domingo, 19 de diciembre de 2021

Rosita era tan flaquita tan pero tan

 Testimonio de prostitución

Publicado en Facebook por una sobreviviente de la prostitución



Rosita era tan flaquita tan pero tan ¡¡. Que yo pensaba como.hace 15 (pases ? Por tarde ?  Y claro el.marido estaba en el.bar ¡¡ bajo esa presion vivia , tenia 4 hijos varones ¡  se hacia tres abortos por año. O mas ¡. Ala semana volvia palida ojerosa cansada ¡. Cuando se hiba se agarraba el.vientre ¡ nunca hablaba con nadie de su vida¡  pero conmigo logro hablar  me conto q desde los 14  estaba con ,,"el.marido"  estuvo en prostibulos hacia 25 30 tipos por dia  Dios mio ¡ decia yo ¡ como haces para vivir con el ahi se quebraba un poco.y decia y q se yo.es el padre de mis hijos ¡.asi un dia Desaparecio¡ nunca supimos si volvio a santa fe o logro escapar de esa bestia¡ # prostituir es violencia ¡

Delia Escudilla





sábado, 18 de diciembre de 2021

Virginia Hall: la espía que reclutó prostitutas para infectar nazis con sífilis y gonorrea

 

Desde las mujeres de confort orientales a las que cuenta esta historia, las  mujeres prostituídas fueron también herramientas en las guerras creadas por los hombres. Para el patriarcado  carecen de derechos, son también usables y descartables como en los prostíbulos.



14 noviembre de 2021 | 09:46

Virginia Hall: la espía que reclutó prostitutas para infectar nazis con sífilis y gonorrea

Por Paola Alemán


 National Geographic.

Esta guerra no era fría, como la que vendría más adelante. Era de tipo sexual y daba en el blanco-o en el centro-a estratégicos soldados nazis, quienes descuidaron su frente de batalla, y algo más, por un momento de placer que les significó caer en combate ante unas prostitutas dirigidas por una espía británica.

 

En el frente de batalla, en plena Segunda Guerra Mundial, había demasiado en juego. El avance de los nazis era desalentador, como sonoro.

 

Hitler se hacía del control de buena parte de Europa pero, irónicamente, no lo tenía sobre sus fieles uniformados que, cuando no sucumbían por las balas y cañones, lo hacían por la estrategia sexual de un grupo de mujeres que tenía bien identificado al enemigo.

 

¿Cómo se organizaron? Aquí es donde la historia comienza a tomar forma. Lo hace, por la aparición de otra mujer, quien estaba al frente de su propia guerra: una de ETS (Enfermedades de Transmisión Sexual), que debía consolidar, a como diera lugar.

 

Se trata de Virginia Hall, cuya biografía describe a una espía británica, con pata de palo, que organizó a las meretrices para poner manos a la obra, o a la sífilis y gonorrea, entre otras ETS.

 


Virginia Hall, la espía de 37 años

National Geographic

Virginia Hall: espía con pata de palo, pero la “más peligrosa de todas”

Para conocer el golpe de una espía, por medio de la guerra sexual, es importante poner en contexto un poco de su trayectoria.

 

Hall, además de una pata de palo, producto de un accidente de caza, tenía en su haber un prontuario espía de los más connotados, según los datos biográficos de la periodista, Sonia Purnell en su obra “Una mujer sin importancia”, la cual pone en perspectiva a esta fémina que pasó desapercibida, mientras espiaba al más alto nivel a los nazis.

 

Dichas hazañas, recogidas por medios internacionales como ABC.es, Daily Mail y sitios como National Geographic, dan cuenta de una audaz mujer, quien escapaba de los servicios secretos alemanes, luego de sabotear trenes, con una pierna menos y con una pata de palo en sustitución.

 

Era la espía “más peligrosa del todas”, según la Gestapo. El segundo hombre más poderoso del Tercer Reich, Hermann Göring, llegó a avalar años después ese calificativo. La mano derecha de Hitler, hizo todo lo posible por cazarla, ofreciendo recompensas jugosas, colgando su fotografía hasta en Francia, donde Hall era famosa y tenía uno de sus centros de operaciones.

 



Virginia Hall con un fusil y con una pata de palo que no la detenía

National Geographic

Precisamente, Virginia organizaba gran parte de sus ataques desde Lyon. Ahí, gestó el nuevo golpe bajo-literal-a los nazis.

 

 

Tras observar que estos visitaban frecuentemente los burdeles franceses, logró, en primer lugar, que unas camareras (meseras) colocaran heroína en la bebida de los soldados alemanes. La idea era mantenerlos adictos a esta droga y que eso les jugara en contra en el frente de batalla. El síndrome de abstinencia, les impediría combatir.

 

El paso dos de su plan era consecuente con el inicial. Virginia Hall tuvo como aliado a un médico y a un grupo de prostitutas. La combinación tenía un hilo claro, pero invisible al enemigo.

 

El doctor Jean Rousset era el ginecólogo encargado de extender certificados a las prostitutas, haciendo constar que no tenían ETS. Como los nazis sabían que no podían exponerse a estas enfermedades, echaban mano del médico, quien arriesgó su vida para darle el documento a las mujeres, aún y cuando sabía que estaban infectadas de sífilis, gonorrea u otros padecimientos similares.

 

Hablando de la colaboración de las meretrices, sin nada que perder, estas fueron reclutadas por la espía, aliándose para ser parte de la guerra sexual contra los nazis, con quienes mantenían relaciones sexuales, asegurándoles que no tenían nada de qué preocuparse y que el parte médico lo decía claramente.

 

Además, Hall y Rousset, espía y médico, unieron fuerzas para montar una clínica en favor de los miembros de la Resistencia, que caían heridos en batalla.

 

37 años tenía la mujer espía cuando ideó la guerra de transmisión sexual contra los uniformados alemanes. Sabía alemán, francés e italiano, además de formas para ayudar a quienes combatían a los nazis.

 

La historia cuenta que se hizo de un amigo peluquero para disfrazar a los miembros de la Resistencia y así pudieran escapar. A los aviadores británicos, cuyas aeronaves eran derribadas, les ayudaba con suministros y mapas para volver a su país, a salvo.

 

En tanto, los soldados que enfermaron por ETS, debido a la estrategia de la espía, informaban de su condición y la cúpula nazi sabía lo que Hall estaba haciendo pero sin poder cazarla. Se volvió, según la historia, en una de sus peores pesadillas.

 



Los burdeles franceses frecuentados por soldados nazis.

National Geographic

La audaz espía contra los nazis que fue a dar a la CIA

No se sabe a ciencia cierta cuántas bajas ocasionó Virginia Hall al sabotear trenes, comunicaciones, hacer soldados adictos a la heroína y al contagiarlos con ETS.

 

Lo que está claro, es que sus trabajos de espionaje le dieron un lugar en las historias de La Segunda Guerra Mundial, luego de pasar desapercibida al mundo, pese a ser un dolor de cabeza para el Tercer Reich.

 

Virginia tuvo que huir a Londres a inicios de la devastadora guerra en Europa, pero fue cuando se entrenó en espionaje, asesinato y sabotaje a las comunicaciones en las líneas enemigas.

 

Una dura realidad en su país, y en el resto del continente, le permitió adentrarse en un mundo combativo, cuando millones simplemente se habían rendido al poderío nazi.

 

La guerra acabó, pero no la carrera de espionaje de Hall.

