domingo, 3 de diciembre de 2017

Fui tratante de mujeres durante más de veinte años. Las compré y vendí como si fueran ganado

Uno de los criminales de la trata desvela cómo funcionan estas redes en España
MANUEL JABOIS
Madrid 11 NOV 2017


En primavera de 2000 llegó al aeropuerto de Madrid la selección nacional femenina de Colombia de taekwondo. 19 chicas que salieron por la puerta en fila india, ataviadas con el chándal oficial (azul, amarillo y rojo) y el escudo de la Federación. No tuvieron problemas con Inmigración pese a ser un vuelo 'caliente'. Contaban con sus visados obtenidos en el consulado de Colombia. Habían presentado sus fichas federativas y, desde luego, tenían la invitación y el programa de la competición que venían a disputar a España. Entre la documentación también contaban con papeles de un gimnasio de artes marciales de Cali en el que habían sido inscritas. Al llegar a Madrid, un autobús las desplazó a Valdepeñas, y allí se cambiaron los chándales por lencería para ser paseadas ante un grupo de hombres antes de ser distribuidas en diferentes clubes de España. En Colombia no existía ninguna federación de artes marciales, las chicas nunca se habían subido a un tatami, el chándal fue encargado por un matón, la invitación y el programa del gimnasio eran una patraña, el entrenador era el hombre que las había captado en Colombia y el proxeneta que las recibió en Barajas había ganado una apuesta a sus socios: conseguir meter el mayor número de mujeres en Madrid para ser prostituidas. 
Como lo consiguió, se quedó con todas las chicas y un BMW. Se trataba de Miguel, el Músico.


Mabel Lozano

"Hola, soy proxeneta". Ese fue el mensaje que recibió la directora Mabel Lozano, activista contra la trata de mujeres (ha realizado dos películas, la última Chicas Nuevas 24 Horas). Lozano esperaba la llamada. La gestión se produjo gracias a la intermediación de José Nieto Barroso, inspector jefe de la Unidad contra Redes de Inmigración Ilegal y Falsedad Documental (UCRIF). Nieto Barroso llevaba años en contacto con El Músico, que en un momento de su carrera criminal empezó a colaborar con la Policía como 'boquerón', chivato. El Músico fue uno de los primeros grandes jefes de la trata y secuestro de mujeres en España en una década, los 90, en la que el negocio de la prostitución cambió de tercio: de ser los chulos los que proveían a los clubes de mujeres españolas, fueron los propios clubes, a través de una estructura mafiosa con infiltraciones en policía, justicia y política, los que empezaron a 'importar' miles de mujeres extranjeras engañadas. Su larguísima confesión en forma de libro ('El proxeneta', Alrevés, 2017) contrastada con fechas, cifras y comisión de delitos en poder de la UCRIF, es la primera que revela el funcionamiento de la trata y prostitución en España. Un país en el que, según datos del Gobierno, se mueven alrededor de este negocio unos cinco millones de euros al día y fueron identificadas, en 2016, 14.000 víctimas de trata: apenas la tercera parte de las mujeres captadas en sus países de origen por las organizaciones criminales.

"La primera regla que se aprende es a no mirarlas como tuyas, sino como la materia prima de tu negocio. Es importante no involucrarse en su vida más allá de lo necesario (...) Simplemente es una propiedad, como la Coca-Cola que vendes, y hay que tratarla como tal. Si te involucras en su vida o en sus problemas, te puede afectar, porque esa mercancía tiene sentimientos (...) Creamos una forma de vida que se sostiene gracias a la esclavitud, sin siquiera saberlo o pensarlo (...) La trata dio paso a los macroburdeles para los clientes, que no eran otra cosa que cárceles de lujo repletas de miseria, para las mujeres esclavas de un sistema nuevo y cruel. Las convertimos en grandes máquinas expendedoras de dinero", dice Miguel, nombre falso cuyo apodo (El Músico) es real, así como las localizaciones y los sobrenombres del resto de proxenetas, todos aún en activo o encarcelados: Chepas, Dandy, Gallego... "No es un asunto de sexo, es un asunto de coco. Un buen chulo no cobra por follar; lo hace por tener la respuesta adecuada para lo que preocupa a una puta", dice Iceberg Slim en un libro autobiográfico (Pimp, memorias de un chulo, Capitán Swing, 2016).

