jueves, 30 de mayo de 2019

Francia: la explotación sexual de adolescentes crece de manera alarmante


Francia: la explotación sexual de adolescentes crece de manera alarmante

Algunas chicas dicen que lo hacen "porque todo el mundo lo hace". Otras, no saben explicar cómo llegaron a atender a cinco clientes en una noche. A casi todas, les cuesta reconocerse como víctimas.
Sábado 06 de Abril de 2019 
Julia lo hacía para ahorrar dinero "para cuando termine la secundaria", Pauline cayó porque "todo el mundo lo hace". Ambas adolescentes son víctimas, como tantas otras, de la prostitución, que aumenta considerablemente en la región de París.

Julia (todos los nombres fueron cambiados) con 17 años ya se prostituía los fines de semana durante las vacaciones escolares y los miércoles cuando no tenía clase. Como sucede generalmente en estos casos, la joven se enamoró de un muchacho que le propuso rápidamente convertirse en chica "escort". Él le encontraría clientes, fijaría las tarifas -100 euros la hora, 50 la media- y compartirían las ganancias. Como también sucede en la mayoría de los casos, la joven no vio ni un euro.

¿Por qué aceptar? ¿Cómo termina una el sábado por la noche tras cinco clientes seguidos? "No puedo responder", dijo esta estudiante de secundaria a los investigadores luego de la detención de la pareja. "A veces todo va bien, a veces solo veo pasar la hora y el dinero que voy a ganar".



A diferencia de Julia, que vive en casa de sus padres, la mayoría de estas adolescentes, entre 14 y 18 años, no están escolarizadas, se encuentran en centros de acogidas o huyeron de sus casas.

Es el caso de Pauline, que llegó sola a la región parisina con 17 años. "Tenía una amiga que hacía esto con un tipo, me lo presentó", explicó a AFP.

La joven describe microrredes efímeras controladas por pequeños delincuentes, reclutamientos en las redes sociales, los "planes" que las chicas comparten, los muchachos que "prueban" y se pasan a "las que más trabajan". Gestionan los anuncios, los clientes, las reservas de hoteles y la "seguridad" desde el cuarto de baño. Se encargan de hacer venir comida, drogas y alcohol para las chicas.

Los clientes, cuenta Pauline, son de todo tipo: "Chicos de los barrios humildes, empleados con traje y corbata". Las chicas a veces son muy jóvenes, afirma. "Se ponen pestañas postizas, una capa de maquillaje... No se puede saber si tienen 13 años".

Chloé huyó de su hogar varias veces. Hasta que fue reclutada con 14 años por una amiga que le prometió "una tonelada de dinero", explicó en el tribunal de Creteil, un suburbio de París, adonde testificó como víctima de explotación sexual hace poco más de un año.

Pequeña, rubia, con cara de niña. Su padre la recuperó en un hotel haciéndose pasar por un cliente.

La prostitución es "glamour"
"Este 'proxenetismo de los barrios bajos' se acentuó de manera considerable en los últimos años", explica Raphaëlle Wach, una referente sobre el tema en el tribunal de Creteil, que trata en este momento unos treinta casos similares.

Entre julio de 2016 y fines de 2018, hubo al menos 145 investigaciones en la región parisina. "La parte visible del iceberg", según Lorraine Questiaux del Mouvement du Nid (Movimiento de Nido), que lucha contra la prostitución y lamenta la ausencia de cifras oficiales sobre el tema.

El movimiento estimaba -en 2015- un total de 37.000 prostitutas en Francia. La asociación Agir (Actuar) contra la prostitución infantil hablaba en 2013 de entre 5000 y 8000 menores. "Adolescentes frágiles, vulnerables, con falta de estima propia y búsqueda de afecto por su historia personal de violencia, familias complicadas, acoso", explica su secretario general Arthur Melon.

Wach describe que, para algunas de estas chicas, la prostitución se ha "banalizado", es "glamour". Además detalla los daños causados por el "fenómeno Zahia", la exescort -entonces menor de edad- que saltó a la celebridad por haber sido el "regalo de cumpleaños" del futbolista Franck Ribéry en 2009. La joven se reconvirtió en la creación de lencería de lujo. Para ellas, "es un modelo de mujer exitosa".

Pero su realidad pasa más bien en tugurios baratos. Un recepcionista describe a las chicas "sentadas en las escaleras" mientras una amiga está con un cliente, y cuenta cómo se repite la escena: "Un joven llega, toma la llave, se va. Luego llega la joven, y empiezan las idas y las vueltas, y ahí entendemos".

Yanis, empleada en un hotel de la región parisina que bordea un cruce de autopistas, reconoce a los clientes, que pasan con aire "perdido y cabizbajo". Pero "tienen documentos de identidad y reservaron en internet, estamos obligados a dar la llave de la habitación".

En las habitaciones, dice una empleada de limpieza, encuentran preservativos usados, paquetes de comida, botellas vacías, a veces sangre en las sábanas.



"Es mi cuerpo"
Cuando se le pregunta cómo podía vivir de esa manera, Pauline alza los hombros. "No está mal... Entrás en ese mundo, te acostumbrás. Es dinero fácil. Podemos ganar 500 euros en un día, al día siguiente descansamos".

Nunca recuperó gran parte del dinero que ganó para el último proxeneta con el que estaba, del cual estaba enamorada, pero sigue sin considerarse como una víctima, dos años después. "Era un trato, nadie está obligado", sostiene. "Las chicas piden hacer esto, son ellas las que vienen. Es una moda, todo el mundo lo hace".

Los proxenetas dicen lo mismo. "No soy un rufián. No las golpeé, no las dejé en la calle, nunca las obligué", se irritó en su juicio el jefe de 22 años de una microrred, condenado en Creteil a cuatro años de prisión.

"No se dan cuenta de la violencia de este fenómeno de control que las obliga a veces a enviar lo que ganan a sus 'loverboys que están en prisión", explica Wach.

Ante los policías que las interrogan, las jóvenes, muchas veces arrogantes y agresivas, niegan ser víctimas. Nunca hablan de prostitutas, sicen "escort". "Nos dicen 'hago lo que quiero, es mi cuerpo'", cuenta una investigadora.

