Mosaico del Imperio romano |
La prostitución, la extraña fórmula que utilizaban los
romanos para evitar el adulterio
El servicio sexual era una de las fuentes de ingreso del
Imperio romano y los recaudadores viajaban de burdel en burdel para recoger el
pago correspondiente.
22 diciembre, 2019
La prostitución es comúnmente conocida como el oficio mas
antiguo de la historia. Desde la Antigüedad, principalmente mujeres, prestaban
servicios sexuales a cambio de una cantidad de dinero acordada. Durante años
penalizada y considerada como indigna, a lo largo del Imperio romano gozó de
cierto reconocimiento amparado por la ley.
Fue gracias a Calígula cuando la prostitución comenzó a
institucionalizarse dentro de las fronteras romanas y a partir del siglo I d.C.
tenían que pagar impuestos. "Este impuesto se recaudaba de diversas formas
en las diferentes partes del Imperio, a veces por medio de recaudadores de
impuestos, otras a través de funcionarios públicos" escribe el periodista
Javier Ramos en su libro Eso no estaba en mi libro de Historia de Roma
(Almuzara).
Pero esta tolerancia y aceptación de la prostitución no se
limitaba única y exclusivamente al ámbito económico. Pese a los
"suculentos ingresos" que pudieran reunir gracias al impuesto, era
una función social muy clara y sencilla por la cual los servicios sexuales no
estaban prohibidos: "evitaba que los jóvenes pusieran el honor de las
familias en peligro al seducir a las esposas de sus vecinos".
Ni casarse ni heredar
De esta manera, la prostitución servía como control de aquellos
varones que pudieran desestabilizar la familia romana. "Mantener
relaciones sexuales con una prostituta no constituía adulterio, y una
prostituta soltera no podía formar parte de un adulterio y mucho menos ser
declarada culpable", añade Ramos. En el Imperio romano se denominaba
stuprum a cualquier relación ilegal pero las rameras estaban exentas de dicha
legislación.
Esta institucionalización no implicaba, empero, que las
prostitutas tuvieran privilegios o compartieran los mismos derechos que los
demás ciudadanos. Según las leyes matrimoniales de Augusto no podían casarse
con ciudadanos romanos libres y tampoco podían redactar testamento ni ser
herederas de pleno derecho.
Para llevar a cabo los encuentros sexuales los romanos
frecuentaban los burdeles y los escritos que han llegado a la actualidad
exponen numerosas anécdotas de aquellos jóvenes -y no tan jóvenes- que acudían
al lupanar. El político y militar romano Catón el Viejo llegó a elogiar a un
muchacho cuando lo vio salir de un burdel, pues siguiendo la función social por
la que se había legalizado la prostitución, significaba que dejaría en paz a
las esposas de los demás.
No obstante, el hombre que combatió a los cartagineses en la
segunda guerra púnica, observó que aquel joven visitaba el prostíbulo
regularmente y no dudó en acercarse a él. "Joven, te elogié por venir aquí
de vez en cuando, no por vivir aquí", exclamó Catón el Viejo.
Fuente:
Nota: la imagen y las negritas están en el original
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