Esta nota bien puede parecer extrema, un caso singular pero no común. Si salimos de los estereotipos que el marketing prostibulario y el patriarcado nos han impuesto descubriremos que es mucho más común de lo que creemos, que las niñas y mujeres que son ingresadas (digo son porque ninguna se despierta una mañana diciéndose "soy puta" y sale a la ruta, siempre y en todos los casos hay alguna persona que oficia de captadora) viven historias muy parecidas de entregas, traiciones, violaciones. Los testimonios de cientos de ellas también narran como es la pornografía, como los estrellatos son simples máscaras para que el proxeneta, pornógrafo, ganen más dinero, pero los dolores de ellas están más allá de sus famas.
Con estas historias entramos al mundo de la muerte, del daño, de convertir seres humanes en objetos para el placer de un otro. Esto es lo que los "sindicatos" ocultan y disfrazan de glamour, esto es lo que no denuncian, nunca ven como tampoco ven a las niñas que son violadas mediante pago.
Mientras esto sucede la sociedad que se alimenta de esta destrucción, piensa en comprarse otro teléfono móvil, ver un programa entretenido, o ir de vacaciones llevando una película porno para motivarse.
Alberto B Ilieff
La redención de M: de
hacer porno con Torbe y acabar en un prostíbulo a ser voluntaria de la Cruz
Roja
QUICO ALSEDO
7 FEB. 2019 09:21
Fue testigo protegido y quiso que cazaran al productor por
abuso de menores pero no lo logró
TP3, la ex novia despechada que denunció (injustamente) a
Torbe y consiguió meterle en prisión
De Gea a la chica de Torbe: "¿Pero puedes con
todos?"
"Mi historia no
es fácil de contar. Así que imagino que tampoco será fácil de entender. Hay
partes que no me puedo explicar ni yo, preguntas que me hago todos los días, y
no tengo una respuesta.
Tengo 29 años.
Viví parte de mi infancia en centros de menores. Al parecer mi madre no podía
encargarse de mí. Luego conseguí trabajos, aquí y allá. Un día, mi novio me
dijo que un amigo ofrecía trabajo de camarera en Madrid.
Fui allí con mi DNI y con mi móvil. Tenía 19 años. No tenía
ni para comer, la verdad. Ahí me forzaron a trabajar como actriz porno contra
mi voluntad. Durante varios meses grabé escenas con actores muy conocidos, y
tuve sexo con futbolistas y actores famosos.
Luego viví tres años
secuestrada. En un prostíbulo de Murcia. Donde sufrí todo tipo de
enfermedades. Anorexia incluso. Mientras me obligaban a tener sexo con
centenares de hombres. Hasta que la Guardia Civil, un día, tiró la puerta
abajo. Soy una chica normal, juro que lo soy, pero mi vida ha sido de todo
menos normal.
Por todo esto que me ha pasado he intentado irme de este mundo varias veces. Cortarme las venas,
atiborrarme de pastillas. Por suerte, no lo conseguí. A veces no sé muy bien
cómo he llegado hasta aquí. Sólo con la ayuda de alguna gente, muy poca gente.
Pero he llegado. Y he llegado viva.
Quiero contar lo que me ha pasado, y que se puede salir.
Ahora, desde hace varios meses, tengo una pareja que me quiere. Tengo un trabajo. Tengo una vida, en un
pequeño pueblo, permítanme que no les diga dónde, porque aún siento miedo. Al
periodista que firma esto, por ejemplo, ni siquiera le he llegado a ver en
persona. A Madrid, por ejemplo, nunca voy sola. El miedo aún me paraliza a veces. Pero, por primera vez en mi vida,
todo encaja, me siento fuerte. Miro atrás y el vértigo es tan enorme...
Quizás hayan leído sobre mí en la prensa. Yo fui la Testigo
Protegido 3 en la instrucción contra el productor pornográfico Torbe, Ignacio Allende. Nadie puede
imaginar lo injusto que es que los vídeos que me obligaron a grabar aún estén
en Internet. Que la gente los pueda ver sin saber que ésa que sale ahí no soy
yo, porque mi voluntad no está ahí junto a mi cuerpo.
