domingo, 12 de enero de 2020

EL abolicionismo republicano



 EL abolicionismo republicano
 noviembre 11, 2018





Cuando la República dijo sí a la abolición de la prostitución

1932 fue el año en el que el debate sobre la prostitución llegó al Congreso, con un discurso ejemplar de Clara Campoamor. Hasta 1935 no se aprobaría por decreto el abolicionismo, como una forma de garantizar la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, para muchos sectores, fue una resolución poco ambiciosa.

Interesante artículo de Ana Bernal-Triviño para Público en el que hace un recorrido histórico sobre las posturas contra el sistema prostitucional a principios de siglo XX y durante la España republicana.



Cuando la República dijo sí a la abolición de la prostitución
1932 fue el año en el que el debate sobre la prostitución llegó al Congreso


Aquí exponemos algunas ideas que se desarrollan en ese artículo:

Un punto de partida:
Concepción Arenal: decía en "La Mujer del Porvenir": “La prostitución es para la mujer el más horrible de todos los males”.

Emilia Pardo Bazán en 1899 decía que las mujeres se veían arrastradas al “matrimonio, al servicio doméstico, a la mendicidad y a la prostitución”, como únicas salidas posibles. Nadie como ella explicó en cuentos y discursos las violencias contra las mujeres, como se relata en el libro "El encaje Roto".

Consuelo Álvarez Pool (Violeta): en 1904, escribió un texto titulado “Del matrimonio” donde denunciaba la misma situación: “¡Cuántas mujeres se ven en el duro trance, en la cruel alternativa de casarse con el primero que llega… o prostituirse! Entonces la elección no es dudosa: se casan y hasta creen amar a su marido porque en él ven la tabla salvadora a que asirse en el naufragio de su pobreza”.

Margarita Nelken: decía que las mujeres de alta categoría que procedían de la clase media, se prostituían porque la educación no se había “preocupado de proporcionarles un medio de vida y que el día que necesitan bastarse a sí mismas se lanzan o caen poco a poco en la prostitución”. Las más pobres, indicaba, venían del campo a la capital y denuncia que caían “fácilmente seducidas por fantásticos espejuelos”.  Es aquí donde hace una crítica a la religión y una crítica de clase a aquellos “señoritos” que abusan sexualmente de sus sirvientas y que, con un hijo a su cargo, tenían que buscarse la vida. “...no se hace nada por impedir que las prostitutas lleguen a su triste condición...”.  Y, ante todo, declaraba que era un problema de Estado. “Dios sabe todavía hasta cuando la prostitución española seguirá siendo una vergüenza, no para las prostitutas, sino para todo el país socialmente culpable y responsable”.

Carmen de Burgos: En 1921, una manifestación feminista encabezada por ella llega al Congreso. Entregan a su Presidente un documento con la petición de derechos para la mujer, desde el derecho al voto, a la igualdad respecto al hombre en el Código Penal. El artículo 9 de ese documento es tajante: “Que desaparezca, en virtud de una ley, la prostitución reglamentada y que se persiga”.

Camino hacia la abolición: el discurso de Clara Campoamor
Con la II República todo este pensamiento se refuerza. En un estudio de Isabel Escobedo señala que el regulacionismo había sido alimentado por la ideología burguesa, para quienes la prostitución era un “mal necesario”.
Mercedes Rivas Arjona indica que la penetración del modelo abolicionista se produjo:
por un lado, para combatir la tradición regulacionista y los beneficios que “determinadas instituciones” recibían.
y por el desarrollo de un marco de lucha abolicionista impulsado desde Inglaterra por Josephine Butler.
En los diarios de sesiones del Congreso en 1932 reflejan el debate que llevó hacia la abolición de la prostitución.
Rico Avello (Agrupación al Servicio de la República), decía a la Cámara que la “prostitución reglamentada es absolutamente incompatible con la dignidad humana” y defendía que no cabía en esta materia otra postura que no fuera la “pura y simple de la teoría abolicionista”.
El diputado Carlos Martínez y Martínez expresó que la abolición debía ir acompañada de una nueva educación, y demandó ofrecer al pueblo “una noción nueva, clara y valiente de qué es la sexualidad”. Además, apuntó que prostitución estaba asociada a la pobreza y que debía implantarse una “libertad económica que permitirá a la mujer desenvolverse”.

