martes, 31 de diciembre de 2019

Cuando la República dijo sí a la abolición de la prostitución


Cuando la República dijo sí a la abolición de la prostitución

1932 fue el año en el que el debate sobre la prostitución llegó al Congreso, con un discurso ejemplar de Clara Campoamor. Hasta 1935 no se aprobaría por decreto el abolicionismo, como una forma de garantizar la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, para muchos sectores, fue una resolución poco ambiciosa.
BARCELONA 11/11/2018
ANA BERNAL-TRIVIÑO


“Queda suprimida la reglamentación de la prostitución, el ejercicio de la cual no se reconoce en España a partir de este Decreto como medio lícito de vida”. Este fue el artículo 1 del decreto del 23 de junio de 1935. Muchas son las personas que hoy día se declaran republicanas pero regulacionistas de la prostitución, cuando justo la República Española fue la que se declaró, por decreto, abolicionista.

Las circunstancias sociales de entonces no son las de ahora, marcadas por la dificultad de controlar las enfermedades venéreas de forma eficaz. Pero, para llegar a la fecha de ese decreto, antes varias mujeres reflexionaron sobre la prostitución, en un marco idéntico al que el propio feminismo desarrolló desde el comienzo de su historia.





Un punto de partida

“La prostitución es para la mujer el más horrible de todos los males”, decía Concepción Arenal en La Mujer del Porvenir, institución a la que también califica como lepra. Se queja del trato que recibían estas mujeres, entre otras cuestiones. “Nunca me conmueve tan tristemente mi ánimo como al entrar en un hospital de mujeres donde se curan las enfermedades consecuencia de la prostitución. Allí las enfermas no suelen quejarse, saben que a nadie inspiran lástima y procuran sofocar el dolor físico lo mismo que el dolor moral”, matiza en la misma obra.

Emilia Pardo Bazán ya reflexionaba en una conferencia en 1899, que las mujeres se veían arrastradas al “matrimonio, al servicio doméstico, a la mendicidad y a la prostitución”, como únicas salidas posibles. Nadie como ella explicó en cuentos y discursos las violencias contra las mujeres, como se relata en el libro El encaje Roto (Contraseña). Años más tarde, en 1904, Consuelo Álvarez Pool, que firmaba como “Violeta” en la prensa, escribió un texto titulado “Del matrimonio” donde denunciaba la misma situación: “¡Cuántas mujeres se ven en el duro trance, en la cruel alternativa de casarse con el primero que llega… o prostituirse! Entonces la elección no es dudosa: se casan y hasta creen amar a su marido porque en él ven la tabla salvadora a que asirse en el naufragio de su pobreza”.

En 1918, salía publicado el libro La condición social de la mujer en España, de Margarita Nelken, quien se preguntaba de dónde venían las prostitutas y marcaban que las de alta categoría procedían de la clase media cuya educación no se había “preocupado de proporcionarles un medio de vida y que el día que necesitan bastarse a sí mismas se lanzan o caen poco a poco en la prostitución”. Las más pobres, indicaba, venían del campo a la capital y denuncia que caían “fácilmente seducidas por fantásticos espejuelos”. Es aquí donde hace una crítica de clase a aquellos “señoritos” que abusan sexualmente de sus sirvientas y que, con un hijo a su cargo, tenían que buscarse la vida. Pero también lanza críticas hacia la religión.

“España es quizás, hoy día, el único país en donde no se hace nada por impedir que las prostitutas lleguen a su triste condición y en donde al mismo tiempo se quiera corregir la prostitución con castigos, que no otra cosa es la reclusión forzada en un convento”. Y, ante todo, en su discurso dejaba claro que era un problema de Estado. “Dios sabe todavía hasta cuando la prostitución española seguirá siendo una vergüenza, no para las prostitutas, sino para todo el país socialmente culpable y responsable”.

En 1921, una manifestación feminista, encabezada por Carmen de Burgos llega al Congreso. Entregan a su Presidente un documento con la petición de derechos para la mujer, desde el derecho al voto, a la igualdad respecto al hombre en el Código Penal. El artículo 9 de ese documento es tajante: “Que desaparezca, en virtud de una ley, la prostitución reglamentada y que se persiga”.

