sábado, 9 de noviembre de 2024

Historias de una vieja práctica

 


Historias de una vieja práctica

octubre 11, 2024

Betty Martinez

Nacional

Esta es una crónica de Universo Centro en la que seis mujeres y una niña que residen en Medellín les contaron las heridas que ha dejado en ellas la explotación sexual que comienza desde la infancia. Las menores aún se rebuscan la vida en las calles. También, a través de un rastreo en el Archivo Histórico Judicial de la ciudad, hablaron con mujeres de otros tiempos. Con horror comprobaron que es poco lo que ha cambiado.

 

“(…) ¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?”.

 

Sor Juana Inés de la Cruz, 1689.

 

Por Estefanía Carvajal, María Isabel Naranjo y Laura Almanza, Universo Centro.*

Fotografías: Juan Fernando Ospina.

 

Los barrios rojos de los abuelos solían ser Guayaquil, Lovaina, La Veracruz y El Pedrero, pero hace años que todos los barrios prendieron sus bombillos rojos y apareció el glamur de Medellín, sus letras cantadas, su fama anunciada hasta en las vallas bajando del aeropuerto y una legión que demanda “servicios sexuales”. El viejo burdel creció, y ya no apaga la luz sino que enciende sus reflectores.

 

Seis mujeres y una niña nos contaron las heridas que ha dejado en ellas la explotación sexual que comienza desde la infancia. Todas residen actualmente en Medellín, y las menores aún se rebuscan la vida en las calles. También escudriñamos el Archivo Histórico Judicial de la ciudad y, a través de él, hablamos con mujeres de otros tiempos. Con horror comprobamos que es poco lo que ha cambiado.

 

Las historias que el lector está a punto de conocer ocurrieron en décadas y siglos distintos, pero son retratos de la misma enfermedad: la pobreza vehemente, los entornos familiares agrestes y las oportunidades solo para abusadores. Los relatos de la explotación sexual se repiten en los espejos donde la música suena muy fuerte y todo da vueltas y salen manos de las paredes con golpes y billetes y tarjetas y todas las cuentas por pagar. Son ellas quienes tienen la palabra de la calle en la punta de la lengua. Los nombres que usamos, que podrían ser cualquiera, les pertenecen solo en estas páginas. 

 

I La primera vez

Antes de la calle fue el caos: una familia violenta, un episodio de abuso, la orfandad, el desplazamiento. El Sistema de Alertas Tempranas de la Alcaldía de Medellín ha identificado los factores que inducen a la explotación sexual infantil, y que no distan mucho de lo que ocurre en otras ciudades de Colombia y América Latina. La pobreza es el motivo principal, pero no el único. Casi siempre las necesidades económicas de las niñas y niños explotados vienen en combo con otras tragedias: líos familiares, antecedentes de violencia sexual, consumo de sustancias psicoactivas, trabajo infantil, dificultades para permanecer en la escuela, alteraciones del estado de ánimo y alta exposición a internet (o todas las anteriores).

 

Alejandra (30 años)

 

Pues eso fue hace muchos años… Yo tenía 8 cuando eso. Lo que pasa es que mi mamá me vendió a una cierta persona que se encargaba de manejar una casa de prostitutas de alto nivel. Era en Itagüí; todo muy reservado. Solamente se manejaban prostitutas menores de edad. Mientras fueran de 8… Póngale por ahí hasta los 14 o 15 años. A los 15 nos echaban de la casa porque ya no servíamos, ya éramos objetos inútiles.

 

Cuando yo empecé no sabía, no tenía ni idea sobre lo que me iban a hacer. Hasta donde yo tenía entendido en esa casa nos iban a cuidar temporalmente mientras resultaba, no sé, una forma de que las niñas aprendieran a pintar las uñas o arreglar el cabello… Pero era un total engaño con el que esa mujer traía a las niñas, incluso de otros pueblos, a prostituirse a Medellín.

 

Exactamente en Itagüí, siempre estuvo ahí.

 

La casa era discreta. Allá no entraba cualquiera, solamente entraban clientes que ya supieran o que se contactaran directamente con esta persona. Fue muy duro al principio porque el no saber realmente a qué me iba a enfrentar me costó muchos castigos. Era un mundo al que yo no estaba acostumbrada, pues una niña de 8 años sabe de muñecos y de juguetes; del mundo de la prostitución no sabe nada. Yo no sabía ni qué era una parte íntima del cuerpo, ni de un hombre, ni de una mujer, ni de nada; ni siquiera cómo venían los hijos al mundo. Y fue un totazo enterarse de todo: “Usted aquí viene es a trabajar y a sacarle producto a la mina que tiene dentro de las piernas”.

 

En esa casa estuve hasta los 10 años que alguien compró mi lote de tierra y ya me pude salir. Pero no salir a hacer mi vida y a hacer mis cosas, sino a seguir en la prostitución, porque la persona que compró mi lote era un proxeneta que me obligó a seguir con lo mismo hasta que cumplí 15 años y me volé para el Centro.

 

Camila (18 años)

 

Profe, a mí nunca se me olvida la primera vez que estuve con alguien por plata. Yo siempre lo recuerdo y nunca se me olvida y eso que han pasado muchos años… Tenía 14 o 15 años. Nunca se me olvida: yo sé quién es el man. Eso marca mucho la vida, ¡y eso que lo hice conscientemente! Ahora yo pienso en las niñas que las obligan o están en contra de su voluntad… Eso debe ser muy horrible.

 

Yo conocía a una pelada que se llamaba Daniela. Estábamos en una parte quizque la UVA (uno de los catorce parques públicos creados alrededor de los grandes tanques de agua de EPM). Me dijo: “Lo que pasa es que el man que manda acá la vio a usted y le gustó”. Él era un viejo. Pero ella me decía: “Él quiere estar con usted, a él ni se le para el pipí. Vaya que no le van a hacer nada”.

 

Recuerdo que en realidad yo no quería. Uno nunca quiere, pero la plata le daña a uno la cabeza y el corazón. Uno lo que quiere en ese momento es que la otra persona termine, y por eso lo que uno tiene que hacer es actuar. Métase en su película. Actúe porque si usted no actúa, no va a complacer a la otra persona. Todo se trata de complacer. Y si le tiene que decir que le gusta, dígale que le gusta, que le encanta, para que él se pueda sentir bien. Apenas terminó, quedé con una sensación muy horrible y me bañé por ahí dos, tres veces. Uno se siente sucio, como pegajoso. Profe, es que yo creo que no hay mujer a la que le guste… “Trabajar”.

 

María de los Ángeles (14 años en 1918)

 

Hace como unos tres meses, hallándome yo sola en mi casa de habitación, que está situada en esta población (Cañasgordas, municipio en el occidente de Antioquia), llegó allí el señor Juan Cansio Correa, hijo de José María Correa, que vive en La Llorona, y porque no quise acceder a entregarle mi cuerpo, él me cogió por la fuerza e hizo de mí lo que quiso, sin que yo quisiera. Busqué rechazarlo mucho, pero no pude. Él triunfó con su fuerza. Cuando mi madre vino, le conté el hecho, pero no me hizo caso.

 

Desde entonces, he continuado entregándole mi cuerpo a otros, varios individuos, incluyendo al mismo Juan Correa. Mi madre nos alcahuetea a mi hermana Julia Rosa y a mí, pues nos dice que nos entreguemos al hombre que ella quiera o al que ya pagó dinero, y nosotras, por miedo, nos entregamos a cualquiera.

 

Cada vez que uno de estos individuos nos solicita, de día o de noche, mi madre lo manda donde nosotras nos hallamos, se sale del interior de la casa y, cuando acabamos, vuelve.

 

El señor juez segundo del circuito de Frontino, en sentencia del 6 de mayo de 1918, condenó a Salomé Flores a la pena de un año de reclusión por el delito de alcahuetería. El expediente se cerró con la condena a la madre, y una nota que valoraba moralmente la conducta de la hija: “María de los Ángeles Bran no ha sido buena en materia de moralidad y buenas costumbres, pues aquí en esta población ha sido tomada como mujer pública y escandalosa”. Aunque el sindicado del caso era Juan Cansio Correa, nada concluyente se dijo de él.

 

 

 

II La familia

Casi la mitad de los niños y niñas víctimas de la explotación sexual en Medellín han crecido en familias monoparentales: por lo general, una madre soltera —y sola— a cargo de la crianza de los hijos. En estos contextos, dice el Informe Alterno por los Derechos de la Niñez de 2022, el escaso acompañamiento familiar lleva a los menores a presentar comportamientos que rompen todos los vínculos afectivos.

 

La Policía Metropolitana del Valle de Aburrá coincide en el diagnóstico: muchas madres de niñas explotadas son también trabajadoras sexuales que inducen a sus hijas a vender sus cuerpos por dinero, cuando no son ellas mismas quienes las venden. Para ellas es algo completamente normal: la prostitución está dentro del curso natural de los acontecimientos de la vida.

 

Mireya (19 años)

 

A los 16 años conocí a mi mamá, aunque en Bienestar Familiar me habían dicho que estaba muerta. Yo les dije que por qué me habían ocultado las cosas, que me contaran la historia de verdad. Como ya mi mamá había aparecido, no tenían de otra. Y ahí me dijeron que cuando yo había nacido mi mamá consumía, y como no tenía para el vicio me había dejado en una plaza. A los quince días de nacida los jíbaros me metieron a Hogares Sustitutos y desde eso iba de hogar en hogar.