"Cuando se les dice 'hiciste de puta', se enojan", asegura. "Se creen princesas. Les decimos que no, que no son princesas, 'vendes tu cuerpo y además te sacan el 50% de lo que ganás'".

Por Marie Dhumieres / AFP

Fuente: TN






Las niñas prostitutas de la autopista a Medellín


Las niñas prostitutas de la autopista a Medellín
La directora Mabel Lozano cuenta en este texto su experiencia con un colectivo de estudiantes universitarias que lucha contra la trata en Colombia
Mabel Lozano
27 mar 2019

Estos últimos años he estado un par de veces en Medellín (Colombia), en ambas ocasiones para hablar de trata y prostitución, y fue allí donde tuve la oportunidad de conocer al colectivo Todas con las Mujeres, que trabajan contra estas prácticas como una de las caras más perversas de la violencia de género. Son crímenes contra las mujeres por el hecho de serlo.
 
Mabel Lozano
Con este colectivo me unen muchas cosas, por ejemplo que utilizan el cine como herramienta de transformación social. Un porcentaje grande de sus integrantes son jóvenes estudiantes de cine de las universidades de Bogotá y Medellín, pero también de otras carreras como Derecho o Trabajo Social. Conozco y admiro el trabajo de este colectivo que en un 80% está integrado por mujeres jóvenes y estudiantes. Desde hace meses ruedan un nuevo documental sobre los llamados ángeles azules, las niñas prostitutas de la autopista de Medellín a Bogotá, llamadas así porque, a pesar de su gran belleza, tienen el color de su piel azul pálido, debido a la mala alimentación, el trasnochar y la adición a las drogas.

Me trasladan los testimonios de varias de estas niñas a las que han seguido durante meses. No quieren ni pueden salir de sus vidas ni abandonarlas a su suerte, una suerte que no está de su lado. Niñas como Patricia, de 14 años, con facciones casi perfectas, sonrisa angelical y extrema delgadez que la hacen parecer mucho menor. Patricia desertó del colegio hace ahora dos años.

"Yo entré a bachillerato con 11 años. Venía muy bien, mi mamá nos mantenía a mis dos hermanos menores y a mí de la venta de perritos calientes y pinchos, en un puesto en la calle. Mi papá se fue cuando yo tenía ocho años a trabajar al Guaviare, raspando coca, y nunca volvió. Yo acompañaba en las noches a mi mamá en la venta, al principio nos iba bien, hasta me compró un celular, pero luego se puso pesado y mi mamá recurrió a los gota a gota para que le prestaran para pagar el arriendo y comprar las salchichas y el pan. Tocaba pagarles a diario con intereses. Después de unos días no se pudo cumplir, entonces a mi mamá le pegaron y amenazaron con violar a mi hermanita, tocó entregarles el carro donde vendía la comida por la deuda… todo se juntó", cuenta. "En la escuela no dieron más desayuno ni almuerzo, no hubo más transporte escolar, yo no quise volver porque estudiar con hambre es muy hijoputa, además solo había para un pan y agua panela en la casa, y prefería que se lo dieran a mis hermanitos".
Caracoli es el sitio donde por las noches se reúnen mujeres de diferentes edades, travestis y niñas, a ejercer la prostitución. "Yo para ayudar a mi mamá comencé a ir a Caracoli (un municipio cercano). Me llevó una amiga, ella se rebuscaba buena plata con los camioneros. No había que darles besos —¡qué asco!— ni dejarse penetrar, solo mamárselo y le pagaban a una hasta 20.000 pesos (5 euros). En un rato se podía hacer unos más de doscientos. Comencé a ir algunas noches, luego todos los días, mi mamá se las olió, me siguió y me pilló, pero fue mejor porque ahora ella está pendiente de mí y anota la placa del carro donde me subo, por seguridad”.



Patricia es parte de los ángeles azules rebautizadas así por mis amigos de Todas con las Mujeres, porque antes les llamaban las zombis. Hasta el nombre estaba lleno de crueldad. Después vieron que el nombre era lo de menos y así lo han comprobado durante los nueve meses que han acompañado a seis de ellas documentando su día a día. Han entrado en sus hogares, con sus familias, en barrios como La Polonia, El Refugio y La Ratonera. Han sido testigos silenciosos de momentos trágicos, como cuando a alguna de ellas las golpeaban y arrojaban de los coches y camiones en marcha por solicitar que se les pagara primero el servicio sexual. De los intentos de suicidio de Ángela, con tan solo 15 años, de las eternas depresiones de Camilla después de pasarse tres días seguidos consumiendo basuco, el sobrante del raspado de la cocaína, altamente adictivo y degenerativo. De la tragedia de María, la chiquis, que entró en su casa y encontró a su hermano ahorcándose y no llegó a tiempo para sostenerle los pies para que no muriera. De Gina, que accedió a colaborar en el documental si se escuchaba alguna de sus composiciones de reguetón: “Cuéntame el cuento de las niñas azules que vagan en las noches para sobrevivir / Dime si es cierto que juraron estar juntas hasta perecer / Dime si es cierto que el pacto fue roto y están esparcidas pagando castigo hasta el amanecer / Dime si es cierto que solo después de esta vida tendrán ya sus alas y recuperarán su niñez / Nos dicen azules por el color de la piel, azules mis sueños, azules mis venas, mis lágrimas también”.

Los ángeles azules son un caso único, además, porque, a diferencia de las prostitutas de la zona, ellas no tienen ni madames ni proxenetas. No hay hoteles de lujo ni turistas extranjeros. Solo hay pobreza. Los servicios sexuales los ofrecen en las cabinas de los camiones y muy raras veces van a moteles de carretera. El precio por el servicio sexual es una miseria.

Más de la mitad de estas niñas empujadas a prostituirse abandonaron sus estudios porque en las escuelas antes podían alimentarse y tenían transporte gratuito para llegar al colegio, además de asistencia. Existen culpables directos: la clase dirigente y política que ha hecho mal uso de los recursos, del dinero. Miles de millones de pesos sustraídos descaradamente del programa escolar PAE, robando así a las niñas la educación, la infancia y condenándolas a vagar por las noches como zombis, vendiendo sus pequeños cuerpos.

