Testimonio de prostitución
"Si
el Estado legaliza la prostitución se convierte en un proxeneta"
Para Elena, "la prostitución es una
violación pagada". Por ello, está en contra de legalizarla. Es
abolicionista
lourdes duran 12.03.2017 |
Llegó a Mallorca a las 12, y ocho horas
después ya estaba prostituyéndose. Tenía 18 años. Víctima de trata, ha
sobrevivido a la violencia extrema de esta "anomalía de la sociedad"
que algunos llaman trabajo sexual. "Ninguna mujer es prostituta porque
quiere" Ella es libre desde 2016
"¿Por qué la violencia que ejercen
sobre las prostitutas no es igual que la violencia que sufre una mujer en su
casa?". La pregunta de Elena,
una mujer rumana, víctima de trata, hace tambalear los cimientos de una
sociedad "hipócrita", según ella, que ha ejercido la prostitución
desde que pisó Mallorca en 2005. Tenía 18 años. "Llegué a Palma a las 12 y
a las 20 horas ya estaba prostituyéndome". Hace tres años "dejé la
calle". A finales de 2015 empezó de cero. Hoy trabaja y, en sus ratos
libres, ayuda a otras prostitutas. "Se puede salir de este calvario",
asegura. En Palma, 2.000 mujeres ejercen la prostitución, según datos de 2015
aportados por la XADPEP (Xarxa de atenció directa a persones que exerceicen la
prostitución a Palma). Elena entró en esas estadísticas frías. Son números.
Detrás de ellos, historias muy oscuras. Pozos de los que muy pocas mujeres
salen. Ella es una de ellas. Alza su voz y se declara abolicionista: "Si
el Estado legaliza la prostitución, se convierte en proxeneta".
-¿Por
qué no está de acuerdo en legalizar la prostitución?
-¿Cómo se va a legalizar una anomalía? Lo
primero de todo es aclarar que la prostitución no es un trabajo, es una
violación que ejercen los prostituidores, hombres en su mayoría, hacia las
mujeres, aunque también hay prostitutos. Estoy en contra que nos llamen
trabajadoras sexuales. ¡Una chica no se levanta y decide 'voy a trabajar de
puta'! ¿Cómo es posible que en la Europa del siglo XXI se tolere que una mujer
tenga que vender su cuerpo para poder comer? Es una anomalía que, sin embargo, la sociedad ha asumido como un
hecho normal.
-Hay
colectivos de prostitutas muy empoderadas que, contrariamente a lo que dice
usted, están a favor de la legalización.
-He debatido mucho con ellas . Para llegar
a decir: soy puta y tengo mis derechos, tienes que haber trabajado muchos años.
A la mayoría de prostitutas se les olvida el calvario; muchas de ellas no
tienen papeles, desconocen sus derechos, viven en un estado de permanente
temor. Con la legalización no ha disminuido la prostitución, al contrario.
Alemania es un ejemplo claro, que conozco porque estuve allí. Fue el infierno.
Al principio, yo también era partidaria de legalizarla pero cuando salía para
ir a manifestaciones contra la violencia de género, pensé: ¿Y lo nuestro, acaso no es violencia de género? ¿Cómo es posible que se
permita que pase esto con las mujeres? ¿Por qué lo tolera la sociedad?
"Si no hay demanda, no hay oferta. Los
prostituidores no son clientes porque yo no soy un objeto de consumo"
-¿Responsabiliza
a los clientes?
-No les llames clientes. Yo les llamo prostituidores. No soy un objeto de consumo. Si no hay demanda, no hay oferta. Para
mí la prostitución es la permisividad de que haya violaciones pagadas.
-Usted
ha ejercido en la calle y en clubes, y también en pisos. ¿Dónde se sintió más
vulnerable?
-La calle es muy dura pero al menos te ven.
En los pisos la impunidad es enorme. Yo viví la época en que colocaron conos en
las Avenidas para disuadir a los prostituidores. Nos daba igual la prohibición
porque corríamos detrás de los coches. No nos hacía gracia jugar con la Policía
pero la presión del proxeneta era peor. La policía se metía con nosotras, jamás
con ellos.