 

Yo siempre había anhelado estar con mi mamá. Cuando me dijo que me fuera a vivir con ella, yo no lo pensé y me volé del internado. Un día casualmente vi que estaba chateando con la psicóloga que yo tenía allá. Ella le decía que me retornara, que era por mi bien, que ya iba a empezar el curso de enfermería en el SENA. Mi mamá le decía que yo no quería, pero no era así. Yo le decía que quería volver a internarme, pero ella era la que me decía que no, que para qué, que con ella no me iba a faltar nada. Hasta que le escribieron que ya no podía volver, que se me había acabado el tiempo y ya no tenía cupo en ningún lado. Entonces, mi mamá me confesó que ella solo me había llevado a casa para que complaciera a mi padrastro.

 

María Beatriz (63 años)

 

Mi madre murió cuando yo nací y a mí me tiraron a un basurero. Una amiga de mi madre, que estaba en embarazo parejo con ella, supo que me botaron y fue la que me rescató. Cuando yo tenía 5 años mi familia paterna mandó por mí. Me llevaron donde mi mamita, que estaba tullidita. Ahí empezó mi martirio. Mi tía — que fue tía, madrina y mamá— se consiguió un novio y se casó. A los dos meses, el esposo le dijo: “Lo siento, yo no me casé con usted para mantenerle muchachitos, vea a ver qué hace con ella”. Me dejaron allá, pero pa mamá darme un bocadito de comida tenía que ser al escondido de él. Cuando yo tenía 7 años y medio, él le dijo: “Haceme el favor y mandás a esa sinvergüenza a ayudarme con el alambrado”. Yo salí como un perro regañado detrás de él. Cuando estaba terminando el alambrado, tendió una ruana. “Te acostás ahí o te acuesto”, dijo, y se dejó venir a quitarme la ropa. Yo pensé: “Dios, ¡ayúdame!”, y me volví una fiera. Por donde me tocaba le mandaba yo mordiscos y las uñas. Lo volví una melodía. Supe que logré soltarme y pedir auxilio, todo eso desnuda. Ese mismo día, a las ocho de la noche, me volé de mi casa por el monte.

 

Verónica (16 años)

 

Son una familia del barrio a la que le dicen “las Riquis”. Uno ve que salen todas a putear. La mamá y las tres hijas se van a trabajar juntas. Yo nunca vi que la mamá las obligara, yo digo que era más porque veían que eso era fácil. La verdad era una convivencia muy rara. Yo me hablaba con una de las más pequeñitas, que en ese momento tendría por ahí 12 años, y más de una vez me tocó escuchar que las hermanas le decían que no lo hiciera, pero ella les decía: “Paila, si ustedes no me van a llevar a conspirar, yo misma hago plata”. La mamá tampoco les daba mucha importancia, ella vivía en el mundo de las pepas. Yo creo que, si uno tira su vicio y tiene un hijo, no tiene por qué decirle: “Vaya a comprarme dos pepas que me voy a empepar”, como si lo mandara a comprar el desayuno.

 

María Soledad (68 años)

 

Yo tenía 15 añitos. Mi familia había llegado a Medellín cuando yo tenía 6. Veníamos desplazados de la violencia en Sevilla. Eso queda en el occidente yendo hacia Urabá. Vivimos un tiempo en La Calesita y en La Bayadera (un asentamiento de miles de ranchitos embutidos en una franja de terreno entre el río y las vías del ferrocarril), y dos años después hubo una reubicación y nos llevaron para el barrio Castilla. Ahí hizo mi papá un ranchito de barro (en esa ranchería fue violada cuando apenas tenía 12 años).

 

Yo fui la primera hija, a mí era la que me tocaba todo. Después de mí venían otras tres hermanitas. Y mi papá me castigaba mucho. Él fue muy bruto conmigo, era de esas personas que no saben castigar. En aquel entonces los papás nos enseñaban a punta de garrote, y yo me aburrí y me fui violada.

 

Recién me desaparecí mi papá empezó a buscarme en Medellín, yo ya estaba en Sopetrán. Llegué donde una tía mía, pero una prima, que en paz descanse, me dijo: “Bueno, mijita, aquí hay que trabajar, aquí soy yo la que lleva la batuta. Bienvenida, pero vamos a trabajar”. Ella era salonera en una cantina, y allá me llevó a mí.

 

Justiniana Barreiro (edad sin establecer, 1854)

 

Archivo 13091. Juzgado Segundo del Circuito. Folio tres. El 20 de diciembre de 1854 fue Dominga Vahos, mayor de 21 años, de oficio lavandera y cocinera, y quien vivía en la misma casa de la sindicada, la que afirmó que Matilde Cuéllar, la madre de Justiniana, un día la encerró en una habitación con Agustín Restrepo y escondió la llave del cuarto “para que allá a solas pudiesen cometer las maldades que quisiesen”. Según contó, ese día la madre le había pedido que fuera a visitar a Agustín Restrepo junto a su hermana pequeña en la botica que hay cerca de su casa, y que conversara con él “cariñosamente”. Al poco tiempo volvieron las pequeñas diciendo que no se habían atrevido a entrar. Entonces la madre fue a sacarlo de la botica, lo empujó hasta su casa y luego lo encerró con su propia hija en el cuarto que compartían las tres. Varias veces intentaron salir, pero la madre le gritaba desde la puerta: “No le des la llave al Agustincito para que no se vaya”. El Agustincito forcejeó con la niña mientras ella le suplicaba “no le doy la llave porque mi mamá me mata”, y cuando por fin se las quitó, tenía los dedos hinchados. La testigo sostuvo que lo dicho era verdad, y que no firmaba porque no sabía escribir.

 

María del Carmen (65 años)

 

Éramos ocho: seis hijos, mi marido y yo. Había que rebuscársela porque con la plata que se hacía él, no nos daba. Yo trabajaba haciendo aseo en una casa de familia, hasta una vez que me intoxiqué con límpido y los patrones no hicieron nada. Yo pensaba: “Estos hijueputas me van a dejar morir aquí”. Ni que me hubieran acabado de conocer. Yo llevaba más de seis años trabajando allá. Desde ese día, nunca más. Ahí fue que empecé a putear.

 

En mi casa nadie sabía. Yo decía: “Chao, me voy a trabajar”, y nadie me preguntaba nada. Un día cualquiera iba yo entrando a un motel con un cliente. Estábamos subiendo las escaleras para la pieza, cuando miro hacia la calle y veo a mi hijo mayor de frente. Ay muchacha, yo nunca había sentido tanta vergüenza en mi vida, temblaba de la vergüenza, se me salían las lágrimas. Cuando llegué a la casa, todo como si nada. Al otro día él se me acercó y me dijo: “Mamá, usted no me tiene que explicar nada. Yo entiendo que levantar seis hijos no es fácil”. Y me abrazó.

 

 


 

III Los clientes

“Nada de libre elección: la puta gozosa es un invento del porno y lo que queda, en realidad, sobre cada uno de los colchones vencidos, es un hilo de esperma y una sensación de dignidades desiguales. Los tipos ya no van con putas para gozar y tomar el té: pagan para mostrar qué fuertes son, y no hay varón más débil que el que necesita explicar lo contrario”. Josefina Licitra

 

El caso que prendió los reflectores fue la captura y judicialización de alias ‘Jake’, un gringo pionero en el turismo del bajo mundo de Medellín. Agarrarlo requirió más de un año de investigación y 48 diligencias judiciales. Era 2016 y la ciudad apenas se estaba dando cuenta de que los extranjeros miraban hacia acá con ganas criminales. La policía lo agarró en su PH en El Poblado, en el que también encontraron a una menor de 13 años, el jacuzzi inflable que aparecía en las fotos de su sitio web, 33 millones de pesos en efectivo, y un ramillete de drogas de todos los colores.

 

Pero como ‘Jake’ había muchos, otros, tantos, y su captura no frenó el problema: antes de los extranjeros,  los señores de bien que vivían en Prado y bajaban a Lovaina a buscar lo que no se les había perdido, y por ese mismo tiempo, los mineros, y antes de los mineros, los cachacos. Pocas cosas tan antiguas como el abuso infame de una niña. Y pocas cosas tan inútiles como el sistema de justicia que las protege: en Medellín, cada dos días se denuncia un caso de explotación sexual infantil. Más del 95 % quedan en la impunidad.

 

Camila y Verónica (18 y 16 años)

 

—Vea profe, le voy a contar la de Paul. Él ya estuvo en la cárcel por estar con menor de edad. Nosotras lo conocemos, hemos parchado con él y nos ha tocado ver, estando allá, cómo recibe sus audiencias. Es de Chicago, de Estados Unidos.

 

—Se llama dizque Paul. El man vino, conoció a una niña y la niña le dijo que ella era mayor de edad. Él se la llevó a un viaje a Cartagena y la mamá denunció. Cuando volvieron, la policía le quitó el celular. Salió que ella era una proxeneta porque vendía a las amigas. El man quedó sin nada prácticamente.

 

—No tiene identificación.

 

—No tiene nada, pero está viviendo acá. Vive en un apartamento con jacuzzi al que van muchas peladas. A mí me llevó una amiguita. Queda en Itagüí.

 

—Él se refugia en su dolor. Nos dice que vive muy triste porque no puede volver y su mamá está muy viejita. Él acá está prácticamente solo, qué pesar.

