28 de abril de 2019
Crónicas de La Pampa:
¿Cómo fue la historia de los primeros prostíbulos en General Pico?
El 1 de diciembre de 1920, se sancionó la Ordenanza N° 41,
que reglamentaba el ejercicio de la prostitución en la ciudad, con idéntico
espíritu de la ordenanza porteña de 1875 y sus reglamentaciones posteriores.
Durante los primeros años de la década del ’20 se instalaron los primeros dos
burdeles. Para bailar el tango, se cobraba 10 centavos, y el pasodoble, 20.
Por Santiago A. Wiggenhauser.
Desde comienzos del siglo pasado, la llegada masiva de
inmigrantes, hombres en su inmensa mayoría, “generó” la necesidad de importar
prostitutas y la consecuente instalación de prostíbulos en la Provincia.
Las llamadas “casas públicas” en la zona de la Pampa Central
tuvieron su origen durante la colonización y se produjeron en simultáneo al
proceso de poblamiento de los pueblos pampeanos.
En General Pico, el 1° de diciembre de 1920, se sancionó la
Ordenanza N° 41, que reglamentaba el ejercicio de la prostitución, con idéntico
espíritu de la ordenanza porteña de 1875 y sus reglamentaciones posteriores.
De acuerdo a la ley, se restringían los derechos de las
prostitutas -obligadas a inscribirse en un registro municipal, imponiendo una
revisión sanitaria-, y se reprimía la prostitución clandestina, con el fin de
ejercer un control localizado de la actividad.
En los primeros años de la década del ’20 se instalan en
General Pico los primeros dos burdeles, ubicados cerca de las vías del
ferrocarril, en la intersección de las calles 17 y 10, sobre calle 17 hasta la
mitad de la cuadra, el conocido popularmente como el “quilombo grande”;
enfrente, entre la 10 y la 8, estaba el “quilombo chico”.
La diferencia más sustancial entre ambos, era que “el
grande” contaba con unas 16 o 17 pupilas, mientras que “el chico” tendría unas
diez o doce.
En estos lugares, al margen del motivo principal, los
concurrentes encontraban buena bebida y mejor música, ya que a veces actuaban
algunas orquestas que venían de gira.
En los locales, para bailar el tango, se cobraba 10
centavos, y el pasodoble 20. Se bailaba con grabaciones, por lo general, y a
veces se presentaba algún músico con su instrumento, para deleite de la
concurrencia que se congregaba en el patio del burdel. Los peones “golondrina”
y los obreros ferroviarios eran los clientes más frecuentes.
Más en las afueras de la ciudad, en las quintas, funcionaban
durante aquellos años, ya sin autorización legal, uno al que llamaban “Las
catorce provincias” y en calle 28 esquina 13, el conocido como “La cueva del
chancho”.
Era común que hubiera disputas en esos establecimientos.
Según “La Reforma”, que daba cuenta de los hechos policiales, una noticia del
1° de diciembre de 1927 revela que “un empleado municipal asesinó a un hombre
ayer en la Casa de Tolerancia. Ramón Andrés Farías y Flores (a) ”Andresino”, se
encerró con la pupila Julia Arteaga. Se siente desde el interior golpes, gritos
y ruidos de todo tipo. Ingresa con ánimo de apaciguar el vecino José Ganzerain,
a lo que “Andresino” disparó tres disparos mortales. Fue detenido por los
empleados Morales, Videla y Herrera. El asesino era encargado del cementerio
local y tenía antecedentes policiales”.
En cuanto a las denominaciones de la época, es preciso
destacar la “lata”, en términos de burdel, que era la ficha que el cliente
compraba en la caja del prostíbulo y que debía dar a la pupila, ésta a su vez,
le daba las latas a su “protector”, quien las hacía dinero efectivo frente a la
“madama”, previa deducción de los gastos de comida y ropa.
Según la ordenanza N° 41, de 1920, al referirse a las
pupilas, éstas debían ser inscriptas en la Inspección General de la
Municipalidad, ser mayores de 22 años y presentar un certificado médico del
facultativo municipal, donde se comprobara libre de enfermedades contagiosas.
También establecía los días de salida de las pupilas, ya que
según el Art. 14, decía “sólo podrán salir a la calle de paseo o a compras
durante el día y en coche, los martes y jueves, las asiladas en el lenocinio
N°1, y los miércoles y sábados las del número 2”.
Estaban obligadas todas, regenta, pupilas y personal de
servicio, a someterse dos veces por semana, a la inspección sanitaria
correspondiente.
Algún tiempo después, la ordenanza cayó en el olvido. Las
ideas reglamentaristas fueron revisadas en función de no poder controlar las
enfermedades venéreas, haber aumentado el proxenetismo y la trata de blancas, y
además el golpe militar del general Uriburu en 1930 contribuyó en gran medida a
desautorizar el funcionamiento legal de los prostíbulos.
A pesar de todo, durante muchos años siguieron existiendo en
General Pico varios prostíbulos clandestinos.
*Este artículo fue escrito en base a la investigación de
Ruben M. Wiggenhauser.
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