miércoles, 24 de mayo de 2017

Recuerdos de cómo se fabrica una puta



Testimonios de prostitución
Amelia Tiganus



Recuerdos de cómo se fabrica una puta







La banalización de la prostitución es una de las cuestiones que también hay que poner en el centro del debate. Socialmente se defiende el trabajo sexual y "el derecho de las trabajadoras sexuales" sin reparar en sus vidas y en cómo llegaron a esa posición. Pero: ¿cuántas de las llamadas trabajadoras sexuales habrán pasado por situaciones como las que relata la autora? ¿Cuántas habrán sido obligadas a salir de la fábrica de las putas convencidas de que el único destino posible para ellas era aceptar la violencia sexual como norma y resignación? Y como si esto fuera poco, muchas de las mujeres víctimas de trata y de explotación sexual han soportado la misoginia, el desamor y el maltrato en la infancia. Detrás de la cultura putera hay una sociedad cómplice y un Estado que consienten que exista ese campo de concentración que es la trata. Amelia Tiganus pone la primera piedra de un relato colectivo sobre la experiencia concentracionaria de la prostitución.

Amelia TIganus -- Feminicidio.net -- 18/05/2017

Euskadi -- Comparto con vosotras mis sentimientos y mis pensamientos después de ver el corto "La puta en el manicomio", hace unas semanas, en el marco del curso online que estoy impartiendo ¿Por qué que los hombres consumen prostitución?

Se me hizo especialmente duro ver el corto porque me trasladó a una época muy dolorosa de mi vida. Es algo sobre lo cual todavía me cuesta hablar, aunque cada vez que lo hago me siento con más fuerzas para hacerlo.

La semana pasada participé como ponente en unas jornadas organizadas por CEAR Euskadi, en las que presentaron el informe "Refugiadas. La trata con fines de explotación sexual en el contexto de la militarización y cierre de fronteras". Fue una gran jornada. Las especialistas que participaron fueron de alto nivel e hicieron un trabajo fabuloso. También se habló de estrategias de resiliencia de las mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual.

Desde mi lugar he utilizado el olvido como estrategia de resiliencia. Sin embargo, cada día estoy recordando más cosas y cada vez estoy más convencida de que si he llegado hasta aquí es porque mi mente privilegiada y muy sabía ha borrado u ocultado muchos episodios traumáticos de mi vida como estrategia para poder resistir y persistir.

He dicho antes que el corto me ha trasladado a una época muy dolorosa y muchas piensan que lo más duro de mi vida fue mi paso por la prostitución. Y no es así.

Recordar mi infancia y mi adolescencia es lo que más dolor me provoca.

En estos días recordé que yo también estuve ingresada en un manicomio a los 15 años. Fue después de estar una semana desaparecida de casa. Me escapaba muchísimo de mi casa porque mis padres me pegaban y me maltrataban psicológicamente acusándome de ser una niña muy mala, que solo les había dado disgustos (a pesar de que era una niña muy tranquila y muy inteligente antes de que me violaran). No recuerdo exactamente dónde estuve durante la semana que escapé, pero sí me acuerdo que era un piso y que por allí pasaron muchísimos hombres, no sé cuantos. Día y noche, sin descanso.

Después de una semana, no sé cómo, volví a casa. Mis padres me pegaron, me acusaron, me echaron en cara lo mala que era por escaparme de casa y por cómo buscaba que los hombres me violaran. Yo no decía nada, no hacía nada, no sentía nada. Estaba totalmente fuera de mí, en estado de shock. Recuerdo, paradójicamente, que no sentía absolutamente nada...nada de nada. Y tampoco hablaba. Me diagnosticaron un cuadro de mutismo y me encerraron en el manicomio. Allí me atiborraban a pastillas. Me dolía todo, estaba muy cansada. No podía ni andar 20 metros del cansancio. Allí había niñas y niños muy enfermos mentalmente. Las noches eran terribles. Éramos muchos en una misma sala o habitación. Los internados gritaban, tenían ataques, las cuidadoras les ataban a la cama, les pegaban, ellos y ellas lloraban desesperadamente hasta que se quedaban dormidos entre lágrimas, sudor y orina. Y yo no sentía nada, no pensaba nada, no articulada palabra. Solo quería y necesitaba un poco de amor y comprensión. Me soltaron al mes porque no tenía ninguna enfermedad mental.



Empecé a hablar poco a poco y solo lo mínimo. Hoy en día sigo hablando lo mínimo con mis padres. A partir de esa experiencia se rompió cualquier relación con ellos. Decían que era una vergüenza para ellos y me repudiaron. Es algo muy común en Rumanía. A los 16 empecé a trabajar en una fábrica y a intentar sacar la vida, mi vida, adelante.

El amor de mi hermana pequeña fue crucial para que no me suicidara.

Ahora también recuerdo que siempre quería andar desnuda, exhibirme, gritar, bailar, llorar. Hasta hace unos años andaba completamente desnuda por casa, daba igual si era invierno o verano. Pero un día, sin darme cuenta (es ahora cuando me doy cuenta) dejé de hacerlo. Seguramente fue ese momento en el que recuperé el amor por mi cuerpo e hice las paces con él.

La prostitución fue para mí la ilusión de tener el control sobre esos abusos que había sufrido en la infancia y en la adolescencia. Se repetían una y otra vez, exactamente igual que antes, pero yo me alimentaba con la ilusión de tener el control sobre la situación y además obtener un beneficio económico. Una trampa mortal.

Es por esto por lo que pagan los puteros. Pagan por mujeres sin alma, sin deseo. Pagan por follar con muertas.


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