miércoles, 21 de diciembre de 2016

Trata de personas: la historia de Sandra

Testimonio de Prostitución


Esta es una historia de trata de personas, pero no nos confundamos, es fundamentalmente una historia de prostitución, simple y a secas. La trata de personas es la forma penal en la que bajo determinadas condiciones se produce la captación y explotación sexual. Constituye el 95% de las personas en prostitución, el resto, el 5%  son captadas de manera “suave”, sin una violencia explícita, pero siempre abusando de una situación previa de vulnerabilidad, por eso también podrían ser considerados casos de trata de personas que no encajan en el tipo penal.
Una vez más se comprueba que el delito de trata de personas es un medio por el cual son sometidas las mujeres necesarias para el funcionamiento de los burdeles o la prostitución callejera, de ahí que no puedan ser separadas la trata de la prostitución, son dos caras de la misma y única moneda. También demuestra que la mayoría de las mujeres y niñas, no importa cual fuere su condición, no imaginan ni quieren a la prostitución como una posible salida de sus estrecheces. La llamada “voluntaria” es minoritaria, estadísticamente irrelevante y cuando se la explora, encontramos los mismos elementos que en el resto de los casos.
El prostituidor-putero-“cliente” que va a un prostíbulo o las acecha en la vía pública, podrá saber esto, pero no le interesa, al contrario, esa situación agrega más condimento al acto basado fundamentalmente en el sometimiento.
La historia de Sandra es la de tantas niñas y mujeres que son prostituidas, que no se reconocen a sí mismas como víctimas y que son capaces de decir que lo hacen por propia voluntad. No es un caso especial ni extraño, es parte del mundo de la prostitución.
Alberto B Ilieff


14 de setiembre de 2015
Trata de personas: la historia de Sandra
Es uruguaya pero pasó también por Argentina y Europa. La primera que la explotó fue su propia madre. Un accidente de tránsito en Italia la dejó en silla de ruedas pero, paradójicamente, le permitió liberarse de la red de trata.

El proxeneta y su esposa iban en los asientos de adelante. Sandra Ferrini comía un sándwich en la parte de atrás. En cada mordisco dejaba caer las migas sobre el tapizado, en lo que entendía una inocente venganza. Un camión embistió al auto en el que viajaban y a otros nueve vehículos. El espectacular choque fue titular en la prensa italiana. Sandra sobrevivió, pero quedó por un tiempo en silla de ruedas. Aquel accidente de 2005 fue, paradójicamente, uno de los momentos más felices de su vida. La red de trata que la explotaba desde hacía 37 años la dejó tirada ?y libre? en la calle.




"La máquina dejó de funcionar".

Durante la entrevista con el diario El País de Montevideo pide no abrir las cortinas, está acostumbrada al encierro. Su historia, como la de 21 millones de personas en el mundo que son objeto de trata según la Organización Internacional de Trabajo, transcurre en penumbras. Apenas parte del Estado y las ONG que se ocupan de dar cobijo a las mujeres explotadas sexualmente, toman dimensión del asunto. El Paso, una de estas organizaciones uruguayas, atendía hace tres años a una víctima por semana. Hoy llegan a cinco.

El dinero, estimado en 150.000 millones de dólares anuales a nivel mundial y apenas por debajo del narcotráfico, sumado a la larga utilidad del producto-máquina-persona, explica el poderío de este "negocio". Sandra llegó a "valer" 1.000 dólares en Italia y el doble en España. Todo para que la dejaran hablar con su hijo o que su padre permaneciera con vida un día más.

La primera vez fue cuando tenía ocho años; su madre la vendió a un vecino del Cerrito de la Victoria. La niña debió cruzar el cantero que separaba ambas casas y vio al hombre cuando su esposa no estaba. En el dormitorio, aquel adulto de rasgos agresivos, recuerda, le hizo algo que a ella le dolía, pero no lograba comprender qué era. Su madre esperó en el living, cobró y se fue. En los días? y años? siguientes Sandra fue el recipiente en el que otros vecinos y sus amigos depositaron su goce y los valores de una sociedad machista.

"A los 14 años conocí al joven D. Me prometió que iba a sacarme de aquel infierno y me llevó a vivir a un hotel en Paso Molino. Me contó que robaba y que con esa plata íbamos a comer", recuerda Sandra como flashes, otra de las secuelas que le dejó la explotación. Pero al tercer día de su "nueva" vida, el "compañero" le manifestó que la Policía lo buscaba y que ella debía salir a la calle. "Ya lo hiciste más de una vez". Esa fue la excusa. "Si no, mato a tu viejo". Esa fue la amenaza.

Puede que para cualquier mortal la primera pregunta sea: ¿cómo no escapó? "Es difícil tener opción cuando la persona está en situación de vulnerabilidad, sufre maltrato y amenazas", explica Sandra Perroni, coordinadora del servicio de atención a víctimas de trata de la ONG El Paso y del Mides. Por eso a la hora del reclutamiento ?el primer paso de toda red? hay un juego de seducción y otro de fuerza.

A sus 55 años, Sandra Ferrini no tiene casi familia. Tuvo cuatro hijos: uno murió a los pocos días de nacer, otro se suicidó, a un tercero lo robó la red en Italia y al cuarto no lo ve desde que su historia se hizo pública en una película y sus nietos conocieron el verdadero trasfondo. La madre, a quien nunca denunció por temor, murió. Su padre, que trabajaba "todo el día" y era la razón por la cual Sandra intentaba no bajar los brazos, también.

Más de una vez Sandra pensó en suicidarse. De hecho, tras el primer parto que fue complicado y por cesárea, le aconsejaron no volver a embarazarse. Y ella lo buscó adrede: era su mecanismo para morir feliz. En las muñecas tiene las cicatrices de los cortes de la adolescencia. En el pecho tiene las marcas de los senos que le extirparon: el aceite de avión que le obligaron a inyectarse (por eso de que era "chatita") terminó generándole un cáncer. Y ahora la huella física que más la aqueja son unos "tumorcitos" en el cerebro consecuencia de cuando la "surtían a palos".