 

Se casó con Paul Goilott, quien fue su compañero en los servicios para sabotear a los alemanes. Poco después, fue reclutada por la Agencia Central de Inteligencia, CIA.

 

Recibió condecoraciones, entre estas, la Orden del Imperio Británico. Estados Unidos le otorgó la Cruz del Servicio Distinguido.

 

Virginia Hall murió en 1982, a los 76 años de edad, dejando atrás un legado, debido a sus hazañas, pese a sus limitantes físicas que no la mermaron para nada en su camino para combatir a los nazis desde varios frentes: ataques ferroviarios, a líneas de comunicación, a soldados adictos a la prostitución y al servicio de los aliados contra Hitler.


Fuente

https://www.biobiochile.cl/noticias/sociedad/historia/2021/11/14/virginia-hall-la-espia-que-recluto-prostitutas-para-infectar-nazis-con-sifilis-y-gonorrea.shtml

Nota: las imágenes están en el original.





Elena es paraguaya, la captaron a los 9 años y fue víctima de trata casi la mitad de su vida

 Prostitución y trata son dos formas de llamar al mismo fenómeno. En el prostíbulo, en la calle, en la ruta, a los prostituidores, los puteros, no les importa los motivos por el que las personas están ahí siendo abusadas, todas tienen el mismo destino. La violencia es una constante en la prostitución en todas sus formas, incluso llegando al la muerte.


Córdoba: Elena es paraguaya, la captaron a los 9 años y fue víctima de trata casi la mitad de su vida

“Me han vendido como un trapo de piso”, resume la mujer, que fue explotada sexualmente en Córdoba durante 12 años.

 Mariana Otero

lunes, 8 de noviembre de 2021 07:11 hs

 

Si volviera a nacer, Elena (nombre de fantasía) querría que la vida fuera con ella un poco más amable. Tiene 30 años y un pasado pesado y penoso, que preferiría olvidar.

 

“Más o menos, ¿qué es lo que usted quiere saber? Me ha pasado de todo, de todo un poco me ha pasado”, se intriga la joven paraguaya, cuando se le pide compartir su historia.

 

Elena es analfabeta, madre de dos hijos, ahora casera en una escuela rural y exvíctima de explotación sexual en Córdoba. “Yo fui víctima de trata hasta los 21 años. No ha pasado mucho tiempo porque ahora tengo 30″, dice.

Desde que fue captada en Paraguay, y durante 12 años, fue esclava de proxenetas en Córdoba y en otras provincias argentinas.

 

Su calvario comenzó cuando apenas tenía 9 años y se vio frente al espejo de un tugurio de mala muerte, con la apariencia de una mujer, para ser ofrecida como mercancía a hombres que podrían haber sido sus abuelos.

“Las primeras noches lloraba, yo no sabía nada de nada. Ni usar tacos”, recuerda sobre su iniciación sexual forzada, en un prostíbulo rutero del noroeste de la provincia de Córdoba.

 

“Tenía más o menos 9 cuando me trajo desde Paraguay un hombre que era cordobés”, cuenta Elena.

Sus padres se habían separado y la familia, disgregado. Ella, la mayor de los hermanos, se quedó con su madre. “¿Vio que cuando se separa un matrimonio los hijos andan para todos lados? Yo andaba en la calle todo el tiempo; me iba a un barcito que tenía mi tío en el centro, en Paraguay. Justo llegó un hombre en semejante camioneta y le preguntó a mi tío si no conocía alguna chica que quisiera trabajar en una empresa textil”, recuerda.

 

El tío pensó en la nena, su sobrina. “Yo en ese tiempo era chiquita, pero mi cuerpecito no parecía de esa edad”, cuenta. Corría el verano del año 2000, y una tentadora promesa de casa, de trabajo y de comida.

 


La primera whiskería

Elena y otras nueve niñas cruzaron la frontera entre Paraguay y Argentina montadas en motocicletas y con documentos falsos. “En aquel momento no había tanto control; te cruzaban los motoqueros, así, como si nada”, relata.

El hombre las esperaba en Misiones. “En Posadas nos subió a todas en un colectivo junto con él y nos trajo a Córdoba”, explica. Al llegar, las trasladaron al prostíbulo de un pueblo del árido y olvidado norte provincial.

 

“Ahí tenía su whiskería, pero él decía que era una empresa textil. Una vez que llegamos era muy diferente, te encerraban. Cuando llegamos ya había unas 20 mujeres. La cuestión es que éramos como 30″, explica. Todas eran menores de edad. “La más grande habrá tenido 15 años. El dueño la tenía como su mujercita. No teníamos noción de nada”, continúa.

 

La nuera del hombre era la encargada del burdel y de las mujeres. Las instalaba en una pieza con tres o cuatro camas, donde dormían y atendían a los clientes, y al caer la noche ella misma las vestía para salir al salón.

 

“El primer día que me tocó me fue muy mal porque lloraba, no entendía nada. Ella me maltrataba, no me daba de comer, a veces pasaban semanas en que no me daba nada porque yo no podía usar un taco”, recuerda Elena.

 

Sus compañeras le aconsejaban que lo mejor era mantener la calma. “De a poquito fui aprendiendo, tenía que usar el taco y vestirme así, semidesnuda. Lo peor era cuando me tocaba con los clientes y yo no sabía nada. Con el tiempo me fui adaptando y en una de esas quedé embarazada y me llevaron a una clínica clandestina, donde mucha gente se habrá muerto”, piensa la mujer.

 

De burdel en burdel

Elena explica que en aquel entonces nadie usaba preservativo y tampoco recibían atención médica. “No teníamos ningún cuidado para prevenir embarazos, ni higiene, ni nada de eso. Nos teníamos que bañar tres o cuatro en un solo baño con agua fría. Hasta que nos inventaron una chimenea y nosotras juntábamos leña entre todas para calentar agua para bañarnos. A veces se enojaban porque nos iba mal una noche y nos tiraban la comida como a un perro. ‘Come si quieres y si no quieres no comas’”, cuenta que le decían.

 

Elena comenzó a ser vendida a otros prostíbulos en diferentes provincias, en burdeles con plazas vacantes. Así pasó por Catamarca, por Tucumán y por Buenos Aires hasta que volvió al noroeste cordobés, al mismo lugar donde conoció el infierno. “Ahí fue cuando me fugué con dos chicas y el tipo me encontró en la terminal de Córdoba”, relata.

 

La vendieron a un nuevo prostíbulo regenteado por otro cafiolo en La Calera. “Era un travesti”, precisa Elena.

 

“Ahí me drogaban mucho. Estaba más dopada que otra cosa, me inyectaban, me daban pastillas ya que yo no quería estar con los clientes porque me dolía tanto que era impresionante. Cuando me bajaba la menstruación, igual tenía que trabajar. Siempre tenía que ‘taponearme’ y eso me dejaba mal. A veces atendía 30 o 40 hombres por día y, bueno, imaginate cómo terminaba. Me han vendido como un trapo de piso de un lugar a otro”, dice Elena.

 


Esclava sexual

Elena recorrió de manera forzada más de nueve mil kilómetros de un lugar a otro de la Argentina, pero la mayor parte del tiempo fue explotada en la provincia de Córdoba.

 

Cuando se fugó por segunda vez, lo hizo con un sujeto que prometió ayudarla. “Era un hombre que andaba en eso también, yo no sabía nada y volví a caer en lo mismo. Tenía muchas mujeres trabajando y me agarró”, cuenta.

