María, tras lograr salir de la prostitución:
‘Ya no tengo miedo’
Actualizado
el 28 de diciembre de 2016 a las 12:00 am
El
asesinato de una amiga la movió a buscar otra vida. Dejó el alcohol, las drogas
y a su pareja agresora; hoy asegura ser feliz
POR Sofía
Chinchilla C.
Más de 15
años pasaron sin que los días fueran muy diferentes unos de otros: dormir
cuando había luz y salir a trabajar en cuanto oscurecía. Comer era opcional,
pero drogarse se convirtió en una necesidad para soportar los horrores de la calle
y la prostitución en la noche.
Suma
cuatro décadas de vida, aunque hoy su existencia es muy diferente.
Su
identidad se resguarda; eligió ser llamada María. Esta mujer pide ayuda para
quienes todavía están en la calle.
¿Cómo
llegó a trabajar en las calles?
Cuando
estaba joven, mi mamá se fue y mis hermanos y yo nos fuimos a vivir a la casa
de mis abuelos. Ahí sufrí muchos abusos sexuales (...). Uno estaba resentido
con la vida, y debido a eso, empezamos a conocer el alcohol y la droga. Yo me
iba a bailar, salía de mi casa, hasta que un día no llegué más. Conocí a una
persona con la que comencé a convivir, y de ahí empecé a prostituirme.
¿Qué edad
tenía?
Como a
los 18 años... Deseando tener cédula, como para que no me dijeran nada, como un
pájaro que lo dejaran en libertad.
¿Alguien
la forzó?
Desgraciadamente,
cuando usted está así, solo gente mala se le aparece. Yo estaba conviviendo con
una persona que también tenía vicios, y él me dijo: ‘Yo sé la manera en la que
usted puede ganar dinero, dinero que ni se imagina’. Y así fue como empecé para
solventarnos el vicio los dos.
¿Cómo
eran los días?
Vivíamos
en una cuartería en San José. Era un cuartito pequeño, a lo mucho una cama, el
televisor y la ropa. Por lo general, a mí me mandaban a trabajar de noche porque
había más dinero; entonces, durante el día yo dormía. Más que en la noche uno
se drogaba y tomaba, entonces en la mañana ¿con qué ganas iba a estar
despierta? El día es la noche y la noche es el día.
¿Se
sentía en peligro?
Muchas
veces sentí temor. Más que a veces no quería ir con ciertas personas, pero mi
pareja me obligaba. Yo sabía estando ahí, medio conversando, que la persona era
agresiva, pero ellos ponían el dinero y uno solo esperaba que pasara la
situación lo más rápido posible… Tenía que conseguir para el cuarto, el
alcohol, para la droga… y para comer, que eso era lo último que uno hacía.
¿Hubo
gente que se acercaba a ofrecerle ayuda?
Sí, usted
sabe que hay grupos de cristianos que andan en la noche, y muchas veces me
dieron de comer, me escuchaban, me decían que buscara ayuda… Pero uno, cuando
está en eso, no cree que haya esperanza. Es una esclavitud; yo era esclava… y
uno no creía; no había Navidad, no había nada. Era un ciclo de subsistir.
¿En qué
momento supo que tenía que salir?
Mataron a
una compañera mía; era amiga. La ahorcaron y la dejaron debajo de la cama del
hotel. La persona que la mató puso el candado... La andábamos buscando y nadie
la encontraba. Hasta como a los dos días llegó mal olor: la habían ahorcado con
el brasier. Cuando yo vi cómo murió ella, yo le pregunté a Dios si había nacido
solo para estar sufriendo… Que si existía, me diera una oportunidad de ir
cambiando.
”Yo sabía
que el principal problema era la pareja, que él estaba usándome porque él
necesitaba de mí, yo no de él. Después, que estaba esclava del alcohol y las
drogas, y tenía que buscar ayuda. No fue de la noche a la mañana, fueron como
dos años en ese proceso. Captaba que tenía que hacer las cosas, pero no sabía
cómo”.