Camino hacia la abolición: el discurso de Clara Campoamor

Todo este pensamiento se reforzó durante la II República Española. Escobedo remarca en un estudio que el regulacionismo había sido alimentado por la ideología burguesa, para quienes la prostitución era un “mal necesario”. Rivas Arjona señala en una investigación que la lenta penetración del modelo abolicionista se produjo, por un lado, por la tradición regulacionista y por otro, por los beneficios que “determinadas instituciones” recibían. Sin duda, no se hubiese producido sin el marco de la lucha abolicionista desarrollada de Josephine Butler en Inglaterra, que atravesó fronteras de toda Europa y entró en nuestro país a través de los protestantes, los masones y las propias ideas republicanas, según apunta Rivas Arjona. De hecho, la propia República encabeza también una reforma sexual alejada de la religión.

Los diarios de sesiones del Congreso bien reflejan el debate que llevó hacia la abolición de la prostitución. El día 12 de enero de 1932, Rico Avello, de la Agrupación al Servicio de la República, decía a la Cámara que la “prostitución reglamentada es absolutamente incompatible con la dignidad humana” y defendía que no cabía en esta materia otra postura que no fuera la “pura y simple de la teoría abolicionista”. Tres días después, el diputado Carlos Martínez y Martínez expresó que la abolición debía ir acompañada de una nueva educación, y demandó ofrecer al pueblo “una noción nueva, clara y valiente de qué es la sexualidad”. Además, apuntó la que prostitución estaba asociada a la pobreza y que debía implantarse una “libertad económica que permitirá a la mujer desenvolverse”.

Ese mismo día, Clara Campoamor, diputada del Partido Radical, explicó de forma tajante ante la cámara que “la ley no puede reglamentar un vicio”. Habló sobre la vergüenza de que el Estado perpetúe esta situación, a la que definía de una “quiebra para la ética”. Pero en su discurso, la diputada fue más allá y expuso el contexto de que España estaba representada en la Sociedad de Naciones de Ginebra y que existía una comisión de protección a la mujer y contra la trata para la desaparición de lo que, por entonces, denominaban “trata de blancas”. Sobre ello, Campoamor dejaba claro que “las casas de prostitución reglamentadas, autorizadas por el Estado, percibiendo directa o indirectamente de ellas tributos el Estado-tributos, de una corrupción, de un vicio, son los centros de contratación de la trata de blancas, en donde se pueden albergar fácilmente todas las mujeres, que un vividor, delincuente de oficio, traspasa de ciudad en ciudad y lleva de mercado en mercado”.

El discurso de la diputada continuó con la demanda de que el Estado se declarase de una vez abolicionista. En aquel momento, además, las víctimas de la prostitución eran, en mayoría, mujeres menores. A esa edad les estaba prohibido firmar un contrato o adquirir un préstamo pero “no le rindan protección alguna cuando se trata de la libertad de tratar su cuerpo como una mercancía”, denunciaba la diputada. Para terminar, Campoamor afirma que de permitirse la prostitución, el Estado permitiría un vicio y apuntaba las que, para ella, son las dos consecuencias más graves: “la posibilidad de la degradación de un enorme número de mujeres y la posibilidad de la degradación de un enorme número de hombres, a quienes las leyes les dicen que puedan acercarse a una mujer sin amor, sin simpatía, sin siquiera un gesto cordial de estimación”.

Días más tarde, el 26 de enero, el diputado de Acción Republicana, Sánchez Covisa recuperó el discurso y calificó a la prostitución de un estigma, vergüenza, y un “incumplimiento del precepto constitucional, que hace iguales los dos sexos, puesto que no puede aplicarse a la mujer una ley de excepción”. Meses después, se organizó la 'Semana abolicionista' en un intento de acercar esta postura a la sociedad, donde se contaría con la presencia de Campoamor.

Hasta tres años después, no se declaró el Estado como abolicionista en un decreto del 28 de junio del Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión, con la justificación de que el Gobierno quiere sumarse al abolicionismo “que impera desde hace años en los países más avanzados desde el punto de vista sanitario”. Entre sus artículos, además del reconocimiento del principio de igualdad entre el hombre y la mujer, también se prohibía “toda clase de publicidad que de manera más o menos encubierta tendiera a favorecer el comercio sexual”.





