martes, 4 de agosto de 2020

Víctimas

Víctimas

24|05|20

Por Stella Maris Gil


Planilla de sanidad- La Pampa- Argentina

 

En la esquina de Tres Arroyos, entre las calles Pringles y Alsina, hay un mural que dice “Sin clientes no hay Trata”, obra de estudiantes bajo la guía de su profesora, referida a una realidad que tuvo su auge en las décadas del ‘20 al ‘50. Vendrían después años de declinación, merced a los vaivenes económicos y cambios en las costumbres, pero la explotación de mujeres sigue vigente.

 

Rastreando en documentos, en diferentes momentos, se confirma lo dicho. Un artículo del diario local La Voz del Pueblo, del viernes 16 de mayo de 1947, titulaba:

 

 “Ayer fueron trasladadas a Lanús tres mujeres que estuvieron vinculadas a Los Tenebrosos…” ¿Quiénes eran éstos? Eran los integrantes de una de las tantas sociedades dedicadas a la prostitución de mujeres, lo que demuestra la existencia en Tres Arroyos de extensiones de redes a nivel nacional.

 

Algunos miembros de esta sociedad solían pasar por esta ciudad, lugar que, parecería, le era favorable a sus actividades. En Lanús habían caído presos miembros de aquella banda. Incluso se envió, en calidad de detenidas, a otras dos mujeres más por este caso, y a una menor que había sospechosamente desaparecido, cuando era llevada a la capital por un conocido vecino, apodado “El músico”. Todas ellas ejercían la prostitución por lo que declararon cómo eran sometidas por los “caften” de Tres Arroyos y cómo operaba esa banda. El traslado incluyó un careo con otros detenidos. Declararon que eran forzadas a practicar ese oficio, bajo amenazas de castigos corporales… “se munía de documentos de identidad falsificados a las chicas menores de edad para que pudieran ‘trabajar’ en los cabarets…”.

 

Era muy fuerte la organización. Sus explotadores pertenecían a familias reconocidas del lugar, entre ellos, el ya citado anteriormente y otro al que le decían “El doctor” porque curaba a las mujeres “cuando eran brutalmente castigadas…”.

 

De acuerdo a los pedidos de los capos de esa banda, las muchachas eran trasladadas a diferentes destinos para satisfacer la demanda de los clientes.

 

El mundo de la trata

La prostitución, palabra que viene del latín prostituere, que literalmente significa: “exhibir para la venta”, es un gran negocio que enriquece a los traficantes, los proxenetas y también a comerciantes, industriales, dueños de hoteles y bares. La pobreza aporta víctimas ante la necesidad de sobrevivencia en muchos países del mundo. En la América se destaca, entre varios, México, con sus centros turísticos, Cancún, Playa del Carmen, invisibilizada a los ojos de los veraneantes. La periodista y activista social Lydia Cacho, en su libro “Esclavas del poder”, escribe que esos son “…lugares perfectos porque allí no se hace efectiva la ley que castiga a los clientes de la prostitución forzada y la explotación sexual infantil”.

 

Algunos gobiernos o fuerzas policiales y militares, parecen no verlo. Cacho atestigua que “La trata de personas –documentada en 175 naciones- revela la normalización de la crueldad humana y los procesos culturales que la han fortalecido”.

 

¿Cómo zafar de esa orquesta, tan bien armonizada, donde cada uno cumple su función de abuso o sometimiento? Tras de ella está la esclavitud, la violencia, el desprecio humano en esas mujeres explotadas, violadas, arrancadas de su pobreza con engaños, con sutilezas, con promesas de una vida mejor, sometidas a daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico. Seres humanos reducidos a mercancía. Niños abusados y sus pederastas por las redes que se expanden de una región a otras. También hay varones que comercian con su cuerpo. Están en el mundo de la trata.

 

Nadie puede decir que se prostituyen porque “les gusta”. En su interioridad, pensarán en la compañía de alguien que las quiera, o tal vez en una familia, en un lugar donde se las respete.

 

 Liberarse de esa vida, a veces no es una solución. La vuelta al hogar conlleva la emoción del regreso, el cariño familiar en algunos casos; en otros los prejuicios de una sociedad pacata que hace que se las relegue.

 

Dice Cacho: “Algunas de las víctimas ya se han acostumbrado a otro tipo de vida y en sus hogares se sienten juzgadas o reprimidas”. La antropóloga Rita Segato se refiere a ellas como “las otras, las mujeres consumibles”.

 

Algunos días de hasta 20 clientes, golpes recibidos; encierros; el dinero escaso, los sueños perdidos. Ya no son libres; ahora son “esas”, y el sello es difícil de borrar. Lydia Cacho dice que “Estudios a nivel mundial muestran que la mayoría de las mujeres involucradas en este comercio, desesperadamente quieren escapar. Son atrapadas por la pobreza y por los criminales que las controlan”. Tras las puertas sin cerradura de las habitaciones de prostíbulos u hoteles, hay mucho dolor.

 

Fuera de las trata, existen personas que por propia elección acceden al trabajo sexual, como forma de beneficio económico. Así lo asevera G. Orellano, dirigente del Sindicato de Trabajadoras Sexuales de la República Argentina, AMMAR: “Yo ejerzo un trabajo que está súper estigmatizado y sin reconocimiento de derechos y lo hago justamente porque me da una remuneración económica que puede cambiar la calidad de vida de mi hijo”.

 

El transcurrir de los tiempos

En los inicios de la Humanidad regía el matriarcado, hasta que aparecieron los clanes y luego las tribus, con los jefes-varones al frente, por lo cual la mujer perdió su protagonismo y pasó al ámbito de la casa familiar, o, en otros casos, a la categoría de material de uso para el placer de otros. Los Incas, a partir de su organización en los ayllus, con el paso del tiempo, relegaron a la mujer y es allí donde muchas pasaron a ser “objeto de propiedad del varón”.

 

Dice Nisa Forti que en “las tribus pampeanas no existía la prostitución… el marido podía incluso matarla si la veía hablar con otro”… “Luego llegó el conquistador. Agarró a la indígena y se sirvió. En ella dejó la semilla de la población futura. Ella fue el puente entre el mundo que llegaba y el que agonizaba”. La mayoría de las esposas legítimas de los conquistadores españoles quedaron en su tierra de origen, pocas se aventuraron a semejante y desconocido viaje. Algunas vinieron con ellos, tal vez prostitutas, sugiere Forti.

 

En los crueles momentos vividos por las originarias y las cautivas, durante las guerras por la propiedad de las tierras, la mujer acompañó y se entregó. Se arriesgaban, se celaban con sus congéneres, sufrían las inclemencias de una tierra feroz y peligrosa.

 

Con el tiempo, ya desplazados los dueños originarios de la tierra, en los boliches y pulperías de campo, en casas non sanctas de las ciudades, los cuerpos femeninos fueron mercancías apetecibles. Algunas recorrían las calles, otras seguían a su rufián que en algunos casos habría llegado a ser el gran amor de su vida y enriquecían el bolsillo de él.

 

Ya en el siglo XX los sones del tango, a través de sus letras, indican la presencia de la mujer sometida. En “Milonguita” (1920) a Estercita “los hombres te han hecho mal” y en “Flor de fango” de Pascual Contursi pareciera que hay cierta culpa femenina “los amigos te engrupieron y esos mismos te perdieron”.

 

Tres Arroyos

En Tres Arroyos la prostitución se extendió por sus calles. Siempre se ejerció de diferentes maneras: no legales, con apariencias legales, o por propia elección de las chicas. No hubo una zona roja, pero sí algunos burdeles, nada parecidos a los que recorría Bloom, el personaje de James Joyce, en su libro Ulises, donde se ven personajes abyectos, también la mendicidad y “el tráfico de esclavas blancas”.