En los últimos años han salido ya a la luz los casos más aberrantes de esta corrupción. Hoy, son muy pocos los arrestados por estos delitos, y los que lo son, no son castigados. Se les envía a sus casas porque no son considerados peligrosos para la sociedad.

El Fiscal General de la Niñez, Mario Gómez, es el encargado de llevar esta investigación, que se ha tomado muy en serio. Hace unos días hablaba por teléfono con él desde Madrid y me confesaba la impotencia que le provoca la situación privilegiada de los culpables, pero sobre todo el dolor de ver a esas niñas cada noche en la carretera, ahora además acompañadas de muchas otras menores de origen venezolano.

Es una verdad que todo el mundo sabe, pero de la que nadie habla por miedo en este territorio de paramilitares, ahora dominado por los prestamistas.

El mensaje es alto y claro, robar los dineros destinados para los niños y las niñas, además de un delito muy lucrativo, no tiene la mínima posibilidad de ser castigado.

Mabel Lozano es directora y guionista de cine social.

Fuente




Sobre la prostitución: “La imagen de felicidad que se proyecta no es así, te sientes sucia y vacía”

Testimonio de prostitución


Sobre la prostitución: “La imagen de felicidad que se proyecta no es así, te sientes sucia y vacía”
DUQUESA DOSLABIOS 21 DE MARZO DE 2019

Dentro de la prostitución: conversaciones con Ojitos Hechiceros

Tras leer la experiencia de Chica X, se puso en contacto conmigo Ojitos Hechiceros, un pseudónimo con el que protege su identidad y que, como exprostituta, sabe cómo funcionan las cosas en la otra cara de la luna, esa más oscura y desconocida por la gran mayoría de nosotros. Tiene 24 años pero llegó a España mucho antes. Una nueva vida en un país diferente en el que empezó como estudiante de secundaria, después un curso de grado medio y, luego, la prostitución.

¿Cómo empezaste en esto? ¿Fuiste tú quien decidió empezar a ejercerla o te viste coaccionada a hacerlo?
Empecé por necesidad y problemas económicos familiares. Me veía en la necesidad de hacerlo. Se pusieron en contacto conmigo por internet a través de una página para ligar y me empezaron a comentar si estaría interesada en trabajar en la prostitución diciéndome que ganaría mucho dinero en poco tiempo. A mí me sonaba que era una cosa que no estaba bien pero no le hice mucho caso al asunto hasta después de 4 0 5 años.

Tenía 24 años cuando empecé en una casa. No fue nada fácil para mí cuando me tocó el primer hombre. Era joven pero su manera de comportarse fue muy desagradable, chula y asquerosa. Me trató de forma muy violenta pasándose de lo que se había acordado.

¿Consideras que es algo que hacer libremente o más bien una vía de escape que te permita sobrevivir?
Pues por la experiencia que yo viví es una manera de sobrevivir, de todo lo que me habían contado nada tuvo que ver con realidad. De lo bonito y fácil que me habían dicho que sería, nada fue verdad. Llegué con poco y con poco me fui.



¿Te gustaría dedicarte a otra cosa? ¿A qué?
Pues de momento a estar detrás de un mostrador como dependienta, como hace poco, que estuve reponiendo y arreglando cosas atendiendo al público.

Cuéntame un poco cómo era tu día a día. ¿Cuántos hombre solían visitarte?
Pues muy triste, la verdad, sin sentido y vacía. Solía tener una máxima de dos o tres al día, aunque había días o semanas que no se hacía nada.

¿Consideras la prostitución una forma de violación ya que, si no fuera por el dinero, no accederías a tener sexo con esas personas?
Considero que es una violación en toda regla porque estás dando tu consentimiento porque te pagan para que abusen de ti y te hagan de todo, desde humillaciones hasta que te roben y más cosas.  Yo no estaría con esos tíos ni para mirarlos de los guarros, enfermos y misóginos qué son.

 ¿Crees que es realista la imagen que se busca dar de mujeres felices que lo ejercen libremente ganando sueldos de miles de euros al mes?
Para nada es así, esa imagen que proyectan de la prostitución de felicidad no es así. Esa vida no es nada bonita, te sientes sucia y vacía y de lo peor. Lo de cobrar miles de euros lo dudo, no te vas a hacer rica en esto, no es así.

¿Cómo es el tipo de cliente que te visita? ¿Qué perfiles dirías que hay?
Chavales de 18 años, tíos de 35 y hasta hombres mayores de 56. Casados y, en su gran mayoría, misóginos. De esos venían montones

¿Alguna vez han reaccionado de manera violenta o realizando algo que te haya hecho sentir especialmente incómoda?
Muchas veces. Recuerdo uno que vino a agredirme de todas las maneras posibles verbalmente y sexualmente. Intentaba hacerlo sin preservativo porque se ve que venía con intención de hacer daño. Recuerdo decirle al putero que tuviera cuidado con el preservativo, que yo veía venir lo que quería hacer: quitar el preservativo y meterla sin nada. Yo pensaba cómo de enfermas tienen las cabezas estos tíos para ir por ahí sin tomar precauciones.

Solo con verle la cara cuando llegó tenía que haberle dejado plantado ni atenderlo porque estaba loco. Me agredió físicamente yendo con el coche en marcha muy rápido y sin cinturón y dándome contra la parte del asiento de detrás del coche en la cabeza y en el pecho para robarme el móvil.

En varias ocasiones varios se quitaron el preservativo sin mi consentimiento, otro me dejó tirada en medio de la calle porque se le fue la olla y yo sin dinero para volver, otro se puso violento pidiéndome que le devolviera el dinero por las guarradas que pedía. Van sin conocimiento y su salud les da igual. Si tienen parejas las compadezco, porque no saben lo que tienen en casa una persona sin escrúpulos cogiendo enfermedades por todos los lados.

Muchos pedían que la chupara sin goma o meterla sin condón por el culo, correrse en la boca, en medio de los labios de la vagina o que les chupara el culo o los pies. Una serie de cosas asquerosas que me daban repugnancia.



