Mujeres de confort
La existencia de las comfort woman (mujeres de confort
o de solaz) no es conocido.
Seguramente los motivos son varios, comenzando por la
naturalización que proporciona el patriarcado al determinar que debe haber
mujeres destinadas a la satisfacción sexual del hombre que así lo desee, quizá
el silencio también se deba a que son considerados daños colaterales de las
guerras, y también porque las víctimas provenían de los sectores más pobres y vulnerados de la población. Lo
cierto es que muy tardíamente y gracias a los testimonios de algunas
sobrevivientes pudo conocerse la atrocidad cometida.
Este trabajo es fruto de la recopilación de algún
material que se halla a disposición pública en internet.
Alberto B Ilieff
Las mujeres confort también nos muestran que en
situaciones de guerra las mujeres son víctimas no solamente de los ataques con
armas sobre la población civil. También lo son de una violencia específica, el
secuestro, violación, prostitución de las niñas y mujeres de los pueblos
invadidos usados para dañar gravemente la moral del que se pretende doblegar,
destruir las comunidades, y como botín de guerra. Al mismo tiempo sirve para que la soldadesca descargue la
violencia contenida. Sucedió en la segunda guerra mundial, y también en cada
una de las que siguieron y actualmente están siendo ejecutadas.
Esta situación no nos es ajena, no es algo que
solamente sucede en campos de batalla alejados de nuestras ciudades. La
violencia contra la mujer no está limitada a un tiempo y espacio determinados, sino que es algo presente en
todo momento y en todo el mundo. Hoy podemos hablar de la trata de personas con
fines sexuales y estaremos hablando del mismo procedimiento llevado adelante
por los japoneses: secuestro, promesas laborales engañosas, violación,
sometimiento y prostitución. La única diferencia es que quienes concurren a los
prostíbulos no son soldados en guerra sino simples ciudadanos. Ni siquiera en
la paga y en los turnos hay diferencias.
Tampoco el desinterés por las víctimas es
distinto, son conocidos los casos en que ellas han pedido auxilio al
prostituidor-cliente ocasional y este lo ha desoído o incluso lo ha dicho al proxeneta.
Los
hechos que fueron organizados y sostenidos por el gobierno imperial japonés
durante la segunda guerra mundial recién están siendo conocidos. La mayoría de
las víctimas ya han muerto sin recibir ningún reconocimiento simbólico ni
monetario, muchas de ellas en la mayor pobreza, condenadas a la prostitución o
la mendicidad y rechazadas por las comunidades.
A
tal punto estos delitos estaban organizados desde el mismo gobierno que un
informe de la Oficina de Guerra de Estados Unidos dejó en claro que estaban puntualizados el
tiempo permitido, el precio, así como
los días que correspondían a cada unidad del ejército:
Soldados. Horario: 10:00-17:00 Precio: ¥ 1,50
Tiempo: 20 a 30 minutos
1.
Suboficiales.
Horario: 17:00-21:00 Precio: ¥ 3,00 Tiempo: 30 a 40 minutos
2.
Oficiales.
Horario: 21:00-24:00 Precio: ¥ 5,00 Tiempo: 30 a 40 minutos
Turnos para las distintas unidades del ejército:
·
Domingo –
Infantería
·
Lunes –
Caballería
·
Martes –
Ingenieros
·
Miércoles
– Día de descanso semanal y un examen físico.
·
Jueves –
Los médicos
·
Viernes –
Artillería
·
Sábado –
Transporte -5-
Las estaciones o centros de solaz
fueron divididos en tres categorías:
·
Los dirigidos por el ejército y exclusivos para
militares o agregados al ejército.
·
Los administrados por operadores privados, bajo
reglamento, supervisión y control del ejército también para militares y
agregados exclusivamente.
·
Los burdeles privados tomados por el ejército y
designados como estaciones de solaz que podían ser usados tanto por soldados
como por civiles.
Para estos efectos eran usados los edificios conquistados o barracas
improvisadas al efecto. Las habitaciones eran estrechas con espacio solo para
una cama.
Según el
Estatuto de Roma estos actos constituirían delitos de lesa humanidad por haber
sido organizados desde el estado mismo.
Este documento dice:
1. A los efectos del presente Estatuto, se
entenderá por "crimen de lesa humanidad" cualquiera de los actos
siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático
contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque:
c) Esclavitud;
g) Violación, esclavitud sexual,
prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada u otros abusos
sexuales de gravedad comparable;
…….
c) Por
"esclavitud" se entenderá el ejercicio de los atributos del derecho
de propiedad sobre una persona, o de algunos de ellos, incluido el ejercicio de
esos atributos en el tráfico de personas, en particular mujeres y niños; -1-
Debemos volver años atrás, desde principios del siglo 20 llegando hasta 1945,
cuando el imperio japonés fue derrotado. Hablamos del tiempo que cubre la guerra
sino-japonesa y la segunda guerra mundial. Durante él Japón cometió crímenes de guerra tales que
hicieron que se les llamara Holocausto asiático. Las matanzas y otros crímenes
fueron cometidos contra varios millones de civiles y prisioneros de guerra.
Desde fines del siglo 19 Japón, al igual que las otras
potencias, buscó desarrollar un imperio usando el poder bélico para lograrlo.
El nacionalismo Japonés se vio impulsado por la religión
sintoísta, la que fue adoptada como religión oficial en 1890, la que
consideraba al emperador como un ser divino, por lo que se le debía obediencia
absoluta a su persona y a quienes lo representaran.
La violencia y el miedo se convirtieron en usos comunes. Un
error o lo que se interpretaba como insuficiente devoción al Emperador
implicaba fuertes castigos, incluso físicos. Los oficiales agredían a sus
subordinados, y estos a quienes les seguían de manera descendente en la escala
jerárquica, hasta llegar a los prisioneros quienes recibían el peor maltrato.
Si colocamos en este contexto a las mujeres, de por sí subordinadas a los
hombres, y en especial a las obligadas a prostituirse, podemos imaginar algo
del trato que recibían por parte de los soldados.
El historiador Chalmers
Johnson dice:
“...tratar de establecer cuál
de los dos agresores del Eje, Alemania o Japón, fue el más brutal
hacia los pueblos que persiguió no tendría sentido. Los alemanes mataron a
6 millones de judíos y 20 millones de rusos [sic, por soviéticos];
los japoneses masacraron a 30 millones de filipinos, malayos, vietnamitas,
camboyanos, indonesios y birmanos y,
al menos, a 23 millones de etnia china. Ambas naciones saquearon los
países que conquistaron a una escala monumental, aunque Japón robó más durante
un periodo más largo que los nazis. Ambos conquistadores esclavizaron a
millones y los explotaron como mano de obra forzada —y, en el caso de los
japoneses, como esclavas sexuales para las tropas en la
línea de combate. En el caso de ser prisionero de guerra de los nazis
procedente del Reino Unido, Estados
Unidos, Australia, Nueva
Zelandia o Canadá (pero
no Rusia), se enfrentaban a una tasa de mortalidad del 4%; [en comparación] la
tasa de mortalidad para los prisioneros de guerra aliados detenidos por los
japoneses era de casi el 30%.” (extraído de “Crímenes de guerra del Imperio del
Japón” -2-)
Se llamó "mujeres
de confort o solaz" a aquellas
que fueron forzadas a la esclavitud
sexual por los
militares japoneses durante
la Segunda Guerra Mundial.
No es posible establecer una cantidad, calculándose aproximadamente
que podían haber sido unas 200mil las mujeres sometidas. Estas provenían de
Corea, China mayoritariamente, siguiendo luego de Japón, Filipina, Tailandia,
Vietnam, Malasia, Taiwán, Indonesia.
Los burdeles establecidos para los soldados eran
eufemísticamente llamados “estaciones de confort” o “centros de solaz” y se localizaron en
Malasia, Tailandia, Birmania, Nueva Guinea, Hong Kong, Macao y la que fue
Indochina Francesa. Algunos fueron administrados de manera privada, otros
supervisados o directamente administrados por el ejército japonés.
El procedimiento usado para captar a las mujeres
jóvenes variaba desde el engaño con
falsas promesas de trabajo, a ser retenidas a punta de pistola, ser violadas y
luego llevadas a los prostíbulos.
A medida que la guerra avanzaba y desde Japón ya no se
podía mandar mujeres, se exigía a los pobladores locales que se las
suministrase o directamente se procedía al secuestro y violación.
La
denominación “confort o solaz” –según como se traduzca- nos remite inmediatamente a la pregunta
¿confort para quién? Y la respuesta es obvia. En el sistema patriarcal el
hombre, rey de la creación, debe tener sus deseos satisfechos y para esto están
las mujeres. Podemos establecer una gradación desde las modalidades en tiempos de
paz, como es la comúnmente llamada prostitución, la que es un claro acto de
violencia apenas disimulado por la paga (sin olvidar que la mayoría de las
mujeres que se hallan en situación de prostitución son víctimas de trata de
personas), siguiendo por las violaciones y terminando en estos actos de
violencia que aquí estamos tratando.
La
palabra confort misma revela que aquello que lo proporciona es un objeto, no
tiene existencia propia más allá que la de cumplir con esa finalidad, por lo
que también es descartable.
Quien
busca su satisfacción se preocupa únicamente en que el objeto cumpla con ese
cometido, esto aparece claramente dicho por un soldado que frecuentó estos
lugares:
“...las mujeres gritaban, pero no nos importaba si las mujeres vivían o
morían. Éramos los soldados del Emperador. En burdeles militares o en aldeas,
violábamos sin renuencia”
Al mismo tiempo, tal como también sucede ahora, las estaciones de
confort eran usadas como forma de control de la soldadesca, se debía llenar sus
momentos vacíos y proveerles distracción para evitar amotinamientos. Recordemos
el uso de las drogas entre los soldados en
situaciones de guerra.
También como en otros casos, la mujer aparece como botín de guerra y
como modo de destruir la moral del pueblo invadido al ver como sus esposas o
hijas son violadas, prostituidas.
Aproximadamente tres cuartas partes de estas
mujeres murieron, y la mayoría de
las sobrevivientes quedaron estériles
debido al trauma sexual o a enfermedades de transmisión sexual, las secuelas
físicas como psicológicas fueron gravísimas. Las palizas y la tortura física eran cosa
común.
Aunque el reglamento estipulaba el uso del condón, la mayoría de las
mujeres se contagiaron de enfermedades venéreas. Los médicos las controlaban
para evitar la propagación de estas enfermedades a los combatientes, pero no se
interesaban en la salud de ellas ni en las heridas, golpes, quemaduras por
cigarrillos que les eran producidas. Sumado a esto a las coreanas se les
prohibía hablar su lengua materna.
También las consecuencias sociales fueron de gran
importancia, tengamos presente que la existencia de estas mujeres fue ocultada,
que no se les prestó especial atención ni siquiera luego de la guerra. Al no
ser consideradas víctimas por la población, el estigma y el rechazo fue muy
fuerte. Por este motivo tampoco fueron aceptadas en sus poblados de origen o
sus familias. Para poder subsistir tuvieron que dedicarse a la prostitución.
Cuando Japón fue derrotado en 1.945 las mujeres fueron abandonadas sin
siquiera avisarles del resultado de la guerra, en algunos casos fueron forzadas
a suicidarse o las mataron.
La existencia de las mujeres de confort no fue
reconocida, el tema estuvo oculto durante muchos años hasta que en 1.991 la
coreana Kim Hak-Soon, de 63 años, se
atrevió a hacerlo público. Esta demora se debió a que esperó la muerte de sus
familiares para evitarles la vergüenza.
A partir de esto diversos estudios y un informe de la Oficina de Guerra de Estados Unidos, confirmaron los hechos como una
política sostenida y no algo circunstancial.
Kim hace el siguiente relato:
“Tenía 14 años cuando me vi
arrastrada a la fuerza a la esclavitud sexual por el ejército japonés. Dijeron
que me contratarían como operaria de fábrica, pero en vez de eso nos llevaron a
muchas hasta Taiwán, Hong Kong, China, Malasia e Indonesia. Yo estaba con la
comandancia del ejército, así que prácticamente fui a todas partes con ellos.
No tengo palabras
para describir lo que me hacían los soldados todos los sábados, desde el
mediodía hasta las cinco de la tarde; y los domingos, de ocho de la mañana a ocho
de la tarde. Al final del día no podía ni incorporarme. Tras ocho años de
suplicio me pusieron a trabajar en un hospital del ejército. Su intención era
ocultar cualquier prueba sobre las “confort women”.
Ni siquiera me
enteré de que la guerra había terminado. Cuando volví a casa tenía 22 años.
¿Cómo iba a contarle a nadie lo que me había sucedido? Mis padres no dejaban de
decirme que me casara, pero no podía. Al final tuve que decirles la verdad. Al
principio no me creyeron, y después dijeron que, al menos, había sido
afortunada por sobrevivir a todo aquello.” -3-
Un
periodista y fotógrafo estadounidense de apellido Ahn, de familia
coreana, desde 1.996 hizo su propia investigación, viajando a China en 2.001
donde conoció a 13 mujeres sobrevivientes.
El encuentro no fue fácil porque ellas sentían
una profunda vergüenza por lo que les habían hecho, incluso por falta de otras
posibilidades, seguían viviendo, gracias a la ayuda de los vecinos, en el lugar
dónde fueron conducidas por los japoneses.
El siguiente párrafo extraído del artículo “Mujeres de confort” de
wikipedia describe parte del horror:
“Diez mujeres holandesas fueron sacadas por la fuerza de los
campos de prisioneros en Java por oficiales del
Ejército Imperial Japonés para convertirlas en esclavas sexuales forzadas en
febrero del año 1944. Ellas fueron sistemáticamente golpeadas y violadas día y
noche en uno de los llamados "centros de solaz". Como víctima del incidente, en el año
1990, Jan Ruff-O'Herne testificó ante un comité de la Casa de Representantes de
EE.UU.: "Muchas historias se han relatado acerca de los horrores,
crueldades, sufrimientos y el hambre de las mujeres holandesas en los campos de
prisioneros japoneses. Pero una historia nunca fue contada; la historia más
vergonzosa de los peores abusos de los derechos humanos cometidos por los
japoneses durante la Segunda
Guerra Mundial: La historia de las mujeres de solaz, la ianfu
jugun, y cómo estas mujeres fueron capturadas por la fuerza y en contra
de su voluntad, a prestar servicios sexuales para el Ejército Imperial Japonés.
En el llamado centro de solaz, yo fui golpeada y
violada sistemáticamente día y noche. Incluso el médico japonés me violaba cada
vez que visitaba el burdel para examinarnos de enfermedades venéreas."
En su primera
mañana en el burdel, fotografías de Jan Ruff-O'Herne y de las demás, se colocaron
en una terraza que fue utilizada como un área de recepción para el personal
japonés que las elegían a partir de estas fotografías. Durante los siguientes
cuatro meses, las niñas fueron violadas y golpeadas día y noche, con lo que
quedaban embarazadas y forzadas a abortar. Después de cuatro meses terribles,
las niñas fueron trasladadas a un campamento en Bogor en Java Occidental, donde se reunieron con sus familias. Este
campamento fue exclusivamente para mujeres que habían sido puestas en burdeles
militares y los japoneses advirtieron a las reclusas que, si alguien relataba
lo que les había sucedida a ellas, estas y sus familiares serían asesinados.
Varios meses más tarde, las O'Herne fueron trasladadas a un campamento en Batavia, que fue liberado
el 15 de agosto del año 1945.
…..Las víctimas de Timor Oriental testificaron que fueron forzadas a la esclavitud, aún
cuando no tenían edad suficiente para haber comenzado a menstruar. Los
testimomios en el Tribunal Estatal refleja que estas niñas pre-púberes fueron
violadas repetidamente por soldados japoneses, mientras que las que se negaron a
cumplir fueron ejecutadas.” -4-
No
hay dudas que fue el gobierno japonés quien organizó y sostuvo esta forma de
prostitución. “En
1992, el historiador Yoshiaki Yoshimi publicó un trabajo basado en su
investigación en archivos del Instituto Nacional de Estudios de Defensa en
Japón. Yoshimi sostiene que existió una relación directa entre las
instituciones imperiales, tales como la Kôa-in y las "estaciones de confort"…… El 7 de abril de 2007, Yoshimi y
otro historiador, Hirofumi Hayashi, anunciaron el descubrimiento en los
archivos del Tribunal de Tokio, documentos oficiales que sugieren que las fuerzas imperiales, tales
como la Tokeitai (policía
secreta naval), coercionaban directamente a mujeres para trabajar en burdeles
en la línea de batalla en China, Indochina e Indonesia. Estos documentos fueron
hechos públicos inicialmente en el juicio por crímenes de guerra. En uno de
ellos, un Teniente es citado al confesar haber organizado un burdel y haberlo
usado él mismo. Otro fuente menciona que miembros del Tokeitai arrestaban mujeres en
las calles y, tras realizarles exámenes médicos obligados, las ponían en
burdeles.” -4-
Testimonio:
“Ha Koonja: Tenía sólo 17 años cuando llegó a
aquel lugar en China traída en barco desde Corea. Llegó a una zona llena de
casas donde habría más de cien mujeres que trabajaban de "comfort
women" para los japoneses. Ella llegó engañada y no sabía nada. Dice:
"Cuando llegué al puerto, al desembarcar, nos dieron la bienvenida. Así
llegué contenta pero cuando llegué a ese lugar las chicas que ya estaban ahí
empezaron a llorar, viéndome tan joven. Me preguntaron por qué vine. Yo no
sabía nada...". (...) "Sólo después de recibir el visto bueno para
vender mi cuerpo fue cuando lo comprendí. EL doctor sabía que yo era virgen. El
doctor que dio el visto bueno vino y dijo que iba a dormir conmigo. Tenía más
edad que mi padre. Pero yo no podía negarme. Después de terminar él se fue y yo
no podía salir del cuarto. Me dolía tanto que ni siquiera podía hacer pipi. Ese
día sólo el doctor durmió conmigo. Pero al día siguiente me tocó atender a
muchos más. Uno tras otro. Salía uno y entraba otro. En los días festivos
atendía 10, 15 o 20... Los días normales atendía 5 o 6 como mínimo. Ni siquiera
podía moverme del dolor tan tremendo.".” -5-
A
continuación copio parte del “Informe de
la misión enviada a la República Popular Democrática de Corea, la República de
Corea y el Japón sobre la cuestión de las esclavas sexuales de los militares en
tiempo de guerra” presentado ante el Consejo Económico y Social de las
Naciones Unidas, el 4 de enero de 1996
“IV.
TESTIMONIOS
52. En primer lugar, la Relatora Especial
desea expresar su sincera gratitud a todas las mujeres víctimas que tuvieron el
valor de hablar con ella y dar su testimonio, aunque para ellas haya
significado, sin duda, revivir los momentos más humillantes y dolorosos de su
vida. A la Relatora Especial la conmovió profundamente conocer a estas mujeres
que le contaron su experiencia en un estado de gran tensión emocional.
53. Por las limitaciones impuestas a la
longitud del presente informe, la Relatora Especial sólo puede resumir algunos
de los 16 testimonios que escuchó en los tres países. Sin embargo, insiste en
la importancia de haber podido escuchar todas las declaraciones, que le han
permitido hacerse una idea de la situación imperante en aquella época. Para
ilustrar los diversos aspectos del fenómeno de la esclavitud sexual por parte
de los militares se han elegido los siguientes testimonios, que inducen a la
Relatora Especial a pensar que los mandos del Ejército Imperial Japonés
utilizaron la esclavitud sexual de manera sistemática y coercitiva o que se
hizo con su conocimiento.
54. El testimonio de Chong Ok Sun, que
actualmente tiene 74 años, refleja en particular el trato brutal y duro que
esas mujeres tuvieron que soportar además de las agresiones sexuales y
violaciones diarias por parte de los soldados del Ejército Imperial Japonés:
"Nací
el 28 de diciembre de 1920 en Phabal-Ri, condado de Pungsan, provincia de Hamgyong
Meridional, al norte de la península de Corea.
Un
día de junio, cuando tenía 13 años, tenía que preparar el almuerzo para mis
padres que trabajaban en los campos y fui hasta el pozo de la aldea a buscar
agua. Un soldado de la guarnición japonesa me vio allí y me llevó con él, de
manera que mis padres nunca supieron qué había sucedido de mí. Me llevaron en
camión hasta la comisaría, donde fui violada por varios policías. Cuando empecé
a gritar me pusieron medias en la boca y siguieron violándome. El jefe de la
comisaría me golpeó en el ojo izquierdo porque estaba llorando. Ese día perdí
la vista del ojo izquierdo.
Después
de unos diez días me llevaron al cuartel de la guarnición del ejército japonés
en la ciudad de Heysan, donde había unas 400 chicas coreanas; todas teníamos
que servir de esclavas sexuales todos los días para más de 5.000 soldados
japoneses, es decir, hasta 40 hombres por día. Cada vez que protestaba, me
pegaban o me metían trapos en la boca. Uno me ponía un fósforo en los genitales
hasta que le obedecía, con lo que toda esa parte del cuerpo me sangraba.
Una
chica coreana que estaba con nosotros un día preguntó por qué teníamos que
servir a tantos hombres por día, hasta 40. Para castigarla por esa pregunta el
comandante Yamamoto de la compañía japonesa ordenó que le pegaran con una
espada. En nuestra presencia le quitaron la ropa, la ataron de piernas y de
manos y la hicieron rodar sobre una tabla erizada de clavos hasta que los
clavos quedaron cubiertos de sangre y trozos de su piel. Al final le cortaron
la cabeza. Otro japonés, Yamamoto, nos dijo que era fácil matarnos a todas, más
fácil que matar perros. También dijo: "como esas chicas coreanas están
llorando porque no han comido, hiervan la carne humana y hágansela comer".
Una
chica coreana contrajo una enfermedad venérea por haber sido violada tantas
veces y más de 50 soldados japoneses fueron infectados. Para impedir que se
propagara la enfermedad y "esterilizar" a la chica, le metieron un
hierro candente en los genitales.
A
40 de nosotras un día nos llevaron en un camión lejos, a un estanque lleno de
agua y serpientes. Los soldados golpearon a varias de las chicas, las empujaron
al agua, amontonaron tierra en el estanque y las enterraron vivas.
Creo
que mataron a más de la mitad de las chicas que había en el cuartel de la
guarnición. Traté de escaparme dos veces, pero nos capturaron pocos días
después. Nos torturaron aún más que antes, y me pegaron en la cabeza tantas
veces que todavía tengo todas las cicatrices. También me tatuaron en la parte
interior de los labios, el tórax, el estómago y por todo el cuerpo. Cuando me
desperté estaba en la ladera de una montaña, supongo que me habían dado por
muerta. De las tres que éramos, sólo Kuk Hae y yo sobrevivimos. Un hombre de 50
años que vivía en las montañas nos encontró y nos dio ropa y algo que comer.
También nos ayudó a volver a Corea, a donde llegué con cicatrices, estéril y
dificultades para hablar, a la edad de 18 años, después de cinco años de servir
de esclava sexual para los japoneses."
55. El testimonio de Hwang So Gyun, de 77 años, demuestra la forma de reclutamiento
engañosa que se utilizaba, que hizo que tantas chicas terminaran siendo
esclavas sexuales del ejército:
"Nací
el 28 de noviembre de 1918, segunda hija de un jornalero. Vivíamos en el
distrito de trabajadores de Taeri, condado de Kangdong, ciudad de Pyongyang.
En
1936, cuando tenía 17 años, el jefe de la aldea vino a nuestra casa y me
prometió que me ayudaría a encontrar trabajo en una fábrica. Como mi familia
era muy pobre, acepté de buen grado ese ofrecimiento de trabajo bien
remunerado. Me llevaron a la estación ferroviaria, en un camión japonés, donde
ya había unas 20 chicas coreanas esperando. Subimos al tren, después a un
camión y unos días más tarde llegamos a una gran casa a orillas del río
Mudinjian, en China. Pensé que debía ser la fábrica, pero me di cuenta de que
no había ninguna fábrica. A cada chica le asignaron una pequeña habitación con
una bolsa de paja para dormir, y un número en cada puerta.
Después
de esperar dos días, sin saber lo que me estaba pasando, un soldado japonés con
uniforme del ejército y espada, entró en mi cuarto. Me preguntó
"¿obedecerás mis órdenes o no?", después me tiró del pelo, me
arrastró al suelo y me pidió que abriera las piernas. Me violó. Cuando se fue,
vi que afuera había de 20 a 30 hombres esperando. Ese día me violaron todos.
Desde entonces, cada noche me violaban de 15 a 20 hombres.
Periódicamente
teníamos que someternos a exámenes médicos. A las que habían contraído alguna
enfermedad las mataban y las enterraban en lugares desconocidos. Un día
pusieron a una chica nueva en el compartimiento contiguo al mío. La chica trató
de resistirse y a uno de los hombres le mordió en el brazo. La llevaron al
patio y en presencia de todas nosotras le cercenaron la cabeza con una espada,
y después cortaron el cuerpo en pedacitos."
56. El testimonio de Kum Ju Hwang, que actualmente tiene 73 años, de Dungchongdong,
Youngdungpoku (República de Corea) ilustra la manera en que el ejército
regulaba las residencias de solaz.
Pensé
que me habían contratado de bracera cuando, teniendo yo 17 años, la esposa
japonesa del jefe de la aldea ordenó a todas las chicas coreanas solteras que
fueran a trabajar a una fábrica del ejército japonés. Trabajé allí tres años,
hasta el día que me pidieron que me fuese con un soldado japonés a su tienda.
Me dijo que me desnudara. Me resistí porque tenía mucho miedo y todavía era
virgen. Pero me arrancó la falda y me cortó la ropa interior con un fusil con
la bayoneta calada. Entonces me desmayé. Cuando volví en mí estaba cubierta con
una manta pero había sangre por todas partes.
Me
dí cuenta de que, durante el primer año, como a todas las demás chicas coreanas
que estaban conmigo, me ordenaron que sirviera a oficiales de alto rango y,
cuando el tiempo pasó, como ya nos habían "usado" tanto, tuvimos que
servir a oficiales de rango inferior. Cuando una mujer contraía una enfermedad,
generalmente desaparecía. También nos dieron 606 inyecciones para que no quedásemos
embarazadas o para que abortásemos.
Sólo
nos daban ropa dos veces al año y no nos daban comida suficiente, sólo tortas
de arroz y agua. Nunca me pagaron por "mis servicios". Trabajé cinco
años de "mujer de solaz", pero toda la vida he sufrido de ello. Me
han tenido que extraer gran parte de los intestinos por las numerosas
infecciones que contraje, y no he podido tener relaciones sexuales a causa de
las experiencias dolorosas y vergonzosas. No puedo beber leche ni jugo de
frutas sin que me den náuseas por el recuerdo tan vívido de las cosas sucias
que me hicieron hacer."
57. Otra superviviente, Hwang So Gyun, pudo escaparse de la "casa de solaz" en
1943, después de haber pasado siete años sirviendo de esclava sexual a los
soldados japoneses. Más tarde, a la edad de 39 años, pudo casarse, pero nunca
ha hablado a su familia de su pasado. Debido a las secuelas psicológicas y
físicas y los problemas ginecológicos, nunca pudo tener hijos.
58. Otra superviviente Kum Ju Hwang, contó a la Relatora Especial que el primer día que
pasó en la residencia de solaz de Kilim (China), un soldado japonés le dijo que
había cinco órdenes que tenía que obedecer o si no, moriría: primero, las
órdenes del Emperador; segundo, las órdenes del Gobierno japonés; tercero, las
órdenes de la compañía del ejército a la que estaba destinada; cuarto, las
órdenes de la subunidad de esa compañía y, por último, las órdenes de él como
ocupante de la tienda en que prestaba servicios. Otra superviviente, Bok Sun
Kim, de la República de Corea, declaró que su vida de esclava sexual dependía
directamente del ejército: cada día, de 3 a 7 de la tarde, tenía que servir a
los sargentos, y por la noche, a partir de las 21 horas, estaba reservada para
los tenientes. Además, a todas las mujeres les dieron preservativos para
proteger a los soldados de enfermedades venéreas, pero casi todos los soldados
se negaban a utilizarlos.
59. Estas declaraciones confirman la
información recibida por escrito por la Relatora Especial, que le hace pensar
que el sistema de esclavas sexuales fue establecido y regulado estrictamente
por el Ejército Imperial Japonés de manera sistemática, conforme a órdenes de
los mandos militar y civil.
60. La Relatora Especial también pudo
observar las cicatrices y marcas de que hablaban esas mujeres en sus
declaraciones. Cuando la Relatora Especial consultó a la Dra. Cho Hung Ok,
médico a cargo de las ex "mujeres de solaz" en Pyongyang, ésta le
confirmó que durante la mayor parte de su vida esas mujeres han estado en malas
condiciones físicas y mentales a causa de las múltiples violaciones que
sufrieron diariamente durante tantos años. La Dra. Cho también recalcó que,
además de sus cicatrices físicas visibles, esas mujeres padecen de sufrimientos
psíquicos que las han torturado a lo largo de su vida, lo que es mucho más
importante. Asimismo, declaró que gran parte de esas mujeres padecen de
insomnio, pesadillas, presión alta y nerviosismo. Muchas tuvieron que ser
esterilizadas porque sus órganos reproductivos y vías urinarias quedaron
afectados por enfermedades de transmisión sexual.
