176 -
Andrea, testimonio de una víctima de María López, dirigentes
de AMMAR, condenada por trata
176 -
Andrea, testimonio de una víctima de María López, dirigentes
de AMMAR, condenada por trata
Víctimas
24|05|20
Por Stella Maris Gil
Planilla de sanidad- La Pampa- Argentina |
En la esquina de Tres Arroyos, entre las calles Pringles y
Alsina, hay un mural que dice “Sin clientes no hay Trata”, obra de estudiantes
bajo la guía de su profesora, referida a una realidad que tuvo su auge en las
décadas del ‘20 al ‘50. Vendrían después años de declinación, merced a los
vaivenes económicos y cambios en las costumbres, pero la explotación de mujeres
sigue vigente.
Rastreando en documentos, en diferentes momentos, se
confirma lo dicho. Un artículo del diario local La Voz del Pueblo, del viernes
16 de mayo de 1947, titulaba:
“Ayer fueron trasladadas
a Lanús tres mujeres que estuvieron vinculadas a Los Tenebrosos…” ¿Quiénes eran
éstos? Eran los integrantes de una de las tantas sociedades dedicadas a la
prostitución de mujeres, lo que demuestra la existencia en Tres Arroyos de
extensiones de redes a nivel nacional.
Algunos miembros de esta sociedad solían pasar por esta
ciudad, lugar que, parecería, le era favorable a sus actividades. En Lanús
habían caído presos miembros de aquella banda. Incluso se envió, en calidad de
detenidas, a otras dos mujeres más por este caso, y a una menor que había
sospechosamente desaparecido, cuando era llevada a la capital por un conocido
vecino, apodado “El músico”. Todas ellas ejercían la prostitución por lo que
declararon cómo eran sometidas por los “caften” de Tres Arroyos y cómo operaba
esa banda. El traslado incluyó un careo con otros detenidos. Declararon que
eran forzadas a practicar ese oficio, bajo amenazas de castigos corporales… “se
munía de documentos de identidad falsificados a las chicas menores de edad para
que pudieran ‘trabajar’ en los cabarets…”.
Era muy fuerte la organización. Sus explotadores pertenecían
a familias reconocidas del lugar, entre ellos, el ya citado anteriormente y
otro al que le decían “El doctor” porque curaba a las mujeres “cuando eran
brutalmente castigadas…”.
De acuerdo a los pedidos de los capos de esa banda, las
muchachas eran trasladadas a diferentes destinos para satisfacer la demanda de
los clientes.
El mundo de la trata
La prostitución, palabra que viene del latín prostituere,
que literalmente significa: “exhibir para la venta”, es un gran negocio que
enriquece a los traficantes, los proxenetas y también a comerciantes,
industriales, dueños de hoteles y bares. La pobreza aporta víctimas ante la
necesidad de sobrevivencia en muchos países del mundo. En la América se
destaca, entre varios, México, con sus centros turísticos, Cancún, Playa del
Carmen, invisibilizada a los ojos de los veraneantes. La periodista y activista
social Lydia Cacho, en su libro “Esclavas del poder”, escribe que esos son
“…lugares perfectos porque allí no se hace efectiva la ley que castiga a los
clientes de la prostitución forzada y la explotación sexual infantil”.
Algunos gobiernos o fuerzas policiales y militares, parecen
no verlo. Cacho atestigua que “La trata de personas –documentada en 175
naciones- revela la normalización de la crueldad humana y los procesos
culturales que la han fortalecido”.
¿Cómo zafar de esa orquesta, tan bien armonizada, donde cada
uno cumple su función de abuso o sometimiento? Tras de ella está la esclavitud,
la violencia, el desprecio humano en esas mujeres explotadas, violadas,
arrancadas de su pobreza con engaños, con sutilezas, con promesas de una vida
mejor, sometidas a daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico. Seres
humanos reducidos a mercancía. Niños abusados y sus pederastas por las redes
que se expanden de una región a otras. También hay varones que comercian con su
cuerpo. Están en el mundo de la trata.
Nadie puede decir que se prostituyen porque “les gusta”. En
su interioridad, pensarán en la compañía de alguien que las quiera, o tal vez
en una familia, en un lugar donde se las respete.
Liberarse de esa
vida, a veces no es una solución. La vuelta al hogar conlleva la emoción del
regreso, el cariño familiar en algunos casos; en otros los prejuicios de una
sociedad pacata que hace que se las relegue.
Dice Cacho: “Algunas de las víctimas ya se han acostumbrado
a otro tipo de vida y en sus hogares se sienten juzgadas o reprimidas”. La
antropóloga Rita Segato se refiere a ellas como “las otras, las mujeres
consumibles”.
Algunos días de hasta 20 clientes, golpes recibidos;
encierros; el dinero escaso, los sueños perdidos. Ya no son libres; ahora son
“esas”, y el sello es difícil de borrar. Lydia Cacho dice que “Estudios a nivel
mundial muestran que la mayoría de las mujeres involucradas en este comercio,
desesperadamente quieren escapar. Son atrapadas por la pobreza y por los
criminales que las controlan”. Tras las puertas sin cerradura de las
habitaciones de prostíbulos u hoteles, hay mucho dolor.
