Sonia Sánchez - Testimonio de prostitución
Sonia Sánchez:
'Ninguna mujer nace para puta', la historia de una sobreviviente de trata y
prostitución
Fue explotada sexualmente casi seis años. Aunque se defina a
sí misma como una sobreviviente, se abraza a la vida con pasión y dignidad.
Tuvo el valor y la fuerza interior para romper las cadenas de una de las peores
esclavitudes de esta época. Se enfrentó a lo que ella llama 'la soledad de la
puta' y en ese viaje subjetivo plagado de adversidades, deconstruyó y
reconstruyó su vida. Hoy es escritora, formadora y activista feminista. La
entrevistamos unos días antes de su participación en unas Jornadas
Internacionales sobre Trata y Prostitución de Mujeres que se celebran en
Madrid, organizadas por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a
Mujeres
Graciela Atencio — Feminicidio.net — 14/10/2015
España, Madrid - Resultó más fácil de lo que parecía
entrevistar a Sonia Sánchez por Skype, en vísperas de su primer viaje a Europa.
Mañana participa en las Jornadas Internacionales de prostitución y trata de
mujeres que se celebran en Madrid, invitada por la Comisión para la
Investigación de Malos Tratos a Mujeres.
Sonia Sánchez |
Su libro Ninguna mujer nace para puta, escrito a dos voces
junto a María Galindo, es un referente entre los ensayos en español sobre la
prostitución. En mi caso, hay un antes y un después de leerlo; el testimonio de
Sonia Sánchez, su desgarramiento interior, su catarsis de superviviente de la
prostitución y la trata y sus cuestionamientos, no pasan de largo, te sacuden
hacia la toma de conciencia. Te dejan una marca. Ella es una heroína del siglo
XXI que ha sobrevivido a una de las peores barbaries contemporáneas. Tiene la
fortuna de poder contarlo y transformar el mundo que la rodea con su relato
conmovedor, su discurso corrosivo y un optimismo desbordante.
La entrevista duró más de seis horas y se extendió por Skype
durante todo el fin de semana pasado.
Es imposible condensar su medio siglo de
vida en unas páginas, pero la charla, mis preguntas y las suyas fluyeron en un
encuentro a corazón abierto.
LA OSCURIDAD
- Empiezo con una pregunta a la que estarás acostumbrada que
te hagan: ¿Cómo llegaste a la prostitución?
- Tengo que remontarme
a una circunstancia y es que a los 15 años abandoné la escuela secundaria. Nací
en Villa Ángela, provincia del Chaco, rica en recursos naturales pero una de
las más empobrecidas de Argentina. Cansada de comer bien cada tres días, tenía
una hermana trabajando como empleada doméstica con cama adentro (interna) en
Buenos Aires y decidí buscarme la vida allí de la misma manera.
- ¿Tenías una familia numerosa?
- Sí, mi madre era
lavandera, trabajaba en casas como empleada doméstica por horas y mi padre era
albañil. Somos siete hermanas mujeres. La mayor de todas ellas era la que vivía
en la ciudad de Buenos Aires. La amiga de su patrona le pidió una mujer del
interior para tenerla como empleada doméstica. Me acuerdo que discutí con mi
madre porque ella no quería que viajara a buscar trabajo fuera de mi tierra.
Pero yo me decía a mí misma: “Quiero progresar”. Era la cuarta de las siete. Y
nada, así llegué con 16 años a la capital. La patrona me fue a esperar a la
terminal de Retiro con un cartelito que decía: “Sonia Sánchez”. Siempre digo
que los carteles han marcado mi vida. Fue fascinante llegar a una ciudad tan
grande, recuerdo pasar por la avenida Córdoba y ver un río de coches, pensaba:
“¡Guauuu! ¿Qué es esto?” Se me perdía la mirada hacia el cielo, ver tantos
edificios altos. Me llevaron al barrio de Floresta, a una casa muy grande de
dos plantas.
- Tenía que hacer todas
las labores de la casa: lavar, planchar, limpiar y cocinar. Me acuerdo de que
me levantaba a las cinco de la mañana y me acostaba a la una de la madrugada.
Duchar a las nenas, prepararles el desayuno, así empezaba mi día. Solo
descansaba los domingos por la tarde pero trabajaba de lunes a domingo.
Entonces esa media tarde que tenía libre, leía el diario Clarín y encontraba en
los avisos clasificados que pedían empleada doméstica, ofrecían mucho más plata
de la que a mí me pagaban… Yo mandaba todo lo que ganaba a mi madre hasta que a
los seis meses me cansé, había venido a Buenos Aires para progresar y ayudar a
mi familia. Así que le pedí un aumento a la patrona y no me lo quiso dar
porque, claro, era menor de edad, estaba sola y lejos de mi familia. Hoy puedo
entender que era explotada laboralmente. Le dije a mi patrona que se buscara a
otra persona y me sustituyeron por una niña paraguaya pagándole exactamente lo
mismo que a mí. Ahí empezó la violencia
en mi vida. Me pusieron de patitas en la calle y tuve que buscar un hotel muy
económico del barrio donde dormir.
