viernes, 8 de abril de 2016

El origen del Lunes de Aguas es fruto de un privilegio concedido por el príncipe don Juan a la ciudad

La prostitución ha nacido y crecido inscripta en la desigualdad, discriminación y explotación. Allí donde miremos encontramos ya en el pasado como en el presente infinidad de hilos que forman una red invisible de la que solo emerge para ser vista, puesta por delante, en venta, la persona prostituida. Proxenetas, tratantes, entregadores, pederastas, prostituidores-puteros-“clientes” son ignorados. Y, aún menos visibles, los grupos de poder, aquellos que también se benefician económicamente y que con su influencia cuidan que el negocio se mantenga, que las leyes no le alcancen, que las víctimas sean siempre provistas.

Con esta nota volvemos a fines del 1400 para ver claramente como el poder en manos de los reyes, del príncipe Juan, de la iglesia y del Ayuntamiento, están atentos a este negocio y se disputan su ganancia. Ellos son los garantes de la desigualdad, los que fijan las leyes, decretos, ordenanzas que discriminan, apartan, alimentan la imaginación popular que crea a esas niñas y mujeres como seres diferentes capaces de “elegir” aquello que ninguna otra persona haría por propio deseo.

Las mujeres llevadas y traídas en barcazas con ramas para que sea claro a la vista pública el espectáculo de su presencia. Figuras que resaltan sobre el fondo de un pueblo que acepta y cree natural la discriminación y el abuso.

Hasta el día de hoy ha quedado como institución social “El lunes de aguas” en que la gente nuevamente festeja, como entonces. Hoy, de otra forma, también ellas son exhibidas pero  nadie las ve, son desaparecidas  como personas, como historias de vida. Hoy se habla del “oficio” del “trabajo sexual”, se festeja el abuso como “industria sexual”, y ellas continúan sin ser vistas.
Ha quedado el “lunes de aguas”, lo que se ha perdido es el nombre de aquellas niñas y mujeres.
Alberto B Ilieff



«El origen del Lunes de Aguas es fruto de un privilegio concedido por el príncipe 
don Juan a la ciudad»

El actual presidente del Centro de Estudios Salmantinos recuerda que «toda la ciudad celebraba la vuelta de las rameras, incluso los organismos oficiales». Apunta que «las mujeres que ejercían la prostitución debían abandonar la ciudad en Cuaresma»
Jorge Helguera Illera | Salamanca
4 abril 2016

Un día al año las gentes de Salamanca retoman el contacto con la naturaleza y otros placeres de la vida, algunos todo el día, otros aprovechan la tarde para disfrutar de esta jornada en familia, con amigos, conocidos o vecinos. El vecindario, prácticamente en su totalidad, sale a comer, a beber y sobre todo a disfrutar. Hoy se produce esa explosión de alegría en la que no faltan los universitarios.

La lluvia y el frío protagonizarán un Lunes de Aguas con amplio despliegue policial
Esta celebración ha tenido varios episodios en la historia, en diferentes lugares y con distintos tamices. Incluso, debido a ese posible origen tachado de pecaminoso, ha intentado ser reprimida por la corriente conservadora que sigue imperante en nuestros días. Esta vía de escape del pueblo no ha podido ser sofocada, más bien ha sido avivada con cada intento de eliminarla.

Se trata del Lunes de Aguas, un día que llega pasada Cuaresma y la Pasión. El segundo lunes después del domingo de Resurrección la tradición baña de sentido una jornada que tiene mucho que decir de Salamanca, la ciudad que fue y la que es.

Hoy se celebra «una de las fiesta más singulares quizá de España, que se da en esta ciudad desde hace mucho tiempo», dice Jesús Málaga Guerrero, actual presidente del Centro de Estudios Salmantinos (CES) y en su día alcalde de este municipio, en tres mandatos, desde el año 1979 al 1987 y de 1991 a 1995.

El Lunes de Aguas por costumbre se sale a merendar el hornazo, tanto en la ciudad como en el resto de pueblos de la provincia e incluso más allá de ella. El epicentro de esta celebración muchos lo marcan en esta ciudad con universidad desde hace casi 800 años. 
Según las indagaciones de Málaga, esta fiesta es
Isabel y Fernando, los reyes católicos. Oleo Francis De Blas
heredada de aquella urbe universitaria más abierta
 y permisiva. Según sus suposiciones y como se podrá leer en este artículo, hubo un antes y un después en cuanto al oficio de la prostitución se refiere, marcado por el inicio de una corriente conservadora que sorprendentemente comienza después del reinado de los Reyes Católicos, con
los Austrias. Jesús Málaga se ampara en datos históricos, que hablan del antiguo oficio de la prostitución, que en Salamanca estaba regulado.

«El hijo de los Reyes Católicos dio a un amigo suyo, la posibilidad de abrir una mancebía»
Para entender dicha conjetura hay que retrotraerse medio milenio en el tiempo (sin descartar que quizá antes, esta jornada de merienda en el campo, se haciera el lunes anterior para celebrar la Pascua). La historia que da sentido a la peculiaridad de que en Salamanca se salga a merendar el segundo lunes después del domingo de Pascua según tenemos la fortuna de conocer a través de las palabras de Jesús Málaga, «tuvo sus orígenes en un privilegio del príncipe don Juan, el hijo de los Reyes Católicos». Málaga explica que «en 1496», cuando sus padres le hacen príncipe, «le nombran Señor de Salamanca». Gracias a esto, otorga a la ciudad ciertos privilegios, entre los «más peculiares a un amigo suyo le da la posibilidad de abrir una casa de mancebía». Este negocio generaba importantes beneficios y esto «trajo celos». El Ayuntamiento reclamaba a los Reyes Católicos dicho negocio. Para salvar dicha situación, los padres del aspirante a monarca indemnizaron a Albarrategui, el amigo de su hijo, y el Consistorio se queda con esta casa concebida para el ejercicio de la prostitución.