Fuera de las trata, existen personas que por propia elección
acceden al trabajo sexual, como forma de beneficio económico. Así lo asevera G.
Orellano, dirigente del Sindicato de Trabajadoras Sexuales de la República
Argentina, AMMAR: “Yo ejerzo un trabajo que está súper estigmatizado y sin
reconocimiento de derechos y lo hago justamente porque me da una remuneración
económica que puede cambiar la calidad de vida de mi hijo”.
El transcurrir de los
tiempos
En los inicios de la Humanidad regía el matriarcado, hasta
que aparecieron los clanes y luego las tribus, con los jefes-varones al frente,
por lo cual la mujer perdió su protagonismo y pasó al ámbito de la casa
familiar, o, en otros casos, a la categoría de material de uso para el placer
de otros. Los Incas, a partir de su organización en los ayllus, con el paso del
tiempo, relegaron a la mujer y es allí donde muchas pasaron a ser “objeto de
propiedad del varón”.
Dice Nisa Forti que en “las tribus pampeanas no existía la
prostitución… el marido podía incluso matarla si la veía hablar con otro”…
“Luego llegó el conquistador. Agarró a la indígena y se sirvió. En ella dejó la
semilla de la población futura. Ella fue el puente entre el mundo que llegaba y
el que agonizaba”. La mayoría de las esposas legítimas de los conquistadores españoles
quedaron en su tierra de origen, pocas se aventuraron a semejante y desconocido
viaje. Algunas vinieron con ellos, tal vez prostitutas, sugiere Forti.
En los crueles momentos vividos por las originarias y las
cautivas, durante las guerras por la propiedad de las tierras, la mujer
acompañó y se entregó. Se arriesgaban, se celaban con sus congéneres, sufrían
las inclemencias de una tierra feroz y peligrosa.
Con el tiempo, ya desplazados los dueños originarios de la
tierra, en los boliches y pulperías de campo, en casas non sanctas de las
ciudades, los cuerpos femeninos fueron mercancías apetecibles. Algunas
recorrían las calles, otras seguían a su rufián que en algunos casos habría
llegado a ser el gran amor de su vida y enriquecían el bolsillo de él.
Ya en el siglo XX los sones del tango, a través de sus
letras, indican la presencia de la mujer sometida. En “Milonguita” (1920) a
Estercita “los hombres te han hecho mal” y en “Flor de fango” de Pascual
Contursi pareciera que hay cierta culpa femenina “los amigos te engrupieron y
esos mismos te perdieron”.
Tres Arroyos
En Tres Arroyos la prostitución se extendió por sus calles.
Siempre se ejerció de diferentes maneras: no legales, con apariencias legales,
o por propia elección de las chicas. No hubo una zona roja, pero sí algunos
burdeles, nada parecidos a los que recorría Bloom, el personaje de James Joyce,
en su libro Ulises, donde se ven personajes abyectos, también la mendicidad y
“el tráfico de esclavas blancas”.
El periódico
El Periodista del 12 de abril del 2020, hace referencia a la
existencia de un Registro Municipal de Prostitutas de 1920.
Entre 1906-1937 funcionó en el país la Zwi Migdal. Mucho se
ha escrito sobre esa asociación que traía a polacas judías al país. Ante el mal
trato, las jóvenes se resistían y en consecuencia las mandaban a prostíbulos de
la provincia. “Había uno especial para ‘castigadas’ en Tres Arroyos que contaba
con 25 mujeres”. Pero no hay material documental para que de veracidad a lo
escrito.
En muchos prostíbulos de la provincia “horribles y baratos,
de un peso la “satisfacción” regenteaba un tal Kloter Leille enriquecido por
esos negocios “quien era propietario de 20 establecimientos” entre los que
estaban Tres Arroyos y Gonzales Chaves.
Esbozando sonrisas pícaras adultos de hoy, recuerdan sus
momentos de iniciación en un casa en la calle Chacabuco, regenteada por una
mujer. Algunos muchachos fantaseaban sobre sus visitas a ese lugar, para
demostrar que habían ingresado a la categoría de mayores.
El negocio del sexo se evidenciaba en cabarets como el de
Ituzaingó y Dorrego o el famoso Lago Azul en la calle Roca, a orillas del
Arroyo del Medio, rodeado de un hermoso parque. Cabaret nocturno, salón de
baile con la presencia de orquestas y coristas, pianistas como Mario Valdés
desgranando melodías en el piano, y el infaltable bar, en el que los clientes
se relajaban mientras esperaban los encuentros amatorios. Un negocio rentable,
con atención sanitaria en el vecino hospital y algún facultativo protector, mientras
que, desde su taller, las modistas cosían las ropas de las pupilas. El
movimiento era intenso.
El vecindario conocía la existencia de algunas casas “de
familia” y murmuraba. Todavía algún muchacho de ayer recuerda ver a las chicas
barrer la vereda de alguna casa “non sancta”, por la calle Vélez Sarsfield al
100. También en el llamado barrio Corea, había un “capo” ya citado
anteriormente, que entre otras actividades regenteaba algunos burdeles.
En el desaparecido edificio de la fábrica Istilart, ya en
época de desmantelamiento, había “colocado sobre una máquina construida en sus
talleres un zapato de mujer “sapato de una pu...”, de tacos altos, forrado en
tela bordada (del libro Construir la Identidad de Stella Gil). Cruda
desvalorización de la mujer.