Sandra debía trabajar desde la mañana hasta la madrugada. Empezó parándose en Bulevar Artigas y Francisco Gallinal. Todo el dinero iba para el joven D., quien repartía lo recaudado con la madre de ella. Luego "atendió" en whiskerías de la Aduana, en Argentina y el interior. Hasta que la llevaron a Paysandú, con la excusa del velorio de una conocida del joven D., para sacar un pasaporte falso (con los años pudo desmontarse esa pata de las redes que contaba con el apoyo del Estado). Fue así que le ofrecieron-amenazaron para ir a España. "Las promesas fueron seis meses de trabajo y después la libertad". Pero aquello fue el infierno. O al menos la puerta de entrada.

El caso de Sandra es uno más de los testimonios de uruguayas que fueron reclutadas y llevadas a Europa en la década de 1990. "Esa modalidad aún no terminó", dice el sociólogo Pablo Guerra. Lo novedoso, explica, es que Uruguay "volvió a ser un país receptivo de las redes". Es que las rutas van cambiando según la situación de los países. En 2008, con la crisis económica que golpeó a Estados Unidos y a Europa, Uruguay pasó a transformarse en zona de tránsito y destino.

Así lo advirtió el Departamento de Estado de Estados Unidos el pasado julio: "Uruguay es un país de origen, tránsito y destino para hombres, mujeres y niños explotados en tareas de trabajo forzoso y trata con fines sexuales (...) Mujeres de la República Dominicana (y, en menor medida, mujeres de otros países sudamericanos) son explotadas en Uruguay".

Solo en 2014, el Mides atendió 113 posibles víctimas de trata con fines de explotación sexual y otras cinco por trata laboral. Del total, 97 eran ciudadanas dominicanas. No en todos los casos la Justicia pudo comprobar el delito. Hasta ahora ninguno de los dos juzgados especializados en Crimen Organizado identificó la trata para el trabajo doméstico, una de las advertencias que realizan las ONG.

Con todo, muchos relatos continúan ocultos. "Hay veces en que la víctima no es consciente de que es víctima", explica Perroni. Otras, como en el caso de Sandra Ferrini, la persona teme denunciar por desconfianza en las instituciones.

Sandra no sabe a ciencia cierta cuántos integraban la red que la llevó a Europa. Recuerda que en el primer viaje eran tres proxenetas uruguayos que sólo se encargaban de "custodiar" a siete chicas. "En el avión teníamos prohibido hablar con la gente, conversar entre nosotras y hasta nos negaban ir al baño", recuerda, pero cada vez que consideraba la posibilidad de escaparse, la amenaza de matar a su hijo o a su padre aparecía como por arte de magia y le hacía cambiar de opinión.




En España no alcanzó a estar un mes. El joven D. y sus secuaces le habían advertido de no hablar con los gitanos. Si algo aprendió Sandra durante su explotación es que cuando le impedían "algo", ese "algo" podía ser su salvación.

En una de esas noches en que la obligaban a bajar a la plaza para cobrar 34.000 pesetas por 15 minutos de sexo (aún no estaba el euro), fue hasta un bar. Se puso a jugar con una máquina tragamonedas al lado de un gitano y le rogó que la ayudara a escapar. Así fue, metralletas mediante, que a la mañana siguiente la sacaron de la pensión y le dieron dinero para hospedarse en Madrid a la espera de que el Consulado de Uruguay la repatriara. Fue cuestión de pisar Montevideo cuando su madre ya le tenía prontas las medias para que se parase esa misma noche en Bulevar y Gallinal. No tuvo opción.

Con Sandra lo que funcionó fueron las amenazas y los golpes. Al tiempo de su regreso a Uruguay, el joven D. la encontró. Le apuntó con un arma y la obligó a viajar a Italia. Era el Mundial de fútbol, lo que facilitó su ingreso. Estuvo en Milán, en Roma y en Sicilia. "Ahí eran las peores condiciones... Dormía en camas que compartía con otras chicas, nos llevaban al supermercado y no nos dejaban comprar preservativos, teníamos prohibido hablar con desconocidos, debías ir a trabajar cuando ellos querían, no podíamos estar más de tres veces con el mismo cliente y cuando estábamos menstruando nos decían: La máquina pierde aceite". Hace una pausa. "Y desde Uruguay, mi madre me cobraba US$ 2.500 por hablar con mi hijo por teléfono".

Hasta que un día, en 2005, la máquina dejó de funcionar. Por los maltratos que recibió en el hospital, después del accidente, obtuvo dinero con el que construyó su humilde casa en Uruguay.

Puede que el joven D. y los otros integrantes de la red sigan trabajando en Italia. Son los vestigios de esos uruguayos que montaron redes en Europa, los mismos que fueron "desplazados por los rumanos", cuenta el subcomisario Mezquita. A Sandra lo único que le importa es que "ninguna chica pase" por su situación. Pero por ahora, advierte el sociólogo Guerra, "hasta en el pueblito más chico uno puede encontrarse casos". Y para eso no hace falta tomarse un avión.

La víctima

Seis de cada 10 víctimas de trata tuvieron una infancia muy problemática, revela una investigación de Pablo Guerra. El sociólogo se centró en las mujeres que ejercen la prostitución, y constató que 3,2% de las encuestadas fue víctima directa y el 42% tiene conocimiento de algún caso.

El ofrecimiento de un trabajo muy bien pago y con posibilidad de hacer dinero en poco tiempo suele ser el mecanismo de seducción.

En Uruguay no se han comprobado casos de raptos asociados a redes de trata. En República Dominicana dicen que en Uruguay se gana US$ 2.000 al mes. Otras estrategias son las amenazas y la utilización de drogas.