Mis denuncias no han
sido tenidas en cuenta por el juez, que no se ha creído que yo estuviera
secuestrada. Pero yo sé qué pasó, y sé que es verdad. Si tengo que contar
cómo pasó todo, tengo que empezar por el principio. Por mi infancia.
Yo nunca conocí a mi padre. Nos abandonó al nacer. A mi
hermana y a mí. Es increíble cómo la mente borra los recuerdos, sobre todo los
buenos, tristemente. A la que sí he conocido, demasiado, es a mi madre. De
niña, la Comunidad de Madrid le quitó mi tutela varias veces. Durante algún
tiempo pensé que fue porque no podía darnos de comer. Ahora sé que es
depresiva, que tiene muchos problemas de personalidad. Tuve que hacerme adulta para darme cuenta de que es una persona
tóxica. Los psicólogos me recomendaron que cortara todo contacto con ella,
y desde entonces puedo vivir. Ahora debo perdonarla. No puedo decir que le
tenga cariño. No puedo ni mirarla a los ojos. Me transmite frialdad, envidia y
malestar.
Mi madre sólo quería
de mi hermana y de mí que trabajáramos para ella. Que le diéramos dinero
para que no tuviera que trabajar. Si aparecía con un amigo en casa, me decía
que me fuera, me ponía las maletas en la puerta. Te culpabilizas todo el rato.
Es durísimo, no tienes a nadie. Estás sola en el mundo. Siempre me he sentido
así, la verdad.
Yo dejé el colegio a los 15, para ayudar a mi madre. Fui
jardinera, trabajé en un McDonald's. Luego mandé fotos a una agencia de Madrid,
y empecé a hacer cosas para Telva y
L'Oreal. Me llamaron para un casting de la TV, y salí un poco en Quién
quiere casarse con mi hijo. Yo era muy de estar en Internet y de hacer
amistades por el ordenador. Un día conocí a un chico, Pablo. Fue por Tuenti.
Se presentó como bombero de la Comunidad de Madrid. Nos intercambiamos los
números. Me llamaba, me escribía.Empezó a venir al pueblo. Comiámos y estábamos
ahí.
Inocente, le conté que tenía problemas de dinero. Teníamos
una relación de pareja. Un día apareció un amigo suyo, David. Él fue el que me dijo que buscaban una camarera en Gran Vía.
Yo no tenía nada. Mi madre, que en ese momento estaba con ella, también estaba
en paro. Así que para allá me fui con David. Iba muy nerviosa, pero él me decía
que no me preocupara, que seguro que me cogían, que era muy guapa.
David me mete en el piso y desaparece. Quien aparece es
Torbe, que me dice que me siente. Me explica: «Mira, esto no es lo que te
habían contado». Intenté irme, pero fue
imposible. Como declaré luego ante la Policía, él me coaccionó y me humilló. Me dijo que tenía que rodar escenas
con él. Me puso un nombre artístico. Fueron tres meses. Rodé con estrellas del
porno, fui de viaje a Barcelona, di entrevistas en las que dije lo que él me
dijo que tenía que decir.
Yo hacía todo aquello
contra mi voluntad. Sé que es difícil de creer para quien vea las imágenes,
pero es así. Lo he hablado mucho con mi psicóloga, que me ha salvado la vida.
No entiendo si me daban algo para anular mi voluntad, es cierto que nos daban
agua en botellas pequeñas siempre al rodar, no sé si podría llevar algo
dentro... Pero esa que sale ahí no soy yo. Me
hicieron rodar escenas de sexo con 50 hombres. Incluso él creó la ficción
de que yo era su novia... Al final pude escaparme del piso de Gran Vía, en un
descuido.
