lunes, 3 de julio de 2017

Pasando de defensora pro “Trabajo Sexual” a Líder Sobreviviente: una travesía con dignidad



Testimonio de prostitución


Pasando de defensora pro “Trabajo Sexual” a Líder Sobreviviente: una travesía con dignidad
6/24/2017
Por Taina Bien-Aimé
Directora Ejecutiva, Coalición contra la trata de mujeres (CATW)
05/25/2017

Texto original: http://www.huffingtonpost.com/entry/from-sex-work-advocate-to-survivor-leader-a-journey_us_5925fe95e4b0627b74360d0e
Traducción: CATW
Photo: Lynn Savarese


Nomonde Mihlali (“Mickey”) Meji está a cargo de las Iniciativas de Sobrevivientes, de la organización Embrace Dignity (Acogiendo la Dignidad en español) en Ciudad del Cabo, Suráfrica.

 

Embrace Dignity se dedica a luchar contra todas las formas de abuso sexual de mujeres y niñas a través de cabildeo legal, educación pública y ofreciendo servicios sociales para que las mujeres puedan salir de la prostitución. Durante su visita a Nueva York en Marzo de 2017 a la Comisión de Naciones Unidas sobre el Estatus de las Mujeres, hablamos de su activismo y de cómo pasó de apoyar la descriminalización total de la industria del sexo, a trabajar por una ley que busca su abolición.

Tienes una presencia fuerte en internet como una activista pro “trabajo sexual”, pero ahora haces parte de la organización abolicionista Embrace Dignity. ¿Cómo fue este paso?

Durante el tiempo que estuve en la calle, una de mis preocupaciones principales era el abuso policial. Necesitaba producir dinero para mantener a mis hijos y el único grupo que trabajaba sobre violencia policial era Sex Workers Education and Advocacy Task Force (S.W.E.A.T. por sus siglas en inglés, Fuerza Especial para la Educación y el Activismo de Trabajadoras Sexuales, en español). Ellos me enseñaron el término “trabajo sexual”, que nunca antes había escuchado. El concepto era atractivo en un principio, porque sentí que entendía nuestra situación extrema. “Trabajadora Sexual” sonaba más digno que la sucia palabra “prostituta”, y fortaleció mi activismo contra la implacable brutalidad de la policía. Sin embargo, la prostitución en sí misma no cambió, así que nunca creí que pudiera ser trabajo. Todavía no podía decirle a mi hija lo que hacía, la culpa y el estigma seguían ahí.

Ingresaste en la prostitución a los 19 años. ¿Cómo le respondes a las personas que reclaman que no fuiste tratada o explotada y que por lo tanto era tu decisión?

¿A qué te refieres por decisión? Durante el apartheid mi madre trabajó como sirvienta doméstica en las casas de surafricanos blancos. Teníamos comida y lo básico en casa, pero éramos pobres. A los 16 años, nació mi hijo y tuve que dejar el colegio. Unos años más tarde, mi madre debía un préstamo a unos usureros y estuvimos en peligro de perder nuestra casa. Un día mientras caminaba a casa, un hombre blanco condujo su auto cerca de mí y me preguntó si yo era una “dama trabajadora”. Yo estaba desesperada por que quería que mi madre saliera del peligro, así que me subí a su auto hasta su hospedaje. Me pagó 550 rands ($40 dólares) y me sorprendió lo fácil que fue conseguir este dinero. Poco después de esto, puse condones en mi bolso y me fui a la calle Voortrekker en Ciudad del Cabo. Eso era el año 2001. Conocí a S.W.E.A.T. en el 2007 y salí de la prostitución en el 2010 cuando me contrataron como activista. No ofrecen esos cargos fácilmente porque normalizan la prostitución como trabajo. Pero tuve suerte.

¿Cómo te reclutó S.W.E.A.T.?