Las ‘Mujeres Libres’

No obstante, como puntualiza Escobedo en una de sus investigaciones, surgieron críticas frente a esta aprobación por mantener algunas normas reglamentaristas, como que las autoridades sanitarias vigilar a las prostitutas por la transmisión de enfermedades venéreas. Se esperaba un decreto aún más ambicioso en el sentido abolicionista, aunque la sociedad de la época tampoco dejaba mucho margen de maniobra, junto a todas las reformas que la República estaba realizando.

Mientras aquello ocurría en las paredes del Congreso, Amparo Poch y Gascón, una de las tres fundadoras de Mujeres Libres, escribía en “La Vida sexual de la mujer”, en 1932, cómo la prostitución ponía también en riesgo a las mujeres que vivían con sus parejas. Para ella, la prostitución o el alcoholismo formaban parte de lo que consideraba como “higiene matrimonial”.

La formación feminista anarcosindicalista creó lo liberatorios de prostitución, “no como solución, sino con un fin paliativo”. En ellos se centraban en la investigación y tratamiento médico-psiquiátrica, la curación psicológica y ética, orientación y capacitación profesional, ayuda moral y material en el momento que les fuera necesario, aún después de haberse independizado de los libertarios.

En el número 9 de la revista que editaban estas mujeres, se dedicó un espacio al “problema sexual y la revolución” y lanzaban a sus lectoras la siguiente pregunta: “¿quién puede negar que la esclavitud sexual de la mujer no ha sido en principio y a través de los siglos una consecuencia del problema económico?”. Inciden en que justo la guerra había agudizado el problema económico de la mujer que, sin trabajo, se veía obligada a la prostitución sin otra alternativa. Por ello, intentaba desde aquellas páginas concienciar a los camaradas de que “si de veras queremos la Revolución social, no olvidemos que su principio primero está en la igualdad económica y política, no solo de las clases, sino de los sexos” y que “el problema sexual es una problema económico-político a la vez”, que si no se producía en conjunto con la Revolución, “la dejaría manca, declarando utópicas todas las ansias de liberación de la Humanidad”.

Unos números después, también retoman el tema en la revista y señalan que la reglamentación supone la creación de unos impuestos para el Estado, y que la erradicación de la prostitución va más allá de leyes para adentrarse en la propia mentalidad de la sociedad. Y repiten, sin cesar, que la mujer “ha de ser económicamente libre”. Por eso, detallan que solo la libertad vendrá a través de una “igualdad de salarios, una igualdad de sueldos, una igualdad de acceso a los medios trabajadores de todas clases, (...) porque todas las acciones en favor de la familia, de ese ficticio color hogareño, mantienen a la mujer en su posición de siempre: alejada de la producción y sin derecho alguno”.

En los últimos números de la revista, en septiembre de 1936, señalaban que “la empresa más urgente a realizar en la nueva estructura social es la de suprimir la prostitución. Antes que ocuparnos de la economía o de la enseñanza, desde ahora mismo, en plena lucha antifascista aún tenemos que acabar radicalmente con esta degradación social. No podemos pensar en la producción, en el trabajo, en ninguna clase de justicia, mientras quede en pie la mayor de las esclavitudes: la que incapacita para todo vivir digno”. Para ello querían capacitar a las ex prostitutas para ser mujeres libres y conscientes, ofreciendo ayuda moral y material.

Montseny, ministra de Sanidad y Bienestar Social en 1937, señaló que más allá de ley, la prostitución solo quedaría abolida cuando “las relaciones sexuales se liberalicen, la moral cristiana y burguesa se transforme, las mujeres tengan profesiones y oportunidades sociales de asegurarse el sustento, la sociedad se establezca de forma que nadie quede excluido, cuando la sociedad pueda organizarse para asegurar la vida y los derechos de todos los seres humanos”.

Todas estas intenciones y el espíritu abolicionista de la República, quedaron bajo tierra tras el golpe de Estado y la victoria del franquismo, que regresó al reglamentarismo por decreto el 27 de marzo de 1941. A partir de entonces, la prostitución aumentó, junto al estigma, la criminalización y la persecución de las prostitutas.