 

La obligó a trabajar en una casa de citas en la zona del Mercado Norte, en la capital cordobesa. “Estaba en la puerta, parada semidesnuda, y ahí pasaba la gente. Trabajaba las 24 horas del día. Casi ni dormía porque la dueña te exigía demasiado; te sentaba para comer algo y volver a trabajar”, explica.

Elena asegura que jamás le pagaron. “Nunca vi plata yo, nunca tuve ni un peso; nada de nada. Cuando conocí a este hombre que me llevó a trabajar en esta casa, mal que mal no era tan feo. No me maltrataba”, dice, con resignación. Los fines de semana, el sujeto la llevaba a su vivienda. Elena quedó embarazada.

 

“Se había encariñado conmigo, me trataba bien; él solo buscaba la plata y se iba. Después me vendió a una señora, la dueña del local. Le habrá pagado unos 20 mil pesos, que entonces era mucha plata. De ahí no me movía, así que ahí sí vivía esclavizada las 24 horas del día”, comenta.

 

Llegó a atender hasta 70 hombres en un día: vivía anestesiada.

“Hoy en día me pongo a pensar y la verdad que sí, me duele. En ese momento no, no tenía noción de nada. Fui víctima de violencia; como ellos pagaban, podían hacer lo que querían. Fui violada muchas veces”, expone.

 

La fuga y el rescate

La madame del burdel enviaba a Elena a prostituirse a otras provincias y le exigía un monto de dinero mensual; sin eso, no podía regresar. La última whiskería por la que pasó fue en un pueblo petrolero de la Patagonia: allí conoció a su actual marido.

 

“Él me ayudó mucho; estuvo un tiempo sufriendo porque me quería sacar de ahí. Yo estaba atrapada, siempre me tenían amenazada. Me decían que yo era extranjera y que llamarían a la Policía, que iba a caer presa porque no tenía documentos, que iban a entregar a mi hija a un instituto de menores”, cuenta.

Elena quedó embarazada de quien hoy es su esposo, pero aun en esas condiciones tenía que trabajar todas las noches. “Estaba de seis meses cuando vivía en el sur. Estaba tan pesada que iba con los clientes y no soportaba el dolor, tenía muchas contracciones y nadie sabía. Me tenía que fajar para que no se dieran cuenta. A veces bebía mucho alcohol y me reventaba el estómago”, rememora.

 

Una compañera cordobesa la ayudó a escapar. “Me dijo: ‘No podés estar así, tenés que irte’. Lo llamé a quien es mi esposo ahora para que me pagara el pasaje, él estaba trabajando de changuitas en la construcción y mucho no le pagaban y la chica me ayudó y me fugué. Ella me llevó a la terminal disfrazada y él me esperó en Córdoba con dos pasajes para viajar a otra provincia”, dice.

Ya libre, Elena estuvo más de dos años sin tener contacto con otras personas. Tuvo a su bebé y recuperó a su hija, que había sido retenida y prostituida por la encargada de la casa de citas. Elena tuvo que pagar un rescate.

 

Hoy la joven paraguaya lamenta no haber sido asistida como víctima de trata ni recibido atención psicológica. Vive con sus dos hijos y con su pareja. Dice que sobrevive por ellos y que todavía la azota un miedo indescriptible.

 

Fuente:

https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/cordoba-elena-es-paraguaya-la-captaron-a-los-9-anos-y-fue-victima-de-trata-casi-la-mitad-de-su-vida/#:~:text=Elena%20es%20analfabeta%2C%20madre%20de,trata%20hasta%20los%2021%20a%C3%B1os.&text=Desde%20que%20fue%20captada%20en,y%20en%20otras%20provincias%20argentinas.






martes, 14 de diciembre de 2021

Cami. Maldita droga y maldita prostitución

 Testimonio de asistencia a víctimas de prostitución

Se reserva la identidad por razones de seguridad


 

Leo una y otra vez el mensaje de la Mamá de Cami . Lo vuelvo a leer y quisiera escribir que me consuela. Pero sería mentir.

Siempre siento la misma impotencia o quizás con los años el perro de la angustia me garronea más los talones y aquella piel de juventud, como las estatuas de alabastro, se me arruga más.  Maldita droga y maldita prostitución que se quedan con la vida de nuestr@s niñ@s y adolescentes.

 Y cuando nos llaman es porque l@s descartaron como a un pulover hilachento ,  agujereado y tenemos que intentar remendar con agujas de amor y vida esas personitas tan destruidas.

Cómo la amamos a la Cami. Tod@s la amamos, era imposible no hacerlo. Pero no alcanzó.  A ella no le alcanzó y en este tiempo junto a nosotr@s se dejó amar dilatando un poco su partida.  Que fue hace mucho, cuando le destrozaron el cuerpo y el alma.




Nosotr@s solo le jugamos cartas a la muerte y le mentimos creyendo que ganábamos el partido. No fue así.  Sólo nos dejó ganar unas manos.

 Si alguna vez a alguien por casualidad se le ocurre que yo o cualquiera de las personas de luz que me rodean podemos hacer esto con otro fin que no sea salvar vidas, le ofrezco y le cedo el lugar. Pero el combo va con todo. A no arrepentirse a la semana cuando los sufrimientos te empiezan a acorralar y la impotencia te visita en las noches. Y yo me compro una casilla y en mis horas libres me voy con el mate , el Nero - perro que no es perro- y quien quiera o pueda acompañarme a sentarme a la vera del río. Y sino me voy sola a escribirles en el viento  a las que partieron a la eternidad.

Maldita prostitución y maldita droga. Nos ganaron un partido más. 

Hasta siempre adorada Cami.

Hasta siempre o hasta que me toque a mi cruzar.

Te amaré eternamente.


Fuente: comunicación personal





Elena Moncada: “Sin convivencia policial, no hay trata”

Testimonio de prostitución


Elena Moncada: “Sin convivencia policial, no hay trata”

Publicada el 02/07/2021 | por Martina Solomita

Se define como una mujer que sobrevivió a la peor de las formas de la violencia de género: a la trata de personas. A pesar del horror vivido, no se detiene y hoy lucha por los derechos de las mujeres para poner fin a la explotación sexual en el país.

 

Cuando se habla de prostitución se discute desde diferentes perspectivas: para algunos puede ser el oficio más viejo del mundo, para otros es el empoderamiento de la mujer para hacer lo que quiera con su cuerpo y para otro resto, defender la prostitución es defender el derecho del hombre de pagar por el consentimiento de una mujer, es decir, una violación sistemática.

 

Después de vivir 18 años bajo el sometimiento de proxenetas, Elena Moncada se define como una mujer que sobrevivió a la peor de las formas de la violencia de género. Además, denuncia que hay un Estado “totalmente ausente” y que, junto a una “convivencia policial”, permiten el funcionamiento de prostíbulos y la violencia en la calle.

 

Esta sobreviviente de la trata exige políticas públicas que “ayuden” a las mujeres prostituidas a dejar las calles y asegura que ve en la abolición “un paso imprescindible en la lucha contra diferentes formas de opresión” porque no quiere a las jóvenes “paradas en la esquina”, que entran “en el mundo de la prostitución a los 13 o 14 años”.

 

Elena escribió dos libros (Yo elijo contar mi historia y Después, la libertad) y ahora no sólo lucha por los derechos de las mujeres, por el fin de la trata de personas y la explotación sexual en Argentina, sino también acompaña a sus compañeras, como dice ella, que están en situación de prostitución. Con su organización no gubernamental Mujeres en Actividad sale por las noches a recorrer las esquinas de Santa Fe, donde vive, para ayudar a quienes siguen atrapadas en ese sistema.