- Pagué un hotel que
me alcanzó para 15 días y en ese momento entré en otra dimensión en la que me
desconecté de todo lo que me rodeaba. Mi hermana también había cambiado de
trabajo y perdí su teléfono. Hace más de 30 años no existían los celulares
(móviles) y no me podía comunicar con mi familia del Chaco porque no tenía ni
luz ni teléfono. Así que cuando se me acabó la plata, el dueño del hotel me
quitó la poca ropa que tenía y me quedé en la calle nada más que con lo puesto,
un vestido y mi cartera con los documentos. Me vine a la plaza Flores y después
caminé hasta la plaza Once, en el centro. Me acuerdo de que caminé más de 60
cuadras. Allí estuve viviendo un tiempo y pasé las fiestas de fin de año.
Dormía durante el día en los trenes, donde me sentía protegida y de noche me
quedaba despierta, no hacía ranchada con nadie.
- ¿Qué significa ranchada?
- Ranchada se llama a
la gente que vive en la calle, se juntan tres, cuatro o cinco personas con colchones
que recogen de la basura y duermen todos juntos, comen todos juntos, como si
fuesen una familia de la calle. Existen las ranchadas de personas adultas y
ranchadas de adolescentes.
- ¿Cuánto tiempo viviste en la calle?
- Viví cinco meses en
Plaza Once. Me quedaba despierta toda la noche para protegerme de posibles
agresiones. Comía lo que encontraba en la basura porque no sabía pedir. Empecé
a enflaquecer por el hambre. La calle es el espacio más vulnerable para las
mujeres. Estás a merced de todas y de todos. Ahora pienso, si hubiera podido
terminar la escuela secundaria, si hubiera tenido una educación liberadora, si
mis maestros me hubieran dicho: “No viajes a buscar trabajo a un lugar extraño
porque no todas las personas que viajan, que migran, progresan”. Si hubiese
podido partirle la puerta de la casa al intendente de mi pueblo para exigirle
trabajo, educación, porque para eso están nuestros gobernantes, ¿no? Si hubiese
tenido todo eso, no hubiera migrado.
- Tu historia es la de muchas migrantes que vienen a España
a buscar trabajo y luego resulta que son engañadas y obligadas a prostituirse.
- Al final se migra
para sobrevivir. En la prostitución no se vive, se sobrevive. Cuando vivía en
la calle no sabía que existían las putas ni los varones prostituyentes. Tampoco
sabía que existían los fiolos (proxenetas). En la pobreza del Chaco, mi vida
era la de una niña inocente, aunque siempre trabajé. Coseché algodón desde los
cinco años, era empleada doméstica, estudiaba y en mi adolescencia, los sábados
iba a bailar.
- En la gran ciudad,
sola y desamparada, no sabía nada, no me juntaba con nadie y no hacía
ranchada, así que seguí buscando
trabajo. Los posibles empleadores me respondían que una persona que vive en una
plaza no tiene domicilio legal y no me daban trabajo. Y así el mundo te va
expulsando. Ya al tercer día que vivís en la calle te convertís en mugre… No
tenía donde lavarme ni donde limpiar la ropa. En ese entorno, veía todos los
días a mujeres que estaban sentadas en la plaza y me preguntaba: ¿qué estarán
haciendo estas mujeres? Pensaba que estarían descansando antes de volver a sus
casas. ¡Vos mirá la inocencia de mis 16 años! Hubo una que me produjo empatía,
una mujer que en esa época tendría 50 años. Me acerqué a ella y le conté mi historia.
Me dio plata para que me comprara champú, crema de enjuague y monedas para
pagar la ducha pública de la estación de trenes. Me dijo: “Después vení y
sentate aquí en la plaza”. Hice exactamente lo que me dijo y cuando volví, le
pregunté: “¿Y ahora qué hago?”. Y me respondió: “Nada, sentate en el banco, que
los hombres van a hacer todo”. Nunca más en mi puta vida me voy a olvidar de
esa frase que me marcó para siempre. Así los hombres me hicieron la puta de
todas y de todos… No recuerdo el primer varón que me prostituyó. En mi memoria
borrosa me veo entrando sola a un hotel de pasajeros y con un plato de comida
caliente en la mano. Una semana después la policía me llevó presa por primera
vez y me enteré en ese momento que en la provincia de Buenos Aires se castigaba
con cárcel a las prostitutas que estaban en la calle. ¿Y sabés por qué me
detuvieron? Porque no tenía fiolo (proxeneta). La policía te obligaba a tener
fiolo. ¿Cómo se le llama en España a un fiolo?
- Chulo. Pero ¿la policía te preguntó directamente si tenías
chulo?
- Sí, por la coima
(mordida). Lo que quería la policía era su cuota. Cuando le dije que no tenía
fiolo me llevaron al Departamento de Moralidad. Fue en el 83, todavía estaba la
dictadura, justo antes de que volviera la democracia. Y como no tenía un chulo
ni pagaba la mordida, la policía se lo cobraba con la privación de mi libertad.
Las mujeres que tenían proxeneta no eran detenidas. Acá en Argentina las llaman
locas sueltas a las putas que no tienen fiolo. Yo nunca tuve fiolo.
- ¿Es más duro ser autónoma en el mundo de la prostitución?
