Uno de los criminales de la trata desvela cómo funcionan
estas redes en España
MANUEL JABOIS
Madrid 11 NOV 2017
En primavera de 2000 llegó al aeropuerto de Madrid la
selección nacional femenina de Colombia de taekwondo. 19 chicas que salieron
por la puerta en fila india, ataviadas con el chándal oficial (azul, amarillo y
rojo) y el escudo de la Federación. No tuvieron problemas con Inmigración pese
a ser un vuelo 'caliente'. Contaban con sus visados obtenidos en el consulado
de Colombia. Habían presentado sus fichas federativas y, desde luego, tenían la
invitación y el programa de la competición que venían a disputar a España.
Entre la documentación también contaban con papeles de un gimnasio de artes
marciales de Cali en el que habían sido inscritas. Al llegar a Madrid, un
autobús las desplazó a Valdepeñas, y allí se cambiaron los chándales por
lencería para ser paseadas ante un grupo de hombres antes de ser distribuidas
en diferentes clubes de España. En Colombia no existía ninguna federación de
artes marciales, las chicas nunca se habían subido a un tatami, el chándal fue
encargado por un matón, la invitación y el programa del gimnasio eran una
patraña, el entrenador era el hombre que las había captado en Colombia y el
proxeneta que las recibió en Barajas había ganado una apuesta a sus socios: conseguir
meter el mayor número de mujeres en Madrid para ser prostituidas.
Como lo
consiguió, se quedó con todas las chicas y un BMW. Se trataba de Miguel, el
Músico.
Mabel Lozano |
"Hola, soy proxeneta". Ese fue el mensaje que
recibió la directora Mabel Lozano, activista contra la trata de mujeres (ha
realizado dos películas, la última Chicas Nuevas 24 Horas). Lozano esperaba la
llamada. La gestión se produjo gracias a la intermediación de José Nieto
Barroso, inspector jefe de la Unidad contra Redes de Inmigración Ilegal y
Falsedad Documental (UCRIF). Nieto Barroso llevaba años en contacto con El
Músico, que en un momento de su carrera criminal empezó a colaborar con la
Policía como 'boquerón', chivato. El Músico fue uno de los primeros grandes
jefes de la trata y secuestro de mujeres en España en una década, los 90, en la
que el negocio de la prostitución cambió de tercio: de ser los chulos los que
proveían a los clubes de mujeres españolas, fueron los propios clubes, a través
de una estructura mafiosa con infiltraciones en policía, justicia y política,
los que empezaron a 'importar' miles de mujeres extranjeras engañadas. Su
larguísima confesión en forma de libro ('El proxeneta', Alrevés, 2017)
contrastada con fechas, cifras y comisión de delitos en poder de la UCRIF, es
la primera que revela el funcionamiento de la trata y prostitución en España.
Un país en el que, según datos del Gobierno, se mueven alrededor de este
negocio unos cinco millones de euros al día y fueron identificadas, en 2016,
14.000 víctimas de trata: apenas la tercera parte de las mujeres captadas en
sus países de origen por las organizaciones criminales.
"La primera regla que se aprende es a no mirarlas como
tuyas, sino como la materia prima de tu negocio. Es importante no involucrarse
en su vida más allá de lo necesario (...) Simplemente es una propiedad, como la
Coca-Cola que vendes, y hay que tratarla como tal. Si te involucras en su vida
o en sus problemas, te puede afectar, porque esa mercancía tiene sentimientos
(...) Creamos una forma de vida que se sostiene gracias a la esclavitud, sin
siquiera saberlo o pensarlo (...) La trata dio paso a los macroburdeles para
los clientes, que no eran otra cosa que cárceles de lujo repletas de miseria,
para las mujeres esclavas de un sistema nuevo y cruel. Las convertimos en
grandes máquinas expendedoras de dinero", dice Miguel, nombre falso cuyo
apodo (El Músico) es real, así como las localizaciones y los sobrenombres del
resto de proxenetas, todos aún en activo o encarcelados: Chepas, Dandy,
Gallego... "No es un asunto de sexo, es un asunto de coco. Un buen chulo
no cobra por follar; lo hace por tener la respuesta adecuada para lo que
preocupa a una puta", dice Iceberg Slim en un libro autobiográfico (Pimp,
memorias de un chulo, Capitán Swing, 2016).
Debajo de ese mundo regido sin códigos, donde la degradación
moral alcanza niveles irreversibles (pura esclavitud: palizas, violaciones,
sometimiento a base del terror y la amenaza perpetua sobre sus familias en sus
ciudades de origen, visitadas frecuentemente por el captador si la chica no
rinde o da problemas) se entronizan hombres como Miguel, el Músico, y se van
por el desagüe vidas como la de Lucía, que llegó con 18 años a Madrid, dejando
a su hijo en Colombia al cuidado de su madre para trabajar de camarera, pagar
su deuda con los tratantes y quedar libre para ahorrar un dinero durante meses
que en su país sería una fortuna. Ya en España se le comunicó que tenía que
prostituirse. Son reacciones, dice el Músico, "clonadas". Enmudecen.
Luego entran en estado de shock y empiezan a llorar. De forma inagotable.
Porque saben que no hay vuelta atrás, que se han quedado atrapadas.