¿Te sentías segura realizando ese trabajo?
No, muchas veces me daba miedo con lo que iba a salir el próximo tío que vendría. Muchas supongo que tienen chulos. Yo tenía un chulo que se llevaba la mitad de todo. Si era una miseria también y encima ni te protegen.

¿Crees que en España la justicia está de parte del putero o de las personas que ejercen la prostitución?
Sin duda alguna del putero. La peor fama se la lleva la mujer.

¿Qué preferirías, que la prostitución se regulara o que se aboliera?
Que se aboliera claramente.

¿Dirías que es una profesión que pasa más factura física o emocional?
De las dos, tanto física como emocionalmente. Es jodido estar en esa vida porque ya no te sientes mujer.
Ya no te sientes nada. Yo aún estoy superando ese estilo de vida.

Que cada cual saque sus propias conclusiones, pero la mía está clara. Hay que poner fin a este negocio basado en la explotación, en el engaño, en el sufrimiento, en el maltrato, en el sometimiento de mujeres aprovechándose de una necesidad económica.

Son hombres que no vienen a buscar cariño y amor como piensa la mayoría. Los hay que empiezan a ligar y que hacen como que se interesan por ti, pero te das cuenta de que solo quieren follar gratis. Yo he llegado a sentir afecto por alguno, pero si un hombre paga por compañía es por sexo o porque tiene un problema. Quien viene aquí viene a maltratarte, a humillarte, a vejarte, a tratarte como una mierda, a intentar follar de gratis, a engañarte o a robarte.

Me ha pasado de no poder superarlo incluso estando estudiando o no poder acabar un curso por las heridas que me había dejado. Esto es muy duro, me sentía hundida y tenía que dejar a medias los estudios. Te pierdes mucho y a la hora de querer conocer a alguien, desconfías.


Y a todos aquellos defensores de la práctica, que ni leyendo estos testimonios tan duros sois capaces de empatizar con mis entrevistadas viendo lo necesario que es abolirla, contestadme a una pregunta: si tan a favor estáis de la prostitución, ¿os gustaría que vuestra hija se dedicara a ello?

Duquesa Doslabios.

Fuente
https://blogs.20minutos.es/el-blog-de-lilih-blue/2019/03/21/entrevista-prostitucion-explotacion-mujeres/







Subastas de esclavos a las puertas de Europa


La noticia esta fechada en 2017 no obstante no creo que este negocio haya sido modificado en este tiempo, hasta es probable que se haya incrementado y sofisticado. Es otra muestra de lo que es la trata de personas, conocida, sabida por quienes gobiernan y hacen estadísticas de esclavitud, por ONU,OIM y todas las organizaciones internacionales, pero…..nada cambia, hay humanes que siguen siendo depredadores feroces. Esto es también parte de la sociedad que hasta ahora hemos sabido construir.
Alberto B Ilieff


Subastas de esclavos a las puertas de Europa
Pujas, latigazos y cadenas. EL PAÍS pone rostro a la denuncia de Naciones Unidas: cada vez más inmigrantes están siendo vendidos como esclavos en mercados de Libia
NACHO CARRETERO
Agadez (Níger) 2 JUL 2017 -

En la ciudad de Sabha —situada al sur de Libia, 100.000 habitantes— existe un lugar conocido como el gueto de Ali. Es un nombre que hace agachar la cabeza a Abou Bacar Yaw, un joven gambiano de 18 años que pasó dos meses dentro.

El gueto de Ali es, probablemente y en base a las descripciones de quienes allí estuvieron, un antiguo centro de detención. Antes de la guerra que culminó con la caída de Muamar el Gadafi, Sabha era un oasis migratorio de la ruta africana central hacia Europa. Muchos subsaharianos eran retenidos en este lugar y expulsados del país. Sabha era, también, un atractivo destino turístico para aventureros.

Cuenta Abou Bacar que hoy se trata de un edificio gastado, lleno de ratas y polvo, con varias celdas y un patio interior. Cientos de jóvenes subsaharianos se agolpan en espacios pequeños sin luz ni ventilación. El lugar lo dirige un libio de la etnia tubu conocido como Ali. Alrededor, las calles de Sabha son hoy el territorio de milicias, traficantes, mafiosos y vecinos armados. Zona prohibida para el visitante.

Abou Bacar llegó a este sitio tras cinco días de travesía ininterrumpida a través del desierto. Partió de Agadez, en el desértico centro de Níger, donde meses después está de regreso. Sentado en una vieja silla, con una cicatriz al lado de su ojo izquierdo y la llamada al rezo desde una mezquita cercana, relata sus recuerdos. Cuenta que todo el mundo en Sabha conoce el gueto de Ali. “Pero a nadie le importa porque Libia es el infierno. Todo el mundo va armado. Hasta los niños llevan pistola. Y a nadie le preocupa el bien o el mal”. El gueto de Ali parece llevar sus actividades sin demasiadas molestias.

"No sentaban en el suelo y los libios venían a elegirnos y a comprarnos, como quien escoge mangos en el mercado. Después discutían el precio"

“Yo ya había pagado mi pasaje hasta Trípoli. Lo pagué en Agadez, antes de salir”. Abou desembolsó 381 euros, los ahorros de toda su familia. “Pero nunca llegué a Trípoli”. Cuando alcanzaron Sabha, el conductor del vehículo que los trajo a través del Sáhara los llevó al gueto. “Allí estaban unos libios, con uniformes militares y armas. No sé si eran soldados, milicianos o qué eran”. A Abou y a los demás los metieron en el edificio, les dijeron que no habían pagado el pasaje —cuando sí lo habían hecho— y los encerraron sin más explicación.