Fuente
https://www.publico.es/sociedad/abolicionismo-republica-dijo-abolicion-prostitucion.html?fbclid=IwAR3HWmtzRSuh6Tp-w5Kf8Pq3Q25EqWMDYgIXINY2GERybOYZj5UZFkUHnd4







Cuando la Iglesia apoyó firmemente la apertura de un gran número de prostíbulos durante el declive de la Edad Media


Cuando la Iglesia apoyó firmemente la apertura de un gran número de prostíbulos durante el declive de la Edad Media

Alfred López
Yahoo Noticias15 de noviembre de 2017

Uno de los periodos de la Historia en el que la prostitución tuvo más auge y apoyo institucional en la Península Ibérica fue en el conocido como ‘Baja Edad Media’, a principios del siglo XIV.

Hasta entonces el ejercicio del meretricio se había limitado generalmente a mujeres que lo ejercían en calles o tabernas de forma aislada, por su cuenta y sin control sanitario alguno y con las autoridades manteniéndose al margen de tal actividad (cuando se había detenido alguna prostituta había sido por algún escándalo o trifurca pero no por el ejercer dicho oficio).

Pero llegó un momento en el que desde las instituciones políticas (monarquía y señores feudales), militares y religiosas se decidió regular tales prácticas con el fin de modernizar la sociedad, tener vigiladas a todas las meretrices y apartar a estas del resto de ‘doncellas honradas’, por lo que un modo de mantener ese control era teniéndolas controladas en prostíbulos.

Eran conscientes de que la prosperidad de las poblaciones más importantes estaban estrechamente relacionadas con su comercio y que muchos eran los importantes hombres de negocios que se trasladaban de una ciudad a otra para cerrar sus tratos, aprovechando dicho viaje para divertirse con las rameras autóctonas. Proporcionarles un lugar seguro donde acudir a desfogarse los mantendría más seguros de robos y peleas de taberna (que en numerosas ocasiones acababan con el cliente muerto).




Fue durante el reinado de Jaime II cuando se puso más empeño en que en las principales capitales de la Corona de Aragón (Zaragoza, Barcelona, Valencia y Mallorca) dispusieran de mancebías en las que tener, de forma controlada, a todas las prostitutas de cada población.

Lo curioso del caso es que una de las instituciones que más apoyó (y más empeño puso para que así fuese) fue la Iglesia Católica. Desde los púlpitos se había estado criticando ferozmente dichas prácticas pero a la hora de regular la prostitución decidieron apoyar el proyecto del rey Jaime II.

Ello fue debido a una famosa alegoría defendida por San Agustín en el siglo V en la que comparaba a las prostitutas con las cloacas, pero no en un tono despectivo sino por la utilidad que ambas cosas tenían para la sociedad. El religioso ponía como ejemplo que si desaparecían las cloacas de un palacio este se llenaría de hedor y que lo mismo ocurriría si no había prostitutas pues, según San Agustín, la sociedad se llenaría de sodomitas.

Otro de los motivos fundamentales era tener establecimientos donde pudiesen acudir los soldados y demás miembros de los ejércitos (en una época en la que las guerras y batallas eran continuas) y los que desfogarse de sus largas estancias en el frente.

De todas las capitales de la Corona de Aragón, la ciudad amurallada de Valencia fue donde se ubicaron el mayor número de mancebías y la mayor cantidad de prostitutas.

Un barrio compuesto por cuatro calles en las que, uno al lado de otro, se albergaban hasta una quincena de edificios en los que más de un centenar de mujeres ejercían la prostitución de manera controlada. Con esta medida los delitos sexuales descendieron, debido a que muchas agresiones que hasta entonces se habían cometido por parte de jóvenes, soldados o borrachos con ganas de sexo hacia cualquier doncella habían bajado gracias a la facilidad de poder acudir a una de estas mancebías.

Y es que durante tres siglos Valencia se convirtió en la capital europea de la prostitución (muchos la calificaron como el ‘burdel más grande e importante de Europa’) y donde las rameras tenían unas tarifas que doblaban a las de las prostitutas de otras poblaciones.

