sábado, 10 de marzo de 2018

La prostitución en Avenida Italia, el duro testimonio de tres trabajadores sexuales

Testimonio de prostitución


La prostitución en Avenida Italia, el duro testimonio de tres trabajadores sexuales
Publicado por Admin Telescopio el 18/08/2015 |

¿Es la prostitución una forma de trabajo? ¿Se puede elegir si se entra o no a ella? ¿Hay alguna forma de llegar a ser trabajadora sexual no vulnerando los Derechos Humanos? Estas preguntas generan distintas reacciones.

En la actualidad, algunos movimientos proponen la sanción de esta labor entendiendo que hay una desviación de los códigos morales aceptados por la sociedad.

Frente a esta respuesta represiva, también surgen quienes entienden que el ejercicio de esta actividad es un Derecho donde prima la libre disposición sobre el propio cuerpo -y las resistencias en aceptarla tienen su origen en prejuicios culturales y sociales-. Es así, que proponen una reglamentación de la actividad para garantizar el buen desempeño de la misma, evitando abusos y perjuicios a terceros.

Finalmente, los abolicionistas proponen el combate a la demanda del comercio sexual y la penalización de los clientes: señalan que la reglamentación de la prostitución invisibiliza el abuso de poder al que son sometidas las personas prostituidas, y los malos tratos y violencia que reciben diariamente, naturalizando el comercio sexual y la utilización del cuerpo como mercancía.

En la Ley Nº 17.515 del año 2002, Uruguay adoptó una postura que incluye una reglamentación donde se legitima el trabajo sexual. Esta se caracteriza por una gran cantidad de medidas de control de la prostitución que recaen sobre el/la trabajador/a sexual y no sobre los clientes: obligación de inscribirse en la Jefatura de Policía de cada departamento en el que trabajan, avisar los traslados, someterse a un examen periódico de salud diferenciado del que se prevé para el resto de las personas trabajadoras, previsión de sanciones pecuniarias en caso de escándalos públicos, etc.
El ejercicio del trabajo sexual se realiza en Montevideo y en el interior del país en locales que por su rusticidad, accesibilidad e infraestructura, dificultan las tareas de los inspectores y generan condiciones de trabajo propicias para el ocultamiento, el aprovechamiento y la explotación de quienes son más vulnerables.

Para lograr una mejor contextualización del tema, El Telescopio entrevistó a tres trabajadoras sexuales en la zona de Carrasco, donde las paradas de ómnibus de Avenida Italia parecen ser el lugar ideal y el negocio más atractivo por “la calidad de vida que existe en la zona”.



En la calle French nos reunimos con Mónica (47) y Giuliana (35) quienes esa noche compartían uno de los lugares más estratégicos de la zona para ser “levantadas”, como ellas describen.

Mónica, expresó que empezó a ser trabajadora sexual porque viene de “un divorcio donde tiene a dos hijos para mantener”. “Trabajé de vendedora y después me dediqué a esto. Lo hago para mandar al colegio a mis hijos -que hoy por hoy son grandes, una ya cumplió 30 años, la tuve a los  17”, agregó.

Por su parte, Giuliana contó que sus inicios fueron “porque me di vuelta, yo vengo del Prado de una familia que me criaron lo más bien, estoy arrepentida de haberme rebelado”. “Hoy en día lo hago para poder comprarme ropa, vestirme, ser alguien”, adiconó.
Finamente, Giuliana contó que antes trabajaba en bailes como Píkaros pero que los coreanos con los que trabajaba eran unos “mugrosos” y que gracias “a un hecho violento”, decidió alejarse.

Tarifas y horarios
Sobre las tarifas que manejan, Mónica explica que “supuestamente deberían de ser todas iguales, pero hoy la mujer de la calle no las respeta. Antes de que saliera el VIH tenías otro precio. Yo siempre me cuidé desde la primera vez que salí. La forma de cuidarte es el forro y no hay tutía. En la calle tuve muchas compañeras -incluso trans- que estaban trabajando con VIH y te estaban pinchando los preservativos, ellas hoy por hoy están muertas”.