- En la prostitución
las mujeres no tienen autonomía ni libertad, sos coaccionada de una manera u
otra por el varón de turno, por el fiolo o el Estado capitalista. Las que lo
eligen son muy pocas y se supone que por ejemplo, las putas VIP lo eligen con
total libertad pero eso no es verdad porque son esclavas de sus lujos y el
producto de un capitalismo feroz que nos construye deseos consumistas
innecesarios.
- Nos quedamos en que te detuvieron y descubriste que las
putas que no tenían fiolo eran hostigadas por la policía e iban a la cárcel.
- He llegado a estar
tres horas libre después de salir y volver a estar otros 21 días detenida de
nuevo. Iba a una cárcel solo para putas que había construido Perón y que hoy
funciona como escuela de suboficiales de la Policía Federal. En esa época,
vivía presa la mayor parte del tiempo. Y en la cárcel la policía te enseña a
odiar a otras mujeres.
- ¿Por qué?
- Nos encerraban a dos
o tres mujeres en el mismo calabozo. Cuando traían a las prostituidas de los
clubs privados, las whiskerías y los bares que tenían arreglos con la policía,
esas mujeres se quedaban detenidas solo un par de horas. Ni siquiera entraban
al calabozo, les tomaban las huellas digitales hasta que llegaba el fiolo o el
dueño del lugar, que pagaban una multa grande y se llevaban a las chicas de su
club. Y esto lo veíamos las putas de la calle que nos pasábamos encerradas 21
días. La policía nos aleccionaba sobre las chicas que no eran como nosotras.
Ellas iban bien vestidas, con olor a perfume mientras nosotras nos quedábamos
ahí tiradas. Después tuve que hacer un trabajo interior muy fuerte para sacarme
esa rabia. Me di cuenta de que ese encierro y esa discriminación nos enseñaban
a odiar a las otras mujeres.
- ¿Crees que los hombres del mundo de la prostitución y la
trata: clientes, proxenetas y policía generan competencia entre las mujeres?
- Sí, totalmente.
Ellos lo fomentan con mucha crueldad. Crean distintas categorías de putas.
Están, por un lado, las de los lugares cerrados y se supone que estas son las
que más ganan. En la práctica no es así porque los dueños de los prostíbulos se
quedan con casi toda la plata de los servicios. Después están las putas de la
calle, que son las más baratas entre comillas. Y esas, le tienen que dar parte
de lo que ganan a su fiolo…
-…Un día me cansé de
ir presa y de pelearme con la policía por no tener fiolo, así que decidí buscar
trabajo. Me compré el diario Clarín –a punto de cumplir 17 años- y encontré un
aviso: “Se necesita camarera. Buena paga. En el sur, Río Gallegos”. Aparecía un
número telefónico. Llamé y me citaron en una oficina de la calle Independencia,
en Once. Me recibió un hombre. Le expliqué que necesitaba el trabajo de camarera, pero no tenía experiencia. Me lo dio
y me pagó el pasaje de avión. Al día siguiente, cuando llegué a Río Gallegos me
esperaba otro señor con otro cartelito que decía lo mismo que la vez anterior:
“Sonia Sánchez”. Me llevó a un bar, donde me recibió una mujer que hoy es una
de las grandes traficantes de mujeres del sur de Argentina. En Santa Cruz (la
provincia a la que pertenece la ciudad de Río Gallegos) hay cinco familias de
fiolos que trafican mujeres, manejan toda la provincia y son millonarios
gracias a la complicidad de los políticos de Argentina. Además son peronistas.
Por eso, el segundo libro que estoy escribiendo se llama Ni puta ni peronista.
- Cuando yo le doy mi
DNI, el dueño del local me dice que no voy a trabajar de camarera sino de puta.
Se trataba del prostíbulo VIP de la ciudad en esos años y allí nos explotaban a
10 mujeres muy jovencitas, casi todas de 17 años como yo que veníamos de varias
provincias. Nos daban ropa de calidad y tacones que después nos cobraban
descontándonos el coste de nuestros sueldo. Era el único prostíbulo de la zona
que tenía televisor color y lo habían traído de España. Estaba encendido las 24
horas con películas pornográficas.
- ¿El prostíbulo funcionaba las 24 horas?
- Sí, claro, y nos
obligaban a atender a los hombres a cualquier hora. Solo descansábamos dos o
tres horas y de nuevo a la explotación. Nosotras no manejábamos el dinero, nos
daban una pulserita en la que contabilizábamos las penetraciones… También nos
descontaban del sueldo la comida. A veces llegábamos a atender a decenas de
hombres en un día. Al poco tiempo de llegar me hicieron un bautismo: una
violación masiva de 25 hombres traídos por cinco amigos de la casa (los que
pagaban el ritual), de siete de la tarde a siete de la mañana. El bautismo se
practicaba con cada puta nueva que llegaba a local. Se probaba toda la carne
nueva. Esa noche se hacía buena caja y el local se cerraba para que se llevara
a cabo el ritual.
- Aquí a los dueños de prostíbulos se los llama empresarios
de clubes de alterne. ¿Conociste a algún proxeneta bueno?
