Testimonios de
prostitución
Entrevista con Rosen Hicher
Publicado en enero 6, 2015
“La prostitución es una forma de violencia”
Rosen Hicher se ha convertido en una figura en Francia.
Después de haber ejercido la prostitución durante más de 20 años, y luego de
una toma de conciencia progresiva y difícil, hoy milita abiertamente para que
la prostitución sea considerada como una forma de violencia.
ROSEN-HICHER-Marche
Usted hizo
recientemente una caminata de 800 kilómetros. ¿Por qué ese recorrido?
Comencé la caminata el 3 de septiembre en el último lugar
donde me prostituí y desde allí recorrí todas las ciudades en las que me
prostituí hasta llegar al primer lugar, al primer cliente porque es él quien
nos convierte en una prostituta. Desde el momento en que se ha tenido un cliente,
se es prostituta de por vida.
Durante los 22 años que viví en la prostitución, no entendía
que estaba siendo violentada, viviendo en la violencia, porque cada cliente es
una violación, le permitimos que nos viole. Llegó un momento en el que se me
hizo insoportable que se nos dijera que como mujeres “ahí tienen esa forma de
subsistencia, ese medio para vivir y para comer.”
La caminata fue también una forma abrir el debate, y para
que otras mujeres se pongan de pie y tomen la palabra para decir la verdad. Yo
quería que otras prostitutas nos contaran lo que vivieron porque siempre
escuchamos las mismas voces, las mismas personas que nos dicen que la
prostitución es buena… Y es que cuando se está adentro, no se es consciente de
lo que se está viviendo.
¿Encontró otras voces
solidarias?
Encontré voces de apoyo, otras prostitutas que vinieron a
caminar conmigo. Es cierto que me ha sorprendido recibir tantas llamadas de
mujeres diciendo “Sí, la prostitución es una forma de violencia, ¿pero cómo
podemos hacer para salir de ahí?” La solución no consiste en darle derechos a
las prostitutas, hay que encontrar maneras de ayudarlas a salir de la
prostitución.
Si no le molesta, ¿podría contarnos cómo llegó a la
prostitución?Llegué a la prostitución en marzo de 1988. Acababa de perder mi
empleo, y buscando en los anuncios, encontré una propuesta de trabajo en un
bar, a donde me presenté. Fue como reproducir algo que siempre había vivido,
algo que no era en absoluto desconocido para mí. La primera prostituta que
conocí me dijo: “Parece que hubieras hecho esto toda tu vida.” ¿Por qué daba yo
esa impresión? Hasta entonces yo había trabajado en electrónica, estaba casada,
¡era madre de familia! Esa frase me dio vueltas todos los días durante 22 años.
Así que me puse a escarbar en mi pasado y me di cuenta de que, en efecto, había
estado en esa situación toda mi vida: fui abusada siendo muy joven, a los 16
años, por un amigo de mi padre; yo vivía con un padre alcohólico, así que había
sido formateada desde muy temprana edad para ser prostituta. Cuando caí en la
prostitución, no fue algo desconocido, puesto que la violación era algo ya
vivido y considerado como un tratamiento natural y eso es grave porque el
venderse no tiene nada de natural.
¿Cree usted que este
es un recorrido frecuente?
Durante 22 años conocí a muchas prostitutas. Cuando empecé a
contactar asociaciones me di cuenta de que conocían aún más mujeres, y lo que
me contaban me recordaba lo que me habían contado otras compañeras sobre sus
vidas: prácticamente todas habían sido víctimas de violaciones, abusos,
violencia doméstica, violencia familiar, violencia y alcoholismo de los padres;
estos testimonios conciernen a un 98% de las prostitutas.
¿En qué momento usted
es consciente de que la prostitución es una violencia?
Siempre supe que era algo anormal, que prostituirse no era
normal. Me hacía falta entender cómo había caído en la prostitución para lograr
reconocer que se trataba realmente de una violencia y así buscar maneras para
salir de ella. En ese entonces estaba viviendo con un hombre extremadamente
violento, así que las dos situaciones a las que me enfrentaba eran violentas:
violencia doméstica y prostitución.
