La herida que no cierra
Miles de adolescentes asiáticas fueron convertidas en
esclavas sexuales durante la expansión japonesa entre 1932 y 1945. Tras años de
silencio y humillación, las víctimas aún esperan un pedido de perdón
Por Hinde Pomeraniec
Mediodía de sábado. En las calles comienza a bajar de a
poquito el ritmo frenético habitual; se ve gente, mucha, yendo y viniendo a su
trabajo o saliendo de compras, pero se ven definitivamente menos personas que
durante la semana, cuando esta ciudad hierve (y no es metáfora) de multitudes
intensas y enérgicas a toda hora. Se ven, también, otras ropas, más relajadas o
incluso de fiesta: alguna familia viste discretas galas; se adivinan rostros de
chicos felices por ir a un cumpleaños o a un casamiento. El sol de primavera se
estrella contra los frentes de las casas en este barrio algo alejado del centro
adonde llegamos en una combinación de subte y taxi. Cuesta encontrar la
dirección; tiene algo de acertijo la numeración de esta calle angosta y ni
siquiera la intérprete, quien nació y vive en Seúl, parece capaz de descubrir
el mensaje cifrado. Con el clásico código de cortesía oriental que combina
gestos y frases, Ye-eun se acerca a los vecinos, pregunta una vez, pregunta otra
vez, alguien finalmente la ayuda y listo, ya estamos adentro de la casa que
vinimos a visitar.
Esta mujer que tengo frente a mí es una sobreviviente -me
digo-, una anciana valerosa y ejemplar. La miro y no puedo dejar de pensar en
su sufrimiento, en su silencio, en su pudor.
Kim Bok-dong llegó caminando, arrastrando un poco los pies.
Vino acompañada de dos mujeres jóvenes hasta este living en donde estamos
ahora, todas sentadas en el piso, en posición de loto, alrededor de una mesita
baja. Ella es muy pequeña, lleva el pelo gris recogido, ropa de entre casa.
Toma sorbitos de agua, cada tanto. Habla con tono monocorde y aunque no puedo
entender sus palabras, sus ojos dicen, sus manos dicen. Sus suspiros, que cada
tanto interrumpen su relato, lloran. Kim Bok-dong tiene 90 años y no sólo
sobrevivió la Segunda Guerra Mundial, como el resto de sus contemporáneos, sino
que padeció en silencio un infierno íntimo y personal por cinco décadas.
Tenía 14 años cuando fue llevada por la fuerza desde su casa
en Busan por los militares japoneses que habían ocupado Corea. Fue obligada a
servir como esclava sexual durante ocho años, sin ninguna clase de contacto con
su familia y lejos de su país. A ella, como a otras chicas, la engañaron: le
dijeron que iban a darle trabajo en fábricas. Al igual que el resto de las
sobrevivientes de ese episodio ultrajante que ha sido considerado crimen de
guerra, Kim aún espera un sincero y contundente pedido de disculpas que Japón
se niega a pronunciar.
No hay cifras oficiales y es que no existen documentos que
puedan confirmar cuántas mujeres pasaron por eso. Sólo quedan los testimonios
de las que se animaron a hablar y el trabajo de hormiga de algunos historiadores
que permiten arriesgar cálculos que estiman entre 50 mil y 200 mil el número y
se elevan a las 400 mil, si las fuentes son chinas. Estamos hablando de miles
de mujeres abusadas, miles de las llamadas mujeres de confort, un nombre tan
perverso como la práctica a la que fueron obligadas jovencitas que eran
arrancadas de sus casas en los países ocupados por Japón entre 1932 y 1945, y a
quienes traficaban como esclavas sexuales de los militares.
Se estima que la mitad de esas mujeres fueron coreanas, el
resto fueron chinas, filipinas, indonesias, birmanas y de otros países
asiáticos, aunque también hubo entre ellas chicas holandesas nacidas en las
colonias. Se cree que los japoneses diseñaron este esquema con la idea de
estimular a los soldados y, al mismo tiempo, preservarlos de las enfermedades
venéreas. En las llamadas estaciones de confort, un eufemismo indignante, las
chicas no sólo eran obligadas a tener sexo, sino que al estar a merced de
hombres armados también hubo casos en los que fueron víctimas de golpes y
torturas. También eran sometidas a experimentos médicos y algunas quedaron
estériles a causa de las altas dosis de mercurio que les inyectaban en el afán
por evitar las enfermedades de transmisión sexual, una de las grandes
obsesiones de los japoneses en el cuidado de sus hombres. Los japoneses les
tenían pánico a las venéreas; necesitaban asegurarse que no habría bajas por
eso y entonces usaban preservativos, por lo cual ni los soldados ni las chicas
sufrieron enfermedades de ese tipo.
