad considerable podía engañar a los hombres y extender su vida laboral unos años más.

También era habitual que se afeitasen siempre que el dinero se lo permitiera, ya que era bastante caro. Todo el cuerpo pasaba por la cuchilla, incluyendo sus partes íntimas, que -según la experta- «pintaban de rojo bermellón» y no cubrían con ropa interior.

No obstante, algunas de las prostitutas consideraban innecesarios estos cuidados ya que lo habitual era que el acto sexual se practicase al caer de la noche. Antes era un privilegio de recién casados. De hecho, mantener relaciones en una estancia muy iluminada no era adecuado. Y otro tanto pasaba con la ropa. «Estaba muy mal visto que las mujeres hicieran el amor completamente desnudas, incluidas las prostitutas», añade la autora.


Representación de un prostíbulo romano

Las meretrices tampoco podían usar zapatos, aunque era habitual que se saltasen esta norma y se grabasen en las sandalias palabras como «Sequere me» («Sigueme»). Estos términos quedaban inscritos en el polvo cuando caminaban y los clientes los seguían para encontrarse con ellas.

Pero lo más llamativo de las prostitutas es que fueron una figura transgresora. En la sociedad romana, el hombre era quien tenía el rol dominante en todos los sentidos y, entre ellos, se incluía el sexual. Durante el coito, debía ser siempre la figura activa. Sin embargo, las meretrices lograron equipararse a ellos. Así pues, no era raro que solicitaran a sus clientes que les hicieran «fellationes» o «cunilinguus», prácticas que solían relegar a quien las llevaba a cabo a un nivel inferior. «La peor acusación que se le podía hacer a un ciudadano era la de ser poco viril, es decir, actuar como pasivo en el amor», añade, en este caso Avial. Ellas, no obstante, lo lograron.

Fuente
https://www.abc.es/historia/abci-extranas-practicas-sexuales-prostitutas-antigua-roma-201808070127_noticia.html




sábado, 20 de octubre de 2018

La viuda que se hizo prostituta para "salvar" a su familia


La historia de otra mujer cercada por unas circunstancias sobre las que no tuvo ningún poder de decisión. Esta nota es por demás interesante porque muestra con claridad el mecanismo de defensa que la psicología y sobre todo, las sobrevivientes mismas, nos han narrado. La protagonista mantiene un discurso en el que se choca los datos de su propia historia con la ilusión de que  ella ha decidido lo que le permite mantener la idea de autodeterminación y de autoestima. Sonia Sánchez ha descripto esto maravillosamente.
«La desgracia me ha empujado a llevar esta vida. Pero yo lo he elegido y con mi cuerpo hago lo que quiero»
Alberto B Ilieff
La viuda que se hizo prostituta para "salvar" a su familia
         18 SEP. 2018 

Ouma cruza a diario la frontera entre España y Marruecos en Melilla para vender su cuerpo. Su familia se piensa que cuida a un anciano en las noches
Gana al mes entre 1.000 y 2.000 euros. "Lo hago porque quiero. He tenido ocasión de salir de este mundo y he visto que no me compensa..."
Hay decenas de trabajadoras sexuales marroquíes como Ozuna. Detrás de algunas ellas hay mafias que las reclutan y las obligan a prostituirse
Ouma suspira y asiente. Mira siempre a los ojos. Tira el chicle y saca un cigarrillo. Pide fuego. Sonríe. Acepta contar su historia a cambio de bautizarla con el nombre de su gata. Y de no escribir un relato lacrimógeno. «No quiero que nadie sienta pena por mí. Estoy cansada de eso. Todo lo que hago es porque quiero. He tenido ocasión de salir de este mundo y me he dado cuenta de que no me compensa».
Medianoche. Melilla. La lluvia se aproxima desde el oeste. En el parque frente al Palacio de la Asamblea, sentada en uno de los bancos esperando a que un cliente la venga a buscar, Ouma se whatsappea con su hermana. Le pregunta que si sus hijos ya están durmiendo. «Mi familia se piensa que cruzo todas las tardes a Melilla para cuidar a un anciano. Y que me quedo a su cargo hasta por la mañana. O, por lo menos, es lo que quieren creer. Aunque, muy en el fondo, creo que saben la verdad. ¿Te imaginas que vergüenza para mi padre? ¿Lo qué le dirían los vecinos y amigos? No podría salir de casa. El Marruecos pobre no perdona». Ouma pide soledad. Su cita de pago se acerca. Pero antes pregunta, algo inquieta, qué es lo que se va a contar de ella.