Eduardo Galeano escribía que “La prostitución de niños y
mujeres constituye la más lucrativa esclavitud de nuestro tiempo, aunque no se
llame así”. Y ahora …¿cómo seguimos?
Fuente
https://www.lavozdelpueblo.com.ar/web/noticia/94898-V%C3%ADctimas
¿Quiénes compran
sexo?
La prostitución acabó con mi vida y con la de muchas
compañeras que ahora luchamos por recuperarnos.
Por: Otros columnistas 08 de junio 2020 , 09:12 p.m.
¿Quiénes compran sexo? Casi en su totalidad son hombres.
Esto lleva a preguntarnos por las construcciones sociales que existen en torno
a la masculinidad y feminidad en Colombia y su implicación en la sexualidad,
así como su incidencia en las representaciones que perpetúan los problemas que
a diario debemos resolver las mujeres respecto a la autonomía de nuestros
cuerpos.
He visto a muchas mujeres y ‘personas expertas’ hablando de
mí y por las mujeres prostituidas, en los medios de comunicación. Muchas de
estas personas actualmente no se prostituyen, o no cuentan con pistolas en la
cabeza, como nosotras. Yo misma me he sentido recaer, por el acoso sexual que
he vivido, tras el estigma de mi historia. No soy quién para juzgar de qué
viven. Lo que sí les quiero decir a las y los ‘reglamentaristas’ es que no nos
van a someter a un sistema que no nos vea como personas vulnerables sino como
“trabajadoras u obreras”, evitando así que seamos atendidas por el Estado, más
allá de condones y charlas de prevención de ETS.
Las mujeres de la calle, de las zonas de prostitución, no se
van a someter a leyes laboralistas que las obliguen a compartir lo poco que
recaudan de esta violencia para pagar planilla Pila (seguridad social). Una
mujer que se desayuna con cerveza, aguardiente o pepas, no está en condiciones
de decir que lo hace por ‘empoderamiento’. No nos pueden someter a códigos y
normas que descriminalicen el abuso sexual o la trata de personas.
¿Cuál sería la causa de despido en el trabajo sexual? Si el
cliente huele mal o tiene pus en el pene, ¿debo devolver el dinero o acceder a
él porque ya pagó? En el trabajo sexual, como en cualquier trabajo, ¿el cliente
manda? ¿Quién alimentará el creciente mercado que traerá la reglamentación si
no son la trata de personas y la prostitución forzada, como ocurre en Alemania
y Holanda? Siendo el grupo humano con más riesgo de ser asesinado, ¿nos van a
pensionar a los 35 años? ¿El sistema de salud está dispuesto a considerar VIH,
VPH y otras enfermedades, enfermedades laborales, y pensionar a quienes las
contraigan? ¿La selección de personal en la prostitución eliminaría del Código
Penal la inducción a la prostitución? ¿Se expedirán permisos desde el
Ministerio del Trabajo para los menores que quieran ‘trabajar’ en dicha
‘labor’, como se hace con cualquier trabajo? ¿Quienes compran sexo recibirán factura?
¿Nos empadronarán en una base de datos que daña nuestra necesidad de anonimato?
Hablemos de autonomía: ‘¿yo elegí ser puta?’. ¡Sí elegiste!,
me dijo una funcionaria a la cual le pedí ayuda hace trece años. En mi
reflexión pensé: ‘¿Yo lo deseé?’. Elegir es difícil cuando se limitan las
opciones. Por ejemplo, lo elegí con una pistola en la cabeza. Sí. ¡Una pistola!
Una pistola de abuso sexual, traumas, pobreza, migración
forzada, racismo, desigualdad, falta de educación, falta de amor propio...
Fui víctima del conflicto armado y de violencia sexual.
Mucho tiempo nadé sin tregua por recuperar mi vida, salir de la condición de
vulnerabilidad y la explotación; siempre tuve muy poco reconocimiento, pero
solo cuando mi victimario me pidió perdón, autónoma y públicamente, pude sentir
que cerraba un ciclo de dolor que marcó a muchas mujeres víctimas del
conflicto. Nuestro proyecto de vida fue destrozado, y fuimos inmiscuidas en el
mundo de la prostitución.
Esta no es una carta que pretenda despertar lástima. Es una
digna carta que viene a relatar parte de lo que vivimos. Hago parte de una
organización de derechos humanos fundada por mujeres sobrevivientes de la
explotación sexual, prostitución y trata de personas, y soy una sobreviviente.
Trabajamos en los territorios en la promoción de los derechos humanos, la
memoria histórica, la construcción de paz y el acompañamiento a mujeres en
situación de prostitución y sobrevivientes.
Estas mismas condiciones previas, a las que llamo ‘pistola
simbólica en la cabeza’, rodean la vida de las putas a las cuales atendemos y
con las cuales compartimos a diario. Ellas son mi familia.
Tengo la oportunidad de recorrer el país con un proyecto en
el que dicto cursos de derechos humanos. En el día hago los cursos, y en las
noches recorremos zonas de prostitución. No hago mayor cosa que escuchar a las
mujeres, entregar mi número de celular y comentarles que tienen derechos, por
si algo malo les ocurre. Lo que sí queda marcado en mi alma es ver repetir una
y otra vez la misma historia, mi historia de migrante y desplazada, de niños
llorando, de hambre, de rabia, de dolor y de ‘putear’ porque no hay más.
