jueves, 14 de febrero de 2019

"Mi madre me metió con 14 años en un prostíbulo creyendo que estaba haciendo lo mejor para mí"



Testimonio de prostitución



"Mi madre me metió con 14 años en un prostíbulo creyendo que estaba haciendo lo mejor para mí"
Irene Hernández Velasco
Especial para BBC News Mundo
12 febrero 2019


Beatriz Rodríguez ejerció la prostitución por más de 20 años.


Cuando sólo tenía 14 años, la colombiana Beatriz Helena Rodríguez Renfigo fue llevaba a un burdel por su madre.

Sí, por su madre. Y allí se quedó. Ha estado prostituida más de 20 años, saltando de un establecimiento de venta de sexo a otro.

"Yo solo hacía lo que me enseñaron a hacer de pequeña, lo único que sabía hacer", cuenta a sus 50 años, con los ojos empañados de lágrimas al recordar el horror por el que pasó.

Le llevó toda una vida conseguir salir de ese mundo que describe como una "auténtica tortura".

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Pero lo logró. Junto con otras 20 compañeras de burdel aprendió a hacer chorizos y montó una empresa de preparados cárnicos que les permitió obtener ingresos suficientes como para dejar la prostitución.

Hoy Beatriz es una de las principales activistas colombianas contra la prostitución. Es directora de ASOMUPCAR, la asociación de mujeres productoras de cárnicos del departamento de Caquetá, en el sur de Colombia.

Se trata de una organización que ayuda a las mujeres explotadas sexualmente a salir de ese mundo.

Beatriz participó en Madrid en un congreso internacional sobre prostitución organizado por la Coalición contra la Trata de Mujeres y la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres. Y en ese escenario compartió su historia con BBC Mundo en esta entrevista.


Usted tenía 14 años cuando su mamá la metió en un prostíbulo…

Sí, así fue.

Si no me equivoco, el motivo fue porque usted había perdido la virginidad con un novio.

Tal cual. A mi madre la criaron así, pensando que una señorita que no salía de su casa virgen, casada, vestida de blanco y con mantón largo ya no valía nada.

Mi madre consideraba que no podía entregarle a la sociedad a una mujer, una niña, que no estuviera casada, y a mí no me podía entregar casada porque yo ya estaba "brinconeando".

Así que, como Pilatos, se lavó las manos y me entregó a mi tía, la hermana de mi papá, que era dueña de un prostíbulo. Le dijo: "Mira, aquí está esta muchacha, yo ya no tengo nada que hacer con ella, yo ya le dije, ya la advertí, la aconsejé, pero eso no le vale nada. Así que ahí se la dejo".

Mi tía le respondió: "Váyase tranquila 'mija' para la casa que yo sí sé qué hacer con la niña". Y me dejaron allá, en esa situación.


¿Cuánto tiempo ha estado prostituida?

22 años estuve, toda mi vida. Tuve tres hijos, imagínese. Y los crié a los tres en prostitución. A los 16 tuve a mi muchachita, a los 20 tuve el muchachito y a los 24 tuve a la última. Obviamente, no sé quiénes son sus padres.



La familia de Beatriz decidió meterla en la prostitución luego de encontrar que había perdido la virginidad.


¿Qué es lo peor de ser prostituta?

Todo, todo. Ser prostituta es una tortura, supuestamente consentida porque hay dinero. Pero es una tortura permanente, las 24 horas del día, siete días a la semana, embarazada, con el periodo, enferma, de post parto…

Es una tortura, día y noche, un día tras otro. Es una tortura el vestirse, el tenerse que arreglar, que bañarse, que sonreír, que ponerse la minifalda, los tacones… Una tortura consentida por dinero.

Precisamente, porque hay dinero por medio, a las prostitutas no se las suele considerar como víctimas…

Sí, una violada, por ejemplo, tiene la ruta de atención, y sí, fue un episodio muy doloroso de su vida el haber pasado por una violación. Pero una prostituta pasa por eso diez, quince, hasta veinte veces al día.

A mí me toco. Cuando estaba en situación de prostitución en Caquetá, eran veinte veces al día. Yo terminaba con mi vagina así de hinchada, echándome en las noches vaselina o alguna crema refrescante para poder dormir.

Y si no puedes dormir no importa, porque igual tienes que madrugar lo mismo. Todo el día, todo el día. Yo no sé qué es lo peor: si es el abuso de tu cuerpo, la penetración de tu alma, la entrega de tu ser… No sé.