Volví a casa de mi
madre, que ni siquiera había denunciado mi desaparición. Yo no podía ni
hablar. No denuncié porque, la verdad, pensé que ellos podían venir a por mí,
hacerme daño. Cuatro días después volví a encontrarme con Pablo, el chico del
principio. Estaba tan bloqueada que no vinculé una cosa con la otra. Le dije:
«Fíjate lo que me ha pasado, mira dónde me llevó tu amigo». Él decía que no
entendía nada. Mi madre me echó de casa, y Pablo me dijo que me podía ofrecer
un trabajo, en Murcia.
No pasa el día en que no me pregunte cómo me metí dos veces
en la misma historia. Ni yo misma lo sé. Era muy inocente, pensaba que todo el
mundo era bueno, no imaginaba que nadie quisiera hacerme daño. No sabía dónde
meter la ira y la rabia por lo que había pasado. Cuando llegué a Murcia me
encontré la misma movida, pero esta vez encerrada. Era una casa de citas.
Ahí tenía que acostarme con hombres sí o sí. Pablo era el
que llevaba el negocio. Tenían una escopeta, una pistola Tascher. Los hombres venían buscando mi nombre
artístico, el que me puso Torbe como reclamo. Yo no podía actuar. Estaba
todo el día medicada, anoréxica, llegué a pesar 43 kilos, tuve muchas
enfermedades de transmisión sexual.
Pablo, después de terminar con los clientes, me forzaba, me metía el puño,
abusaba de mí junto a otras chicas. Venían marroquíes, sudamericanos, te
hacían de barbaridades, te humillaban...
Todas las chicas pasaban, menos yo. Cada noche venía una nueva. Gracias a que un vecino escuchó mis
gritos y alertó, entró la Guardia Civil. Fue el 19 de octubre de 2016. Nunca
olvidaré cuando llegaron los Bomberos. Pasé allí tres años. Sufrí cada día.
Pero el juez no me creyó, quizás porque cuando me tomaron
declaración yo desvariaba. Tampoco a los vecinos. No sé cómo Pablo consiguió
hacer desaparecer todo, incluso la escopeta, su ordenador, los datos de internet.
Por cierto, desde aquí quiero agradecer al presidente Pedro Sánchez que al
menos creyera en nosotras cuando denunciamos lo que pasó con los futbolistas.
Le honra.
Volví a casa de mi madre, que volvió a insultarme y
machacarme, y vino la Policia a tomarme declaración por el tema de Torbe. De
nuevo, los jueces no me dieron crédito.
No se creen que estuviera secuestrada. Y comprendo que es difícil de entender,
pero es lo que pasa cuando psicológicamente te controlan, cuando se te imponen.
No quiero olvidar lo que sucedió. De hecho, busco testigos de lo que me hicieron,
si alguien me puede ayudar. Pero tengo que vivir. Y lo estoy consiguiendo.
Desde hace siete meses no hablo con mi madre. Tengo una pareja que me ha aceptado aún con lo que me pasó, él y
su familia.Estudio y trabajo ayudando y curando a los demás, hago osteopatía.
Soy voluntaria en Cruz Roja. Es como si hubiera vuelto a nacer.
Hace poco descubrí
que mi madre se había dedicado a la prostitución. Me lo confirmó un amigo
suyo, con el que me he criado, el que hizo un poco de padre en mi infancia.
Todo me cuadra ahora: la vida de mi hermana y mía siempre era ella, ella y
ella. Nos quería por el dinero, no tuvimos ninguna vida social, no tuvimos
nada.
Un día, hace unos meses, encontré una maleta que mi madre
tenía con unas cartas que le había enviado mi padre. En ellas salía el nombre
de mi tía. Me dio por poner su nombre en Facebook, y la localicé. De ahí llegué hasta mi padre, y he
podido conocerle. Vive en Getafe, ya no trabaja. Le cuidan sus hermanas, tengo
tres tías, hermanos, sobrinos... Más vale tarde que nunca. Es mi padre. Soy su
hija".
Fuente
Nota: las negritas están en el original.
No hay comentarios:
Publicar un comentario