Un vaso de agua y una barra de pan era lo que le daban cada día de los dos meses que Abou estuvo en el gueto. Allí se amontonaban, según estima Abou, unas 300 personas, todos hombres. A los que iban muriendo, tenían los demás que sacarlos y quemar los cuerpos en un descampado contiguo al centro. “Cada día llegaban hombres árabes, a veces con guardaespaldas, y entonces nos sacaban al patio. Allí nos teníamos que sentar así —Abou se sienta en el suelo, con la piernas abiertas—, en fila, cada uno entre las piernas del que tenía detrás. Formábamos como un tren en el suelo”. Abou regresa a su silla y continúa su relato: “El hombre árabe paseaba entre nosotros y elegía a algunos. Elegía a los fuertes, a los que no pareciese que se iban a morir en dos días. Los elegía como cuando eliges mangos en el mercado de fruta. Después pagaba a la gente del gueto y se los llevaba. Cada día llegaban hombres árabes a comprarnos”.

A Abou lo vendieron al cabo de dos meses. “No sé cuánto pagaron por mí. Delante de nosotros no hablaban de dinero, se iban a negociar los precios a un rincón”. Abou se queda en silencio. Con la mirada perdida. Después dice: “El gueto de Ali es el lugar que imaginas cuando te hablan de un mercado de esclavos”. Un mercado de esclavos en el siglo XXI, en una ciudad hasta hace poco relativamente turística y en un país a 400 kilómetros de Europa.

  
FOTOGALERÍA: A las puertas del infierno. Abou Bacar, nacido en Gambia, fue vendido en un mercado de esclavos de la ciudad libia de Sabha. ALFONS RODRÍGUEZ

El agujero libio
Antes de la guerra —estalló el conflicto al amparo de la Primavera Árabe en el año 2011— Libia era una de las varias rutas migratorias hacia Europa. Las mafias optaban en ocasiones por trasladar a los migrantes a Mauritania y de ahí alcanzar en cayuco las islas Canarias; o atravesar Argelia para llegar a Marruecos y saltar la valla de Melilla; o cruzar Libia e intentar navegar en patera hasta la isla italiana de Lampedusa.

Hoy, Libia se perfila como casi la única ruta: el caos es tal en el país que las mafias y los traficantes de personas campan sin estorbos, al contrario de las vigiladas fronteras del resto de países. Cada pueblo y ciudad en Libia pertenece a una milicia distinta. Y en ese revoltijo tratan de colarse los migrantes para cruzar el mar. Se estima que, a día de hoy, unos 330.000 migrantes están bloqueados en Libia, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).



El problema es que esta violenta anarquía tiene reverso: miles de hombres y mujeres están siendo secuestrados, aprovechando la falta de control. Los secuestros, desde hace unos meses, han ido un paso más allá: cada vez son más los esclavos.

El pasado mes de abril la OIM, agencia dependiente de Naciones Unidas, publicó un informe en el que denunciaba que en Libia existen, desde hace meses, mercados de esclavos. Lugares en los que migrantes son vendidos para utilizarlos como mano de obra, como sirvientes o esclavos sexuales.

Giuseppe Loprete, jefe de misión de la OIM en Níger, explica en el despacho de su oficina en Niamey que “los migrantes que vuelven de Libia nos están contando historias terribles. Nos hablan de pujas, de subastas, de compraventa de esclavos”. Un macabro retroceso en el tiempo al otro lado del Mediterráneo. El gueto de Ali, donde fue vendido Abou, es uno de estos mercados.



 Fotografías extraídas del teléfono de un migrante retenido en Libia y facilitadas por la OIM. La agencia explica que se trata de esclavos en un mercado de Libia, a la espera de ser vendidos.



No se trata de secuestros en los que se solicita un rescate. No se trata de condiciones de explotación. No se trata de poder pagar por tu libertad. Se trata de un tráfico de esclavos en el que vecinos de Libia compran subsaharianos para que trabajen en sus casas, granjas o cultivos sin salario de ningún tipo —más allá de techo y comida— y bajo un régimen de violencia.

La OIM lo ha denunciado y ahora comienzan a aparecer los testimonios de aquellos que han escapado de tal experiencia. La comunidad Internacional, sin embargo, no parece estar haciendo demasiado sobre el terreno para terminar con una pesadilla propia de otro siglo.

Vendido por 3.200 euros
“Quiero explicarle al mundo lo que está pasando”. Lo dice Achaman Agahli, 39 años, robusto, vecino de la ciudad nigerina de Agadez. Nos recibe en su casa, una construcción básica de adobe en la que comparten espacio personas y cabras.

"A mí me vendieron en un lote de 12 y pagaron por mí unos 3.000 euros"

Achaman trabajaba transportando bidones entre pueblos del desierto. Fue un amigo quien le planteó la posibilidad de intentar llegar a Europa para ganar dinero. Lo consultó con su mujer y decidió intentarlo. Partió una noche de junio del año pasado, a las tres de la madrugada, subido a la parte trasera de un vehículo pick up blanco marca Toyota. Cuando estaban a punto de arrancar, escuchó que el traficante a quien le habían pagado por el traslado hablaba por teléfono: “Te mando un lote de 25”. No le dio importancia Achaman en aquel momento. Días después, la afirmación cobraría sentido.

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“La idea era que nos llevasen hasta Madama, en la frontera entre Níger y Libia, pero pasamos de largo y nos dejaron en Al Qatrun, ya en Libia. Ahí nos recogieron unos tubus libios [los miembros de una etnia local]. Llevaban barba, iban armados. Fue cuando me dije: ‘Aquí hay problemas, algo falla’. Nos llevaron a Sabha y nos metieron a todos en la habitación de un edificio vacío”.

Achaman estuvo 26 días encerrado. “Nos daban pan y leche. Un día, uno los hombres que nos custodiaba, nos dijo: ‘No os damos más para que no tengáis fuerza y escapéis”. El día 27 llegó un hombre libio y se puso a discutir de dinero con el jefe de los secuestradores de Achaman. Esta vez sí, escucharon la negociación. “Yo hablo árabe. Les entendí. Acordaron la venta de un lote de 12. Sí, así dijo, un lote de 12. Y por cada uno del lote, por cada uno de nosotros, iba a pagar 5.000 dinares libios”. Aquel día compraron a Achaman por 3.200 euros.

