Todo testimonio es revelador. Es la voz de quien ha pasado por las
situaciones, de quien ha comprendido y habla a la sociedad como modo de reparar
sus heridas y desenmascarar a los victimarios y a todos en general, es un
llamado de alerta.
Seguramente dirán que trata de personas no es prostitución,
la respuesta la da la misma Amelia al decir
"Acostarse con 15 hombres en
una noche no es un trabajo". Los nombres no cambian los hechos sino la
forma con que son mirados, de ahí que el abolicionismo no acepte que lo sufrido
por tantas mujeres, niñas, niños, adolescentes, hombres, sea mirado
superficialmente y calificado como “trabajo”.
Lo que el putero realiza en el cuerpo de las personas es lo
mismo sea esta víctima de trata o “trabajadora” por “propia elección”. Las
enfermedades y la muerte prematura tampoco
distinguen entre nombres.
Cuando el prostituidor-“cliente” paga, quiere el mejor “servicio” posible, y poco le
importa que la persona esté allí por su voluntad o coaccionada.
Valga un reconocimiento para estas personas que han sabido
sobreponerse y enfrentar al mundo con su testimonio.
Alberto B Ilieff
Testimonios de
Prostitución - Rae Story
Por qué la prostitución se ha convertido en un trabajo
típico de clase media
Frente a las tesis despenalizadoras que son cada vez más
populares, una antigua trabajadora recuerda que la prostitución no es una
decisión personal libre
Desde las calles hasta ser una escort independiente: ¿de verdad es un salto de clase social? (iStock) |
27.06.2016 –
Durante los últimos tiempos se han popularizado las teorías
descriminalizadoras sobre la prostitución, incluso en sectores del feminismo
que en el pasado se habían mostrado completamente opuestos a cualquier trabajo
sexual. Según esta visión, dicha labor se elige libremente (exceptuando
contadas excepciones), forma parte de la
identidad de la trabajadora y en muchos casos, es una opción laboral mucho
más rentable, y por tanto más razonable, que otras. Como explicaba en este medio
Natalia Ferrari, “estoy mejor trabajado como puta que en un McDonald's o de
teleoperadora”.
Se trata de una argumentación convincente. Legalizando la
prostitución, afirman sus partidarios, las trabajadoras se librarán de la
estimatización social y gozarán de una mejor protección frente a los riesgos
inherentes a su trabajo. Pero no todo el mundo se muestra de acuerdo, ni
siquiera entre las trabajadoras sexuales. Rae Story, que fue prostituta durante
10 años en países como Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda, y que se define
como feminista y socialista, ha
protestado contra el empuje “libertario de la despenalización” y “el proyecto
paralelo de sanitización y legitimación” del trabajo sexual.
Ella misma había sido criada en un barrio malo por su madre
soltera, pero le decía a los clientes que era de una familia de clase media,
feliz y conservadora
Lo explica en una entrevista publicada en 'Feminist
Current': la corriente actual es el resultado de “los avances tecnológicos y de
la práctica posmoderna de centrarse en las experiencias individuales (más que
en las colectivas o en las tendencias generales) y en fijarse en lo que las
cosas parecen ser y no en lo que realmente son”. En otras palabras, la
tendencia a centrarse en la identidad personal y en la esfera privada de las
trabajadoras, más que en la prostitución como negocio, consumo y reproducción
de las relaciones de poder es un proceso de “ingeniería política”. Ella lo sabe bien, porque es una de esas
prostitutas que pasó de la clase trabajadora a la aparente seguridad de la
clase media… que era aún peor.
Si lo deseas, tú
también puedes ser clase media
Story comenzó en el trabajo sexual libremente, o tan
libremente como lo haría una mujer en una relación en la que sufre maltratos.
Es decir, sin conocer exactamente su lado oscuro. Por lo general, explica,
todas sus compañeras procedían de la clase trabajadora, y terminaban
prostituyéndose debido a la promesa de ganar
dinero rápida y ¿fácilmente? Además, no hace falta cualificación. La propia
Story provenía de un entorno de clase baja, criada en un barrio peligroso
gracias al sueldo de su madre soltera. Sin embargo, solía decirles a sus
clientes que sus orígenes se encontraban en una familia de clase media, feliz y
conservadora, y que decidió dedicarse a la prostitución para satisfacer su
“voraz apetito sexual”. ¿Por qué?
Quizá por la misma razón por la que, al menos hasta que la
crisis golpeó con dureza las ambiciones de millones de familias en España,
todos nos considerábamos de clase media. Debido a que, como ella misma explica
en un artículo publicado en 'The F Word', pertenecer a dicha clase es más una
cuestión de cómo hablas, cómo piensas, qué música escuchas, qué programas ves y
qué periódicos lees, casi cualquiera puede considerarse clase media. Incluidas
las prostitutas, que empezaron a defender la idea de que el suyo era “un trabajo como cualquier otro”.
“No solo un trabajo, sino uno bastante bueno dada su alta
remuneración, teniendo en cuenta cómo está el patio”, añade Story. Fue el albor
de la era de las “escorts independientes”, que podían anunciarse en internet
personalmente y no depender de las viejas estructuras de la prostitución. Ni
chulos ni madamas. El mero hecho de subir sus tarifas las convertía
automáticamente en parte de la élite: “Los tics de clase media eran a menudo
esenciales, con las escorts promocionando
su educación universitaria, su refinada etiqueta, sus viajes y sus
aficiones”.
