La noticia es un ejemplo nítido de lo que los
proxenetas-tratantes invierten en notas para publicitar la prostitución al
mismo tiempo que son anzuelos para atraer nuevas niñas, mujeres. Muchísimo
dinero, viajes, la redacción hace pensar en lugares caros, ropas de marca, y al
final un camino libre de obstáculos para cumplir los sueños, algo así como un
tiempito en el purgatorio para poder vivir una eternidad en el paraíso.
La nota es atemporal, apenas insinuadas ciudades, no hay
momentos definidos, ni historia social, desgajada del tiempo y espacio suena
más inocente, como los cuentos para niños.
Hay que imaginar la situación de pobreza en aquella Rusia,
la situación de esa joven que dejó atrás su mundo para ir hacia aquel dónde
todos los sueños se realizan como en disneylandia: Estados Unidos. El
patriarcado ya tiene el camino marcado, la prostitución la espera. Pero en la
nota no aparece nada de lo que sabemos que viven estas mujeres desprotegidas,
ni las consecuencias, salvo el desliz de quien escribe: “sordidez que implica el acostarse
con otros hombres por dinero.”
La historia que nos venden de las “sindicalistas”
pro-proxenetas es similar, viajes,
invitadas en universidades, charlan con políticos….todo nos quiere
mostrar que si te dejás prostituir se abre un mundo de posibilidades
maravillosas de las que ellas también son ejemplo.
La lucha también hay que darla en el espacio simbólico.
Alberto B Ilieff
Una prostituta a
favor de su oficio: "Soy una mujer de negocios"
Svletana Z., veinteañera de origen ruso, cuenta su acelerada
vida y sórdida experiencia acostándose con hombres por dinero
Autor E. Zamorano
25/11/2018
"Soy una mujer de negocios. Hice lo que los políticos
dicen que los inmigrantes tienen que hacer: trabajar duro, aprovechar la
oportunidad, maximizar el talento, ajustarse y adaptarse a la nueva economía
mundial". Así se define y justifica Svetlana Z, una mujer de origen ruso
que ha pasado toda su vida trabajando en la prostitución en Estados Unidos. Su
historia seguramente sea parecida a la de muchos inmigrantes que parten muy
lejos de su país con un sueño en mente, y que tarde o temprano acaban viendo
como todas sus esperanzas se rompen. Pero no su dinero.
"Salí de mi país porque quise estudiar cine y
psicología, y ahora puedo pagármelo. Me gustaría casarme y tener un hijo",
comenta ahora, una vez pasado el tiempo. Svetlana Z ha narrado su vida a través
de un largo reportaje publicado en la revista 'Medium'. Las palabras escogidas
a la hora de contar sus experiencias en la gran ciudad resultan duras y
afiladas; sin embargo, de ellas se
desprende un mensaje de redención, una vía de escape a la sordidez que implica
el acostarse con otros hombres por dinero.
No hace falta que trabajes. Si dejas que me acueste contigo,
te pagaré
Ella creció en el centro de Rusia. "Cuando era pequeña,
quería ser una guía turística y ver mundo", relata. Pero un buen día,
llegó un autobús turístico a su ciudad, "pequeño y apestoso, sin aire
acondicionado", con un guía de aspecto físico dejado y desastrado.
"Pensé que los guías turísticos en Estados Unidos serían mejores".
Por ello, decidió partir a Nueva York con 19 años y tan solo 300 euros en el
bolsillo. ¿Cómo llegó a trabajar de prostituta? “Solicité trabajos en restaurantes y consultorios médicos, pero nadie
me contrataba”, explica. “Vi un anuncio para bailarinas y llamé. Me
recogieron en un camión lleno de más chicas. Al final, nos llevaron a un club
donde muchos hombres querían tocar diferentes partes de mi cuerpo. Gané 300
dólares, y decidí que nunca jamás volvería a hacerlo”.
Pero desgraciadamente, su camino volvería a cruzarse con el
de hombres ávidos de sexo. “Respondí a otro anuncio para trabajar en una
cafetería turca. El propietario me dijo: 'No hace falta que trabajes. Si me
dejas follarte, te pagaré'”. Evidentemente, Svetlana Z se negó. Pero un día vio
un anuncio en una tienda de masajes. No hacía falta que tuviera experiencia y
prometía un salario de 500 dólares por día. Al final, su empleo resultó ser
algo más que efectuar unos simples masajes. No se vio obligada a nada que no
quisiera y ganó bastante dinero. Meses más tarde, la despidieron y decidió
montar un mismo negocio por su cuenta con una compañera.
"La vida alegre" nunca fue tan dolorosa.