Los precios que se manejan a lo largo de Avenida Italia son: $300 el sexo oral, $600 la relación y $1000 ambas cosas juntas.

El tema de los horarios es variable entre las trabajadoras. Mónica afirma no tenerlos: va, se para y se vuelve a su casa cuando quiere, o cuando considera que tiene el dinero suficiente. En cambio, Giuliana dice que concurre a eso de las 22:00 horas y se queda hasta las 4:00 de la mañana aproximadamente.
 
Campaña Ninguno tiene excusa. Sevilla. España. 2017

Adicciones, amigas de la noche
En cuanto a las drogas, Giuliana afirma que hay “menos en esta zona pero alguno que otro te toca. Si los veo muy duros (marihuana o cocaína) les digo que no. Conmigo eso no va. Yo solo fumo cigarrillos y tomo alguna cerveza.” En la misma línea se manifiesta Mónica: “yo no consumo drogas. A veces pintan clientes que consumen, pero en esto no oís, no escuchas y no ves, sino sos boleta. Esa es la realidad de este oficio. A mí la verdad que no me interesa ni el nombre, ni donde trabajan, ni lo que hacen o lo dejan de hacer, y mi vida privada tampoco la cuento.”

Consultadas sobre si tuvieron problemas con otras mujeres en su misma situación, Giuliana expresa que “no, para nada, afirmo que no las conozco tampoco. Les deseo lo mejor, nos estamos jugando todas”. Mientras tanto, Mónica dice “a mí no me interesa  lo que hagan o dejen de hacer. Ahora, si se paran acá, vengo y protesto porque ésta parada la hice yo. Pagué por ella y compré derecho de piso. Antes no venía y te hablaba una mujer, acá venían y te rompían la cabeza. Tengo varias paradas pero acá al principio hacía mucha plata. Los tipo en autos te hacían cola esperando. Ahora obviamente que cambió mucho”.

Mónica dijo haber sufrido violaciones, “cuando estaba embarazada de uno de mis hijos, me agarró un tipo que me encañonó y cuando me vio la panza le dije que no me hiciera daño. Y bueno, te hacen lo que se les antoja y a otra cosa mariposa. Por eso la mujer cada vez que se sube a un auto tiene que tener el poder y no el tipo; sino reaccionas a tiempo le estás dando lugar a que él haga contigo lo que quiera”.

“Nosotras somos trabajadoras, no estamos por amor al arte. Es mentira que una mujer se para porque le gusta, la verdad es que esto te arruina la vida. También te destroza como pareja, no haces el amor ni encontras marido. No podes tener nada porque te anula. Digo esto en aquellas mujeres que tiene reglas en la cabeza, hay varias que no las tienen. Yo siempre lo tuve claro”, afirmó.

En la misma línea, Giuliana adicionó que “cuando empecé trabajaba en Buenos Aires con los coreanos se dio cuenta que “eran unos mugrientos”. “Uno me pegó y casi me mata. Mi patrón no hizo la denuncia y encima esperó que el barco se fuera”, dijo con gran dolor.



Salud y discriminación
Sobre el tema de la salud, Mónica dice que el problema es que algunas mujeres no tienen libreta. “Si vas a profilaxis, te enseñan. Si tenés algún problema lo comentas con las mismas ginecólogas. Hay colegas que por la plata hacen cualquier cosa y no miran las enfermedades. Yo conocí mujeres que eran portadoras de VIH, las veías en los boliches y contagiaban a todo el mundo. Todos los días se llevaban a uno diferente para contagiarlo. El sidoso que tenía la enfermedad no quería irse solo, se lleva a unos cuantos. Y en este país hay una discriminación tan grande del Sida, que cuando un niño lo tiene, está prohibido decirle. ¡Imagínate si habrá cosas que están re tapadas! Si haces una estadística de cuántas personas tienen (VIH) te asombras”.