Debajo de ese mundo regido sin códigos, donde la degradación moral alcanza niveles irreversibles (pura esclavitud: palizas, violaciones, sometimiento a base del terror y la amenaza perpetua sobre sus familias en sus ciudades de origen, visitadas frecuentemente por el captador si la chica no rinde o da problemas) se entronizan hombres como Miguel, el Músico, y se van por el desagüe vidas como la de Lucía, que llegó con 18 años a Madrid, dejando a su hijo en Colombia al cuidado de su madre para trabajar de camarera, pagar su deuda con los tratantes y quedar libre para ahorrar un dinero durante meses que en su país sería una fortuna. Ya en España se le comunicó que tenía que prostituirse. Son reacciones, dice el Músico, "clonadas". Enmudecen. Luego entran en estado de shock y empiezan a llorar. De forma inagotable. Porque saben que no hay vuelta atrás, que se han quedado atrapadas.



En España, según datos del Gobierno, se mueven alrededor de este negocio unos cinco millones de euros al día y fueron identificadas, en 2016, 14.000 víctimas de trata

"Nadie se levanta una mañana y decide ser puta, pero nosotros tenemos la tela de araña perfectamente tejida donde caben las promesas de una vida mejor para ella y los suyos, los halagos que le gusta escuchar y algunas ayudas insignificantes que le presentamos como grandes favores y que ella nos agradece como si lo fueran. En cuanto la mosca pega sus diminutas patitas a la red pringosa, ya le es imposible soltarse. Y ahí se queda. Cazada. Lista (...) La balanza del acuerdo verbal no se inclina a ambos lados por igual. Por eso el supuesto consentimiento de las víctimas no es más que una farsa donde no existen los requisitos éticos imprescindibles en cualquier relación personal, social o laboral (...) Yo surtí, durante años, a doce de los mejores macroburdeles que existen en la actualidad en España. Los llené de esa materia prima que los puteros llaman 'carne fresca', día a día. Y jamás me paré a pensar si la mercancía que yo importaba eran personas como yo. Ellas eran otra cosa. Eran putas".

Asumido el golpe, Lucía hizo de tripas corazón "con enorme disciplina y a destajo". En tres meses consiguió los 6.000 euros del dinero que creía deber a Miguel por sacarla de su país y darle un trabajo. También había pagado cada día los 50 euros que se abonan para poder bajar al salón y ejercer allí. Se presentó en el despacho de su proxeneta con una sonrisa "de satisfacción y felicidad". Miguel hizo cuentas delante de ella y le dijo que ya solo le faltaban 425 euros para cumplir la deuda. La convenció de que dentro de un mes volvieran a hablar, pero necesitaba extender su visado por tres meses en España para poder seguir en el club "ya sin deuda" y ahorrar para volver a su país con dinero para su familia. La extensión del visado es gratuita, pero Miguel le dijo que costaría "apenas" 1.200 euros. Le explicó que con ese visado estaría tranquila en España en caso de una redada. Quieren todas lo mismo, dice Miguel: estar en España legalmente, ahorrar y volver con dinero a sus casas. Por eso Lucía regresó al mes siguiente creyendo la deuda saldada al despacho de Miguel, pero ésta había crecido; el proxeneta sumó un gasto que "había olvidado", el de la pensión diaria: cama y comidas. Sumado todo, incluido lo anterior, Lucía ya debía más dinero que en su primera visita. "Se empezó a morir por dentro", dice Miguel.