Detenciones, multas y torturas a todas esas pioneras del trabajo sexual
Uno de sus clientes asiduos, un hombre rico que siempre le
preguntaba por su vida en la lejana Rusia, conectó emocionalmente con ella y le
prestó ayuda psicológica. Una noche, le ofreció más de mil euros para que se
acostase con él. “Fue tentador, pero pensé que si alguna vez accedía a algo
así, ya nunca jamás me respetaría a mí misma”, reconoce. “Así que me invitó al
Plaza Hotel, en una suite con excelentes vistas. Abrió una botella de champán
caro y comenzamos a hablar. Luego nos desnudamos y tuvimos relaciones sexuales.
Me dio un sobre con mil dólares, pero me reiteró varias veces que no se trataba
de un pago; solo lo hacía porque le gustaba”. Se puede decir que a partir de
ese momento, Stevlana Z ingresó en la prostitución.
Una de las cosas más curiosas que la extrabajadora sexual
cuenta en su artículo, es que las diferencias raciales eran sin duda la balanza
con la que se medía el caché de los encuentros. “Las chicas blancas eran las
que más cobraban, al menos en Nueva York. Luego las españolas, las asiáticas y,
por último, las negras”, explica. “Uno de mis clientes me instó a que me
aprovechara de la situación”. Manos a la obra. Pensó en hacerse autónoma y
dejar de trabajar para agencias. “Establecen tus citas, te cuidan. Pero también
adquieren un porcentaje de tus beneficios. Las empleadas de estas agencias o
quieren lidiar con la carga de ser dueñas de sus propios negocios. En mi caso,
puse toda la carne en el asador y me hice autónoma. Lo hice por mí misma y por
nadie más. Fue muy duro. Al fin y al
cabo, los empresarios del sexo son los únicos que se hacen ricos de todo el
negocio”, admite.
Los que todavía eran vírgenes eran horribles en la cama. Ni
siquiera sabían hablar a una mujer. Me daban pena
"A los hombres les gusta acostarse con mujeres de caras
bonitas y cuerpos delgados, pero también cultas e interesantes",
puntualiza Svletana Z. "Les solía decir a los clientes que acababa de
regresar de Dubái o Hawai. Nunca he estado en ninguno de esos lugares, pero
aprendí sobre ellos en la televisión. Me hizo más exótica. Estaba disponible
las doce horas del día, desde el mediodía hasta la medianoche. Siempre fui
puntual, amable, incluso cuando el cliente se portaba mal y era grosero. Ya
sabes, una o dos malas críticas pueden hacer daño al negocio".
Svletana Z estuvo en la cama con chicos de todas las edades,
desde mayores de 60, hasta menores de 30 años que solo querían experimentar su
primera vez. "Los chicos jóvenes son lo peor. Los que todavía eran
vírgenes eran horribles, una pesadilla. Una vez estuve con uno que todo lo que
había hecho en su vida era consumir pornografía y masturbarse hasta los 25
años. Fue algo así como: 'Venga, haz esta posición, da la vuelta, mejor así'.
Ni siquiera sabía hablar a una mujer. Me dio pena. Pero aún así, traté de ser
amable".
El 90% de mis clientes estaban casados. La mayoría eran
banqueros. O son muy santos o unos completos mentirosos
Para ella, los clientes se dividían en cuatro categorías.
Los que simplemente quieren pagar por la compañía y que creen que están
comprando una relación sentimental. Los que creen que te poseen y las parejas.
"Los primeros son los más simples. El segundo, aunque piensan que son
dulces, pueden ser muy exigentes contigo. Los del tercero sin duda son los que
más dolores de cabeza te provocan", asegura. "Un tipo me pidió que
derramara miel sobre mi cuerpo antes de hacerlo. Me negué. Entonces, me ofreció
el triple y finalmente acepté. Tardé dos horas en limpiar todo, desde las
sábanas hasta mi cara y mi pelo. Fue entonces cuando decidí que si alguien me
volvía a pedir lo mismo, le pidiría hasta cuatro veces más".
Por otro lado, "el noventa por ciento de mis clientes
estaban casados, y la mayoría eran banqueros. Si conoces a un inversor y te
dice que nunca ha estado con una prostituta, o es un santo o un completo
mentiroso. A un tercio de ellos les gustaba ver cómo me masturbaba y la mitad
siempre me preguntaba por el tamaño de su miembro. Un 80% me preguntaba siempre
si había tenido un orgasmo". Al final, la jugada le salió perfecta.
"Cumplí 24 años en marzo y logré ahorrar 200.000 dólares en la
prostitución. He viajado a Marruecos, París, Pekín y Mónaco", subraya y
concluye, sin un ápice de resentimiento hacia el sexo masculino. "No odio
a los hombres, no soy una víctima, nunca me han violado ni drogado, y tampoco
he hecho prornografía".
https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2018-11-25/prostituta-porno-sexo-parejas-prostitucion_1655838/