¡Se ven felices en eso, Claudia!, me dice mi acompañante. Le
digo: ‘¡Claro!’. Mañana llevarán –si está todo bien en la calle– comida a los
hijos; además, están tomando alcohol. Le cuento que una de las enfermedades que
más afectan a las mujeres en prostitución son las adicciones, las cuales
coadyuvan a sobrellevar la situación. Después de la charla con ellas, mi
acompañante cambia el rostro, se pone ‘achantado’. Ellas le contaron sobre los
golpes que reciben, que ellas no saben qué pueden encontrar en los ‘clientes’:
afuera pactan sexo vaginal y en la pieza les “dan por el culo”. Ahora, hay que
esperar que tengan erecciones; cuando “no se les para” se ponen bastante
agresivos, comentan. No existe ninguna ley que los haga cambiar, “los manes que
compran sexo son así, vienen a hacer lo que no pueden hacer en la casa”.
Nos ponemos gorra, jean, zapatillas; un poco camufladas para
poder entrar en las residencias y en algunos prostíbulos. Las chicas siempre
nos reciben muy bien. Hemos recibido amenazas y agresiones. Muchas veces
pienso: ‘Si no tiene nada de malo la prostitución como ‘negocio empoderador’,
¿por qué las agresiones?’. Según la Unidad de Protección, al menos siete de
nuestras mujeres lideresas tienen “riesgo extremo por la labor”. Los proxenetas
se ven amenazados por nuestro trabajo, y quienes manejan ‘el negocio’ no son
las mujeres, son rufianes. Por eso, las mujeres prostituidas son el grupo
humano con más probabilidad de ser asesinado.
¿Se puede convertir
en ley una violencia?
Un estudio canadiense demuestra que las mujeres que están
sometidas a la prostitución corren el riesgo 40 veces más grande de ser
asesinadas que el resto de la población femenina.
Alemania es un país que considera la prostitución un
trabajo. También allí se han realizado investigaciones que podrían poner a
reconsiderar esta posición. Por ejemplo, el estudio realizado por Schröttle en
2004. En aquel momento, la mayoría de las mujeres en la prostitución eran
alemanas (80 %). A la vista de estas cifras, no se puede decir que sea un
trabajo como los demás: el 92 % sufrieron acoso sexual; casi el 90 %, violencia
física y mental, y el 59 %, violencia sexual. Hoy en día, solo el 5 % de
mujeres “que trabajan en la prostitución” son alemanas y el 95 % son migrantes
de países del Sur global y Europa oriental, es decir, las más pobres.
Un medio nacional entrevistó a la sicóloga alemana Ingeborg
Kraus, quien actualmente es sicoterapeuta de víctimas de trata y prostitución.
Ella es experta en el tema y fue consultada para conocer los resultados de la
reglamentación de la prostitución en Alemania. Afirmó que actualmente no hay
registros oficiales sobre cuántas mujeres se dedican a la prostitución en
Alemania, pero estima que sean más de 400.000 mujeres quienes se dedican a esta
actividad. Explicó que gran parte son extranjeras. No existen registros, lo
cual es el principal propósito de la reglamentación. Los testimonios de las
mujeres en Alemania, documentados por respetados diarios europeos, muestran que
la tarifa plana “sexo, cerveza y salchicha por 15 euros” es la naturalización
de la violencia extrema contra las mujeres y solo protege “el derecho” de los
varones a comprarlas.
Finalmente, considerar la prostitución un trabajo y no una
“situación” por la cual cualquier mujer puede pasar beneficia a quienes se lucran de sus cuerpos o descargan
su misoginia sobre ellas.
“Un día un tipo entró en un burdel y dijo que había dudado
entre ir a la carnicería o invertir su dinero en pasar un rato con nosotras. No
nos ven como personas, sino como trozos de carne”, dice Sandra Norak,
exprostituta de Alemania, quien ahora lucha por los derechos humanos de las
mujeres.
Hablemos de nosotras
y de nuestro país
Medicina Legal en Colombia, en su Boletín Epidemiológico,
documenta que el 50 % de mujeres en condición de prostitución asesinadas solo
contaban con grado de escolaridad primaria. No somos nuestros títulos, pero, en
definitiva, la educación podría representar condiciones de favorabilidad para
el desarrollo personal de nosotras. Recuerdo cuando me gradué del Sena: hice un
pregrado en Tecnología de Producción Multimedia. Pasar hojas de vida con
capacidades instaladas me abrió la posibilidad de soñar y de sentir que yo
valía más que un simple cuerpo.
El estudio sectorial ‘La prostitución como problemática
social en el Distrito Capital’ explica que “la mayoría de mujeres en
prostitución vienen de grupos marginados con una historia de abuso sexual,
dependencia de las drogas y el alcohol, pobreza, ausencia de respaldo familiar,
carencia afectiva, analfabetismo, desplazamiento, por la necesidad de tener que
mantener una familia, el conflicto armado y un gran número de vulnerabilidades
asociadas”. Aquí retomo mi tesis de la pistola simbólica en la cabeza de las
mujeres.