 

El periódico

El Periodista del 12 de abril del 2020, hace referencia a la existencia de un Registro Municipal de Prostitutas de 1920.

 

Entre 1906-1937 funcionó en el país la Zwi Migdal. Mucho se ha escrito sobre esa asociación que traía a polacas judías al país. Ante el mal trato, las jóvenes se resistían y en consecuencia las mandaban a prostíbulos de la provincia. “Había uno especial para ‘castigadas’ en Tres Arroyos que contaba con 25 mujeres”. Pero no hay material documental para que de veracidad a lo escrito.

 

En muchos prostíbulos de la provincia “horribles y baratos, de un peso la “satisfacción” regenteaba un tal Kloter Leille enriquecido por esos negocios “quien era propietario de 20 establecimientos” entre los que estaban Tres Arroyos y Gonzales Chaves.

 

Esbozando sonrisas pícaras adultos de hoy, recuerdan sus momentos de iniciación en un casa en la calle Chacabuco, regenteada por una mujer. Algunos muchachos fantaseaban sobre sus visitas a ese lugar, para demostrar que habían ingresado a la categoría de mayores.

 

El negocio del sexo se evidenciaba en cabarets como el de Ituzaingó y Dorrego o el famoso Lago Azul en la calle Roca, a orillas del Arroyo del Medio, rodeado de un hermoso parque. Cabaret nocturno, salón de baile con la presencia de orquestas y coristas, pianistas como Mario Valdés desgranando melodías en el piano, y el infaltable bar, en el que los clientes se relajaban mientras esperaban los encuentros amatorios. Un negocio rentable, con atención sanitaria en el vecino hospital y algún facultativo protector, mientras que, desde su taller, las modistas cosían las ropas de las pupilas. El movimiento era intenso.

 

El vecindario conocía la existencia de algunas casas “de familia” y murmuraba. Todavía algún muchacho de ayer recuerda ver a las chicas barrer la vereda de alguna casa “non sancta”, por la calle Vélez Sarsfield al 100. También en el llamado barrio Corea, había un “capo” ya citado anteriormente, que entre otras actividades regenteaba algunos burdeles.

 

En el desaparecido edificio de la fábrica Istilart, ya en época de desmantelamiento, había “colocado sobre una máquina construida en sus talleres un zapato de mujer “sapato de una pu...”, de tacos altos, forrado en tela bordada (del libro Construir la Identidad de Stella Gil). Cruda desvalorización de la mujer.

 

Eduardo Galeano escribía que “La prostitución de niños y mujeres constituye la más lucrativa esclavitud de nuestro tiempo, aunque no se llame así”. Y ahora …¿cómo seguimos?      

Fuente

https://www.lavozdelpueblo.com.ar/web/noticia/94898-V%C3%ADctimas







¿Quiénes compran sexo?

¿Quiénes compran sexo?

La prostitución acabó con mi vida y con la de muchas compañeras que ahora luchamos por recuperarnos.

Por: Otros columnistas 08 de junio 2020 , 09:12 p.m.

¿Quiénes compran sexo? Casi en su totalidad son hombres. Esto lleva a preguntarnos por las construcciones sociales que existen en torno a la masculinidad y feminidad en Colombia y su implicación en la sexualidad, así como su incidencia en las representaciones que perpetúan los problemas que a diario debemos resolver las mujeres respecto a la autonomía de nuestros cuerpos.

 

He visto a muchas mujeres y ‘personas expertas’ hablando de mí y por las mujeres prostituidas, en los medios de comunicación. Muchas de estas personas actualmente no se prostituyen, o no cuentan con pistolas en la cabeza, como nosotras. Yo misma me he sentido recaer, por el acoso sexual que he vivido, tras el estigma de mi historia. No soy quién para juzgar de qué viven. Lo que sí les quiero decir a las y los ‘reglamentaristas’ es que no nos van a someter a un sistema que no nos vea como personas vulnerables sino como “trabajadoras u obreras”, evitando así que seamos atendidas por el Estado, más allá de condones y charlas de prevención de ETS.

 

Las mujeres de la calle, de las zonas de prostitución, no se van a someter a leyes laboralistas que las obliguen a compartir lo poco que recaudan de esta violencia para pagar planilla Pila (seguridad social). Una mujer que se desayuna con cerveza, aguardiente o pepas, no está en condiciones de decir que lo hace por ‘empoderamiento’. No nos pueden someter a códigos y normas que descriminalicen el abuso sexual o la trata de personas.

 

¿Cuál sería la causa de despido en el trabajo sexual? Si el cliente huele mal o tiene pus en el pene, ¿debo devolver el dinero o acceder a él porque ya pagó? En el trabajo sexual, como en cualquier trabajo, ¿el cliente manda? ¿Quién alimentará el creciente mercado que traerá la reglamentación si no son la trata de personas y la prostitución forzada, como ocurre en Alemania y Holanda? Siendo el grupo humano con más riesgo de ser asesinado, ¿nos van a pensionar a los 35 años? ¿El sistema de salud está dispuesto a considerar VIH, VPH y otras enfermedades, enfermedades laborales, y pensionar a quienes las contraigan? ¿La selección de personal en la prostitución eliminaría del Código Penal la inducción a la prostitución? ¿Se expedirán permisos desde el Ministerio del Trabajo para los menores que quieran ‘trabajar’ en dicha ‘labor’, como se hace con cualquier trabajo? ¿Quienes compran sexo recibirán factura? ¿Nos empadronarán en una base de datos que daña nuestra necesidad de anonimato?

Hablemos de autonomía: ‘¿yo elegí ser puta?’. ¡Sí elegiste!, me dijo una funcionaria a la cual le pedí ayuda hace trece años. En mi reflexión pensé: ‘¿Yo lo deseé?’. Elegir es difícil cuando se limitan las opciones. Por ejemplo, lo elegí con una pistola en la cabeza. Sí. ¡Una pistola!

 

Una pistola de abuso sexual, traumas, pobreza, migración forzada, racismo, desigualdad, falta de educación, falta de amor propio...

 

Fui víctima del conflicto armado y de violencia sexual. Mucho tiempo nadé sin tregua por recuperar mi vida, salir de la condición de vulnerabilidad y la explotación; siempre tuve muy poco reconocimiento, pero solo cuando mi victimario me pidió perdón, autónoma y públicamente, pude sentir que cerraba un ciclo de dolor que marcó a muchas mujeres víctimas del conflicto. Nuestro proyecto de vida fue destrozado, y fuimos inmiscuidas en el mundo de la prostitución.

 

Esta no es una carta que pretenda despertar lástima. Es una digna carta que viene a relatar parte de lo que vivimos. Hago parte de una organización de derechos humanos fundada por mujeres sobrevivientes de la explotación sexual, prostitución y trata de personas, y soy una sobreviviente. Trabajamos en los territorios en la promoción de los derechos humanos, la memoria histórica, la construcción de paz y el acompañamiento a mujeres en situación de prostitución y sobrevivientes.

 


Estas mismas condiciones previas, a las que llamo ‘pistola simbólica en la cabeza’, rodean la vida de las putas a las cuales atendemos y con las cuales compartimos a diario. Ellas son mi familia.

 

Tengo la oportunidad de recorrer el país con un proyecto en el que dicto cursos de derechos humanos. En el día hago los cursos, y en las noches recorremos zonas de prostitución. No hago mayor cosa que escuchar a las mujeres, entregar mi número de celular y comentarles que tienen derechos, por si algo malo les ocurre. Lo que sí queda marcado en mi alma es ver repetir una y otra vez la misma historia, mi historia de migrante y desplazada, de niños llorando, de hambre, de rabia, de dolor y de ‘putear’ porque no hay más.