Pendón heráldico de los Reyes Católicos

Aquel peculiar edificio estaba junto al rio Tormes, «cerca del arrabal y del puente romano». Según las palabras de nuestro relator, «era un edificio cerrado al exterior, abierto al interior, desde donde se accedía a los cubículos, y desde el que se abría un pequeño pasadizo que daba a una pequeña iglesia, en la que cada día al amanecer, cuando las prostitutas terminaban la faena, un franciscano o un dominico oficiaba la misa». El encargado de este lugar era conocido como el Padre Putas, nombre que nos ha llegado por trasmisión oral. De esta historia vienen los gigantes y cabezudos de ferias, que representan a La Lechera (que era la mujer que amamantaba y cuidaba a los hijos de las prostitutas) y al Padre Putas y sus pupilas, que en el Franquismo tomó el nombre del Padre Lucas. El régimen transformó la fiesta, ya que debido a su fuerte raigambre no pudo prohibirla, como era su intención.

Escudo de Juan




Príncipe Juan
«Los cabezudos de la ciudad representan a la Lechera, al Padre Putas y a sus pupilas»
Las mujeres que ejercían la prostitución no residían en la mancebía, «vivían en el arrabal, ocupaban la subida del Alcázar, la zona del paseo del Desengaño y en los alrededores de las tabernas del vino blanco, donde se encuentran las Facultades de Ciencias de la Usal», casualmente allí «había un caserío muy pobre, donde se dice que vivía la Celestina», famosa por la tragicomedia de Fernando de Rojas. Casualidad que destaca Jesús Málaga, y a la que suma el ‘Lazarillo de Tormes’, obra cumbre de la picaresca española. Ambas portadoras de aquella Salamanca.

Por entonces este oficio estaba regulado, incluso por ordenanza del Ayuntamiento, donde entre otras cuestiones se establecía «que en Cuaresma y Pasión se cerraba la mancebía y las mujeres que allí ejercían acudían con el Padre Putas a otra casa que tenía el Ayuntamiento en Tejares, que por entonces era otro pueblo». Según reza en ‘El Lunes de Aguas: de fiesta y muy salmantina’, de José Luis Yuste, recomendado por Jesús Málaga como la fuente más completa para conocer la historia de esta tradición, esta se remonta a 1543, cuando Felipe II promulga un edicto para obligar a que las prostitutas abandonen la ciudad ese tiempo y así evitar tentaciones carnales.


«Las mujeres que ejercían la prostitución debían abandonar la ciudad en Cuaresma»
Antes de retornar a su oficio, aquellas mujeres tenían que cumplir con el precepto de comulgar por Pascua Florida. Para ello, el domingo de Cuasimodo oficiaban la misa en la Catedral Vieja para ellas. Para ello los estudiantes iban a buscarlas a Tejares y acompañadas del Padre Putas atravesaban el rio en barcas identificadas por ramas, para distinguirlas del resto de embarcaciones, destaca Málaga, quien considera que quizá de esta costumbre salmantina viene la denominación de «rameras». Al día siguiente, el Lunes de Aguas se hacía una celebración «que era la fiesta de la mancebía», en la que incluso participaban organismos oficiales, puntualiza Jesús Málaga, e imagina algo similar la fiesta actual, con mucha gente, alimentos, bebida y música de algún tamborilero charro que amenizaba aquel ritual.


El exalcalde pone en valor la importancia de la mancebía en un tiempo, «sin tele ni radio» muy distinto al actual, donde no era tan tabú que los estudiantes asistieran a este lugar para su desfogue. Durante aproximadamente cien años fue así, hasta que un día «se quema o queman la mancebía». Según Málaga «los historiadores no se ponen de acuerdo». José Luis Yuste pone fechas, tanto al establecimiento de esta casa de las meretrices más buscadas de la ciudad, que data de 1497, como su desaparición, que fecha en 1618.



«Toda la ciudad celebraba la vuelta de las rameras, incluso los organismos oficiales»
El caso es que después de los Reyes Católicos, «comienza una fase de intentar redimir a las prostitutas». La ciudad comienza a hacerse más conservadora y «surgen lugares curiosos que buscan que aquellas mujeres dejen de ejercer la prostitución», como el Convento de la Penitencia, que «era un monasterio de clausura de Dominicas», en el que hacían votos las mujeres que dejaban los picos pardos. Ir de picos pardos es otra de las expresiones que Málaga considera que puede tener su origen en Salamanca, porque las prostitutas iban cubiertas con una saya, cuyo nombre viene de su color pardo y su terminación en pico.

Otro lugar en el que se redimía a las prostitutas fue lo que se conocía como las Arrepentidas de la Encarnación y la Casa Galera, especialmente dura esta última, donde las castigaban y las hacían mantener un régimen disciplinario.

Más adelante en el tiempo hubo otros lugares como Las Cruzadas, que estaba en lo que hoy es un solar junto a la actual Catedral Nueva, calle de los leones. Otro fue Las Adoratrices, hasta nuestros días en que prácticamente no quedan vestigios tan llamativos de aquel oficio que marcó el sentido de una tradición tan salmantina de alegre fiesta popular en el campo.


Fuente

http://www.elnortedecastilla.es/salamanca/201604/04/lunes-aguas-quiza-fiestas-20160404102705.html

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