El 98% de la explotación sexual a nivel mundial es femenina y de personas trans. Otros tipos de trata, como la laboral, suelen darse en la pesca, el trabajo doméstico y el cuidado de adultos.
Fuente: Diario El País de Montevideo

http://www.elentrerios.com/interes-general/trata-de-personas-la-historia-de-sandra.htm







Bety- Testimonio de una mujer que vivió el infierno

Testimonio de prostitución

Esta es una historia de trata de personas, pero no nos confundamos, es fundamentalmente una historia de prostitución, simple y a secas. La trata de personas es la forma penal en la que bajo determinadas condiciones se produce la captación y explotación sexual. Constituye el 95% de las personas en prostitución, el resto, el 5%  son captadas de manera “suave”, sin una violencia explícita, pero siempre abusando de una situación previa de vulnerabilidad, por eso también podrían ser considerados casos de trata de personas que no encajan en el tipo penal.
Una vez más se comprueba que el delito de trata de personas es un medio por el cual son sometidas las mujeres necesarias para el funcionamiento de los burdeles o la prostitución callejera, de ahí que no puedan ser separadas la trata de la prostitución, son dos caras de la misma y única moneda. También demuestra que la mayoría de las mujeres y niñas, no importa cual fuere su condición, no imaginan ni quieren a la prostitución como una posible salida de sus estrecheces. La llamada “voluntaria” es minoritaria, estadísticamente irrelevante y cuando se la explora, encontramos los mismos elementos que en el resto de los casos.
El prostituidor-putero-“cliente” que va a un prostíbulo o las acecha en la vía pública, podrá saber esto, pero no le interesa, al contrario, esa situación agrega más condimento al acto basado fundamentalmente en el sometimiento.
Debemos resaltar el papel que juega en la vida de muchas de estas personas la organización Amadh (Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos) en el apoyo y ayuda –con los muy escasos medios que cuentan- a las mujeres y niñas que se esfuerzan por salir de la prostitución.
Alberto B Ilieff



/ 05/12/2016
Testimonio de una mujer que vivió el infierno
Bety fue víctima de una red de trata. Llegó a ser violada por hasta 50 hombres en un día. Pasó por Trelew y habló para ayudar.
Detalles crudos. Bety relató a Jornada el infierno que vivió. Trabaja ahora para ayudar a otras mujeres.

Bety tiene 45 años. A los 16 fue secuestrada en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Vivió cautiva muchos años de su vida. Fue víctima de torturas y violaciones. Tenía que soportar que unos 50 hombres por día pasaran por su cuerpo. Sus dos hijos fueron fruto de un abuso en plena adolescencia. “No sirvo como persona, como mujer. Como pareja no sirvo. No siento nada. Ellos mismos me quemaban la vagina cuando quería escapar”. Todo lo vivido lo transforma en experiencia. Es ahora promotora en la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos.

Con motivo de un Congreso que se realizó en la zona, estuvo en Trelew y aceptó la entrevista con Jornada. “Fui víctima de trata. Empecé en la organización para entender que como mujer tengo derechos. Soy promotora. Hice cursos. Estoy en contacto con mujeres en situación de prostitución. Realizo trámites en las escuelas para sus hijos, saco turnos en el hospital y lo que necesiten”, describió.

A Bety la secuestraron. “A los 16 años fui víctima de trata. Me encerraron en un lugar. Mis hijos desaparecieron. Y ya tenía 2, por una violación. Me encerraron. Vivía a torturas, violaciones. Tenía que soportar unos 60 hombres por día. Te obligaban a hacer lo que decían. No veía ni la ropa, quienes eran, ni cuanta plata hacían. Te mandan también a la calle, en las esquinas. No te podés escapar porque te controlan. Todo pasó de los 16 a los 30 años”, reveló.

Aseguró la mujer que no tuvo en esa situación ningún tipo de ayuda. “Todo lo que hice, fue por mi cuenta. Cuando fui a la denuncia me la tomaron pero me llevaron de nuevo con el proxeneta. Me escapé, me recuperaron mis hijos pero volví a una esquina porque no tenía ayuda económica”.

La pesadilla continuó durante varios años. En 2009 se decidió a acercarse a la Organización AMADH. “Pedí ayuda. Económicamente estaba mal. Quería estudiar. Hasta hoy no lo puedo hacer. Tengo 45 años. Hacemos videos y revistas de prevención de trata”, sostuvo.

Transmite a través de sus palabras la advertencia las mujeres respecto a que los proxenetas no tienen preferencias por nada. “Ellos agarran lo que venía. No tienen un perfil de mujeres. Todas corren peligro. Había paraguayas, tucumanas, correntinas. De todos lados”, aseveró.

Bety al dar su testimonio tiene por objetivo ayudar a quienes están pasando por el mismo infierno que vivió ella. Brinda información a quien lo necesite. “Queremos salvar más mujeres. No queremos a la prostitución como trabajo. No la consideramos como tal. No estamos de acuerdo. Son muchas torturas. No sirvo como mujer. Como pareja no sirvo. No siento nada. Son muchos años. Es daño psicológico también. Ellos mismos me quemaban la vagina cuando querías escapar. Te lesionaban. Las piernas”.

Ella es víctima de trata pero en medio de tanto dolor, agradece poder contarlo. “Me estropearon la vida a mí y a muchas mujeres. Muchas están muertas. No sé ni donde estuve solo así, me cambiaban en distintos lugares. Me llevaban con los ojos tapados. Llegaba como bolsa de papas y pasaban 50 o 60 tipos por día. No comía. Solo prendían la luz y te levantaban cuando llegaban clientes”.

Reiteró el giro que tuvo en su vida ser parte ahora de AMADH. “Antes yo prefería estar en una esquina en lugar de ir a la organización. Pero un día quise informarme. La prostitución era un trabajo para mí. Ahora entiendo que no lo es. Hay que repudiarlo”.