 

¡Se ven felices en eso, Claudia!, me dice mi acompañante. Le digo: ‘¡Claro!’. Mañana llevarán –si está todo bien en la calle– comida a los hijos; además, están tomando alcohol. Le cuento que una de las enfermedades que más afectan a las mujeres en prostitución son las adicciones, las cuales coadyuvan a sobrellevar la situación. Después de la charla con ellas, mi acompañante cambia el rostro, se pone ‘achantado’. Ellas le contaron sobre los golpes que reciben, que ellas no saben qué pueden encontrar en los ‘clientes’: afuera pactan sexo vaginal y en la pieza les “dan por el culo”. Ahora, hay que esperar que tengan erecciones; cuando “no se les para” se ponen bastante agresivos, comentan. No existe ninguna ley que los haga cambiar, “los manes que compran sexo son así, vienen a hacer lo que no pueden hacer en la casa”.

 

Nos ponemos gorra, jean, zapatillas; un poco camufladas para poder entrar en las residencias y en algunos prostíbulos. Las chicas siempre nos reciben muy bien. Hemos recibido amenazas y agresiones. Muchas veces pienso: ‘Si no tiene nada de malo la prostitución como ‘negocio empoderador’, ¿por qué las agresiones?’. Según la Unidad de Protección, al menos siete de nuestras mujeres lideresas tienen “riesgo extremo por la labor”. Los proxenetas se ven amenazados por nuestro trabajo, y quienes manejan ‘el negocio’ no son las mujeres, son rufianes. Por eso, las mujeres prostituidas son el grupo humano con más probabilidad de ser asesinado.

 

¿Se puede convertir en ley una violencia?

Un estudio canadiense demuestra que las mujeres que están sometidas a la prostitución corren el riesgo 40 veces más grande de ser asesinadas que el resto de la población femenina.

 

Alemania es un país que considera la prostitución un trabajo. También allí se han realizado investigaciones que podrían poner a reconsiderar esta posición. Por ejemplo, el estudio realizado por Schröttle en 2004. En aquel momento, la mayoría de las mujeres en la prostitución eran alemanas (80 %). A la vista de estas cifras, no se puede decir que sea un trabajo como los demás: el 92 % sufrieron acoso sexual; casi el 90 %, violencia física y mental, y el 59 %, violencia sexual. Hoy en día, solo el 5 % de mujeres “que trabajan en la prostitución” son alemanas y el 95 % son migrantes de países del Sur global y Europa oriental, es decir, las más pobres.

 


Un medio nacional entrevistó a la sicóloga alemana Ingeborg Kraus, quien actualmente es sicoterapeuta de víctimas de trata y prostitución. Ella es experta en el tema y fue consultada para conocer los resultados de la reglamentación de la prostitución en Alemania. Afirmó que actualmente no hay registros oficiales sobre cuántas mujeres se dedican a la prostitución en Alemania, pero estima que sean más de 400.000 mujeres quienes se dedican a esta actividad. Explicó que gran parte son extranjeras. No existen registros, lo cual es el principal propósito de la reglamentación. Los testimonios de las mujeres en Alemania, documentados por respetados diarios europeos, muestran que la tarifa plana “sexo, cerveza y salchicha por 15 euros” es la naturalización de la violencia extrema contra las mujeres y solo protege “el derecho” de los varones a comprarlas.

Finalmente, considerar la prostitución un trabajo y no una “situación” por la cual cualquier mujer puede pasar beneficia  a quienes se lucran de sus cuerpos o descargan su misoginia sobre ellas.

 

“Un día un tipo entró en un burdel y dijo que había dudado entre ir a la carnicería o invertir su dinero en pasar un rato con nosotras. No nos ven como personas, sino como trozos de carne”, dice Sandra Norak, exprostituta de Alemania, quien ahora lucha por los derechos humanos de las mujeres.

 

Hablemos de nosotras y de nuestro país

Medicina Legal en Colombia, en su Boletín Epidemiológico, documenta que el 50 % de mujeres en condición de prostitución asesinadas solo contaban con grado de escolaridad primaria. No somos nuestros títulos, pero, en definitiva, la educación podría representar condiciones de favorabilidad para el desarrollo personal de nosotras. Recuerdo cuando me gradué del Sena: hice un pregrado en Tecnología de Producción Multimedia. Pasar hojas de vida con capacidades instaladas me abrió la posibilidad de soñar y de sentir que yo valía más que un simple cuerpo.

 

El estudio sectorial ‘La prostitución como problemática social en el Distrito Capital’ explica que “la mayoría de mujeres en prostitución vienen de grupos marginados con una historia de abuso sexual, dependencia de las drogas y el alcohol, pobreza, ausencia de respaldo familiar, carencia afectiva, analfabetismo, desplazamiento, por la necesidad de tener que mantener una familia, el conflicto armado y un gran número de vulnerabilidades asociadas”. Aquí retomo mi tesis de la pistola simbólica en la cabeza de las mujeres.

 

Con condiciones previas de abuso sexual, drogas, discriminación, pobreza y todo lo que habla el estudio de la Personería Distrital, ¿es posible determinar que es un trabajo voluntario, o estamos frente a una voluntariedad viciada?

 

Estoy aquí escribiendo una carta a ustedes, porque creo que las personas en situación de prostitución merecen una protección especial de sus vidas. Pero proteger no significa legalizar una violencia atada a una cultura patriarcal. Nunca un ‘trabajo’ nos hizo tanto daño como la prostitución.

 

La mujeres feministas, abolicionistas, lideresas y del común que nos acompañan en la lucha saben que abolir la prostitución es entregarnos opciones y permitirnos ser libres, no criminalizarnos. La mayoría de ellas se hicieron abolicionistas luego de conocer nuestras historias, de acompañar nuestras crisis, de defendernos en los juzgados, de ir a la cárcel a ayudar a alguna de las nuestras. Pero, sobre todo, se hicieron abolicionistas porque sienten nuestro dolor.

 

Una abogada a la que atiborramos de derechos de petición y tutelas para defender nuestros derechos, una sicóloga a quien cada noche llamamos cuando alguna chica está en crisis, nuestras mamás (donando muebles y cobijas para nuestra casa refugio). Es fuerte sentir el apoyo hasta de excombatientes de grupos armados de uno y otro bando dando ánimo y difundiendo en redes nuestras campañas; mujeres de la política que, quizás fuera de sus funciones, hacen cartas que nos ayudan para que nos atienda el médico; la señora que recibe a las mujeres en Migración Colombia y les ve las huellas de la prostitución en sus cuerpos; mujeres empresarias que nos dan plata para comida o calzones cuando tenemos una compañera que recién salió del prostíbulo; las que nos dan trabajo así la embarremos una y otra vez; algunas mujeres policías que nos acompañan a denunciar los abusos de sus compañeros; la señora del pollo que recibe y atiende los pedidos del refugio y siempre dice “le mandé una pechuga de más para los hijos de las muchachas”: esas son las abolicionistas.

 

La prostitución acabó con mi vida y con la de muchas compañeras que ahora luchamos por recuperarnos de las secuelas. Fue una vida de dolor. Ahora que soy profesional, que cumplo mis sueños, aún sigo recuperándome de las secuelas sicológicas que dejó en mi vida esta situación; la zona de tolerancia no es un lugar de empresa: es un lugar de abuso, de suciedad, de abandono; donde los dueños de los prostíbulos y ‘pagadiarios’ ponen orden. Recorrer el barrio Santa Fe, a una persona con mínima empatía le causa estupor y dolor.