 

—Y dice que no quiere estar con menores de edad, pero yo soy menor de edad y parcho allá. Otras amiguitas de él también son menores. El man es muy inconsciente, ¡tanto vicio que compra!

 

—¿A qué edad empezaste?

 

—Profe, la verdad, yo empecé como a los 13 años. Yo creo que uno se hace conocer en este mundo por las amigas que uno tenga. Pues, las que se hacen llamar amigas.

 

—Nosotras conocimos a un japonés. Él salía con nosotras. Yo le presenté muuuuuuchas amigas, y él me presentó otros extranjeros.

 

—Entonces, un ejemplo: si yo sé que mi hermanita se puede ganar la plata ahí (porque Camila y Verónica son primas, pero crecieron juntas en la misma casa, con la misma mamita que adoran), yo le hablo de ella, y el man luego va y la busca.

 

Alejandra (30 años)

 

La prostitución en sí es difícil. Dicen que es la vida fácil, pero es una vida muy difícil. Nadie se alcanza a imaginar lo difícil que es. Pero si uno tiene hijos y una responsabilidad, no se puede poner cansón. Lastimosamente hay que decirlo.

 

Me ha tocado ver desde el más rico, que uno dice que tiene mucha plata, tiene muchas formas de no estar aquí, ¿entonces qué hace aquí?, ¿qué hace buscando a la gente del bajo mundo? Muchas dicen que ellos vienen es a que los roben, a que les hagan daño. Pero en realidad vienen a contarle a uno sus perversidades. Yo me quedo aterrada. Cosas que uno nunca cree que van a existir, que ni yo, que he vivido en la calle toda la vida, sería capaz de decirle a otra persona. Tríos con travestis, con otra mujer, con otro hombre, orgías, fiestas swingers, fiestas con menores de edad… De pronto llegan y le dicen a uno: “Mira, vamos a jugar a que yo soy tu papá y tú eres mi hija, es un juego sádico para terminar en la cama. Entonces vas a recibir golpes como normalmente los recibe una niña”. Se supone que de eso se trata. Y son gente que uno dice, ¿en serio esta persona le pidió a uno eso? Gente que aparentemente tiene más estudios y más vida, a proponerme esas cosas a mí, una muchacha de calle, una persona que no conocen. Y tú no puedes decir ni hacer nada. Si tú necesitas la plata para el diario vivir, como es obvio, uno se tiene que quedar callado y hacer lo que el cliente dice.

 

A la mayoría de los clientes les gusta beber y les gusta consumir alucinógenos. Entonces, en sí, uno nunca va a estar libre de eso.

 

Después de que salen de su turismo, ellos van a buscarnos a nosotras como si nada. ¡Ya saben! Saben en dónde estamos y simplemente llegan: “Oye, yo querer una chica como tú. No cara, no costosa. Llévame a la plaza de vicio, llévame a conseguir droga, llévame a conseguir más chicas”. Sí, se supone que ellos son turistas y vienen a turistear, pero ellos mismos dicen que conocen a Medellín como la ciudad del vicio y las prostitutas baratas.

 

Blanca Pulgarín (12 años en 1917)

 

Folio cinco. 20 de enero de 1918. Juzgado Segundo Superior de Medellín. Se toma una ampliación de su primera declaración:

 

Hace aproximadamente año y medio que, estando mi madre reducida a la cama, me vi obligada a salir a la calle con una muchacha de nombre Clementina Henao. Alguna vez me propuso que fuera a la casa del doctor Llano. La primera vez que fui a la oficina de dicho doctor, este me propuso que me pasara a la pieza de su dormitorio, me acostó en una cama y abriéndome el traje, me introdujo su miembro por mis partes genitales. No hubo o no vi hemorragia, aunque sí sentí dolor en las caderas. Esa vez el doctor Llano me dio cincuenta pesos papel moneda. La Henao me aconsejaba que lo hiciera con el doctor, que era muy bueno y que ella lo iba a hacer también. Esto se repitió unas cinco veces.

 

Primero de febrero de 1918. Indagatoria del doctor Eduardo Isaza Llano.

 

—¿Conoce usted a Blanca Pulgarín y quiere decir desde hace cuánto tiempo?

 

—La conozco hace más o menos un año.

 

—¿Puede decir usted hasta qué punto ha llegado en las relaciones con la citada Pulgarín?

 

—A mi oficina iba con mucha frecuencia, siempre en compañía de otra niña, de unos 14 años de edad. Recuerdo que una vez me ofrecieron que si no les daba de a diez pesos decían que yo las había perdido. Por este hecho llamé al portero del edificio para que buscara un policía y las cogiera.

 

—¿Quiere decir el fin con el que iban a la oficina o consultorio las citadas Pulgarín y Henao?

 

—Las niñas iban siempre a pedir limosna, mandadas por su madre, pues tenían porte de mendigas, a juzgar por los talegos que con comida se les veía.

 

—¿Cómo explica usted que habiendo hecho retirar a la Henao y la Pulgarín, estas insistieran en volver a su consultorio?

 

—Con el mismo objeto de pedir limosna.

 

—¿Con qué frecuencia iba a su consultorio?

 

—Por ahí cada ocho días, los sábados, cuando era la hora de repartir limosna a los pobres.

 

Junio 28 de 1918. Fragmento de la conclusión del proceso:

 

Los autos no contienen otro dato concreto que el dicho de la ofendida, niña corrompida hasta el extremo, la cual se contradice en sus aseveraciones para culpar al sindicado. El Tribunal Superior, de acuerdo con la opinión del señor fiscal, confirma el sobreseimiento. Notifíquese y cúmplase.

 

 




 

IV Los riesgos de la noche

Todo lo que rodea al comercio de los cuerpos es indigno y violento. Consumo problemático de drogas, robos, armas, contactos sin nombre. En Medellín, la modalidad abierta de la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes —la que ocurre en las calles o establecimientos públicos, a la vista de todos— tiene como principal escenario la Comuna 10: el viaducto del metro entre estaciones Prado y Parque Berrío, Parque Bolívar, Barbacoas, El Raudal, La Veracruz y Plaza Botero, y San Diego sector La Cuarenta. El Parque de los Deseos (Comuna 4) y los parques Lleras y El Poblado (Comuna 14), se sumaron recientemente al mapa de este delito.

 

En estos lugares, el riesgo que se corre por unos pesos de más puede ser la vida misma. Visto desde afuera es un mundo precario y siniestro. Por eso sorprende que las víctimas cuenten sus historias y sus miedos entre risas, como si fueran una ficción ajena a sus cuerpos. Quizás es la forma que han encontrado para transitar la tragedia.

 

Camila y Verónica (18 y 16 años)

 

—Mentalícese, porque si a usted le va a dar miedo montarse en un carro e irse, no va a poder trabajar.

 

—Uno allá en San Diego se para, tin, para que lo vean. En los carros van pasando los manes, bajan la ventanilla y desde ahí le dicen: “Vamos a tal parte, por tanto”. Y cuando usted ya está montada en el carro, el man manejando rápido, consumiendo vicio… En varias ocasiones me tocó dejar todo tirado, porque me veía en riesgo. Muchas veces también me dejaron a mí tirada.

—A mí una vez me durmieron y me robaron. Un man me robó la plata, me robó los celulares, todo. Y yo seguí yendo a trabajar allá, y varias veces me pareció verlo de nuevo, pero preferí no acercarme al carro.

—Nosotras no podemos hacer nada allá en ese punto porque si uno pelea, le ponen multas. Y con la plata que uno se gana, ¿cómo se va a poner a pagar multas?

—Es tanto que los policías la paran a usted. Los policías saben que usted es menor de edad, y no dicen nada. Antes le regalan vicio. Le dicen a usted: “¿Ya se trabó?”.

— “¿Cuánto se ha cuadrado?”, “¿cuánto se ha hecho?”, “si hacés algo mal hecho te voy a llevar”.

 

Alejandra (30 años)

 

He probado todos los vicios. Todos, todos, todos, todos los que se manejan en el Centro. De probar y probar me quedé con uno que me tuvo en situación de calle aproximadamente un año, hasta que paré en Centro Día (los lugares de atención a habitantes de calle de la Alcaldía de Medellín), y allá estuve superando mis problemas de adicción. A los seis meses yo ya dije: “Estoy preparada para volver a la calle, para volver a pagar un inquilinato, para volver a empezar con mi vida desde cero”. Es muy duro separarse de las drogas, pero es más difícil mantenerse, decirles que no. A veces los problemas mismos se encargan de cerrarle a uno la cabeza y lo ponen a escuchar esa típica voz interior, que yo llamo la voz del diablo, que todo el tiempo le dice a uno: “Oye, nada tiene sentido, vuelve. Vuelve a lo mismo, vuelve a lo mismo, vuelve a lo mismo”. Pero si vuelvo a coger las drogas, ¿qué va a pasar conmigo? Obviamente, no me volvería a levantar.

 

Camila y Verónica (18 y 16 años)

 

Un día, no hace mucho tiempo, les llegó el rumor de que en los pueblos mineros se ganaba mucha plata porque pagaban con oro.

 

—Nosotras averiguamos cómo ir hasta ese pueblo, qué se necesitaba, todo. Lo primero era coger un bus desde la terminal hasta Tarazá.

 

Llegando, vieron por primera vez las corrientes marrones del Cauca y se sorprendieron.

 

—Uy, Cami, mirá donde estamos, esto es de locos —dijo Verónica.

