15 de noviembre de 2015 |
Historia de la
prostitución: del salón libertino al sórdido callejón
Por: André Larané
Del 1800 a hoy, la mirada de la sociedad sobre "el
oficio más viejo del mundo" irá de la regulación al ocultamiento, de la
prohibición a la banalización, bajo influjo sucesivo de la moral, el
sanitarismo y la liberalización sexual
[Segunda y última parte de la nota publicada el sábado
pasado: De la prostitución sagrada a la esclavitud sexual]
En el siglo XVII, siglo de santos y libertinos, siglo de
Tartufo también, se inicia en la capital francesa el rebautizo de calles de
nombre demasiado explícito. La calle Poil-au-Con [vello púbico] se convierte en
rue du Pélican, por ejemplo (...). Se barre a las prostitutas y se las
catequiza en casas de enderezamiento dirigidas por monjas, como el hospital de
la Salpêtrière, en París, cuando no se las marca a fuego.
En su novela Manon Lescaut, el abate Prévost evoca de modo
enfático y muy exagerado a las muchachas enviadas a la Luisiana –todavía
francesa- a rehacerse una vida honesta del brazo de un colono.
Las "jóvenes ligeras" de
París se embarcan hacia la Luisiana (1726)
La situación de las prostitutas se degrada aun más en el
siglo XVIII, gran siglo de libertinaje, ilustrado por el Marqués de Sade pero
también por el Parc-aux-Cerfs, esa casa de Versailles donde el viejo rey Luis
XV puede despertar sus sentidos con jóvenes bellezas reunidas por Madame de
Pompadour.
Prostitución
"higienista"
Con el deseo de promover la higiene (higienismo), los
legisladores burgueses del siglo XIX son llevados a retomar el espíritu del
Medioevo.
Desde 1800, para contener las pasiones y los excesos, el
Primer Cónsul, Napoleón Bonaparte, legaliza las casas públicas y la
prostitución callejera, sometiéndolas a la vez a un control severo de la
policía e imponiéndoles visitas médicas a las interesadas.
Él mismo no olvida que fue iniciado unos años antes en los
placeres de la carne por una "meretriz" del Palais-Royal [N.de a T.:
bajo cuyas arcadas se ejercía el comercio del sexo].
La prostitución bajo las arcadas del
Palais-Royal, París,1815
Las nuevas "casas de tolerancia" se distinguen por
una lámpara a la entrada y persianas púdicamente cerradas, lo que les vale el
sobrenombre de "maisons closes" [N.de la T: literalmente: casas cerradas].
Sus pensionarias son sometidas a controles médicos
periódicos y obligatoriamente colocadas bajo la autoridad de una mujer,
"maquerelle" en la jerga popular (derivación de una palabra flamenca
que significa traficar) [N.de la T.: y de donde saldrá "maquereau"
–pronunciar macró- la palabra del francés vulgar para proxeneta].
Esas casas no ponen fin sin embargo a la oferta sexual
callejera, lejos de eso. Los grandes bulevares abiertos en París por el barón
Haussmann son muy apreciados para esto, así como los senderos para cabalgatas
en el bosque de Boulogne.
Por otra parte, la conscripción y el servicio militar
obligatorio atraen a los alrededores de los cuarteles a una fauna de miserables
"filles à soldats" (chicas para soldados).
Víctor Hugo, líder de la escuela romántica, se conmueve:
"Que se llame república o monarquía, el pueblo sufre, es un hecho. El
pueblo tiene hambre; el pueblo tiene frío. La miseria lo empuja al crimen o al
vicio, según el sexo. Tengan piedad del pueblo, a quien la cárcel le quita a
los hijos varones y el lupanar a las hijas. Tiene demasiados reos, tiene
demasiadas prostitutas" (Claude Gueux, 1834).
En 1838, Honoré de Balzac publica Splendeurs et misères des
courtisanes (Esplendores y miserias de las cortesanas), una monumental novela
en torno a una prostituta reformada por amor y víctima de la cobardía de los
hombres. En el mismo registro, Alejandro Dumas hijo cuenta, en 1848, en La Dama
de las camelias, el amor sin esperanza de una cortesana por un joven
mequetrefe.
Las obras de Balzac y Alejandro
Dumas (h) que reflejan la vida de las cortesanas
En las generaciones siguientes, bajo la Tercera República,
ya no es más cuestión de sentimientos.
Guy de Maupassant (Boule de Suif, La maison Tellier) y Emile
Zola (Nana) describen con realismo y sin demasiada compasión la suerte de las
prostitutas. El primero, muerto de sífilis, fue su víctima.
El pintor Henri de Toulouse-Lautrec, que también frecuenta
los burdeles, se dedica sin embargo a exponer su profunda humanidad. Como más
tarde lo hará Pablo Picasso (Les demoiselles d'Avignon).
El pintor francés Henri de Toulouse
Lautrec se pintó a sí mismo frecuentando los lupanares y cabarets de la Belle
Epoque
Prostitución
prohibida, prostitución banalizada
A partir de los años 1870, los países anglosajones y
protestantes ven resurgir una corriente abolicionista que pretende prohibir la
prostitución en nombre de la preocupación por la salud pública, la moral y la
"mejora de la raza". Este movimiento es concomitante con la
emergencia del darwinismo social y de las teorías raciales.