Terminada la guerra y con Japón derrotado, los soldados
estadounidenses fueron los primeros en documentar estas prácticas aberrantes
aunque recién en los años 70 se comenzó a escribir sobre el tema. Sin embargo,
fue recién a principios de los años 90 que la historia de esta peculiar red de
trata pasó a la agenda pública: ocurrió cuando 16 ancianas coreanas decidieron
que ya había pasado demasiado tiempo y que era hora de alzar la voz. Entonces
se contactaron primero con su propio gobierno y luego le exigieron al gobierno
japonés una disculpa y una compensación económica
En agosto pasado el papa Francisco visitó Seúl y recibió a las ancianas que sufrieron esos tiempos de servidumbre sexual |
La intimidad de una adolescente es siempre un tesoro, pero
en la década del 40, y en las culturas orientales, reinaba el pudor y nadie
hacía públicas sus conductas privadas. La virginidad, además, era clave para
determinar socialmente la honestidad y la dignidad de una mujer. La vida de Kim
fue durante ocho años una pesadilla, pero ese mal sueño no terminó con la
guerra. Al regresar del infierno, ella, al igual que sus compañeras de
tormento, no pudieron contar lo que habían atravesado. La vergüenza, la
humillación y la pérdida de autoestima quedaron atrapadas en sus cuerpos para
siempre.
"No hay palabras para describir lo que me hicieron los
soldados", dice Kim mientras hace un gesto de negación con su cabeza.
"Todas éramos muy chicas, ¿comprende?, no teníamos fuerzas para
defendernos", me mira dolorida. "Abusaban de nosotras desde el
mediodía hasta las 5 de la tarde y otros días desde las 8 de la mañana hasta
las 8 de la noche. Cuando terminaba el día, no podía ni sentarme.".
No quería seguir viviendo. Intentó matarse con veneno, pero
no lo conseguía, entonces robó un líquido que otras mujeres coreanas usaban
para limpiar y bebió un vaso. Sintió que se quemaba por dentro pero bebió otro
vaso y cuando ya sentía que iba a morir llegaron las enfermeras japonesas y la
llevaron de urgencia para hacerle un lavaje de estómago. "Después de ocho
años de sufrimientos, nos terminaron usando como enfermeras, para cuidar
pacientes, dar inyecciones, limpiar, cocinar o donar sangre. Cuando estaba
terminando la guerra, querían esconder cualquier evidencia de lo que habían
hecho. Puedo decir que abusaron de nosotras hasta el final", se lamenta
Kim.
Kim Bok - dong hoy |
Kim comenzó a trabajar, se puso un negocio. Sentía que no
podía casarse, estaba avergonzada por lo que había tenido que atravesar.
"Pero conocí a un buen hombre, él estaba divorciado, era mayor que yo,
tenía un hijo. Nos casamos y le conté lo que me había pasado. No pudimos tener
hijos juntos. Yo no pude tener hijos, como muchas de nosotras. El murió hace
varios años".
Imagen de la adolescencia perdida de Kim |
"Pasó tanto tiempo. pero aún esperamos una respuesta y
un pedido de perdón: esa es nuestra lucha. Hace más de 20 años, cuando este
movimiento se inició, comenzamos con nuestras marchas los días miércoles, donde
gritamos consignas frente a la embajada de Japón. Hasta entonces yo escondía lo
que me había pasado. Pero un día vi por televisión que estaban haciendo unos
informes con las sobrevivientes de las que llamaban mujeres de confort y pedían
testimonios, entonces los llamé. Desde ese momento mi nombre se asocia con este
tema. Me costó, al principio: mis vecinos estaban sorprendidos. Pero no podía
seguir callada sabiendo que había gente en todo el mundo que apoyaba nuestra
causa. Estoy tan agradecida por eso, señorita: me da esperanzas de que vamos a
poder terminar esta lucha pronto. No se puede esperar una solución si uno no
toma parte activa. Pero tengo 90 años, estoy muy cansada y esto es agotador.