Violencia de género

Estela es colombiana y acompañó a Bety en la entrevista. Ella es víctima de violencia de género. Es también promotora de AMADH y destaca que “es un sitio donde se trata de rescatar a la mujer que está en situación de prostitución y secuestro. Esta organización sirve para quienes sufrimos violencia. Nos ayudan a entender que todas tenemos los derechos pero no los conocemos. Los tenemos que saber cuando estamos siendo violentadas”.

Advirtió la mujer que cuando la violencia invade la vida “uno está ciego. Hablo por mi experiencia. Cuando se llega a la organización se abre una puerta diferente. Allí se aprende. He visto que se logró sacar personas de esa situación. Han salido, lo han logrado. Es un gran paso. La mujer se vuelve mucho más fuerte. Aprende de la vida desde otro lado”, sostuvo.
Fuente: Red Abolicionista de Prostitución y Trata. Se puede reproducir citando la fuente

Prevención de la mujer

Miriam Vázquez es referente de Mujeres de Pie en Trelew. Participa activamente en todas las actividades que se impulsan para ayudar a mujeres que estén inmersas en el círculo de la violencia, se asesora respecto a las situaciones de trata y repudia la prostitución. “No es un trabajo”, resalta. Destacó la sentencia obtenida en el caso Alika en Usuahia en la que se logró condenar a un proxeneta. “Le decimos no a la reglamentación de la prostitución. Es el hecho de violencia y tortura más violento que sufre una mujer”.

Vazquez advirtió que desde AMADH se trabaja “en la prevención e la mujer. El trabajo es muy importante. Se recorre las noches rescatando a las mujeres en situación de prostitución”.

Se refirió a los casos de trata que están siendo investigados en Trelew. “Dijeron que esto se pone de moda. Que es como todo. No es así. Quien dijo esto, es falso. Es visibilizar. El sol no se puede tapar con la mano. Los involucrados tienen que saltar. Son grandes redes. Está muy bueno que se allane. Que la justicia haga su trabajo. Que el responsable pague. Si hay una mujer presa seguro ha sido victima, explotada y ultrajada. Detrás de todo esto, hay hombres machistas que viven del cuerpo de las mujeres. Que caiga quien tenga que caer. Queremos proxenetas presos”.

Fuente
http://www.diariojornada.com.ar/176122/sociedad/me_secuestraron_me_ultrajaron_y_me_sometian_unos_50_hombres_por_dia/


Nota: la fotografía fue publicada en la noticia original, por eso es aparece en este blog

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jueves, 20 de octubre de 2016

Karina Nuñez - Testimonio de prostitución

Karina Nuñez - Testimonio de prostitución




La historia de Karina es una repetición de otras tantas de personas en prostitución. Digo “tantas” por no decir “todas”.
Vale la pena detenernos en el siguiente párrafo:
“…fui explotada desde los 12 y soy trabajadora desde los 18. Siempre viene de antes. No es que cumplís 18 y te preguntás: ¿qué voy a ser: princesa o prostituta?....Tengo compañeras que comenzaron en su niñez.”
Repito: “comenzaron en su niñez” Este es el discurso del amo, del proxeneta, del “cliente” porque una niña de 12 años o aún menos, no se prostituye, es prostituida. Son siempre otros, adultos, los que las seducen, las empujan o las obligan a ese camino y luego se autojustifican y lapidan a la niña diciendo: nació putita, le gusta, no quiere trabajar, es fácil.
Es la historia de los vulnerados, de los sin derechos, de quienes no tienen acceso a la educación, a la salud, a la comida.
¿Cuál es la posibilidad de elección?
Se podrá decir que a los 18 ya se tienen otras herramientas, que se abre otro mundo. En teoría podría ser así, pero no hay que olvidar que al llegar a los 18 esa persona fue penetrada por cientos de hombres, que se abusó de su cuerpo de las maneras imaginables y de otras, que fue manoseada y humillada miles de veces y que seguramente nunca nadie le dijo que podía ser otra cosa ni fue capacitada para serlo, entonces, llegar a los 18 es una ilusión.
El reglamentarismo o regulacionismo deja de lado todo esto, cree que mágicamente cuando se cumple la mayoría de edad y se cuelga el cartelito de “trabajadora sexual” todo el daño desaparece. Crea la ficción de la libre elección para tranquilizar las conciencias de la sociedad permitiéndoles dormir tranquilas: la prostitución es una cuestión personal y lo hacen porque quieren.
El reglamentarismo dice que reconociendo la prostitución como trabajo, las personas acceden a los beneficios y a la protección del régimen laboral. Bien sabemos por la experiencia en los países reglamentaristas y que es corroborada por los dichos de Karina, pues en Uruguay la prostitución esta reglamentada, que no es así, por el contrario, los proxenetas-tratantes al ser reconocidos como empresarios tienen más posibilidades, menos límites y por eso aumentan, no disminuyen, los males. Karina dice: “no podés permitir situaciones de esclavitud, y no denunciarlas. No podés permitir que se lleven a personas en jaulas de ganado de una parte a otra del país….”
El testimonio de Karina pesa por sí mismo, aunque se define como “trabajadora sexual” y es legalmente reconocida como tal, su historia es la misma que la de cualquier otra mujer o niña en prostitución.




Karina Nuñez



  "El Estado es nuestro peor proxeneta"
Publicado: 16/09/2016
"El Estado es nuestro peor proxeneta"MARÍA JOSÉ MALLOT


Karina Núñez: "Hay que salir al interior a escuchar las historias desgarradoras".
A los 12 años cambió sexo por un yogurt. Desde entonces Karina Núñez es trabajadora sexual y una activista solidaria sin proponérselo.
Por Magdalena Herrera

No la dejan entrar en las whiskerías porque denunció explotación, tráfico y abuso en esos recintos del Uruguay profundo. Karina Núñez (52 años) dice que al Estado lo único que le preocupa es que ella y sus compañeras no transmitan enfermedades a los consumidores de sexo. Que los gobernantes deberían salir de sus "empolvados escritorios" y embarrarse los pies para ver la situación en los quilombos del interior del país.