Con condiciones previas de abuso sexual, drogas,
discriminación, pobreza y todo lo que habla el estudio de la Personería
Distrital, ¿es posible determinar que es un trabajo voluntario, o estamos
frente a una voluntariedad viciada?
Estoy aquí escribiendo una carta a ustedes, porque creo que las personas en situación de prostitución
merecen una protección especial de sus vidas. Pero proteger no significa
legalizar una violencia atada a una cultura patriarcal. Nunca un ‘trabajo’ nos
hizo tanto daño como la prostitución.
La mujeres feministas, abolicionistas, lideresas y del común
que nos acompañan en la lucha saben que abolir la prostitución es entregarnos
opciones y permitirnos ser libres, no criminalizarnos. La mayoría de ellas se
hicieron abolicionistas luego de conocer nuestras historias, de acompañar
nuestras crisis, de defendernos en los juzgados, de ir a la cárcel a ayudar a
alguna de las nuestras. Pero, sobre todo, se hicieron abolicionistas porque
sienten nuestro dolor.
Una abogada a la que atiborramos de derechos de petición y
tutelas para defender nuestros derechos, una sicóloga a quien cada noche
llamamos cuando alguna chica está en crisis, nuestras mamás (donando muebles y
cobijas para nuestra casa refugio). Es fuerte sentir el apoyo hasta de
excombatientes de grupos armados de uno y otro bando dando ánimo y difundiendo
en redes nuestras campañas; mujeres de la política que, quizás fuera de sus
funciones, hacen cartas que nos ayudan para que nos atienda el médico; la
señora que recibe a las mujeres en Migración Colombia y les ve las huellas de
la prostitución en sus cuerpos; mujeres empresarias que nos dan plata para
comida o calzones cuando tenemos una compañera que recién salió del prostíbulo;
las que nos dan trabajo así la embarremos una y otra vez; algunas mujeres
policías que nos acompañan a denunciar los abusos de sus compañeros; la señora
del pollo que recibe y atiende los pedidos del refugio y siempre dice “le mandé
una pechuga de más para los hijos de las muchachas”: esas son las
abolicionistas.
La prostitución acabó con mi vida y con la de muchas
compañeras que ahora luchamos por recuperarnos de las secuelas. Fue una vida de
dolor. Ahora que soy profesional, que cumplo mis sueños, aún sigo recuperándome
de las secuelas sicológicas que dejó en mi vida esta situación; la zona de
tolerancia no es un lugar de empresa: es un lugar de abuso, de suciedad, de
abandono; donde los dueños de los prostíbulos y ‘pagadiarios’ ponen orden.
Recorrer el barrio Santa Fe, a una persona con mínima empatía le causa estupor
y dolor.
La trata de niñas y niños es mayor. Los clientes cada día
quieren más. Les gustan las ‘lolitas’, la exigencia es cada vez mayor. No
podemos envejecer, porque somos menos cotizadas; porque el cliente, el hombre,
siempre quiere a una joven para satisfacer sus deseos.
Le dije a la Corte Constitucional algo que Alexandra, una
compañera de nuestra organización, dijo: “Claudia, ¿para qué culos quiero
derechos laborales en un país donde NADIE tiene derechos laborales? Que nos den
al menos derechos humanos”. Y añade: “Eso es un pajazo mental”. Sin duda tiene
razón. La precarización está a la orden del día, pero seguramente la señora de
los tintos o la vendedora ambulante no corren el riesgo, que corremos nosotras,
de sufrir desgarros por la actividad sexual exacerbada, ni de ser contagiada
con VIH. Es un trabajo duro, sin dudas, limpiar pisos; y a muchas no nos gusta
porque las condiciones previas de abusos nos facilitan el estar
hipersexualizadas, desnudarnos y aguantar hombres encima. No es gusto, es
simplemente “una pistola simbólica”. Ahora todos hablan de la “amiga” o “la
mujer que escribió la columna” y les gusta. Pero ¿por qué no dejamos de tirar
la conceptualización sobre las mujeres? ¿Por qué no cuestionamos a los hombres
demandantes de la industria sexual? ¿Es deseable, realmente, para una mujer
pensar que su padre, hermano, esposo o hijos, compran sexo?
Si es chévere y ‘empoderante’, ¿por qué lo hacen
mayoritariamente los pobres? ¿Quién compra sexo y por qué?: es tímido, tiene
una triste soledad o duelo, es discapacitado, no quiere compromiso (son las
razones que argumentan). ¿Bastan esas razones para que los derechos humanos de la
mitad de la población se vulneren para, finalmente, desahogar o salvar a los
varones de sus dolencias?
No es un ring de boxeo, es solo la necesidad de ver más allá
de lo que muestran los medios de comunicación, que apoyan una industria
poderosa que ve en nosotras un peligro y que a mí, hace dos años, intentó
asesinarme con tres balazos.