Por su parte, Giuliana expresa que tiene la Libreta, y Carné de Salud. Según cuenta, “para la Libreta vas a Profilaxis, te sacan sangre cada tres meses y todos los meses la doctora te examina. También aconseja a quienes piensen ingresar a ese trabajo que busquen otra salida. Esto no es fácil, se arriesgan a un sida. Yo por suerte nunca me enfermé, pero siempre uso preservativo”.

En cuanto al trabajo, Mónica afirma no sentirse discriminada “esto es un laburo como cualquier otro, ¿Por qué soy puta si cobro? No me pongo reglas porque tengo años y no me interesa, pero sí tenía ocho horas de trabajo en invierno o verano. Era una manera de comprarte el derecho de piso de tu parada y hacerte respetar”. En cambio, Giuliana cuenta que se vuelve a su casa en ómnibus, y que sí se siente discriminada porque “ahí ya se dan cuenta de mi trabajo y me miran mal”.

“Yo tengo buenos clientes” cuenta Mónica.” Hoy por hoy te ofrecen plata y hay algunos que te dicen ¨te pago tanto si lo haces sin forro¨; pero les contesto: no muchacho, primero está mi vida. “Muchas salen sin preservativos porque les están ofreciendo platales. Obvio que lo hacen igual, por eso la competencia que hay hoy. Antes no existía esto, y yo paré al lado de trans que trabajan mucho más que una mujer”, agrega.

Giuliana sostiene que tiene “muchos pendejos y algunos veteranos, pero la mayoría se drogan y no les doy bola porque a veces se te dan vuelta”.
……
La historia de una Trans
Macarena (26) empezó a trabajar en la calle “con una amiga cuando tenía 15 años”. Según contó, “no necesito trabajar de esto, lo hago porque me gusta. Cuando empezamos a venir con mi amiga me empezó a fascinar, y no es que lo haga siempre tampoco”, confesó.

En la misma línea, agregó que recién ahora se está interiorizando con respecto a la libreta que deben tener para poder ejercer el oficio: “ahora me estoy moviendo por el tema de mi nombre y de la tarjeta que nos dan”. Macarena decidió cambiar su género a los 17 años por “mi nombre, cuerpo, y mi figura”.

Con  respecto a la práctica con los clientes explica no tener “drama”. “Trato de atender a la persona, y no me estreso por si es viejo, veterano, o joven”, afirmó.

“Para mi seguridad tengo gas pimienta y una navaja. Solo una vez usé el gas, porque un cliente no me quiso pagar” agregó.

Ella se siente discriminada en el trato y las miradas. Siente que hay que avanzar como sociedad en ese aspecto. “No quiero que sientan asco cuando una va por la calle. Quiero que digan “ahí va Macarena y no que ahí va un puto. Somos seres humanos que nos gusta otra cosa, diferente”.

“Eso tiene que cambiar, nosotras somos como cualquier otra persona. Exigimos que si estamos bajo alguna sospecha venga una policía femenina a esposarte porque un masculino no puede. Hoy en día somos mujeres trans comunes y corrientes. No cambia que tengamos genitales de hombre, nosotras nos sentimos una mujer. O sea, somos mujeres que tienen otro organismo, no tenemos vagina pero somos así”, finalizó.

Fuente:
http://eltelescopio.com.uy/la-prostitucion-en-avenida-italia-el-duro-testimonio-de-tres-trabajadores-sexuales/





Brenda Myers- Powell - Cómo sobreviví a 25 años de prostitución

Testimonio de prostitución



Cómo sobreviví a 25 años de prostitución
  Por: Daniela Jerez
Comunicadora por la Universidad Panamericana. Maestría en Periodismo Anahuac Sur. Amante de la política mexicana y la buena comida.
NOTA: El artículo puede ser fuerte para algunas personas. Se sugiere sensibilidad para su lectura


Brenda Myers- Powell era una niña cuando ingresó al mundo de la prostitución. A continuación parte de su testimonio y de la lucha que inició para evitar que más niñas caigan en la misma trampa.