  —Mor, usted para dónde me va a llevar —le respondió Camila.

 

Verónica, la menor de las dos, era la guía.

 

—Yo tenía mero miedo. No le contamos nada a nadie, ni para dónde íbamos, nada, nada. Yo ahora es que pienso: donde nos hubiéramos desaparecido qué.

—En Tarazá había que coger un mototaxi hasta Cáceres. Ahí nos recibió una señora como toda carediablo, carebruja que uno dice. A mí sí me dio como cosa, pero bueno… Ella nos montó a cada una en una moto y de ahí pa dentro por ahí hora y media.

—Yo solo veía monte y monte, y pase ríos y piedras y curvas y pregunte, y una bien asustada. Donde usted haga algo malo allá y se quiera volar, no tiene cómo. Eso es un pueblo por allá escondido. Ni siquiera había señal. Uno veía guerrilla, gente con pistolas, no hay ley, no hay un hospital por si a usted le pasa algo. No, qué susto.

—Cuando llegamos nos estaba esperando otra señora y esa sí nos causó confianza. Pa qué, la señora fue rebién con nosotras. A la carebruja no la volví a ver.

—Ella nos acomodó en un rancho de tablas, que era donde dejaban a las muchachas cuando venían. Había tres piezas, cada una con cama, ventilador y un foco. Nada más.

—Ni la puerta tenía candado, había que acomodar un palo y acostarlo para que le hiciera presión.

—La primera vez fue muy bien todo, el ambiente, los señores… Salimos bien ligadas (les ofrecieron oro, pero no quisieron recibirlo: qué iban a saber ellas distinguir el oro de la fantasía).

 

—Pero la última vez, la verdad, yo quedé sin ganas de volver por lo que me pasó. Me marcó tanto que no era capaz de contárselo a nadie.

—Nos habían dicho que eso estaba caliente. Uno veía por las noticias que el Bajo Cauca estaba maluco, que yo no sé qué.

—Nosotras estábamos trabajando en la taberna. Teníamos que animar el negocio, servirles cerveza. Entonces llegó un man que nunca se me va a olvidar… Tenía cara de loco, la camisita por dentro, botas y una pistola.

 

El hombre le ofreció marihuana y ella aceptó.

 

—Todo bien hasta ahí.

 

Después, él la invitó a la pieza. Cerraron la puerta de madera con la tabla y, con la luz apagada, se quitaron la ropa.

 

—A mí me dio por prender la luz y él la apagó.

 

Verónica quería que le viera bien el cuerpo para que acabara rápido, pero cuando volvió a prender la luz, él le respondió con un grito y la pistola en la cabeza: “¡Entonces qué, pues, por qué está tan acelerada!”.

 

—A mí se me bajó todo. El trago, la marihuana, todo lo que tenía encima.

 

Él la acusó de querer verle la cara para delatarlo. Y Verónica:

 

—Mor, yo con quién lo voy a vender, yo no conozco a nadie por acá.

 

Y él: “¡Entonces por qué prendés el foco!”.

 

—Yo veía a ese man tan decidido a matarme ahí, sin yo hacer nada, yo que solo me estaba haciendo la plata.

 

Después de eso, no han vuelto a cruzar las aguas turbias del Cauca.

 

 




 

IV Las autoridades

No pasa solo en Medellín. También ocurre en Tailandia, Camboya, Filipinas y Sri Lanka. Pasa en Cartagena, en La Habana y en Ciudad de México. Cada vez son más los turistas que viajan hacia países donde les resulte más económico y más “seguro” cumplir sus fantasías sexuales. La Unicef calcula que son dos millones de niños y niñas víctimas, y alrededor de 32 000 millones de dólares anuales los que se mueven en el mundo por este delito. La red ECPAT International ha denunciado que en algunos países es tan fácil y barato, que incluso los niños y las niñas son intercambiados por ropa y comida. O por fiesta y drogas, como sucede hoy en Medellín.

 

El otro boom es el mediático, que parece visibilizar el fenómeno como nunca, lo que ha sido aprovechado al máximo por las autoridades. Las capturas dan likes. El pasaporte del monstruo depredador ha marcado, por fin, la indignación social frente a un problema histórico en la capital antioqueña. Pero el número de arrestos y condenas sigue siendo penoso en comparación con la cantidad de denuncias. Solo hay que dar una vuelta por Prado o por la calle 10 en El Poblado para corroborar que los esfuerzos de las autoridades, por más bulla que se haga, son insuficientes y casi siempre inútiles.

 

El educador

 

Conoce bien los casos que se cuentan de boca en boca. El del chino que quedó en libertad y regresó a su país mientras la niña que lo drogó con escopolamina fue judicializada. El del gringo que se casó con una niña de 15 años y la contagió de VIH. El del español que vino durante quince años a pasear con niñas en una chiva. Es educador popular y trabajó veinte años con niños y niñas de la Candelaria y de la Unidad de Niñez. Se llama Armando Zuluaga.

 

—Las leyes que hay son suficientes, pero no se aplican —dice Armando—. La inoperancia del Estado no son vacíos institucionales, sino falta de voluntad política. Hace cuatro o cinco años las niñas del sector de San Diego eran trasladadas al Motel Punto Cero, ¿y qué pasó? Nada. No hubo extinción de dominio. Solo cambiaron el nombre. Todos vemos lo que está pasando, y socialmente lo aceptamos.

 

Algunos exfuncionarios de la Unidad de Niñez denuncian una falta de articulación entre el ICBF y la Alcaldía: la ruta de atención del 123 no se inicia siempre desde el sector de la salud, como debería suceder. Las víctimas enfrentan numerosas barreras para recibir ayuda cuando realmente la necesitan.

 

—La primera barrera —dice Armando— es que, en lugar de empezar por una institución de salud, a menudo se comienza por el ICBF, lo que evita muchas veces recopilar las pruebas para la justicia.

 

Por ejemplo, un día estaban haciendo recorridos de rutina en la Comuna 14, cuando vieron a una niña sentada en una acera. Una indígena de 7 años que tenía monedas en la mano.  Cuando les preguntaron a los vecinos y comerciantes: “¿Hace cuánto está por aquí?”, los vecinos le dijeron que ahí permanecía. Que la recogen en carros y la vuelven a traer. Era, evidentemente, un caso de explotación sexual infantil. Estuvieron dos horas jugando con la niña hasta que llegó la policía. Luego la acompañaron hasta el ICBF porque la policía la llevó directamente allá. No la llevaron a una Unidad Hospitalaria para la recolección de pruebas que permitan la judicialización de los victimarios.

 

—La segunda —continúa— es el horario restringido de las Defensorías: de lunes a viernes de ocho a cinco de la tarde. Como si los delitos solo ocurrieran en horario de oficina. La tercera es la escasez de patrullas de Infancia y Adolescencia: solo hay dos para toda el área metropolitana que no solo deben atender estas violencias, sino muchas más. Y la cuarta: no hay capacidad de respuesta del 123, una línea que tiene que atender todo tipo de delitos.

 

El capitán 

 

—Tenemos ojos en todas partes. Gracias a la información de la ciudadanía que permanentemente nos está diciendo: “Mire, acabó de entrar una adolescente que parece menor de edad con un ciudadano al parecer extranjero”. Eso no pasaba antes —dice el capitán Jeison Alberto Rodríguez Marmolejo, de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá.

 

El año pasado por esta misma época, el 123 ya había recibido 13 000 llamadas relacionadas con delitos de infancia y adolescencia. Hoy están hablando de que pueden llegar a 23 000.

 

—Ahorita con la visibilización del fenómeno se le dice al ciudadano que eso no es normal. Cualquiera que observe a un ciudadano extranjero o un turista nacional con una adolescente, sea cenando en un restaurante, sea parado en una esquina, sea entrando a un hotel, motel o Airbnb, el ciudadano llama al 123, escribe a la línea de explotación sexual. Inmediatamente, nos informan, nosotros llegamos, hacemos la verificación y ahí es donde tenemos los resultados.

 

Este año: veinticuatro capturas. Doce han sido de extranjeros. ¡Veinticuatro entre más de veinte mil alertas! El principal obstáculo: ni las niñas ni las madres quieren dar versiones de los hechos para evitar que se capture a su victimario.

 

—Hemos encontrado familias donde la mamá justifica con la carencia económica la actividad que está realizando la adolescente. Incluso, en muchas ocasiones, las mamás son trabajadoras sexuales. Personas adultas, ya conscientes, que inducen a sus hijas para que sean explotadas sexualmente.

 

Los defensores las intentan persuadir con argumentos como: “Mire, usted es víctima de un delito, la están explotando sexualmente, usted no está para que esté haciendo estas cosas porque es menor de edad”.

 

—Y de alguna manera con esa concientización hemos logrado que ellas hablen, y así ponemos a buen recaudo a estos depredadores y explotadores sexuales.

 

El problema mayor es otro obstáculo que menciona Armando: desde hace cuatro años no se asigna un defensor de familia para cada niña y son ellos, y no la policía, quienes pueden hacer la entrevista en un proceso de verificación y restablecimiento de derechos en una ruta de atención a víctimas. 

