19 de enero de 2017
Fotografías de esclavitud contemporánea:
trata de personas, prostitución infantil y decadencia
El Ciudadano
Creemos imposible que la esclavitud y la
explotación sexual sean cosas que ocurren aún en nuestros días. En la antigua
Roma, los esclavos eran la base de la sociedad y aún así, eran considerados
cosas, peores que un animal. Pero ahora, nos decimos, nuestra sociedad
avanzada, tecnológica y científica, nunca tendría ese problema. La realidad es
otra.
En Europa, América, África y Asia las cosas
aún parecen estar en el medioevo. Mujeres, hombres y niños desaparecen sin
rastro. Los familiares esperan una señal de vida, una llamada nocturna, una
carta ansiada, incluso algún vecino que sepa el destino de aquél que ha
desaparecido. Los resultados casi nunca son favorables.
Niña menor de edad que es trabajadora de un bar en Camboya. |
El tráfico humano es cosa de todos los días
y gracias a esos seres humanos que yacen secuestrados, la sociedad tiene un
flujo constante de dinero. Los esclavistas engañan con falsas promesas de un futuro mejor. Los
involucran en planes que parecen una maravilla y después de encerrarlos en
bodegas, apilados, deshidratados y casi sin poder moverse, los venden al mejor
postor.
Chica vietnamita menor de edad trabajadora de un bar en Camboya. |
Uno de los delitos más vergonzosos de la
humanidad se convierte en el mejor negocio para hombres y mujeres sumamente
poderosos que, a través de mafias y la compra de poder, hacen que circulen
cantidades absurdas de dinero que nunca serán para quienes trabajan por él.
Labores forzadas o explotación sexual son
los principales motivos para vender humanos. Un negocio criminal internacional
que cobra millones de víctimas. Las ganancias ascienden a unos 3 mil millones
de dólares por año. Las víctimas no reciben un céntimo. Los más marginados son
las presas más fáciles cuando aquellos que los secuestran prometen un futuro
mejor.
Chicas en la calle de Pattaya, Bangkok. |
No sólo se trata de trabajar gratis. Las
golpizas brutales, la constante pelea por un lugar dónde dormir, falta de
higiene, de servicios de salud, una condición de vida estable… nada de eso es
posible. No existe vida, sólo se trata de existir y sobrevivir.
Las que tienen más posibilidades se
enfrentan a subastas millonarias para ser esclavas del mejor postor: un hombre
gordo, millonario y pervertido que seguramente la recluirá para servicios
sexuales. Otras tantas simplemente reciben un vestido de lentejuelas, tacones
del número 12 y maquillaje, saben que tendrán que estar despiertas casi 24
horas y muy drogadas para sobrevivir los intensos roces y los golpes que algún desquiciado
fetichista le dará.
Sreyeng de 19 años, una chica adicta a las
drogas. Fue vendida por su madre cuando tenía 14 años al dueño de un bar.
Otros hombres, destinados a los peores
trabajos, esperan un futuro a puerta cerrada. Probablemente sin ver la luz un
día más. Su cama estará al lado de su lugar de trabajo, sus esperanzas de
sobrevivir sólo aparecerán cuando ocasionalmente puedan descansar del
vertiginoso trabajo en serie que los hará colocar etiquetas falsas a prendas
suntuosas o simplemente pescar en estanques de sol a sombra.
Niña inmigrante ilegal proveniente de Camboya en la ciudad fronteriza de Poipet. La policía la encontró en Tailandia. |
Los niños, secuestrados y casi abandonados
a su suerte en medio de la calle, deben valerse de su carisma, ojos grandes y
llorosos, poder de convencimiento y habilidades para causar lástima para
recibir un centavo más que el niño que yace al lado, cuya función es
exactamente la misma: pedir monedas o vender cualquier dulce a los transeúntes.
En Asia, este negocio fructífero y atroz,
fue retratado por la fotógrafa Sandra Hoyn, quien se caracteriza por la crudeza
de sus fotografías a color. Con cada serie nos cuenta tragedias distintas
alrededor del mundo. Vidas que nunca quisiéramos tener pero que, con un grito
interior, desearíamos parar.
Con series como la de los burdeles de
Bangladesh, llamada “The Longing of the Others”, nos muestra la vida de ésas
que no tienen otra opción que saldar sus deudas prostituyéndose hasta enamorar
a un candidato que las saque de la miseria. Su serie de niños indios que son
recluidos en orfanatos como un negocio cruel o “Los últimos Orangutanes” y
“Viviendo con el volcán”, nos hablan de las problemáticas naturales a las que
hoy diversas comunidades, tanto humanas como animales, están expuestas en el
mundo.
En esta serie llamada “Import-Export”, en
referencia a las personas que entran y salen de un país como mercancía, plantea
la crisis atroz que se genera con uno de los negocios ilegales más prolíficos
del mundo. “En mis travesías por Asia, conocí a muchas personas que vivían en
estas circunstancias. Comencé con la primera parte del foto-ensayo en Tailandia
y Camboya. Camboya es un lugar donde se envían, reciben y transitan personas
que forman parte del tráfico en la subregión de Mekong”.
Pie de una prostituta vietnamita en Camboya. |
Estos dos países son ampliamente conocidos
por su turismo sexual. De hecho, la ANESDAV (que cuida y protege los derechos
humanos y forma severa de violencia de género) asegura que el 22 % de los
turistas a Camboya lo hacen por motivos sexuales. Las barreras lingüísticas se
convierten en el mejor aliado para los secuestradores, quienes fácilmente las
drogan, abusan de ellas y las convierten en la carnada perfecta para todos
aquellos que visitan el país.
Pederastas viajan a lugares pobres o
envueltos en guerras que lo único que intentan es sobrevivir por lo que, si se
considera que las rentas per cápita son de 260 dólares al año y una niña virgen
puede venderse en 150 dólares, no es de extrañarse que los menores sean
víctimas de sus propias familias que lo único que quieren es un futuro mejor
para los otros niños a los que deben mantener.
Quienes están recluidos, muchas veces sólo
son forzados a trabajo doméstico pero la mayoría son esclavas sexuales.
Aproximadamente un tercio de las mujeres y chicas en la prostitución de Camboya
son de Vietnam, las camboyanas en cambio, son vendidas a otros países como Tailandia
y Malasia para los mismos propósitos. Nadie conoce a nadie y no tienen cómo
huir.
Niña de la calle pidiendo limosna frente al palacio Real, en Phnom Penh. |
http://www.elciudadano.cl/2017/01/19/352636/1fotografias-de-esclavitud-contemporanea-trata-de-personas-prostitucion-infantil-y-decadencia/
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