Testimonio
La vida después de la
explotación sexual: "Cambié un infierno conocido por otro mucho más
incierto"
Los estremecedores relatos de la víctimas que intentan
volver a la sociedad. Cómo se sobrevive a la trata. El miedo a los proxenetas,
el desprecio, la falta de contención y de perspectivas para tener un trabajo
digno
Por Alejandro Marinelli 16 de diciembre de 2017
“Yo ya había aprendido a naturalizar las violaciones.
Pensaba en paisajes, en películas, en una ropa linda. Tenía al tipo encima y mi
cabeza volaba a otro lado. Para eso estaba preparada, lo hacía desde los 12
años”, dice Yeny (Foto: María Eugenia Cerutti)
Salió del prostíbulo con un bolso que tenía un peine, un
pintalabios, un espejito y un manojo de preservativos. En una mano llevaba una
botella de champagne que tomaba para adormecer el asco y que le serviría para
defenderse si alguno quería ponerse bravo. La encandilaron las luces de los
patrulleros que venían por la calle. Eran demasiados para una visita de las de
siempre. Sabía que pasaba algo pero apuró el paso hacia el hotel. Siguió con el
plan y sólo pensó en lo que le dijo la encargada antes de salir. Había que
vaciarle la billetera al cliente. Pasaron un par de horas hasta que el tipo se
quedó sin plata. Fue entonces que volvió. Habían reventado el cabaret. Se
encontró a sus compañeras detenidas, antes de que las llevaran al juzgado.
Esa fue la última noche. No estaba aliviada por la llegada
de los policías, al contrario. Como dice, esa noche ya sentía que sólo
cambiaría un infierno conocido por otro mucho más incierto.
"Yo ya había aprendido a naturalizar las violaciones.
Tenía mis mecanismos. Pensaba en paisajes, en películas, en una ropa linda.
Tenía al tipo encima y mi cabeza volaba a otro lado. Para eso estaba preparada,
lo hacía desde los 12 años. Pero no estaba preparada para la vida que hay
afuera. No había estudiado, no tenía otro oficio. Donde iba, si no me conocían,
se daban cuenta de dónde venía. No tenía historia para contar ni currículum
para dejar".
Se llama distinto pero quiere que la nombren como Yeny.
Tiene 40 años y su identidad debe ser cuidada porque declaró en una causa
contra proxenetas. Algunas precisiones sobre ella se evitarán para que no la
puedan reconocer.
Lo que cuenta sobre sus noches de esas casi tres décadas
espanta. Habla de madrugadas que se terminaban al completar una fila de 25
tipos, de palizas, cocaína para subir, whisky para bajar y xilocaína para
tolerar dolores en sus lugares más lastimados. No hay eufemismos, Yeny usa las
palabras que son, no quiere edulcorar nada: "Mis días eran de esa manera,
con abusadores, tipos acabándome todo el tiempo. No lo cuento para dar lástima
sino para que se sepa de qué hablo cuando digo que ahora no la estoy pasando
mucho mejor. Podés pensar que exagero pero para mí no. Fue cambiar un infierno
conocido por otro que no".
Yeny tiene una custodia después de que recibiera amenazas de
otros antiguos proxenetas para que no se anime a testificar en contra de ellos.
(Foto: María Eugenia Cerutti)
La noche del allanamiento fue a mediados de 2013 en una
provincia de la Patagonia. A la semana Yeny fue a sacar la libreta sanitaria
con la idea de seguir en otro cabaret. Era lo único que se imaginaba haciendo.
Fueron un par de noches pero las condiciones eran aún peores y ya no lo toleró.
Ahí quiso que le pasara algo distinto. Una mañana entró a un hotel y pidió
trabajo de limpieza. El dueño le dijo que era demasiado linda para hacer eso y
le sonrió.
"En un pueblo chico, los que no te conocen te adivinan.