- No existen los
empresarios de la prostitución buenos. ¡Ni en las películas de Hollywood
existen! Yo me escapé del prostíbulo, pero te juro que a día de hoy no recuerdo
cómo lo hice. Recuerdo que hace dos años entré en un ataque de pánico,
empezaron a salir fotografías en mi memoria, traslados vinculados a mi
situación de trata… Recién ahora están brotando todo el miedo y el dolor
soportados… Estuve alrededor de cinco meses secuestrada y nunca vi un peso de
lo que ganaba.
- ¿El prostíbulo en el que fuiste explotada sexualmente
continúa abierto?
- Si, el dueño hoy es
millonario y también tiene otros dos macroprostíbulos, uno en Río Gallegos y
otro en El Calafate, a tres cuadras de la mansión de Cristina Kirchner, la
presidenta de este país. Hace dos años ayudé a una menor de 17 años que fue
rescatada de uno de esos prostíbulos. Este hombre fue denunciado ante la
Justicia, lo detuvieron y a las horas quedó en libertad. La cosa ha empeorado
en Río Gallegos desde que fui prostituida allí. Ahora hay 80 prostíbulos, en
una ciudad con apenas 100.000 habitantes. Por otro lado, el norte de Argentina
es la cuna de las putas: Salta, Formosa, Tucumán, Chaco son provincias muy
pobres y las chicas salen de sus pueblos huyendo de la miseria. El 90% de las niñas y adolescentes traficadas
en Argentina caen en las mafias de la prostitución buscando trabajo.
- ¿Qué pasó después de que te escapaste del prostíbulo?
- La huida duró varios
meses desde que salí de Río Gallegos hasta que volví a Buenos Aires. Llegué a
pesar 44 kilos y estaba súper consumida, no recuerdo nada de nada de esa época.
- A veces es bueno olvidar.
- Pero no fue algo
voluntario, de hecho, como te dije antes, estoy volviendo a recordar… Me veo
parada a dos calles de la plaza Flores, la primera plaza de Buenos Aires que
conocí. Me veo otra vez en la calle. Al final era lo único que conocía de la
ciudad, la plaza Flores es el cementerio de las putas.
- ¿Por qué?
- Porque es una zona
de oferta de prostitución. Y están las más viejas, las que mueren como putas.
Volví a esa plaza en el 87, cinco años después de que llegué a Buenos Aires. No
sabía en qué día y año vivía… tu cabeza solo funciona para intentar sobrevivir.
- ¿Cuánto tiempo más hiciste la calle?
- Año y algo, hasta
que un día, a las dos y media de la tarde, en el barrio de Flores me levantó un
prostituyente en su coche. Arreglamos un precio y nos fuimos a un hotel. Dentro
de la habitación me atreví a decir ‘no’ a una cosa que me pidió y el tipo me
cagó a palos. Cuando cuento esto insisto en que las mujeres prostituidas no
pueden decir ‘no’, no son libres, sino objetos de uso y abuso de los hombres. Y
a muchas las matan porque se niegan a someterse a torturas o violencia extrema.
El tipo me rompió la nariz y el tímpano, toda ensangrentada logré llegar a la
puerta y la golpeé fuerte para que me escuchara el conserje. Si no hubiese
entrado a la habitación hoy no estaría viva. El conserje llamó a la policía
pero la cosa quedó en una mordida que el prostituyente le dio a la policía. Y a
mí, en lugar de llevarme al hospital me metieron en un calabozo. Esa noche
toqué fondo… fue la noche más larga y más profunda de mi vida. También la más
liberadora. Tuve que llegar hasta ahí para decir: ¡Basta! Tuve que romper con
la falsa imagen de la puta que va siempre sonriendo, comiéndose la vida en una
puta esquina, con ese falso discurso: “soy yo la que pone el precio, la que
decido, la que entro y salgo de una negociación cuando quiero…”. Tuve que
deshacerme de esas estúpidas ideas, ese falso orgullo y esas falsas tomas de
decisiones. En esa noche negra me acuerdo que lloré, lloré y lloré; era un
monstruo del llanto.
- ¿Estabas sola?
- Sí, la policía me
había soltado. Me acuerdo de que en casa había un espejo muy grande, cuando
vuelvo en mí después de llorar y llorar durante horas, me veo frente al espejo
y creo que fue la primera vez en mi vida que me vi a mí misma. Esa noche no
huí. Yo vivo maquillada siempre, las putas viven pintadas, es un acto muy
mecánico, tratás de pintarte rápido para no ver lo que te devuelve el espejo.
Por primera vez en mi puta vida no huí, me quedé frente a ese espejo, y lo que
me devolvió ese espejo no era la Sonia de 16 años que emigró para buscar un
trabajo y progresar. Tampoco me vi la mujer en situación de prostitución de la
que hablan las feministas, ni la trabajadora sexual de la que hablan las
trabajadoras sexuales que reclaman derechos laborales. Me vi la puta. La puta
de todas y de todos. La puta de la sociedad y del Estado patriarcal. Necesitaba
sacar esa palabra de mi cuerpo. Necesitaba decir en voz alta: PUTA. Fue muy
doloroso y por eso respeto y comprendo a las mujeres prostituidas que no se
atreven a pronunciarla, a aquellas que dicen trabajo sexual y las que se
refieren a las mujeres en situación de prostitución para no decirla… comprendo
que rechacen la palabra puta. Asumir la identidad de puta es lo que me permitió
dejar de maquillar la violencia. A partir de entonces empecé a llamar a las
cosas por su nombre y esa misma noche tiré a la basura todos mis disfraces de puta:
tacones, shorts, peluca, porque los tipos acá querían que las putas fuesen
rubias y de pelo largo y yo era una negra que necesitaba comprarse pelucas
rubias, así que también tiré la peluca. Esa noche me pregunté: "¿Quién
soy?" y me deshice de todas las identidades alquiladas.