-¿Cómo era tu familia?

-Yo nací en Fray Bentos y soy hija biológica de una trabajadora sexual y un proxeneta. Mi abuela fue explotada sexualmente, mi madre también y luego vine yo. Por suerte logré que con mis hermanas e hijos se cortara una cadena donde la dignidad era una palabra inalcanzable. Fui educada por un referente local muy fuerte que sembró en mí esa semilla de la dignidad.

-¿Desde qué edad sos trabajadora sexual?

-En realidad fui explotada desde los 12 y soy trabajadora desde los 18. Siempre viene de antes. No es que cumplís 18 y te preguntás: ¿qué voy a ser: princesa o prostituta? No, lleva un proceso mucho más largo. Tengo compañeras que comenzaron en su niñez.
“ Cuando tenés las tripas pegadas en el espinazo no pensás ”
-También comenzaste en la niñez. ¿Eras consciente?

-No, pero no fue traumático en el momento sino después, cuando me enteré que lo que me había pasado no debería haber sucedido. A los 12 años era comer algo con mis hermanas o no comer.

-¿Lo hiciste por dinero para comer?

-La primera vez fue por un yogurt. Por cinco pesos para comprar un yogurt. Ni lo pensé. Cuando tenés las tripas pegadas en el espinazo no pensás. Nadie que tenga la panza vacía puede decir que decide algo.

-Después de los 18, ¿te cuestionaste sobre hacer otro trabajo?

-No. Ahí era sobrevivir y criar a mis cuatro hermanas mujeres. Me dicen mama. Mi madre pasaba un proceso bastante complicado de consumo de alcohol y no podía hacerlo.

-Sos una persona muy fuerte.

-Somos muchas. Yo siempre le digo a la gente: si ustedes salieran al interior profundo y pudieran conversar con cada una de las trabajadoras se enterarían de terribles historias de resignación, de luchas internas y externas, de resiliencia.
“ Tengo compañeras que con 7 u 8 años fueron violadas y abusadas por sus hermanos y después vendidas ”
Yo tuve el bonus que me enseñaron sobre lo que era la dignidad, a no agachar la cabeza y luchar por lo que pienso. Pero muchas de mis compañeras tienen el virus de la autodiscriminación en sus huesos y eso no les permite salir de los lugares que les dan seguridad, que son donde más sumidas están.

Si la institucionalidad se tomara la molestia de salir de sus empolvados escritorios, tocar tierra y cruzarse con esas realidades, verían que lo mío es una papa comparado con otras historias.

-¿Te parece una papa?

-Comparado con otras vidas sí. Tengo compañeras que con 7 u 8 años fueron violadas y abusadas por sus hermanos y después vendidas por sus propios padres o hermanos. Fueron obligadas a parir hijos y venderlos o comerciarlos frente a sus ojos. Parece de película mexicana pero pasa en Uruguay.

Esas compañeras han sobrevivido a eso. Ojo, sus saludes mentales no están bien. Pero como para Uruguay lo único que importa es que no tengas bacterias que infecten a ningún consumidor de sexo, lo que pase por el resto del cuerpo de la trabajadora es incumbencia de ella. Y no del Estado que debe garantizar los derechos a todos sus pobladores.

El gobierno se ocupa de la parte epidemiológica pero no del ser humano integral que está en ejercicio de la prostitución. Al Estado solo le interesa que las trabajadoras sexuales no transmitamos cosas.
El tráfico interno es algo que no está visualizado por la sociedad. Lo toman como algo común  que se consiga un noviecito y la lleve de paseo a Punta del Este.


-En los últimos gobiernos, se han instalado comisiones y el tema está sobre la mesa. ¿No has notado cambios?

-No ha cambiado mucho. He visto discursos más humanizados pero solo discursos. O discursos que en la práctica llegan hasta el Santa Lucía. Hacia afuera, que es donde trabajo, no se ven cambios. He visto crear comisiones, institutos, ministros hablar, pero las trabajadoras sexuales seguimos siendo una cosa que pulula dentro del caldo de cultivo de las vulnerabilidades del Estado, que es el mayor proxeneta que tenemos.

-No entiendo, ¿por qué?

-Si el Estado no te dignifica, te vulnera. Como ciudadanas somos vulneradas. Nosotros pagamos la luz, el agua, cada cosa que consumimos. Nosotros estamos nutriendo al Estado más allá que no nos reconozca.

-En este momento, ¿estás trabajando?

-Sí. Trabajo en calle porque me han echado de todas las whiskerías.

-¿Por qué?

-Por las denuncias que he hecho sobre explotación y abuso a compañeras. Si tenés un poquitito de amor el prójimo no podés permitir situaciones de esclavitud, y no denunciarlas. No podés permitir que se lleven a personas en jaulas de ganado de una parte a otra del país y no denunciarlo. No podés. Logré que más de 70 personas fueran procesadas vinculadas a las whiskerías, a redes, por explotación, violencia, tráfico, venta de droga.
“ El único proxeneta que tuve fue mi madre y me libró de todo el resto ”
-Decidiste transformarte en una activista.

-No, lo mío fue al revés. Me enteré que era activista cuando vine a Montevideo con una compañera con sida y estuve muchos días con ella en el Maciel, hasta que murió. Allí se acercaron desde diferentes asociaciones de trabajadoras sexuales, meretrices y trans.

Antes lo hacía porque me salía así. Siempre iba con mis compañeras a protestar si no eran bien atendidas, a hacer denuncias o a sacarlas de la comisaría. Me pasaba jodiendo al sistema. Para mí era solidaridad, y joder al sistema. Después me enteré que era militancia.

-Has logrado mejorar la situación de muchas compañeras. ¿Cómo te acercás y lo conversás con ellas?