P.-La historia de una niña marroquí de 14 años casada en un matrimonio forzoso. La de una joven que se queda viuda a los 21. La de una mujer que cruza a diario a España para prostituirse. Y que después vuelve a su país, se quita los vaqueros, la camiseta ajustada, y se pone la chilaba y el hiyab... y que hace todo eso para mantener a sus dos hijos de 10 y 11 años.
R.- Y a mi padre y a mis cuatro hermanas. Ellas estarían en la calle y he conseguido que estudien. Pero no quiero hablar de mi familia. No estoy orgullosa de lo que hago, pero tampoco me arrepiento.
P.- También has trabajado de camarera y limpiando oficinas.
R.- Sí, por 400 euros. Y llevando mantas a Marruecos (porteadora) por menos de nada. Con esto hay meses que me saco 2.000 euros.
P.- ¿Qué tal el verano?
R.- He estado en Saidia (localidad al nordeste de Marruecos, llamada la «Perla Azul» o el «Caribe marroquí», que se ha convertido en el nuevo peregrinaje de lujo dentro del reino alauí). Ahora van a veranear allí todos los ricos. Y hay mucho trabajo. Con lo que me he sacado puedo vivir unos meses tranquila.
Ouma tiene 28 años. Aunque aparenta muchos menos. Su vida de día está en suelo marroquí, en Selouane, una pequeña aldea a 23 kilómetros del paso fronterizo de Beni Enzar. Su marido murió hace siete años por una infección en los pies. Su madre lo hizo un año después de una pulmonía. «Entonces yo era joven y no sabía cómo funcionaban las cosas. Hoy nunca hubiera permitido que murieran por cosas que se curan con dinero en Marruecos y con permisos en España», asegura Ouma.
En las fronteras sur de Europa (Ceuta y Melilla), hay miles de mujeres, la mayoría invisibles a ojos de las administraciones y de sus leyes, que hacen a diario un viaje de ida y vuelta desde Marruecos. Más allá de las porteadoras que cargan 60 kilos de bultos a sus espaldas y de las muchachas (como se conoce a las empleadas domésticas marroquíes), el otro rostro femenino lo protagonizan las prostitutas transfronterizas.


Aquí entra el perfil de Ouma: mujer marroquí que cruza a diario de la región de Nador a Melilla para prostituirse. Contamos su historia justo en el momento que el debate de la prostitución está en el candelero: primero con la creación del sindicato de prostitutas que pasó por encima de la ministra Magdalena Valerio y que provocó la dimisión de directora general de Trabajo, Concepción Pascual. Y ahora con la postura del ejecutivo de Pedro Sánchez que pretende, inspirados en el modelo abolicionista sueco, perseguir a los clientes para proteger a las víctimas de trata y explotación sexual. Aunque algunas mujeres como Ouma insisten en que lo que hacen es por su propia voluntad. Y temen que se persiga a sus clientes. «La desgracia me ha empujado a llevar esta vida. Pero yo lo he elegido y con mi cuerpo hago lo que quiero», afirma la marroquí.
El año pasado, la ONG Melilla Acoge, publicó un informe en el que hablaba de que había alrededor de 1.000 mujeres ejerciendo la prostitución en las calles, en locales y en casas. La mayoría de estas mujeres que atiende el colectivo pasan el día en el barrio del Real, algo que no hace gracia a los vecinos. Otras se reparten por turnos, de día y de noche, por las calles del centro de la ciudad. Y luego están las más jóvenes, que muchas cruzan a Melilla únicamente si el cliente las ha contactado por teléfono previamente.
«Llevamos trabajando con estas mujeres desde el año 2006, cuando creamos el centro COPIEM (Centro de Orientación, Prevención e Información de Enfermedades Emergentes) donde pueden acudir a realizar cualquier tipo de consulta relacionada con el VIH y demás enfermedades de transmisión sexual. También les damos clases de lengua, cultura española, actividades formativas y atención psicológica. En estos años hemos trabajado con unas 900 mujeres», explica Isabel Torrente, coordinadora de programas de Melilla Acoge. Actualmente prestan atención personalizada a 200 marroquíes. «Al contrario de lo que ocurría hace unos años, que muchas de ellas vivían en la ciudad, a día de hoy la mayoría son divorciadas que viven en Marruecos y pasan a trabajar a Melilla», sentencia Isabel.
«He conocido a muchas de estas mujeres que han conseguido hasta los visados para ir a la Península. Han ido hasta Málaga o Barcelona, pero luego siempre acababan volviendo porque decían que allí todas tienen a sus chulos que las explotan y que tienen que ir semidesnudas. Aquí están más seguras», explica el dueño de uno de los hostales donde estas mujeres tienen a diario relaciones sexuales con sus clientes. De los 30 euros que cobran de media por el servicio, cinco van para el «alquiler por hora» de una habitación en el hostal. «Antes de la crisis ninguna cobraba menos de 40 euros por servicio. Hoy las hay que por 10 euros se van con cualquiera en el coche. Aun así, siempre que hablo con ellas me cuentan que no lo van a dejar porque ganan más dinero que si estuvieran de camareras. Aunque no conozco a ninguna que haya contado a su familia a que se dedica realmente. Sería una vergüenza para ellos».



El regente del hostal dice que en Melilla no hay proxenetas que exploten a estas mujeres. Ouma, la prostituta viuda, también lo niega. «Trabajamos por nuestra cuenta. No debemos dinero a nadie», sentencia. Aunque no es del todo cierto lo que dice.
A principios de febrero, la Guardia Civil desarticuló una red que prostituía a mujeres marroquíes, algunas menores de edad, a las que tenían «en régimen de semiesclavitud» en dos pisos que usaban como locales de alterne. Cuatro personas fueron detenidas. Reclutaban a las mujeres en las aldeas rurales del norte de Marruecos y las engañaban con la promesa de un trabajo en Melilla. Un mes antes, en la ciudad colindante de Nador, la policía marroquí también desarticuló otra red que introducía a mujeres en la ciudad autónoma para explotarlas sexualmente. Todos los años, tanto la policía española como la marroquí, llevan acabo alguna operación contra la trata de estas mujeres.
Sobre las 10:00 de la mañana, como de costumbre, Ouma llama a su taxista de confianza para que la deje en la frontera. Cruzará a Marruecos y se reunirá con su familia. Al día siguiente todo seguirá igual. Es la vida de una prostituta transfronteriza.