 

Elena Moncada 

-¿Qué te hizo elegir contar tu historia?

-Tenía unos 48 años y sentía que había vivido muchos, muchos años por todo lo que me tocó pasar… Muchas noches, droga, alcohol, muchos riesgos, mucha violencia y una lo había recontra naturalizado. Siempre decía que iba a ponerlo en algún lugar donde ya no me doliera ni me molestara. No sé si tenía la idea del libro en ese momento, pero tenía ganas de ponerlo en papel y que alguien se haga cargo de algo que no era mío, según yo. Me parecía que ya me dolía mucho estar con eso dando vueltas, para mí fue poner en palabras todo esto que me pasaba.

 

-¿Cuándo tomaste la decisión de abocarte a la militancia y al activismo?

-Nací en AMMAR CTA (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina), que eran trabajadoras sexuales. Ahí empecé mi militancia en realidad, pero me di cuenta que para mí la prostitución no era trabajo y de a poquito empecé a elegir sin saber que lo hacía.

 

Cuando se separa AMMAR por el año 2002, Graciela Collante, Sonia Sánchez, Margarita Peralta, Argentina Ascona, Mimi Sifón, Martina Soriano y yo nos quedamos con AMMAR Capital, que estaba en Flores, y ahí seguí activando. Después me volví a mi ciudad natal, aquí en Santa Fe, con la idea de hacer una organización: se llama Mujeres en Actividad y hace 12 años que estamos trabajando.

 

-La pandemia sigue, estamos en la segunda ola, ¿cómo se vive desde la organización Mujeres en Actividad? ¿Qué problemas encontrás?

-Estamos en un momento muy crítico porque las compañeras el año pasado estuvieron meses encerradas y después tuvieron que estar escondiéndose de la Policía. Hoy hay mucha más violencia en la calle y el mundo está enojado, les roban y las violan por dinero, pero también porque sí. Además, el Estado está totalmente ausente, recién este mes nos dieron un bolsón de mercadería, pero son siete productos de mala calidad y es la nada misma.

 

Ahora mismo estamos con una campaña para juntar frazadas y, si viven lejos, recolectar dinero para comprar mercadería porque las compañeras viven en casas muy precarias.

 

-Siempre decimos “sin clientes, no hay trata”, pero ¿a quiénes ves como los verdaderos culpables de que las mujeres sean prostituidas?

-Yo siempre digo que es muy bueno el eslogan “Sin clientes, no hay trata” porque la verdad que sí sería lo ideal, pero como sobreviviente del sistema prostituyente, yo Elena Moncada y me hago cargo, digo “sin convivencia policial, no hay trata”.

 

Mujeres prostituidas van a haber siempre porque siempre hubo, creo que así como se terminó con el esclavismo podemos abolir esto, por eso soy abolicionista, pero me parece que tiene que ver muchísimo quién habilita estos lugares. “Sin clientes, no hay trata” está bueno, vamos a concientizar y me parece que eso es muy importante. Está bueno el eslogan, pero sin la convivencia policial no hay trata.

 

-¿Qué rol cumple la convivencia policial en el sistema prostituyente?

-La Policía está implicada en todo esto, hay prostíbulos que no pueden estar habilitados, pero tienen un amparo policial, los jueces deliberan lo que quieren y son los mismos que consumen. Entonces, juega el papel de siempre, tenemos un Estado proxeneta y eso hay que decirlo.

 

-La postura regulacionista ve a la prostitución como un trabajo más, que las relaciones de dominación están en todos los ámbitos laborales

-En realidad hay una sola mujer que está en esto del trabajo sexual, que es Georgina Orellano, la secretaria general de AMMAR.

 

¿En Santa Fe hay trabajadoras sexuales? No. Cuando las chicas van a la calle dicen “me voy a trabajar” porque no pueden decir me voy a chupar un pene, hacer poses o hacer un completo. Todas dijimos en un momento “me voy a trabajar”, lo tomamos de esa manera porque hasta que vos no ves que es violencia, que te violan sistemáticamente, que corrés el riesgo de ser “Ni una menos” todo el tiempo y todo eso hace que todas digamos que es trabajo, pero en realidad no es un trabajo. La prostitución son violaciones sistemáticas hacia los cuerpos de las mujeres, entonces no la podemos nombrar nunca como trabajo.

 


-¿Qué se te cruza por la cabeza cuando escuchas esas cosas?

-Mucha angustia e impotencia. Nadie quiere a sus hijas ni a sus nietas paradas en la esquina. En los 18 años de prostitución he conocido como mucho a cinco compañeras que han estado con sus hijas y nietas, en 18 años el porcentaje es mínimo. No queremos a nuestras hijas, no queremos a las jóvenes. Hay nenas de 12 años prostituidas y no es lo mejor que te podría ocurrir.

 

Las estadísticas dicen que el 85% arrancaron en el mundo de la prostitución a los 13 o 14 años, entonces el cuerpo a los 35 o 40 años está sumamente explotado porque además hay que consumir drogas y alcohol para anestesiarse, para no sentir.

 

-¿Qué busca el abolicionismo?

No estamos en contra de las compañeras que están en las esquinas, que es lo que las reglamentaristas quieren decir. Nosotras estamos para garantizar los derechos de las compañeras, que se empoderen, que sepan que tienen derecho a terminar de estudiar, a tener su casa, a tener su trabajo digno.

 

-Desde varias organizaciones piden separar trata y prostitución…

Se sostienen de esto para regularizar porque las instituciones reglamentaristas lucran con el cuerpo de una piba prostituida, que es secuestrada, seducida o  enamorada, que no es menos violento que el anterior. Además de eso, con la vulnerabilidad y la pobreza que tiene la Argentina, ¿qué hacen los captadores? Están atentos para ver qué mamá tiene tantas hijas y que seguramente le dice “te presto plata” o “soy el novio de la nena”, porque hay muchas maneras de entrarle a la pobreza y es lo que hacen los fiolos. La prostitución y la trata son lo mismo.

 

-¿Por qué son lo mismo?

-A mí no me llevaron secuestrada ni me pusieron droga, pero me sedujeron, me llevaron a una casa con comodidades y nadie quiere volver a la pobreza. Venís preparada para el mundo de la prostitución: me casé, entre los 17 y los 23 años tuve cuatro hijos y seguía siendo cada vez más pobre, cada vez más ignorante. El tipo me estaba esperando, yo estaba servida para ser prostituida. El famoso grillete con la cadena de la trata, que está en la pata de la cama de la chica, acá es invisible.

 

-¿De qué forma se representa ese grillete?

-Los tenemos en la cabeza porque nos dijeron que iban a violar a nuestras hijas o matar a nuestros hijos. En mi época, se le pegaba un tiro en la rodilla o se le cortaba la cara para que se acordara siempre del fiolo cuando las mujeres se escapaban. Esto de la trata me supera porque tengo compañeras en la esquina que no quieren estar ahí, entonces no se puede hablar de trabajo cuando se ve claramente que hay un negocio que pide que le devuelvas el dinero cuando saben que no lo vas a poder hacer.

 

-¿Cómo se puede ayudar, desde el activismo, a las mujeres que se prostituyen y que no quieren hacerlo más?

