Testimonio de prostitución
Elena Moncada: “Sin
convivencia policial, no hay trata”
Publicada el 02/07/2021 | por Martina Solomita
Se define como una mujer que sobrevivió a la peor de las
formas de la violencia de género: a la trata de personas. A pesar del horror
vivido, no se detiene y hoy lucha por los derechos de las mujeres para poner
fin a la explotación sexual en el país.
Cuando se habla de prostitución se discute desde diferentes
perspectivas: para algunos puede ser el oficio más viejo del mundo, para otros
es el empoderamiento de la mujer para hacer lo que quiera con su cuerpo y para
otro resto, defender la prostitución es defender el derecho del hombre de pagar
por el consentimiento de una mujer, es decir, una violación sistemática.
Después de vivir 18 años bajo el sometimiento de proxenetas,
Elena Moncada se define como una mujer que sobrevivió a la peor de las formas
de la violencia de género. Además, denuncia que hay un Estado “totalmente
ausente” y que, junto a una “convivencia policial”, permiten el funcionamiento de
prostíbulos y la violencia en la calle.
Esta sobreviviente de la trata exige políticas públicas que
“ayuden” a las mujeres prostituidas a dejar las calles y asegura que ve en la
abolición “un paso imprescindible en la lucha contra diferentes formas de
opresión” porque no quiere a las jóvenes “paradas en la esquina”, que entran
“en el mundo de la prostitución a los 13 o 14 años”.
Elena escribió dos libros (Yo elijo contar mi historia y
Después, la libertad) y ahora no sólo lucha por los derechos de las mujeres,
por el fin de la trata de personas y la explotación sexual en Argentina, sino
también acompaña a sus compañeras, como dice ella, que están en situación de
prostitución. Con su organización no gubernamental Mujeres en Actividad sale
por las noches a recorrer las esquinas de Santa Fe, donde vive, para ayudar a
quienes siguen atrapadas en ese sistema.
-¿Qué te hizo elegir
contar tu historia?
-Tenía unos 48 años y sentía que había vivido muchos, muchos
años por todo lo que me tocó pasar… Muchas noches, droga, alcohol, muchos
riesgos, mucha violencia y una lo había recontra naturalizado. Siempre decía
que iba a ponerlo en algún lugar donde ya no me doliera ni me molestara. No sé
si tenía la idea del libro en ese momento, pero tenía ganas de ponerlo en papel
y que alguien se haga cargo de algo que no era mío, según yo. Me parecía que ya
me dolía mucho estar con eso dando vueltas, para mí fue poner en palabras todo
esto que me pasaba.
-¿Cuándo tomaste la
decisión de abocarte a la militancia y al activismo?
-Nací en AMMAR CTA (Asociación de Mujeres Meretrices de la
Argentina), que eran trabajadoras sexuales. Ahí empecé mi militancia en
realidad, pero me di cuenta que para mí la prostitución no era trabajo y de a
poquito empecé a elegir sin saber que lo hacía.
Cuando se separa AMMAR por el año 2002, Graciela Collante,
Sonia Sánchez, Margarita Peralta, Argentina Ascona, Mimi Sifón, Martina Soriano
y yo nos quedamos con AMMAR Capital, que estaba en Flores, y ahí seguí
activando. Después me volví a mi ciudad natal, aquí en Santa Fe, con la idea de
hacer una organización: se llama Mujeres en Actividad y hace 12 años que
estamos trabajando.
-La pandemia sigue,
estamos en la segunda ola, ¿cómo se vive desde la organización Mujeres en
Actividad? ¿Qué problemas encontrás?
-Estamos en un momento muy crítico porque las compañeras el
año pasado estuvieron meses encerradas y después tuvieron que estar
escondiéndose de la Policía. Hoy hay mucha más violencia en la calle y el mundo
está enojado, les roban y las violan por dinero, pero también porque sí.
Además, el Estado está totalmente ausente, recién este mes nos dieron un bolsón
de mercadería, pero son siete productos de mala calidad y es la nada misma.
Ahora mismo estamos con una campaña para juntar frazadas y,
si viven lejos, recolectar dinero para comprar mercadería porque las compañeras
viven en casas muy precarias.
-Siempre decimos “sin
clientes, no hay trata”, pero ¿a quiénes ves como los verdaderos culpables de
que las mujeres sean prostituidas?
-Yo siempre digo que es muy bueno el eslogan “Sin clientes,
no hay trata” porque la verdad que sí sería lo ideal, pero como sobreviviente
del sistema prostituyente, yo Elena Moncada y me hago cargo, digo “sin
convivencia policial, no hay trata”.
Mujeres prostituidas van a haber siempre porque siempre
hubo, creo que así como se terminó con el esclavismo podemos abolir esto, por
eso soy abolicionista, pero me parece que tiene que ver muchísimo quién
habilita estos lugares. “Sin clientes, no hay trata” está bueno, vamos a concientizar
y me parece que eso es muy importante. Está bueno el eslogan, pero sin la
convivencia policial no hay trata.
-¿Qué rol cumple la
convivencia policial en el sistema prostituyente?
-La Policía está implicada en todo esto, hay prostíbulos que
no pueden estar habilitados, pero tienen un amparo policial, los jueces
deliberan lo que quieren y son los mismos que consumen. Entonces, juega el
papel de siempre, tenemos un Estado proxeneta y eso hay que decirlo.
