Estatua frente a embajada de Japón en Corea. Fuente kpop-argentina |
Mujeres de confort 2
Extracto de “Ella fue material de consuelo” por Christine Toomey
Extracto del artículo “Ella fue material de consuelo”
escrito por Christine Toomey que contiene valiosos testimonios:
“…Soon-Ae Kang sólo tenía 13 años cuando su infancia acabó con la
llegada de tres policías militares japoneses a su casa en Masan, ahora en Corea
del Sur. Era el año 1940 y su país llevaba casi tres décadas como colonia
japonesa. Aterrorizada, se ocultó mientras escuchaba a su padre implorando que
no se llevaran a su hija. Silenciado de un golpe en la cara, su padre cayó al
suelo cubierto de sangre. Soon-Ae fue arrastrada hasta un camión que aguardaba
fuera de la casa. Pasaron seis años hasta que vio de nuevo a su familia.
«Habíamos oído rumores
de que las jóvenes y las mujeres solteras estaban siendo raptadas y llevadas a
la fuerza a Manchuria», recuerda Soon-Ae, hoy una frágil anciana de 73 años.
«No se llevaban a las mujeres si ya estaban casadas. Muchas jóvenes coreanas se
apresuraron a contraer matrimonio, incluso con hombres muy viejos».
Pero Soon-Ae era
todavía demasiado joven para casarse. La solución fue que ella y otras dos
jóvenes se ocultaran en un cementerio cercano. «A los 20 días vino mi hermano
pequeño y me pidió que fuera a recoger el cupo de alimentos para la familia.
Para obtener las raciones, un miembro de la familia debía recitar un poema
épico japonés. Yo era la única que podía hacerlo, por lo que regresé a casa»,
afirma Soon-Ae.
El precio que tuvo que
pagar para obtener la comida fue terriblemente caro. Primero, fue conducida a
un campamento militar cercano. Acto seguido, tanto ella como un grupo de
adolescentes fueron transportadas en barco y en ferrocarril hasta Hiroshima,
donde les dieron nombres japoneses. A Soon-Ae le asignaron el nombre de Maiko.
Después, el grupo fue embarcado hasta la pequeña isla de Palau, situada en la
costa oriental de Filipinas.
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«Le rogué a un viejo
oficial que nos dejara marchar y respondió que lo haría», recuerda Soon-Ae.
Pero no lo hizo. Ella y las otras chicas fueron llevadas a una zona ubicada
detrás de un hospital militar donde se habían acondicionado 30 miserables
cubículos. A cada chica le fue asignada una habitación. «El espacio era muy
pequeño, con una manta, una mosquitera, un espejo y un lavabo».
Todavía no tenía ni
idea de lo que se proponían. «Me imaginé que tal vez nos pidieran que
hiciéramos trabajos sencillos de enfermería o lavar la ropa de los soldados».
A la mañana siguiente,
los soldados comenzaron a formar filas en el exterior de las habitaciones. A
partir de ese día, Soon-Ae se convirtió en una de las aproximadamente 200.000
niñas y jóvenes, algunas de tan sólo 11 años, a quienes los japoneses
denominaban con el cruel eufemismo de jugun ianfu o mujeres para el consuelo……
…«Cuando lloraba añorando
mi hogar, me propinaban palizas. Lloré tantas veces que hacia el final de la
guerra no me quedaba ningún diente. Los soldados traían consigo un papel con el
nombre de su unidad, el sello de su jefe y el tiempo autorizado. El máximo era
30 minutos, y el mínimo, tres». Los oficiales eran los encargados de emitir y
supervisar la autorización. Algunos de los soldados, según afirma ella,
mostraban su compasión. «Nos decían que no nos podían ayudar porque era una
orden de su emperador».
En ocasiones, las mujeres
eran obligadas a vestir ropa tradicional y a cantar canciones japonesas para
los soldados. Tenían prohibido hablar públicamente en su idioma natal. «Una vez
por semana, nos hacían una revisión médica», dice Soon-Ae. «También nos
inyectaban dos veces al mes 606 (un potente desinfectante cuyo efecto provocaba
el aborto espontáneo en cualquier mujer embarazada).