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“El trabajo en el
burdel había sido brutal para mi cuerpo, pero el trabajo como escort
independiente agotó mi espíritu”. Ahora tenía que ser un producto
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La propia Story entró en el juego. “Detallaba mi educación
universitaria, mi afición por escritores como Will Self, mi preferencia por los vinos tintos antes que los
cubatas”, recuerda. “Cualquier cosa que afirmase mi identidad como prostituta
de clase media”. Era fácil dar el salto de prostituta callejera a trabajadora
independiente, como quizá también lo sea pasar
de asalariado a emprendedor. Sin embargo, el entusiasmo por unas
condiciones materiales de vida un poco mejores y una supuesta “civilización” de
la industria le duró poco a Story. Porque, como le ha ocurrido a tantos
profesionales liberales, de repente se dio cuenta de que el nuevo entorno
laboral exigía aún más de ellos.
“Para competir en este nuevo ambiente virulento, la
exposición se convirtió en una necesidad”, explica. Había que destacar. Tomarse
decenas de fotografías, escribir blogs, conectarse diariamente a la web-cam…
También diversificarse. Era cada vez
más habitual que las prostitutas empezasen a aparecer en películas porno, o que
las actrices porno empezasen a prostituirse. Haber rodado una película es, al
fin y al cabo, un buen reclamo publicitario de cara al cliente. No solo eso,
sino que su relación con estos empezó a cambiar. “Por supuesto, en mi
inocencia, me había convencido de que ser una 'prostituta que besa' me
beneficiaba, porque mejoraba mi imagen personal”, explica.
Con el tiempo, terminaría dándose cuenta que ese nuevo
estado de las cosas, según la máxima de Lampedusa,
solo había conseguido que todo siguiese igual. Con la excepción de que, ahora,
los clientes se sentían mejor al considerar que se acostaban con “mujeres
empoderadas”. “El trabajo en el burdel había sido brutal para mi cuerpo, pero
el trabajo como escort independiente agotó mi espíritu”, concluye. Ya no
bastaba con hacer su trabajo y marcharse, sino que tenía que convertirse en una
marca personal, obsesionada continuamente con su imagen. En ese sentido, las
prostitutas ya no se parecen a las actrices porno. Se parecen a las estrellas del pop.
Todo ello, a cambio de muy poco. Como descubrieron tantos de
los que se consideraban clase media, su pertenencia a dicho estrato social era
tan solo apariencia. “No teníamos casas ni ganábamos un sueldo fijo anual, con
pagas extra o pensiones”, recuerda Story. “No teníamos ninguna estabilidad o dónde caernos muertas en caso de ponernos
enfermas”. Eso sí, nada de mostrar sus problemas en el trabajo. Frente al
cliente masculino, debían mostrarse “empoderadas, sexys y a gusto en nuestros
roles como esponjas de la satisfacción masculina”.
La nueva ideología
del trabajo
Rae Story trabajó durante más de 10 años como prostituta.
Sin embargo, advierte que quizá no haya que prestar mucha atención a lo que
ella o sus compañeras puedan decir, sobre todo cuando utilizan sus experiencias
personales para defender la despenalización o la legalización. “Las portavoces
de la industria utilizan el lenguaje de lo personal de la misma manera que lo
podrían hacer los homosexuales con el derecho al matrimonio”, explica. De esa
manera, defender la prostitución como parte de su identidad implica que la
descriminalización de dicho trabajo las ayudaría a realizarse como personas.
Sin embargo, la autora recuerda que las leyes sobre la prostitución “son una
forma de política económica y social,
no solo personal”.
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El deseo de
descriminizarla trata del derecho de los negocios de expandirse sin la
intervención del estado ni preocuparse por los trabajadores
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“En el Reino Unido, la manera en que se han redactado las
leyes que rodean a la prostitución tiene como objetivo que siga siendo una
transacción privada, descriminalizando al comprador y al vendedor, pero no al
intermediario”, explica. Para Story, el problema se encuentra en trasladar
todos los aspectos de la vida social, incluido el trabajo y la economía, al
terreno de lo personal y de la libertad de expresión. “Hay una tendencia en
este debate a defender que aquellos que se prostituyen tienen una 'identidad',
como si fuese su etnia o su sexualidad, por lo que combatir por la
descriminalización se convierte en una causa humana, de derechos civiles”. El debate, así, se polariza: ¿qué clase de
progresista podría protestar contra el desarrollo de las libertades y la
identidad personal?
En última instancia, no obstante, dicha retórica tiene una
finalidad política, ligada al liberalismo (libertario). De igual manera que el
término “trabajador textil” oculta la realidad de los talleres explotadores del
Tercer Mundo, el concepto “trabajador sexual” sirve para “legitimizar la industria
del sexo como un negocio moralmente neutral”. “El deseo de una
descriminalización completa trata, en realidad, del derecho de los negocios de
expandirse sin la intervención del estado ni preocuparse por los trabajadores”,
concluye la antigua prostituta. Y por eso la prostitución vuelve a parecerse a
tantos trabajos contemporáneos, donde la felicidad, el estatus y la realización
personal o el acceso a una supuesta vida de clase media encubren la triste realidad del trabajador, que
encuentra escaso consuelo en su estatus social.
Fuente:
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-06-27/prostitucion-trabajo-clase-media_1221874/
Nota: las imágenes están en el original de El Confidencial.
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