¿Y usted cómo hizo para sobrevivir a todos esos años de tortura?

No pensándolo, no analizándolo. Lo único que te planteas es: me toca hacerlo, y punto.


Usted consiguió salir de la prostitución. Si no me equivoco, gracias en parte a la exalcaldesa de Florida, la capital de Caquetá, Lucrecia Murcia.

Sí. Siendo candidata a la alcaldía ella iba a los negocios, iba a los prostíbulos, trasnochaba tratando de convencernos, de sacarnos de ahí.

Nos dio esa primera oportunidad, creyó en nosotras. Y nosotras ese miedo y ese dolor que sentíamos logramos vencerlo y logramos salir.




En la actualidad, Rodríguez aboga para que se conozcan los horrores que viven las mujeres sometidas a la prostitución.
Fuimos cualificándonos y fue a través de la cualificación y del conocimiento de nuestros derechos quelogramos salir y convertirnos en la plataforma social que hoy somos en Colombia.



Usted y sus compañeras de prostíbulo aprendieron a hacer chorizos y montaron una empresa de derivados cárnicos, ¿verdad?

Sí. Hoy tenemos varias empresas en los 16 municipios del departamento de Caquetá en las que empoderamos y damos trabajo a las mujeres que estamos permanentemente rescatando de allí, de la prostitución.

Y también nos hemos convertido en operadores de algunos servicios del Estado, administramos recursos importantes de infancia y adolescencia y de adulto mayor. El tema de las mujeres, por desgracia, no está muy desarrollado en mi país, es muy difícil que dejen presupuesto para eso.


¿Qué le diría a los que aseguran que la prostitución es un trabajo que se elige voluntariamente y que debería regularse como un oficio más?

No, no, no, no, no. Eso no es un trabajo, y hay que seguir diciéndolo y gritándolo. Hay que sacar de nuestro vocabulario y sobre todo de nuestras cabezas que la prostitución sea un trabajo.

Y no, no se puede regular. ¿Cómo se va a regular, pregunto yo, cuantas veces me penetran por el culo, cuántas por la vagina, cuántas mamadas tengo que hacer, cuántos castigos tengo que soportar?

No, eso no es un trabajo, y no se puede regular. La prostitución es un delito contra la humanidad, contra las mujeres que la sufrimos.


¿Usted ha temido alguna vez por su vida?

Claro, todo el tiempo. Yo vivo, sobrevivo, en una región donde convergen todos los actores armados. Tenemos sobrepoblación de hombres armados con poder, tenemos a los narcotraficantes, las bandas, los paramilitares, la guerrilla, el ejército…

Tenemos más de 28.000 hombres armados en nuestra región. Así que todo el tiempo tememos por nuestra vida.

En muchos momentos, en el transcurso de estos 20 años de acompañamiento a otras mujeres que quieren salir de la prostitución, nos ha tocado hacer negociaciones con los diferentes grupos armados de mi región.




Para Beatriz Rodríguez la prostitución es "un delito contra la humanidad".


¿También ha temido por su vida cuando estaba en la prostitución?

¿Cómo no? Siempre. El peligro es siempre inminente en la vida de las putas. Y más en un contexto violento, armado, con narcotráfico como el que yo vivo: la vida de las putas ahí no vale nada. Se paga todo con la vida.

Y el cuerpo de las mujeres se convierte en el botín de guerra de los guerreros. Se hace daño a la mujer, a la querida, a la moza, a la amante del otro con el que se está en contienda.

Se trata de matarla, de torturarla, para que el otro sienta que yo tengo más poder.


¿Por qué a muchos hombres les parece aceptable pagar a cambio de sexo?

Porque ese es el valor que nos dan a las mujeres. Nos consideran cosas que se pueden usar, abusar y comprar.


Hay países que castigan a los hombres que compran sexo con multas. ¿Qué le parece?

Creo que ayuda. Todas las estrategias que se puedan utilizar contra este delito, que es un monstruo con todas las caras, con toda la plata del mundo, están bien.


¿Cómo se podría acabar con la prostitución?

No sé si estoy siendo muy ingenua, pero creo que un comienzo sería el desarrollo de nuevas masculinidades, de nuevas relaciones entre hombres y mujeres y la puesta en marcha de programas de prevención que metieran en el currículo primario de nuestros niños y nuestras niñas el tema de los derechos de las mujeres y de los hombres como actores sociales responsables.

Hay que comenzar a cambiar la mentalidad que viene impresa en nuestros niños y nuestras niñas de que las mujeres tenemos que estar al servicio de los hombres.


