Francia: la
explotación sexual de adolescentes crece de manera alarmante
Algunas chicas dicen que lo hacen "porque todo el mundo
lo hace". Otras, no saben explicar cómo llegaron a atender a cinco
clientes en una noche. A casi todas, les cuesta reconocerse como víctimas.
Sábado 06 de Abril de 2019
Julia lo hacía para ahorrar dinero "para cuando termine
la secundaria", Pauline cayó porque "todo el mundo lo hace".
Ambas adolescentes son víctimas, como tantas otras, de la prostitución, que
aumenta considerablemente en la región de París.
Julia (todos los nombres fueron cambiados) con 17 años ya se
prostituía los fines de semana durante las vacaciones escolares y los miércoles
cuando no tenía clase. Como sucede generalmente en estos casos, la joven se
enamoró de un muchacho que le propuso rápidamente convertirse en chica
"escort". Él le encontraría clientes, fijaría las tarifas -100 euros
la hora, 50 la media- y compartirían las ganancias. Como también sucede en la
mayoría de los casos, la joven no vio ni un euro.
¿Por qué aceptar? ¿Cómo termina una el sábado por la noche
tras cinco clientes seguidos? "No puedo responder", dijo esta
estudiante de secundaria a los investigadores luego de la detención de la
pareja. "A veces todo va bien, a veces solo veo pasar la hora y el dinero
que voy a ganar".
A diferencia de Julia, que vive en casa de sus padres, la
mayoría de estas adolescentes, entre 14 y 18 años, no están escolarizadas, se
encuentran en centros de acogidas o huyeron de sus casas.
Es el caso de Pauline, que llegó sola a la región parisina
con 17 años. "Tenía una amiga que hacía esto con un tipo, me lo
presentó", explicó a AFP.
La joven describe microrredes efímeras controladas por
pequeños delincuentes, reclutamientos en las redes sociales, los
"planes" que las chicas comparten, los muchachos que
"prueban" y se pasan a "las que más trabajan". Gestionan
los anuncios, los clientes, las reservas de hoteles y la "seguridad"
desde el cuarto de baño. Se encargan de hacer venir comida, drogas y alcohol
para las chicas.
Los clientes, cuenta Pauline, son de todo tipo: "Chicos
de los barrios humildes, empleados con traje y corbata". Las chicas a
veces son muy jóvenes, afirma. "Se ponen pestañas postizas, una capa de
maquillaje... No se puede saber si tienen 13 años".
Chloé huyó de su hogar varias veces. Hasta que fue reclutada
con 14 años por una amiga que le prometió "una tonelada de dinero",
explicó en el tribunal de Creteil, un suburbio de París, adonde testificó como víctima
de explotación sexual hace poco más de un año.
Pequeña, rubia, con cara de niña. Su padre la recuperó en un
hotel haciéndose pasar por un cliente.
La prostitución es
"glamour"
"Este 'proxenetismo de los barrios bajos' se acentuó de
manera considerable en los últimos años", explica Raphaëlle Wach, una
referente sobre el tema en el tribunal de Creteil, que trata en este momento
unos treinta casos similares.
Entre julio de 2016 y fines de 2018, hubo al menos 145
investigaciones en la región parisina. "La parte visible del
iceberg", según Lorraine Questiaux del Mouvement du Nid (Movimiento de
Nido), que lucha contra la prostitución y lamenta la ausencia de cifras
oficiales sobre el tema.
El movimiento estimaba -en 2015- un total de 37.000
prostitutas en Francia. La asociación Agir (Actuar) contra la prostitución
infantil hablaba en 2013 de entre 5000 y 8000 menores. "Adolescentes
frágiles, vulnerables, con falta de estima propia y búsqueda de afecto por su
historia personal de violencia, familias complicadas, acoso", explica su
secretario general Arthur Melon.
Wach describe que, para algunas de estas chicas, la
prostitución se ha "banalizado", es "glamour". Además
detalla los daños causados por el "fenómeno Zahia", la exescort
-entonces menor de edad- que saltó a la celebridad por haber sido el
"regalo de cumpleaños" del futbolista Franck Ribéry en 2009. La joven
se reconvirtió en la creación de lencería de lujo. Para ellas, "es un
modelo de mujer exitosa".
Pero su realidad pasa más bien en tugurios baratos. Un
recepcionista describe a las chicas "sentadas en las escaleras"
mientras una amiga está con un cliente, y cuenta cómo se repite la escena:
"Un joven llega, toma la llave, se va. Luego llega la joven, y empiezan
las idas y las vueltas, y ahí entendemos".
Yanis, empleada en un hotel de la región parisina que bordea
un cruce de autopistas, reconoce a los clientes, que pasan con aire
"perdido y cabizbajo". Pero "tienen documentos de identidad y
reservaron en internet, estamos obligados a dar la llave de la
habitación".
En las habitaciones, dice una empleada de limpieza,
encuentran preservativos usados, paquetes de comida, botellas vacías, a veces
sangre en las sábanas.
"Es mi
cuerpo"
Cuando se le pregunta cómo podía vivir de esa manera,
Pauline alza los hombros. "No está mal... Entrás en ese mundo, te
acostumbrás. Es dinero fácil. Podemos ganar 500 euros en un día, al día
siguiente descansamos".
Nunca recuperó gran parte del dinero que ganó para el último
proxeneta con el que estaba, del cual estaba enamorada, pero sigue sin
considerarse como una víctima, dos años después. "Era un trato, nadie está
obligado", sostiene. "Las chicas piden hacer esto, son ellas las que
vienen. Es una moda, todo el mundo lo hace".
Los proxenetas dicen lo mismo. "No soy un rufián. No
las golpeé, no las dejé en la calle, nunca las obligué", se irritó en su
juicio el jefe de 22 años de una microrred, condenado en Creteil a cuatro años
de prisión.
"No se dan cuenta de la violencia de este fenómeno de
control que las obliga a veces a enviar lo que ganan a sus 'loverboys que están
en prisión", explica Wach.
Ante los policías que las interrogan, las jóvenes, muchas
veces arrogantes y agresivas, niegan ser víctimas. Nunca hablan de prostitutas,
sicen "escort". "Nos dicen 'hago lo que quiero, es mi
cuerpo'", cuenta una investigadora.
"Cuando se les dice 'hiciste de puta', se enojan",
asegura. "Se creen princesas. Les decimos que no, que no son princesas,
'vendes tu cuerpo y además te sacan el 50% de lo que ganás'".
Por Marie Dhumieres / AFP
Fuente: TN
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