 

La trata de niñas y niños es mayor. Los clientes cada día quieren más. Les gustan las ‘lolitas’, la exigencia es cada vez mayor. No podemos envejecer, porque somos menos cotizadas; porque el cliente, el hombre, siempre quiere a una joven para satisfacer sus deseos.

 


Le dije a la Corte Constitucional algo que Alexandra, una compañera de nuestra organización, dijo: “Claudia, ¿para qué culos quiero derechos laborales en un país donde NADIE tiene derechos laborales? Que nos den al menos derechos humanos”. Y añade: “Eso es un pajazo mental”. Sin duda tiene razón. La precarización está a la orden del día, pero seguramente la señora de los tintos o la vendedora ambulante no corren el riesgo, que corremos nosotras, de sufrir desgarros por la actividad sexual exacerbada, ni de ser contagiada con VIH. Es un trabajo duro, sin dudas, limpiar pisos; y a muchas no nos gusta porque las condiciones previas de abusos nos facilitan el estar hipersexualizadas, desnudarnos y aguantar hombres encima. No es gusto, es simplemente “una pistola simbólica”. Ahora todos hablan de la “amiga” o “la mujer que escribió la columna” y les gusta. Pero ¿por qué no dejamos de tirar la conceptualización sobre las mujeres? ¿Por qué no cuestionamos a los hombres demandantes de la industria sexual? ¿Es deseable, realmente, para una mujer pensar que su padre, hermano, esposo o hijos, compran sexo?

 

Si es chévere y ‘empoderante’, ¿por qué lo hacen mayoritariamente los pobres? ¿Quién compra sexo y por qué?: es tímido, tiene una triste soledad o duelo, es discapacitado, no quiere compromiso (son las razones que argumentan). ¿Bastan esas razones para que los derechos humanos de la mitad de la población se vulneren para, finalmente, desahogar o salvar a los varones de sus dolencias?

 

No es un ring de boxeo, es solo la necesidad de ver más allá de lo que muestran los medios de comunicación, que apoyan una industria poderosa que ve en nosotras un peligro y que a mí, hace dos años, intentó asesinarme con tres balazos.

 

Claudia Yurley Quintero

Defensora de derechos humanos, directora de la Corporación Anne Frank corporacionannefrank@gmail.com


Fuente

https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otros-columnistas/quienes-compran-sexo-columna-de-claudia-yurley-quintero-504756







lunes, 3 de agosto de 2020

"Me han golpeado casi hasta morir": los desgarradores testimonios de ex actrices porno


"Me han golpeado casi hasta morir": los desgarradores testimonios de ex actrices porno

12 FEBRERO 2020 -

Los testimonios de ex actrices porno exhiben no solo la explotación laboral, sino que refuerza la idea de que la pornografía sólo está al servicio de los placeres del hombre, utilizando una cultura de violencia y violación

by REDACCIÓN

 

"Cualquier violación del cuerpo de una mujer puede convertirse en sexo para los hombres; ésa es la verdad esencial de la pornografía": Andrea Dworkin

 

La pornografía ha sido criticada entre corrientes feministas que afirman está basada en la sumisión y violencia de la mujer. Y aunque también hay voces del feminismo liberal que dicen que una mujer tiene derecho a decidir sobre lo que sucede en su cuerpo, la realidad es que la industria del porno ha sometido a cientos de mujeres a la explotación laboral y las han expuesto a una violencia que no siempre es consensada, aunque en la pantalla se vea lo contrario.

 

Cultura Colectiva recopiló los testimonios de algunas ex actrices porno, quienes decidieron alzar la voz y denunciar la forma en la que fueron humilladas y agredidas durante sus participaciones.

 

Los testimonios exhiben no solo la explotación laboral, sino que refuerza la idea de que la pornografía sólo está al servicio de los placeres del hombre, utilizando una cultura de violencia y violación en contra de la mujer.

 

(Las imágenes que son utilizadas son sólo para ilustrar los testimonios)

 

ALEX

"Una película tuvo la escena más atemorizante, deprimente y brutal que he hecho. He tratado de quitarlo de mi memoria por el severo abuso que recibí durante la filmación. El actor tenía un odio natural en contra de las mujeres, en el sentido de que siempre ha sido más brutal de lo que se requiere. Accedí a hacer la escena, pensando que me iba a pegar solamente una vez en la cabeza. Si te das cuenta, él usó un anillo de oro sólido todo el tiempo y siguió golpeándome con él. Detuve la escena a la mitad porque me dolía demasiado".




JESSI

"Fue la cosa más horrible, vergonzosa y degradante. Tuve que filmar un DVD interactivo, lo cual tarda horas y horas de filmación, mientras tenía fiebre de 104 grados (Fahrenheit). Estuve llorando y me quería ir pero mi agente no me dejó. Dijo que no me podía dejar flaquear. También hice una escena en la que me pusieron con un actor que estaba en mi "lista de no". Quería complacerlos, así que lo hice. Él me pisó la cabeza [...] Me asusté y comencé a gritar. Dejaron de filmar y me enviaron a casa con una paga reducida porque tenían sólo un poco de la toma y no toda la escena".

 

ANDI

"Después de un año de 'la vida glamourosa' tristemente descubrí que las drogas y la bebida eran parte del estilo de vida. Comencé a beber y estuve en fiestas hasta que se salió de control. La cocaína y el éxtasis eran mis favoritas. Después de un poco, me convertí en alguien que no quería ser. Después de hacer tantas escenas hardcore, no pude seguir. Sólo recordé estar en situaciones horribles, experimentando depresión extrema, estando sola y triste".

 

REGAN

"Me rompieron la cara. Muchas de las chicas estaban llorando porque de verdad estaban adoloridas. Yo no podía respirar. Me pegaban y ahorcaban. Estaba muy alterada y ellos no se detenían. Siguieron filmando. Les pedí que apagaran la cámara y siguieron filmando".

 

JESSIE

"La gente en la industria del porno están entumecidos en la vida real y son como zombis caminando. El abuso que sucede en la industria es increíble. La forma en que estas jovencitas son tratadas es realmente enfermizo y parece como un lavado de cerebro. Lo dejé por el trauma que experimenté aunque sólo estuve un corto periodo de tiempo. Salí con mucha gente de la industria, desde chicas contratadas hasta las gonzo. Todos tienen el mismo problema. Todos están drogados. Es un estilo de vida vacío tratando de llenar un vacío. Me hice adicta a la heroína y al crack. Casi entro en sobredosis. Tuve momentos en los que me amenazaron con cuchillos. Me han golpeado casi hasta morir".

 

GENEVIEVE

"El abuso y la degradación fue dura. Sudé y estaba en un horrible dolor. Además de la experiencia horrorosa, todo mi cuerpo me dolía y estaba molesta todo el día. Al director no le importaba cómo me sentía. Sólo quería terminar el video".

 

MOLLY

"Fui forzada a entrar al porno por un chulo de Ft. Lauderdale. Me envió en un avión a Nueva Jersey para filmar "abuso facial". El manager de "abuso facial" me violó después de la escena y me dio dinero para no denunciarlo. Aún no tengo propiedad del video. Mi manager se gastaba alrededor de 100 dólares al día para mantenerme drogada".

 

ANÓNIMO

"Las actrices jóvenes sin experiencia son estafadas por agentes que les dicen que estarán haciendo escenas sencillas, cuando en realidad llegan y son brutalizadas para crear contenido que está claramente hecho para hombres que odian a las mujeres. La industria sabe sobre esto, pero como los creadores siempre tienen control sobre los actores, fingen que no pasa nada".

 

ELIZABETH

"Me forzaron a recibir fluidos corporales en mi cara o en cualquier lugar a donde el productor quisiera, y si yo no aceptaba, no me pagaban. A veces tenías una escena en la que el productor cambiaría lo que tendría que ser normal a algo más intenso, y si no te gustaba te decían: "Si no te gusta, muy mal, lo haces o no te pagamos".

