24 NOV 2017 -
TESTIMONIO
Soltar las cadenas de la prostitución
En el Día Internacional de la No Violencia Hacia la Mujer
presentamos el relato de una mujer que logró salir del mundo de la prostitución
y la explotación sexual. Un escenario que según ella es la suma de todas las
violencias.
Natalia Herrera Durán - @Natal1aH
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“Esta historia empieza como la de muchas otras. Llegué del
campo a trabajar como empleada doméstica en una casa de familia en Bogotá.
Tenía 12 años. A los 14 conocí a un hombre y por desespero me fui a vivir con
él. Con él conocí el maltrato. Me golpeó decenas de veces, me humilló cuando
traté de terminar la primaria y un día intentó ahorcarme. Así pasé años
amargos, dando tumbos en comisarías de familia y en Medicina Legal, mostrando
heridas y moretones.
Mientras buscaba ganarme la vida en una tienda, una clienta
me ofreció trabajo atendiendo eventos como mesera. Yo accedí y así conocí la
desolación. Durante un año fui secuestrada, violada y mutilada por hombres que
pertenecían a un grupo armado. Me vendieron como una cosa y producto de esos
abusos quedé en embarazo. Llegué al hospital sin saberlo, pensando que iba a
morir de lo mal que me sentía. Tuve la ilusión de que al decir mi cédula saldría
reportada como desaparecida. Nada, no apareció nada. Nadie me estaba buscando.
Nadie puso un denuncio. No volví a hablar. Cuando salí del hospital casi me
mata el desprecio de mi familia, la pobreza, la indolencia.
Con el tiempo y con la angustia de sacar adelante a mi
familia, y luego entendí que por los abusos que había vivido, terminé atrapada
en la prostitución. Allí me di cuenta de que era como estar secuestrada, pero
esta vez frente a la Policía, la Fiscalía y otras instituciones. Un secuestro “normal”
para un país que normaliza esta violencia como el “oficio más viejo del mundo”.
En ese camino de dolor conocí a personas que buscaron
ayudarme. Personas que me dijeron y explicaron que eso de pelear por mi
compañera que estaba endeudada por proxenetas para poder enviarle dinero a su
familia era activismo, era defender derechos humanos. Que eso de que no
saliéramos de las casas, ni para comprar algo de comer, no era normal. Tan
lindas que nos veíamos, maquilladas y entaconadas, pero éramos presas. Algo que
no es fácil de identificar. La mayoría
contesta que están ahí porque quieren. La mayoría no sabe que es víctima de
trata de personas o de inducción a la prostitución.
De hecho, antes de que yo entendiera que esto estaba
sucediendo, llegué a creer que me estaban haciendo un favor. Ellos saben las
debilidades que uno tiene, las utilizan, las manosean. Saben que uno no tuvo
familia o la tuvo y no fue querido o cuidado, saben que debe dinero, que tiene
hijos por quien responder. Se hacen amigos o esposos, lo que sea. Todo para
asegurar las ganancias diarias de un cuerpo a su lado.
“Las internas”, por ejemplo, que en su mayoría son menores
de edad, están confinadas en casas muy bonitas al norte de la ciudad. Son las
niñas que no quedan registradas en las planillas de la Alcaldía. Son tratadas
como mercancía. Los “clientes” son los tipos bien que no quieren que los vean
en las zonas de tolerancia. Si se necesitan diez pocillos, diez pocillos traen
de cualquier ciudad. Si se portan mal, las desaparecen. Aunque llegan de otros
lados (la mayoría de las mujeres en situación de prostitución en Bogotá vienen
de ciudades intermedias y pueblos), tienen, tenemos, historias en común:
pobreza extrema, hemos sido abusadas por familiares de niñas, hemos tenido
madres adolescentes, familias maltratadoras (si hemos tenido familia), y hemos
vivido otras violencias y desprecios.
Conozco chicas que “trabajan” o viven en estratos altos, que
han sido operadas, sofisticadas y endeudadas por la industria del sexo. Pero
como sobreviviente y activista puedo decir que en este país no existe la
“prostituta” o prepago estrato seis, feliz y libre de “ejercer”. Hay mujeres
que otros han modelado al antojo de un prototipo, pero detrás de ese rostro o
silueta perfecta y glamurosa hay poca educación, pobreza, una familia
destrozada, hay violencia sexual durante la infancia. Cuando somos menores de
edad, el Estado y la sociedad dicen: “¡Huy, Dios mío, las violaron!”. Pero
cuando cumplen 18 años ya son "trabajadoras sexuales independientes"
y el Estado dice no tener ninguna responsabilidad. Esas cadenas invisibles duelen.
El turismo extranjero, por ejemplo, está a la cacería de
quienes no hayan estado en prostitución, niñas y mujeres campesinas o negras.
Yo llegué a la prostitución, por ejemplo, porque respondía al prototipo de
mujer campesina, indefensa, delgada, e ingenua. Pusieron precio por mí y una
supuesta “amiga” me convenció diciéndome que si yo se lo daba gratis a un novio
que me ponía los cachos por qué no iba a cobrar. Luego me enteré de que a ella
le habían pagado más de un millón de pesos por venderme. A mí me dieron
$300.000 y eso era muchísima plata para alguien que, como yo, ganaba $20.000
por trabajar 12 horas diarias. En el “oficio” algunas veces me obligaron a
drogarme porque el cliente quería drogarse en compañía. La industria lo pide y
hay que hacerlo, sin importar que sea una mujer que jamás haya oído hablar de
eso.
Cuando era “prostituta” no sabía que habían cometido tantos
delitos conmigo. Hoy, que ya lo sé, que trato de ser y sentirme sobreviviente
me duelen aún más, como me duele la indiferencia de los funcionarios, que
juzgan y te culpan de lo que has padecido. Quizás, porque conozco el discurso
institucional, la famosa “ruta de atención”, el “protocolo de trata”, todo lo
que difícilmente se aplica o llega a las mujeres violentadas. “¿Por qué no
olvidas o te callas?”, me dicen. Pero no puedo. Yo no hablo de estas cosas
simplemente porque fue un discurso chévere que escuché y me gustó. No. Yo lo he
vivido. Lo he visto malvivir de cerquita y espero seguir aportando para que
esto cambie”.
*Este relato es de una sobreviviente de trata y explotación
sexual que salió del país por amenazas a su vida.
Fuente
https://colombia2020.elespectador.com/pais/soltar-las-cadenas-de-la-prostitucion
Nota: las imágenes están en el original.
Nota: las imágenes están en el original.
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