-Mucha gente me ayudó a capacitarme primero en el tema sida ya que vi morir a muchas compañeras y luego en otras áreas.

Primero hay que estudiar a la persona. Si está muy inmersa, no podés, porque te manda al frente y te hace matar a palos por el marido. Si ves que está tocando fondo, ahí se puede conversar algo. Pero como tiene tan dañada la confianza en el otro es difícil.

Con las que más conversás son con las mayores de 40 años y mayoritariamente se acercan porque están celosas de las mujeres nuevas de su fiolo. Conversan contigo por celos pero no porque se visibilicen como víctimas. Ahí le vas entrando.

Pero tengo compañeras que se han muerto sufriendo porque su proxeneta las cambió por otra. Y ese hombre les había quebrado todos los huesos. Las había hecho trabajar toda la vida, abortar, y ellas hasta el día de su muerte enamoradísimas. Muy en el fondo las trabajadoras sexuales todavía piensan que existe el príncipe azul y que esa persona que les está haciendo tanto mal es ese príncipe. Sueñan que lo van a poder transformar solo con su amor.

-¿Tuviste proxeneta?

-No, yo el único proxeneta que tuve fue mi madre y me libró de todo el resto. Por lo que vi después, mejor que fuera mamá y no otro.
“ La caja de herramientas con la que largaron a mi mamá a la vida fue una vagina destrozada ”
-¿Cómo es la relación con tu madre?

-Mi mamá es mi mamá y la quiero. Me dio la vida. Me costó muchísimo tiempo darme cuenta que no soy quien tiene la potestad de juzgarla. Ella hizo lo que pudo, lo que le enseñaron a hacer. La caja de herramientas con la que largaron a mi mamá a la vida fue una vagina destrozada. Más nada. Desde esa vagina destrozada llegué yo. Por eso mi libro se llama “El ser detrás de una vagina productiva”.

-Vive contigo, ¿la mantenés?

-Y ella me mantiene a mi. Me mantiene vivo el recuerdo de lo que no quiero ser cuando llegue a vieja.



-¿Cómo fue tu relación con tus hijos?

-Fue bastante complicada porque fueron hijos del trabajo sexual. Pero son lo mejor que me pasó en la vida. Si no hubiese tenido hijos habría caído en manos de alguna red. Una cosa que no hacen los tratantes es llevarse madres. Solo agarran a aquellas con la que ellos mismos tienen hijos. Porque después de que las mujeres entran en la red y se hacen resistentes a las palizas, la única forma que tienen para opacar su rebeldía es apropiándose de los hijos. Es la manera de mantenerlas.

Ahora mis hijos están grandes, están criados. Igual de todas formas, debí alejarme de ellos para que no tuvieran que pelear por mi. Porque la sociedad, aunque te consume no te perdona. Y te cobra con las cosas más dolorosas que son tus entornos.

Si bien no te dicen puta de frente, porque de noche te dicen mi amor, sí lo comentan con otros. Y esos otros son los que terminan dañando a tu entorno.
“ El único factor liberador es la educación ”
-¿Cómo te alejaste de tus hijos?

-No trabajo en la ciudad donde vivo y eso me lleva a estar alejada mucho tiempo, a veces 15 días, un mes o más. Pero una de las cosas que me enseñó la recorrida por el país y un trabajo que hice entre 2009 y 2011 con 313 trabajadoras sexuales es que más del 70% de aquellas que no tenían estudios parían trabajadoras sexuales y proxenetas, y ejercían el trabajo hasta los últimos días de su vida. Sin embargo las mujeres que habían tenido algún grado de estudio, sus hijos o hijas no tenían nexo y su trabajo era acotado a 10 o 15 años. No morían changando. El único factor liberador era la educación.

Nosotras somos nómades, como gitanas. Si te vas de un pueblo y te llevás a tus hijos, pasan contigo todo el día en la whiskería y se mezclan en tu círculo. Entonces, pensando que sos buena madre porque los pariste y no los dejás tirados, no te das cuenta que los estás naturalizando en ese entorno. Es muy normal que se diga ‘mirá está todo el día changando y deja a los hijos tirados’. Para que no digan eso, te los llevás contigo. Y es al revés.

Cargamos con ese estigma. Te puedo dar fe que he hecho mil cosas y en mi pueblo no dejan de verme más que como una prostituta. Tuve que darme cuenta que lo importante es como me veo yo y mi entorno.

En la escuela, me tocó defender a trompadas a mi madre que para todos era la puta del barrio. Pero para mí era mi mamá. Y que veía la maestra: la hija de una prostituta peleando con el hijo de un decente que lo único que hizo fue decir la verdad. Entonces, ¿que pasaba? El círculo de la escuela se cerraba, tenías malas notas y abandonabas a los 11 o 12 años. El sistema educativo era el primero que te echaba por ser hija de.

-¿Hoy sucede eso?

-Sí, más solapado pero sucede. Te discrimina más la maestra que los alumnos. Me pasó con mis hijos. Tuve que cambiarlos de clase para que no supieran que yo era su madre.
Cuando mi hijo mayor –hoy tienen 25- iba al jardín nunca lo invitaban a los cumpleaños o paseos. Cuando fue su cumpleaños, un 4 de diciembre, invitó a todos a una fiestita. No vino ninguno. Cumplía 6 añitos.

Mi madre había ido a la playa y estaba con fiebre. Y entonces le dije: ‘sabés lo que pasa, tus compañeritos fueron a la playa que fue la abuela y están todos en cama, mi vida. Por eso no pudieron venir’. ¿Sabes lo que me respondió? ‘Ay mami, y si cortamos torta y les llevamos pobrecitos’. Como le iba a decir que la culpable era yo.

-¿Cómo es la vida de una trabajadora sexual en el interior?