 

VI Los sueños

A pesar de todo, las mujeres con las que hablamos sueñan con otros futuros posibles. Una vida distinta —más propia, más humana— que el infierno que les tocó. Las mayores han lograron alejarse de las calles: pudieron estudiar, organizarse como Las Guerreras del Centro y encontrar una hermandad en otras mujeres que sufrieron el horror de cambiar sus cuerpos por dinero. Las menores siguen “trabajando”, pero ya se han acercado a la institucionalidad a través de Casa Vida, el programa de la Alcaldía de Medellín para la atención de niños y niñas en condición de calle. Allí, además de hallar comida y techo, pueden hablar de sus dolores. Y nombrar la infamia, aunque parezca vano, es el primer paso para acabar con ella.

 

Verónica (16 años)

 

Desde niña yo me dibujaba siendo una enfermera. Siempre ha sido mi sueño. Yo estuve internada en un momento difícil por un shock emocional que tuve y mi hermanita es testiga de que yo no quería vivir más. Me puse a tomar pastillas psiquiátricas con ron y eso me disparó uf. Total, que me internaron una semana con las enfermeras del psiquiátrico y aunque yo no me aguantaba más allá, a mí me quedó encantando eso. Es un trabajo que me parece muy valioso, y me gustaría aprenderlo. Implica mucho amor. Y si yo me voy a meter en ese cargo es una cosa seria. Hay que aprender muchas cosas.

 

María Soledad (68 años)

 

Mi mamá siempre me alcahueteaba todo y un día le dije: “Ma, quiero estudiar”, y me fui a estudiar con unas monjitas que nos iban a enseñar modistería en la escuela. Me compró el cuadernito, el lapicito, el borradorcito, sin que se diera cuenta mi papá, porque él sí me pegaba. Por ese miedo que yo sentía de que mi papá me encerrara con candados, fue que me abrí. Cuando me preguntaban: “¿Usted qué hace?”, yo decía: “Trabajo en los bares, cantineo, saloneo”. Si me hubiera tocado trabajar en una cafetería también, pero como yo no era estudiada… Nunca me dieron trabajo en una cafetería.

 

Mi primita sí iba a estudiar y yo me iba con ella, y desde la ventana anotaba lo que alcanzaba a ver. Así aprendí a leer un poquito. Mi mamá, que no era estudiada tampoco, me enseñó a hacer mi firma. Manuscrita. Con letra pegada y en cursiva. Me enseñó los números del uno al cien. El abecedario y las vocales. Cuando íbamos en los buses o caminando yo me pegaba de los letreros, tratando de deletrearlos. Todo lo que ella sabía fue lo que me enseñó. Ya vieja, en 2017, después de empezar mi carrera artística, es que hice el bachillerato. Las hermanas del Centro de Escucha me pusieron a estudiar. Yo les dije: “Sí quiero”, y a Comfenalco fui a dar. Empecé en segundo de primaria y allá hice todo mi bachillerato.

 

María del Carmen (65 años)

 

Cuando me metí allá eso era un solar. Antes yo vivía donde una tía. Ya tenía mis seis hijos, el más pequeño estaba de cuatro mesecitos. Cuando mi madre fue por mí a Santa Cruz, le dije un día: “Madre, yo no voy a seguir pagando arriendo, venga le muestro donde voy a hacerme una casa”. Yo vivía en una casa, como en un segundo piso, hacia abajo un sótano y hacia arriba otros dos pisos. Y de ahí, desde la plancha, se veía. Le dije: “Yo voy a construir mi casa en ese hueco”, donde un carro de Zamora le había tumbado el rancho a dos personitas que vivían ahí. Y mi madre me dijo: “Vos es que estás loca”, y yo le respondí: “Allá me voy a ir”. Y me fui. En esa casita sigo hasta hoy, y primeramente a Dios se lo agradezco.

 

Camila (18 años)

 

Yo quisiera muchas cosas. Pues, aprender muchas cosas. Se me vienen imágenes a la mente. Lo primero es que me gustaría ser una chef profesional. Cocinar en otros países. Aprender comidas muy diferentes. Tener mucha plata… Pues, que mi trabajo me dé mucha plata para darle comida a la demás gente. Yo apoyo mucho lo de ayudar a los habitantes de calle. La gente piensa que es una alcahuetería, pero… Mi tío está allá. Por eso yo quiero que mi trabajo me dé plata, para montar un restaurante bien grande y que toda la gente que me conoce diga:

 

—Ummm… ¡Como cocina de rico!

 

Y después de ese restaurante me gustaría hacer otro, pero donde la gente no pague. Que tantas mamás que uno ve por la calle con los hijos puedan entrar y yo les pueda dar una comida porque sí, porque un hambre es muy dura. La gente vende en la calle confites todo el día solamente para conseguir un plato de comida. Por eso me parece tan cruel que boten tanta comida en las Casa Vida. ¿Cómo se llama la gente que tiene fundaciones? A mí me gustaría tener una casa así para ayudar a mucha gente, y después otra para ayudar a los animalitos como el gato que adopté en el Chocó. Pero esa es otra historia.

 

La ciudad promete un sueño y entrega miles de pesadillas. Los viejos abusos de puertas para adentro animan las “aventuras” de muchos viajeros. Pero el abuso habla en nuestro acento desde hace muchos años, y se canta, adorna los taxis, ajusta las cuentas de la casa, rueda en los teléfonos, ahoga las redes. Cerca de 30 000 mujeres trabajan en plataformas webcam en Medellín. Un catálogo que habla de una triste disposición. Viejas historias bajo un nuevo glamur.

 

*Esta crónica se realizó con el apoyo de La Liga Contra El Silencio y la Tejeduría Territorial. Un agradecimiento especial al Archivo Histórico Judicial de Medellín (AHJM) Laboratorio de Fuentes Históricas de la Universidad Nacional de Colombia.




Fuente:

https://universocentro.com.co/2024/10/10/historias-de-una-vieja-practica/

Nota: las imágenes son de la nota original.

viernes, 23 de agosto de 2024

 Esta nota demuestra algo conocido por los estudios de casos existentes, la prostitución puede ser una de las consecuencias de abusos, sexuales fundamentalmente, sufridos durante la infancia. Estos pueden arrasar la personalidad en formación y dejar heridas para toda la vida. Quienes las padecen difícilmente serán concientes que su búsqueda de ser prostituidas, dañadas, sometidas, no es una elección sino impulsos emergidos de esas heridas. 


De una infancia de abusos a la prostitución y placer por matar: el brutal raid de la “asesina de la autopista”

Hasta los 33 años, Aileen Wuornos llevó una vida desgraciada, con delitos menores que la hacían entrar y salir de la cárcel, pero nunca había pensado en matar a nadie. Su furia asesina se desató cuando un hombre intentó violarla en su automóvil y lo mató en defensa propia. A partir de entonces no pudo dejar de hacerlo, siempre de la misma manera. La traición de la mujer de la que se enamoró

Daniel Cecchini

Por

Daniel Cecchini

23 Jul, 2024 02:04 a.m. AR

 


Aileen Carol Wuornos, también conocida como “La asesina de la autopista", mantuvo en vilo a los norteamericanos entre 1989 y 1990


En “El asesino de la carretera”, la tremenda novela negra que James Ellroy publicó en 1986, el psicópata Martin Plunkett, capturado después de sembrar decenas de cadáveres en las rutas de los Estados Unidos, no encuentra mejor ocupación, mientras espera su ejecución en un pabellón de la muerte, que contar en primera persona uno por uno sus crímenes. Su relato no deja dudas de que ha matado por el placer que le dan la visión, el sabor y el tacto de la sangre fresca, pero también muestra cómo su impulso de matar – ese horror que habita su mente – germinó de la semilla plantada por los terribles dolores, sueños y fantasías de su infancia.

 

La misma siniestra pasión por contar su raid de muertes se le puede adjudicar a Aileen Carol Wuornos, también conocida como “La asesina de la autopista”, con la diferencia que Martin Plunkett es un personaje de ficción y sus crímenes son parte de la trama de una novela magistral, mientras que los de Wuornos – una mujer de carne y hueso – fueron bien reales y mantuvieron en vilo a los estadounidenses entre 1989 y 1990, cuando llenó de cadáveres las banquinas de las rutas del estado de Florida.

 

Los hombres a los que mató sumaron siete en menos de un año. El primero en defensa propia; los demás porque ya no podía controlar la fuerza, disparada por las sensaciones de ese primer crimen, que la impulsaba a asesinar. Y los mataba con saña, siempre con el mismo sistema: se les ofrecía sexualmente, subía a sus autos, los mataba a tiros – no uno sino varios -, les robaba todo lo que llevaban encima y tiraba sus cuerpos cerca de la ruta.


“Es la primera depredadora femenina de que tengo noticia. Otras mujeres han matado a sus hijos, han matado a familiares o personas que conocen, pero ella es la primera que en realidad era una depredadora que cazaba a víctimas inocentes y les quitaba la vida”, la definió durante el juicio el sargento Bob Kelley, del Departamento del Sheriff del Condado de Volusia, uno de los detectives que investigó sus crímenes.

 

“No estoy loca”

 

Wuornos – que igual que el personaje de Ellroy tenía poco más de treinta años cuando se convirtió en una asesina en serie – no solo los contó con lujo de detalles, sino que quería morir por ellos. Por eso no aceptaba la posibilidad de que le perdonaran la vida con un diagnóstico de locura, y amenazaba con seguir matando si volvía a las calles. “Maté a esos hombres, les robé tan fría como el hielo. Y también lo haría de nuevo. No hay ninguna oportunidad en mantenerme viva o algo así, porque mataría de nuevo. Tengo odio arrastrándose por mi organismo... Estoy tan harta de escuchar esa cosa de ‘está loca’. He sido evaluada tantas veces. Soy competente, cuerda, y estoy tratando de decir la verdad. Soy alguien que odia en serio la vida humana y mataría de nuevo...”, escribió de puño y letra en una carta que presentó ante la Corte suprema de Justicia de Florida a fines de 2001.