A medida que iba avanzando
la guerra, cada mujer llegaba a acostarse con 30 soldados al día.
«Gradualmente, los bombardeos y ataques aéreos de aviones estadounidenses se
hicieron cada vez más demoledores. Los oficiales japoneses de mayor graduación
se suicidaban. En 1944, Soon-Ae fue liberada. En la primavera de 1946 fue
llevada de regreso a Corea, a bordo de un navío norteamericano…..
…. Las lesiones
internas que sufrió durante su primera violación a manos de dos soldados
japoneses fueron más graves. Incluso hoy en día, le duele al orinar. «Camino a
duras penas. Me siento tan sola... No quiero vivir. Mi vida ha estado llena de
lágrimas y pesar», dice sollozando, «ya es hora de sentir un poco de alivio».
Soon-Ae no se atrevió
a revelar lo ocurrido durante la guerra hasta que tenía más de 60 años. Y no lo
hizo hasta que otra anciana surcoreana, Hak-Soon Kim, contó su caso.
….. Otra mujer que se
ha mostrado dispuesta a hablar sobre su pasado es Soon-Duk Kim. Cuando tenía 15
años la engañaron para que abandonara su hogar con la promesa de obtener
trabajo en una fábrica japonesa. El padre de Soon-Duk murió cuando ella era
joven, tras recibir una paliza por atreverse a fumar las hojas de tabaco que
había plantado en la parcela familiar, en desafío al monopolio japonés sobre el
cultivo del tabaco. Soon-Duk era una de sus cinco hijos: «Yo era completamente
ignorante de lo que sucedía en el mundo», afirma. «Lo único en lo que pensaba
era que iba a ganar dinero en una fábrica. Ni siquiera se me pasó por la cabeza
que aquello pudiera implicar algún peligro».
SOLDADOS SALVAJES
Soon-Duk fue llevada
en barco hasta Nagasaki, junto con otras 30 chicas. «Una vez allí», explica,
fueron conducidas a un pequeño hostal y violadas a diario por docenas de
soldados japoneses. Después de una semana, el grupo de jóvenes y niñas fue
transportado hasta Shanghai, donde fueron alojadas en una casa grande cercana a
una unidad militar y forzadas al mismo tipo de abuso. Cada chica fue encerrada
en una pequeña habitación. «Hacia las nueve de la mañana, los soldados
comenzaban a formar cola. A partir de las seis de la tarde llegaban los
oficiales de alta graduación.
Apenas teníamos tiempo para dormir. Yo estaba muy
enferma. Sangraba continuamente. Los soldados recién llegados del campo de
batalla eran como salvajes. Sin embargo, cuando estaban a punto de ser enviados
al frente, tendían a ser muy débiles. Algunos incluso sollozaban ante el temor
a combatir. Cuando lograban regresar vivos, me alegraba. Algunos confesaron su
amor e incluso me propusieron el matrimonio».
Uno de los que prestó
especial atención a Soon-Duk fue un oficial japonés a quien sólo conocía por el
nombre de Izumi. Tras permanecer retenida durante tres años en varios campos,
el oficial proporcionó a Soon-Duk y a otras cuatro jóvenes documentos de viaje
con los que pudieron regresar a Corea.
«Después de 20 días de
viaje volví a casa, pero los vecinos hablaban a mi espalda y mi familia todavía
era pobre. No me quedó otra opción que marcharme a Seúl». Allí trabajó durante
muchos años como empleada doméstica. Finalmente consiguió tener su propio
hogar, con un hombre casado, como su segunda mujer. Tuvo cuatro hijos, algo
extraordinario para una mujer de consuelo. Durante más de 50 años no le dijo a
nadie lo ocurrido durante la guerra: «Enterré toda mi ira y el odio en lo más
profundo de mi corazón. Quería contar la historia de lo ocurrido durante mi
juventud, pero me resultaba imposible encontrar a alguien con quien hablar»….”
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