-La postura
regulacionista ve a la prostitución como un trabajo más, que las relaciones de
dominación están en todos los ámbitos laborales…
-En realidad hay una sola mujer que está en esto del trabajo
sexual, que es Georgina Orellano, la secretaria general de AMMAR.
¿En Santa Fe hay trabajadoras sexuales? No. Cuando las
chicas van a la calle dicen “me voy a trabajar” porque no pueden decir me voy a
chupar un pene, hacer poses o hacer un completo. Todas dijimos en un momento
“me voy a trabajar”, lo tomamos de esa manera porque hasta que vos no ves que
es violencia, que te violan sistemáticamente, que corrés el riesgo de ser “Ni
una menos” todo el tiempo y todo eso hace que todas digamos que es trabajo,
pero en realidad no es un trabajo. La prostitución son violaciones sistemáticas
hacia los cuerpos de las mujeres, entonces no la podemos nombrar nunca como
trabajo.
-¿Qué se te cruza por
la cabeza cuando escuchas esas cosas?
-Mucha angustia e impotencia. Nadie quiere a sus hijas ni a
sus nietas paradas en la esquina. En los 18 años de prostitución he conocido
como mucho a cinco compañeras que han estado con sus hijas y nietas, en 18 años
el porcentaje es mínimo. No queremos a nuestras hijas, no queremos a las
jóvenes. Hay nenas de 12 años prostituidas y no es lo mejor que te podría
ocurrir.
Las estadísticas dicen que el 85% arrancaron en el mundo de
la prostitución a los 13 o 14 años, entonces el cuerpo a los 35 o 40 años está
sumamente explotado porque además hay que consumir drogas y alcohol para
anestesiarse, para no sentir.
-¿Qué busca el
abolicionismo?
No estamos en contra de las compañeras que están en las
esquinas, que es lo que las reglamentaristas quieren decir. Nosotras estamos
para garantizar los derechos de las compañeras, que se empoderen, que sepan que
tienen derecho a terminar de estudiar, a tener su casa, a tener su trabajo
digno.
-Desde varias
organizaciones piden separar trata y prostitución…
Se sostienen de esto para regularizar porque las
instituciones reglamentaristas lucran con el cuerpo de una piba prostituida,
que es secuestrada, seducida o
enamorada, que no es menos violento que el anterior. Además de eso, con
la vulnerabilidad y la pobreza que tiene la Argentina, ¿qué hacen los
captadores? Están atentos para ver qué mamá tiene tantas hijas y que
seguramente le dice “te presto plata” o “soy el novio de la nena”, porque hay
muchas maneras de entrarle a la pobreza y es lo que hacen los fiolos. La
prostitución y la trata son lo mismo.
-¿Por qué son lo
mismo?
-A mí no me llevaron secuestrada ni me pusieron droga, pero
me sedujeron, me llevaron a una casa con comodidades y nadie quiere volver a la
pobreza. Venís preparada para el mundo de la prostitución: me casé, entre los
17 y los 23 años tuve cuatro hijos y seguía siendo cada vez más pobre, cada vez
más ignorante. El tipo me estaba esperando, yo estaba servida para ser
prostituida. El famoso grillete con la cadena de la trata, que está en la pata
de la cama de la chica, acá es invisible.
-¿De qué forma se
representa ese grillete?
-Los tenemos en la cabeza porque nos dijeron que iban a
violar a nuestras hijas o matar a nuestros hijos. En mi época, se le pegaba un
tiro en la rodilla o se le cortaba la cara para que se acordara siempre del
fiolo cuando las mujeres se escapaban. Esto de la trata me supera porque tengo
compañeras en la esquina que no quieren estar ahí, entonces no se puede hablar
de trabajo cuando se ve claramente que hay un negocio que pide que le devuelvas
el dinero cuando saben que no lo vas a poder hacer.
-¿Cómo se puede
ayudar, desde el activismo, a las mujeres que se prostituyen y que no quieren
hacerlo más?
– Multiplicando que las mujeres no lo eligen y dejar de
decir con tanta liviandad que ellas están ahí porque quieren o porque no
quieren trabajar. El activismo puede hacer muchísimo, el feminismo siempre dice
“con mi cuerpo hago lo que quiero”, entonces ¿por qué hay feministas que dicen
“hay que reglamentar la prostitución, las mujeres tienen derecho”? No es así.
Tenemos que exigir políticas públicas al Estado para que las compañeras dejen
de estar en las esquinas, al menos pensar en las compañeras de 35 en adelante,
porque la psiquis queda hecha mierda pero capaz pueden hacer otras cosas. Me
parece importante que hablen las sobrevivientes del sistema prostituyente y del
Estado proxeneta.
-¿Qué medidas son urgentes
para luchar contra la trata? ¿Cómo se lograría una efectiva abolición de la
prostitución?
-Hay que exigir políticas públicas al Estado Nacional que
las empodere, que las ayude a pensarse de otra manera, como sujetas de derecho
y que no sean programas que se terminen rápidamente. Además, si bien hay una
ley contra la trata, no tiene presupuesto. Después de los procedimientos para
desmantelar los prostíbulos, no les dan un acompañamiento a las sobrevivientes
y las deudas que quedan las pagan sus hijas o nietas. Es muy fuerte, pero
tenemos que luchar haciendo prevención y promoción, tratar de no juzgar a las
mujeres.
Crédito fotografía: Diario La Capital
* Nota realizada en el marco de la cátedra Taller de
Periodismo Gráfico
Fuente:
https://auno.org.ar/elena-moncada-sin-convivencia-policial-no-hay-trata
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