Junto a otras compañeras exprostitutas, Rodríguez creó una empresa de cárnicos que ahora emplea a otras mujeres que tratan de comenzar una nueva vida.


Algunas exprostitutas hablan de los burdeles como campos de concentración.

Yo nunca lo había comparado, pero cuando lo escuché me puse a reflexionar y sí, donde yo estuve toda mi vida y donde hoy están muchísimas mujeres son campos de concentración.


¿Se siente estigmatizada por haber sido prostituta?

Sí, señora. En mi región todavía se siente la estigmatización, y más por la parte de las mujeres que de los hombres.

A los hombres no les importa, les importa un culo: la conocí, la usé, la pagué y se acabó. Para las mujeres no, las mujeres no perdonan que una haya sido puta.

Sobre todo lo veo en las instituciones, entre las mujeres con algún poder: "ay, ya viene esa puta", "ya está esa vieja, qué pereza", "ahorita le damos todo y sigue jodiendo"...


¿Qué tal es la relación con sus hijos? ¿La apoyan?

Sí. Ellos saben, me apoyan y trabajan todos en mi asociación. Tengo una hija que es psicóloga, la otra es pedagoga y el chico también trabaja con nosotros.


¿Ha conseguido perdonar a su madre por meterla con 14 años en un prostíbulo?

Creo que nunca la culpé. Ella creyó que estaba haciendo lo mejor para mí, que me estaba enseñando un oficio. Ella fue criada en una cultura patriarcal, y consideró que lo que hizo era lo que tenía que hacer.

Nunca la culpé, de hecho hoy ella vive conmigo y yo la sostengo económicamente en su vejez. No, nunca la culpé.

Fuente
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-47205323

Nota: las fotos están en el original







La redención de M: de hacer porno con Torbe y acabar en un prostíbulo a ser voluntaria de la Cruz Roja

Testimonio de prostitución

Esta nota bien puede parecer extrema, un caso singular pero no común. Si salimos de los estereotipos que el marketing prostibulario y el patriarcado nos han impuesto descubriremos que es mucho más común de lo que creemos, que las niñas y mujeres que son ingresadas (digo son porque ninguna se despierta una mañana diciéndose "soy puta" y sale a la ruta, siempre y en todos los casos hay alguna persona que oficia de captadora) viven historias muy parecidas de entregas, traiciones, violaciones. Los testimonios de cientos de ellas también narran como es la pornografía, como los estrellatos son simples máscaras para que el proxeneta, pornógrafo, ganen más dinero, pero los dolores de ellas están más allá de sus famas.
Con estas historias entramos al mundo de la muerte, del daño, de convertir seres humanes en objetos para el placer de un otro.  Esto es lo que los "sindicatos" ocultan y disfrazan de glamour, esto es lo que no denuncian, nunca ven como tampoco ven a las niñas que son violadas mediante pago.
Mientras esto sucede la sociedad que se alimenta de esta destrucción, piensa en comprarse otro teléfono móvil, ver un programa entretenido, o ir de vacaciones llevando una película porno para motivarse.
Alberto B Ilieff




La redención de M: de hacer porno con Torbe y acabar en un prostíbulo a ser voluntaria de la Cruz Roja
QUICO ALSEDO
7 FEB. 2019 09:21

Fue testigo protegido y quiso que cazaran al productor por abuso de menores pero no lo logró

TP3, la ex novia despechada que denunció (injustamente) a Torbe y consiguió meterle en prisión

De Gea a la chica de Torbe: "¿Pero puedes con todos?"

"Mi historia no es fácil de contar. Así que imagino que tampoco será fácil de entender. Hay partes que no me puedo explicar ni yo, preguntas que me hago todos los días, y no tengo una respuesta.
Tengo 29 años. Viví parte de mi infancia en centros de menores. Al parecer mi madre no podía encargarse de mí. Luego conseguí trabajos, aquí y allá. Un día, mi novio me dijo que un amigo ofrecía trabajo de camarera en Madrid.

Fui allí con mi DNI y con mi móvil. Tenía 19 años. No tenía ni para comer, la verdad. Ahí me forzaron a trabajar como actriz porno contra mi voluntad. Durante varios meses grabé escenas con actores muy conocidos, y tuve sexo con futbolistas y actores famosos.

Luego viví tres años secuestrada. En un prostíbulo de Murcia. Donde sufrí todo tipo de enfermedades. Anorexia incluso. Mientras me obligaban a tener sexo con centenares de hombres. Hasta que la Guardia Civil, un día, tiró la puerta abajo. Soy una chica normal, juro que lo soy, pero mi vida ha sido de todo menos normal.