-Detrás
de cada prostituta hay un proxeneta, imagino.
-Suele ser así, sobre todo si eres víctima
de trata. Después están las madames del club, que también rinden cuentas a los
proxenetas. Después de años, me libré.
-¿Ejerció
por libre?
-Una prostituta nunca ejerce libremente.
Esa es mi opinión. Hubo un tiempo en que al dejar la calle e irme a un bar creí
que ejercía libremente. Después entendí que mientras pagan por mí, no soy
libre. Creo que el sistema que propicia que siga existiendo la prostitución es
el gran macarra.
-¿Somos
todos responsables?
-En cierto modo. Desde el momento que se ve
como algo normal que se acuda a prostitutas en despedidas de solteros, o que
unos padres le regalen a su hijo autista por su mayoría de edad el estar con
una prostituta, como me ocurrió a mí; que un hombre se te ponga encima y te vea
llorando y siga así, sin piedad, diciéndote que eres basura, que eres suya
porque ha pagado por ti, o que se quiten el preservativo, o esos señores de
sesenta años con aspecto de persona honrada que luego se van a comprar el pan,
o van a misa, pero va de putas. Y tantas otras anomalías que se quieren
normalizar. Ya no entro en el lado más negro de la prostitución: violencia
física y psíquica, amenazas de muerte, temor, soledad. ¿Por qué nadie habla de los prostituidores que
prefieren llamar clientes? Rotundamente, la sociedad mira hacia otro lado.
-¿Confía
en los hombres?
-Sí. Ahora tengo pareja, lo sabe, y me
apoya y respeta. Esta lucha debe haber merecido la pena. He aprendido a
confiar. Sé que es difícil, pero necesito confiar en que algo cambiará.
"Si las mujeres queremos igualdad, no podemos
admitir que haya prostitución porque también es violencia de género"
-Usted ha salido. ¿Tuvo ayuda?
-Ha sido un camino muy largo. Me ayudaron
desde Médicos del Mundo y el Casal Petit. Me empoderé como ciudadana. Luché por
mis derechos porque a las mujeres como yo no nos ven como personas. Hice infinidad
de cursos para formarme y tener una profesión pero no me servían para encontrar
trabajo. Durante tres años fui ilegal. Luego cuando Rumanía entró en la Unión
Europea, los conseguí. Intenté trabajar en un bar con la idea de trabajar media
jornada, pero me hacían trabajar 12 y 13 horas por un sueldo de miseria que no
me daba para vivir. Tuve que volver a la prostitución. Fui tomando conciencia
de mis derechos, y aunque tardé en salir, lo conseguí.
-¿Cómo
fue su relación con la Policía, tanto local como Nacional?
-Hay de todo. Mientras algunos nos tratan
como basura, otros al menos tratan de escucharnos, pero suelen proteger al
prostituidor, o 'cliente'.
-¿Cómo
eran sus clientes?
-Uf, pues de todo, políticos, jueces,
empresarios, jóvenes, viejos... El alcohol me ayudó a soportar tantas cosas...
(El llanto interrumpe la conversación.
-¿Celebró
el 8 de marzo, Día de la Mujer?
-Sí, me fui a ver a algunas de mis ex
compañeras y les llevé una rosa, dándoles ánimos. Los prostituidores te quitan
la identidad. A mí me ha costado mucho transformarme en quién soy ahora. Muchas
prostitutas no denuncian la violencia de género que sufren porque ni asimilan
que lo sean; tampoco policía, jueces, la sociedad entera. Pero tengo fe en que
cambiará. Tengo fe, y no me voy a callar hasta que cambie algo. Si las mujeres
queremos igualdad, no podemos admitir que haya prostitutas.
Fuente:
http://www.diariodemallorca.es/palma/2017/03/12/legaliza-prostitucion-convierte-proxeneta/1196915.html
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