Cómo sobreviví a 25
años de prostitución
Por: Daniela Jerez
Comunicadora por la Universidad Panamericana. Maestría en
Periodismo Anahuac Sur. Amante de la política mexicana y la buena comida.
NOTA: El artículo puede ser fuerte para algunas personas. Se
sugiere sensibilidad para su lectura
Brenda Myers- Powell era una niña cuando ingresó al mundo de
la prostitución. A continuación parte de su testimonio y de la lucha que inició
para evitar que más niñas caigan en la misma trampa.
La gente describe la prostitución como algo glamoroso,
elegante, como en “Pretty Woman”, pero no es nada parecido.
Desde el principio, la vida me dio limones, pero siempre
traté de hacer la mejor limonada posible.
Crecí en Chicago en la década de los 60. Mi madre murió
cuando yo tenía 6 meses de edad. Ella tenía apenas 16 años y nunca supe de qué
murió. Mi abuela, que bebía más de la cuenta, nunca me lo pudo decir.
Prefiero pensar que sencillamente Dios estaba listo para
recibirla. He oído que era bella y tenía un buen sentido del humor, y sé que es
cierto, pues yo también lo tengo.
Mi abuela fue quien se encargó de mí. No era mala persona;
de hecho, tenía un aspecto maravilloso. Me leía historias, me horneaba cosas y
cocinaba las mejores batatas. Pero tenía un problema con el alcohol.
"Traía amigos del bar a tomar a la casa y cuando ella
colapsaba de la borrachera, esos hombres me hacían cosas."
Eso empezó cuando yo tenía 4 o 5 años, y se volvió algo
regular. Estoy segura de que mi abuela no lo sabía.
Cortesía BBC News |
Ella trabajaba como empleada doméstica en los suburbios. Le
tomaba 2 horas ir y 2, volver. Por eso yo cargaba una llave alrededor de mi
cuello, me iba y volvía sola del kínder. Los abusadores lo sabían y se
aprovechaban de eso.
Yo veía mujeres con peinados y vestidos glamurosos y brillantes
paradas en la calle en la que estaba nuestra casa.
No tenía ni idea de qué hacían, sólo pensaba que eran
destellantes y, cuando era pequeña, eso era lo que yo quería ser.
Un día le pregunté a mi abuela qué hacían y me dijo:
"Esas mujeres se quitan sus calzones y los hombres les pagan"
Recuerdo que pensé: "Probablemente yo podría hacer
eso", pues ya había hombre que me quitaban mi ropa interior.
Cuando llegó la década de los 70, me convertí en el tipo de
chica que no sabía cómo decir "no": si los chicos de la comunidad me
decían que yo les gustaba o me trataban bien, básicamente podían hacer lo que
quisieran conmigo.
Para cuando cumplí 14 años ya tenía 2 hijos de chicos del
vecindario. Mi abuela empezó a decir que yo tenía que ganar dinero para pagar
por esos hijos, pues no había comida... no teníamos nada.
Así que una noche -un Viernes Santo- me paré frente a un
hotel. Tenía puesto un vestido de dos piezas que me había costado 3.99 dólares,
zapatos de plástico baratos y me había pintado los labios de naranja, pues
pensaba que eso hacía que me viera mayor.
"Tenía 14 años y lloré todo el tiempo. Pero lo hice. No me
gustó, pero los cinco hombres que estuvieron conmigo esa noche me mostraron qué
hacer."
Sabían que era joven y era como si eso los excitara.
Gané 400 dólares. Me fui a casa en el tren y le entregué
casi todo el dinero a mi abuela, quien no me preguntó de dónde lo había sacado.
Mil 800 hombres
El fin de semana siguiente volví al mismo lugar y parecía
que mi abuela estaba contenta cuando yo regresé con dinero.
Pero la tercera vez que fui, un par de hombres me golpearon
con una pistola y me pusieron en la bodega de su auto. Ya se habían acercado a
mí antes a decirme que yo "no estaba representada" en esa calle.
Primero me llevaron a un campo en la mitad de la nada y me
violaron. Luego me llevaron a la habitación de un hotel y me encerraron en el
armario.
Me dejaron ahí por un largo rato. Yo les rogaba que me
dejaran salir pues tenía hambre, pero me dijeron que sólo lo harían si aceptaba
trabajar para ellos.