Fuente
http://www.elmundo.es/cronica/2018/09/18/5ba0f73922601df4278b465d.html




Prostitución bajo amenaza de muerte


Esta es una noticia de trata de personas pero bien puede valer como ejemplo de la prostitución si tenemos en cuenta que alrededor del 90% de las personas en situación de prostitución son víctimas de trata dura y el resto lo es de trata blanda, inducidas por la familia, un novio, un/a enganchador o captador, y con base en la vulneración de sus derechos, en la incontinencia familiar y el abuso sexual (el 75% de las personas en prostitución dicen haber sido abusadas en la niñez), pobreza, exclusión social.
La prostitución en todas sus formas daña severamente, desintegra a la persona, mata.
Alberto B Ilieff



Testimonio de prostitución



Prostitución bajo amenaza de muerte
La pobreza y la búsqueda de una vida mejor es utilizada por mafias para obligar a mujeres a prestar servicios sexuales
F. Guijarro 19.08.2018 |
El único centro de acogida para víctimas de trata de las islas


El Casal Petit de las Hermanas Oblatas gestiona el único centro de acogida para víctimas de trata en las islas (es del Govern), que también utilizan otras mujeres en situación de prostitución. Son dos pisos, con capacidad para un total de cinco personas, y que nace de un acuerdo con Policía Nacional y Guardia Civil, que las envían allí cuando alguna mujer denuncia una de esas situaciones o tras una redada, si lo desea. Pero no es el único servicio que esta organización presta: ayuda en la tramitación de papeles, ofrece orientación laboral y colabora en la búsqueda de una vivienda. Además, da apoyo psicológico a personas con la autoestima dañada.

Víctimas de trata. "Hay pocas experiencias tan dramáticas como las que viven las mujeres que son víctima de trata", afirma el responsable  de una de las organizaciones que atienden a mujeres en situación de prostitución, entre las que se encuentra el Casal Petit, que cada año da servicio a unas 250 personas en la isla. Entre ellas se encuentra María, residente en Mallorca y madre de tres hijos.

Amenazas de muerte hacia ellas o sus familias, agresiones y humillaciones forman parte del recorrido realizado por las mujeres en situación de prostitución que han sido objeto de trata. En el camino dejan buena parte de su autoestima y heridas que no se ven sobre la piel. Algunas de ellas son atendidas en Mallorca por el Casal Petit de las Hermanas Oblatas, entre las que se encuentra María.
La historia de esta mujer latinoamericana tiene en sus orígenes un factor que es prácticamente constante entre las personas afectadas por estas situaciones: la pobreza. Madre de dos hijos y sin pareja, con un trabajo de secretaria que no era suficiente para sacar adelante a su familia y que les obligaba a vivir con su madre o con su abuela en barrios humildes, un día se cruzó con una antigua amiga que "iba en un cochazo". "Lo primero que pensé es que se había casado con un narco". Pero el lujo en el que vivía procedía del ejercicio de la prostitución en Japón. Ella fue la que la puso en contacto en un hotel con un japonés que hizo la primera oferta para trasladarse a ese país, que en un principio rechazó. Más tarde llegó una nueva reunión con una mujer que también había trabajado durante años en ese país oriental y que le cobró un millón de pesos colombianos solo por ponerla en contacto por personas que debían de ayudarla a realizar ese viaje. María no oculta que era consciente de que la oferta era para ejercer la prostitución, pero se la presentaban como "algo muy fácil por el carácter de los japoneses y en lo que se podía ganar mucho dinero".

La organización con la que se relacionó le pagó el billete de avión hasta Londres, para desde allí partir hacia Tokio, donde la policía japonesa no la permitió entrar en el país, obligada a volver a Inglaterra donde permaneció 15 días. Para poder mantenerse durante este tiempo, fue en Londres donde ejerció la prostitución por primera vez. Regresó a su país para desde allí hacer un nuevo intento para entrar en Japón, pasando previamente por Nueva York y Corea. Esta vez lo consiguió. El año era 1993.


Un laberinto sin salida
Una vez allí, pasó a manos de una mujer a la que debía entregar cada día 250 yenes para saldar una deuda de 60.000 dólares y que en lugar de hacerlo en algún local, la puso a ejercer en la calle. Al verse en esa situación, admite que se pasó la primera noche llorando y que rogó que la dejaran volver
a su tierra, con el compromiso de que saldaría su deuda hipotecando la casa de su abuela si era necesario.

"La respuesta que recibí es que podía coger mi pasaporte y mi dinero e irme, pero inmediatamente después con la advertencia de que si me marchaba no iba a salir viva del aeropuerto de mi país".

Ahí se inició una etapa de meses en la que se la obligaba a trabajar cada día y en la que durante los fines de semana debía atender a trabajadores extranjeros que pagaban menos pero que apenas permanecían con ella poco más de 10 minutos. Si un japonés le abonaba 250 o 300 yenes, estos migrantes solo pagaban entre 100 y 150, pero con una enorme rotación.

Llegó a enfermar por este exceso de trabajo y comenzó a consumir drogas. "Me volví agresiva y tenía problemas con todos", lamenta.