– Multiplicando que las mujeres no lo eligen y dejar de decir con tanta liviandad que ellas están ahí porque quieren o porque no quieren trabajar. El activismo puede hacer muchísimo, el feminismo siempre dice “con mi cuerpo hago lo que quiero”, entonces ¿por qué hay feministas que dicen “hay que reglamentar la prostitución, las mujeres tienen derecho”? No es así. Tenemos que exigir políticas públicas al Estado para que las compañeras dejen de estar en las esquinas, al menos pensar en las compañeras de 35 en adelante, porque la psiquis queda hecha mierda pero capaz pueden hacer otras cosas. Me parece importante que hablen las sobrevivientes del sistema prostituyente y del Estado proxeneta.

 

-¿Qué medidas son urgentes para luchar contra la trata? ¿Cómo se lograría una efectiva abolición de la prostitución?

-Hay que exigir políticas públicas al Estado Nacional que las empodere, que las ayude a pensarse de otra manera, como sujetas de derecho y que no sean programas que se terminen rápidamente. Además, si bien hay una ley contra la trata, no tiene presupuesto. Después de los procedimientos para desmantelar los prostíbulos, no les dan un acompañamiento a las sobrevivientes y las deudas que quedan las pagan sus hijas o nietas. Es muy fuerte, pero tenemos que luchar haciendo prevención y promoción, tratar de no juzgar a las mujeres.

 

Crédito fotografía: Diario La Capital

 

* Nota realizada en el marco de la cátedra Taller de Periodismo Gráfico

Fuente:

https://auno.org.ar/elena-moncada-sin-convivencia-policial-no-hay-trata




 

Historia. Argentina Prostitución reglamentada

 Historia

En la Argentina se realizó la experiencia de reglamentar la prostitución y se comprobó en la práctica que no aportaba ninguna solución sino que al contrario, complicaba la situación, fue por ese motivo se abandonó este postura. 

Al contrario de lo que se cree, la reglamentación de la prostitución lejos de aliviar la situación de las mujeres aportaba más herramientas a los proxenetas, tratantes, para ajustar el lazo y someter aún más a las víctimas esta vez con la fuerte presión del estado mismo.



Los templos del vicio

El prostíbulo necesitaba permiso municipal y debía estar ubicado en un radio alejado dos cuadras de las iglesias, teatros, mercados y plazas. Tenían prohibido poseer signos exteriores o interiores que los distingan de una casa de familia.

Luciana Sabina

SÁBADO, 19 DE JUNIO DE 2021



 

Hacia 1875 el Concejo Deliberante de la Capital Federal legalizó la prostitución buscando controlar el contagio de las enfermedades venéreas.

 

Dicho documento estableció que todas las mujeres que ejercían como prostitutas debían inscribirse en la Municipalidad, sólo podrían hacerlo si eran mayores de 18.

 

Una vez inscriptas estaban obligadas ser revisadas por un médico, pagando el derecho de visita que era semanal y podían pedir la eliminación de la lista del dispensario de salubridad, cuando justificasen haber abandonado la tarea.

 

El prostíbulo necesitaba un permiso municipal y debía estar ubicado en un radio alejado dos cuadras de las Iglesias, escuelas, teatros, mercados y plazas.

 

Tenían prohibido poseer signos exteriores o interiores que los distingan de una casa de familia.

 

La venta de bebidas y comestibles también estaban prohibidos en los prostíbulos.

 

Con los años, en las principales ciudades del interior se impusieron reglamentos similares.

 

En Córdoba la primera legislación al respecto data de 1883. La edad mínima de inscripción fue de 15 años, algo que se cambió en 1900 pasando a 18 años. En dicha provincia para dejar de estar en el padrón de prostitutas se debía morir, pedir la firma a personas “honradas” que certificaran su cambio de profesión o pasar tres meses en un manicomio –o la cárcel- aprendiendo sobre moralidad y amor al “trabajo honesto”.

 

Mendoza no fue ajena a los cambios. La edición del 5 de setiembre de 1885 de Los Andes señaló: “Todos los pueblos civilizados de la Tierra han adoptado serias medidas para mantener bajo la vigilancia de la autoridad esos templos del vicio, donde la mujer se convierte en mercadería, para recibir en cambio el precio de su infamia”.

 

La Municipalidad de la ciudad –en manos de Luis Lagomaggiore- puso manos a la obra y estableció un Reglamento para las Casas de Tolerancia, en octubre de 1885. Según la ordenanza, los burdeles debían inscribirse en la Secretaría municipal, constando el nombre de las trabajadoras sexuales y la ubicación del local, además de un certificado médico.

 

Al igual que en la Capital Federal, dichos establecimientos debían estar ubicados al menos a dos cuadras de instituciones educativas, templos o teatros. Y –además de carecer de todo distintivo- debían tener constantemente cerradas tanto puertas como ventanas.

 

En nuestra provincia se prohibió la prostitución de menores, también se tuvo en cuenta a los clientes, éstos últimos debían ser mayores de 15 años.

 

Las mujeres que practicaban la prostitución fuera de la ley eran arrestadas y cumplían su pena en el hospital municipal, espacio que actuaba como principal cárcel femenina en Mendoza a fines del siglo XIX.

 

El final de este ciclo llegó en 1936 cuando la ley nacional “De profilaxis social” prohibió a los municipios el otorgamiento de licencias para abrir burdeles.

 

*La autora es Historiadora.

Fuente:

https://www.losandes.com.ar/opinion/los-templos-del-vicio/






Duro testimonio de una víctima de trata de personas en Catamarca


Duro testimonio de una víctima de trata de personas en Catamarca

"Perdí la mitad de mi vida"

La Justicia demoró 7 años en devolverle parte de su vida y aún hoy no puede estar tranquila porque sus captores no fueron juzgados.

por Yémina Castellino




Fue captada y explotada sexualmente por una red que también se dedica al narcotráfico cuando tenía sólo 13 años. J.R. a sus 21 años pudo denunciar lo que le sucedía, pero la justicia ordinaria y la Federal de aquel momento no actuaron más que para perder aquel expediente e imputarla por transporte de estupefacientes. Llevaba 5 kilos de marihuana en una mochila y una carta con un nombre que entregó a la Justicia y hoy asegura que no hay registro de aquella situación. 

Su historia pudo conocerse luego de que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Catamarca la sobreseyera el miércoles por infracción a la Ley de Estupefacientes y reconociera, luego de 7 años, que no era delincuente sino una víctima de trata de personas.

En diálogo con Catamarca/12, J.R. relató cómo logra sobrevivir cada día y lidiar con el miedo de años de sometimiento y vulnerabilidad, y la impunidad de sus captores, quienes nunca fueron imputados o juzgados por este delito.

J.R. no sabe por dónde comenzar la historia. Recuerda que tenía 13 años y que su mamá y su papá trabajaban todo el día. Su abuela cuidaba de ella y también de sus hermanos. A su captora, Elsa Hidalgo, la conoció porque se había puesto en pareja con un vecino. “Hasta que leí el expediente nunca supe su nombre. Yo la conocía como Natalia”, cuenta.

Hidalgo la invitó a que la acompañe a la provincia de Tucumán, porque iba a comprar ropa. J.R. fue, y nunca se imaginó lo que iba a sucederle. La encerraron en una habitación de la casa de un ex policía que también se dedicaba al narcotráfico. En ese lugar estaba otra chica, “tenía 15 y era de otro país, creo que Paraguay. También había sido engañada como yo”, recuerda.