Me obligaron a hacerlo por unos 6 meses. No me dejaban ir a
casa. Traté de escaparme, pero me atrapaban y me castigaban muy duro.
Más tarde, fue traficada por otros hombres. El abuso físico
era horrible, pero el abuso real era el mental: las cosas que te decían se te
quedaban y uno nunca podía salirse del hueco.
La gente describe la prostitución como algo glamoroso,
elegante -como en la historia de la película "Pretty Woman", pero no es nada parecido.
"Una prostituta puede acostarse con cinco extraños al día. En
un año, son más de 1.800 hombres con los que tiene relaciones sexuales o sexo
oral."
No se trata de relaciones, nadie me traía flores, te lo
aseguro. Estaban usando mi cuerpo como un inodoro. Y los clientes son
violentos.
"A mí me han disparado cinco veces y me han apuñalado 13
veces."
Yo no sé por qué esos hombres me atacaron. Sólo sé que la
sociedad hace que se sientan cómodos haciéndolo.
Trajeron consigo su ira o su enfermedad mental o lo que sea
y decidieron desquitarse con una prostituta, sabiendo que yo no podía acudir a
la policía y que si lo hacía, no me tomarían en serio.
De hecho, yo tuve suerte. Conocí a mujeres bellas que fueron
asesinadas en las calles.
Fui prostituta durante 14 o 15 años antes de probar drogas.
Pero después de un tiempo, después de acostarse con todos
los que puedes, después de que te han estrangulado, de que te han puesto un
cuchillo en la garganta o te han puesto una almohada sobre la cabeza, necesitas
algo que te dé valentía.
Fui prostituta durante 25 años y en todo ese tiempo, nunca
supe cómo salir de eso.
Pero el 1 de abril de 1997, cuando tenía casi 40 años de
edad, un cliente me tiró de su auto. Mi vestido se atascó en la puerta y él me
arrastró por seis cuadras. Me arrancó la piel de mi cara y de un costado de mi
cuerpo.
Fui al hospital y me llevaron inmediatamente a Emergencias.
Debido a la condición en la que me encontraba, llamaron a un oficial de policía
quien me vio y dijo: "Yo la conozco. No es más que una puta. Seguro golpeó
a algún tipo y le quitó el dinero y recibió su merecido".
Yo oía cómo la enfermera se reía con él. Me dejaron en la
sala de espera pues yo no valía nada, como si no mereciera los servicios de
Emergencias después de todo.
Y fue en ese momento, mientras esperaba a que llegaran los
del nuevo turno y a que alguien me atendiera, que empecé a reflexionar sobre mi
vida.
Hasta entonces, siempre había tenido alguna idea de qué
hacer, a dónde ir, cómo levantarme de nuevo.
Recuerdo que miré hacia arriba y le dije a Dios: A esta
gente no le importó. ¿Me puedes ayudar por favor?
Dios se ocupó de mí inmediatamente. Una doctora vino, me
atendió y me dijo que fuera a la asistencia social del hospital.
Lo que yo sabía de la asistencia social es que eran todo
menos sociales.
Pero me dieron un boleto de bus para que fuera a un lugar
llamado Casa Génesis, que manejaba una maravillosa inglesa llamada Edwina
Gateley, quien se convirtió en mi heroína y mentora. Me ayudó a cambiar mi
vida.
Empecé a ser voluntaria con trabajadoras sexuales y a ayudar
en una investigación de una universidad.
Después de un tiempo me di cuenta de que nadie estaba
ayudando a esas jóvenes. Nadie iba y les decía: "Así era yo, ahí estuve
yo. Ahora soy así y tú también puedes cambiar, tú también puedes
aliviarte".
"Así que en 2008, junto con Stephanie Daniels-Wilson, creamos
la Fundación Dreamcatcher (Atrapasueños)."
Un atrapasueños es un objeto de los americanos nativos que
se cuelga cerca de la cuna de los niños. Se supone que no deja pasar a las
pesadillas.
Eso es lo que nosotras queremos hacer: ahuyentar esos malos
sueños, esas cosas malas que le pasaron a mujeres jóvenes y adultas.
Puedes encontrar el artículo completo, en su versión en
inglés en BBC News
Fuente:
http://www.actitudfem.com/entorno/noticias/como-sobrevivi-25-anos-de-prostitucion
Nota: las imágenes y las negritas son del original.
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