 


                    Wuornos se convirtió en una asesina serial cuando tenía poco más de 30 años


Por entonces llevaba casi una década en el pabellón de la muerte, condenada seis veces a ser ejecutada con la inyección letal por el asesinato de otros tantos hombres. Quería terminar de una vez con su vida y no era solo porque no toleraba vivir entre rejas: estaba cansada de una existencia marcada por el abandono de sus padres, los abusos sexuales de su abuelo – a quien en la infancia creyó su padre -, la pulsión irresistible de matar a los hombres que la requerían como prostituta y la traición de su pareja, una mujer por la que se sintió amada y terminó entregándola a la policía.

 

La atormentaba también una imagen recurrente que confesó a uno de los tres psiquiatras que la entrevistaron para dictaminar sobre su salud mental: todos los hombres que había matado tenían la cara de su abuelo abusador, eso era lo que la hacía apretar el gatillo.

 

Crecer a fuerza de abusos

Aileen Wuornos nació el 29 de febrero de 1956 en Rochester, Michigan, y era la segunda hija de Diane Wuornos Melini y Leo Arthur Pittman. Llevaba el apellido de sus abuelos maternos porque la habían adoptado junto con su hermano mayor, Keith, cuando tenía cuatro años. Durante mucho tiempo pensó que su abuelo era su padre.

 

Nadie le hablaba de Pittman, porque cuando Aileen nació, Diane ya se había divorciado de él. Pittman la golpeaba y entraba y salía de la cárcel, siempre por acusaciones de abusos de menores. Muchos años después, cuando ella misma estaba en la cárcel, se enteraría de que su padre biológico se había suicidado en 1969, ahorcándose en la celda de una prisión de Kansas donde cumplía una condena.

 

Diane, la madre, decidió iniciar una nueva vida lejos y sin hijos. En 1960 se los dejó a sus padres, Lauri y Britta Wournos, dos inmigrantes finlandeses que los adoptaron legalmente y les dieron su apellido.

 

Para los chicos fue cambiar un infierno por otro. La abuela Britta vivía sumergida en los más diversos alcoholes baratos y golpeaba a los chicos por cualquier motivo, a veces con un cinturón, otras con un palo de escoba. El abuelo Lauri le pegaba nada más que a Keith; en cambio, a Aileen prefería llevársela a la cama – o a cualquier rincón de la casa – para abusar sexualmente de ella.

 


                                Aileen Wuornos fue adoptada por su abuelos maternos y abusada


La futura asesina en serie quedó embarazada a los 15 años. Tuvo a su hijo en una maternidad de Detroit el 23 de marzo de 1971 y lo dio en adopción. No volvió a la casa de sus abuelos, prefirió vivir en un auto abandonado en el bosque. Cuando la encontraron, la internaron en una casa para madres solteras y, como era menor, quedó bajo custodia del Estado, que la obligó a asistir a la escuela.

 

La cárcel y el seguro de vida

Al cumplir los 18 años, en 1974, y quedó liberada de la tutela estatal, Wuornos no tenía donde ir. Comenzó la llevar una existencia de homeless, viajaba a dedo, dormía donde podía y conseguía dinero prostituyéndose en la calle. Por entonces usaba la identidad falsa de Sandra Kretsch.

 

Con ese nombre fue detenida por primera vez en mayo de 1974, en Jefferson, Colorado, por conducir alcoholizada, desorden público y disparar al aire desde el vehículo en movimiento con una pistola calibre 22. La liberaron bajo fianza y cuando comenzó el juicio no se presentó. Se había esfumado.

 

Volvió a Michigan, donde siguió con la misma existencia casi errante hasta que fue detenida el 13 de julio de 1976 por arrojarle una bola de billar – y acertar en la cabeza – al mozo de un bar. La policía comprobó que tenía algunas órdenes de detención pendientes por manejar borracha y la multó con 105 dólares. Los pagó un mes después, cuando le cayeron diez mil dólares del cielo. Su hermano Keith, a quien no veía, había muerto de cáncer de esófago y ella era la beneficiaria del seguro de vida.

 


Aileen Wuornos pagó una fianza con el dinero que había cobrado como beneficiaria del seguro de vida de su hermano Keith


Con ese dinero se fue de la ciudad rumbo a Florida, donde alquiló un departamento y llevó la vida que el dinero fresco le permitía. Se vestía bien y frecuentaba buenos restaurantes.

 

Allí conoció a su único y breve marido, descubrió el amor por una mujer y desató su raid asesino.

 

Un esposo anciano

El hombre se llamaba Lewis Fell, tenía 76 años, era presidente del Club Náutico de Florida, vivía en una casa enorme y era dueño de un yate. Aileen tenía 20 y no le habló en absoluto de su pasado. Tampoco a Felt parecía importarle: le propuso casarse a los dos meses de conocerse. La boda fue todo un acontecimiento, cubierto incluso por los periodistas de sociales de los diarios de la ciudad.

 

El problema era que Aileen se aburría con Fell y no toleraba sus reuniones sociales ni los días en el Club Náutico. No llevaba tres meses de casada y ya dejaba solo a Fell para irse de ronda los bares y divertirse a su manera. Y las maneras de Aileen no eran las mejores, al poco tiempo la detuvieron por agresión cuando estaba borracha en un boliche de mala muerte.

 

Su marido pagó la fianza esa misma noche y la llevó a la casa, donde Aileen se derrumbó en la cama. A la mañana siguiente, el hombre intentó reprocharle el hecho, pero no alcanzó a decir mucho. Aileen empuñó una caña de pescar que estaba en el living y lo golpeó como su abuela hacía con ella: con saña y por todo el cuerpo.

 


Lewis Fell, quien era presidente del Club Náutico de Florida, le propuso casamiento a los dos meses de conocerse


Menos de seis meses después de la boda, Lewis Fell pidió la anulación del matrimonio y logró una orden de restricción contra Aileen, que no podía acercarse a menos de trescientos metros a él.

 

Un amor de verdad

El dinero del seguro de vida del hermano Keith se agotó rápido y Aileen Wuornos volvió a las andadas. Los siguientes diez años entró y salió de la cárcel por toda clase de delitos: robo de automóviles, desorden público, conducir en estado de ebriedad, robo a mano armada, resistencia a la autoridad, atentado contra la propiedad privada – la emprendió a balazos contra el auto de un hombre con el que había discutido – y tenencia ilegal de armas.

 

Para 1986 estaba en Daytona Beach donde conoció a Tyria Moore, de 28 años, en un bar gay. Dos días después se fueron a vivir juntas, Tyria dejó su trabajo de empleada de limpieza en un hotel y aceptó que Aileen la mantuviera con el dinero que obtenía ejerciendo la prostitución. Años después Aileen contaría que “fue un flechazo”.

 

La relación iba bien e incluso Tyria acompañaba a Aileen cuando circulaba por la calle o iba a los bares para conseguir clientes. En julio de 1987 las detuvieron por golpear a un hombre con una botella de cerveza durante una discusión, pero la cosa no pasó a mayores. Aileen presentó en la comisaría una licencia de conducir falsa a nombre de Susan Blahovec y con eso consiguió que no le encontraran antecedentes criminales.Tyria nunca había tenido problemas con la ley, de modo que las liberaron enseguida.

 


                                            La "asesina de la carretera" conoció a Tyria Moore en un bar gay


Fueron tres años de romance continuo, hasta que en 1989 sucedió algo que desató todos los demonios que Aileen llevaba en su interior.

 

La asesina de la autopista

Todo comenzó una noche como cualquier otra, mientras Aileen ejercía su oficio. El 30 de noviembre de 1989, Richard Mallory, de 51 años, invitó a Aileen a subir a su auto y la llevó a un camino solitario para mantener relaciones sexuales. Ese era el acuerdo, pero el hombre se puso violento y lo que en un principio era una contratación de servicios se transformó en un intento de violación.

 

Aileen no lo sabía en ese momento - y tampoco se supo durante el juicio – que Mallory era un exconvicto y violador en serie.

 

La mujer llevaba un arma en la cartera y pudo manotearla. Le disparó tres veces en el pecho. Dejó el cuerpo en el asiento trasero del auto, se puso al volante y manejó unos kilómetros hasta encontrar un lugar adecuado para tirar el cadáver. Antes le vació los bolsillos.

 

Se alejó del lugar en el auto de Mallory y lo abandonó en la ciudad. Durante el juicio, varios testigos la reconocieron como la mujer totalmente vestida de negro que se había bajado del auto de la víctima. Por eso algunos medios comenzaron a llamarla también “la mujer araña”.

 


                                          Como se vestía de negro muchos medios la bautizaron como la "mujer araña"


Esa muerte disparó otras, aunque Aileen demoró más de seis meses en volver a asesinar, después no pudo dejar de hacerlo. El 1° de junio de 1990 mató a David Spears, de 43 años; el 6 de junio a Charles Carskaddon, de 40; el 4 de julio a Peter Siems, de 65; el 4 de agosto a Troy Burress, de 50; el 12 de septiembre a Dick Humphreys, de 56; y el 19 de noviembre a Walter Jeno “Gino” Antonio, de 62. Siete hombres en menos de un año.