Dentro del control que ejercían las autoridades estaba las revisiones periódicas por parte de médicos, con el fin de evitar enfermedades venéreas (que por aquella época eran frecuentes y en muchos casos mortales). Pero también el controlar que no se mezclaran prostitutas y clientes de diferentes religiones. Por ejemplo, las rameras cristianas no podían atender clientes musulmanes o judíos y a la inversa con las de esas confesiones religiosas. A pesar de ello, hay constancia de numerosas denuncias en las que se saltaba con frecuencia dicha prohibición.

Fuente
https://es-us.noticias.yahoo.com/cuando-la-iglesia-apoyo-firmemente-la-apertura-de-un-gran-numero-de-prostibulos-durante-el-declive-de-la-edad-media-130342771.html?hl=1&noRedirect=1




El horror de los burdeles en los campos de concentración


El horror de los burdeles en los campos de concentración

Por: Alonso Martínez
21 de octubre, 2016

En este momento lo más probable es que la vida de una joven mujer esté a punto de cambiar dramáticamente. La historia la hemos escuchado decenas de veces. María tiene 14 años y vive en un pueblo donde se siente incomprendida. Es una joven hermosa y tiene el sueño de ser una residente de un lugar con lujos y cosas brillantes. Ella no tiene la culpa. De distintas formas su mente ha sido moldeada para pensar así, es una adolescente susceptible. Cerca de ella está un joven de 21 años con ojos claros y un automóvil de no más de 5 años de antigüedad. Ya fijó su mirada en ella; es su siguiente víctima.
Hace más de 70 años otra mujer y muchas más fueron expulsadas de su hogar y transportadas a un lugar donde se enfrentarían a trabajos forzados por sus creencias religiosas. No obstante, algunas más tuvieron que pasar por horrores mucho más grandes. Durante la Segunda Guerra Mundial, los Nazis establecieron burdeles dentro de los campos de concentración para incentivar a la población masculina a que colaboraran en sus tareas, aunque en realidad se usaban principalmente por los funcionarios simpatizantes de Hitler.






De hecho, distintos burdeles fueron establecidos a través de toda la Europa ocupada por Alemania y eran de uso exclusivo de los soldados de la SS y de las fuerzas armadas de los Nazis. La diferencia entre los que estaban en los campos de concentración es que las mujeres que se prostituían o que hacían "espectáculos" para los prisioneros y soldados eran transferidas de otros campos –principalmente el de Ravensbrück–. Al menos 34 mil mujeres alrededor de toda Europa fueron forzadas a servir como prostitutas.
Todos los burdeles se abrieron entre 1942 y 1944. Fueron construidos en diseño de barricadas con hasta 20 cuartos individuales. Las prisioneras tenían a una especie de madame que se encargaba de mantenerlas en orden. Por lo general eran reemplazadas de forma constante ya que morían por distintas enfermedades, heridas y desgasto en general. Existe evidencia incluso de que las mujeres eran tatuadas con la frase "Puta de Campo" en el pecho.





Aquellas que quedaban embarazadas se les forzaba a abortar, lo que resultaba en muerte y en muchos casos los soldados de la SS le afirmaban a las mujeres que si participaban en ese trabajo sexual tendrían un mejor trato o una reducción a su sentencia (que en sí era indefinida), lo que causó envidia y conflictos dentro de los grupos femeninos de los campos, pero no sabían a lo que se enfrentarían. Existe una declaración de un campo ruso que afirma que las compañeras golpeaban brutalmente a quien quisiera aceptar esas propuestas.
Además de que los burdeles se usaban para "motivar" a los prisioneros, Heinrich Miller también lo pensó para mostrarle a los hombres homosexuales "los placeres del sexo opuesto" en forma de lo que él consideraba terapia para "curarlos" de sus preferencias sexuales. Y aunque el propósito era motivar a los judíos que servían haciendo labores extenuantes, no funcionó más que como un sistema de mercadeo de cupones entre las personas "importantes" dentro de los campos.