Hasta que un día decidió que ya había saldado su deuda de 60.000 euros y escapó de la mujer para la que trabajaba. La reacción de ésta fue vender esa deuda pendiente a la mafia japonesa. "Me encontraron, me sacaron de madrugada de la casa en la que estaba" y la obligaron a hacer una gira por tres ciudades, trabajando 10 días en cada una. Allí aprendió una nueva forma de ejercer en Japón. Debía actuar en 'teatros' con público donde hacía un baile. Luego los asistentes se jugaban quién subía al escenario con ella, donde practicaban sexo a la vista de todos y la tradición hacía que luego el hombre se sacara el preservativo para demostrar que había eyaculado, entre aplausos del público. Después debía de atender a los asistentes que lo deseaban en pequeñas salas, con una relación que duraba muy poco tiempo en cada caso. Durante esas semanas, la mafia japonesa se quedaba con la mitad de las ganancias que generaba, y permitía que la otra mitad se la enviará a su madre. Al dar por saldada su deuda, le organizaron una fiesta.
Ella se quedó a vivir en Japón con el novio que había conocido allí, pero las actividades de este último hicieron que la policía les detuviera y la devolviera a su país, cerrando una etapa de tres años en Oriente.

Entonces decidió viajar a España, de nuevo para ejercer la prostitución, y permaneció en un hotel de carretera durante un mes, con una notable diferencia con la clientela japonesa, porque "en España muchos querían hacerlo sin preservativo y sin lavarse".

En esa etapa sucede una de las situaciones más dramáticas que ha vivido. Se quedó embarazada de un cliente (no sabe de cuál, porque a uno se le rompió el preservativo y a otro se le enrollo en su interior al sacarlo y se derramó el semen). Cuando pretendía abortar en España, fue detenida y deportada, y al llegar a su país lo intentó de nuevo pero le dijeron que el feto ya estaba demasiado desarrollado. Es al llegar a este punto cuando algo se rompe en María y empieza a llorar, porque quiso desprenderse "de lo mejor que he hecho en mi vida", su hija. "Ella conoce toda esta historia", afirma entre lágrimas.

De nuevo hizo las maletas y viajó a Europa, esta vez con su hijo mayor y su hija pequeña (el mediano no quiso abandonar su país). Tras una peripecia en Suiza, volvió a España en noviembre de 2000, para instalarse en Barcelona. Allí trabajó un tiempo en un mercado, pero no conseguía ingresos suficientes para mantener a sus hijos y volvió a la prostitución. "Llega un momento en el que piensas que no sirves para otra cosa. En esas fechas tenía que haber parado, pero no lo hice", señala con lágrimas.

Barcelona la asusta para vivir con sus hijos y viajó a Mallorca, donde ha criado a dos de ellos. Ha trabajado en el club Globo Rojo y en un chalé de la calle Hiroshima, entre otros lugares. Más de tres lustros después de llegar a la isla, sigue en situación de prostitución, y con el dinero que gana ayuda a su segundo hijo, que terminó viviendo en EE UU donde se le detectó un cáncer, al que envía 800 dólares cada mes porque allí la sanidad es muy cara. "La vida no me deja respirar". Durante esos 17 años, solo ha encontrado algún empleo precario, "y de algo tenemos que vivir", concluye.


Fuente
https://www.diariodemallorca.es/mallorca/2018/08/19/prostitucion-amenaza-muerte/1340227.html






Elena, ex prostituta: "En España se compran mujeres por 200 euros"

Testimonio de prostitución


Elena, ex prostituta: "En España se compran mujeres por 200 euros"
Elena, exprostituta, posa de espalda para ilustrar su testimonio.
Denuncia que la legalización de la prostitución solo beneficia a los proxenetas
Lola Sampedro
16/09/2018


Elena empezó a prostituirse con 18 años y aún recuerda su primer día, cuando su proxeneta la soltó en un aparcamiento del centro de Palma. No hablaba español y acababa de aterrizar en la capital balear. Completamente perdida, aquella noche tuvo sexo con una decena de clientes, cobraba 25 euros por una felación y 40 por un completo. De ese dinero, ella se quedaba con menos de la mitad: «Lo hice porque no me quedaba otra opción, igual que al resto de mis compañeras. Nunca conocí a ninguna que lo hiciera por deseo».

Hablamos con Elena (nombre que usaba cuando ejercía) en pleno debate sobre la legalización de la prostitución. Tras la polémica constitución de un Sindicato de Trabajadoras Sexuales, que el Ministerio de Trabajo busca ahora cómo anular, desde el Gobierno ya se muestran contrarios a la legalización que defienden otros partidos como Ciudadanos. En estas últimas semanas, el Ejecutivo de Pedro Sánchez ya ha señalado su intención de que España adopte un modelo abolicionista al estilo de Suecia, donde está prohibida y se persigue al cliente con multas económicas y penas de prisión.

Elena ahora tiene 32 años, consiguió salir en 2014. Sabe por experiencia que la legalización de la prostitución «sólo empeora la situación de las prostitutas». Lo sabe porque durante aquella década en la que ejerció viajó hasta Alemania, donde es legal. Su intención era permanecer allí 21 días, pero no aguantó ni la mitad. «Aquello era muchísimo peor, porque estaba más controlada. Éramos 200 mujeres en un club que funcionaba como una gran empresa. Si se legaliza, los proxenetas pasan a ser grandes empresarios y todo funciona como tal», recuerda sincera y pragmática.

