Me harté del abolicionismo de sillón. Basta. Me fui de todos
los grupos, me cansé de relatar cómo Orellano busca a las pibas acá, en la
esquina de mi casa, llena listas, gestiona un privado también cerca en donde
las pibas pueden retirar una caja de alimentos cada quince días a cambio de las
firmas. Mientras algunas se niegan a autodenominarse trabajadoras sexuales el
precio es quedarse sin la caja de la miseria. La semana pasada una mujer de más
50 que se para en la esquina hace 20 festejaba el kilo de yerba que vino. Otras
no quieren consumir más pero los clientes / prostituyentes se niegan a subirlas
a los autos sin esa condición. Súmale el forro que siguen sin querer usar.
Mientras Marga me preparaba una caja de alimentos para
tratar que esta semana X no vuelva a la calle llegaron dos víctimas de trata.
Rotas, sin conocerme una de ellas se agarró a mi brazo y lo apretó hasta
dejarme las marcas en la piel, una suerte de transferencia de dolor acumulado.
Ella, secuestrada a cuadras de mi casa me hizo pensar otra vez en lo
contradictorio que es decirnos abolicionistas y no movernos de nuestras pantallas
bajando línea (y no hablo de todas, pero si de aquellas que hoy gestionan en el
gobierno y no aparece nada).
De la otra compa no puedo ni hablar después de que nos
mostró cómo le rompieron los dientes, le cortaron su hermosa cabellera rizada y
dejaron huellas en partes de su cuerpo para aleccionarla.
Este estado que amplía derechos para todxs se está olvidando otra vez. No es un olvido casual. La trata y la prostitución, la explotación de cuerpos feminizados NO puede no ser agenda. Regular no es la salida pero es lo que tratan de imponer con el discurso liberal de mi cuerpo mi decisión. Hablen con ellas, las sobrevientes y hablemos después de elecciones.
del muro de Mariel Rosciano en facebook
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