“Nuestro comprador nos llevó a su casa, una casa muy grande con un huerto muy amplio en Ubari, a pocos kilómetros de Sabha. Era un señor rico. Yo estuve dos meses recuperándome porque estaba muy enfermo. Cuando me puse bien, empecé a trabajar”. Achaman tenía que alimentar a los animales del propietario, limpiar los establos, cuidar el huerto, arar… A cambio, el dueño de la casa le daba cobijo y comida. Como hablaba árabe, lo convirtió en su hombre de confianza. “A los demás los despreciaba, pero a mí me trataba bien. No me pegaba ni me gritaba. Y, al cabo de unos meses, tenía libertad para entrar y salir de la casa si necesitaba hacer recados”.


Achaman Agahli, de 39 años, fue esclavizado en la ciudad Libia de Sabha durante un mes y medio. ALFONS RODRÍGUEZ

Fue en uno de esos recados. Achaman dijo que tenía que ir a Sabha a por medicinas y, de camino, se cruzó con un conductor nigerino que le ayudó a cruzar la frontera de vuelta.

La mujer de Achaman murió la semana pasada, dando a luz. “Se fue sin que supiera lo que me pasó. Nunca le dije nada. No la quería ver triste”.

Cinturones a modo de látigo
Adam Souleyman lleva una camiseta amarilla con un dibujo de Don Quijote. Tiene 24 años, es muy delgado y se pone un turbante en la cabeza para protegerse del sol y la arena. Aunque está viviendo en Agadez, donde nos recibe en el patio de tierra de una casa familiar, nació y creció en una aldea cercana a Zinder, la segunda ciudad de Níger, al sur del país. Desde ahí, hace ahora un año y cinco meses, partió rumbo a Libia en busca de Europa.

El recibimiento tuvo lugar en Madama, localidad fronteriza, donde, según recuerda Adam, unos milicianos lo tumbaron en el suelo a él y al resto de migrantes con los que viajaba. “Nos quitaron nuestros documentos y el dinero”. Desde ese momento, Adam se convirtió en mercancía.

Tres días estuvo encerrado hasta que un hombre, que Adam recuerda como “gordo, grande”, llegó, discutió precio con los milicianos y se llevó a tres de ellos. “Un chico de Mali, otro de Burkina Faso y yo. Todos en furgoneta. El hombre nos encerró en un sótano. Las ventanas eran muy pequeñas y daban al suelo de arena. Había unas alfombras para que durmiéramos. El hombre solo nos dijo una cosa: ‘Sobrevivir es lo mejor que podéis conseguir desde ahora”.

“Cada día nos llevaba a trabajar a una casa distinta, de árabes ricos, casas muy grandes. Nos despertaba echándonos agua fría encima y nos sacaba del sótano dándonos golpes con el cinturón, como si fuera un látigo”

Era el nuevo dueño de Adam y los otros dos chicos. Y los alquilaba. “Cada día nos llevaba a trabajar a una casa distinta, de árabes ricos, casas muy grandes. Nos despertaba echándonos agua fría encima y nos sacaba del sótano dándonos golpes con el cinturón, como si fuera un látigo”. Adam reproduce con desgana el gesto, levantando el brazo. “Cuando terminábamos de trabajar, venía a buscarnos a la casa y nos volvía a meter en el sótano”. Así estuvo Adam un mes y diez días.

“Había días que no teníamos que trabajar, que el hombre no venía a buscarnos. Y nos pasábamos el día sin comer encerrados. El chico de Malí hablaba de acabar con todo eso, de suicidarse, decía que no aguantaba”. ¿Y tú? “Yo no. Yo quería ver a mi familia”. ¿Te sentías como un esclavo? “No me sentía. Era un esclavo”.

Se pasaba las noches Adam maldiciendo el día que decidió irse a Libia. La luz la vio una tarde que el dueño de una casa le mandó salir hasta un pozo de agua a reparar una avería. “Yo iba caminando y me crucé con una camioneta en la que iban trabajadores africanos. Uno era hausa, como yo, así que le grité y le pedí ayuda”. Aquel hombre acogió a Adam en su casa y después le consiguió sitio en un camión para regresar a Agadez, donde ahora trabaja para poder reunir el dinero y volver a Zinder. “No sé qué pasó con los otros dos chicos, el de Malí y el de Burkina Faso”, dice Adam. “A lo mejor todavía siguen allí”. Después aprieta las manos contra sus ojos y llora.

Siete meses sin ver el cielo
Marian cubre su cabeza con un velo rojo. Se fue de Lagos, Nigeria, en julio del año pasado. Le dijeron que tras un pequeño viaje en coche y cruzar un río, estaría en Italia.

Marian tiene 23 años y vive en el suelo de la estación de autobuses de Agadez, donde aguarda poder regresar a su ciudad. Allí, nadie sabe que a Marian la convirtieron, durante siete meses, en una esclava sexual.

Fue en Trípoli, Libia, después de cruzar el desierto con más días de ruta de lo previsto, tras un error de orientación del conductor que les llevó a tener que beber agua de charcos que encontraban. “Cuando llegamos a Trípoli nos metieron en un sótano sin ventanas. Pregunté cuándo llegábamos a Italia y un hombre me dijo: nunca”. Para Marian, arrancó el suplicio.




Marian, nigeriana de 23 años, fue esclava sexual en Trípoli durante 7 meses. ALFONS RODRIGUEZ


“Una mujer nos explicó la situación al grupo de chicas que estábamos en el sótano. Nos dijo que, si queríamos volver a ser libres, necesitábamos pagar una cantidad (Marian no quiere decir cuánto) y que la única manera de lograrla era siendo prostitutas en ese sótano”.

Marian resopla: “Yo no paraba de llorar. Y me negué. Llegó un señor el primer día y me dijo ‘siéntate aquí’, señalándose las piernas y yo le dije que no. Entonces, el marido de la mujer que nos explicó todo me pegó en la cara. Dijo: ‘Si no obedeces, te pego’. Y yo le dije que me pegara. Y le ponía la cara”. Marian gira la mejilla, como ofreciéndola. Después añade: “Pero hay un momento en que ya no quieres que te peguen más”.

Si Marian o cualquier de las otras chicas se negaba, la mujer rompía la hoja en la que iba apuntando lo recaudado por ellas. “Y teníamos que volver a empezar”. Marian tardó siete meses en recobrar su libertad. Durante esos siete meses nunca salió del sótano. Nunca llegó a ver el cielo.