En España, según datos del Gobierno, se mueven alrededor de
este negocio unos cinco millones de euros al día y fueron identificadas, en
2016, 14.000 víctimas de trata
"Nadie se levanta una mañana y decide ser puta, pero
nosotros tenemos la tela de araña perfectamente tejida donde caben las promesas
de una vida mejor para ella y los suyos, los halagos que le gusta escuchar y
algunas ayudas insignificantes que le presentamos como grandes favores y que
ella nos agradece como si lo fueran. En cuanto la mosca pega sus diminutas
patitas a la red pringosa, ya le es imposible soltarse. Y ahí se queda. Cazada.
Lista (...) La balanza del acuerdo verbal no se inclina a ambos lados por
igual. Por eso el supuesto consentimiento de las víctimas no es más que una
farsa donde no existen los requisitos éticos imprescindibles en cualquier
relación personal, social o laboral (...) Yo surtí, durante años, a doce de los
mejores macroburdeles que existen en la actualidad en España. Los llené de esa
materia prima que los puteros llaman 'carne fresca', día a día. Y jamás me paré
a pensar si la mercancía que yo importaba eran personas como yo. Ellas eran
otra cosa. Eran putas".
Asumido el golpe, Lucía hizo de tripas corazón "con
enorme disciplina y a destajo". En tres meses consiguió los 6.000 euros
del dinero que creía deber a Miguel por sacarla de su país y darle un trabajo.
También había pagado cada día los 50 euros que se abonan para poder bajar al
salón y ejercer allí. Se presentó en el despacho de su proxeneta con una
sonrisa "de satisfacción y felicidad". Miguel hizo cuentas delante de
ella y le dijo que ya solo le faltaban 425 euros para cumplir la deuda. La
convenció de que dentro de un mes volvieran a hablar, pero necesitaba extender
su visado por tres meses en España para poder seguir en el club "ya sin
deuda" y ahorrar para volver a su país con dinero para su familia. La
extensión del visado es gratuita, pero Miguel le dijo que costaría
"apenas" 1.200 euros. Le explicó que con ese visado estaría tranquila
en España en caso de una redada. Quieren todas lo mismo, dice Miguel: estar en
España legalmente, ahorrar y volver con dinero a sus casas. Por eso Lucía
regresó al mes siguiente creyendo la deuda saldada al despacho de Miguel, pero
ésta había crecido; el proxeneta sumó un gasto que "había olvidado",
el de la pensión diaria: cama y comidas. Sumado todo, incluido lo anterior,
Lucía ya debía más dinero que en su primera visita. "Se empezó a morir por
dentro", dice Miguel.
Ellas se convertían en un cheque en blanco. El beneficio de
su explotación podía superar los doscientos mil euros
Foto Salvador Batalla |
Pasaron los meses con nuevas promesas incumplidas, cientos
de clientes ("aquí de viene a chupar y follar"), hasta que un día
Lucía no apareció en el salón. Tampoco se había escapado ("en este negocio
lo más importante es lo que está en la puerta") ni estaba en su cuarto.
Finalmente apareció: lo hizo tirada en un charco de sangre en el baño. Se había
cortado las venas. La llevaron al hospital, donde le salvaron la vida de
milagro. Al regresar días después al club había envejecido veinte años.
"Esa mujer mayor que había devorado sin compasión a la joven y bella Lucía
dio por hecho que a su deuda interminable se le sumarían las facturas de la
ambulancia, el médico, el hospital, las medicinas, la diaria, e incluso una
multa por su intento de suicidio". La tuvieron prostituyéndose más tiempo
en otro club, éste de Denia, y al cabo de unos meses tuvieron que ingresarla en
un hospital psiquiátrico. Había muerto del todo. Nunca volvió a Colombia, nunca
supo más de su madre, nunca volvió a ver a su hijo.
El libro que Mabel Lozano ha escrito basándose en decenas de
entrevistas con El Músico explica la realidad del mundo de luces de neón y
clubes repartidos por todos los pueblos, ciudades y carreteras de España.
"Llegamos a ser los propietarios de algunos de los mejores burdeles de
España: El Leidys, en Denia; El Glamour, en Córdoba; El Privé, en Tarragona; La
Rosa Élite y El Venus, en Valdepeñas; Los Charlys, en Consolación; El Estel, en
el Vendrell; El París, en Puerto de Sagunto; El Cuatro Hermanas, en el Puxol;
Las Palmeras, en Castellón...". Un mundo a la vista y consumo de todos
poblado de mujeres explotadas que llegaban a España de las más diversas maneras,
siempre engañadas y después traicionadas, como campeonas de un deporte que en
su país no existe para ser destinadas, como mercancía, a un esclavismo que
desconocían que existiese en el siglo XXI. En un país, España, en el que no
está perseguido penalmente el proxenetismo en todas sus formas, por ejemplo la
consentida. Y en el que las víctimas tiene más miedo a la justicia que a sus
captores por la amenaza que estos representan sobre sus familias. "Apenas
se invertían mil doscientos o mil quinientos euros, todo lo más", resume
El Músico. "Pero ellas se convertían en un cheque en blanco. El beneficio
de su explotación podía superar los doscientos mil euros. ¡Se hubieran
necesitado diez kilos de cocaína para alcanzar la misma cifra que con una sola
víctima!".
Fuente
https://politica.elpais.com/politica/2017/11/11/actualidad/1510423180_056582.html?id_externo_rsoc=FB_CC
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