Así, Inglaterra cierra sus casas de tolerancia en 1885. Es
imitada por Alemania, los países escandinavos, Bélgica y Holanda. Según un
escenario confirmado, estos cierres arrojan a las prostitutas a la
clandestinidad y la miseria, como en Berlín, donde la policía evalúa su número
en 40.000 a fines del siglo XIX... En Londres, son relegadas a las calles
sórdidas del East End, a merced de psicópatas como el tristemente célebre Jack
el Destripador.
Estos cierres son también un negocio para los
establecimientos parisinos y contribuyen a la reputación obscena de la Ciudad
Luz.
Los burgueses preocupados por exhibir su estatus y su
virilidad hurgan en las bambalinas de los teatros, en búsqueda de jóvenes
bailarinas para mantener.
La Belle Époque ve el apogeo de los lujosos lupanares o
"casas de alta tolerancia", como el Chabanais, muy apreciado por el
Príncipe de Gales, futuro Eduardo VII.
El lujoso Le Chabanais, frecuentado
por el futuro rey de Inglaterra, Eduardo VII
Estas son para los burgueses un lugar privilegiado de
sociabilidad. Se va allí para mostrarse, para encontrarse y hacer negocios casi
tanto como para satisfacer las fantasías sexuales.
Salones para burgueses
Al margen de estos establecimientos distinguidos, se desarrollan,
a fines del siglo XIX, las casas de citas. A diferencia de las precedentes,
éstas no tienen "pensionarias" sino que alquilan sus habitaciones a
parejas circunstanciales.
Al mismo tiempo, los prostíbulos ordinarios o "pocilgas
para marineros" tienden a escasear, por la competencia de la prostitución
clandestina, que se desarrolla en los "bares de mujeres" de los
bulevares.
Los artistas Edgar Degas, Vincent Van Gogh e incluso Edouard
Manet pintan con realismo esta prostitución frecuentemente asociada al
alcoholismo y al ajenjo.
El arte empieza a reflejar la
sordidez del oficio. Agostina Segatori en el café du Tambourin (Vincent Van
Gogh, 1887)
La Liberación trae a Francia un viento de renovación y lleva
al cierre de las últimas casas de tolerancia por iniciativa de una ex
prostituta enriquecida por dos viudeces, Marthe Richard.
La ley del 13 de abril de 1946 implicará la clausura de
alrededor de 1500 establecimientos en todo el país.
Aunque castigada con penas correccionales, la oferta de sexo
en la vía pública se convierte desde entonces en la única solución dejada a las
prostitutas. Bajo amenaza permanente de ser llevadas por la policía o
agredidas. Son generalmente obligadas a colocarse bajo la
"protección" de un proxeneta o rufián.
La prostitución deja los locales y
sale a la calle. Las mujeres que ejercen el oficio necesitan
"protector"
En Francia, y en Occidente en general, durante los
"Treinta Gloriosos" (1944-1974), la prostitución parece destinada a
desaparecer debido a relaciones amorosas más libres entre los jóvenes y a un
modelo de familia fundado en el apego recíproco y soldado por una descendencia
relativamente numerosa.
Pero la mundialización de los intercambios, la revolución de
los transportes y el triunfo del liberalismo y del consumismo van a relanzar la
prostitución a fines del siglo XX y a iniciar un doble movimiento: el
desarrollo del turismo sexual en el Tercer Mundo, en primer lugar en Tailandia,
y el remplazo de las francesas por las hijas del Este, las africanas y las
chinas en las veredas de las grandes ciudades de Francia.
Jóvenes asiáticas que se prostituyen
en Europa
Espejo de la sociedad, el sexo tarifado ilustra en este
comienzo del siglo XXI los clivajes que dividen a la "Unión" Europea.
Encontramos aquí todos los casos, desde la completa legalización del oficio en
Alemania o en España hasta su total prohibición con el agregado de la
posibilidad de perseguir penalmente a los clientes en Suecia o en Francia.
Internet y la "uberisation" [neologismo que alude
a la explosión de servicios y comercio a través de Internet] de servicios
personales, nuevo concepto en boga, podrían cambiar el escenario nuevamente
remitiendo el amor venal al círculo privado.
Bibliografía
Extrañamente, no es fácil encontrar estdios históricos sobre
la prostitución, tema sin embargo muy sensible.
Podemos referirnos al dossier que le consagró el mensuario
Historia (octubre de 2015) Señalemos también el librito de Edith Huyghe, Petite
histoire des lieux de débauche (Pequeña historia de los sitios de libertinaje,
Ed. Payot, 2011).
En 1978, la opinión pública se vio sacudida por el
testimonio de una joven alemana, Yo, Christiane F., 13 años, drogada,
prostituida... Era una época en la cual todavía había indignación antes las
desigualdades sociales y la explotación de la miseria.
Belle de Jour, el clásico de Luis
Buñuel, protagonizado por Catherine Deneuve
En el cine, mencionemos el bello film de Jacques Becker,
Casque d'Or (1952), sobre el amor imposible entre una prostituta y un
proxeneta, y la obra maestra equívoca de Luis Buñuel, Belle de Jour o la
historia de una burguesa que se prostituye para luchar contra el tedio (1967)
La actriz francesa Simone Signoret,
protagonista de Casque d'Or
André Larané es periodista e historiador.
Artículo publicado originalmente en la revista Herodote.net
http://www.infobae.com/2015/11/14/1769665-historia-la-prostitucion-del-salon-libertino-al-sordido-callejon
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