Quién podrá dudar,
siguiendo el pensamiento impuesto desde el individualismo capitalista, que
Candy en todo momento fue conciente de su situación y que aceptó e incluso
actuó en función de ser prostituida? En efecto, ella misma se dice culpable de
todo este itinerario. Por eso hay quienes hablan de consenso, de prostitución
no forzada, libre, por propia voluntad. En definitiva, siguen el hilo
capitalista que pone en el explotado la carga de su propia explotación.
Solamente para quien
tiene la visión opacada por consignas individualistas, meritocráticas, y en
definitiva, culpabilizadoras, la trata de personas está separada de la
prostitución. La mayoría de las personas prostituidas, mujeres, hombres, trans,
trav, por no decir todas/os, fueron iniciadas en los comienzos de la
adolescencia. Ya en la mayoría de edad tienen un largo y penoso camino por el
que fueron llevadas y ante el que, como defensa, atinan a decir que lo han
hecho por propia elección…
La prostitución no es
trabajo, no es elección, es síntoma, consecuencia de un mal anterior.
Alberto B Ilieff
El espantoso camino
de una víctima de explotación sexual
| CRÓNICA
Candy, de 15 años, es una de las 3 menores de edad que
fueron víctimas de una banda de tratantes de personas. Ellos operaban en
discotecas de San Juan de Lurigancho. Cumplen 9 meses de prisión preventiva.
Candy estuvo bajo la red de trata de personas con fines de
explotación sexual, desde diciembre del 2018 a junio del 2019. (Ilustración:
Giovanni Tazza)
Lourdes Fernández Calvo
Actualizado el 15/02/2020 a las 07:30
Debajo de los pósteres de Shakira, Enrique Iglesias y Romeo
Santos está la máquina en la que eliges una canción a cambio de un sol. Más
allá, en las paredes anaranjadas, están las cámaras de video que apuntan a las
diez mesas cuadradas del local llamado El Point. El piso es negro. Al fondo
está la única oficina del lugar. Es el sitio de Luis, el administrador, desde
donde observa todo lo que pasa. Las habitaciones están arriba, no se puede
llegar ahí sin la aprobación de Luis. No todas las chicas llegan a un ‘chongo’,
término que utilizan para nombrar a un prostíbulo. Pero Candy, de 14 años, lo
hizo. El camino que cruzó fue, como ella dice, de terror.
Cuando la fiscal de trata le pide a Candy que cuente cómo
llegó a ese círculo de explotación sexual, ella sonríe nerviosa, suspira e
insiste en que el tiempo no le va a alcanzar para detallarle todo. La fiscal le
da confianza y le dice que se tome su tiempo, que empiece por el inicio. A
Candy le cuesta porque está convencida de que ella es el problema, ha crecido
creyendo que es la culpable del abandono de su familia y que es la responsable
de sus hermanas menores. Toma valor y empieza.
—El inicio—
Dice Candy que su rebeldía empezó a los 13 años, cuando el
Facebook se convirtió en su refugio para olvidar que vivía lejos de sus
hermanas pequeñas y su madre, que sufre de esquizofrenia. Su rendimiento en el
colegio empezó a bajar y eso provocó que su abuela la cambiara a uno nacional.
“Eso me dolió mucho. No me llevaba bien con nadie. Un alumno me rompió el
labio. No quería estar ahí”, cuenta.
Entonces, se escapó. Primero a la casa de un exenamorado, y
luego fue en busca de su mamá, quien vivía con su pareja en un cuarto alquilado
en Zárate. Como él ganaba S/20 diarios, Candy tuvo que salir a buscar trabajo.
Lo encontró en un restaurante como ayudante de cocina. Le pagaban S/10 por
lavar los platos. Solo pudo reunir S/100 antes de que descubrieran que era
menor de edad y la botaran. Su mamá gastó todo el dinero en mudarse a otro
cuarto y no les quedó ni para la comida. Ese fue el momento en el que Candy
optó por buscar otra solución. “Estaba desesperada buscando trabajo, pero nadie
me daba porque era menor. Busqué en Internet y encontré un local donde me podía
vender. Estaba en Wiesse, pero como no tenía ni para el pasaje un chico me jaló
en su mototaxi. Ni lo conocía y me dijo: ‘No lo hagas, tú eres muy linda, no lo
hagas’”, relata.
Así llegó a El Point. Dijo que estaba ahí por el anuncio y
Luis solo le respondió: serás dama de compañía, pero no vayas a llorar. Candy
le mintió, le dijo que tenía 17 años para que la aceptaran. El ‘trabajo’
consistía en enamorar a los clientes para que compraran jarras de cerveza. Por
cada jarra que costaba S/20, la mitad iba para ella. Debía tomar con el cliente
y bailar con él si se lo pedía. Aceptó y empezó ese mismo día, pero primero
pidió que le dieran comida. Luego, Luis le entregó unos zapatos de taco alto,
una falda diminuta y un polo descubierto. Candy obtuvo S/100 ese día. ‘Trabajó’
desde las 8:30 p.m. hasta las 7 a.m. del día siguiente. Luis le dio de comer y
le pagó un hotel para que durmiera el resto del día. Ella tomó el gesto como un
acto de protección, de amor.