Ellas se convertían en un cheque en blanco. El beneficio de su explotación podía superar los doscientos mil euros

Foto Salvador Batalla



Pasaron los meses con nuevas promesas incumplidas, cientos de clientes ("aquí de viene a chupar y follar"), hasta que un día Lucía no apareció en el salón. Tampoco se había escapado ("en este negocio lo más importante es lo que está en la puerta") ni estaba en su cuarto. Finalmente apareció: lo hizo tirada en un charco de sangre en el baño. Se había cortado las venas. La llevaron al hospital, donde le salvaron la vida de milagro. Al regresar días después al club había envejecido veinte años. "Esa mujer mayor que había devorado sin compasión a la joven y bella Lucía dio por hecho que a su deuda interminable se le sumarían las facturas de la ambulancia, el médico, el hospital, las medicinas, la diaria, e incluso una multa por su intento de suicidio". La tuvieron prostituyéndose más tiempo en otro club, éste de Denia, y al cabo de unos meses tuvieron que ingresarla en un hospital psiquiátrico. Había muerto del todo. Nunca volvió a Colombia, nunca supo más de su madre, nunca volvió a ver a su hijo.

El libro que Mabel Lozano ha escrito basándose en decenas de entrevistas con El Músico explica la realidad del mundo de luces de neón y clubes repartidos por todos los pueblos, ciudades y carreteras de España. "Llegamos a ser los propietarios de algunos de los mejores burdeles de España: El Leidys, en Denia; El Glamour, en Córdoba; El Privé, en Tarragona; La Rosa Élite y El Venus, en Valdepeñas; Los Charlys, en Consolación; El Estel, en el Vendrell; El París, en Puerto de Sagunto; El Cuatro Hermanas, en el Puxol; Las Palmeras, en Castellón...". Un mundo a la vista y consumo de todos poblado de mujeres explotadas que llegaban a España de las más diversas maneras, siempre engañadas y después traicionadas, como campeonas de un deporte que en su país no existe para ser destinadas, como mercancía, a un esclavismo que desconocían que existiese en el siglo XXI. En un país, España, en el que no está perseguido penalmente el proxenetismo en todas sus formas, por ejemplo la consentida. Y en el que las víctimas tiene más miedo a la justicia que a sus captores por la amenaza que estos representan sobre sus familias. "Apenas se invertían mil doscientos o mil quinientos euros, todo lo más", resume El Músico. "Pero ellas se convertían en un cheque en blanco. El beneficio de su explotación podía superar los doscientos mil euros. ¡Se hubieran necesitado diez kilos de cocaína para alcanzar la misma cifra que con una sola víctima!".

Fuente

https://politica.elpais.com/politica/2017/11/11/actualidad/1510423180_056582.html?id_externo_rsoc=FB_CC



En los prostíbulos es donde los hombres son hermanos y gozan de su masculinidad

Testimonio de prostitución


"En los prostíbulos es donde los hombres son hermanos y gozan de su masculinidad"

25 de noviembre de 2017

Amelia Tiganus es una superviviente. Sobrevivió a la prostitución y al rechazo de la sociedad cómplice. Ahora no se esconde y reclama justicia

La voz de Amelia Tiganus (Rumanía, 1984) llega cálida y cariñosa, tanto, que a los pocos minutos de descolgar el teléfono una tiene la tentación de darle la vuelta a la entrevista y empezar a confesarle los problemas que le rondan la cabeza y el alma. Amelia debe ser buena amiga. Tiene que serlo. Cómo explicar si no todo lo que hace por tantas personas poniendo cara y voz a un tipo de violencia que sigue en los márgenes de la sociedad: la prostitución y la trata de mujeres.