 

Estas mujeres no sólo denunciaron la violencia, sino que señalaron "la gran mentira" que se repiten todas cuando entran a la industria: "yo no voy a hacer algo que no quiera".

 

Pero no es así. Al final, sus testimonios reflejaron que –sin un consenso- fueron víctimas de sistema que mantiene a la mujer como un objeto sexual y subordinada al placer del hombre.

LA CULTURA DE LA VIOLACIÓN

La Dra. Mary Anne Layden, Directora del Programa de Trauma Sexual y Psicopatología del Centro de Terapia Cognitiva, explica que la pornografía "puede enseñar no sólo comportamientos sexuales específicos, sino actitudes generales hacia las mujeres y los niños, cómo son las relaciones y la naturaleza de la sexualidad".


Fuente

https://lasillarota.com/amp/lacaderadeeva/me-han-golpeado-casi-hasta-morir-los-desgarradores-testimonios-de-ex-actrices-porno-violencia-pornografia-actriz-porno-actrices-porno/361122?fbclid=IwAR3GpUAxrzvU_zS9Mg7beQKnByaL9rawcFbaFzXj1vShVridKIoHm1js67E





domingo, 2 de agosto de 2020

Los vientres de alquiler, una fábrica de sueños opaca en Ucrania

Los vientres de alquiler, una fábrica de sueños opaca en Ucrania

Por 24matins.es / AFP, publicado el 30 junio 2020

 

Olga, de 26 años, que en su segundo embarazo subrogado espera gemelos para una pareja china, fotografiada el 12 de junio de 2020 en Sophiya Borshchagivka, cerca de Kiev

 

La argentina Andrea Viez llora de alegría: tras nueve años de fracasos y esperanzas, por fin sostiene a su hijo en brazos, nacido por gestación subrogada en Ucrania. Un sueño tras el que se esconde una industria turbia y próspera.

 

La pandemia de coronavirus ha centrado las miradas en este sector en pleno crecimiento en Ucrania, uno de los raros países que autoriza la gestación subrogada comercial para extranjeros.

 

A finales de abril, una gran clínica de Kiev llamó la atención sobre el asunto al publicar un vídeo de decenas de bebés nacidos de vientres de alquiler y que los padres no podían recuperar, debido al cierre de fronteras.

 

Las imágenes dieron la vuelta al mundo, reforzando el interés internacional por la gestación subrogada en este país, uno de los más pobres de Europa, y con precios interesantes, unos 37.000 euros (unos 41.500 dólares) por gestación, dice a la AFP Serguii Antonov, jefe de un gabinete de abogados especializado.

 

Caos total


Unas enfermeras cuidan de unos bebés recién nacidos el 15 de mayo de 2020 en un hotel de Kiev© AFP Sergei Supinsky

 

Iniciada en Ucrania a principios de la década del 2000, esta industria empezó a crecer exponencialmente hace cinco años tras la prohibición de la gestación subrogada comercial para extranjeros en India y Tailandia.

 

No hay estadísticas públicas pero según estimaciones, entre 2.500 y 3.000 bebés nacen cada año en Ucrania para clientes de fuera del país. Más de un tercio son chinos.

Oficialmente, solo las parejas heterosexuales casadas reconocidas como infértiles se pueden beneficiar. Pero la ausencia de legislación precisa deja en realidad la puerta abierta a todos o casi, mientras que las madres de alquiler pueden ser víctimas de abusos, según Maryna Leguenka de la ONG international “La Strada Ukraine”, que concede ayuda psicológica, jurídica y médica a las mujeres.

 

“A menudo”, las ucranianas tienen problemas para que les den el dinero prometido, dice a la AFP Olga Korsounova. A los 27 años, está en su tercer embarazo subrogado, de los que uno fracasó.

 

Olga Korsunova, de 27 años, en su tercer embarazo subrogado, hojea un libro de anatomía el 4 de junio de 2020 en su piso de alquiler en Kiev© AFP Sergei Supinsky

 

La mayoría de las mujeres, pagadas en negro, esconden sus actividades a su entorno y los “intermediarios deshonestos” aprovechan para “manipularlas” y acaparar gran parte de la remuneración o la compensación prevista en caso de complicaciones médicas, explica Korsounova.

 

A medida que se acerca el parto, las madres deben viajar a Kiev donde son alojadas a veces en condiciones insalubres, dice el abogado Serguii Antonov.

 

Algunos padres biológicos son también víctimas de estafa financiera. Algunos, incluso descubren que sus hijos no tienen vínculo genético con ellos, según Antonov. “Es el caos total”, resume.

 

Tiendas de bebés

“Mujeres poco escrupulosas no toman los medicamentos prescritos, fuman o beben alcohol”, dice una Olga, de 26 años.

 

La argentina Andrea Viez y su marido posan con su marido, nacido por maternidad subrogada, el 10 de junio de 2020 en un hotel en Kiev© AFP Sergei Supinsky

 

En esta imprecisión legal, la policía sospecha que algunas clínicas utilizan la gestación subrogada para encubrir la venta de menores. En abril, la policía anunció que había desmantelado en Kiev un grupo criminal que había traficado unos 150 bebés.

 

“Ucrania es una tienda de bebés en línea”, se alarmó recientemente Mykola Kuleba, representante de la presidencia para los derechos de los menores, y denunció la “explotación” de las ucranianas y pidió que se prohíba esta práctica.

 

“No es explotación, nadie nos obliga” pero “vendemos una parte de nuestra salud” para “escapar a la miseria”, dice Korsounova.

 

Soñaba con convertirse en ginecóloga pero empezó esta actividad en 2014 cuando la guerra en el este de Ucrania la expulsó de su domicilio y no tenía con qué vivir con su hijo.

 

Cada embarazo le da 350 mensuales y una remuneración final de más de 13.300 euros después de dar a luz.

 

Olga ganaba menos de 120 euros por mes como camarera y espera abrir un café gracias a su “honorario” de 13.300 euros.

 

“Estoy orgullosa de poder ofrecer bebés a personas que no hubieran podido convertirse en padres de otra forma”, dice la joven, que dará a luz gemelos pronto para una pareja china. “Pero si hubiera tenido un empleo normal, está claro que no lo habría hecho”, agrega.

 

Fuente:

https://www.24matins.es/topnews/portada/los-vientres-de-alquiler-una-fabrica-de-suenos-opaca-en-ucrania-217267/amp?__twitter_impression=true



Las imágenes están en la nota original.





Explotación sexual en el Territorio Nacional de La Pampa Central

Explotación sexual en el Territorio Nacional de La Pampa Central

 PUBLICADO: 05 JULIO 2020


Por Margarita Bastián*

 

Acerca de la prostitución.

 

En uno de los capítulos del libro "Historia y Género",  de los editores María Herminia Di Liscia, María Eugenia Caviglia y Daniel Villar, se analiza la prostitución en el entonces Territorio Nacional de La Pampa. La investigación, a cargo de María Herminia Di Liscia, Ana María Rodríguez y María José Billorou, expresa que en el entonces territorio, la prostitución se encuadra en una ordenanza de 1911.

 

En la Argentina, la legislación sobre el tema comenzó en 1875, siguiendo los lineamientos generales de Francia, Italia, Inglaterra y gran parte del mundo. La justificación moral de considerarla "un mal necesario" como así el discurso higienista, provienen de Europa.