- ¿Tuviste amigas?
- En ese mundo no hay
amistad, hay complicidades. En la
prostitución no se puede cultivar afectos. Todo es abuso, todo es comercio. No
hay amistad, no hay amor.
- O sea que nunca te enamoraste de alguno de los hombres con
los que estuviste.
- No, no me enamoré de
ninguno. En la prostitución no hay afecto ni caricias ni abrazos. Hay manoseos
y violencia. Cómo te vas a enamorar de alguien que te manosea, que te viola.
Que te paga para penetrarte como él quiere.
- ¿Crees en el eslogan “Los hombres de verdad no compran
mujeres”?
- Y bueno, los hombres
tienen que construir una nueva masculinidad y dejar de ir de putas.
LA LUZ
- ¿Cómo fueron los días siguientes a la noche más oscura de
tu vida?
- Decidí buscarme un trabajo
pero claro, no tenía currículum. Me planteé: “Lo único que voy a decir es que
soy Sonia Sánchez, chaqueña y recién llegada a la ciudad de Buenos Aires”.
Conseguí empleo en una fábrica de cucuruchos de helado. Ahí me recuperé.
Pensaba y pensaba mientras clasificaba cucuruchos que se distribuían en
heladerías de todo tipo, desde barrios bacanes (de clase alta) hasta los más
pobres como la villa (chabola) 38. Cuando salía de la fábrica me iba a caminar
a la avenida Corrientes, me metía en las librerías y me pasaba horas leyendo
los libros que no me podía comprar.
- Empecé a recuperar
mi cuerpo, me pasaba un montón de tiempo debajo de la ducha, me daba largas
duchas… Y ahí me di cuenta de que cuando te hacen la puta de todas y de todos,
tu cuerpo no te pertenece. Tu cuerpo es alquilado una y otra vez a tu fiolo. Si
mi cuerpo no me pertenecía cuando era puta, yo debía recuperarlo, y recuperar
significa conocer. ¡Todo lo que me costó perder la vergüenza de verme desnuda
bajo la ducha! Tuve que aprender a acariciar porque la puta no sabe acariciar.
También debajo de la ducha. Sola. Cuando empecé a acariciarme a mí misma me di
cuenta de que estaba aprendiendo a quererme. Muchos meses me llevó poder decir:
¡Este cuerpo es mío! Empecé a aceptarme como soy y a tener voz propia. Fue un
proceso rico en emociones y sensaciones. La prostitución tiene una dialéctica:
dentro de la prostitución buscaba las puertas de salida y no quería hablar como
todas las mujeres prostituidas pero al mismo tiempo cuando intentaba salir me
encontraba con que existía un discurso, el de la trabajadora sexual, que no me
dejaba que tuviera mi propio discurso, mi propia subjetividad... Desde entonces
trabajo mucho con mi persona y me cultivo, leo mucho, me gusta aquello que
tenga que ver con los problemas
sociales, la filosofía, aunque a veces no la entiendo, me encanta leer
filosofía; también me gusta la psicología. Todo esto lo conseguí cuando me vi a
mí misma. ¡La puta no se ve a sí misma, hermana! La puta no mira su cuerpo
porque su cuerpo es un campo de batalla. Y por eso una lo rechaza.
- Después conocí a mi
primera pareja, Roberto, el padre de mi hijo, Axel, que hoy tiene 19 años. Tuve
cinco abortos dentro de la prostitución, por eso también soy una luchadora y
defensora del aborto legal, seguro y gratuito. Mi hijo es un gran compañero,
desde los cuatro años me acompaña a todas partes, él sabe mi historia. Nunca le
oculté nada, no me gusta ocultar nada de mi vida. Y como sabía que a mi hijo le
iba a caer algún día el insulto hijo de puta, lo eduqué con las herramientas
necesarias para que se defendiera desde la no-violencia. Mi hijo nunca se irá
de putas, entre otras cosas, porque es un varón feminista.
- A todos los varones
que han pasado por mi vida les conté mi historia debido a que por mi activismo
soy una mujer pública. Desde que cambié de vida siempre les dejé claro que no
podían cruzar la barrera del maltrato.
- Puedes sostener relaciones igualitarias.
- ¿Sabes por qué?
Porque lo único que la prostitución no pudo destruir en mí fue la capacidad de
amar. Por eso yo no odio. Las mujeres me preguntan a veces: “¿Vos no odiás a
los varones con todo lo que te hicieron?” No puedo sentir odio, si sintiera
odio, todas esas personas que me hicieron daño seguirían viviendo en mí.
- ¿Haces terapia?