En ese momento era mas fácil prostituirme que soportar la
violencia doméstica que me infligía un hombre del cual me sentía
apasionadamente enamorada y entonces me dije “Voy a tener que dejar a alguno de
los dos” y me separé de mi marido, cosa que me liberó la mente. Eso fue en
1998, tras 11 años de prostitución. Y luego, poco a poco me di cuenta de que aun
estaba viviendo en la violencia, pero tuve que entender que esa violencia
cotidiana era la prostitución y tenía que suprimirla. Ya había eliminado una,
me faltaba la otra.
¿Y cuánto tiempo le
tomó lograrlo?
10 años. Fue toda una carrera de obstáculos, ya que no sólo
tuve que entender por qué caí ahí, qué me había llevado a esto, sino que
también tuve que cuestionarme cómo iba a vivir sin la prostitución, sin el
dinero de la prostitución.
El dinero se vuelve una droga, es la única cosa que hace que
uno continúe en esto. Me tomó unos 6 ó 7 años entender las razones de mi caída
en la prostitución y el resto del tiempo lo dediqué a buscar cómo iba a salir
de allí. Esto ocurrió de un momento a otro. Para mí fue como una cura, una toma
de conciencia de la violencia que vivía en mi cuerpo, que había experimentado
en mi vida como mujer, vivido en mi carne… Porque no es fácil, y en un momento
fue como una pequeña luz que se encendió allí y dije “¡No más!” y esto fue
definitivo.
¿Tenía usted la
impresión, estando en la prostitución, de que esas relaciones eran consentidas?
Cuando yo estaba en la prostitución, sí, yo consentía, para
mí era parte de mi libertad, de mis derechos como mujer que podía disponer de
mi cuerpo, eso no era asunto de nadie, así que no entendía por qué querían
prohibírnoslo.
Ya afuera, nos damos cuenta de que en realidad necesitamos
protección. Necesitamos que se nos informe y se nos proteja, ya que tenemos que
lograr entender que se trata de un grave abuso, son violaciones. Una vez afuera
se produce lo que yo llamo una revelación.
¿En qué sentido se
sentía libre?
Era mi cuerpo, y con mi cuerpo yo estaba haciendo lo que
quería. Pero una cosa es cierta: si yo estaba haciendo lo que quería con mi
cuerpo, los hombres que venían a comprarme no tenían por qué hacer lo que
quisieran con mi cuerpo. Así que puede ser una libertad para una mujer, pero
los hombres no deberían tener la libertad de comprar el cuerpo de una mujer.
¿Cree que es posible
salir de la prostitución?
Yo lo logré, luego es posible. Es un proceso largo, hay que
empoderar a las mujeres para que lo logren. Esto significa mucho para muchas
mujeres. Tienen que ser capaces de tomar conciencia de que cuando entraron en
la prostitución habían sido víctimas de la violencia, así que hay que curar
estas primeras violencias para sanar las otras, para sanar los actos de
violencia que es el ejercicio de la prostitución en contra de las mujeres.
¿Qué puede hacer el
Estado?
El Estado puede hacer mucho, empezando por prohibir la
compra: una mujer no está en venta, un cuerpo no se puede comprar; hay que
poner en obra un arsenal de recursos, de capacitación, de apoyo y ayuda. Es
esencial que los profesionales sean conscientes de que una mujer prostituta es
víctima en todos los sentidos de la palabra “violencia”, por lo que primero
deben tomarse un tiempo para descansar, necesitan un período, yo pienso que hay
que aislarse un tiempo. Y luego proporcionarles a estas mujeres medios y
avanzar de una manera diferente en sus vidas porque la salida de la prostitución
genera mucho miedo.
¿Usted recibió apoyo
de asociaciones?