En esa habitación permaneció más de un año. Ahí dentro, en la oscuridad y sin poder ver la luz del día, eran explotadas sexualmente y golpeadas. J.R. recuerda que lloró todo el tiempo y no entendía nada. “Hidalgo me dejó tirada, abandonada con personas realmente malas. Y bueno, ahí comenzó todo. Siempre le agradezco a la Virgen, aunque haya sido una persona de ese lugar horrible -uno de los del narcotráfico- quien me  ayudó y me sacó de ahí para traerme a Catamarca”, cuenta.

Este hombre se habría “enamorado” de ella y fue por eso que la ayudó a salir. Sin embargo, su calvario no terminó. Cuando llegó a su casa, su mamá le contó que había denunciado su desaparición, pero le confesó que nunca hubiera imaginado algo como lo que ella le relataba. La policía nunca la había buscado entendiendo que aquella niña de 13 años había huido con alguien por su propia voluntad.

Desde que regresó, J.R. se escondió todo el tiempo. Tenía miedo de que la buscaran sus captores porque conocían la casa donde vivía. Incluso, llegó a pedir que la alojen en el hogar para niñas Sipas Huasi, donde permaneció unos meses. 

En ese contexto conoció al padre de dos de sus hijas. Tenía 15 años. Sin embargo, y aunque se sentía tranquila porque pensaba que en la nueva casa donde estaba Hidalgo no la buscaría, en ese nuevo hogar fue golpeada y maltratada. Denunció y se fue. Para ayudarla el Estado le otorgó un plan del Programa “Ellas Hacen” por ser víctima de violencia de género.

Ese plan fue el regreso a la primera pesadilla. En la charla de capacitación también estaba “Natalia” (Hidalgo), quien se acercó, la siguió y la amenazó con llevarse a sus hijas. “Esta vez no me obligaron a nada sexual, pero me hacían llevar y traer droga a Catamarca. Yo tenía que hacer lo que ella me decía”, dijo.

Tenía 18 años cuando, tras un procedimiento policial en la localidad de La Merced, del departamento Paclín, les encontraron la droga que transportaban y las detuvieron a ella y a Hidalgo. “Natalia” fue presa un tiempo pero la liberaron después. Así, continuaron las amenazas, pero esta vez por parte del ex policía tucumano quien la buscó para que vuelva a transportar.

J.R. se quiebra. Cuenta que esa vez el sujeto la violó y la golpeó hasta desmayarla. Cuando despertó tenía una mochila con 5 kilos de marihuana y una carta dirigida a Alexis Roldán (hoy preso por homicidio y abuso sexual), a quien debía llevarle la sustancia. Cuando llegó a Catamarca su desesperación fue tanta que en vez de cumplir con la orden decidió confiar en la Justicia y denunciar el abuso al que fue sometida.

Entregó la mochila y la carta a la división de drogas que fue llamada por los sumariantes de la Unidad Judicial 1. “Creo que lo detuvieron a Roldán y a su cuñado (el ex policía), pero los dejaron libres después por falta de pruebas. La droga que les di no figura en el expediente. Mi denuncia por abuso y por trata nunca se investigó. Me dijeron que acá no podían hacerlo porque correspondía a Tucumán, pero allá mis captores tienen contactos. Nunca supe qué pasó con esa denuncia. Aquella vez me mandaron a mi casa y me dijeron que no diga nada”, cuenta.

La impunidad con la que se movía la red era tanta que dos años después (en 2016) volvieron a buscarla. “No sé cómo averiguaba todo de mí siempre”, se asombra. La obligaron a lo mismo y la policía volvió a detenerla. J.R. estuvo 6 meses presa junto a su captora. Tenía miedo dentro de la misma cárcel.

“Ahí las cosas comenzaron a cambiar porque conocí a mi abogada –Silvia Barrientos- y ella empezó a ayudarme”, cuenta la joven. La nueva lucha era por su sobreseimiento. La letrada envió cartas a organismos provinciales y nacionales para pedir protección para su defendida, pero las respuestas llegaron muchos años después.

Diez veces se suspendió el juicio que se iba hacer por el tema de las drogas. Yo estaba imputada junto con Hidalgo y su pareja, por eso la causa estaba agravada por el número de personas”, relata.

Hace un silencio para seguir hablando y  aclara: “No quiero llorar porque están mis hijas. La psicóloga me dice que trate de olvidar, pero nunca podré”, dice con la voz entrecortada.

Las vulneraciones que vivió siguieron sucediendo. Cuenta que los defensores oficiales le hacían firmar cosas y ella confiaba, que tuvo custodia policial por su denuncia de trata de personas, pero a la vez estaba con prisión domiciliaria por la causa de drogas. “Me pusieron custodia porque después de que salí de la cárcel ellos volvieron y casi secuestran a mis hijas que estaban jugando en la vereda. Por suerte yo tenía a mi abogada”, dijo.

Como el Estado no le ofreció más protección, J.R. vivió un tiempo en la casa de su abogada. Después de un tiempo conoció a una nueva pareja, con quien hoy sigue conviviendo y está bien. “Ya van a ser 5 años que estoy un poco más tranquila. Pero aún no puedo salir de casa sin tener miedo”, refiere.

"No imaginaba que me iba a ir bien"

J.R. explica que aún no puede creer que la hayan sobreseído. “Fue emocionante. Me sentí muy contenta por un lado, pero por otra parte volver a acordarme de todo me puso mal. No me imaginaba que iba a pasar esto, que me iba a ir bien. Aunque lo que más quería era que las personas que me hicieron daño estén presas”, cuenta.

“Lloraba. Me agarró una crisis de nervios y lloré muchísimo. Casi no podía ni hablar no sentía ni las piernas. Esta mañana –por ayer jueves- tuve que ir al banco a hacer un trámite y me sentía incómoda con mi libertad. Como tenía prisión domiciliaria desde el 2016 siempre debía pedirle permiso a la policía, para todo pedía permiso y hoy tenía la sensación de que me iban a retar”, aclara.

J.R. cumplió sus 27 años hace poco. La mitad de su vida vivió sometida y con miedo. Aún hoy el miedo persiste porque sus captores continúan libres y ella debe esconderse, resguardarse. Asegura que no podía tener un teléfono tampoco, nada que haga que los “malos” la encuentren. No entiende qué pasó, por qué ante su relato claro ellos no fueron imputados y el Estado no investigó ni investiga esta red. No entiende por qué ella fue presa y tratada como delincuente.

Su voz desde el otro lado del teléfono transmite ternura. Piensa en aquella chica de Paraguay y en la habitación oscura. Piensa en sus hijas y en lo que no quiere que les pase. A nadie le desea lo que vivió. La reparación para ella significó una libertad a medias. Pero sus ganas de recomenzar y su fortaleza para enfrentar el miedo contagian. 

"Me perdí la mitad de mi vida", concluye. 


Fuente

https://www.pagina12.com.ar/347525-perdi-la-mitad-de-mi-vida

Nota: la imagen y negritas están en el original





Eligió ser trabajadora sexual en Argentina para no morir de hambre

Testimonio de prostitución

Esta nota muestra claramente que eso que llaman “consentimiento” o propia voluntad es posible eliminando la coacción presente en las condiciones de vida, que la única elección es entre el hambre o la prostitución. A eso llaman “elección”. Otro punto que muestra es como la naturalización y promoción de la prostitución como “trabajo” actúa obturando la posibilidad de reconocer la propia situación de víctima y reaccionar. El tercer ítem es que organizaciones dan el apoyo y claridad necesarios para poder salir de esta situación porque los gobiernos no lo hacen.