- No hago terapia
entre cuatro paredes ni con psiquiatra ni psicólogo. Considero que la violación
en la prostitución es pública, por lo tanto yo hago una terapia ahora cuando
estoy hablando con vos, hago terapia cuando doy mis talleres y charlas. La marca
de la vergüenza y el dolor que vivimos las putas no es nuestra, les pertenece a
la sociedad y a nuestros gobernantes. No son solo míos la vergüenza y el dolor
de haber sido humillada y violentada, ¿por qué tengo que encerrar ese dolor
entre cuatro paredes? Prefiero devolvérselo a la sociedad y a mis gobernantes.
Ustedes hagan lo que quieran con eso.
- Te va a tocar hacer mucha terapia en España. Prepárate.
- Eso quiero ahora,
estoy muy ilusionada. Es mi primer viaje a Europa.
- En tus charlas y conferencias dices que el cuerpo de la
puta no es solo un campo de batalla del putero y del proxeneta.
- Es también del
Estado, de las grandes agencias internacionales de la ONU, por ejemplo el Banco
Mundial, el ONUSIDA. Cuando vos hablás con las putas organizadas, las agencias
internacionales que te dan los subsidios y las ayudas son las que te orillan a
utilizar el término trabajo sexual, En 1998 el Banco Mundial empezó en
Argentina con este tema. Al neoliberalismo le conviene que exista el trabajo
sexual. Hay un negocio con la prevención y sensibilización de la trata, lo sé
porque fui conejillo de Indias de esos organismos internacionales que
intentaron convencerme de las bondades del trabajo sexual.
- Pareciera que el imaginario patriarcal pone a las mujeres
que son pobres en el dilema de elegir entre ser putas o pobres, como si la
prostitución fuese una vía de salida de la pobreza extrema.
- Ese dilema es falso.
El discurso fálico del trabajo sexual se basa en que la puta adquiera un falso
orgullo y una falsa toma de decisión, pero como la puta está atravesada de
violencia y de humillación, el discurso del trabajo sexual es como un corset
que la mantiene muy erguida frente a esa violencia que padece en la puta
esquina o en un prostíbulo. El que decide es el varón prostituyente, el
proxeneta, el Estado y los organismos internacionales. La puta acaba su vida
siendo puta y pobre. Y muchas mueren solas y sin que nadie reclame sus cuerpos
de la morgue. Te encontrás todos los días con casos de cuerpos que son donados a
las facultades de medicina para que los estudiantes hagan sus prácticas. Si el
cuerpo de las putas no les pertenece en vida, menos les pertenece cuando
mueren… El cuerpo más desechable es el de la puta. Eso explica que también los
asesinatos de putas no sean considerados femicidios. Nadie habla de eso.
- El femicidio por prostitución es invisible en España.
- Deberíamos ocuparnos
más del asesinato de putas, hacer más ruido en los medios de comunicación para
que se nos escuche.
- Desde Feminicidio.net lo intentamos, pero en España no nos
hacen mucho caso la verdad. Cuéntame sobre qué estás escribiendo en tu nuevo
libro.
- Ahora mismo estoy
trabajando en la idea de la prostitución como campo de concentración, pero no
porque te pasas la vida encerrada en un prostíbulo. No me refiero al encierro
literal, sino a sus efectos. Cuando estás en una plaza o en una carretera
también te sentís como si estuvieses encerrada en un campo de concentración,
aunque tengás ante tus ojos un cielo abierto. Hay que ver lo que encierra la
paradoja. Estás controlada, sos torturada física y psicológicamente. El pene es
como una picana. Son tan tremendos los efectos provocados en tu cuerpo y en tu
mente, que el olvido forma parte de la experiencia que envuelve al campo de
concentración.
- ¿Qué es la escritura para ti?
- Reparación, paz
interior. Lo primero que escribí cuando empecé a reconstruir mi vida fue: “Soy
una mujer, no una cosa”. En los talleres con otras prostitutas cuando nos
sentábamos a escribir les decía: “Vamos a reapropiarnos del saber que nos dio
la violencia que recibimos”. Para mí también es una necesidad escribir.
- En España la prostitución y la trata mueven cinco millones
de euros por día. ¿Mueven mucho dinero las mafias de la trata en Argentina?
- En Argentina no conocemos
las cifras de la plata que mueve la trata pero sabemos que el cuerpo de una
niña se alquila hasta 30 veces por noche a 1.000 pesos argentinos en un
prostíbulo en el que hay hasta 20 niñas y mujeres. Y por eso el sistema
necesita vendernos a las mujeres empobrecidas un falso discurso progresista de
derechos. ¿Cuáles son los derechos de las putas? ¿Preservativos gratis? ¿Tener
un jubilación como prostituta? ¡Perdón! Si es que una llega viva a la
jubilación. La mayoría de las putas no llega a la vejez. Y si llegas a vieja
como puta no vales nada. Las putas viejas cobran una miseria por un servicio.
En el supuesto de cotizar, ¿por cuántos años de puta vas a tener una
jubilación? ¿Y por qué se jubila una puta? ¿Por la cantidad de penetraciones
que ha tenido en su vida? ¿Cuáles son los servicios sexuales que se consideran
como trabajo?
- ¿Cómo defines el trabajo sexual?
