George Grosz
“Realista como soy, me
sirvo de la pluma y el pincel principalmente para dibujar lo que veo y observo,
y eso casi nunca es romántico, sino prosaico y poco placentero. El diablo sabe
cómo ocurre: si uno mira con atención, hombres y objetos aparecen miserables,
desagradables y, frecuentemente, absurdos o ambivalentes. Mi observación
crítica siempre es una suerte de pregunta sobre el sentido, el fin y el objeto…
pero rara vez hay una respuesta satisfactoria. Por eso hago mis dibujos a modo
de respuesta. ¡Sobrios y sin secreto! Así pasan los hombres unos al lado de
otros… donde estuvieron quedan lugares vacíos; con los medios de que dispongo
intento captar esto”.
George Grosz
George Grosz, seudónimo de George Ehrenfried , nace en
Berlín, Alemania, el 26 de julio de 1893. Entre 1909 y 1912 estudió en la
Academia de Dresde, y entre 1912 y 1917 en la Academia de Artes y Oficios de
Berlín (Kunstgewerbeschule), con la intención de convertirse en dibujante de
historietas. También se dedicó en esa época a copiar obras de maestros
clásicos, en especial las de Rubens a la vez que realizaba unos dibujos muy
personales para periódicos y revistas satíricas, utilizando para ello la
caricatura.
En 1914, al estallar la Primera Guerra Mundial, Grosz se
alista en la infantería del Ejército Alemán, en un regimiento de granaderos. En
1916 se le licencia, según se dijo por
motivos de salud física, aunque es posible que el verdadero motivo fuera un shock
psicológico del que tuvo que recuperarse en un Hospital Militar.
Muere el 6 de julio de 1959.
Utilizó el humor como medio de denuncia de un mundo que, a
través de su clarividencia ya veía en los años 20 como una amenaza.
En pinturas, dibujos, litografías muestran lo que ve de su Alemania de posguerra, pone
en claro la violencia e hipocresía.
Evolucionó desde dibujos caricaturescos hacia visiones
urbanas apocalípticas y violentas con una politización bastante clara. Se
integró en el ala izquierda del movimiento que se denominó Neue sachlichkeit
Durante los años veinte su estilo artístico expresó su
disgusto por la Alemania de la posguerra. La ciudad se convirtió en el tema central
de su obra. Su lenguaje incisivo y
profundamente crítico tenía como base su penetrante observación.
Reflejó la mezquindad y fealdad de la vida contemporánea, la
crueldad de la guerra, las desigualdades y abusos de poder, y la falta de
respeto por las libertades individuales que llevó al nazismo. Es por ello que
su obra contiene una lección válida aún para el mundo actual.
Sus escenarios son calles, bares, tugurios, cuarteles y sus
personajes son prostitutas, borrachos, asesinos, soldados heridos, mutilados de
guerra sin piernas o sin narices, prostitutas marcadas por la enfermedad,
veteranos mendigando, traficantes del mercado negro envueltos en pieles lujosas,
drogadictos, idiotas frenéticos, suicidas, criminales sexuales y
descuartizadores, también uniformados
que balean a trabajadores indefensos, desocupados, sobrevivientes del hambre y
la miseria.
En esos dibujos hay una importantísima crítica social que se
enfrenta a la despiadada avidez de los burgueses y hombres de negocios
vulgares, cuya miseria se oculta tras una capa de respetabilidad. Los tres
pilares del orden: capitalistas, militares y clero contemplan sin intervenir el
caos que ellos mismos provocaron.
Se podría decir que su obra es una radiografía de nuestro
tiempo, de cualquier ciudad importante en la que convive la opulencia y la
exclusión, el derroche y la necesidad. La violencia está en lo que se ve y
también en todo el entorno que la origina. El contraste de las clases sociales
y su lucha.
Nunca cejó en su visión desde una izquierda revolucionaria
lo que casi lo llevó frente a un pelotón de fusilamiento. Las imágenes de Ecce
Homo se reunieron en un libro de gran tirada y acarrearon a Grosz un proceso
por “difusión de escritos inmorales” en 1923 y otro por “blasfemia” en 1928.
El último tuvo lugar en diciembre de 1930 y el artista se
defendió así:
“Quería protestar (con
Ecce Homo) contra este mundo de destrucción recíproca. Con frecuencia me sentía
como una pared que devolvía el grito sangriento e inhumano del mundo que me
rodeaba… y si se me acusa a mí, se está acusando a la época, sus atrocidades y
su depravación, su anarquía y su injusticia”.
En la exposición itinerante organizada por los
nacionalsocialistas en 1937, llamada Entartete
Kunst [Arte degenerado], se muestran veinte obras suyas.
Durante la época nazi, alrededor de 285 obras de Grosz desaparecen o fueron
destruidas.
Debió abandonar Alemania en 1932, a los 39 años, cuando el
nazismo en alza terminó considerándolo “el bolchevique cultural número uno”.
Su pintura es un grito que denuncia una sociedad hipócrita y
sumisa, que acepta como natural al crimen y a la prostitución como parte la
división de clases.
La prostitución es puesta en este marco, de contrastes y
violencia, en el lugar de la extrema desposesión, la del propio cuerpo. Es la
figura en un fondo de infernal salvajismo. Lejos del supuesto glamour es
parte de las excrecencias de la sociedad mercantilista capitalista. Nuevamente
el cuerpo de la mujer expuesto, un cuerpo para otros, para aquellos que aparecen
vestidos y adornados con su poder.
http://www.avizora.com/publicaciones/biografias/textos/textos_g/012_grosz_george.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/George_Grosz
http://revistas.ucm.es/index.php/ANHA/article/viewFile/ANHA0606110339A/31122
Plano tatliniano. 1920 |
Suicidio. 1916 |
Belleza a ti quiero alabarte. 1919 |
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