Eligió ser trabajadora sexual en Argentina para no morir de hambre

Cuando viajó de República Dominicana a la Argentina sabía perfectamente lo que le esperaba: "No había trabajo y lo más común era la prostitución", cuenta Margarita que gracias a la ayuda de otros logró dejar ese círculo. Se recibió de instrumentadora, estudia enfermería y trabaja en un geriátrico

Florencia Rodríguez Petersen

DOMINGO, 29 DE AGOSTO DE 2021 · 15:59

 

Tiene 36 años y, en realidad, no se llama Margarita. "Prefiero que no digas mi nombre, no somos muchas y tengo una hija adolescente que no sabe de mi pasado", dice. Pasaron 14 años desde la primera vez que aterrizó en Buenos Aires. Dejó a su hija, de un año y medio, al cuidado de familiares en San Juan de Maguana al sur de la isla de República Dominicana. Acá la esperaba su mamá... y un trabajo que parecía ser la única opción ante la pobreza extrema.

 

Si bien en Argentina fallan -o faltan- las estadísticas, muchos en el barrio de Constitución comentan que todavía son muchísimas las mujeres que llegan de América central para ejercer la prostitución en esta ciudad. Margarita cuenta el suyo como un caso más, de muchos que conoce. Y Elisabet Ríos, a la que llama "un ángel" coincide en la afirmación.

 

Eli -el personaje secundario, pero con un rol protagónico en esta historia- es enfermera, trabaja desde hace años en el Hospital Garrahan y hace voluntariado en una parroquia del barrio. Desde hace años decidió sumarse a la Red de Posaderos de Lumen Cor, una fundación que trabaja para asistir en forma integral a personas en situación de calle. Pero pasó un tiempo entre la llegada de Margarita y su encuentro con Eli.

 

                                                   "Lo más común era la prostitución, vine sabiendo eso"

"MI mamá estaba en Buenos Aires desde el 2000, más o menos", recuerda Margarita y cuenta que la que la ayudó a venir fue su una prima de su cuñada. Así fueron llegando todas: una red de contactos que ofrece la prostitución como alternativa a la pobreza extrema de su país. "Mi llegada a Argentina, en 2007, fue dura. Me di cuenta de que había dejado mi mundo y mi vida, que es mi hija. Al principio mi mamá estaba conmigo y me apoyaba mucho. Es una gran mujer, una buena amiga", dice.

 

"Cuando llegué, lo más común acá era la prostitución. No había mucho trabajo más allá de que uno tuviera estudios y profesión. Yo vine sabiendo eso. Y elegí. O me quedaba en casa y moría de hambre o venía a buscar el pan para mi hija porque soy madre soltera. Ganaba muy poco trabajando como secretaria y elegí", relata consciente de todo lo que implicó esa decisión.

 

"Dejé a mi hija de un año y medio con mi hermana mayor. Le mandaba plata hasta el día que me la traje", acota con una sonrisa de satisfacción. Recuerda que uno de los momentos más fuertes de este recorrido fue cuando en 2011 volvió por primera vez a su casa, en República Dominicana, "Ella, mi hija, pensaba que yo era la tía. Me quedé unos dos o tres meses. Ese tiempo fue muy lindo. Me pude olvidar de la vida en general, los hombres... todo". Corta el relato. Cierra los ojos. Pide permiso para comer un chocolate y sigue: "Después de ese viaje, volví a lo mismo que hacía".

 


        "HAY QUIENES PIENSAN QUE PORQUE PAGAN PUEDEN COMPRAR A LAS            PERSONAS", DICE MARGARITA YA FUERA DEL CÍRCULO DE LA PROSTITUCIÓN.


Mientras seguía ejerciendo la prostitución, con el fin de enviar dinero a su casa y que su hija pudiera tener una educación, logró tener una pareja estable. "Viví tres años con él. Era un bipolar. Loco", afirma y sigue: "Dejé de trabajar un tiempo. Él me pagaba mensualmente lo que yo ganaba trabajando pero era muy celoso. Físicamente no me hizo nada, pero lo hubiera preferido. Aunque suene feo tengo que decirlo, muchas veces una bofetada lastima menos que las palabras hirientes. Hay quienes piensan que porque pagan pueden comprar a la personas", reflexiona.

 

Su mamá la ayudó a salir de ese lugar. Le propuso que se mudara con ella y que lo hiciera sin avisarle nada. "Fui llevando mis cosas de a poco y un día me fui. Cuando se enteró, me llamó mucho. Volví, me junté una semana o dos y lo dejé definitivamente", comenta Margarita.

 

                              "Mi mente era un signo pesos, sólo me relacionaba con personas por dinero"

Volvió a ser trabajadora sexual. Pero ya no era la misma. Al cabo de un tiempo, sintió el impulso de entrar a una Iglesia frente a la Plaza Constitución. "Fue hace seis años, más o menos. Necesitaba contención y fui a la Iglesia. Ahí conocí a dos maravillosas personas, Eli y Mario", cuenta y sigue: "Nunca antes había considerado entrar, pero ese día algo me empujó a hacerlo. No estaba enojada con la vida, pero sí era consciente de que tenía que salir adelante por mi hija. Sin ella, no me hubiera importado nada", dice.

 

Lo primero que le llamó la atención fue que la recibieran con los brazos abiertos y sin preguntas. "Sin cuestionarme me abrieron la puerta de su casa. Diría que ellos tienen un don o algo. Yo no era de abrirme mucho, era muy cerrada. En mi mente tenía un signo pesos y sólo me relacionaba por eso: la persona era dinero y por eso no hablaba con mujeres", relata. Y reconoce que en los años de amistad con Eli se convirtió en una persona mucho más extrovertida. Y que ahora hasta se anima a abrirse para contar algo de su historia.

 

En esa época Margarita empezó a frecuentar la Iglesia con frecuencia. "Volvía siempre porque me gustó la manera en que me recibieron. Eli me decía que fuera a cantar. Me invitó a su casa. Eso me gustó de ella: sin conocerme me invitó a su casa. No me juzgó... Gracias a Dios Eli nunca tuvo desconfianza. Siempre digo que Eli es un ángel del Señor. A veces me enojo con ella porque es muy buena", dice.

 

Del otro lado, Eli cuenta que le pedía a Margarita que la acompañara a reuniones, cumpleaños o a visitar a algún anciano que estaba solo en su casa. Incluso, como no sabe cocinar, dice que esa era una de las excusas que mejor funcionaban para abrirle un espacio de encuentro y diálogo. Sin embargo, a pesar de que cada vez había más confianza entre ellas, nunca le contó a qué se dedicaba. "Pero creo que ella lo imaginaba", dice y sigue: "Me daba vergüenza. Yo ya me empezaba a relacionar con otras personas. Y acá, sin conocerte te juzgan. Nunca escuchan el motivo por el que llegás a determinado lugar, qué te hizo así. Es más fácil para nosotros juzgar: nos pasa con un borracho o con un indigente, juzgamos antes de ofrecer ayuda… Hay personas que debemos aprender y dejar el egoísmo de lado".

 

Me daba vergüenza decirle que ejercía la prostitución. Acá, sin conocerte te juzgan. Nunca escuchan el motivo por el que llegás a determinado lugar, qué te hizo así

Margarita recuerda exactamente el momento en que Eli se enteró de que ella era trabajadora sexual. "Me vio en la calle e hizo como si no pasara nada. Se acercó, me saludó. Yo estaba con otras personas y para ella fue lo más normal del mundo". Del otro lado, Elisabet replica: "Conocía a dos o tres de las mujeres que estaban en el grupo. ¿Cómo no las iba a saludar?"

