Testimonios de
prostitución
Esta nota nos habla de la prostitución travesti que se ve
marcada por el mismo daño que cualquiera otra.
La introducción en el cuerpo de elementos extraños por medio
de inyecciones puede producir graves trastornos.
El promedio de vida de una persona travesti en prostitución
es de 35 años.
Alberto B Ilieff
La historia de
Chelsea y Yorgina, dos transexuales que se prostituyen en 5 de Julio
Con temor se acercó a
la ventanilla del carro, tal vez llamarla “bella” sirvió para romper el hielo
y se atreviera a contar su historia. El
pronombre “él” nunca lo utilizó para referirse a sí misma y su nombre prefirió
reservárselo.
Se hace llamar Chelsea y la avenida Doctor Portillo se ha
convertido en su nicho de trabajo, luego de que hace un año fuese despedida de
la Clínica Los Olivos a causa de una reducción de personal; allí cumplía
funciones como auxiliar de laboratorio y respondía a todos los estereotipos de
la masculinidad.
La prostitución mezclada con el transformismo se ha convertido
en el sustento de vida para este joven de 20 años, que descubrió su identidad
de género en la adolescencia, tras una experiencia con un compañerito de su
clase de danza, cuando apenas tenía 15 de edad.
El abandono familiar no fue el motivo que lo llevó a pararse
en una esquina para vender su cuerpo vestida como una mujer. “Aunque no vivo
con mi familia, mi mamá y mi abuela me aceptan y me han apoyado, por eso logré
profesionalizarme como asistente de enfermería, auxiliar de laboratorio e hice
tres semestres de la carrera en la universidad”, aseguró.
Alvaro Barrios |
La elocuencia para hablar demostró su grado de instrucción,
a pesar de que no es un atributo que necesite para ofrecer su servicio, que se
cotiza en 5 mil bolívares por un oral y 10 mil si hay que ir al hotel.
Cada vez que llega un carro a su puesto, se pavonea, camina
y mira fijamente al conductor, sin demostrar el temor que se repite con cada
cliente, pues el peligro siempre está al acecho.
“Claro que hacer esto representa un peligro, pero lo hago
por la necesidad, no porque quiera operarme algo, ni quiera esto para el resto
de mi vida. Estoy mentalizada que esto es pasajero”, dijo retraída.
En la zona también trabajan tres “trans” más, solo una se ha
operado los senos y las nalgas, todo gracias a la cuota de 90 mil bolívares que
pueden ganar en un fin de semana.
Enfermedades y
agresiones
Son dos las razones para correr peligro en el ejercicio de
la prostitución. “Yo me hago mis exámenes cada 6 meses y estoy constantemente
en control a pesar de que uso preservativo. La cosa más inusual que me han
pedido hacer es tener sexo sin protección y eso si no lo hago”.
El maltrato y las agresiones físicas la obligan a llevar en
su bolso algún artilugio que permita defenderse por si algo se sale de control.
“La historia de la hojilla es cierta, pero yo no uso esos
métodos. Hay quienes llevan en el bolso ácido de batería con vidrio molido o
azufre, pero esos son casos extremos que gracias a Dios a mí no me han tocado
vivir”, explicó.
Sin ser una experimentada en el tema dijo: “para esto se
necesita tener instinto, observar mucho, tener picardía pero saber medirse
porque estamos expuestas. No sólo a que nos maten por ahí sino a ser detenidas
por la policía, porque existe un decreto que prohíbe que nosotras estemos
aquí”.
Jornada laboral
Desde las 3:00 de la tarde inicia la faena de prepararse
para el trabajo. Todo inicia con el maquillaje y la peluca, luego colocarse la
ropa interior de mujer y acomodar en ella las almohadillas para el busto y el
trasero. De último, escoger un short que muestre las piernas torneadas y alguna
blusa que acentué la cintura, para ponerse sus plataformas y llamar a un taxi
que le lleve desde los fondos del Hotel Aladín hasta su esquina de trabajo.
“Vestida así no podemos andar por ahí, hay que agarrar taxi.
Yo trabajo de 7:30 a 10:30 de la noche para ir agarrando campo y poder regresar
a casa temprano, pero en general se trabaja de 10:00 de la noche hasta las 3:00
de la madrugada”, confesó.
En tal sentido, detalló el perfil de sus clientes: “Quienes
más buscan servicio son los hombres mayores de 30 años, muchos casados y que no
pretenden platicar ni hacer amistad. Sólo he tenido un cliente que sí se
enamoró, pero para trabajar en esto no se puede tener novio. Se vuelve muy
complicado”.
Las rivalidades también forman parte de la cotidianidad, por
lo que señaló que su amiga Yorgina, con quién vive actualmente, le ha servido
de apoyo en esto porque tiene más experiencia.