En el prostíbulo, las chicas eran sancionadas con multas de 30 a 60 euros por poner un pie encima de una silla o llegar cinco minutos tarde. También tenían que pagar de su bolsillo las pruebas que el ginecólogo les hacía periódicamente en el baño del burdel. Sólo podían comer si todos los clientes lo habían hecho ya. Y el trato que recibían por parte de los puteros era igual de denigrante.




«Yo he visto a proxenetas vender a mujeres en gasolineras de Alemania. Estamos hablando de bestias», asegura Elena mientras insiste en que «los países en los que la prostitución es legal son todo lo contrario al cuento de los paraísos de las putas felices». «Hay trata igual que aquí, pero los proxenetas tienen el reconocimiento por la parte de la sociedad y del gobierno como si fueran empresarios. Son ellos los únicos que salen ganando».

«No se puede legalizar algo que va contra los Derechos Humanos», asegura 14 años después, lejos de ese mundo, con un trabajo «normal» que consiguió «después de mucho esfuerzo, porque salir de la prostitución es muy, muy difícil». Gracias al apoyo de Médicos del Mundo, Elena pudo formarse. Durante un tiempo, compaginó los estudios con la calle, hasta que consiguió el trabajo estable de 1.200 euros al mes que hoy tiene.

«Era una esclava. No podía ir sola ni a comprar. Cuando me iba a depilar mandaba a alguien conmigo, para que me vigilara», recuerda de aquellos años en los que recibía a una media de 20 clientes cada noche. «Hacían cola como en el supermercado».

«Los puteros son conscientes de todo, saben que estamos ahí forzadas y coaccionadas, pero les da igual y algunos hasta se aprovechan de eso», asegura. Ella tuvo dos parejas durante ese tiempo, dos hombres que antes habían sido clientes. Durante la relación, les contó cómo funcionaba todo, la situación en la que estaban las chicas, cómo algunas habían sido vendidas por sus madres cuando eran menores, cómo la mafia había captado a muchas. «Les dio igual saberlo todo, cuando lo dejamos, se iban con esas mismas mujeres sabiendo toda su historia».

Prostitución y trata
«No se puede separar la prostitución de la trata porque, cuando ejerces, es lo mismo. Nadie te pregunta si eres víctima de trata o no», explica desde la experiencia. Elena asegura haber visto cómo «en España se compran mujeres por 200 euros».

Su proxeneta la amenazaba a diario con matar a su familia en Rumanía. Aún recuerda cómo un cliente le puso un cuchillo en el cuello. También el día en que cuatro hombres se pusieron violentos en un coche y ella, para defenderse de la agresión, usó espray pimienta: «Cuando lo saqué, yo ya estaba con la Policía al teléfono, pero al final no me dejaron poner la denuncia y tuve que pagar una multa por llevar el espray».

Elena, sin exageración, sin drama, no olvida que la noche siguiente el mismo funcionario que la atendió en los Juzgados fue a buscarla, esta vez como putero, a la calle donde ella solía ejercer. Le pidió un completo.
«Claro que me sentía violada. Muchas veces lloraba, pero los clientes nunca paraban. Les damos igual», cuenta Elena, que también conoció la prostitución de lujo. «Fui muchas veces a yates, con hombres muy ricos, cobrando mucho dinero. Pero al final, es lo mismo, tienes que hacer las mismas cosas y te tratan igual. Más allá del dinero, no hay ninguna diferencia, y hay cosas que no se pueden pagar», explica mientras señala «la ansiedad, la depresión y los intentos de suicidio que también sufren las putas de lujo».

Para Elena, «la legalización de la prostitución se basa en los derechos laborales y se olvida de los derechos humanos». «Dime el número de puticlubs que hay en tu ciudad y te diré el nivel de desigualdad de género que hay a tu alrededor», señala, segura de sí misma. Y tranquila, suelta una última reflexión, quizá la que debería sostener los pilares este debate: «No conozco a nadie que esté a favor de la legalización y desee que su hija, su madre o su hermana sea prostituta».

Fuente

https://amp.elmundo.es/baleares/2018/09/16/5b9d16f622601d603c8b464d.html







"La prostitución no es dinero fácil"


Testimonio de prostitución

"La prostitución no es dinero fácil"
09.05.2018
Un artículo de Ambar IL

La prostitución no es dinero fácil. De fácil no tiene nada.
Cuando te sucede el abuso, cuando eres niña, algo cambia en tu cerebro. Te has saltado varios escalones para subir a un crecimiento de tu sexualidad correcto. Ya no lo es. Se distorsiona completamente. O lo aborreces, te da pánico, o abogas por todo lo contrario, la promiscuidad. Una promiscuidad a la que te lanza tu propio abusador, tu propia familia, tu propio entorno. La propia sociedad.

El abusador te entrena para ser una puta, para que te sometas, para que te humilles, silencies, aceptes, te resignes.

El resto, cómplice de esos abusos, te llaman  "puta, eres una puta como tu madre, solo vas a servir para ser puta, búscate hombres mayores que te mantengan".