-Está dada por las edades. La vida de 18 a 25 es una, de 30 a 50 es otra, y de 50 en adelante cambia también. La diferencia está en los grados de estigmatización. Y cuanto más profundo es el lugar del interior, más dolorosos son los sistemas de esclavitud que se ven.
“ Pasa en Uruguay. Lo que sucede es que las instituciones no lo quieren ver ”
-Por ejemplo?

-Tener una persona con 72 años dentro de una whiskería que, si no entra a trabajar a las 7 de la tarde cuando la patrona abre y no se va con el último borracho que queda en la barra al otro día, no se le presta plata para comer. Aunque le hayas atendido clientes toda la noche.

Después están los otros que no te dan de comer pero si de tomar, entonces te embriagan y sos el muñequito de atracción porque sexo contigo no tienen porque sos una vieja. Te ven borracha, cayéndote y ellos se divierten con tu desgracia, mientras la patrona hace plata. Pero al otro día no te dan ni un mendrugo de pan. Eso para mi es esclavitud.

O aquellas que para ganarse un plato de comida después de los 60 años, tienen que limpiar todo el lugar a las 9 de la mañana cuando trabajaron hasta las 7 entreteniendo parroquianos.

Eso se da en los pueblos más chicos. Los mecanismos de sumisión en los más grandes corren por otro lado: consumo de alguna sustancia, mecanismo de manipulación psicológica, son más pulidos pero están.

Pasa en Uruguay. Lo que sucede es que las instituciones no lo quieren ver. Prefieren mil veces dar 5.000 dólares para que se haga folletería que no la lee nadie que salir de los escritorios y embarrarse las patas en los pueblos.
“ Antes se captaban por comida. Ahora es por un iPhone, ropa nueva, paseos ”
Siempre dicen que nos incluyen pero no veo ninguna titulada conversando con nosotros adentro del quilombo.

-¿Cómo realizás la militancia ahora que no te dejan entrar en las whiskerías?

-Voy a las policlínicas del interior profundo que es donde las compañeras pasan.

No es fácil porque han cambiado mucho los mecanismo de tráfico. Antes se captaban por comida. Ahora es por consumo, por un iPhone, ropa nueva, paseos. Es mucho más difícil romper esa cadena de consumo que la del hambre. Se da más que nada entre los 15 y los 17 años.

-¿Con un iPhone se compra una adolescente?

-Con un porro de 50 pesos te las llevas de solapa. El tráfico interno es algo que no está visualizado por la sociedad. Lo toman como algo común que se consiga un noviecito y la lleve de paseo a Punta del Este. Y bueno, que la haga salir con una o dos personas, porque bueno, la llevó a Punta del Este. Imaginete, la sacó del pueblo.

Fuente
http://ecos.la/UY/13/Sociedad/2016/09/16/7947/el-estado-es-nuestro-peor-proxeneta/




 

 

domingo, 25 de septiembre de 2016

Carta de la superviviente de la prostitución alemana Huschke Mau a la ministra Schwesig

Testimonio de prostitución



Carta de la superviviente de la prostitución alemana Huschke Mau a la ministra Schwesig
4/7/2016
Texto original en alemán: http://www.feministischepartei.de/fileadmin/datensammlung/dokumente/2015_04_Brief_an_Schwesig.pdf_
Traducción: Concha Hurtado


Huschke Mau


Huschke Mau
c/o Kofra
Baaderstraße 30
80469 München

A la Ministra Manuela Schwesig
Ministerio de Familia, Tercera Edad, Mujeres y Juventud.
Glinkastraße 24
10117 Berlin
    
                                                        Estimada Señora Ministra Schwesig

Me dirijo a usted con este escrito porque he visto que en el proyecto de reciente publicación de la reforma de la Ley de Prostitución está claramente marcado el sello que distingue a los grupos de presión de los burdeles y el proxenetismo. Por ello quisiera pedirle que ahondara en la realidad del barrio rojo en lugar de seguir escuchando a personas que cuentan el cuento de putas felices autoafirmadas.

Quisiera en primer lugar presentarme brevemente: soy una superviviente de la prostitución, en la que he pasado 10 años. Así que sé bien de lo que hablo. Las razones para mi entrada en ella fueron varias: una familia biológica dificil, en la que a través de violencia masiva, también de índole sexual, contra mi madre y contra mí, resulté traumatizada. Contribuyeron asimismo, en aquel momento, los cuentos masivamente difundidos de prostitutas felices, una necesidad financiera ineludible y la falta de ayuda social y psicológica.

Sí, si usted asi lo quiere, he entrado voluntariamente; soy una de las harto citadas prostitutas voluntarias, pero ¿qué hay de voluntario, señora Schwesig, cuando una persona traumatizada por un abuso infantil toma esta decisión? Para mí la prostitución era un ascenso, en el que aprendí que yo, debido a que soy una chica más o menos indefensa y sin derechos, seré sexualmente abusada, y por lo tanto, así podría al menos tomar dinero por ello y asegurarme así mi supervivencia y limitar el número de abusadores.

Si ahora usted piensa que yo pueda ser un triste caso aislado, debo tener que contradecirla. En esos 10 años he conocido a muchas prostitutas, y no hubo ni una entre ellas que no hubiese sido abusada de niña, golpeada o violada de adulta. Con estrés psicológico, con el trauma volviéndose a repetir una y otra vez en la prostitución y con el sentimiento de autoestima destruido debido a los actos violentos, así es como he visto a muchas prostitutas. Sobre la violencia del barrio rojo o las cosas que nos hacen los “clientes” que usted no querría imaginar ni en sus peores sueños, no quiero empezar a detallar aquí. Esas son las realidades del barrio rojo, señora Schwesig, las que se refieren solo a “prostitutas voluntarias”, y sí, también ellas sufren su estrés postraumático, su disociación, su adicción al alcohol o las drogas, porque no lo pueden soportar. Del 90% de todas las prostituidas en este país que no son alemanas, quisiera hablar aún menos. Su fantasía será suficiente para imaginarse como son las circunstancias en las que viven.