- Eso mismo me
pregunto: ¿qué es trabajo sexual? ¿Penetración de boca, vagina y ano? ¿Eso es
trabajo sexual? Una mujer que realiza un trabajo sexual no es una mujer sino
una boca, una vagina y un ano. A eso nos reduce ese trabajo, no somos personas,
no tenemos un cuerpo las putas porque un cuerpo es un todo. Las campañas de las
organizaciones internacional que conceden millones de dólares en Argentina para
las trabajadoras sexuales lo focalizan en el VIH, malaria, enfermedades
venéreas y nada más. No les importa la salud de las mujeres. La puta no tiene
pulmones, no tiene ojos, no tiene sentimientos… Solo tiene boca, vagina y ano.
- Doy talleres a
jueces y policías y les digo: “definamos juntos qué es el trabajo sexual y qué
produce una puta”. Llamemos a las cosas por su nombre, le choque a quien le
choque. En Argentina las que defienden el trabajo sexual dicen que hay que
inscribirse como monotributista (autónoma). ¿Contribuir todavía más al Estado
por ser explotada sexualmente? Y cuando se factura, ¿por qué concepto? ¿Cuáles
son los servicios sexuales? ¿Te digo cuáles son los servicios sexuales en
Argentina que se deberían facturar? Hablo con ejemplos del lenguaje fiolo, un
lenguaje que tapa, maquilla y distorsiona la realidad. Media francesa: chupada
de pene con o sin profiláctico y el varón elige dónde eyacular. Lo hace en la
vagina o en el ano de la puta. La francesa es sexo sin profiláctico y el varón
eyacula en la boca de la puta. Después viene el completo, con o sin
preservativo, el varón te penetra por la boca, después por la vagina y al final
eyacula en el ano de la puta. El otro servicio sexual es la lluvia dorada: el
varón te obliga a orinar sobre su cuerpo, mientras este te humilla con sus
palabras que lo excitan y después eyacula. Y así toda una variedad más de
servicios sexuales. Ahora, te pregunto, ¿eso puede ser considerado un trabajo?
Lo que me hicieron a mí, tan frecuente, un bautismo: ¿eso se puede considerar
un derecho? Todo el mundo que defiende el trabajo sexual no describe a qué se
le llama trabajo sexual.
- ¿A los jueces,
abogados y policías les describes esto tal cual me lo estás describiendo a mí?
- Claro.
- ¿Y cómo reaccionan?
- Algunos no lo
toleran. Les digo: “A ver, ustedes, que son tan expertos, descríbanme a mí el
delito de trata de personas con fines de explotación sexual”. Los junto en
grupos y les pido como ejercicio que me definan el delito, en qué consiste. Porque
con el asesinato les resulta más fácil: “Juana Velázquez sufrió 15 puñaladas,
le reventaron el ojo derecho, recibió golpes en tórax, brazos, cara, fue
violada, su cuerpo fue encontrado dentro de una bolsa de plástico y arrojado a
un contenedor de la basura”. Así describen el delito de un asesinato. En
cambio, los jueces describen el delito de trata: “Sonia Sánchez, oriunda de
Villa Ángela, Chaco, de 20 años, fue traficada al prostíbulo ‘Las gatitas de
Marta’, siendo la dueña fulana de tal, por seis meses”. Esa es toda la
descripción que hacen en sus relatos judiciales. Yo les pregunto: “¿Cómo saben
cuánto dinero produjo la explotación del cuerpo de una víctima de trata? ¿Cómo
saben cuántas veces fueron penetrada, cuántas veces fue violentada, golpeada, violada?
Los jueces dicen solamente en sus dictámenes: “fue explotada sexualmente” y
punto. Unos abogados de Mendoza me dijeron: “Ya con decir ‘explotada
sexualmente’ se entiende a qué se refiere el delito”. Los invité a que ellos
como varones describieran esa violencia que otros varones practican impunemente
con las mujeres prostituidas. Y les costó hacerlo. En la trata no se llama a
las cosas por su nombre. Y si le preguntas a una puta sindicalizada cuáles son
los servicios sexuales que realiza, no te los dice. ¿Y por qué pasa esto?
Porque produce vergüenza. Insisto: el Estado capitalista nos reduce a las putas
a ser una vagina, a producir dinero de nuestras vaginas, bocas y anos.
- Es descarnado escucharte hablar así.
- No hay otra manera
de decirlo, hay que hablar sin tapujos. ¿Y sabés por qué? Porque las mafias
vienen por nuestras niñas, porque cada día aumentan la prostitución y la trata…
Mi madre cuando me parió no dijo que Sonia iba a ser la puta de la familia. Y
hoy con la trata de personas, muchas mujeres, muchísimas, todas las que son
pobres, están en peligro de ser víctimas de trata. Y también los varones, cada
día hay más varones traficados y feminizados en la prostitución.
- ¿Alguna vez
recibiste amenazas de muerte?
- Ahora mismo tengo
dos amenazas de muerte denunciadas en la Procuraduría General de la Nación. En
el 2007, después de la presentación de mi libro Ninguna mujer nace para puta,
me tuve que ir a Bolivia y mandar a mi hijo a otro lado ya que me persiguieron
varios fiolos en Buenos Aires. Por todo esto mis hermanas no desean que siga en
esta militancia. Trabajo mi miedo cada día, de otra manera no podría ni salir a
la calle.
- ¿Qué les dices a los adolescentes que se están iniciando
sexualmente para convencerlos de que no se vayan de putas?
