Para proxenetas tratantes las niñas y mujeres que prostituyen son simple mercadería vendible, para el putero apenas un objeto para obtener su satisfacción. Es "ganado", para ellos son animales que se deben amaestrar con látigo y premio, someter hasta lo más abyecto porque cuánto más bajo mayor es el precio.
La reglamentación no frena esto, al contrario, le da protección legal, todo daño se convierte en gaje del oficio.
Dirán: puede haber prostitución sin proxeneta tratante, lo que es difícil porque nadie va a querer renunciar tranquilamente a ganancias elevadas sin mayor costo y siempre quedará la violencia del putero.
La prostitución no es un "trabajo más" ni siquiera es trabajo. La prostitución daña, mata.
Ahora comparto la noticia
Un proxeneta: «Te
mando ganado nuevo»
Miles de mujeres siguen confinadas y explotadas en pisos de
alterne a merced de sus «dueños». El consumo de sexo de pago no ha cesado; la
Policía ha desmantelado dos redes en una semana
Cruz Morcillo
Madrid 16/04/2020
A las once de la mañana del Martes Santo, un hombre llamó al
teléfono contra la trata de la Policía Nacional. «Conozco a una mujer que está
encerrada en un piso de Estepona donde la obligan a prostituirse». A las siete
de la tarde, la pareja que regentaba el prostíbulo clandestino ya estaba
engrilletada: un español y una paraguaya. Los agentes liberaron a tres mujeres
de esa nacionalidad. La víctima que alertó de su encierro había acabado allí
por una oferta de trabajo para cuidar niños. Desde enero, ella y sus compañeras
apenas habían podido pisar la calle dos veces, una para comprar droga con un
cliente.
Es la última operación contra la trata de seres humanos con
fines de explotación sexual y confirma lo que se sospechaba: los puteros burlan
como pueden el estado de alarma. La mayoría de grandes prostíbulos han cerrado,
pero miles de mujeres siguen confinadas en pisos de alterne, obligadas a
trabajar las 24 horas, como las víctimas paraguayas, y en peores condiciones
que antes. Las deudas con los proxenetas se acumulan y algunas no tienen ni
para comer. La «diaria», lo que deben entregar, no se perdona.
La pareja de Estepona se distribuía las tareas: ella
concertaba las citas sexuales con los clientes y su marido los surtía de
drogas. Las víctimas, según contaron a los agentes, tenían que entregarles la
mitad de lo que cobraban y estaban controladas día y noche. La pareja detenida
llevaba un exhaustivo control de los pagos en cuatro agendas que fueron
intervenidas.
Desde que empezó el estado de alarma la Policía Nacional ha
recibido 141 comunicaciones sobre hechos relacionados con trata, que han
activado quince investigaciones, una de ellas la de Málaga. Dentro del Plan
contra la trata de seres humanos con fines de explotación sexual, la Policía
cuenta con el teléfono 900 10 50 90 (anónimo y que no deja rastro en la
factura), y el correo electrónico trata@policia.es.
Denuncias anónimas
«Creíamos que los ciudadanos iban a colaborar menos, pero no
ha sido así. Nos llaman cuando saben que hay una casa de citas cerca o en su
bloque o si detectan anuncios en páginas», explica el inspector jefe José
Nieto, jefe de servicio operativo en la Ucrif Central.
Nieto, uno de los mayores expertos en este tráfico de
personas, cuenta que se han complicado las vigilancias porque igual que se
alerta de pisos clandestinos también se avisa si hay dos personas en un coche
de paisano. «Hay compañeros a los que han ido a identificar policías locales
sin saberlo, claro».
Advierte de la situación extrema en la que han quedado
muchas de estas mujeres. «Se están dando casos en los que las ONG tienen que
llevarles comida o productos básicos, como pueden». «Estamos volviendo a una
situación tercermundista con mujeres hacinadas en pisos obligadas a pagar la
deuda y, por supuesto, con puteros que las reclaman», dice Rocío Nieto,
presidenta de la asociación Apramp, que lleva años rescatando a estas víctimas
y buscándoles una salida laboral.
Prostitución en los invernaderos
El estado de alarma no amilana a los proxenetas. El mismo
día que se declaró un avión aterrizó en Madrid con una veintena de mujeres
colombianas traídas para usarlas como mercancía. La Policía llevaba meses
detrás de esa organización que tenía varios pisos de prostitución en Jaén. «Te
mando ganado nuevo», le dijo uno de los proxenetas a otro miembro del grupo.
Esa nueva remesa unida a la denuncia de secuestro presentada en Colombia por
unos familiares precipitó la operación. Al entrar, los agentes descubrieron que
había una menor. A las de veintipico las llamaban «viejitas». Fueron detenidos
siete individuos y liberadas doce víctimas.
«Es inexplicable pero los victimarios (clientes) utilizan
cualquier pretexto: desde sacar al perro hasta ir a trabajar a los campos de
Almería y solicitar mujeres en los invernaderos», dice Rocío Mora, directora de
Apramp. En Madrid cuentan con una unidad móvil que identifica puntos de
explotación ocultos y mantienen comunicación como pueden con las víctimas.
Muchas no sabían lo que era el Covid-19; otras tenían síntomas y algunas han
desaparecido. «Están sometidas a más violencia, más presión y más aislamiento
que nunca», asegura.
Las supervivientes cosen mascarillas
Uno de los talleres de empleo de Apramp, dedicada a combatir
la explotación sexual y la trata de seres humanos, es el de costura, que ha
colaborado con diseñadores de moda y se ha convertido en una salida laboral
para víctimas arrancadas de las redes de prostitución. Con el estado de alarma,
el taller se ha reconvertido y en él catorce mujeres trabajan a pleno
rendimiento cosiendo mascarillas y batas para sanitarios. Ya han entregado
partidas de 8.000 prendas para residencias de ancianos y para que las reparta
la Comunidad de Madrid. Tienen en marcha otra de 5.000.
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