Claudia Yurley Quintero
Defensora de derechos humanos, directora de la Corporación
Anne Frank corporacionannefrank@gmail.com
Fuente
"Me han golpeado casi hasta morir": los desgarradores testimonios de ex actrices porno
12 FEBRERO 2020 -
Los testimonios de ex actrices porno exhiben no solo la
explotación laboral, sino que refuerza la idea de que la pornografía sólo está
al servicio de los placeres del hombre, utilizando una cultura de violencia y
violación
by REDACCIÓN
"Cualquier violación del cuerpo de una mujer puede
convertirse en sexo para los hombres; ésa es la verdad esencial de la
pornografía": Andrea Dworkin
La pornografía ha sido criticada entre corrientes feministas
que afirman está basada en la sumisión y violencia de la mujer. Y aunque
también hay voces del feminismo liberal que dicen que una mujer tiene derecho a
decidir sobre lo que sucede en su cuerpo, la realidad es que la industria del
porno ha sometido a cientos de mujeres a la explotación laboral y las han
expuesto a una violencia que no siempre es consensada, aunque en la pantalla se
vea lo contrario.
Cultura Colectiva recopiló los testimonios de algunas ex
actrices porno, quienes decidieron alzar la voz y denunciar la forma en la que
fueron humilladas y agredidas durante sus participaciones.
Los testimonios exhiben no solo la explotación laboral, sino
que refuerza la idea de que la pornografía sólo está al servicio de los
placeres del hombre, utilizando una cultura de violencia y violación en contra
de la mujer.
(Las imágenes que son utilizadas son sólo para ilustrar los
testimonios)
ALEX
"Una película tuvo la escena más atemorizante,
deprimente y brutal que he hecho. He tratado de quitarlo de mi memoria por el
severo abuso que recibí durante la filmación. El actor tenía un odio natural en
contra de las mujeres, en el sentido de que siempre ha sido más brutal de lo
que se requiere. Accedí a hacer la escena, pensando que me iba a pegar
solamente una vez en la cabeza. Si te das cuenta, él usó un anillo de oro
sólido todo el tiempo y siguió golpeándome con él. Detuve la escena a la mitad
porque me dolía demasiado".
JESSI
"Fue la cosa más horrible, vergonzosa y degradante.
Tuve que filmar un DVD interactivo, lo cual tarda horas y horas de filmación,
mientras tenía fiebre de 104 grados (Fahrenheit). Estuve llorando y me quería
ir pero mi agente no me dejó. Dijo que no me podía dejar flaquear. También hice
una escena en la que me pusieron con un actor que estaba en mi "lista de
no". Quería complacerlos, así que lo hice. Él me pisó la cabeza [...] Me
asusté y comencé a gritar. Dejaron de filmar y me enviaron a casa con una paga
reducida porque tenían sólo un poco de la toma y no toda la escena".
ANDI
"Después de un año de 'la vida glamourosa' tristemente
descubrí que las drogas y la bebida eran parte del estilo de vida. Comencé a
beber y estuve en fiestas hasta que se salió de control. La cocaína y el
éxtasis eran mis favoritas. Después de un poco, me convertí en alguien que no
quería ser. Después de hacer tantas escenas hardcore, no pude seguir. Sólo
recordé estar en situaciones horribles, experimentando depresión extrema,
estando sola y triste".
REGAN
"Me rompieron la cara. Muchas de las chicas estaban
llorando porque de verdad estaban adoloridas. Yo no podía respirar. Me pegaban
y ahorcaban. Estaba muy alterada y ellos no se detenían. Siguieron filmando.
Les pedí que apagaran la cámara y siguieron filmando".
JESSIE
"La gente en la industria del porno están entumecidos
en la vida real y son como zombis caminando. El abuso que sucede en la
industria es increíble. La forma en que estas jovencitas son tratadas es
realmente enfermizo y parece como un lavado de cerebro. Lo dejé por el trauma
que experimenté aunque sólo estuve un corto periodo de tiempo. Salí con mucha
gente de la industria, desde chicas contratadas hasta las gonzo. Todos tienen
el mismo problema. Todos están drogados. Es un estilo de vida vacío tratando de
llenar un vacío. Me hice adicta a la heroína y al crack. Casi entro en
sobredosis. Tuve momentos en los que me amenazaron con cuchillos. Me han
golpeado casi hasta morir".
GENEVIEVE
"El abuso y la degradación fue dura. Sudé y estaba en
un horrible dolor. Además de la experiencia horrorosa, todo mi cuerpo me dolía
y estaba molesta todo el día. Al director no le importaba cómo me sentía. Sólo
quería terminar el video".
MOLLY
"Fui forzada a entrar al porno por un chulo de Ft.
Lauderdale. Me envió en un avión a Nueva Jersey para filmar "abuso
facial". El manager de "abuso facial" me violó después de la
escena y me dio dinero para no denunciarlo. Aún no tengo propiedad del video.
Mi manager se gastaba alrededor de 100 dólares al día para mantenerme drogada".
ANÓNIMO
"Las actrices jóvenes sin experiencia son estafadas por
agentes que les dicen que estarán haciendo escenas sencillas, cuando en
realidad llegan y son brutalizadas para crear contenido que está claramente
hecho para hombres que odian a las mujeres. La industria sabe sobre esto, pero
como los creadores siempre tienen control sobre los actores, fingen que no pasa
nada".