Por todo esto que me ha pasado he intentado irme de este mundo varias veces. Cortarme las venas, atiborrarme de pastillas. Por suerte, no lo conseguí. A veces no sé muy bien cómo he llegado hasta aquí. Sólo con la ayuda de alguna gente, muy poca gente. Pero he llegado. Y he llegado viva.
Quiero contar lo que me ha pasado, y que se puede salir. Ahora, desde hace varios meses, tengo una pareja que me quiere. Tengo un trabajo. Tengo una vida, en un pequeño pueblo, permítanme que no les diga dónde, porque aún siento miedo. Al periodista que firma esto, por ejemplo, ni siquiera le he llegado a ver en persona. A Madrid, por ejemplo, nunca voy sola. El miedo aún me paraliza a veces. Pero, por primera vez en mi vida, todo encaja, me siento fuerte. Miro atrás y el vértigo es tan enorme...

Quizás hayan leído sobre mí en la prensa. Yo fui la Testigo Protegido 3 en la instrucción contra el productor pornográfico Torbe, Ignacio Allende. Nadie puede imaginar lo injusto que es que los vídeos que me obligaron a grabar aún estén en Internet. Que la gente los pueda ver sin saber que ésa que sale ahí no soy yo, porque mi voluntad no está ahí junto a mi cuerpo.

Mis denuncias no han sido tenidas en cuenta por el juez, que no se ha creído que yo estuviera secuestrada. Pero yo sé qué pasó, y sé que es verdad. Si tengo que contar cómo pasó todo, tengo que empezar por el principio. Por mi infancia.

Yo nunca conocí a mi padre. Nos abandonó al nacer. A mi hermana y a mí. Es increíble cómo la mente borra los recuerdos, sobre todo los buenos, tristemente. A la que sí he conocido, demasiado, es a mi madre. De niña, la Comunidad de Madrid le quitó mi tutela varias veces. Durante algún tiempo pensé que fue porque no podía darnos de comer. Ahora sé que es depresiva, que tiene muchos problemas de personalidad. Tuve que hacerme adulta para darme cuenta de que es una persona tóxica. Los psicólogos me recomendaron que cortara todo contacto con ella, y desde entonces puedo vivir. Ahora debo perdonarla. No puedo decir que le tenga cariño. No puedo ni mirarla a los ojos. Me transmite frialdad, envidia y malestar.

Mi madre sólo quería de mi hermana y de mí que trabajáramos para ella. Que le diéramos dinero para que no tuviera que trabajar. Si aparecía con un amigo en casa, me decía que me fuera, me ponía las maletas en la puerta. Te culpabilizas todo el rato. Es durísimo, no tienes a nadie. Estás sola en el mundo. Siempre me he sentido así, la verdad.

Yo dejé el colegio a los 15, para ayudar a mi madre. Fui jardinera, trabajé en un McDonald's. Luego mandé fotos a una agencia de Madrid, y empecé a hacer cosas para Telva y L'Oreal. Me llamaron para un casting de la TV, y salí un poco en Quién quiere casarse con mi hijo. Yo era muy de estar en Internet y de hacer amistades por el ordenador. Un día conocí a un chico, Pablo. Fue por Tuenti. Se presentó como bombero de la Comunidad de Madrid. Nos intercambiamos los números. Me llamaba, me escribía.Empezó a venir al pueblo. Comiámos y estábamos ahí.


Inocente, le conté que tenía problemas de dinero. Teníamos una relación de pareja. Un día apareció un amigo suyo, David. Él fue el que me dijo que buscaban una camarera en Gran Vía. Yo no tenía nada. Mi madre, que en ese momento estaba con ella, también estaba en paro. Así que para allá me fui con David. Iba muy nerviosa, pero él me decía que no me preocupara, que seguro que me cogían, que era muy guapa.

David me mete en el piso y desaparece. Quien aparece es Torbe, que me dice que me siente. Me explica: «Mira, esto no es lo que te habían contado». Intenté irme, pero fue imposible. Como declaré luego ante la Policía, él me coaccionó y me humilló. Me dijo que tenía que rodar escenas con él. Me puso un nombre artístico. Fueron tres meses. Rodé con estrellas del porno, fui de viaje a Barcelona, di entrevistas en las que dije lo que él me dijo que tenía que decir.