En esa época, los líderes de S.W.E.A.T. eran casi todos blancos y el jefe era un hombre blanco que me reclutó agresivamente. Cuando una conocida mía fue apuñalada a muerte por dos mujeres, una de la cuales era una proxeneta, S.W.E.A.T. ofreció transporte para ir al velorio. Yo no quería ir con ellos, pero necesitaba llegar allá. Les pareció que yo era articulada, así que durante dos años insistieron en que yo hiciera parte de su organización. Me contrataron como “educadora par” para que distribuyera información sobre derechos humanos y también condones y lubricantes para promover sexo más seguro. Luego me pasaron a la African Sex Workers Alliance (ASWA por su siglas en inglés, Alianza Africana de Trabajadoras Sexuales, en español), donde me convertí en la coordinadora para Suráfrica y luego me pasaron a Sisonke, otro grupo de “trabajadores sexuales”. Pagaron mis viajes por el mundo, desde Mozambique donde se lanzó la ASWA, hasta Nueva Zelanda. Luego, S.W.E.A.T. quería a alguien que pudiera presentar sus políticas a alto nivel, con lo cual me nombraron Oficial de Redes y Enlace con el Parlamento. Hasta ahí, todo se veía legítimo.

¿A qué te refieres por legítimo?

Pues aquí estaba con tarjetas de presentación y me destacaba en internet a favor de la descriminalización de la prostitución. Pero mi familia no está en internet. Nunca les conté sobre lo que yo hacía. Tampoco soy una persona que toma las cosas por su valor aparente, así que empecé a pensar en qué estaba incidiendo realmente. En Nueva Zelanda donde la prostitución está totalmente descriminalizada, entrevisté a una mujer en un prostíbulo. Expresó su neutralidad sobre la ley pero dijo que no servía para las mujeres y eso fue suficiente para mí. Me explicó que antes de la ley, las mujeres trabajaban en las calles sin protección, pero muchas veces con independencia de los proxenetas. Después de la descriminalización, tuvieron que entrar en los prostíbulos beneficiando solamente a los proxenetas y dueños de estos establecimientos. Ella dijo que la ley solo abordaba la brutalidad de la policía, pero que todavía eran vulnerables al VIH/SIDA y a la violencia de los clientes; además, los administradores de los prostíbulos negociaban con los clientes y no con las mujeres.

¿Cómo conectaste esto con el contexto surafricano?

En el 2012, COSATOU, que es un colectivo de sindicatos en Suráfrica, organizó una conferencia sobre género. S.W.E.A.T. quería presentar una resolución que lograra la despenalización total. Para hacer esto, Open Society Foundations le dio a S.W.E.A.T. y al Women’s Legal Centre (Centro Legal de las Mujeres) fondos significativos para documentar los abusos de derechos humanos en los prostíbulos. Era una propuesta interesante dado el caso Kylie, en el cual una mujer había demandado con éxito a una sala de masajes que la despidió luego de que ella se negara a atender a un putero sin condón. La idea era entrenar a la mujer sobre sus derechos bajo contratos de empleador/empleado, a pesar de la ilegalidad de la prostitución en Suráfrica. Queríamos documentar los abusos perpetrados contra las mujeres a la vez que entrenábamos a los dueños de los prostíbulos sobre los derechos de las mujeres.

¿Pudieron documentar estos abusos?

El problema es que la dirección de S.W.E.A.T. estaba tan a favor de la descriminalización, que solo querían información sobre el derecho de las mujeres a trabajar en la industria del sexo y en desarrollar políticas de reducción de daño. Yo apoyo las políticas de reducción de daño, pero no podemos parar ahí. Me di cuenta que S.W.E.A.T. estaba satisfaciendo la agenda del financiador y estaba dispuesta a sacrificar las vidas de estas mujeres. Todo el mundo sabe que se perpetran violaciones a los derechos humanos de las mujeres en los prostíbulos por parte de todos los que están involucrados. Aunque no le temas a la policía, ¿qué pasa con la vulnerabilidad frente a un cliente que te podría asesinar o desfigurar? ¿o frente al administrador del prostíbulo que te obliga a tener sexo sin condón por el precio correcto? Cuando comprendí que los financiadores requerían un marco de “trabajo sexual” que solo legitimaba a los explotadores, me enojé y dejé a S.W.E.A.T.

¿Qué pasó luego?