“Ahora quiero volver a Lagos. Y recuperar mi vida de antes. Y espero que jamás nadie de mi familia sepa lo que me ocurrió”.

Atados por las muñecas
Cuando explica su trágica experiencia, Nasser Abdul Kader sonríe. Como un mecanismo de defensa, como una válvula de escape para no derrumbarse. A Nasser no lo compró nadie. El hombre que lo esclavizó, lo robó.

Como casi todos los demás, llegó a Libia con la promesa de alcanzar Italia en cuatro días. Partió de Agadez, donde nació, y, tras el periplo, fue abandonado en las calles de Sabha, sin dinero ni documentación, en compañía de otros seis inmigrantes. “Acudimos a una plaza en la que venían hombres a recoger trabajadores para jornadas sueltas. Cada vez que aparecía alguno, los chicos se abalanzaban sobre ellos para que los llevasen”.

El tercer día, Nasser y otro chico se fueron con un tipo que necesitaba mano de obra. “Nos llevó a una granja avícola, llena de gallinas. Nos enseñó la granja y nos dijo que nuestro trabajo era alimentar a las gallinas y mantenerlas despiertas por las noches”. Nasser hace una mueca de incomprensión y encoge los hombros. “Al día siguiente nos presentó a dos hombres armados, muy fuertes y nos dijo que eran los encargados de la seguridad de la granja”.

Nasser estuvo un mes y diez días descargando sacos de pienso, alimentando gallinas y manteniéndolas despiertas por las noches. Todo cambió cuando Nasser le preguntó a uno de los hombres de seguridad cuándo les iban a pagar. “Me miró, levantó el dedo así —Nasser pone recto su índice, en gesto de advertencia— y me dijo: ‘Presta atención: en este lugar no se pagan sueldos’. Me asusté, pero al día siguiente, enfadados, nos negamos a descargar el camión”.

"Para trabajar nos ataban con una cadena de dos metros, por las muñecas. Solo nos la quitaban para dormir"

La sentada de Nasser y su amigo tuvo consecuencias cuando los dos vigilantes vieron los sacos de pienso sin descargar. “Vinieron a buscarnos a la habitación y nos dieron una paliza con un cable grueso y también con un cinturón. Después nos enseñaron una pistola y nos dijeron: ‘Si no trabajáis, os matamos y vamos a por otros dos negros”.

Desde ese día, los dos chicos tuvieron que trabajar uno atado al otro. “Con una cadena de unos dos metros, atada con mucha fuerza a las muñecas. Y partir de aquello nos pegaban con un cable mientras trabajábamos. Ahí me convertí en esclavo”.

A Nasser y a su compañero solo los desataban cuando regresaban a la habitación a dormir. “Nadie sabía dónde estábamos, no teníamos dinero, ni papeles, ni contacto con el exterior. Era como estar muertos”. La tragedia duró cinco meses, hasta que Nasser logró escapar de la granja una mañana en la que los dos hombres de seguridad se quedaron dormidos por el alcohol.

“Yo a los chicos que quieren irse a Europa les digo: no lo hagas. No te vayas. Vas a morir o vas a ser esclavo. Y les cuento mi historia”. ¿Y te hacen caso? “No, ninguno. Siempre responden lo mismo: no tengo elección”.

Fuente
https://elpais.com/internacional/2017/06/29/actualidad/1498753080_705940.html?fbclid=IwAR0LCVXyMqPq1h1GpFkBW0K-Cbb13WlDgfY0ueW-WkWbEvqieLKxJTZY8WE






Alias 'Demonio’, el proxeneta que construyó un hotel de lujo para que exsoldados abusaran de niñas


Esta noticia demuestra que el periodismo es una herramienta valiosísima y en esto va mi homenaje a Lydia Cacho quien expuso su vida por dar a conocer  parte de las redes de abuso sexual comercial infantil de México.
Este criminal recorrió parte del mundo cometiendo fechorías y era conocido por varios gobiernos que lo dejaron actuar tranquilamente, eso se llama complicidad, eso se llama participación. Su actividad generó mucho dinero que sirvió seguramente a funcionarios de todo tipo, a políticos y religiosos.
La vida de muchas niñas ya ha sido quebrada quizá irremediablemente, otras posiblemente hayan muerto en este camino.
La prostitución mata.
Alberto B Ilieff


Alias 'Demonio’, el proxeneta que construyó un hotel de lujo para que exsoldados abusaran de niñas
Frente a un balneario de Colombia, Assi Moosh construyó un complejo exclusivo para explotar sexualmente a menores. Además, era cabecilla de una red de traficantes de éxtasis, cocaína, hachís y LSD.
Redacción: La República
27 May 2019


El mayor capo de trata de personas en Colombia fue detenido el último miércoles tras décadas de búsqueda. Se trata de Assi Moosh Ben Moosh, conocido como 'El Demonio de Taganga' o 'El Intocable', el mayor proxeneta del país sudamericano.

Fue localizado en Portugal por la Guardia Civil que había seguido su pista por Ibiza y Barcelona y avisó a sus compañeros portugueses, que lo detuvieron siguiendo una orden de Interpol. Destacó en Colombia en 2009, pero su historial delictivo comenzó mucho antes.

Assi Moosh Ben Mush, 45 años, nació en Kiryat Atta, una pequeña población israelí a 20 kilómetros de Nazaret. Como todo ciudadano del país mediterráneo cumplió con el servicio militar obligatorio de dos años y ocho meses. Después decidió recorrer el mundo; sin embargo, la policía israelí ya le hacía seguimientos por sus presuntas actividades delictivas. 

Su primera parada fue Japón, ahí se popularizó por montar una red de venta ambulante en las calles de Tokyo. Assi Moosh y sus cómplices forzaban a los mochileros a trabajar para ellos, atacando y amedrentando a cualquiera que quisiese trabajar por su cuenta.

Según informó la policía de Israel, Assi tuvo que dejar Japón tras entrar en conflicto con la mafia japonesa, la Yakuza. Con casi 30 años de edad se mudó a España, donde recuperó sus actividades de tráfico de drogas. Moosh compraba éxtasis en Holanda y lo llevaba desde España hasta Asia.