 Todo esto desde tu infancia hasta tu adolescencia, donde acabas sin saber ni quien eres realmente, del sometimiento sexual y psicológico que arrastras toda tu vida, de tu sexualidad ya perturbada por todos ellos. Puedes acabar en un sistema prostitucional al que te han lanzado de cabeza todos ellos. Puedes acabar siendo captada, explotada sexualmente sin tú ni siquiera plantearte otra opción, porque te han hecho creer que no la tienes.
Hace un par de meses, leí un artículo, de una chica scort, y se jactaba de lo feliz que se sentía de vender su cuerpo, de tener a los hombres postrados a sus pies. Y la entiendo porque yo también fui esa chica, cuando me prostituían y cuando me prostituía. Me recuerdo también pronunciando más o menos las mismas palabras. Ahora sé que era pura supervivencia mental. Simplemente me estaban utilizando y explotando igual que en mi infancia cuando era abusada. Pero tu mente está tan vulnerable, tan manipulada y tu sumisión está tan aprendida que te hacen creer lo contrario los mismos explotadores. Al igual como lo hacía tu abusador, como lo hacia tu propia familia.




Ahora, con la perspectiva del tiempo, de los años, de la experiencia y la madurez, veo lo muy sometida, anulada, manipulada que estaba. Que había estado siempre.
Yo estuve prostituida en pisos, con más chicas, todas con múltiples problemas añadidos, igual que yo. Eso con el tiempo lo vas analizando. Más víctimas. También nos hacían creer que estábamos empoderadas y por libre elección y nos agarrábamos a esa opción porque era la única que te permitía soportar todo aquello. Cuando se quedan con la mitad de lo que te pagan, cuando te explotan para su propio beneficio económico a cambio de una falsa seguridad que te repiten te van a ofrecer, estás sometida, anulada y manipulada psicologicamente. Ellos son los primeros que te vuelven a lanzar a los monstruos. Otra vez. Sometimiento arraigado, aprendido, sumisión normalizada. Gran mentira que te pone tu propio subconsciente. Porque tú, nunca eliges, nunca elegiste y nunca elegirás. La prostitución, bajo mi experiencia, la clasifico como una repetición del abuso permanente. Nunca se llega a nada, nunca te haces rica. Todo es a cambio de tu sometimiento, de tu vulnerabilidad, de tu miedo, de tu debilidad psicológica y emocional, de tu silencio.
No me gustaba cuando me obligaban a ir a cenas, o a comidas en restaurantes. Cada vez que pisaba uno tenía siempre la sensación de que todo el mundo sabía lo que era, lo que hacía.
Me daba una vergüenza terrible. Me sentía muy vulnerable y débil.
Muchas veces, usas la tópica frase: "la mayoría solo quieren compañía, alguien que les escuche". Te autoconvences a ti misma de ello, porque así, se hace más llevadero lo que estás haciendo. Lo que te están haciendo. Es la única vía para no volverte loca, para no darte cuenta del abismo por el que estás cayendo, para no acabar de romper tu psique.
No pagas para que alguien te escuche, para eso vas al psicólogo. Total, ¡vas a pagar igual!.
Tu te consuelas creyéndote que los hombres repiten contigo, que eres buena ya no solo en lo que la prostitución comprende, si no como psicóloga de todas estas almas vacías.

¿Y tú? ¿Dónde queda tu alma vacía? ¿Acaso alguien te escucha, te presta atención si no es sin ropa bajo las sabanas?

De eso también te das cuenta con los años y las experiencias.
Es como si por haber sufrido el abuso sexual en tu infancia, el maltrato físico/psicológico, tuvieras la "obligación" de seguir vendiendo, regalando tu cuerpo cuando los demás quieren hacer uso de él.
Y repites patrón, y lo repites, en las relaciones, en las amistades. En todo lo repites, sin darte cuenta y sin ser consciente de ello.
Siempre es a cambio de algo porque creciste ya inmersa en ese sucio, depravado y despiadado intercambio.
Y en el fondo sabes que es todo una gran mentira, y te sientes mal, aunque te obligues a creer lo contrario, más que nada para que no te duela la realidad.
Ahora soy plenamente consciente de ello. Hace años, no. 