 

Todos habían “levantado” a Aileen en sus autos, todos fueron baleados en el interior del vehículo, todos los cadáveres – menos el de Siems, que nunca apareció – fueron encontrados a los costados de las rutas cercanas a Palm Harbour, Florida.

 

La policía buscaba a “la asesina de la autopista” pero no tenía demasiadas pistas para encontrarla: que era joven, que casi siempre vestía de negro y que abandonaba los cadáveres de sus víctimas a la vera de los caminos.

 


                                            Aileen Wuornos asesinó 7 hombres en menos de un año


Traicionada por su amante

El error que la perdió fue llevar a pasear a Tyria en el auto de la última de sus víctimas. Aileen perdió el control del volante y se estrelló contra un poste de electricidad. Las dos mujeres bajaron del auto – Aileen con una herida sangrante en la cabeza -, rechazaron la ayuda de los transeúntes y se escaparon a pie.

 

Los testigos describieron a la policía a la mujer vestida totalmente de negro y se difundió un retrato robot por televisión. Para entonces ya había aparecido el cadáver de “Gino” Antonio. No quedaron dudas: la mujer de negro era “la asesina de la autopista”. También describieron a Tyria Moore.

 

Esa misma noche, las dos mujeres se separaron. Moore se escapó a Pensilvania y se refugió en la casa de su hermana. Se comunicaba con Aileen por teléfono, no sabía dónde estaba. Pero la policía localizó a Tyria, la detuvo y le hizo una propuesta que no pudo rechazar: le daría inmunidad si ayudaba a detener a Ayleen y declaraba en su contra en el juicio.

 

En la siguiente llamada telefónica, Tyria Moore le propuso un encuentro a Aileen Wuornos. Cuando acudió a la cita, la policía estaba esperando. Se entregó sin resistencia. Unos días después, los investigadores permitieron que las dos mujeres se reunieran. Aileen le reprochó con dureza a Tyria que la hubiese entregado, pero también le aseguró que no había dejado de quererla. Y tomó una decisión: “Hacé lo que tengas que hacer, si vas a declarar en mi contra, hacelo. No voy a dejar que vayas a la cárcel. Si para eso tengo que confesar, confesaré”, le dijo.

 

La voluntad de morir

El 16 de enero de 1991, Aileen Wuornos hizo una confesión completa y desligó a Tyria de los asesinatos. En el juicio declaró que su primer crimen había sido en defensa propia porque Mallory intentó violarla. “Fui violada, fui torturada. Tenían el volante, tenían la imagen del volante con los arañazos, estaba roto. Esa es la prueba de que yo estaba atada al volante. No puedo creer que esto haya sucedido”, dijo.

 


    La asesina de la ruta pidió que se cumpliera la condena lo antes posible, no quería seguir viviendo


La condenaron a muerte por seis de los asesinatos. En cambio, no fue juzgada por el asesinato de Peter Siems porque si bien había aparecido su auto con restos de sangre, nunca se encontró el cadáver.

 

Aileen Wuornos pidió que la condena se ejecutara lo antes posible. No quería seguir viviendo. “Quiero estar con Dios”, dijo.

 

Demoró más de una década en cumplir su deseo. “La asesina de la autopista” fue ejecutada mediante una inyección letal el 9 de octubre de 2002.

Fuente:

https://www.infobae.com/historias/2024/07/23/de-una-infancia-de-abusos-a-la-prostitucion-y-placer-por-matar-el-brutal-raid-de-la-asesina-de-la-autopista/


Nota: las imágenes y letra negrita están en la nota original.

domingo, 6 de agosto de 2023

La legalización de la prostitución en Argentina: personajes, hechos, anécdotas, curiosidades en la historia

La legalización de la prostitución en Argentina: personajes, hechos, anécdotas, curiosidades en la historia

 

La prostitución en la antigüedad.

"Personajes, hechos, anécdotas, curiosidades de la Historia", es un artículo que se publicó en la revista Todo es Historia por León Benarós, el mes de abril de 1983. Lo cual NOVA retomó para poder llevar adelante un capítulo nuevo en lo que respecta la prostitución.

 

Bajo la Intendencia municipal de Mariano de Vedia y Mitre, la prostitución de las "casas de tolerancia" terminó en Buenos Aires, y se cerraron los burdeles. Ello no eliminó del todo la práctica mujeril de "la profesión más antigua del mundo".

 

A las libres "virantas" se sumaron las "manicuras", que, en horario insólito, atendían nocturnamente, "de 10 en adelante", y publicaban en los diarios sus llamativos avisos. Más curiosos aun eran los de sospechosas "pantaloneras", que ofrecian sus servicios con ese disfraz laboral, y el de alguna profesora que, cuyo aviso advertía que "enseña con elegancia la lengua francesa". Se expresó en la revista Todo es Historia.

 

Contra lo que se imagina, célebres casas de baile de antaño, como la muy distinguida de Laura y la popular de la Vasca, no eran burdeles. Vale la pena transcribir la prolija "Ordenanza reglamentaria de la prostitución", que se sancionó en Buenos Ares, el 5 de enero de 1875.

 

Se completó con una "Ordenanza relativa a la inspección médica de las prostitutas". Las pobres muchachas no podían mostrarse en la puerta de calle, debían vestir decentemente en público, y estar en casita dos horas antes de la caída del sol. La exclusividad de la regencia de estas casas de tolerancia, quedaba rigurosamente reservada a las famosas madamas. Desde los 15 años de edad, un muchacho era admitido en un burdel. Se remarcó en la revista citada y escrita por Benarós.

 

En la Argentina la prostitución estuvo reglamentada desde fines del Siglo XIX hasta 1936, si bien su reglamentación estuvo en manos de los municipios, las ordenanzas de las diferentes ciudades fueron muy similares entre sí, particularmente las que provienen de la provincia de Buenos Aires, que están basadas en el modelo francés diseñado por el médico higienista Parent du Châtelet (Múgica,2014).

 

Una de las preocupaciones que se desprenden de las ordenanzas en algunas localidades de la provincia es el problema de "la prostitución clandestina". Las casas fueron "toleradas" bajo ciertas condiciones, las mismas detalladas minuciosamente en las ordenanzas.

 

La clandestinidad en cambio fue perseguida y penada, con multas o con días en prisión. Las ordenanzas explicitan, que la misma era ejercida por aquellas mujeres que no se encontraban dentro de un burdel.

 

Al confrontar esta definición con las fuentes documentales se presenta un fenómeno más complejo que sólo definir a la mujer que no ejerce la prostitución dentro de una casa de tolerancia como la prostituta clandestina, esta complejidad lleva a NOVA a plantear algunos interrogantes. Para más adelante seguramente.

 


Ordenanza

 

Reglamentaria de la prostitución sancionada el 5 de enero de 1875.

 

Capítulo 1

 

De las casas de prostitución.

 

Se entiende por casas de prostitución las que están habitadas por prostitutas.

Las cásas de prostitución serán toleradas en el Municipio, siempre que se sujeten a las prescripciones de esta Ordenanza.

Las casas de prostitución no podrán ser regenteadas sino por mujeres.

Cualquiera que regentee alguna de las casas de prostitución que actualmente existen en la ciudad, deberá presentar antes de los quince días siguientes a la sanción de esta Ordenanza, una solicitud ante el Secretario de la Municipalidad, en la cual se exprese el número de la casa que ocupan, el número de prostitutas que tengan a su cargo, su nombre, patria, edad, un duplicado del retrato fotográfico en tarjeta, de cada una de ellas, y un certificado médico por el cual conste que en el día de la presentación todas las prostitutas se encuentran perfectamente sanas de enfermedades venéreas y sifilíticas, y por separado, una carta de un médico por la cual conste que en adelante será el que asista en la casa.

Las casas que se abriesen nuevamente, además de las prescripciones del articulo anterior, deberán cumplir las siguientes: 1) La casa será de un solo piso y en caso de tener varios no podrán ser ocupados sino por las prostitutas. 2) La casa deberá encontrarse a distancia de dos cuadras cuando menos de los templos, teatros y casas de educación; las que actualmente se encuentren en cualquiera de esos casos, serán removidas en el plazo de 40 días.

Las casas de prostitución serán consideradas, para los efectos de las Ordenanzas sobre higiene y seguridad, como casas de inquilinato, sin que esto autorice para que pueda haber inquilinos en ellas.

El permiso para tener una casa de prostitución no es trasmisible ni da derecho alguno, pudiendo ser retirado siempre que la Municipalidad lo encuentre conveniente, y cuando se infringiese cualquier artículo de esta Ordenanza.

 

Capítulo 2

 

De las prostitutas.

 

Será considerada como prostituta toda mujer que se entregase al acto venéreo con varios hombres, mediando una retribución en dinero u otra especie para sí misma, para quien explote su tráfico, o partible entre ambos.

Las prostitutas adscritas a las casas de prostitución deberán ser mayores de 18 años, a no ser que se pruebe que antes de esa edad se hayan entregado a la prostitución.