 

En nuestro territorio, tres poderes ejercían el control - el municipio (político- administrativo), la policía (control) y la sanidad (médicos). Los prostíbulos se denominaban "casas de tolerancia" o "lenocinio". Estos "edificios" debían estar alejados de escuelas e iglesias (entre 3 y 5 cuadras), no podían ostentar signos exteriores, debían respetar los horarios, no podían ingresar varones menores de 18 años y debían mantener en secreto la actividad.

 

Según la reglamentación, existían pupilas y regentas, consideradas también prostitutas. El control sanitario se realizaba dos veces por semana y se asentaba en la libreta sanitaria. Cada mujer tenía que comprar los elementos para la revisación: espéculo e irrigador. El "lenocinio" funcionaba como un internado: no podían asomarse a las ventanas, sólo salían dos veces a la semana (para ir al médico), no podían hablar con los transeúntes ni concurrir a fiestas o carnavales.

 

Los registros encontrados, que fuentes son limitadas, pertenecen a Caleufú y Uriburu. Las autoras de la investigación plantean lo llamativo de las fotografías halladas. Dichos registros, similares a un prontuario policial, se encuentran en el Archivo Histórico Provincial y muestran imágenes de distintas mujeres, en muchos casos, con la misma "escenografía" y algunas con la misma vestimenta.

 

Según las fuentes halladas, en casi 8 años se verifica el movimiento de 105 prostitutas. Su permanencia es estacional,  ya que rotan dado que "se variaba la mercadería" para agradar a los clientes. La edad promedio de estas mujeres es de 28 años, la mayoría solteras y en menor número, casadas y viudas.

 

Todas pobres.

 

En ese período, las "casas de tolerancia" o "lenocinio" se ubicaban cerca de donde se llevaban a cabo actividades económicas ligadas a la cosecha.  Recordemos que en los grandes centros urbanos, como Buenos Aires y Rosario, las "exigencias" de la "clientela" requería de mujeres "más sofisticadas". La trata de blancas en nuestro país se orientó particularmente hacia las mujeres polacas, "captadas" por redes mafiosas mediante engaños y que, gracias al accionar de anarquistas y socialistas se pudieron llevar a cabo accciones para defenderlas.

 


 

 

En el Archivo Historici Provincial, además del trabajo realizado por el Instituto Interdisciplinario de la Mujer perteneciente a la Universidad Nacional de La Pampa, se encuentra documentación relacionada a Juan Bautista Bairoleto. En uno de sus libros el investigador Hugo Chumbita menciona que Bairoleto, que por entonces vivía en Eduardo Castex, se enamora de una prostituta y por ese motivo se enfrenta con el gendarme Farache - quién también la pretendía -, y le da muerte. Allí comienza la larga huída de Bairoleto hacia tierras mendocinas.

 

Transcurrido el tiempo, el 28 de mayo de 2009, se puso fin a los prostíbulos en Santa Rosa, gracias a la extraordinaria tarea de Mónica Molina, desde su  secretaría en la Municipalidad de Santa Rosa, y junto a la militancia feminista. La trata de blancas y la explotación del "comercio de la carne" continúan. El negocio, unos de los más grandes de la historia de la humanidad, tiene una red de implicados enorme.

 

Ninguna mujer nace para puta, como nos enseñó y nos sigue enseñando Sonia Sánchez. El Estado debe crear las condiciones necesarias y alternativas para terminar, como sostenemos las abolicionistas, con este deshumanizante mercado. No somos moralistas. Sostenemos que hay que seguir luchando para crear las oportunidades y sustento legal, priorizando al ser por encima del "deber ser".


*docente

Fuente

http://www.radiokermes.com/opinion/3142-explotacion-sexual-en-el-territorio-nacional-de-la-pampa-central?fbclid=IwAR1WY_5BPnxPL--2CkX64j7AfSBpJo9bkzKLT-WkzU_hdygecyxCRQ0V4aM#.XwII4u7_Lck.facebook


Nota: las imágenes están en la nota original.






jueves, 18 de junio de 2020

El nacimiento del porno y su origen


El nacimiento del porno y su origen
El nacimiento del porno: ¡cosifiquemos a la mujer para el deleite masculino!
Por Ana Morillas Cobo

En Khronos, ya os hicimos un repaso por el arte porno a lo largo de la Historia. En esta ocasión, os voy a contar cómo, cuándo y por qué nació la pornografía – tal y como la entendemos hoy en día –. El origen del porno. ¿Qué?, ¿creíais que el porno se había inventado ahora? ¡Ilusas! Pongámonos en situación: nos encontramos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En esa época que se ha idealizado hasta para nombrarla: la Belle Époque (1). Pues bien, resulta que entre tanto encanto y tanta modernura (2), nos topamos con una sociedad profundamente machista (3) y clasista (4). “Lo bello” era para los señoritos burgueses (5), amigas. Porque los currantes vivían de pena (6), y las mujeres, ya fuesen de la clase que fuesen, ¡ni os cuento! – Obvio, si eras mujer y pobre, ¡para qué querías más, hija de mi vida! (7) –.

El caso es que el capitalismo y el consumismo hicieron su entrada triunfal (8), y con ellos, una industria repugnante que sigue cosificándonos hasta nuestros días: el porno (9). Pero, ¿por qué, en este momento, se dio el origen del porno? Sumemos la doble moral sexual que existía y que en estas páginas de la Historia nació el cine (10), y el resultado será este negocio inmundo (11).

Aquí tenéis los pocos minutos que han sobrevivido de Le Coucher de la Mariée (Francia, 1896; se estima que duraba 7 minutos), la primera película erótica (12). Estrenada solo un añito después del nacimiento del cine: (el video se puede ver yendo al enlace al pié de la nota)



El sexo en la Belle Époque: hipocresía machirula en estado puro


El sexo era un gigantesco tabú para la sociedad de la Belle Époque, guiada aun por el puritanismo victoriano (13). Y la doble vara de medir que existía, según fueses de uno u otro sexo, era de risa (14).

Por un lado, estaba la moral impuesta a las mujeres: se esperaba de ellas que llegasen vírgenes al matrimonio, por supuesto (15). Además, se daba por hecho que no tenían ningún tipo de impulso o deseo sexual. ¡Eso era cosa de machotes! (16). Así que eran educadas en la más absoluta ignorancia. ¡No tenían ni la más remota idea de sexo antes de casarse! (17). Imaginad qué cara de susto se le debió quedar a más de una cuando, en la noche de bodas, se encontrase a un falo apuntándola, desafiante… (18). ¡Angelicos!  Y una vez que estuviesen casadas, como Dios manda, se esperaba de ellas que solo fornicasen con su marido y con el único propósito de procrear (19).


Las mujeres de bien: úteros andantes, al servicio del varón


Total, que las mujeres de bien venían a ser úteros con patas, al servicio de la imperiosa necesidad de descendencia de los señores machos. Ya sabéis, dejar su semilla en este mundo refirma muchísimo la masculinidad. El disfrute carnal no era para ellas, ¡no fuesen a mancillar su honra (20)! Es más, tener descendencia era toda una imposición para las mujeres. Hasta eran advertidas por los médicos de cómo no tener hijos tenía efectos negativos en su organismo. Aunque la realidad les demostrase lo contrario: tener muchos hijos sí que era todo un riesgo (21). ¡Y de usar anticonceptivos ni hablar! Hasta había multas y penas de cárcel para quien osase aconsejar o difundir la contracepción. Por eso la marcha atrás y el aborto, aunque era ilegal – y mortal dados los métodos que se seguían –, eran el pan de cada día (22).


Las directrices dirigidas a las buenas damas venían a escupir lindezas como ésta:
 “Ella debe tumbarse y permanecer tan quieta como sea posible. Si se mueve, eso puede ser interpretado como excitación sexual por el marido optimista” (23).

Si esto no suena a violación en el ámbito conyugal, ¡que me aspen!



