Recuerdos de cómo se fabrica una puta
La banalización de la prostitución es una de las cuestiones
que también hay que poner en el centro del debate. Socialmente se defiende el
trabajo sexual y "el derecho de las trabajadoras sexuales" sin
reparar en sus vidas y en cómo llegaron a esa posición. Pero: ¿cuántas de las
llamadas trabajadoras sexuales habrán pasado por situaciones como las que
relata la autora? ¿Cuántas habrán sido obligadas a salir de la fábrica de las
putas convencidas de que el único destino posible para ellas era aceptar la
violencia sexual como norma y resignación? Y como si esto fuera poco, muchas de
las mujeres víctimas de trata y de explotación sexual han soportado la
misoginia, el desamor y el maltrato en la infancia. Detrás de la cultura putera
hay una sociedad cómplice y un Estado que consienten que exista ese campo de
concentración que es la trata. Amelia Tiganus pone la primera piedra de un
relato colectivo sobre la experiencia concentracionaria de la prostitución.
Amelia TIganus -- Feminicidio.net -- 18/05/2017
Euskadi -- Comparto con vosotras mis sentimientos y mis
pensamientos después de ver el corto "La puta en el manicomio", hace
unas semanas, en el marco del curso online que estoy impartiendo ¿Por qué que
los hombres consumen prostitución?
Se me hizo especialmente duro ver el corto porque me
trasladó a una época muy dolorosa de mi vida. Es algo sobre lo cual todavía me
cuesta hablar, aunque cada vez que lo hago me siento con más fuerzas para
hacerlo.
La semana pasada participé como ponente en unas jornadas
organizadas por CEAR Euskadi, en las que presentaron el informe
"Refugiadas. La trata con fines de explotación sexual en el contexto de la
militarización y cierre de fronteras". Fue una gran jornada. Las
especialistas que participaron fueron de alto nivel e hicieron un trabajo
fabuloso. También se habló de estrategias de resiliencia de las mujeres
víctimas de trata con fines de explotación sexual.
Desde mi lugar he utilizado el olvido como estrategia de
resiliencia. Sin embargo, cada día estoy recordando más cosas y cada vez estoy
más convencida de que si he llegado hasta aquí es porque mi mente privilegiada
y muy sabía ha borrado u ocultado muchos episodios traumáticos de mi vida como
estrategia para poder resistir y persistir.
He dicho antes que el corto me ha trasladado a una época muy
dolorosa y muchas piensan que lo más duro de mi vida fue mi paso por la
prostitución. Y no es así.
Recordar mi infancia y mi adolescencia es lo que más dolor
me provoca.
En estos días recordé que yo también estuve ingresada en un
manicomio a los 15 años. Fue después de estar una semana desaparecida de casa.
Me escapaba muchísimo de mi casa porque mis padres me pegaban y me maltrataban
psicológicamente acusándome de ser una niña muy mala, que solo les había dado
disgustos (a pesar de que era una niña muy tranquila y muy inteligente antes de
que me violaran). No recuerdo exactamente dónde estuve durante la semana que
escapé, pero sí me acuerdo que era un piso y que por allí pasaron muchísimos hombres,
no sé cuantos. Día y noche, sin descanso.
Después de una semana, no sé cómo, volví a casa. Mis padres
me pegaron, me acusaron, me echaron en cara lo mala que era por escaparme de
casa y por cómo buscaba que los hombres me violaran. Yo no decía nada, no hacía
nada, no sentía nada. Estaba totalmente fuera de mí, en estado de shock.
Recuerdo, paradójicamente, que no sentía absolutamente nada...nada de nada. Y
tampoco hablaba. Me diagnosticaron un cuadro de mutismo y me encerraron en el
manicomio. Allí me atiborraban a pastillas. Me dolía todo, estaba muy cansada.
No podía ni andar 20 metros del cansancio. Allí había niñas y niños muy
enfermos mentalmente. Las noches eran terribles. Éramos muchos en una misma
sala o habitación. Los internados gritaban, tenían ataques, las cuidadoras les
ataban a la cama, les pegaban, ellos y ellas lloraban desesperadamente hasta
que se quedaban dormidos entre lágrimas, sudor y orina. Y yo no sentía nada, no
pensaba nada, no articulada palabra. Solo quería y necesitaba un poco de amor y
comprensión. Me soltaron al mes porque no tenía ninguna enfermedad mental.
Empecé a hablar poco a poco y solo lo mínimo. Hoy en día
sigo hablando lo mínimo con mis padres. A partir de esa experiencia se rompió
cualquier relación con ellos. Decían que era una vergüenza para ellos y me
repudiaron. Es algo muy común en Rumanía. A los 16 empecé a trabajar en una
fábrica y a intentar sacar la vida, mi vida, adelante.
El amor de mi hermana pequeña fue crucial para que no me
suicidara.
Ahora también recuerdo que siempre quería andar desnuda,
exhibirme, gritar, bailar, llorar. Hasta hace unos años andaba completamente
desnuda por casa, daba igual si era invierno o verano. Pero un día, sin darme
cuenta (es ahora cuando me doy cuenta) dejé de hacerlo. Seguramente fue ese
momento en el que recuperé el amor por mi cuerpo e hice las paces con él.
La prostitución fue para mí la ilusión de tener el control
sobre esos abusos que había sufrido en la infancia y en la adolescencia. Se
repetían una y otra vez, exactamente igual que antes, pero yo me alimentaba con
la ilusión de tener el control sobre la situación y además obtener un beneficio
económico. Una trampa mortal.
Es por esto por lo que pagan los puteros. Pagan por mujeres
sin alma, sin deseo. Pagan por follar con muertas.
Fuente
Ver también entradas de este mismo blog de fechas
29 de junio
de 2016
11 de julio
de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario