Alika Kinan -1- Testimonio de Prostitución
26/04/15
“Fui una esclava
sexual durante 20 años y ahora busco justicia”
La trata de personas desde adentro.Alika Kinan tiene 38 años
y armó una fundación para ayudar a otras mujeres que fueron víctimas como ella.
A los 15 años Alika
tuvo que criar a su hermana, después soportó 9 años a un marido violento.
Mariana
Iglesias
“Nunca reaccioné por mí. El detonante fueron mis hijos”. Alika
soportó nueve años a un marido violento, al que decidió dejar el día que le
pegó a su hija mayor. Y estuvo veinte años envuelta en una red de trata de la
que salió cuando tras allanar la whiskería donde la explotaban, alguien le
dijo: Tu historia es de manual, se repite de generación en generación... ¿tenés
hijas?... esto lo tenés que cortar vos. Fue un cachetazo. Alika reaccionó. Con
ayuda y terapia hoy puede reconocer que vivió tomada, en ese limbo de la
manipulación que implica despojarse de todo, empezando por el yo. Y llora al
reconocerse y aceptarse una víctima, pero no se paraliza ni se recluye. Su
fuerza está en la lucha, en hablar, en el alivio que significa vomitar su
historia.
Alika viene de una familia violenta en todos los sentidos
posibles: padre jugador, golpeador, explotador; madre explotada; tío
explotador, tías explotadas. Revisando su infancia, siente que la formaron para
subirla a ese engranaje ya armado. A los 14 la violó un conocido, pero el
empujón real ocurrió a sus 15 años, cuando sus padres se separaron. El padre
las abandonó a ella, a su madre y a su hermana menor. Al tiempo las abandonó la
mamá. Ahí empieza el derrotero que llevó a Alika a caer en la explotación, el
alcohol, la cocaína. En el medio vivió en Europa, tuvo tres hijas con un marido
violento. Vendió óvulos para sobrevivir. Se escapó. Volvió a caer en la red,
dejó a sus hijas. Se enamoró (esta vez de un tipo amable). Recuperó a sus
hijas. Tuvo dos hijos más. Formó una fundación de ayuda a las víctimas de trata
y ahora querella no sólo a su explotador sino al Estado. Habla cuatro idiomas y
empezó Sociología en la universidad. Alika (la más hermosa) Kinan tiene 38
años.
Nació en Córdoba Capital. Su tío tenía un cabaret, su papá
un bar. Su mamá fue una clienta que se volvió su mujer, a la que martirizó por
años. Alika fue a un colegio alemán y todo se mantuvo hasta que los padres se
separaron. La madre se quedó sin nada y se llevó a sus dos hijas a Cruz del
Eje, donde vivieron en la casa vacía de su abuela muerta. Al año su madre se va
a Buenos Aires y deja a Alika y a su hermana solas. Tenían 15 y 9 años. Alika
cocina alfajores de maicena para sobrevivir, no lo logra. Desesperada, deja a
su hermanita con una amiga y se vuelve a Córdoba. Le pide ayuda a su padre, que
le da vuelta la cara. Trabaja tres meses en un lugar y no le pagan. Una amiga
le sugiere ir al “Aries”, un departamento privado. “Parecía la única escapatoria.
Quería juntar dinero para alquilar un departamento y traer a mi hermanita
conmigo”. Su primer cliente fue un abogado como de 300 kilos que olía a
talco. Siguieron despedidas de solteros, ejecutivos del extranjero en viajes de
negocios, funcionarios de todo tipo. Aunque le sacaban el 60% de lo que le
pagaban, logró alquilar y traer a su hermana. Era menor y la Policía estaba
encima. Así que le sugirieron irse a Ushuaia. La red funcionaba, enseguida le
llegó un pasaje de avión que la llevó al paraíso de los barcos pesqueros, los
militares y los hombres solos. Allí el lugar se llamaba “El Sheik”. Después de
algunos años alquiló algo y se llevó a su hermana, a la que protegió como pudo,
en sus días oscuros de sexo, alcohol y cocaína. “Me sacaban la mitad de la plata,
con lo que quedaba pagaba el colegio a mi hermana, clases de inglés,
computación, ropa, comida”.
En eso aparece un catalán, un militar de un buque de
investigación. Después de meses de cliente se la lleva de vacaciones a
Barcelona. La familia de él tiene empresas, se mueven en Mercedes Benz. Igual,
él le habla de “Mr Dolar”, un bar para que ella siga trabajando, pero a su vez
él no quiere cuidarse, la deja embarazada, la obliga a casarse. Ahí, ya su
esposa, ya madre, empiezan los golpes, “me hacía volar”. La manda a
trabajar a las empresas de su familia, pero le saca su sueldo, no la deja usar
el auto, es la mucama de la casa. Alika vende óvulos a escondidas para darle
plata a su hermana –la llevó a España con ella– y a sus hijas. Tiene tres
nenas.
Una tarde la mayor se niega a hacer la tarea, el papá le
pega, la nena sangra, llora y Alika decide escapar. Una luz la ilumina para,
por una vez, armar una estrategia. Sabe que no puede sacar a sus hijas de
España, nacieron allí, y sería ilegal. Entonces lo convence a él para volver a
Argentina. Vuelven. Van a Córdoba. Las cosas no funcionan, él se vuelve a
España y se lleva a la nena del medio, a la que retiene un año en Barcelona.
Alika vuelve a la oscuridad y a trabajar al sur.
Octubre 2012. Allanan “El Sheik”. Los fiscales le dicen que
es víctima de trata. Se enoja: “Yo no me reconocía así, pero me hicieron
hablar mucho, de mi pasado, de mis padres. Me hicieron ver mi vulnerabilidad,
el abandono, la explotación, de cómo pasé de una violencia a otra, un caso de
manual”.
Alika vuelve a su familia. Por primera vez, intenta una vida
“normal”. Tiene dos hijos con su nueva pareja. La terapia la ayuda a hablar, a
aceptar, a reclamar. La Justicia la considera una “víctima de trata”. En “El
Sheik” eran 11. Ella es la número 7. No sólo colabora –es testigo e informante–
sino que se suma a la causa como querellante contra Pedro Montoya y su esposa
(los dos en libertad), por el delito de trata con fines de explotación sexual.
El Estado no ayuda demasiado. Le cedieron una casa sin gas, sin muebles, sin
colchones, por un mes y 20 días. Luego le llegó la orden de desalojo. “Hay
un protocolo que no se cumple. El Estado debería asistirme y no lo hace. Yo
quiero trabajar y no puedo. ¿Quién va a darme trabajo en un lugar donde a todos
les doy vergüenza?”.
“Ella reclama civilmente, trata de obtener una reparación
como víctima de explotación sexual. Todos estamos a la expectativa de lo que
pueda suceder con Alika, es muy importante”, dijo a Clarín Marcelo Colombo, al
frente de la Procuraduría para el Combate de la Trata y Explotación de
Personas.
La municipalidad le dio un terreno, por ahora, de palabra.
Quiere construir su casa y la sede de la fundación. Por ahora no tiene plata.
Su marido trabaja todo el día, pero tienen cinco hijos. Alika se reinventa como
puede. Quiere ayudar a otras víctimas. Y lo más difícil: “Uno elige cuando puede elegir,
sino no es elección”, dice, y
quiere que la gente entienda eso.
Con el corazón puesto en los demás
De la mano de la Fundación Manos Abiertas, Alika armó el
Instituto de Género Sapa Kippa (sangre de mujer). Quiere ayudar a otras
víctimas junto a un grupo de psicólogas. “Es muy difícil. Ninguna ve la salida y
sin ayuda están destinadas a fracasar”. Mail: sapakippa@gmail.com.
Alika fue invitada para hablar en el Encuentro Mundial de
Jóvenes contra la Violencia y la Esclavitud el 9 y 10 de mayo en la Universidad
Nacional de Villa María, Córdoba. Uno de los organizadores es el Vaticano.
Fuente
http://www.clarin.com/sociedad/esclava-sexual-justicia-alika_0_1346265427.html
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