Me informé en muchas asociaciones, y después hice un gran
trabajo personal, para entender mis razones y para reflexionar sobre cómo iba a
salir y para saber cómo iba a sobrevivir luego. Y entonces todo ocurrió
relativamente rápido, de un día para otro.
Ahora vamos a leerle
algunas frases que de una feminista colombiana, Mar Candela. Ella afirma: “La
prostitución es un trabajo tan digno como cualquier otro”. ¿Qué opina usted?
En primer lugar, no es un trabajo. En la prostitución no hay
ninguna dignidad, nadie nos respeta, todas ocultamos nuestra prostitución, por
eso no es digno, nunca será un trabajo.
También afirma que
“La prostitución es el ejercicio de nuestra sexualidad.”
¿El ejercicio de nuestra sexualidad? ¿Querrá Ud. decir la de
los hombres? La prostituta no tiene sexualidad, ¡la prostituta se aguanta! Ella
acepta sólo porque hay dinero, de lo contrario no lo haría.
Dice Mar Candela que
no existe una relación entre el tráfico de personas y la prostitución.
Hay una gran cantidad de tráfico de personas. Por eso yo
digo a menudo: si se están importando mujeres de países extranjeros, es porque
hay demanda. Y si hay demanda, es porque todavía se autoriza la prostitución.
El día en que no haya más demanda no habrá más venta ni importación de mujeres.
Un cliente quiere una mujer blanca hoy, mañana una mujer negra, después una
asiática… y para renovar la mercancía se tiene que ir lejos a encontrar a otras
mujeres. Y estas mujeres que son forzadas a menudo a venir bajo promesas como:
“Vas a convertirte en una modelo, vas a tener trabajo como camarera, etc.” y
luego se convierten en prostitutas.
Ella también dice que
“Las putas hoy deciden”.
Debo decir una cosa : la prostitución, hoy, es igual que
ayer. Estamos aquí para satisfacer los deseos sexuales de nuestros machos.
Cuando un cliente viene con un billete de 100 € y nos pide sodomía, sexo oral,
o golpearnos, aceptamos, pero no deseamos. Nunca se elige a un cliente, los
clientes nos eligen. Yo nunca elegí a mis clientes, el cliente siempre me
elegía, siempre es él quien decide y es él quien pide. No se puede decir “No”,
porque si se dice no, no hay dinero. Si le dijéramos “no” a uno, le diríamos
“no” a todos. Porque, de hecho, el día que empezamos decir “no” a un cliente es
que hemos empezado a darnos cuenta de que lo que él pide no es normal… ¡y todos
los clientes nos piden cosas anormales! Yo pasé por ese proceso, empecé a decir
“no” a algunos, me tomó 2 ó 3 años, pero tres años después de haber empezado a
decir “no” a algunos, empecé a decirle “no” a todos. Es el proceso de toma de
conciencia de la dominación en la que se vive, y es el comienzo de la curación.
En Europa, el 90% de
las mujeres que ejercen la prostitución son inmigrantes, ¿sabe algo acerca de
estas mujeres?
Yo empecé a prostituirme en 1988. En ese entonces había 80%
de francesas y 20% de migrantes. Cuando dejé la prostitución, en 2009, había
90% de inmigrantes y 10% de francesas. Se están importando muchas mujeres de
Nigeria a Francia. Mujeres que nunca tuvieron identidad, niñas que nacieron sin
identidad.
Hay una gran cantidad de mujeres jóvenes de Europa del Este
que se mantienen en la prostitución porque han secuestrado a sus hijos o porque
han amenazado a sus familias, porque les quitan sus papeles y a menudo tienen
papeles falsos, esto ocurre en Francia y en todo el mundo. Y aun así, se
condena a la prostituta en lugar de ayudarla. En mi país, se dice que es una
víctima, pero es una víctima a la que se le condena.
Fuente:
https://groupeaquelarre.wordpress.com/2015/01/06/entrevista-con-rosen-hicher/
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