El pasado noviembre escribí una carta abierta porque no podía soportar durante más tiempo que el lobby pro-prostitución contara historias tales como la de la puta libre y autodeterminada. La he adjuntado a este escrito, en el caso de que quiera usted leer como es en realidad prostituirse.
¿Por qué tan pocas veces ha oído todo esto? En primer lugar, porque el lobby pro-prostitución nos intimida (desde que publiqué la carta recibo e-Mails malvados, he sido insultada y amenazada); y en segundo lugar, porque las superviventes estamos demasiado traumatizadas para hablar.

Le ruego encarecidamente, por tanto, que se informe sobre quién está detrás del lobby pro-prostitución. En la revista "Der Spiegel" hubo recientemente un artículo sobre ello.

En la muy buena página web de trauma y prostitution puede seguir informándose sobre como actúa la prostitución con las mujeres. O lea el libro de la superviviente de la prostitución Rachel Moran “Was vom Menschen übrig bleibt”/ “Lo que queda del ser humano”, que dibuja claramente las realidades del barrio rojo.

También muchas mujeres que no se prostituyen se ven afectadas por la prostitución, pues los puteros que son sus maridos, llevan al dormitorio lo que han aprendido en el burdel, es decir, a despreciar a las mujeres, a comprarlas, a torturarlas. La sociedad está brutalizada, señora Schwesig, es un bucle sin fin: si la prostitución es legalizada, aumenta la demanda (porque los hombres aprenden que está bien comprar el cuerpo de las mujeres, transgredir los límites, tener poder para abusar). La trata aumenta para cubrir la demanda (con lo que hay todavía mas tráfico de mujeres) y de nuevo se acrecienta la aceptación de la prostituciçon en la sociedad, la demanda sube de nuevo, etc.

Actualmente el 90% de los hombres alemanes ha estado ya en un burdel. Uno de cada tres lo hace regularmente. Sabe usted lo que pasa por sus mentes, señora Schwesig? Yo lo sé, porque lo he experimentado en la habitación de un prostíbulo, y los hombres que hoy estrechan su mano amablemente, mañana escupen a una prostituta en la cara durante el acto, gozan con su asfixia cuando deben tragarse el esperma y aprenden a sentir placer al torturar mujeres.

Por favor, no lo permita! Usted es miembro de la Agencia de Protección a la Infancia, no puede querer que debido al abuso y la violencia, niñas traumatizadas se conviertan en prostitutas, que tengan que experimentar todo aquello de nuevo una y otra vez. A través de la legalización los hombres aprenden que todo esto está bien. ¿Quiere vivir en una sociedad así? Esa no puede ser su visión!
No habrá nunca una sociedad con equidad de género mientras los hombres puedan comprar mujeres y puedan abusar de ellas. Y no hay ninguna prostitución “limpia”.

Le ruego encarecidamente que no se informe sólo por los/las defensores/as de la prostitución (que en su mayoria son dueños de burdeles o son controladas y financiadas por ellos) escarbe mas en la ciénaga y se encontrará con los traficantes de personas y la delincuencia organizada; escuche también a psicoterapeutas especialistas en trauma y a supervivientes. El lobby de la prostitución no habla por nosotras, las prostituidas y exprostituidas! Este lobby consiste en no más de 100 personas, que a nosotras, las 300.000 prostituidas en Alemania, no nos representan, sino que nos intimidan y trabajan contra nuestros intereses.

Nosotras no queremos hacer este “trabajo”. No necesitamos ninguna legalización. No necesitamos a los que sostienen que no queremos registro, ni obligación de usar condón, etc.
Lo preferible para nosotras seria que no tengamos que hacer más este “trabajo”. Y que los hombres que abusan de nosotras fueran castigados. Necesitamos alternativas, no un desenfreno aun mayor de las destructivas y deshumanizantes fuerzas que se mueven en el barrio rojo (y con ello tambien en la sociedad).

Querida señora Schwesig, no hace tanto tiempo que lo dejé: tres años. Con 18 tuve mi primer “cliente”.
¿Sabe lo que a lo largo de los diez años que estuve en la prostitución, en los que he sido golpeada, violada, retraumatizada, despreciada, deshumanizada, enfermada en cuerpo y espíritu, hubiera necesitado mayormente? : Ayuda y una sociedad sensibilizada con el tema, que no me suponga gozando de la vida y divirtiéndome además con todos los abusos del barrio rojo.

No conozco a ninguna prostituta que lo haga libremente. No conozco ninguna exprostituta que no tenga estrés posttraumático. Todas las mujeres que conozco han sido destruidas en la prostitución.
Por favor, no se deje engañar por las mentiras del lobby proxeneta por más tiempo. Hable con personas que no estén controladas por los hombres que se benefician del “abastecimiento” de sus burdeles con víctimas de tráfico de seres humanos y con mujeres traumatizadas o por las mafias que traen a estas mujeres a los burdeles.

Por favor, abola la prostitución, es inhumana e indigna del ser humano. Y si a usted eso no le es posible, coártela tan fuerte como sea posible (registros, etc) . Que no continue más una situación que ha convertido a Alemania en “El Dorado” de puteros y proxenetas. Como ministra no puede desear eso para las mujeres. Esto está pasando cada día, y con ello hay también hombres que torturan, maltratan y aprenden a despreciar a mujeres que no son prostituidas. Está entre nosotros. ¿Sabe usted lo que está pasando en los burdeles y en las casas-burdeles de un par de calles mas allá?

Por favor, no deje de insistir, no se desentienda. Necesitamos una prohibición de la compra de sexo y en el camino hacia ello una fuerte restricción, la más fuerte que pueda imponerse.

Muchas gracias por haber leído mi carta.
Le deseo lo mejor.
Huschke Mau



Traducción: Concha Hurtado. Arquitecta Técnica residente en Alemania. Activista y ex-Vicepresidenta de Iniciativa Feminista de España.
Fuente