Encima yo todavía estaba teñida y vestida con mis ropas y era fácil darse
cuenta de dónde venía. Si los que tomaban eran hombres o te insinuaban o te
rechazaban. Las mujeres te rechazaban todas. Estaba pidiendo limpiar los baños
y me decían que no. Así tardás poco en volver a un puterío. Sabés que ahí al
menos morfas y tenés donde dormir", relata sobre esos primeros tiempos.
Cuando ya estaba con la guardia demasiado baja, le llegó la
noticia de que se vendía la casa de sus viejos y que podía cobrar algo de la
sucesión. Le recomendaron un abogado y empezó a hacer los trámites. Cuenta que
él le decía que los honorarios los hablarían cuando saliera el juicio. Ella se
había entusiasmado con cobrar una plata para comprar algo de un ambiente y
esperaba noticias del abogado con ansiedad. "Hasta que una tarde me pide
que vaya al estudio. Llegué y no había nadie. Me dijo que tenía que firmar unos
papeles, se me acercó y me dijo que le pagara los honorarios en 'especies'. Lo
insulté y me mandé mudar. ¿Cómo podía confiar yo en alguien si los tipos que te
tienen que cuidar y asesorar te agreden también?", se pregunta sin mucha
respuesta.
Yeny aceptó declarar en una de las causas contra los dueños
del prostíbulo. Durante ese proceso estuvo en el programa de protección de
testigos. Sintió que colaboró con la condena pero cree que lo que más le sirvió
fue entender que ella había sido víctima tanto de los acusados como del Estado.
"Al principio pensaba que ellos me protegían y que el Estado no debía
hacer nada por mí. Pero al tener que determinar las responsabilidades de cada
uno y de contar con detalle lo que me hacían, lo que hacía la policía y
funcionarios judiciales, entendí que yo no era culpable, que no lo había
generado yo".
Por la ley de trata las víctimas deben recibir asistencia
psicológica, médica, alojamiento, comida, dinero, capacitación laboral y ayuda
en búsqueda de empleo
A partir de la reforma a la ley de trata en 2012, las
víctimas deben recibir asistencia psicológica, médica, alojamiento, comida,
dinero, capacitación laboral y ayuda en búsqueda de empleo. A pesar de que es
legal las experiencias son muy dispares. Algunas reciben parte de estas ayudas
y quedan rengas en otras. Muchas reciben poco y nada. "Ahora tengo tres
hijos y estoy sola. El dinero que me da el Gobierno no me alcanza para
sostenernos todos. Pude por fin estar en una casita linda para mis nenes y la
semana pasada me dijeron: 'Me parece que te vas a tener que mudar porque es muy
cara'. Lo que pido es legal. No es que lo estoy mendigando. Me
corresponde", cuenta Yeny, que tiene una custodia después de que recibiera
amenazas de otros antiguos proxenetas para que no se anime a testificar en
contra de ellos.
Cuando se discute sobre la trata de mujeres en prostíbulos,
muchas voces se sostiene que al no haber situación de cautiverio las víctimas
tienen libertad para decidir irse, no como las personas secuestradas.
A Zaida Gatti, encargada del Programa Nacional de Rescate y
Acompañamiento a las Personas Damnificadas por la Trata del Ministerio de
Justicia, le interesa incorporar una mirada distinta al problema: "Hay una
confusión respecto de lo que significa la libertad en esos casos. La mayoría de
esas chicas están endeudadas con los proxenetas, alejadas de sus familias.
Ellas sufren una enorme cadena de abusos y cuando se quejan les dicen: 'si no
te gusta esto andate'. Si la víctima se va no tiene dónde ir y, al poco tiempo,
después de pasarla muy mal vuelve al prostíbulo. Entonces incluso ella cree
falsamente que es libre de decidir su suerte, pero no es así".
"Hay muchas víctimas que no logran visualizar lo que
les sucede como maltrato. Las que se van vuelven porque ese lugar es su
referencia, confunden la situación de control a las que las sometían y creen
que las cuidaban", agrega.