ELIZABETH
"Me forzaron a recibir fluidos corporales en mi cara o
en cualquier lugar a donde el productor quisiera, y si yo no aceptaba, no me
pagaban. A veces tenías una escena en la que el productor cambiaría lo que
tendría que ser normal a algo más intenso, y si no te gustaba te decían:
"Si no te gusta, muy mal, lo haces o no te pagamos".
Estas mujeres no sólo denunciaron la violencia, sino que
señalaron "la gran mentira" que se repiten todas cuando entran a la
industria: "yo no voy a hacer algo que no quiera".
Pero no es así. Al final, sus testimonios reflejaron que
–sin un consenso- fueron víctimas de sistema que mantiene a la mujer como un
objeto sexual y subordinada al placer del hombre.
La Dra. Mary Anne Layden, Directora del Programa de Trauma Sexual y Psicopatología del Centro de Terapia Cognitiva, explica que la pornografía "puede enseñar no sólo comportamientos sexuales específicos, sino actitudes generales hacia las mujeres y los niños, cómo son las relaciones y la naturaleza de la sexualidad".
Fuente
Los vientres de
alquiler, una fábrica de sueños opaca en Ucrania
Por 24matins.es / AFP, publicado el 30 junio 2020
Olga, de 26 años, que en su segundo embarazo subrogado
espera gemelos para una pareja china, fotografiada el 12 de junio de 2020 en
Sophiya Borshchagivka, cerca de Kiev
La argentina Andrea Viez llora de alegría: tras nueve años
de fracasos y esperanzas, por fin sostiene a su hijo en brazos, nacido por
gestación subrogada en Ucrania. Un sueño tras el que se esconde una industria
turbia y próspera.
La pandemia de coronavirus ha centrado las miradas en este
sector en pleno crecimiento en Ucrania, uno de los raros países que autoriza la
gestación subrogada comercial para extranjeros.
A finales de abril, una gran clínica de Kiev llamó la
atención sobre el asunto al publicar un vídeo de decenas de bebés nacidos de
vientres de alquiler y que los padres no podían recuperar, debido al cierre de
fronteras.
Las imágenes dieron la vuelta al mundo, reforzando el
interés internacional por la gestación subrogada en este país, uno de los más
pobres de Europa, y con precios interesantes, unos 37.000 euros (unos 41.500
dólares) por gestación, dice a la AFP Serguii Antonov, jefe de un gabinete de
abogados especializado.
Caos total
Unas enfermeras cuidan de unos bebés recién nacidos el 15 de
mayo de 2020 en un hotel de Kiev© AFP Sergei Supinsky
Iniciada en Ucrania a principios de la década del 2000, esta
industria empezó a crecer exponencialmente hace cinco años tras la prohibición
de la gestación subrogada comercial para extranjeros en India y Tailandia.
No hay estadísticas públicas pero según estimaciones, entre
2.500 y 3.000 bebés nacen cada año en Ucrania para clientes de fuera del país.
Más de un tercio son chinos.
Oficialmente, solo las parejas heterosexuales casadas
reconocidas como infértiles se pueden beneficiar. Pero la ausencia de
legislación precisa deja en realidad la puerta abierta a todos o casi, mientras
que las madres de alquiler pueden ser víctimas de abusos, según Maryna Leguenka
de la ONG international “La Strada Ukraine”, que concede ayuda psicológica,
jurídica y médica a las mujeres.
“A menudo”, las ucranianas tienen problemas para que les den
el dinero prometido, dice a la AFP Olga Korsounova. A los 27 años, está en su
tercer embarazo subrogado, de los que uno fracasó.
Olga Korsunova, de 27 años, en su tercer embarazo subrogado,
hojea un libro de anatomía el 4 de junio de 2020 en su piso de alquiler en
Kiev© AFP Sergei Supinsky
La mayoría de las mujeres, pagadas en negro, esconden sus actividades
a su entorno y los “intermediarios deshonestos” aprovechan para “manipularlas”
y acaparar gran parte de la remuneración o la compensación prevista en caso de
complicaciones médicas, explica Korsounova.
A medida que se acerca el parto, las madres deben viajar a
Kiev donde son alojadas a veces en condiciones insalubres, dice el abogado
Serguii Antonov.
Algunos padres biológicos son también víctimas de estafa
financiera. Algunos, incluso descubren que sus hijos no tienen vínculo genético
con ellos, según Antonov. “Es el caos total”, resume.
Tiendas de bebés
“Mujeres poco escrupulosas no toman los medicamentos
prescritos, fuman o beben alcohol”, dice una Olga, de 26 años.
La argentina Andrea Viez y su marido posan con su marido,
nacido por maternidad subrogada, el 10 de junio de 2020 en un hotel en Kiev©
AFP Sergei Supinsky
En esta imprecisión legal, la policía sospecha que algunas
clínicas utilizan la gestación subrogada para encubrir la venta de menores. En
abril, la policía anunció que había desmantelado en Kiev un grupo criminal que
había traficado unos 150 bebés.
“Ucrania es una tienda de bebés en línea”, se alarmó
recientemente Mykola Kuleba, representante de la presidencia para los derechos
de los menores, y denunció la “explotación” de las ucranianas y pidió que se
prohíba esta práctica.
“No es explotación, nadie nos obliga” pero “vendemos una parte
de nuestra salud” para “escapar a la miseria”, dice Korsounova.