- Me hace muy feliz
dar talleres a chicos de la escuela secundaria. Describo en la pizarra tres
situaciones: 1) Hacer el amor. 2) Tener buen sexo. 3) Prostitución. Y les
pregunto: ¿Cómo es hacer el amor? Muchos no saben describirlo simplemente porque
no saben qué es. Les explico que no hay cosa más maravillosa que disfrutar de
hacer el amor y de tener sexo con otra persona de manera consensuada y sin
violencia. Los adolescentes son muy perceptivos y lo entienden bien. Aquí en
Argentina hay una práctica entre los jóvenes de ahora, cuando van a los
boliches (discotecas), los locales les ofrecen la jarra loca (una mezcla de
alcohol y bebidas energizantes de muy baja calidad), que cuesta 150 pesos. ¿Y
qué pasa con las chicas? Ellas llevan menos dinero que ellos y la mayoría de
las veces solo tienen plata para pagar la entrada del boliche y no para pagar
la jarra. Entonces muchos chicos en los boliches negocian: “yo te pago la jarra
loca y vos me hacés un pete (sexo oral)”. Algunas chicas aceptan esas reglas
del juego y hasta les parece gracioso. Les pregunto: “¿Qué diferencia hay entre
intercambiar una jarra loca por chuparle el pene en el baño de un boliche a un
varón y la puta de tu barrio que está en la esquina cuando salís del colegio,
que le cobra un supuesto servicio sexual a un prostituyente? Ninguna. A vos ese varón te está haciendo la
puta de ese boliche, te está haciendo la puta de ese colegio. Te están
prostituyendo por una jarra. Hoy es una jarra, después es una costumbre y el
año que viene es una puta esquina”. Y a
ellos les digo: “Ustedes, los varones, aprenden a ser prostituyentes desde
chicos, y así también aprenden a ejercer violencia y poder sobre las chicas, y
lo peor es que se creen que eso puede hacerlos felices cuando ni aprenden a hacer
el amor”. Y ahí empezamos un debate sobre cómo se hace el amor y terminamos
haciendo un relato de cómo hacer el amor… Después les enseño cómo usar los
preservativos, a las chicas les enseño cómo negociar, a que aprendan a tener
sexo desde el cuidado y el placer. No separo la educación sexual de la
prevención de la prostitución. ¡No se puede! Si todas y todos fuésemos educados
para aprender a hacer el amor, esta sería una sociedad menos violenta y menos
precarizada a nivel sexual.
- ¿Qué opinas de la
pornografía?
- La pornografía educa
en la violencia y nos hace muy precarios sexualmente. Es otra de las puertas de
entrada a la prostitución y al tráfico de mujeres. Lo importante es enseñarles
a las y los adolescentes a que diferencien entre hacer el amor, tener buen sexo
y acceder a la prostitución.
- Cuéntame de tu experiencia en el trabajo con mujeres que
quieren salir de la prostitución.
- Lo que hice en las
dos organizaciones donde trabajé fue acompañar a las mujeres en su capacitación
laboral y exigir al gobierno que creara fuentes de empleo. Las putas no tienen
cultura del trabajo sino cultura de la explotación. En Argentina no hay
programas a nivel nacional ni provincial que ayude a las mujeres a salir de la
prostitución y tampoco hay programas para mujeres prostituidas y víctimas de
trata focalizados en que estas mujeres se puedan reconstruir subjetiva y
emocionalmente. No solo hay que darles trabajo. Aquí no hay nada de eso como
tampoco hay restitución de derechos económicos, sociales y culturales para
estas mujeres. ¿En España existen este tipo de programas?
- No.
- Es que a los Estados
no les importan las putas, es un problema mundial del capitalismo, del
neoliberalismo.
- ¿Qué necesita la sociedad del siglo XXI para acabar con la
prostitución?
- Primero, tenemos que
empezar a desdibujar la frontera entre las buenas y las malas mujeres. Es el
patriarcado el que nos divide entre buenas y malas, y eso también nos afecta en
las alianzas entre nosotras. Creo que las mujeres debemos organizarnos alrededor
de otro tipo de complicidades que estén destinadas a luchar contra todo tipo de
violencia.
- Es un deseo difícil de alcanzar teniendo en cuenta que las
regulacionistas y abolicionistas no podemos sentarnos a hablar para encontrar
puntos de encuentro en el debate de la prostitución.
- Eso pasa porque no
podemos mirarnos ante un mismo espejo, nos relacionamos por las diferencias y
no por las cosas en común. El debate entre abolicionistas y regulacionistas de
la prostitución está manipulado por el capitalismo y el patriarcado. Hay que
profundizar más en el debate y poner otras y más cuestiones en común, nos unen
más cuestiones de las que nos separan. Profundicemos en el debate y no lo
cerremos entre putas, abolicionistas y regulacionistas. El debate tiene que
abrirse a toda la sociedad. Y parte de nuestra tarea como feministas y
activistas de derechos humanos es conseguir ese objetivo.
Fuente
http://www.feminicidio.net/articulo/sonia-s%C3%A1nchez-ninguna-mujer-nace-puta-la-historia-sobreviviente-trata-y-prostituci%C3%B3n
Vea también la próxima entrada con otra entrevista; Sonia Sánchez 2
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