Alika Kinan sufrió la explotación sexual cuando a los 18
aceptó un trabajo como moza en Tierra del fuego para poder mantener a su
hermanita. El lugar resultó ser “Sheik”, uno de los prostíbulos más conocidos
de Ushuaia (Foto: María Eugenia Cerutti)
La historia de Alika Kinan (41) se parece en parte. Hay
relatos de lo que sufrió en los prostíbulos que se asemejan a los de Yeny. Ella
también estuvo en un allanamiento en la Patagonia, en este caso en Ushuaia, y a
partir de esa noche dejó la prostitución. Alika habla distinto. Sus frases son
más elaboradas, se nota su paso adolescente por una escuela alemana y una
comodidad pasajera que Yeny no tuvo. A los 18 años su madre la abandonó junto a
una hermana menor y se quedó sin nada de lo que tenía. Cuando le faltó la
comida decidió aceptar una oferta de un bar de Tierra del Fuego para hacer de
moza. El lugar resultó ser "Sheik", uno de los prostíbulos más
conocidos de Ushuaia, alimentado por lugareños, marineros y turistas de
cruceros. Dieciséis años pasaron hasta que Alika se despidió definitivamente de
ese lugar, tras un operativo como el que contó Yeny.
Cuando esa noche vio a la Gendarmería, Alika pensó que la
iban a llevar presa. Tenía una visión muy distorsionada de la realidad. De
tanto repetir un relato se lo había creído. "El dueño nos había armado una
historia que teníamos que decir: que éramos amigas, que habíamos salido a tomar
algo entre nosotras, que ahí no había más prostitución. Por eso nos sentíamos
cómplices en lugar de víctimas", contó Kinan. Para ella, entender esa
diferencia fue el primer paso.
"Al principio no entendés nada de lo que te sucede.
Querés matar a la fiscal porque te deja sin trabajo ni casa. La primera reacción
nuestra era defender a los proxenetas. Es un proceso que cuesta mucho y que
toma tiempo", explica Alika, quien fue la primera víctima de trata en
querellar a los proxenetas y también al Estado.
“Sheik”, uno de los
prostíbulos más conocidos de Ushuaia, alimentado por lugareños, marineros y
turistas de cruceros
En ese proceso, preparando sus testimonios y revisando su
historia empezó a entender que ella no había decidido estar ahí, como le habían
hecho creer. "Vos no lo elegís, estás allí sin posibilidad ni herramientas
para salir. Ninguna mujer que está ahí adentro y que realmente vive lo que es
la noche puede quererlo. Pero del otro lado hay gente poderosa, con vínculos
con la policía, con los políticos, con la Justicia. Es demasiado para una mujer
sola".
La vida afuera le resultó también muy hostil. Cuando juntó
fuerzas y sus mejores ropas fue a un hotel en la avenida Maipú, de Ushuaia. No
era como el hotel donde fue a pedir trabajo Yeny. Era un lugar muy elegante
cerca del puerto. Con bastante vergüenza fue a hablar con el encargado.
"Me miró de arriba a abajo y se rió en mi cara. 'Esto no es un
prostíbulo', me dijo. Vos estabas peleando con vos misma y encima la sociedad
se burlaba de vos", recuerda.
Para Alika, hay muchas cosas que serán imposibles de reparar
pero cree que con contención y ayuda económia la elección de volver a caer en
un prostíbulo se aleja. Ella dejó dos veces "Sheik", la primera fue
para irse a Barcelona con un español, guardaespaldas y especialista en artes
marciales, que le prometió bellezas europeas. Pero al llegar a Cataluña la
obligó a seguir prostituyéndose para que lo mantenga. Alika tuvo tres hijas con
el español, pero en una noche de llanto volvió a llamar a los dueños de
"Sheik". Ellos le mandaron pasajes y pudo volverse a la Argentina.