—Espiral sin fin—
Cuando Candy regresó a su casa, con el dinero, le contó a su
mamá y a su padrastro lo que hacía en el bar. Él le prohibió volver, ella sí le
dio permiso para continuar. “Es que ella está un poco mal, lo permitió solo
para que mis hermanas y yo comiéramos”, explica. Esto provocó que su padrastro
golpeara salvajemente a su mamá. Candy amenazó con llamar a la policía, y
recibió un puñete. El sujeto la tiró al piso y la pateó hasta bañarla en
sangre. Los vecinos escucharon los gritos y llamaron a la policía. Fue
encarcelado luego de que Candy y su mamá lo denunciaron.
Con la responsabilidad de alimentar a sus hermanas, Candy
volvió a la calle. Esta vez, Luis la dejó volver tras tener relaciones con
ella. Aceptó porque no quería tener hambre de nuevo. Luego, se fue a Miraflores
y San Borja a ofrecer servicios sexuales en la calle y dice que obtuvo S/1.000
en un día. “Ya tenía la plata para la matrícula y volver a mi primer colegio.
Me sentí aliviada y dije: ‘Ahora sí me voy a mi casa’”, relata.
En el camino, conoció a unos chicos que le ofrecieron vender
drogas en el malecón. Candy aceptó, pero luego se arrepintió porque recordó que
había logrado obtener el tercer puesto en el colegio y no quería seguir en ese
mundo. Para dejarla salir, uno de ellos la violó y le tomó fotos desnuda para
extorsionarla. Cuando logró escapar, tomó un taxi a su casa, pero el taxista
desvió la ruta, la llevó a un lugar descampado en Chorrillos y la violó. La
dejó abandonada en ese lugar a las 4 de la mañana. Le robó todo el dinero que
había obtenido. Candy decidió, entonces, volver a El Point. Esta vez, dice,
encontró a más adolescentes como ella.
Su abuela y su tío, quienes ya se habían enterado de su
situación, la llamaron y le pidieron que volviera a la casa porque la
matricularían en su anterior colegio. Le compraron el uniforme y los útiles, y
Candy volvió emocionada. Cuando llegó, su familia la llevó a la Unidad de
Protección Especial del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. “Me
llevaron al médico legista y me dieron una última oportunidad para volver al
colegio”, dice.
Y Candy volvió, pero encontró el rechazo de sus compañeros.
Cuando su familia no tuvo dinero para comprarle un libro de inglés, Candy
decidió volver a El Point, una vez más. Llegó en uniforme, y Luis le prestó la
ropa y los zapatos para volver a ‘trabajar’. Dice que se sentía bien con él.
“Así llegó el día de mi cumpleaños y nadie me saludó, nadie. El viernes Luis me
dijo para salir. Ahí me regaló unas zapatillas blancas bien bonitas y me llevó
a Rústica. La pasé bonito, pero al día siguiente me dijo que era una perra y
una prostituta”. Ese día Candy cumplió 15 años.
Prisión para banda de
tratantes
Candy estuvo bajo la red de trata de personas con fines de
explotación sexual desde diciembre del 2018 a junio del 2019.
Gracias a su abuela, quien denunció su caso ante la División
Contra la Trata de Personas y el Tráfico Ilícito de Migrantes, la policía y la
fiscalía lograron capturar a Luis Alberto Ayala Terry (56), Liz Abal Ventura
(40), Elmer Jaime Mariños Ninaquispe (42) y Paulo Eugenio Cruzado Rodríguez
(29). Ellos fueron reconocidos por Candy y otras dos menores como sus
explotadores sexuales.
La detención se realizó tras una megaoperación simultánea
que se realizó el pasado 20 de enero en 13 bares y cuatro viviendas relacionadas
con los tratantes y explotadores sexuales, en San Juan de Lurigancho, San
Martín de Porres y el Rímac. Entre ellos, el bar El Point. También fueron
rescatadas otras 22 mujeres peruanas, venezolanas, dominicanas y ecuatorianas.
El Poder Judicial declaró fundado el pedido de 9 meses de
prisión preventiva que hizo la fiscalía a inicios de febrero. La medida fue
impuesta para los cuatro detenidos y otros cinco coautores de los delitos de
trata de personas agravada con fines de explotación sexual, explotación sexual
agravada, favorecimiento a la prostitución y rufianismo. La menor quedó bajo el
cuidado de un albergue del Estado.
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