Las prostitutas deberán someterse a las prescripciones siguientes: 1) Sujetarse a la inspección y reconocimiento médico siempre que fuesen requeridas para ello.  2)No podrán mostrarse en la puerta de calle, ni en las ventanas o balcones de la casa que ocupen, ni llamar a los transeúntes o emplear cualquier género de provocación, lo que les será prohibido hacer igualmente en las calles, paseos públicos y teatros, no pudiendo concurrir a estos en traje deshonesto.  3) Deberán encontrarse en casa dos horas después de la puesta del sol, a no ser que tengan motivo justificado para faltar a ello.  4) Deberán siempre llevar consigo su retrato en una tarjeta fotográfica, en el cual estará anotada la calle y número de la casa de prostitución a que estén adscritas, su nombre y el número de orden que les corresponda en el registro de la inscripción, siendo además timbrada por la Municipalidad.

La mujer que, a sabiendas, prestase servicios domésticos en una casa de prostitución, deberá sujetarse a las prescripciones: 1) y 2) del artículo anterior; se considerará sabedora si permanece por más de tres días sirviendo en la casa. Todas las prescripciones del citado artículo son obligatorias para la mujer que regentease la casa de prostitución.

Las prostitutas que dejen de pertenecer a una casa de prostitución quedarán bajo la vigilancia de la Policía mientras no cambien su género de vida. En este último caso la prostituta podrá solicitar el entrar a un establecimiento de caridad durante un mes, prestando sus servicios voluntariamente.

 

Capítulo 3

 

De la gerencia de las casas de prostitución.

 

La gerente de una casa de prostitución deberá llevar un libro en el cual se inscribirán las prostitutas que están bajo su vigilancia y responsabilidad, según el modelo que se les pasará; este libro será inspeccionado por orden de la Municipalidad siempre que lo crea conveniente.

Las gerentes nunca podrán ausentarse del Municipio ni faltar de la casa por más de 24 horas; si cambian de domicilio tendrán que dar cuenta a la Municipalidad, (2) en el mismo término; no podrán admitir nuevamente ninguna prostituta, sino en los días de visita médica, y después de haber sido reconocida en ella, debiendo anotarla en el libro a que se refiere el artículo anterior; harán constar en ese mismo libro la salida de toda prostituta, dando cuenta inmediatamente; lo mismo harán toda vez que una prostituta evadiese la inspección médica.

Las obligaciones reciprocas entre las gerentes de las casas de prostitución y las prostitutas serán las que entre sí acordaren; pero estas últimas serán bien tratadas; en caso que contrajeren enfermedades venéreas o la sífilis primitiva, serán atendidas hasta su curación, por cuenta de la gerente; si según declaración del médico de la casa la enfermedad pasase al estado de sífilis constitucional o fagedénica, entonces la prostituta pasará al Hospital.(3) Si alguna prostituta se hiciese embarazada será mantenida y alojada en la casa hasta un mes después del parto, o subvencionada en la cantidad en que conviniese, saliendo de la casa; esta subvención será retirada, probado el caso de que la prostituta continúe ejerciendo la prostitución; no podrán obligar a las prostitutas a entregarse a la prostitución durante la menstruación o estando en cinta.

Las gerentes de las casas de prostitución no podrán admitir en ellas sino las prostitutas que estén inscritas en su libro respectivo; ninguna podrá regentear más de una casa de prostitución.

 

Capítulo 4

 

De la inspección médica (4).

 

El médico que asistiere en. una casa de prostitución, deberá inspeccionar a todas las prostitutas, usando speculum uteri, los miércoles y sábados de cada semana; deberá anotar, bajo su firma, el resultado en el libro de la casa, y hacer constar la ausencia u oposición de la prostituta a someterse al reconocimiento médico.

En el caso que una prostituta deba ser conducida al Hospital o se encontrase encinta, según lo referido en el artículo 15, el médico pasará inmediatamente un parte a la Municipalidad; lo mismo hará cuando alguna prostituta no estuviese presente O se hubiese opuesto a la inspección médica, y en los casos de aborto provocado.

 

Capítulo 5

 

De los concurrentes a las casas de prostitución.

 

No tendrán entrada en las casas de prostitución los jóvenes menores de 15 años, los individuos en estado de embriaguez o que lleven armas, y los que presenten señales de enfermedades venéreas o sifilíticas; a todos les será prohibido el consumo de bebidas alcohólicas y toda clase de juego prohibido.

En el caso que se le exigiese, el concurrente deberá prestarse a un reconocimiento, o de no, salir inmediatamente de la casa; tendrá derecho a verificar si la prostituta con quien va a estar en contacto, ha pasado por la visita médica en el día que debió practicarse, para lo cual podrá revisar el libro respectivo.

Los concurrentes que dieren lugar a escándalos en las casas de prostitución, serán anotados en un libro reservado por el Comisario de la Sección; en caso de reincidencia pasará un parte al Jefe de Policía conel mismo carácter; pero si viniesen partes de varias Secciones, el Jefe de Policía podrá citar al individuo, amonestarlo, multarlo de uno a tres mil pesos, según la gravedad del caso, y aun publicar su nombre.

Una copia de este capítulo será colocado en un paraje visible en el interior de las casas de prostitución.

 


Capítulo 6

 

De la prostitución clandestina.

 

Queda absolutamente prohibida la prostitución clandestina: se entiende por tal, la que se ejerciere fuera de las casas de prostitución toleradas por este reglamento.

Todos los que a sabiendas admitieren en su casa particular o de negocio, en calidad de inquilina, huésped, sirvienta u obrera, a cualquier mujer que ejerciere la prostitución, pagarán una multa de mil pesos moneda corriente por la primera vez, de dos mil por la segunda y tres mil por la tercera y siguientes; se considerarán sabedores a los que permitan que una prostituta continúe en su casa tres días después de ser. prevenidos por la autoridad.

En el caso del artículo anterior serán comprendidos los dueños de establecimientos públicos frecuentados por prostitutas.

La prostitución clandestina será penada con ocho días de prisión en la cárcel correccional, por la primera vez; con quince días por la segunda, y con un mes por la tercera y subsiguientes.

 

Capítulo 7

 

Relativa a la inspección médica de las prostitutas.

 

Autorizase al D. Ejecutivo para invertir hasta la suma de cien mil pesos moneda nacional en la construcción de un “Sifilicomio”” para ambos sexos. Mientras se construya este edificio, el Intendente alquilará una o más casas en un paraje adecuado, para que sirva para aquel objeto.

El Sifilicomio y Dispensario dependerán de la Asistencia Pública y estarán a cargo de un médico director, un médico de sala y de los practicantes y enfermeros que sean necesarios para el servicio.

Créase una oficina encargada de la inspección médica de las prostitutas que empezará a funcionar en cuanto esté habilitado el Sifilicomio provisorio.

Esta oficina dependerá de la Asistencia Pública y su personal se compondrá de un médico jefe y ocho médicos encargados del servicio interno y externo, un ordenanza y portero.

El servicio de inspección se hará en la oficina o a domicilio según lo soliciten por escrito las interesadas.

Toda prostituta inscripta será sometida a un examen médico completo una vez por semana.

Toda mujer que, sin previo aviso y sin causa perfectamente justificada dejara de presentarse a la visita será considerada enferma. Las gerentes de las casas de prostitución serán responsables de la no presentación de las prostitutas a la visita semanal, incurriendo en una multa de cincuenta pesos moneda nacional la primera vez y cien en caso de reincidencia. En caso de resistencia a oblar esta multa se les retirará el permiso.

Si en caso de enfermedad de alguna de las prostitutas las gerentes no diesen aviso a la oficina en el plazo de 24 horas, incurrirán en las penas enumeradas en el artículo anterior.

Toda prostituta reconocida enferma será remitida al Sifilicomio y no será dada de alta hasta la completa curación de los accidentes contagiosos.

Toda prostituta deberá ser remitida a la oficina de Inspección para la anotación del caso.

Establécese un derecho de 30 centavos por cada visita en la oficina y de 50 centavos por cada una de las que se hicieren a domicilio.

Los derechos de inspección y las multas por infracción a esta Ordenanza serán afectadas exclusivamente al sostenimiento del Sifilicomio y de la oficina médica de inspección, y si hubiese excedente de entradas será aplicado exclusivamente a la erección y ensanche del Sifilicomio y Dispensario., *

La Inspección General queda encargada de vigilar el cumplimiento de estas disposiciones, sin perjuicio del auxilio que pueda solicitarse al Departamento de Policía.

El Departamento Ejecutivo dictará las medidas reglamentarias conducentes a hacer efectivas las disposiciones anteriores.

Quedan derogadas todas las disposiciones que se opongan a la presente ordenanza.

Los gastos que demande la presente ordenanza se imputarán a la misma, hasta tanto que se incluyan en el próximo presupuesto y mientras los derechos y multas no alcancen a cubrir los gastos necesarios.

Mientras no se dicte la Ordenanza de presupuesto del año próximo de 1889, la remuneración para el médico director del Sifilicomio y para el Jefe de la Oficina de Inspección Médica será de 300 pesos moneda nacional, 250 para el médico de sala y 200 para los demás médicos al servicio del Dispensario y del Hospital.

 

(1) Este artículo está derogado. Deben presentarse al Dispensario de Salubridad.

 

(2) Al Dispensario de Salubridad.

 

(3) Sustituida por los artículos 7,8,9 y 10 de la ordenanza de 14 de Setiembre de 1888.

 

(4) Este capítulo está derogado por la ordenanza del 14 de Setiembre. y

 

(5) Actualmente la libreta de inscripción.

 

Investigación:

 

Ulises Catriel Cuenca

 

 

Fuente:

https://www.agencianova.com/nota.asp?n=2023_7_21&id=127040&id_tiponota=81