“Yo te voy a ser sincera, yo entré en esto porque mi entorno
me empujó. Bastante que critiqué la prostitución, pero aquí estoy. Gracias a
Dios no me he ganado enemigas, pero he escuchado historias de que hay quienes
te piden vacuna por el punto y hay que pagarles”, afirmó.
Dos prostitutas y un travesti, Gloria Ortiz |
La experimentada
Más de 10 años en las calles le ha permitido a Yorgina
elevar ese instinto de supervivencia dentro de la prostitución superando lo que
llamó “etapa de principiante”.
“El primer día que me prostituí terminé presa y me han
pasado montones de cosas. Yo antes no me paraba aquí, sino en el centro, pero
allá llevé mucho palo”, cuando explicaba las golpizas que sufrió en un bar del
casco central.
Según cuenta, una amiga que ya mataron fue la que la indujo
a la prostitución: “A mí me trajo fue una amiguita que por cierto ya la
mataron. Ella cayó primero que yo”, dijo.
“Qué te puedo contar, un día me bajaron de un carro a punta
de pistola sin pagarme. También me atracaron cuando daba un servicio y hasta un
perro de la policía me mordió”, son las anécdotas que ha acumulado durante el
tiempo.
Ella, en medio de la ironía, delató las malas mañas que
pueden tener algunas de sus compañeras diciendo: “Las de otras partes son
ladrona, por eso le dan palo a todas las que encuentren. La policía conmigo no
se mete”.
Su anatomía
Sin embargo, los
trapos y las almohadillas en Yorgina son cosa del pasado, su anatomía muestra a
simple vista el sometimiento a operaciones, a pesar que lo negó.
Su conocimiento sobre el proceso a la inyección de
biopolímeros da cuenta de ello, aunque reconoció tenerle miedo.
“Yo no estoy operada. Sí quería, pero cuando vi que se
estaban muriendo me dio miedo y desistí de la idea”, manifestó mientras se
pavoneaba.
“Esas operaciones no te las hace ningún médico. Eso te lo
inyecta otra loca más. Las Inyecciones se
compran en Cúcuta y cuando te inyectan hay que guardar reposo y
cuidarse, pero se ponen de alborotadas a dar tumbos y rumbear y después se les
mueve”, delató.
Explicó que luego de someterse a la inyección de
biopolimeros se debe usar un vendaje y guardar reposo para que el producto se
asiente y no sea rechazado por el cuerpo.
“Existe mucha diferencia entre las que hacen show y
nosotras, porque yo me quito la ropa y quedo intacta, las otras se bajan de la
tarima, se quitan el tirro y se les sale el tripero”, aclaró con jocosidad.
Su cuerpo, más torneado y femenino, no significa que su
tarifa sea más alta que la de su amiga Chelsea, que se para unas cuadras más
allá. De hecho, sus tacones talla 40 no desentonan con el aspecto, que su
estraple y mini short dejan ver.
Scorzo 001 lunarubra |
Los gustos y
preferencias
“La hora cuesta 10 mil bolívares. Aquí no aplica la que este
más buena cobra más caro, aunque hay algunas que son atrevidas y piden
millonadas”, sentenció.
El aspecto del cliente le da luces para saber cuando cobrar,
cómo y que tan lejos puede llegar con quien busca sus servicios. Sus años en la
prostitución le han permitido ver y
experimentar de todo.
“En esto te piden de todo, pasivo, activo, más activo en
realidad. Se ven muchas locuras. Yo he hecho tríos que incluyen mujeres y hasta
defecar me han pedido”, aseveró sin decoro, con actitud de madame, aunque “ya
eso no se ve. Yo nunca he pagado por pararme aquí”.
Jóvenes, adultos y anciano formar parte de su variada y
selecta clientela, pues aseguró no irse a la cama con cualquiera: “Yo tampoco
es que me voy con cualquiera. Un día vino un guajirito hediondo y yo no fui.
Soy selectiva”, entonó.
En su piel y cabello se notan los cuidados a los que se
somete la profesional de la peluquería, que inicia su furcia luego de las 7 de
la noche en 5 de Julio.
Yorgina dejó su casa al cumplir la mayoría de edad. Se fue a
vivir con unas amigas en El Marite, pero un 23 de diciembre fue agredida por
causa ajena al problema de una de su compañera con una vecina, por lo que su
mamá le pidió retornará a casa, aceptándole su condición de trans. Pasó un mes
para que se volviera a ir de su hogar.
Andrés Boscán
Fuente:
http://noticiaaldia.com/2017/02/la-historia-de-chelsea-y-georgina-dos-transexuales-que-se-prostituyen-en-5-de-julio/
Red Abolicionista de la Prostitución y la Trata de Personas.
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