Cuando finalizó la guerra y comenzaron a arrestar a todos los oficiales y soldados nazis, también sus mujeres fueron perseguidas por los sobrevivientes y fueron rapadas, expuestas, humilladas y en algunos casos violadas o heridas brutalmente. Así surgió el dilema moral de si la venganza era necesaria o si pudo evitarse y mostrar humanidad, pero ¿cómo hacerlo si parece que los despojaron de ella?
Todas las guerras nos han mostrado lo mismo. Horrores que estamos dispuestos a hacer cuando todo lo demás parece desmoronarse. Es inimaginable el sufrimiento acumulado de todas las mujeres que han sido violadas, brutalizadas y humilladas a lo largo de la historia, principalmente porque en ese entonces ellas no peleaban como soldados, entonces ¿por qué usarlas como un objeto sin importancia?




El asunto de la prostitución en los campos de concentración se mantuvo en silencio durante largo tiempo. En 1972 Heinz Heger publicó un libro donde finalmente habló sobre el tema y durante los 90 surgieron títulos testimoniales sobre las experiencias de algunas sobrevivientes de los campos y la vida como prostitutas. Los fantasmas de las que no lograron salir deberán atormentar por toda la eternidad las almas de los soldados nazis que, a pesar de pregonar odio a los judíos, abusaban de ellas para demostrar su poder.

¿En realidad sólo sucede en la guerra? María creerá que el joven con el auto bonito se enamorará de ella y la hará una persona feliz y le dará una mejor vida. Pero no sucederá. Dentro de 2 años ella estará en la Ciudad de México en una habitación donde el color rojo parece resaltar mientras un obeso con su mano llena de sangre se prepara para un tercer golpe. Su pene y barriga cuelgan; ríe de forma estruendosa. No es un nazi. Es lo más asqueroso de la humanidad.

Fuente:
https://culturacolectiva.com/historia/el-horror-de-los-burdeles-en-los-campos-de-concentracion?fbclid=IwAR1Ouj6eWPfQOMzWCUdChqHKzil_hvtd9a2P1ezWw4yo4ZsFFjy8tUcWhsE


Nota: la negrita e imágenes están en el original.




“Chica esclava”


Esta es una historia de trata de personas, pero no nos confundamos, es fundamentalmente una historia de prostitución, simple y a secas. La trata de personas es la forma penal en la que bajo determinadas condiciones se produce la captación y explotación sexual. Constituye el 95% de las personas en prostitución, el resto, el 5%  son captadas de manera “suave”, sin una violencia explícita, pero siempre abusando de una situación previa de vulnerabilidad, por eso también podrían ser considerados casos de trata de personas que no encajan en el tipo penal.

Una vez más se comprueba que el delito de trata de personas es un medio por el cual son sometidas las mujeres necesarias para el funcionamiento de los burdeles o la prostitución callejera, de ahí que no puedan ser separadas la trata de la prostitución, son dos caras de la misma y única moneda. También demuestra que la mayoría de las mujeres y niñas, no importa cual fuere su condición, no imaginan ni quieren a la prostitución como una posible salida de sus estrecheces. La llamada “voluntaria” es minoritaria, estadísticamente irrelevante y cuando se la explora, encontramos los mismos elementos que en el resto de los casos.

Igualmente lo que sucede dentro de las paredes de un burdel o en la calle o en un hotel no diferencia a unas de otras, todas padecen en su cuerpo el asedio del putero.

El prostituidor-putero-“cliente” que va a un prostíbulo o las acecha en la vía pública, podrá saber esto, saber que no están ahí porque lo desean a él, ni siquiera porque quieren estar ahí, pero no le interesa, al contrario, esa situación agrega más condimento al acto basado fundamentalmente en el sometimiento. Es una pizca de sabor a su acto de violencia.

Debemos resaltar el papel que juega en la vida de muchas de estas personas la organización Amadh (Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos) y otras organizaciones en el apoyo y ayuda –con los muy escasos medios que cuentan- a las mujeres y niñas que se esfuerzan por salir de la prostitución.
Alberto B Ilieff






“Chica esclava” fue reeditado este mes

Fue esclava sexual en el barrio rojo de Amsterdam: escapó y contó su infierno en un libro
Sarah Forsyth llegó a Holanda con una propuesta de trabajo y terminó captada por una red de trata.
08/01/2019 -

Hoy tiene 42 años y pudo contarlo en un libro. A los 19 viajó desde Gateshead, al oeste de Inglaterra, a Holanda, por una entrevista de trabajo, y terminó secuestrada y obligada a ejercer la prostitución en el barrio rojo de Amsterdam. En Chica esclava, reeditado este mes, Sarah Forsyth relata una historia que, como dice, "es la de muchas otras que no pudieron escapar".