Excuse me, querido, pero esta mierda no me pone nada


Con este panorama, no es de extrañar que las mujeres se horrorizasen con sólo pensar en el sexo (24). Pero no porque por naturaleza no les gustase. Lo que no les debía gustar era el hecho de ser meras muñecas hinchables, al servicio de sus hombres. Follar lo justito, sin disfrutar y a ciegas, pues oiga, mucho encanto no tenía (25).

Lógicamente, tras tanta fachada puritana, el deseo sexual femenino existió, existe y existirá. ¡Y que nos dure! Algunas hasta se quejaban de la poca maña que tenían sus maridos a la hora de darle rienda suelta a la pasión (26). Cabe señalar que el clítoris, en la bella época, era ese gran desconocido. ¡No se tenía ni idea de la sexualidad femenina (27)!


Las malas mujeres – putas para satisfacer a los machotes


La moral sexual para los hombres era muy distinta. Los machos eran muy machos, y tenían sus necesidades…. (28). Así que se les permitía despacharse con las prostitutas, aunque debían guardar las formas y ser discretos (29). Vamos, que la demanda de prostitutas estaba a la orden del día, porque los hombretones tenían que saciar sus ganas (30). Y para eso estaban las malas mujeres (31), claro. Sus benditas esposas “les servían” para perpetuar su estirpe, mientras que las prostitutas “les servían” para saciar sus bajos instintos. Y estoy hablando de la práctica habitual, no de unas cuantas excepciones (32). Porque aquella sociedad era así de hipócrita: enterraban el sexo, lo extirpaban, públicamente, pero los hombres recurrían a la prostitución asiduamente (33). ¿Alguien dijo patriarcado?

«Groupe de quatre femmes nues» (François-Rupert Carabin; 1895-1910; Musée D’Orsay-París).


“Todos lo hacían, todos sabían que sus compañeros también lo hacían, pero hacían ver que no era así” (34).


El nacimiento de una de las industrias que más cosifica a la mujer: el origen del porno


Ante tanta represión sexual y tanta hipocresía, y teniendo en cuenta que si eras mujer, ya desempeñases el rol de “mujer decente”, o el de “mala y libertina”, tu posición siempre era de sumisión absoluta al varón, y de satisfacer sus necesidades, el origen del porno, su surgimiento, estaba más que cantado. ¡Carajo, que los machotes además de comerciar sexualmente con nuestros cuerpos tenían derecho a alegrarse la vista! Total, ¿qué éramos las mujeres, sino objetos para que nos usasen a su antojo? (35).

Sé que tras haber visto tanta represión en cuanto al sexo, igual estáis alucinando. Pero que la pornografía comenzase a circular tiene lógica, si se piensa. El doble rasero que se gastaban en todo lo referente a la sexualidad, con eso de lo ancho para mí (hombre) y lo estrecho para ti (mujer) – con la enorme dosis de machismo y clasismo que ello conllevaba – (36), despertó la curiosidad machirulesca. Y claro, los muchachos, ante tanto tabú y tanta represión, estaban más salidos que los monos (37). ¡Y ahí había negocio! Así, un mercado negro de fotografías sugerentes – de mujeres, como no – y de relatos erótico-festivos, empezó a rular de forma clandestina (38). Las modelos eran prostitutas, por supuesto (39).


    Fotografías de Jules Richard (1848-1930) – Colección Atrium.


El origen del porno: las stag films – las primeras películas porno


Como el cine estaba de moda y lo estaba petando, también se rodaron las primeras pelis porno (40). Por supuesto, mostraban a mujeres desnudándose, para satisfacer las fantasías de los señoros (41). Y esto ¡reafirmaba su masculinidad que no veas! Y, además, generaba un vínculo entre ellos, en plan hermandad (42). Eran una especie de ritual de iniciación, de paso a la edad adulta (43). ¡Machotes unidos, excitándose con mujeres – objeto! Deseando “observar” y “examinar” los misterios de la sexualidad femenina. Cosificación de la mujer y machismo en modo on (44).

A estas primeras pelis porno se les conoce como stag films (45). Sin título y firmadas bajo pseudónimo, circulaban de manera clandestina y estaban asociadas a los grandes prostíbulos europeos – de lujo – de la época (46). Por ello, solo los más ricachones – aristócratas, políticos de altos cargos o miembros de la realeza – tenían acceso a ellas (47). Eran un caprichito gourmet. Cuando la censura apretó las tuercas, a principios del siglo XX, los europeos cruzaron el charco, hasta Argentina o México, para rodar sus pelis porno (48). En Estados Unidos, se conocían también como smokers, por el humillo de piti que poblaba los salones masculinos donde se proyectaban. Éstos eran secretos y selectos, y estaban repletos de “chicas livianas” (49).


El origen del porno: la cutrez hecha película


Eran películas improvisadas, de pocos minutos y sin narración alguna (50). En definitiva, eran muy primitivas – obviamente, mudas y en blanco y negro – y sus finales eran abruptos (51). Las “actrices” eran las prostitutas del burdel, y se rodaban para el consumo interno de los puteros voyeurs (52). También se usaban como reclamo para que los puteros comprasen los cuerpos de estas mujeres (53). Éste fue el origen del porno.

¿Qué se veía en ellas? Masturbaciones, felaciones y, sobre todo, penetraciones – tanto vaginales como anales –. También eyaculaciones a mansalva y por doquier. Todo muy enfocado al placer y deleite masculino, y muy burdo (54). Y dejaban muy patente el gusto por el voyeurismo de la época: es un elemento más del metraje (55). También se refleja en ellas el gusto por las escenas lésbicas (56). – Los puteros de la época se volvían locos observando cómo practicaban sexo las prostitutas, entre ellas (57) –. Y falos, muchos falos erectos, como símbolo de poder masculino. También por mera curiosidad, ante la represión sexual de la época, y para que el espectador se pudiese identificar bien con el hombre que aparecía en escena. ¿Habría en ello deseos homosexuales ocultos? Quién sabe… (58).


El Satario (Argentina, 1907)


No podemos hablar del origen del porno sin nombrar El Satario. Está considerada como la primera stag film (59). Su nombre posiblemente sea una mala traducción de «El Sátiro» (60). Es quizás la película más elaborada de este género (61). En ella vemos un escenario al aire libre, donde un grupo de mujeres desnudas «se divierten» entre ellas (62). De repente, aparece un demonio – la caracterización, es para verla (63) –, que las persigue hasta que captura a una de ellas (64). Varias tomas nos muestran como la peculiar pareja copula, para terminar con un chorrazo de semen goteando sobre la mujer (65). Todo muy fino…



                    El Satario stag film primera película porno
             Fotogramas de «El Satario» (1907 – Argentina).

En definitiva, son cuerpos desnudos femeninos a disposición de un macho. La lectura que se hace de la «captura» es bastante obvia, ¿no? Apología de la violación. Y ese semen final, marcando territorio… en fin.


Am Abend (Alemania, 1910)


De diez minutos de duración, comienza con un hombre mirando a través del ojo de una cerradura cómo una mujer se masturba (66). Después, entra a la habitación, se desnuda y pasa a practicar sexo con la mujer (felaciones y penetraciones, básicamente) (67). Como suele suceder en todas las stag films, los primeros planos de las penetraciones muestran claramente la «acción genital» (68).

Una vez más, un cuerpo femenino a disposición del hombre. Que no se contenta con espiar, sino que también irrumpe a fornicar sin pedir permiso. La mujer no es más que un objeto a su disposición.