Sólo quiero recibir el pedido de disculpas, le aseguro que no hago esto por
dinero. Quiero que el gobierno japonés muestre su arrepentimiento y que se
hagan cargo de lo que nos hicieron. Que pidan perdón y que respeten nuestros
derechos humanos."
Desde la década del 90, el tema ocupa espacio en foros
internacionales y es uno de los puntos álgidos de las relaciones bilaterales
entre Corea y Japón. "Cuando fuimos a Viena (en la conferencia de derechos
humanos de la ONU de 1993), sigue Kim, muchas mujeres de todo el mundo lloraron
por nosotras y con nosotras. Yo no podía comer ni dormir luego de contar mi
historia, me hacía volver a momentos terribles del pasado que, por otra parte,
trataba de olvidar. Le digo que aún me cuesta dormir. Fui a Japón varias veces,
varias de nosotras fuimos. Viajábamos a la capital, pero también a áreas
rurales: queríamos contarle a la gente nuestra verdad, porque ellos ignoraban
que su país había cometido esos crímenes. El gobierno japonés busca imponer una
versión de la historia que no es verídica", cuenta Kim.
Lo que dice Kim acerca de la historia es relevante, no sólo
porque ella es testigo directa de los crímenes de guerra, sino porque la
historia siempre puede ser manipulada. Dos años después de que las ancianas
coreanas alzaran la voz para contarle al mundo sus padecimientos, el primer
ministro socialista japonés Tomiichi Murayama pidió disculpas en nombre de su
país. Eran tiempos en los que Japón aún expiaba las culpas imperiales y buscaba
recomponer relaciones diplomáticas con los vecinos que sufrieron ocupaciones
durante el conflicto armado. Sin embargo, el nacionalismo puede hacer estragos
a la hora de acomodar los hechos. Nieto de un primer ministro criminal de
guerra y hombre del Partido Liberal Democrático (ubicado a la derecha del
espectro político), el actual primer ministro Shinzo Abe (quien ya ejerció ese
cargo entre 2006 y 2007) parece querer alterar el curso de los hechos. Es
curioso, ya que lejos de querer dar vuelta la página del oprobio, Abe integra
un comité revisionista que trabaja en la modificación de los libros de
historia, para cuyos miembros el lugar de las mujeres de confort no es el de
esclavas sexuales. "No fueron obligadas a tener sexo, eran
prostitutas"; estas fueron las hirientes palabras que el premier japonés
utilizó recientemente para hablar de las halmonies, como las llaman en Corea,
término afectuoso con el que se refieren a las ancianas.
También en Filipinas muchas sufrieron el escarnio y la humillación; a la derecha, una estatua conmemora a estas mujeres en California |
Hay antecedentes de ese pedido de perdón que reclama Corea.
A partir de la histórica escena de 1970 en la que el canciller alemán Willy
Brandt se arrodilló frente al monumento a los caídos en el guetto de Varsovia,
diferentes gobernantes alemanes tuvieron gestos de reparación y sinceros
pedidos de disculpas por los daños que provocaron sus antecesores. Puedo dar fe
de esto, ya que pude ver personalmente a la actual canciller Angela Merkel, en
2009, durante las ceremonias por los 70 años del inicio de la Segunda Guerra
Mundial, pidiendo disculpas en Westerplatte, una península ubicada en Gdansk,
Polonia, que los alemanes invadieron en 1939 dando comienzo al conflicto.
En la actualidad, sin embargo, Japón no parece ir en esa
dirección, hasta el punto que por estos días se discute en el país la
posibilidad de reescribir la Constitución con objeto de poder rearmarse, una
prohibición impuesta por los vencedores de la guerra 70 años atrás.