Fuente

https://www.libresyorgullosas.com/l/la-prostitucion-no-es-dinero-facil/



domingo, 19 de agosto de 2018

El callejón de los niños atrapados por la trata en Tánger


El callejón de los niños atrapados por la trata en Tánger
Lucas de la Cal
Tánger

6 MAR. 2018 16:37


El reportero recorre los 'agujeros negros' de la prostitución infantil en Tánger, un fenómeno nacional que en la ciudad es más visible por el aumento de niños de la calle que quieren emigrar
Madrugada del 9 de diciembre de 2017. Plaza del Petit Socco de Tánger. En los callejones que bajan hasta el puerto se escucha el fuerte ruido de fondo del cierre de los telares. Sólo quedan hombres en las calles. Un chico marroquí, vestido con un viejo chándal azul, murmulla bajo y en perfecto español las siguientes palabras: "Si no quieres hachís ni cocaína... ¿Te gusta follar? ¿Te gustan los jovencitos? Aquí vienen muchos europeos buscando niños". Es la cuarta noche seguida que se acerca. Las primeras veces sólo ofrecía hachís y cocaína. Un par de meses antes, a pocos metros de ese callejón, la policía detuvo a un ex sacerdote y profesor norteamericano que pagaba 50 euros a niños de 11 años que duermen en la calle a cambio de mantener relaciones sexuales. Se llama Arthur Perrault y se había fugado hace 25 años de Alburquerque. La Interpol le buscaba por abusar sexualmente en su país de 36 monaguillos menores de edad.
Madrugada del 14 de enero de 2018. Habitación de 40 dirhams la noche (cuatro euros) en una pensión en la parte trasera del mercadillo tangerino. Desde la ventana se aprecia el continuo tránsito de niños y adolescentes, casi todos están colocados a esas horas por el pegamento -disolvente de pintura dentro de una pequeña bolsa de plástico- que llevan esnifando todo el día. Pasan por el callejón dos hombres conversando en francés. Se detienen a hablar, mediante señas, con tres menores.
El hombre más alto entra en la pensión acompañado por uno de los críos. No tiene más de 14 años. Casi 40 minutos después, el menor sale sólo de la pensión, se sienta en el suelo y empieza a esnifar la bolsa con pegamento que guarda en uno de los bolsillos de su pantalón roto. A su lado pasa otro hombre, que lo coge de la mano y ambos desaparecen al girar la esquina.
Madrugada del 11 de febrero de 2018. Ya van 12 noches repartidas en tres meses pasando a la misma hora por el mismo sitio; viendo las horribles e impunes escenas una y otra vez desde las ventanas de las habitaciones de tres pensiones diferentes. Un hombre, que vende cigarrillos en un puesto a la entrada del callejón, confirma lo que ya estaba confirmado. "Buscas chicos, ¿verdad? A estas horas todos buscáis un culo y heroína. Por 30 euros tienes ambas cosas. ¿Te gustan pequeños? Hay alguno que tiene ocho años y está tan drogado que no se entera de nada".
No ha sido fácil escribir estas líneas. Si que lo ha sido dejar de contar otras situaciones más duras en las que el alma se rompe al ver como es tan sencillo robar la infancia a un niño. No existen palabras objetivas para describir la cara del monstruo que ofrece tener relaciones sexuales con un crío de ocho años por 30 euros. Si que las hay para hablar de Marruecos como un país donde, a día de hoy, la trata y la explotación sexual de menores de edad está presente en varias regiones. Prácticamente, cada semana, sale en la prensa local algún nuevo caso de pedofilia, muchos protagonizados por hombres extranjeros.
Van a por los débiles

"La explotación sexual de menores se ha convertido en un gran fenómeno en Marruecos, un gran refugio de pederastas", denuncia Med B., coordinador en la región Tánger-Tetuán de la asociación marroquí No toques a mi Hijo, que llevan 14 años destapando e investigando casos de prostitución infantil y abuso de menores en las calles del reino alauí. Med añade que la situación es especialmente delicada en ciudades como Tánger, donde cada vez hay más menores que viven en las calles (alrededor de 200). Son chavales en tránsito, nacidos en zonas rurales del país, con la única idea de emigrar hacia Europa, tomando España como primera parada. Ellos son los que cruzan cada semana a la península escondidos en los bajos de los camiones que van en los ferrys o en pateras hasta las costas andaluzas. También son los más vulnerables frente a los pederastas y violadores.
El investigador y arabista José Carlos Cabrera ha estado los últimos años trabajando como mediador intercultural con más de 6.000 menores magrebíes que han cruzado a España. "Hemos tenido muchos casos de chavales que han sufrido algún tipo de abuso sexual, pero es complicado abordar ese tema con ellos. Algunos se prostituían como única forma de sobrevivir. En Marruecos les roban la sexualidad", afirma Cabrera. "La mayoría de los perfiles que registramos de clientes que buscan este tipo de turismo sexual con niños son hombres europeos y de Estados Unidos", explica Med. "Estos tipos engañan y se aprovechan de los críos, primero ganándose su confianza. Saben de la desesperación en la que se encuentra el menor". El móvil de Med no deja de sonar. En la quinta llamada que descuelga le cuentan el caso de una adolescente discapacitada a la que ha violado un familiar. Al teléfono gratuito para urgencias de la asociación (+212 528 825 117) llegan cada día unas siete llamadas donde algún anónimo, vecino o familiar, les comunica que hay un menor al que han violado o se está prostituyendo en la calle.
"Aquí en el norte, desde 2011, hemos destapado más de 200 historias relacionadas con todo tipo de abusos sexuales hacia niños y hemos conseguido que 80 hombres acaben en prisión. El 30% eran turistas de España, Francia e Inglaterra", asegura Med, que también hace trabajo de campo. "Cuando recibo alguna denuncia, me desplazo hasta el lugar para buscar a la víctima, a su familia, e intentar convencerles para que denuncien. Después les damos ayuda jurídica y psicológica al menor. Aunque, algunas veces, no sirve de nada porque es la propia familia, muy pobre, la que guarda silencio o está prostituyendo al crío con algún vecino o familiar".
Aquí es donde entran las madres solteras de las casas bajas de la Kasba de Tánger. Mujeres invisibles para gran parte de la sociedad e instituciones marroquíes. Viven en un país con una ley que condenan las relaciones sexuales fuera del matrimonio y que las aparta cuando los hombres las abandonan con los hijos. Asociaciones como No toques a mi Hijo denuncian que muchos de los casos de violaciones de menores que ellos reciben vienen precisamente de estos entornos.
Dentro de la Kasba, una mujer, madre soltera de tres niñas pequeñas, nos cuenta que hay noches en las que algún hombre intenta entrar a su casa para violarla a ella o a sus hijas; y que a la niña de su vecina la violaron hace unos meses. Otra mujer, trabajadora social, explica que la realidad es aún mucho más dura. "Hay algunas mujeres que se prostituyen ellas y a sus hijos para poder comer. Aquí es como si no existieran, el Estado no las protege y los hombres las miran como apestadas, como si pudieran hacer lo que quieran con ellas".
Algunos de los hijos más pequeños de estas madres solteras van a la guardería de las monjas de Jesús María, en el antiguo convento franciscano de Tánger. Las religiosas también tienen una casa de acogida con un grupo niñas menores (de seis a 14 años) víctimas de maltrato, abandono y abusos sexuales. "Las agresiones a estas chicas se suelen dar dentro de la propia familia y del entorno", aseguran. El año pasado, en la región de Tánger, la policía marroquí creó una unidad especializada en la trata y prostitución de menores. "Somos muy pocos y no tenemos suficientes medios para investigar", protestan los agentes. Lo mismo ocurre en los juzgados, donde existe un tribunal específico que da atención a las mujeres y menores víctimas de la violencia sexual. "Es muy difícil determinar el número exacto de niños que se dedican a la prostitución. Los organismos institucionales (dependientes del estado) no trabajan en sinergia con las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil. Cada uno guarda los resultados de sus investigaciones, sin compararlos ni compartirlos", afirman desde la asociación No toques a mi hijo.