Yo hacía todo aquello contra mi voluntad. Sé que es difícil de creer para quien vea las imágenes, pero es así. Lo he hablado mucho con mi psicóloga, que me ha salvado la vida. No entiendo si me daban algo para anular mi voluntad, es cierto que nos daban agua en botellas pequeñas siempre al rodar, no sé si podría llevar algo dentro... Pero esa que sale ahí no soy yo. Me hicieron rodar escenas de sexo con 50 hombres. Incluso él creó la ficción de que yo era su novia... Al final pude escaparme del piso de Gran Vía, en un descuido.

Volví a casa de mi madre, que ni siquiera había denunciado mi desaparición. Yo no podía ni hablar. No denuncié porque, la verdad, pensé que ellos podían venir a por mí, hacerme daño. Cuatro días después volví a encontrarme con Pablo, el chico del principio. Estaba tan bloqueada que no vinculé una cosa con la otra. Le dije: «Fíjate lo que me ha pasado, mira dónde me llevó tu amigo». Él decía que no entendía nada. Mi madre me echó de casa, y Pablo me dijo que me podía ofrecer un trabajo, en Murcia.

No pasa el día en que no me pregunte cómo me metí dos veces en la misma historia. Ni yo misma lo sé. Era muy inocente, pensaba que todo el mundo era bueno, no imaginaba que nadie quisiera hacerme daño. No sabía dónde meter la ira y la rabia por lo que había pasado. Cuando llegué a Murcia me encontré la misma movida, pero esta vez encerrada. Era una casa de citas.

Ahí tenía que acostarme con hombres sí o sí. Pablo era el que llevaba el negocio. Tenían una escopeta, una pistola Tascher. Los hombres venían buscando mi nombre artístico, el que me puso Torbe como reclamo. Yo no podía actuar. Estaba todo el día medicada, anoréxica, llegué a pesar 43 kilos, tuve muchas enfermedades de transmisión sexual. Pablo, después de terminar con los clientes, me forzaba, me metía el puño, abusaba de mí junto a otras chicas. Venían marroquíes, sudamericanos, te hacían de barbaridades, te humillaban...

Todas las chicas pasaban, menos yo. Cada noche venía una nueva. Gracias a que un vecino escuchó mis gritos y alertó, entró la Guardia Civil. Fue el 19 de octubre de 2016. Nunca olvidaré cuando llegaron los Bomberos. Pasé allí tres años. Sufrí cada día.

Pero el juez no me creyó, quizás porque cuando me tomaron declaración yo desvariaba. Tampoco a los vecinos. No sé cómo Pablo consiguió hacer desaparecer todo, incluso la escopeta, su ordenador, los datos de internet. Por cierto, desde aquí quiero agradecer al presidente Pedro Sánchez que al menos creyera en nosotras cuando denunciamos lo que pasó con los futbolistas. Le honra.

Volví a casa de mi madre, que volvió a insultarme y machacarme, y vino la Policia a tomarme declaración por el tema de Torbe. De nuevo, los jueces no me dieron crédito. No se creen que estuviera secuestrada. Y comprendo que es difícil de entender, pero es lo que pasa cuando psicológicamente te controlan, cuando se te imponen.

No quiero olvidar lo que sucedió. De hecho, busco testigos de lo que me hicieron, si alguien me puede ayudar. Pero tengo que vivir. Y lo estoy consiguiendo. Desde hace siete meses no hablo con mi madre. Tengo una pareja que me ha aceptado aún con lo que me pasó, él y su familia.Estudio y trabajo ayudando y curando a los demás, hago osteopatía. Soy voluntaria en Cruz Roja. Es como si hubiera vuelto a nacer.

Hace poco descubrí que mi madre se había dedicado a la prostitución. Me lo confirmó un amigo suyo, con el que me he criado, el que hizo un poco de padre en mi infancia. Todo me cuadra ahora: la vida de mi hermana y mía siempre era ella, ella y ella. Nos quería por el dinero, no tuvimos ninguna vida social, no tuvimos nada.

Un día, hace unos meses, encontré una maleta que mi madre tenía con unas cartas que le había enviado mi padre. En ellas salía el nombre de mi tía. Me dio por poner su nombre en Facebook, y la localicé. De ahí llegué hasta mi padre, y he podido conocerle. Vive en Getafe, ya no trabaja. Le cuidan sus hermanas, tengo tres tías, hermanos, sobrinos... Más vale tarde que nunca. Es mi padre. Soy su hija".

Fuente


Nota: las negritas están en el original.