Clara Campoamor, diputada del Partido Radical, explicó que “la ley no puede reglamentar un vicio”.  Expuso que existía una comisión de protección a la mujer y contra la trata para la desaparición de lo que, por entonces, denominaban “trata de blancas”,  en la Sociedad de Naciones de Ginebra de la cual España formaba parte. Sobre ello, Campoamor dejaba claro que “las casas de prostitución reglamentadas, autorizadas por el Estado, percibiendo directa o indirectamente de ellas tributos el Estado-tributos, de una corrupción, de un vicio, son los centros de contratación de la trata de blancas, en donde se pueden albergar fácilmente todas las mujeres, que un vividor, delincuente de oficio, traspasa de ciudad en ciudad y lleva de mercado en mercado”.
La mayoría de las víctimas de la prostitución en aquella época eran mujeres menores que además tenían prohibido firmar contratos por no tener la edad permitida. Campoamor continuó con la demanda de que el Estado se declarase de una vez abolicionista.
Meses después, se organizó la 'Semana abolicionista' con la presencia de Campoamor, en un intento de acercar esta postura a la sociedad.
Isabel Escobedo explica esa etapa en su estudio El Movimiento Abolicionista de la prostitución durante la II República: "La presión sobre el reglamentarismo seguía aumentando. En mayo de 1932, los abolicionistas de Madrid, liderados por el médico César Juarros, dedicaron una semana a la propaganda de sus ideas ante lo que consideraban una excesiva lentitud por parte del Ministerio de la Gobernación para decretar la abolición del reglamentarismo. De esta manera, se realizaron una serie de actos en distintas sedes políticas en las que participaron reconocidas figuras como Clara Campoamor, Concha Peña, María Martínez Sierra, Hildegart Rodríguez o Carmen de Burgos, siendo el cierre de la campaña en el propio Ateneo de Madrid".





Hasta tres años después, no se declaró el Estado como abolicionista en un decreto del 28 de junio del Ministerio de Trabajo, Sanidad y Previsión. También se prohibía “toda clase de publicidad que de manera más o menos encubierta tendiera a favorecer el comercio sexual”.

Las ‘Mujeres Libres’
Sin embargo se mantuvieron algunas normas reglamentaristas.
Mientras, Amparo Poch y Gascón, una de las tres fundadoras de Mujeres Libres, escribía en “La Vida sexual de la mujer”, en 1932, cómo la prostitución ponía también en riesgo a las mujeres que vivían con sus parejas. 
La formación feminista anarcosindicalista creó los liberatorios de prostitución, “no como solución, sino con un fin paliativo”.
En el número 9 de la revista lanzaban a sus lectoras la siguiente pregunta: “¿quién puede negar que la esclavitud sexual de la mujer no ha sido en principio y a través de los siglos una consecuencia del problema económico?”. Inciden en que la guerra había agudizado el problema económico de la mujer que, sin trabajo, se veía obligada a la prostitución sin otra alternativa.

Algunas de sus sentencias:

“si de veras queremos la Revolución social, no olvidemos que su principio primero está en la igualdad económica y política, no solo de las clases, sino de los sexos”.
“El problema sexual es una problema económico-político a la vez”.
"No podemos pensar en la producción, en el trabajo, en ninguna clase de justicia, mientras quede en pie la mayor de las esclavitudes: la que incapacita para todo vivir digno”.

Federica Montseny, ministra de Sanidad y Bienestar Social en 1937, señaló que más allá de ley, la prostitución solo quedaría abolida cuando “...las mujeres tengan profesiones y oportunidades sociales de asegurarse el sustento, la sociedad se establezca de forma que nadie quede excluido, cuando la sociedad pueda organizarse para asegurar la vida y los derechos de todos los seres humanos”.

En conclusión, el decreto de 1935 supuso un avance importante hacia el abolicionismo en España, pero no implicó una ruptura con el sistema anterior.

De hecho, se combinarán elementos reglamentaristas con los abolicionistas. Las autoridades lo justificaron por la falta de madurez social. La mentalidad de aquella época no estaba todavía preparada para aceptar un abolicionismo real. Sin embargo, se consiguió colocar en el debate político una cuestión que hasta ese momento había sido considerada un "problema menor".
El rol sexista asignado a la mujer, considerada procreadora por excelencia, la hacía más dada a la contención de los impulsos sexuales que al hombre, incapaz de resistir, y por tanto, la prostitución se entendía como un mal necesario, una especie de válvula de escape para que el orden social burgués pudiera mantenerse.

Pero tras el golpe de Estado y la victoria del franquismo, las intenciones y el espíritu abolicionista de la República quedaron aplastadas y regresó al reglamentarismo por decreto el 27 de marzo de 1941.
A partir de entonces, la prostitución aumentó, junto al estigma y la criminalización de las prostitutas.




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