Lo que pasó está en el pasado, dice Kim sobre el final y se
la ve cansada. Sabe que la población japonesa no es responsable por la conducta
de sus gobernantes. Lo único que exige es un pedido de perdón sincero por parte
del gobierno y una compensación económica, aunque no para ella, sino para otras
mujeres que están sufriendo en el mundo a causa de violencia sexual en
conflictos armados. Kim es una sobreviviente y una militante de la ONG Butterfly
Fund, que se ocupa de este tema, y cuyo símbolo, una mariposa amarilla, la
acompaña siempre. Una de esas mariposas simbólicas se llevó el Papa Francisco
en agosto del año pasado, cuando visitó Seúl y recibió a las ancianas que
sufrieron esos tiempos de servidumbre sexual.
Fue Kim, la sobreviviente de todos los infiernos, quien le
dio esa mariposa al Papa. Es Kim, la anciana más suave del mundo, la que se
despide ahora porque necesita descansar. "Para mí, para todas nosotras, es
muy importante que usted lleve este mensaje a su país: Japón debe pedir
disculpas por lo que hizo. Mis palabras son lo único que puedo ofrecer para
darles coraje a todas las mujeres que aún en otros países no reclaman por la
violencia que sufren. Por eso les digo: mantengámonos fuertes y no abandonemos.
¿Cuándo terminará la violencia contra las mujeres? No lo sé. Por eso, además de
decir No a la guerra, No a la violencia contra las mujeres, me gustaría
decirles a todas las mujeres en el mundo: sean fuertes".
Se sonríe Kim y el universo se ilumina por un segundo..
14 de junio de 2015 |
http://www.lanacion.com.ar/1801283-la-herida-que-no-cierra
Las imágenes aparecen en el texto original publicado por el diario La Nación
28 de
diciembre de 2015
Acuerdo
entre Seúl y Tokio sobre conflicto de esclavas sexuales
Japón y
Corea del Sur sellaron hoy en Seúl un acuerdo para zanjar el conflicto en torno
a las miles de coreanas obligadas por el Ejército nipón a prostituirse antes y
durante la II Guerra Mundial.
El
canciller de Japón, Fumio Kishida, anunció que Tokio se compromete a aportar
1.000 millones de yenes (unos 7,6 millones de euros) para un fondo de
compensación a las víctimas, informó la agencia surcoreana Yonhap.
Además,
Kishida expresó en una rueda de prensa conjunta con su homólogo surcoreano, Yun
Byung-se, las "profundas disculpas" del Gobierno de Japón por el daño
causado a las mujeres coreanas reclutadas forzosamente por el Ejército nipón
hace más de 70 años.
El ministro
de Exteriores japonés también entregó al surcoreano una carta del primer
ministro, Shinzo Abe, en la que éste expresa su "sincero
arrepentimiento" por el citado episodio histórico y pide
"disculpas" a las víctimas.
Principal conflicto bilateral
El acuerdo
alcanzado hoy debe poner fin a las disputas entre Seúl y Tokio por el asunto de
las llamadas eufemísticamente "mujeres de confort", que ha sido la
principal fuente de conflicto en las relaciones bilaterales en las últimas
décadas.
Víctimas de la prostitución forzada se
manifiestan ante la embajada nipona en Seúl, en 2014, demandando una
compensación.
Víctimas de la prostitución forzada se
manifiestan ante la embajada nipona en Seúl, en 2014, demandando una disculpa.
Se estima
que unas 200.000 mujeres de Corea, China, Indonesia y Filipinas fueron forzadas
a prestar servicios sexuales a miembros de las tropas niponas en burdeles
militares, desde comienzos de los años 30 del siglo pasado y, sobre todo, en
los años finales de la II Guerra Mundial, concluida en 1945.
Seúl ha
demandado durante años a Tokio que compense a las víctimas, pero el Gobierno
nipón consideraba que ya lo hizo con el tratado de normalización de relaciones
de 1965. En virtud de aquel acuerdo, Japón concedió unos 360 millones de
dólares al Gobierno del dictador Park Chung-hee, padre de la actual presidenta
surcoreana, Park Geun-hye, para indemnizar a todas las víctimas de la
colonización y dar por concluido el asunto.
ER (efe,
afp)
Fuente:
http://www.dw.com/es/acuerdo-entre-se%C3%BAl-y-tokio-sobre-conflicto-de-esclavas-sexuales/a-18944796
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