Soñaba con convertirse en ginecóloga pero empezó esta
actividad en 2014 cuando la guerra en el este de Ucrania la expulsó de su
domicilio y no tenía con qué vivir con su hijo.
Cada embarazo le da 350 mensuales y una remuneración final
de más de 13.300 euros después de dar a luz.
Olga ganaba menos de 120 euros por mes como camarera y
espera abrir un café gracias a su “honorario” de 13.300 euros.
“Estoy orgullosa de poder ofrecer bebés a personas que no
hubieran podido convertirse en padres de otra forma”, dice la joven, que dará a
luz gemelos pronto para una pareja china. “Pero si hubiera tenido un empleo
normal, está claro que no lo habría hecho”, agrega.
Fuente:
Explotación sexual en
el Territorio Nacional de La Pampa Central
PUBLICADO: 05 JULIO
2020
Por Margarita Bastián*
Acerca de la
prostitución.
En uno de los capítulos del libro "Historia y
Género", de los editores María
Herminia Di Liscia, María Eugenia Caviglia y Daniel Villar, se analiza la
prostitución en el entonces Territorio Nacional de La Pampa. La investigación,
a cargo de María Herminia Di Liscia, Ana María Rodríguez y María José Billorou,
expresa que en el entonces territorio, la prostitución se encuadra en una
ordenanza de 1911.
En la Argentina, la legislación sobre el tema comenzó en
1875, siguiendo los lineamientos generales de Francia, Italia, Inglaterra y
gran parte del mundo. La justificación moral de considerarla "un mal
necesario" como así el discurso higienista, provienen de Europa.
En nuestro territorio, tres poderes ejercían el control - el
municipio (político- administrativo), la policía (control) y la sanidad
(médicos). Los prostíbulos se denominaban "casas de tolerancia" o
"lenocinio". Estos "edificios" debían estar alejados de
escuelas e iglesias (entre 3 y 5 cuadras), no podían ostentar signos
exteriores, debían respetar los horarios, no podían ingresar varones menores de
18 años y debían mantener en secreto la actividad.
Según la reglamentación, existían pupilas y regentas,
consideradas también prostitutas. El control sanitario se realizaba dos veces
por semana y se asentaba en la libreta sanitaria. Cada mujer tenía que comprar
los elementos para la revisación: espéculo e irrigador. El
"lenocinio" funcionaba como un internado: no podían asomarse a las
ventanas, sólo salían dos veces a la semana (para ir al médico), no podían
hablar con los transeúntes ni concurrir a fiestas o carnavales.
Los registros encontrados, que fuentes son limitadas,
pertenecen a Caleufú y Uriburu. Las autoras de la investigación plantean lo
llamativo de las fotografías halladas. Dichos registros, similares a un
prontuario policial, se encuentran en el Archivo Histórico Provincial y
muestran imágenes de distintas mujeres, en muchos casos, con la misma
"escenografía" y algunas con la misma vestimenta.
Según las fuentes halladas, en casi 8 años se verifica el
movimiento de 105 prostitutas. Su permanencia es estacional, ya que rotan dado que "se variaba la
mercadería" para agradar a los clientes. La edad promedio de estas mujeres
es de 28 años, la mayoría solteras y en menor número, casadas y viudas.
Todas pobres.
En ese período, las "casas de tolerancia" o
"lenocinio" se ubicaban cerca de donde se llevaban a cabo actividades
económicas ligadas a la cosecha.
Recordemos que en los grandes centros urbanos, como Buenos Aires y
Rosario, las "exigencias" de la "clientela" requería de
mujeres "más sofisticadas". La trata de blancas en nuestro país se
orientó particularmente hacia las mujeres polacas, "captadas" por
redes mafiosas mediante engaños y que, gracias al accionar de anarquistas y
socialistas se pudieron llevar a cabo accciones para defenderlas.
En el Archivo Historici Provincial, además del trabajo
realizado por el Instituto Interdisciplinario de la Mujer perteneciente a la
Universidad Nacional de La Pampa, se encuentra documentación relacionada a Juan
Bautista Bairoleto. En uno de sus libros el investigador Hugo Chumbita menciona
que Bairoleto, que por entonces vivía en Eduardo Castex, se enamora de una
prostituta y por ese motivo se enfrenta con el gendarme Farache - quién también
la pretendía -, y le da muerte. Allí comienza la larga huída de Bairoleto hacia
tierras mendocinas.
Transcurrido el tiempo, el 28 de mayo de 2009, se puso fin a
los prostíbulos en Santa Rosa, gracias a la extraordinaria tarea de Mónica
Molina, desde su secretaría en la
Municipalidad de Santa Rosa, y junto a la militancia feminista. La trata de
blancas y la explotación del "comercio de la carne" continúan. El
negocio, unos de los más grandes de la historia de la humanidad, tiene una red
de implicados enorme.
Ninguna mujer nace para puta, como nos enseñó y nos sigue
enseñando Sonia Sánchez. El Estado debe crear las condiciones necesarias y
alternativas para terminar, como sostenemos las abolicionistas, con este
deshumanizante mercado. No somos moralistas. Sostenemos que hay que seguir
luchando para crear las oportunidades y sustento legal, priorizando al ser por
encima del "deber ser".
*docente
Fuente