Los vientres de
alquiler, una fábrica de sueños opaca en Ucrania
Por 24matins.es / AFP, publicado el 30 junio 2020
Olga, de 26 años, que en su segundo embarazo subrogado
espera gemelos para una pareja china, fotografiada el 12 de junio de 2020 en
Sophiya Borshchagivka, cerca de Kiev
La argentina Andrea Viez llora de alegría: tras nueve años
de fracasos y esperanzas, por fin sostiene a su hijo en brazos, nacido por
gestación subrogada en Ucrania. Un sueño tras el que se esconde una industria
turbia y próspera.
La pandemia de coronavirus ha centrado las miradas en este
sector en pleno crecimiento en Ucrania, uno de los raros países que autoriza la
gestación subrogada comercial para extranjeros.
A finales de abril, una gran clínica de Kiev llamó la
atención sobre el asunto al publicar un vídeo de decenas de bebés nacidos de
vientres de alquiler y que los padres no podían recuperar, debido al cierre de
fronteras.
Las imágenes dieron la vuelta al mundo, reforzando el
interés internacional por la gestación subrogada en este país, uno de los más
pobres de Europa, y con precios interesantes, unos 37.000 euros (unos 41.500
dólares) por gestación, dice a la AFP Serguii Antonov, jefe de un gabinete de
abogados especializado.
Caos total
Unas enfermeras cuidan de unos bebés recién nacidos el 15 de
mayo de 2020 en un hotel de Kiev© AFP Sergei Supinsky
Iniciada en Ucrania a principios de la década del 2000, esta
industria empezó a crecer exponencialmente hace cinco años tras la prohibición
de la gestación subrogada comercial para extranjeros en India y Tailandia.
No hay estadísticas públicas pero según estimaciones, entre
2.500 y 3.000 bebés nacen cada año en Ucrania para clientes de fuera del país.
Más de un tercio son chinos.
Oficialmente, solo las parejas heterosexuales casadas
reconocidas como infértiles se pueden beneficiar. Pero la ausencia de
legislación precisa deja en realidad la puerta abierta a todos o casi, mientras
que las madres de alquiler pueden ser víctimas de abusos, según Maryna Leguenka
de la ONG international “La Strada Ukraine”, que concede ayuda psicológica,
jurídica y médica a las mujeres.
“A menudo”, las ucranianas tienen problemas para que les den
el dinero prometido, dice a la AFP Olga Korsounova. A los 27 años, está en su
tercer embarazo subrogado, de los que uno fracasó.
Olga Korsunova, de 27 años, en su tercer embarazo subrogado,
hojea un libro de anatomía el 4 de junio de 2020 en su piso de alquiler en
Kiev© AFP Sergei Supinsky
La mayoría de las mujeres, pagadas en negro, esconden sus actividades
a su entorno y los “intermediarios deshonestos” aprovechan para “manipularlas”
y acaparar gran parte de la remuneración o la compensación prevista en caso de
complicaciones médicas, explica Korsounova.
A medida que se acerca el parto, las madres deben viajar a
Kiev donde son alojadas a veces en condiciones insalubres, dice el abogado
Serguii Antonov.
Algunos padres biológicos son también víctimas de estafa
financiera. Algunos, incluso descubren que sus hijos no tienen vínculo genético
con ellos, según Antonov. “Es el caos total”, resume.
Tiendas de bebés
“Mujeres poco escrupulosas no toman los medicamentos
prescritos, fuman o beben alcohol”, dice una Olga, de 26 años.
La argentina Andrea Viez y su marido posan con su marido,
nacido por maternidad subrogada, el 10 de junio de 2020 en un hotel en Kiev©
AFP Sergei Supinsky
En esta imprecisión legal, la policía sospecha que algunas
clínicas utilizan la gestación subrogada para encubrir la venta de menores. En
abril, la policía anunció que había desmantelado en Kiev un grupo criminal que
había traficado unos 150 bebés.
“Ucrania es una tienda de bebés en línea”, se alarmó
recientemente Mykola Kuleba, representante de la presidencia para los derechos
de los menores, y denunció la “explotación” de las ucranianas y pidió que se
prohíba esta práctica.
“No es explotación, nadie nos obliga” pero “vendemos una parte
de nuestra salud” para “escapar a la miseria”, dice Korsounova.
Soñaba con convertirse en ginecóloga pero empezó esta
actividad en 2014 cuando la guerra en el este de Ucrania la expulsó de su
domicilio y no tenía con qué vivir con su hijo.
Cada embarazo le da 350 mensuales y una remuneración final
de más de 13.300 euros después de dar a luz.
Olga ganaba menos de 120 euros por mes como camarera y
espera abrir un café gracias a su “honorario” de 13.300 euros.
“Estoy orgullosa de poder ofrecer bebés a personas que no
hubieran podido convertirse en padres de otra forma”, dice la joven, que dará a
luz gemelos pronto para una pareja china. “Pero si hubiera tenido un empleo
normal, está claro que no lo habría hecho”, agrega.
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