Amelia sabe de lo que habla. Con 13 años sufrió una violación múltiple que marcaría para siempre su vida. "Me convirtieron en puta sin importarles si yo quería ser médica o profesora". Antes de alcanzar la mayoría de edad estaba viajando desde Rumanía en un autobús que la llevaría a un destino incierto. La habían vendido a un proxeneta español por 300 euros y durante cinco años fue esclavizada en más cuarenta burdeles.

Cuarenta "campos de concentración" en donde entendió que "acostarse con quince hombres en una noche no es un trabajo". Pero Amelia no está hundida, tampoco parece deprimida. Se ha convertido en una voz indispensable contra el proxenetismo y, como secretaria y coordinadora de formación online de feminicidio.net, trabaja para la visibilización de todos los asesinatos de mujeres a manos de hombres en España y en Latinoamérica. También los de las prostitutas. Bienvenidas a esta revuelta. La revuelta de las putas.
 
Amelia Tiganus
Con 17 años te marchaste de tu país para ejercer la prostitución en España pensando que te daría fortuna y la llave de la libertad en poco tiempo. ¿No tuviste el apoyo de nadie que evitase esa tragedia?
Realmente el círculo de amistades desapareció en el momento que se me puso la etiqueta de puta, y eso pasó con 13 años. Me quedé en una situación de absoluta vulnerabilidad en la cual el entorno no supo reaccionar. Digamos que sí recibí algún mensaje de que eso estaba mal, pero no tenía otra salida. Con que te digan que está mal no vale, si no te dan otras opciones.

Te vendieron por 300 euros a un proxeneta y, sin embargo, tardaste años en darte cuenta de que habías sido víctima de trata.
Sí. Primero porque no sabía qué era la trata, y segundo porque me habían hecho pensar, habían creado esa realidad, en la que estaba convencida de que yo decidía. Con el tiempo, al poder analizarlo con muchas más herramientas es cuando yo desarrollo el concepto de la fabricación de la puta. Nos movemos en un entorno muy hostil y violento en el cual nos venden la prostitución como una salvación y una decisión propia. Asumir la identidad de puta como algo con lo que has nacido y para lo que has nacido es un instrumento de supervivencia.

"Asumir la identidad de puta como algo con lo que has nacido es un instrumento de supervivencia"

¿Qué opinas del concepto del consentimiento tan usado estas semanas por el juicio de la violación en San Fermín?
El entorno y la sociedad creen que si tú das tu consentimiento es algo que tú quieres, sin tener en cuenta que el consentimiento queda invalidado siempre y cuando se da en una situación de vulnerabilidad. El concepto de consentimiento es algo muy tramposo. Hay que analizarlo desde un marco patriarcal, que es el mundo en que vivimos.

Hablas de muchos tipos de violencia dentro de la prostitución: la sexual, la física, la psicológica… pero hay una que me interesa especialmente, la violencia institucional. Dices que el Estado español es un estado proxeneta. Explícamelo.
El estado proxeneta es el que, primero, se lucra con la explotación sexual de las mujeres que mayoritariamente somos mujeres migradas de países empobrecidos por este primer mundo, y, segundo, es un estado que pretende alcanzar la igualdad real maquillando los datos (de la violencia) al obviar a las mujeres de otros países más pobres. En vez de crear oportunidades y velar por los derechos humanos de todos los sujetos, creen que las mujeres somos utilizables y reutilizables las veces que podamos producir algo, se nos ve como riqueza. En este momento ni siquiera hay una ley integral contra la trata en el estado español y se están llevando a cabo debates absurdos de si la prostitución es trabajo o no lo es. Necesitamos una ley para reparar y defender a las víctimas, y después incidir en la demanda.

¿Qué sientes cuando escuchas a Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, hablar de poner "puticlubs con habitaciones cojonudas"?
En este caso escucho la voz del discurso proxeneta.

¿Conociste a políticos puteros?
Sí. Son puteros y son proxenetas.