Aunque en su momento, según indica la prensa israelí, las autoridades españolas no dieron mayor relevancia a los datos de Israel, en 2003 Assi Moosh fue detenido cuando llegaba a Holanda. En esta época la inteligencia israelí también sospechaba del inicio de vínculos con países de Sudamérica para posible tráfico de cocaína.


Assi Moosh construyó un complejo exclusivo para explotar sexualmente a menores. Foto: Difusión.


Se volvió a obtener su pista en marzo de 2009 cuando entró a Colombia, procedente de Sao Paulo (Brasil). Se estableció en Taganga, un pequeño poblado costero del departamento de Magadalena, al norte de Colombia.

En esta población de apenas tres mil habitantes, el traficante creó un complejo hotelero, dedicado principalmente a turistas israelíes. En sus años en Colombia, no pasó desapercibido para sus vecinos, ni para las autoridades: la opulencia y su fama de derrochador fueron características conocidas en la región.

El complejo turístico se convirtió en un centro de venta de sustancias ilícitas y de prostitución. La policía colombiana indicó que muchos jóvenes, entre ellos, menores de edad, prestaban servicios sexuales en las propiedades de Assi Moosh. También compró casas en Bogotá, Cartagena, Medellín, entre otras ciudades del país sudamericano.

En el expediente contra Moosh está consignado cómo ofrecía paquetes de turismo 'todo incluído', que consistía en prestar servicios de alojamiento, drogas y prostitutas, entre quienes había menores de edad.

La Policía Nacional de Colombia indicó recientemente que el israelí entabló relaciones con otras organizaciones dedicadas al crimen organizado como ‘El Clan Jerusalén’ y ‘La Oficina’ de Envigado, esta última se conoció por prestar servicios al ya extinto cártel de Medellín.


Assi Moosh Ben Mush, 45 años, nació en Kiryat Atta, una pequeña población israelí a 20 kilómetros de Nazaret. Foto: Difusión.



Durante su estancia en Colombia, se produjeron denuncias en medios de comunicación colombianos sobre la supuesta compra de autoridades policiales y políticas en la localidad de Taganga y el municipio de Santa Marta, esto le valió el apodo de “El Intocable”.

Fiscalía Colombia
@FiscaliaCol
 #ATENCIÓN capturado Lisboa,Portugal, ciudadano israelí Assi Moosh, señalado como cabecilla de red proxenetas en Colombia. Delitos: homicidio agravado, concierto para delinquir, enriquecimiento ilícito, turismo sexual e inducción a prostitución. Acción conjunta con @DIJINPolicia

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23:52 - 22 may. 2019
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Opulencia, festines donde el sexo era el protagonista y sus vínculos con la policía
Su inmunidad se perdió el 14 de enero de 2017 cuando organizó una fiesta de música electrónica masiva Playaca Beach Club Social S.A., una de sus propiedades.

El evento había sido autorizado por la policía como “actividad cultural”. Pero las fotos donde se observó la presencia de drogas, sexo y descontrol circularon por varios medios colombianos. Finalmente, en noviembre de ese año, fue detenido cuando realizaba gestiones para naturalizarse colombiano.

Assi Moosh fue deportado a España para posteriormente ser trasladado a Israel, algo calificado por los habitantes de Taganga, Colombia, como un “alivio”.


Assi Moosh ya había sido capturado en 2003, en Ámsterdam, acusado de ser el cabecilla de una red de traficantes de éxtasis, cocaína, hachís y LSD. Foto: Difusión.



Sin embargo, la policía colombiana determinó que las redes de tráfico y prostitución del 'Demonio de Taganga' continuaban operativas bajo su mando y a través de ocho testaferros. Con esta información, la policía ordenó en 2018 una alerta para capturarlo.

La Guardia Civil intervino ante la sospecha de que 'El Intocable' estaba desarrollando una organización criminal en España similar a la que maneja en Colombia.

Se informó que el traficante estuvo escondido en Ibiza, Barcelona y finalmente en el pequeño pueblo de Oeiras, cerca de Lisboa (Portugal). En esa localidad fue detenido por una operación conjunta de la Guardia Civil, Policía Judiciaria de Portugal y la Policía Nacional de Colombia.

Assi Moosh ya había sido capturado en 2003, en Ámsterdam, acusado de ser el cabecilla de una red de traficantes de éxtasis, cocaína, hachís y LSD.

Assi Moosh buscaba menores de edad para realizar orgías en su hotel Benjamín
Cientos de menores de edad fueron víctimas del ciudadano israelita, según las autoridades el hombre las buscaba y las llevaba hasta su hotel para que satisficieran a exsoldados de su país, quienes llegaban hasta la Bahía de Taganga.

En 2010 los irrealitas lograron construir el gran hotel ‘Benjamín’, el que pensaron los tagangueros que sería para recibir a los miles de turista huéspedes que llegan hasta la capital del Magdalena para disfrutar de sus vacaciones, pero así no fue.

El inmenso inmueble se convirtió en 'cueva' para exsoldados de Israel: allí comercializaban droga, prostituían a ciento de niñas y hacían las más grandes orgías de la ciudad.

El complejo hotelero tomó cuatro años de construcción. Foto: Difusión.



El complejo hotelero tomó cuatro años de construcción y una vez que llegaron los visitantes empezaron a tener encontrones con la policía. Uno de ellos, identificado como Moore, muy amigo de Assi Moosh, quien andaba extrañamente de pistola entre sencillos pescadores no aceptó dejarla de cargar.

Una persona muy cercana a los israelitas le contó a esta casa periodística lo que se vivía dentro del famoso hotel, según son intensas noches llena de mujeres, tragos y drogas, los cuartos son utilizados para las más grandes orgías, las jóvenes tienen que obedecer a sus 'clientes'.

“La mayoría de niñas y adolescente que llegaron hasta ese sitio eran buscadas y llevadas engañadas hasta allá, cuando ya estaban ahí le ofrecían dinero en dólares. Pero también habían muchas que le gustaba eso”, reveló.

Fuente

Nota: las imágenes son del original