‘Pensaba que trabajaba, pero en realidad era una niña
explotada’ - Extracto
En Bogotá, entre el 2016 y el 2018, se han registrado 89
casos de trata de personas.
Por: Carol Malaver 05
de junio 2018 ,
Sofía llegó tímida. Es una niña de 15 años que nació en el
Tolima y vivió con sus abuelos hasta que tenía siete años, la misma edad en la
que un día, en el borde de un andén, conoció a su madre. Nunca la había visto
pero sabía que era ella.
Tuvo una niñez llena de necesidades. Recuerda que cuando no
había qué comer le lavaba la loza a una vecina y ella la abastecía de
alimentos. “Mi bisabuela era muy viejita, mi abuela se encargaba de los
quehaceres de la casa y mi abuelo tenía muchas mujeres. Mi mamá le mandaba
plata para mí pero él siempre se la gastaba con mujeres”.
Por eso, cuando conoció a su madre, se lanzó a sus brazos, a
pesar de ser una persona ausente en su niñez. Luego de unos días, decidieron
retornar a Bogotá y comenzar su vida en un barrio de la localidad de Usme. “Lo
que más duro me dio fue el frío pero con el tiempo me acostumbré”. Así fue que
ella comenzó a estudiar y a llevar una vida normal en medio de la precariedad.
Pero, a pesar de todos los intentos de su madre por
cuidarla, a los 13 años Sofía conoció a un joven a través de la red social
Facebook. “Yo fui a bailar con él y sus amigos. Ese día me presentaron a una
chica que tenía unos 16 años. Se llamaba Karen y me contó que tenía un trabajo
que la hacía ganar mucha plata. Eso fue como en el año 2014”.
No pasó mucho tiempo para que la niña fuera presentada con
otra mujer, esta vez de unos 28 años, la misma que le contó que existía un
grupo de ‘trabajadoras sexuales’ y que todas laboraban a domicilio.
Luego le pidieron fotos íntimas y le explicaron que cada
cliente pagaba 200.000 pesos, de los que le descontarían solo 50.000. “La
primera vez que trabajé o que pensé que trabajaba fue en un hotel en la avenida
Primero de Mayo. Atendí a tres clientes”. Sofía pensaba que esa era una forma
fácil de obtener ingresos, pero, en realidad, estaba siendo explotada de la
forma más vil. Este sería solo el comienzo de una maraña de propuestas que la
llevarían a ser víctima de una red criminal.
La misma mujer que la había convencido de vender su cuerpo
le presentó a una joven a la que solían llamar ‘Muñequita’. “Ella me dijo que
había salido un trabajo en Melgar para los fines de semana. Nos darían para los
pasajes, la comida y que todo lo que hiciéramos sería para nosotras”.
La primera vez que intentó salir desde la terminal de Sur
para su destino, su madre fue alertada por la Policía, pero fue hábil para
convencerla de que iba a un paseo inofensivo con sus amigas. Para ese momento
las jóvenes ya consumían cigarrillo y perico. Esa es la otra forma en la que
las bandas retienen a las niñas, las convierten en adictas y esto les dificulta
tomar decisiones o salirse de la red. “La primera vez que llegamos al pueblo
recuerdo que bebimos mucho. Luego unos tipos nos recogieron en una moto y
subimos borrachos hasta una finca que ni siquiera tenía luz. Me dio miedo”.
Al otro día un hombre que fungía como el administrador del
lugar le explicó cómo iba a ser su supuesto trabajo. “Me dijo que los clientes
llegaban a la finca, que teníamos que arreglarnos y llamar su atención. Cada
uno pagaba 10.000 pesos por la pieza y 40.000 por nuestros servicios que
duraban de 10 a 15 minutos”. Sofía, ‘Muñequita’ y Daniela eran todas menores de
edad, niñas que estaban siendo ultrajadas.
Luego de cuatro fines de semana de permanecer en esa finca
con la excusa de estar trabajando en eventos las condiciones comenzaron a
cambiar. “Ya no nos pagaban el transporte, nos pedían plata para la comida, nos
obligaban a hacer el aseo y muchas veces el desayuno nos los traían tarde y frío.
Un día nos lo dieron a las 8 de la noche”.
Mientras todo eso ocurría, las niñas eran vigiladas por
cinco hombres. “Recuerdo una vez que llegó un tipo muy gordo, estaba borracho y
como yo estaba muy cansada y me negué a estar con él me tiró a la cara media
botella de aguardiente. Si no es porque me corro, me hubiera jodido”, contó la
niña. El único escape de las jóvenes era la droga. No había otra forma de
soportar semejantes vejámenes.
Luego comenzaron las peleas entre compañeras, los robos,
hasta que Sofía decidió volver a su casa con la supuesta excusa de que el
trabajo se había acabado. Pero ya su cuerpo mostraba desgaste, enfermedad,
abuso.
Ella solo quería retornar a una vida normal y así intentó
hacerlo a pesar de que ya cargaba con el peso de la culpa y de engañar a su
madre. “Yo conocí a un chico. Me pude enamorar de él porque me decía que dejara
de consumir drogas, que mejor viajáramos. Yo me olvidé de todo y hasta me fui a
vivir con él y con sus padres”. Pero Sofía ya tenía un pasado difícil de borrar
y ocultar. “Un día llegaron unos detectives a la casa. Yo me quería morir
porque mis suegros y mi novio se iban a enterar de todo”. Y así fue, el
testimonio de Sofía sería clave para desmantelar toda una red de trata de
personas que llevaba niñas de Bogotá a Melgar. Toda su familia se enteró de la
forma más cruda que había sido explotada. Luego quedó internada en una casa
para su protección.
Una vez, un tipo muy gordo que estaba borracho me tiró a la cara media
botella de aguardiente solo porque no quise estar con él
Así comenzó el proceso de restablecimiento de derechos. Ella
tenía que entender que lo que había hecho nunca fue un trabajo. Todo ese tiempo
había sido explotada. “No me había dado cuenta de que toda esa plata se había
ido fácil mientras que otros habían acabado con mi cuerpo”. Hoy la niña
atraviesa por un proceso de recuperación en la que se le ha ayudado en su
proceso físico y psicológico, gracias al Instituto Distrital para la Protección
de la Niñez y la Juventud (Idipron). Da un paso a la vez porque las redes de
trata aún la persiguen.
..........
Fuente
CAROL MALAVER
Subeditora Bogotá
Escríbanos su caso a carmal@eltiempo.com
Twitter: @CarolMalaver
http://www.eltiempo.com/bogota/nina-explotada-por-red-de-trata-de-personas-cuenta-su-drama-226910
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