“Nadie puede querer
vivir explotada. Pero del otro lado hay gente poderosa, con vínculos con la
policía, los políticos, la Justicia. Es demasiado para una mujer sola”, dice
Alika (Foto: María Eugenia Cerutti)
"Si vos te podés mantener, si tenés cómo vivir y comer,
tus chances de salir aumentan mucho", sostiene y también reclama: "El
Estado permite y genera muchas de las cosas que sufrimos, por eso luego tiene
que hacerse cargo", sostiene Alika, que hace unos meses fue distinguida
por el Departamento de Estado de EE.UU. por su lucha contra la trata.
"Los síntomas de estrés postraumático de víctimas de
explotación sexual están en rangos similares a las de los veteranos de guerra,
las mujeres golpeadas que requieren refugios, sobrevivientes de violación, y
las personas refugiadas por tortura inflingida por el Estado", señala
Marcela Rodríguez, coordinadora del Programa de Asesoramiento y Patrocinio para
Víctimas de Trata de Personas, que depende de la Defensoría General de la
Nación. Con esa información busca ilustrar el grado de indefención con el que
le toca enfrentar al mundo alguien que sale de la esfera de una red de
prostitución.
El Estado aparece como el destinatario de todos los pedidos
de ayuda. De su eficiencia depende que mujeres con situaciones críticas puedan
sacar la cabeza del agua. La subsecretaria de Acceso a la Justicia a nivel
nacional y coordinadora del Consejo Federal para la Lucha contra la Trata,
María Fernanda Rodríguez es la voz oficial sobre la respuesta en los primeros
tiempos en que la ayuda es imprescindible.
“Los síntomas de estrés postraumático de víctimas de
explotación sexual están en rangos similares a las de los veteranos de guerra”,
señala Marcela Rodríguez, coordinadora del Programa de Asesoramiento y Patrocinio
para Víctimas de Trata de Personas
"Luego de un allanamiento, el programa de rescate se
ocupa de la víctima. Se la traslada a un refugio. La acompaña un psicólogo, una
trabajadora social, hasta que da su testimonio a la Justicia. Luego se articula
el regreso a su provincia, o a su país, si es extranjera. En su lugar se
coordinará un subsidio y las posibilidades de que tengan un lugar donde vivir y
trabajo. No todas aceptan la ayuda, muchas creen que es estigmatizante y
prefieren que las familias no sepan lo que les ocurrió".
Respecto al derecho a la vivienda, Rodríguez detalla que la
ley garantiza una lugar para habitar, pero no la propiedad de un espacio.
"En el Consejo estamos impulsando el decomiso de los bienes de los
proxenetas para disponer de ellos. También, con la ley de víctimas tendremos un
fondo para gastos inmediatos y será más directo el resarcimiento".
Alika es muy crítica del rol del Estado para ayudar a salir
del mundo de explotación y abuso que viven las mujeres (Foto: María Eugenia
Cerutti)
Desde 2008, de las 11.453 víctimas de trata que fueron
liberadas, 6.148 fueron para explotación sexual. La mitad de ellas no nacieron
en la Argentina.
Respecto al rol estatal, Alika es muy crítica. Reconoce el
acompañamiento hasta el momento en que la víctima declara pero describe un desamparo
en todo lo que sucede después. "Son reenviadas a los lugares de donde
habían escapado, con familias violentas o casos de abuso. Nadie se puso a
pensar en eso. Después de seis meses, el apoyo económico se traduce en un
aporte de 3 ó 4 lucas. Son muy pocos los casos en los que la víctima es
reinsertada laboralmente. Se necesita plata para programas que promueban eso.
Para mí es alarmante que el Estado disponga de los bienes de los proxenetas,
ese dinero debe ser girado a las víctimas, sino, una vez más, vuelve a existir
una situación de sumisión, pero esta vez es al Estado".
Fuente
https://www.infobae.com/sociedad/2017/12/16/la-vida-despues-de-la-explotacion-sexual-cambie-un-infierno-conocido-por-otro-mucho-mas-incierto/
Nota: las imágenes y letra negrita con copia de la nota original