61. La Relatora Especial, además de escuchar
los testimonios, trató de encontrar una forma de resolver la cuestión que fuese
aceptable para los interesados y preguntó, entre otras cosas, qué medidas de indemnización
pedían las víctimas y cuál era su reacción ante el arreglo propuesto por el
Gobierno del Japón mediante el Fondo Asiático de Paz y Amistad para la Mujer. A
este respecto, a la Relatora Especial le gustaría indicar con detalle las
peticiones concretas de las ex "mujeres de solaz" que quieren que la
comunidad internacional y, en particular, el Gobierno del Japón oigan su voz.
La respuesta de la mayoría de las mujeres a las preguntas formuladas por la
Relatora Especial, fue que el Gobierno del Japón debía:
a) Pedir disculpas individualmente a cada
una de las mujeres supervivientes por los sufrimientos que habían tenido que
soportar. Las víctimas supervivientes en la República Popular Democrática de
Corea también consideraron que se debía presentar disculpas al pueblo del país,
por conducto del Gobierno, mientras que las víctimas de la República de Corea
en general opinaron que debían enviarse cartas de disculpas a todas las
víctimas que hubieran sobrevivido. Además, la mayoría de las víctimas estimaba
que las disculpas que había pedido el Primer Ministro Murayama durante su
misión no eran suficientemente sinceras, especialmente porque la Dieta japonesa
no había hecho suya esa declaración.
b) Reconocer que el reclutamiento de unas
200.000 mujeres coreanos como esclavas sexuales del ejército y el
establecimiento de casas de solaz para uso del Ejército Imperial Japonés
tuvieron lugar de manera sistemática y forzosa por obra del Gobierno y el mando
del ejército, o con su conocimiento.
c) Reconocer que el reclutamiento
sistemático de mujeres para usarlas de esclavas sexuales debe considerarse un
crimen contra la humanidad, una violación grave del derecho internacional
humanitario y un crimen contra la paz, así como un delito de esclavitud, trata
de personas y prostitución forzosa.
d) Aceptar la responsabilidad moral y legal
por esos delitos.
e) Pagar una indemnización a las víctimas
supervivientes con cargo a recursos gubernamentales. Con este fin se propuso
que el Gobierno del Japón promulgara una ley especial que permitiera también
resolver las reclamaciones individuales de indemnización mediante juicios
civiles ante los tribunales municipales japoneses.
62. Con respecto al pago de una
indemnización, muchas mujeres insistieron en que la cuantía de la indemnización
no sería tan importante como su significado simbólico. No mencionó a la
Relatora Especial ninguna suma particular de indemnización.
63. Además, muchas mujeres pidieron que se
retirase el Fondo Asiático de Paz y Amistad para la Mujer, establecido por el
Gobierno del Japón, entre otras cosas, para indemnizar a las víctimas que
fueron "mujeres de solaz" con contribuciones de fuentes civiles. La
mayoría de las interesadas consideran que ese Fondo es una forma de que el
Gobierno del Japón eluda la responsabilidad legal del Estado por los actos
realizados.
64. Asimismo, las antiguas "mujeres de
solaz" piden que el Gobierno del Japón adopte las siguientes medidas:
a) una investigación a fondo de los hechos
históricos referentes a la cuestión de la esclavitud sexual por parte de los
militares durante la segunda guerra mundial, con publicación de todos los
documentos y materiales oficiales sobre el tema que aún existan en el Japón y,
en particular, en los archivos gubernamentales oficiales;
b) la revisión de los libros de historia y
programas de estudio japoneses para que reflejen los hechos que emerjan de la
investigación;
c) la identificación y el enjuiciamiento,
con arreglo al derecho interno japonés, de todos los que participaron en el
reclutamiento de esclavas sexuales para el ejército y la institucionalización
de la esclavitud sexual en el ejército.
65. La Relatora Especial desea señalar que
todas las supervivientes le pidieron a ella y al sistema de las Naciones
Unidas, como actores internacionales, que trataran de encontrar un arreglo
adecuado de la cuestión ejerciendo presión internacional. En diversas ocasiones
se habló de recurrir a la Corte Internacional de Justicia o a la Corte
Permanente de Arbitraje.” -6-
Estatua frente a la embajada de Japón en Corea. Fuente kpop-argentina.com.ar |
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http://www.unhchr.ch/Huridocda/Huridoca.nsf/0/04f22829ad3ffdaf802566d70050b45b?Opendocument
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para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos
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