"Todos los fines de semana, manada tras manada, hacen el mismo ritual de dominación"

¿Y a policías o guardias civiles?
Sí, sí. Están todos metidos. Jueces, fiscales, policías, periodistas. Ahí es donde todos los hombres son hermanos y disfrutan de su masculinidad. En los prostíbulos es donde pueden sentirse hombres de verdad.

Tú haces una clasificación muy interesante de los clientes: los violadores, los maltratadores y, los peores, los puteros majos, los que no te dejan desconectar mentalmente.
Sí, ellos exigen a través de ese acto tu afectividad y el estar presente en cuerpo y alma. Es lo que más me costaba a mí. Es el tipo de putero halagado por la sociedad y parece ser que es único del que hablan ciertos sectores que están a favor de la prostitución y los pintan como hombres normales. Ese es el problema: que son hombres normales que entienden que las mujeres tenemos que estar para ellos.

¿Qué le dirías a esos hombres que están preparando la despedida de soltero de su amigo y que están pensando en irse de putas el fin de semana?
Posiblemente lo que les podría decir ni se molestarían en escucharme porque han sido socializados de una forma que entienden que las mujeres somos objetos de diversión. Lo que tenemos que hacer es señalarlos y ponerlos en el foco del análisis porque tenemos que entender que lo que les excita a esos hombres nos afecta a todas. Estamos muy horrorizadas por lo que ha ocurrido en Pamplona pero todos los fines de semana, manada tras manada, hacen el mismo ritual de dominación y terror sexual a las mujeres que están en estos campos de concentración. Se entrenan en la violencia sexual con las mujeres que están en situación de prostitución para ejercerla con todas nosotras.

Ninguna mujer nace para puta, pero ¿qué pasa con los hombres? ¿Nacen ellos para puteros?
Creo que tampoco, creo que les hacen ser puteros. En estos momentos además de demanda, hay un gran generador de demandas que es la pornografía, que hace que nuestra sexualidad tenga que pasar por el capital sí o sí para el beneficio de unos pocos.

"El consentimiento queda invalidado siempre y cuando se da en una situación de vulnerabilidad"

Reconoces que los mismos argumentos que usan los proxenetas son los que utilizan algunas activistas (regulacionistas) pare referirse  a la prostitución como un trabajo que empodera. ¿Cuáles son?
El más peligroso es cuando se nos dice que nosotras tenemos el control y que a partir de nuestro cuerpo manejamos a los hombres y sacamos dinero. Eso es totalmente perverso porque no se nos dice lo que supone a largo plazo y qué secuelas puede dejar eso. Se frivoliza con las repercusiones que tiene sobre nuestra vida y nuestra salud, física y mental. Creo que ese es el discurso más fácil dentro de la prostitución porque resulta de lo más liviano, para poder llevarlo, creerse que llevas el control sobre esa situación. Pero son unas relaciones completamente desequilibradas donde el poder lo tiene quien pone el dinero y quien paga.



Después de cinco años ejerciendo, abandonas la prostitución. ¿Qué fue antes, el feminismo o la salida del círculo prostitucional? ¿Tuviste contradicciones a la hora de dar un paso al frente y salir del anonimato?
Primero fue la salida de la prostitución y, seis años después, o sea hace cuatro, fue cuando descubrí el feminismo y fue cuando realmente empecé a rehacer mi vida. Rehacer tu vida no es casarse y tener hijos para vivir con la culpa. Para mí es convertirte en un sujeto político que reclama reparación para que esta injusticia deje de pasar. Más que contradicciones tuve un tiempo de reflexión en el que estuve valorando si mi vida, que suponía que era perfecta porque había conseguido una familia, un trabajo y estabilidad económica (algo a lo que he renunciado por el activismo), si eso me compensaba o, si desde mi obligación ética de actuar a través de los conocimientos que tenía, podía apostar más. No podía quedarme callada y vivir mi felicidad sabiendo que cada día ingresan al mercado de la prostitución un montón de mujeres que van a pasar por lo que yo he pasado. Pero lo que más me motivó fue ver a esta sociedad ignorante. Ignorancia que muchas veces pienso que es elegida. Ver que los hombres siguen yendo a putas. Hombre que acaban sus fiestas en el puticlub de al lado que patrocina fiestas populares y que todo el mundo está encantadísimo con el sistema prostitucional, mientras la vida de las mujeres que están dentro pues importa más bien poco.