El primer
paso fue ir a un grupo de Alcohólicos Anónimos, donde María conoció a mujeres
que lograron ser empresarias, estudiar, o al menos conseguir un empleo digno. Y
si ellas pudieron, ¿por qué ella no iba a lograrlo?
Siguió
trabajando en la calle, pero detuvo el consumo de sustancias, dejó a su pareja,
empezó a estudiar y consiguió un nuevo techo donde recomenzar.
“Me
busqué una casita y tuve que dormir en el piso la primera noche. Llegué nada
más con la ropa que andaba puesta porque cuando dejé a mi pareja, no me dejó
sacar absolutamente nada. Yo dije: ‘Ahí voy’. Me acuerdo cuando compré el
primer plato, la primera cuchara.
”Yo me
preguntaba si iba a poder pagar eso. Tenía miedo, porque era un paso que jamás
me imaginé. Traté de organizarme de guardar un poquito todos los días para
pagar la casa, y sabía que tenía que comprar una olla arrocera, y la compré. A
la semana compré un sartén. Esas semanas comía sándwiches porque quería ahorrar
lo máximo para ir saliendo adelante. Yo ahorita veo lo que tengo y doy gracias;
siento que vivo en un palacio porque todo me ha costado. Yo quiero mucho esa
casa, y sueño que sea mía. Vivo ahí hace siete años porque yo quería echar
raíces en algo”.
¿Quién es
usted hoy?
Yo soy
feliz. Tal vez, me falten muchas cosas materiales a las que la gente les da
mucha importancia, pero yo vivo bien. Yo no tenía un trabajo y ahora puedo
trabajar. Viera cómo soñaba yo con tener un trabajo, saber que llego a un lugar
y voy a tener un ingreso fijo (...). No me falta nada. Sé que tengo mi casa,
que ayudo a mi familia. Ya no tengo miedo, y salgo adelante poco a poco.
¿Cómo es este primer trabajo?
Ellos me
han dado mucha oportunidad, un ingreso fijo y todos los derechos laborales. Me
tratan con mucho respeto, son tan comprensivos. Yo pedí tanto por un trabajo,
que ahora lo cuido. Yo voy a dar lo mejor de mí, y si no sé algo, lo aprendo.
”Cuando
estaba en la calle veía a la gente que iba para el trabajo, con su bolsita de
almuerzo, y yo pensaba que debía ser bonito. Es el regalo más grande.
¿Qué
otras metas tiene?
Quiero
sacar el bachillerato, y seguir trabajando. Quiero una casa.
Para
María, su situación es igual a la de muchas mujeres, inclusive menores de edad,
que pasan la noche en la calle, víctimas de la explotación y la necesidad.
“¿Usted
ha visto la cantidad de chiquillas de 15 años y menos que andan prostituyéndose
y metidas en un vicio? Y eso tienen que solventarlo. Y si, de feria, les pasa
lo mismo que a mí, que se encuentran a una persona que lo que quiere es
hundirlas más, es peor. Hay que partir de ahí, cortar con los vicios”.
¿Hay algo
que uno pueda hacer para ayudar a alguien que esté en esa situación?
Tratar de
hablar con ellas, si quieren dejarse ayudar (...). Deberían darles más
atención, sobre todo en la adolescencia. La mayoría de compañeras sufrimos
abusos sexuales. Todas contábamos lo mismo: que el tío, que el hermano, que el
papá… A mí eso, por años, me marcó mucho porque pensaba que la culpa era mía,
pero gracias a Dios, me he liberado. Entonces, ahí empieza todo: cuando estamos
en la casa.
¿Cuál es
la guía más importante para su vida?
Tratar de
entender a los demás, para poder ayudarlos. No juzgar a nadie, ponerme en sus
zapatos porque uno en el camino se va a topar con todo tipo de gente y yo no
puedo juzgarla.
Fuente:
http://www.nacion.com/nacional/Maria-lograr-salir-prostitucion-miedo_0_1606239363.html