La gente describe la prostitución como algo glamoroso, elegante, como en “Pretty Woman”, pero no es nada parecido.
Desde el principio, la vida me dio limones, pero siempre traté de hacer la mejor limonada posible.

Crecí en Chicago en la década de los 60. Mi madre murió cuando yo tenía 6 meses de edad. Ella tenía apenas 16 años y nunca supe de qué murió. Mi abuela, que bebía más de la cuenta, nunca me lo pudo decir.
Prefiero pensar que sencillamente Dios estaba listo para recibirla. He oído que era bella y tenía un buen sentido del humor, y sé que es cierto, pues yo también lo tengo.

Mi abuela fue quien se encargó de mí. No era mala persona; de hecho, tenía un aspecto maravilloso. Me leía historias, me horneaba cosas y cocinaba las mejores batatas. Pero tenía un problema con el alcohol.

"Traía amigos del bar a tomar a la casa y cuando ella colapsaba de la borrachera, esos hombres me hacían cosas."

Eso empezó cuando yo tenía 4 o 5 años, y se volvió algo regular. Estoy segura de que mi abuela no lo sabía.


Cortesía BBC News


Ella trabajaba como empleada doméstica en los suburbios. Le tomaba 2 horas ir y 2, volver. Por eso yo cargaba una llave alrededor de mi cuello, me iba y volvía sola del kínder. Los abusadores lo sabían y se aprovechaban de eso.

Yo veía mujeres con peinados y vestidos glamurosos y brillantes paradas en la calle en la que estaba nuestra casa.
No tenía ni idea de qué hacían, sólo pensaba que eran destellantes y, cuando era pequeña, eso era lo que yo quería ser.
Un día le pregunté a mi abuela qué hacían y me dijo:

"Esas mujeres se quitan sus calzones y los hombres les pagan"

Recuerdo que pensé: "Probablemente yo podría hacer eso", pues ya había hombre que me quitaban mi ropa interior.

Cuando llegó la década de los 70, me convertí en el tipo de chica que no sabía cómo decir "no": si los chicos de la comunidad me decían que yo les gustaba o me trataban bien, básicamente podían hacer lo que quisieran conmigo.

Para cuando cumplí 14 años ya tenía 2 hijos de chicos del vecindario. Mi abuela empezó a decir que yo tenía que ganar dinero para pagar por esos hijos, pues no había comida... no teníamos nada.

Así que una noche -un Viernes Santo- me paré frente a un hotel. Tenía puesto un vestido de dos piezas que me había costado 3.99 dólares, zapatos de plástico baratos y me había pintado los labios de naranja, pues pensaba que eso hacía que me viera mayor.

"Tenía 14 años y lloré todo el tiempo. Pero lo hice. No me gustó, pero los cinco hombres que estuvieron conmigo esa noche me mostraron qué hacer."

Sabían que era joven y era como si eso los excitara.

Gané 400 dólares. Me fui a casa en el tren y le entregué casi todo el dinero a mi abuela, quien no me preguntó de dónde lo había sacado.





Mil 800 hombres
El fin de semana siguiente volví al mismo lugar y parecía que mi abuela estaba contenta cuando yo regresé con dinero.

Pero la tercera vez que fui, un par de hombres me golpearon con una pistola y me pusieron en la bodega de su auto. Ya se habían acercado a mí antes a decirme que yo "no estaba representada" en esa calle.

Primero me llevaron a un campo en la mitad de la nada y me violaron. Luego me llevaron a la habitación de un hotel y me encerraron en el armario.
Me dejaron ahí por un largo rato. Yo les rogaba que me dejaran salir pues tenía hambre, pero me dijeron que sólo lo harían si aceptaba trabajar para ellos.
Me obligaron a hacerlo por unos 6 meses. No me dejaban ir a casa. Traté de escaparme, pero me atrapaban y me castigaban muy duro.

Más tarde, fue traficada por otros hombres. El abuso físico era horrible, pero el abuso real era el mental: las cosas que te decían se te quedaban y uno nunca podía salirse del hueco.