A Free Ride (Estados Unidos, 1915)


Está considerada como la primera película estadounidense hard-core (69). Es narrativamente más compleja, pues incluye rótulos que van comentando la acción (70). Rodada al aire libre, comienza con dos mujeres paseando. Aparece un coche, conducido por un hombre, que las invita a subir al vehículo. El coche para; el hombre se baja a orinar y ellas espían. Después, sucede al revés (71). Se toman unos tragos, y una de las mujeres y el hombre se van al bosque, se masturban y se ponen a copular (postura del misionero). La otra mujer, los mira y se estimula, y acaba uniéndose a ellos. Vemos la postura del perrito, felaciones y lo que viene siendo un trío. Finalmente, se vuelven a subir al coche y se marchan (72).




       A Free Ride smokers Estados Unidos primeras películas pornográficas
            Fotogramas de «A Free Ride» (1915 – Estados Unidos)

«Un viaje gratis»… poco me queda por decir. Volvemos a ver en ella escenas muy explícitas de como el pene entra y sale (73).


Los años ’20 y The Casting Couch (Estados Unidos, 1924)


Para las décadas de los años veinte y treinta, estas películas, cutres a más no poder, proliferaron y se popularizaron en Francia, en Estados Unidos y en América Latina (74). La cosificación de la mujer y la misoginia en ellas, es apabullante: las mujeres son meros objetos a servicio de la curiosidad y la perversión masculina (75).

Como prueba de ello, The Casting Couch (76). Argumento: una aspirante a actriz se ve abocada a practicar sexo con un director, para poder conseguir su papel soñado (77). El machismo rezuma por los cuatro costados. Y esta joyita no es un caso aislado de la profunda misoginia que desprenden estas stag films de los ’20 (78). Solo es el ejemplo que he escogido para ilustrarla.




              The Casting Couch blue movies película porno
Fotogramas de «The Casting Couch» (1924 – Estados Unidos).

Años después, el porno se democratizará y llegará a todas las clases, hasta convertirse en el fenómeno de masas que es hoy en día (79).



El porno en la Belle Époque era secreto (que las pajillas estaban muy mal vistas)


El origen del porno y todo este tinglado, en la Belle Époque, sucedió de tapadillo, porque socialmente estaba muy mal visto tanto erotismo. Leches, ¡que empujaba a la masturbación! Y eso era algo así como pecado mortal (80).

De la masturbación femenina, se decía que te podía joder la mente, la memoria, la complexión física, la visión… ¡Incluso podías volverte loca! ¡Y era un mal que le podías pegar a tus hijos! (81). Vamos, una auténtica aberración. Aunque, en verdad, se consideraba que la masturbación era un problema de machos – ya sabéis que las mujeres no sentimos deseo sexual de ese –. Y era un problema de los gordos, porque empujaba a la homosexualidad – muy mal vista también en la Belle Époque (82) – y a múltiples perversiones (83). Y no lo decía cualquiera… ¡Lo decía la medicina! Que advertía severamente como masturbarse dejaba a los hombres hechos polvo y los hacía más propensos a las enfermedades. Es más, llamaban a la masturbación self-abuse – maltrato contra uno mismo – (84). El mito de “quedarse ciego” ha llegado a nuestros días…

¿La solución que recomendaban para evitar tanta pajilla? El deporte, que es muy sano y ayuda a desfogar que no veas (85). Y, por supuesto, para aliviarse estaban las prostitutas, ¡mucho mejor que pajearse! (86). Prostitutas que, como no podía ser de otra manera, procedían de los bajos fondos de las esplendorosas ciudades. ¡Para eso servían las mujeres pobres! (87). – Podéis vomitar, lo entendemos –.


Patriarcado que nos convierte en juguetitos


Al final, lo que podemos sacar en claro de todo este mercado es una cultura patriarcal, que defiende por un lado la promiscuidad masculina, y por otro la monogamia femenina (88). Así que del porno no podemos rascar libertad sexual alguna; al menos, no para nosotras (89). Lo que queda claro, desde el origen del porno, es la posición dominante de los hombres, y la sumisión absoluta de las mujeres (90). Nos vomita misoginia y violencia sexual contra la mujer, ¡y lo normaliza! (91). Erotiza la violación y la cosificación de la mujer, y nos convierte en meros objetos a disposición de las fantasías sexuales de los machotes (92). Erotismo y sexualidad definidos por y para los hombres, donde nosotras, desde que comenzó este invento, no somos más que juguetes a servicio de los antojos masculinos (93).

Estamos ante una industria terriblemente vejatoria y machista (94), donde el placer no se encuentra tanto en el sexo, como en el poder que, sobre nosotras, adquieren los hombres. Pues ellos siempre son los “poseedores”, y nosotras las “poseídas”. Y esta es la “educación sexual” que se aprende, y después se reproduce en la realidad (95). Las oleadas de violencia sexual machista que nos estremecen cada día en la prensa, son muestra de ello (96).

Fuente:

Nota: las imágenes y la letra en negrita están en la nota original.







viernes, 15 de mayo de 2020

Así es la vida dentro de un burdel en uno de los países más pobres del mundo


Kajol y un cliente. Ella cree que tiene 17 años, pero no está segura de su edad. Estuvo casada 9 años y tiene un hijo de 6 meses. Su tía la vendió al burdel y apenas dos semanas después de tener a su bebé la obligaron a tener sexo de nuevo (Sandra Hoyn).


Así es la vida dentro de un burdel en uno de los países más pobres del mundo
[TresB]
TresB22 de agosto de 2016

Bangladesh es uno de los países más pobres del mundo. Su población, unos 157 millones de personas, según los datos del Banco Mundial, vive en unas condiciones muy precarias y una parte muy importante de ella (más del 30%) viven por debajo de la línea de la pobreza. Además los sueldos son miserables y las condiciones laborales bordean la esclavitud con jornadas maratonianas que superan holgadamente las 8 horas.


Papia, de 18 años, con dos clientes en el burdel. Sus padres murieron pronto y ella se casó joven. Estuvo en la cárcel por consumo de heroína y allí una mujer la atrajo hasta el prostíbulo (Sandra Hoyn).


Mujeres esperando a clientes a las puertas del burdel (Sandra Hoyn).



Sin embargo, una de las cosas más llamativas es que la prostitución está legalizada completamente, pese a que el país es de mayoría musulmana (más del 90%). La fotógrafa Sandra Hoyn quiso documentar esta realidad y viajó al país cámara en mano.



El burdel de Kandapara es el más antiguo y el segundo más grande. Ha existido durante 200 años. Más de 700 trabajadoras sexuales viven aquí con sus hijos (Sandra Hoyn).

Así es la vida dentro de un burdel en uno de los países más pobres del mundo




Dipa, de 26 años, está llorando. Está embarazada de dos meses de un cliente del burdel (Sandra Hoyn).


Allí visitó el burdel de Kandapara y fotografió a sus residentes. Situado en la ciudad de Tangail, alberga más de 700 trabajadoras sexuales. Hoyn tuvo que ganarse la confianza de las prostitutas y después ya pudo fotografiarlas en un ambiente más íntimo.


Condones usados en el exterior del burdel de Kandapara (Sandra Hoyn).

Dos gemelos de 5 años descansan en la cama. Una trabajadora sexual de 20 años dio a luz. Aún no tienen nombre (Sandra Hoyn).



Confiesa que una de las experiencias más duras fue ver a una chica de 15 años que no quería tener sexo con un cliente. Había llegado con un grupo de cuatro amigos más y todos querían mantener relaciones con la menor. El proyecto se llama ‘The Longing of Others’ (los deseos de otros).


Pakhi, de 15 años, y Mim de 19. Ambas son trabajadoras sexuales en este burdel (Sandra Hoyn).




Un cliente intenta besar a Priya en la mejilla (Sandra Hoyn).




Mim se ducha en el prostíbulo (Sandra Hoyn).




Fuente