En el texto cuenta que una noche, a mediados de los 90, fue forzada a tener sexo con 20 hombres. También que la obligaron a ver cómo mataban a otra chica que, como ella, estaba ahí a la fuerza.

Sarah vio el anuncio holandés en un diario británico y decidió presentarse a la entrevista para trabajar como enfermera. Era su sueño. Pero el trabajo nunca existió. Apenás llegó, la insertaron en una red de trata de mujeres.

Su historia dio la vuelta al mundo en 1997 por un informe periodístico en The Cook Report. Pero ahora vuelve a los medios por las memorias que ella misma decidió escribir.

"La chica que vi morir era de Tailandia. La habían secuestrado como a mí, pero no había conseguido la misma cantidad de dinero que yo. Por eso la mataron", contó a Mirror Online.


"Su cabeza simplemente explotó. Me quedé dura y vi cómo la bala literalmente le arrancó la mitad de la cabeza. Después escuché el ruido y su cuerpo cayó junto a mis pies", recuerda. El asesinato estaba siendo grabado. Y el video luego fue vendido. "Mi pimp (explotador) me había dicho que si no conseguía suficientes clientes iba a terminar muerta en una película porno snuff (la categoría de pornografía 'sangrienta')", explica. Eso pasó con la chica tailandesa.

Cuando fue entrevistada a fines de los noventa, Sarah aún era adicta a la cocaína y a los ansiolíticos.

Además del asesinato y los horrores de sus días como esclava sexual, Sarah no olvida que también la obligaban a jugar a la ruleta rusa "para disfrutar el horror en la cara de todas al tener que apretar el gatillo". Cada vez que lo hacía y la bala no salía, ella lo tomaba a mal. "¿Por qué no podía volarme los sesos y que todo esto termine. Por qué no podía ser bendecida con la muerte instantánea?", pensaba durante esos oscuros días.

Por sus recuerdos, al detalle, Sarah luego lograría que se encontrara evidencia contra su captor. La primera prueba fue el clasificado en el diario. Había sido publicado por John Reece. Quien ya tenía antecedentes. Él la buscó en el Schipol Airport, le robó el pasaporte y le puso un arma en la boca.


“Apenas bajé del avión y caminé hacia el punto de encuentro, sentí que algo no estaba bien", contó Sarah. "Cuando tenía el arma sobre mí, me amenazó con que iba a dispararme 'ante el primer movimiento equivocado'".

A las pocas semanas estaba trabajando en un cabaret del barrio rojo de Amsterdam. La alimentaban a base de "M&M y cocaína". Como narra: "ya no era Sarah Forsyth. Esa Sarah había muerto y ahora quedaba la vergüenza de la nueva Sarah, la prostituta”.

Escapó en 1997. Cuando se le acercaron dos suboficiales de la policía holandesa. Lo primero que hizo fue reunirse con su madre en Gateshead. Pero sentía vergüenza. "pese a eso, solo quería a mi madre y quedarme así para siempre. Las dos lloramos y lloramos."

Tras el juicio, Reece y cuatro miembros de esa banda de explotadores sexuales de mujeres fueron declarados culpables.

Sarah contó en su libro —publicado por primera vez en 2009— que también había sido abusada cuando era una niña. “Fui devastada desde chica y esclavizada de adulta. Pero me salvaron la vida. Sólo me queda rezar por las de las chicas que no lo lograron y hacerles saber que pienso en ellas y que sigo sobreviviendo", cerró.

El periodista Roger Cook, quien dio a conocer su caso por primera vez, mencionó a Sarah como "la prueba en carne viva de que la explotación sexual está entre nosotros".


Fuente:
https://www.clarin.com/sociedad/secuestraron-esclava-sexual-amsterdam-escapo-conto-infierno-libro_0_63JFPd5Es.html?fbclid=IwAR1t8vbE7WYkarJjukKZufL9C_4RL6SgbiARlql-RYzNQJvmtnib1SaciQI