Empecé a buscar una organización que empoderara a las mujeres y encontré a Embrace Dignity, pero debido a mi fuerte vinculación pública a los esfuerzos por la descriminalización, ellos no querían que yo fuera parte de su equipo. Necesitaba tiempo para reflexionar y cree el programa de Empoderamiento y Apoyo a Sobrevivientes (SESP por sus siglas en inglés). Empecé a estudiar las leyes de países europeos como Suecia, Noruega y Francia donde se protegía a las mujeres prostituidas, mientras se les ofrecían servicios sociales. Estas leyes se denominaban el “modelo nórdico”, que también se enfoca en la prevención y la responsabilidad de la demanda de los hombres que pagan por sexo.

 ¿Crees que el congreso de Suráfrica va a pasar una ley similar?

Nosotros lo llamamos el “Modelo de Equidad de Género”. Estamos incidiendo en el gobierno Surafricano para que se apruebe esta ley que va a proteger a las mujeres prostituidas de los arrestos y la brutalidad de la policía. Por otra parte, va a penalizar a los hombres que pagan por sexo por el daño que hacen. Sin clientes, no habría "industria del sexo" y por consiguiente no habría trata de personas para este fin. El gobierno debe también invertir en servicios y estrategias para que las mujeres salgan de la prostitución. La prostitución intergeneracional es una realidad en Suráfrica. No quiero que mis hijas o mis futuras nietas estén en una posición donde tener una vagina es la única calificación que se necesita para un "trabajo" o para pagar por su educación. Los retos son significativos porque que el movimiento pro “trabajo sexual” tiene mucha financiación y Embrace Dignity en cambio, no lo tiene. Pero las mujeres ansían el modelo de Equidad de Género. Lanzamos una campaña en Change.org para presionar al gobierno para que pase la ley e invierta en acabar la violencia contra las mujeres. La Constitución Surafricana establece nuestra responsabilidad en obtener equidad para todos.

¿Ves algún vínculo entre prostitución y violencia basada en género?

La gran mayoría de mis hermanas de SESP me cuentan que fueron compradas en la prostitución por primera vez cuando tenían 14 o 15 años, lo cual es violación pagada y tráfico sexual. La violencia contra las mujeres y las niñas en Suráfrica es una epidemia. Fuimos violadas por nuestros padres, tíos, padrastros, vecinos y profesores. Nos empujan a matrimonios arreglados y polígamos. El abuso de los hombres hacia las mujeres está absolutamente normalizado. Nuestras energías deben enfocarse en presionar al gobierno para que apruebe leyes y políticas que terminen con esos abusos, y no que los alienten. Ninguna de las mujeres con las que trabajo reconoce la prostitución como trabajo. Ellas ven como muchas de nosotras están muriendo muy jóvenes. Necesitan cariño y amor, y no el estatus legal de “trabajadoras sexuales”.

¿Sientes que el movimiento de sobrevivientes y feministas abolicionistas podrían no confiar en ti?

Mis decisiones no fueron entre el movimiento abolicionista y S.W.E.A.T. Mi transformación viene de mis propias experiencias y de hablar con mujeres de SESP. ¿Ves? Tengo un dedo que no se dobla. Un cliente trató de violarme a punta de navaja. Al tratar de escapar, agarré la navaja desde el filo y me rasgué gravemente un tendón. Mi dedo arruinado es un recordatorio diario de que he sobrevivido a armas que me han apuntado a la cabeza, intentos de secuestro, violencia y deshumanización. Mis jefes anteriores de S.W.E.A.T. ahora me acusan de trabajar para la derecha y dicen que quitarle la capacidad de decisión a las mujeres es peligroso. Lo peligroso son los hombres blancos y privilegiados y los académicos que promueven la "industria del sexo" como un estilo de vida para mujeres pobres y negras. Cuando dejas tu casa para ir a trabajar, deberías poder tener un grado de certeza de que tus hijos te van a ver de nuevo.

¿Cuál es su visión para las mujeres en Suráfrica?

Cuando crezcan mis hijas, quiero preguntarles: “¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?”. Si estás en la prostitución es imposible contestar esta pregunta. Suráfrica no puede volverse un país donde la prostitución es lo que nos queda a nosotras cuando nos han quitado todo lo demás. Las mujeres y las niñas merecen justicia e igualdad, no la prostitución.

http://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/pasando-de-defensora-pro-trabajo-sexual-a-lider-sobreviviente-una-travesia-con-dignidad






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