Hace cuatro años, un colaborador de la brigada de información de la policía marroquí se hizo pasar por extranjero para investigar las redes de prostitución infantil en Tánger. En el paseo marítimo, un proxeneta le ofreció un encuentro con "jovencitos". Logró entrar en uno de los apartamentos, detrás del hotel Solazur, donde le estaba esperando una mujer con velo. "Me dieron a elegir entre un niño de 13 años y otro de nueve. Escogí al más pequeño, que vivía en la Kasba, que me contó en la habitación que sus padres no sabían nada y que él lo hacía porque le habían prometido dinero", recuerda el investigador, que durante semanas comprobó como en las casas de la Kasba y en el callejón del Petit Socco también se ofrecían a niños para mantener relaciones sexuales. Pese a tener las suficientes pruebas y testimonios para acabar con toda la trata, la policía únicamente desmanteló y detuvo a la organización del proxeneta del piso frente a la playa.
El problema que también se encuentran los agentes marroquíes al investigar es que en sus archivos no tienen una lista negra con los antecedentes por pedofilia de los extranjeros que entran en el país. En 2016, el diario norteamericano Alburquerque Journal destapó que uno de los pederastas más buscados, un sacerdote y profesor de nombre Arthur Perrault, estaba viviendo en Marruecos. Arthur se había fugado en 1992 de EEUU, y su último paradero conocido ese año había sido la ciudad de Vancouver (Canadá). Tenía 36 denuncias por abusos sexuales a chicos menores de edad cuando ejercía de sacerdote en la Arquidiócesis de Santa Fe, en Alburquerque.
Arthur se encontraba viviendo en Tánger, dando clases de inglés a niños en la American Language Center. "Aquí se dedicaba a abusar de los menores que quieren emigrar y que no viven con sus familias. Todos eran niños, de 11 a 14 años, a los que pagaba hasta 50 euros", cuenta Med. "Localizamos a algunas víctimas, pero no quisieron hablar. Presentamos una denuncia conjunta junto con una organización americana, y la justicia de su país mandó una orden de detención internacional". El 13 de octubre, Perrault fue deportado.
En enero, en otra de las grandes ciudades de Marruecos, en Fez, 270 kilómetros al sur de Tánger, fue detenido un hombre francés de 58 años acusado de abusar sexualmente de dos niñas de 10 y 13 años. Días después, decenas de personas salieron a manifestarse por las calles de Fez denunciando la impunidad de un turismo sexual que se ha extendido por todo Marruecos.
Hasta un iman arrestado
Esta semana, en una aldea cercana a la ciudad de Temara, cerca de Rabat, un iman ha sido arrestado en la mezquita acusado de abusar sexualmente de seis niños a los que estaba enseñando el Corán. En la capital, en el mercadillo junto a la antigua medina, un comerciante también fue detenido por abusos a tres niños de nueve años. En un hammam (baño árabe) de provincia de Settat, un masajista ha sido denunciado por haber violado a una niña mientras le hacía un masaje. Y en la costa atlántica, en la ciudad de Essaouira, la policía ha arrestado este mes a un entrenador de monos acusado de violar a varios menores.
"Hay casos por todo el país, pero donde más invisibilizados están es en Marrakech, que ahora mismo es la capital del turismo sexual mundial, y por lo tanto también de la trata de niños", afirman varias asociaciones en defensa de la infancia. Precisamente en Marrakech, hace un par de años, dos periodistas de una televisión italiana fueron expulsados de Marruecos cuando estaban grabando un reportaje sobre la prostitución infantil en la ciudad roja. Los reporteros consiguieron grabar con una cámara oculta cómo en la plaza Jemaa El Fna una mujer les ofrecía tener relaciones sexuales con chicas menores de edad.
En Tánger, el último agujero negro de la prostitución infantil está en otro callejón, frente al mercado de pescado. A primera hora de la mañana, siempre hay algún menor durmiendo en la puerta de un garaje. Cuentan que por la noche, en los apartamentos de los edificios de esa calle, algunos hombres suben con los críos para mantener relaciones con ellos. Es un horror en todo el país. La gente está cansada de que Marruecos se haya convertido en un paraíso para pederastas, decían los vecinos de la ciudad de Fez tras la detención del último abusador, un francés. "Dejad de violar a nuestros hijos", gritaban.

Fuente
http://www.elmundo.es/cronica/2018/03/06/5a9c54b2ca4741b7478b463e.html