La gente describe la prostitución como algo glamoroso, elegante -como en la historia de la película "Pretty Woman",  pero no es nada parecido.

"Una prostituta puede acostarse con cinco extraños al día. En un año, son más de 1.800 hombres con los que tiene relaciones sexuales o sexo oral."

No se trata de relaciones, nadie me traía flores, te lo aseguro. Estaban usando mi cuerpo como un inodoro. Y los clientes son violentos.

"A mí me han disparado cinco veces y me han apuñalado 13 veces."

Yo no sé por qué esos hombres me atacaron. Sólo sé que la sociedad hace que se sientan cómodos haciéndolo.
Trajeron consigo su ira o su enfermedad mental o lo que sea y decidieron desquitarse con una prostituta, sabiendo que yo no podía acudir a la policía y que si lo hacía, no me tomarían en serio.
De hecho, yo tuve suerte. Conocí a mujeres bellas que fueron asesinadas en las calles.




Fui prostituta durante 14 o 15 años antes de probar drogas.
Pero después de un tiempo, después de acostarse con todos los que puedes, después de que te han estrangulado, de que te han puesto un cuchillo en la garganta o te han puesto una almohada sobre la cabeza, necesitas algo que te dé valentía.

Fui prostituta durante 25 años y en todo ese tiempo, nunca supe cómo salir de eso.

Pero el 1 de abril de 1997, cuando tenía casi 40 años de edad, un cliente me tiró de su auto. Mi vestido se atascó en la puerta y él me arrastró por seis cuadras. Me arrancó la piel de mi cara y de un costado de mi cuerpo.

Fui al hospital y me llevaron inmediatamente a Emergencias. Debido a la condición en la que me encontraba, llamaron a un oficial de policía quien me vio y dijo: "Yo la conozco. No es más que una puta. Seguro golpeó a algún tipo y le quitó el dinero y recibió su merecido".
Yo oía cómo la enfermera se reía con él. Me dejaron en la sala de espera pues yo no valía nada, como si no mereciera los servicios de Emergencias después de todo.

Y fue en ese momento, mientras esperaba a que llegaran los del nuevo turno y a que alguien me atendiera, que empecé a reflexionar sobre mi vida.

Hasta entonces, siempre había tenido alguna idea de qué hacer, a dónde ir, cómo levantarme de nuevo.




Recuerdo que miré hacia arriba y le dije a Dios: A esta gente no le importó. ¿Me puedes ayudar por favor?
Dios se ocupó de mí inmediatamente. Una doctora vino, me atendió y me dijo que fuera a la asistencia social del hospital.
Lo que yo sabía de la asistencia social es que eran todo menos sociales.
Pero me dieron un boleto de bus para que fuera a un lugar llamado Casa Génesis, que manejaba una maravillosa inglesa llamada Edwina Gateley, quien se convirtió en mi heroína y mentora. Me ayudó a cambiar mi vida.

Empecé a ser voluntaria con trabajadoras sexuales y a ayudar en una investigación de una universidad.

Después de un tiempo me di cuenta de que nadie estaba ayudando a esas jóvenes. Nadie iba y les decía: "Así era yo, ahí estuve yo. Ahora soy así y tú también puedes cambiar, tú también puedes aliviarte".

"Así que en 2008, junto con Stephanie Daniels-Wilson, creamos la Fundación Dreamcatcher (Atrapasueños)."

Un atrapasueños es un objeto de los americanos nativos que se cuelga cerca de la cuna de los niños. Se supone que no deja pasar a las pesadillas.
Eso es lo que nosotras queremos hacer: ahuyentar esos malos sueños, esas cosas malas que le pasaron a mujeres jóvenes y adultas.

Puedes encontrar el artículo completo, en su versión en inglés en BBC News

Fuente:

http://www.actitudfem.com/entorno/noticias/como-sobrevivi-25-anos-de-prostitucion

Nota: las imágenes y las negritas son del original.