 

Margarita siguió yendo a la Iglesia. Se había incorporado al coro de las misas y además estaba cómoda en ese espacio. "Cuando empecé a relacionarme con ellos empecé a estudiar para poder salir de ahí. Me gustaba encontrarme con Eli, porque es una persona abierta, que te escucha y te ayuda a buscar la manera de salir. Siempre había querido salir de la prostitución pero no sabía cómo. Ella me ayudó a ver que si no estudiaba no iba a poder salir".

 

Con la ayuda de Eli pudo buscar otro trabajo. Desde hace cinco años trabaja en geriátricos. Pensó en estudiar enfermería, pero cuando fue a inscribirse, a último momento, optó por ser instrumentadora. No se arrepiente de haber estudiado, pero sí de esa elección. "Ahora trabajo en un geriátrico con adultos mayores. Lo básico de enfermería sí lo sé hacer. Y me doy cuenta de que eso es lo que más me gusta, porque la enfermera es el pilar del paciente. En cambio como instrumentadora sólo puedo estar en el quirófano y además sin nacionalidad es muy difícil ejercer".

 


                                                               "En 2017 fui a Dominicana a buscar a mi hija"

No usa tarjetas de crédito porque no le gusta deber y es bastante desorganizada con la plata, pero en ese momento necesitaba una tarjeta para comprar el vuelo a Santo Domingo. "El novio de la hija de Eli sacó con la tarjeta el pasaje para que yo pudiera viajar a Dominicana", dice con extrema gratitud. tenía planeado volver con su hija, pero hasta último momento no sabía si eso iba a ser posible.

 

"Estaba casi segura de que iba a volver con ella. Un año antes había empezado el trámite para el ingreso de ella. Encontré al hijo de una paisana que me contactó con una abogada que me ayudó a hacer ese trámite. Ella no sabía que iba a venir", recuerda. Y añade: "Fue muy lindo tenerla conmigo".

 

Mi hija no sabe que fui trabajadora sexual ni sabe que mi madre aun lo es

Su hija, adolescente, forma parte de un grupo scout en la Iglesia Inmaculado Corazón de María, la misma parroquia a la que Margarita había entrado sin saber bien qué buscaba unos años atrás. "Mi hija no sabe que fui trabajadora sexual ni sabe que mi madre aun lo es. Quiero que se sepa defender, que sea algo importante en la vida, que tenga una carrera, una profesión, que viva

 

Muchas veces Margarita aprovecha sus francos para ir a ayudar a la parroquia. "Ayudo en Caritas y en la merienda, quiero devolver a otros lo que hicieron conmigo. En cada persona hay una historia. Esos lugares dan el pie para que las personas puedan hablar y buscar ayuda. Está bueno porque uno necesita que lo ayuden, que lo atiendan".

 

             "Si uno no quiere salir de la prostitución no va a hacerlo por más que otros insistan"

Insiste una y otra vez en que encontrarse con Eli fue una salvación. "Es muy personal querer salir de la prostitución. Si uno no quiere hacerlo y no llega su momento, por más que otros insistan, no lo vas a lograr. Uno es quien tiene que decidir: 'Ya no quiero más esto'. Si en verdad querés salir te incomoda todo. Yo sentía que ya molestaba en ese lugar... Y me sentía aceptada en otro ámbito. Eso fue clave", dice. Agrega además: "Hay gente a la que le gusta ese círculo y lo elige. También hay quienes quieren salir pero no pueden".

 

Su mamá todavía ejerce la prostitución. Margarita lo cuenta sin juzgarla. No manifiesta un reproche ni resentimiento. "Mi hermana tiene cuatro hijos. Ella es sola y no tiene ayuda de los padres de sus hijos. Con mi hija acá yo sólo puedo darle un poco de dinero. Y mi país es caro. Pagamos colegio, agua, todo. Somos mi madre y yo para cubrir todos los gastos. Mi mamá sigue en la calle porque necesita ayudar a mi hermana con sus gastos", relata y añade: "Yo, gracias a Dios, tengo un trabajo. Ya estoy hecha. La veo a mi mamá trabajando para ayudar a mi hermana porque los chicos no tienen la culpa. Y necesitamos que ellos se eduquen", concluye mientras sigue buscando un lugar accesible -por costos y horarios- donde estudiar la carrera de enfermería.

Fuente

https://www.mdzol.com/sociedad/2021/8/29/eligio-ser-trabajadora-sexual-en-argentina-para-no-morir-de-hambre-182989.html





Cajas de miseria

 

Me harté del abolicionismo de sillón. Basta. Me fui de todos los grupos, me cansé de relatar cómo Orellano busca a las pibas acá, en la esquina de mi casa, llena listas, gestiona un privado también cerca en donde las pibas pueden retirar una caja de alimentos cada quince días a cambio de las firmas. Mientras algunas se niegan a autodenominarse trabajadoras sexuales el precio es quedarse sin la caja de la miseria. La semana pasada una mujer de más 50 que se para en la esquina hace 20 festejaba el kilo de yerba que vino. Otras no quieren consumir más pero los clientes / prostituyentes se niegan a subirlas a los autos sin esa condición. Súmale el forro que siguen sin querer usar.

Mientras Marga me preparaba una caja de alimentos para tratar que esta semana X no vuelva a la calle llegaron dos víctimas de trata. Rotas, sin conocerme una de ellas se agarró a mi brazo y lo apretó hasta dejarme las marcas en la piel, una suerte de transferencia de dolor acumulado. Ella, secuestrada a cuadras de mi casa me hizo pensar otra vez en lo contradictorio que es decirnos abolicionistas y no movernos de nuestras pantallas bajando línea (y no hablo de todas, pero si de aquellas que hoy gestionan en el gobierno y no aparece nada).

De la otra compa no puedo ni hablar después de que nos mostró cómo le rompieron los dientes, le cortaron su hermosa cabellera rizada y dejaron huellas en partes de su cuerpo para aleccionarla.


Este estado que amplía derechos para todxs se está olvidando otra vez. No es un olvido casual. La trata y la prostitución, la explotación de cuerpos feminizados NO puede no ser agenda. Regular no es la salida pero es lo que tratan de imponer con el discurso liberal de mi cuerpo mi decisión. Hablen con ellas, las sobrevientes y hablemos después de elecciones.

del muro de Mariel Rosciano en facebook





Testimonio de sobreviviente de prostitución

 Testimonio de prostitución

Texto publicado en facebook por Sonia Sánchez

Sonia Sanchez

·

Saben que todo el dinero que produje mientras era explotada sexualmente en el prostíbulo de Tarantini -proxeneta y tratante de personas- río gallegos -se lo quedó él,

Sí, porque yo tenía como proxeneta directo al Estado, las demás mujeres

(eramos 10),  los fiolos venían los viernes a retirar lo que producían esas mujeres prostituidas de viernes a viernes.

Las putas dentro de un prostíbulo no manejan el dinero, lo hace el dueño o dueña del prostíbulo

 (son ilegales en argentina los prostibulos)

PUTA= ESCLAVA SEXUAL

PUTERO= VIOLADOR

PROSTITUCION= CAMPO DE CONCENTRACION.

Yo lucho por la penalización del PUTERO,

hasta el.abolicionismo siempre💪