¿Fue complicado tu integración en la sociedad?
La sociedad no estaba preparada para recibirme y no recibí el apoyo ni mucho menos la atención que necesitaba. Mi suerte fue encontrar un trabajo y resistir en ese trabajo, porque como durante muchos años me habían dicho que no valía para otra cosa, llevé una batalla psicológica muy dura conmigo misma. A partir de ahí, tuve un entorno que supo respetar mis tiempos y que me brindaron la oportunidad de reencontrarme conmigo misma.
Amelia desde hace año y medio eres una cara conocida, muchas personas te leen o te escuchan, ¿qué es lo mejor que has conseguido desde entonces?
Hay más de una mujer que ha salido de la prostitución a través de conocerme. Me gusta, pero a la vez me preocupa porque les obliga a darse de bruces con la realidad y ver que también hay muchísimos problemas de integración. Eso, y que haya hombres puteros arrepentidos, que me han confesado que han sido unos estúpidos y que se han dejado llevar por una dinámica de grupo. Algunos me han dicho que van a intentar trabajar en su grupo de amigos para que esto deje de pasar. Me enorgullece muchísimo.

"UN MUNDO MEJOR PASA POR NO SER CRUELES CON NADIE"
Te declaras constantemente anticapitalista, vegana y un poco "loca de los gatos".
(Risas) Un mundo mejor pasa por no ser crueles con nadie y respetar la vida, no sólo de los animales y de las personas, sino la vida del planeta. Entiendo que mis acciones como mujer blanca europea que vivo, entre comillas, en el primer mundo generan pobreza en otros sitios y el colapso de este planeta.

¿Crees que el feminismo debe apropiarse de ese discurso del ecofeminismo?
A mí me parece que es fundamental pero luego me encuentro con que no todas (las feministas) lo ven así. En el discurso parece que estamos de acuerdo, pero a la hora de cuestionar una misma sus actitudes ya empieza a costar un poquito más. Estamos en ello y por supuesto que urge.

Tú te has replanteado hasta tu heterosexualidad…
Sí. Porque estando del lado de las más oprimidas, escuchando sus relatos, he llegado a pensar cómo es posible que yo me acueste con quien se supone que es el opresor, no a nivel personal, pero a nivel político sí. Y, aparte de eso, creo que es importante cuestionarse cosas siempre, es la única manera que tenemos de avanzar.

La revuelta de las putas acaba de empezar, ¿vais a dar un salto más político?
Estamos creando un grupo llamado ‘Las Resilentes’ y nos estamos formando y empoderando a nivel individual para pasar a ser sujetos políticos. Un grupo de putas indignadas para que tengamos voz en contra del proxenetismo como colectivo. No hay que olvidar que yo, de momento, soy la excepción.


Fuente
http://www.galiciae.com/articulo/sociedad/34-prostibulos-donde-todos-hombres-son-hermanos34/20171125192214018975.amp.html






Soltar las cadenas de la prostitución

Testimonio de prostitución


24 NOV 2017 -
TESTIMONIO

Soltar las cadenas de la prostitución
En el Día Internacional de la No Violencia Hacia la Mujer presentamos el relato de una mujer que logró salir del mundo de la prostitución y la explotación sexual. Un escenario que según ella es la suma de todas las violencias.
Natalia Herrera Durán - @Natal1aH
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“Esta historia empieza como la de muchas otras. Llegué del campo a trabajar como empleada doméstica en una casa de familia en Bogotá. Tenía 12 años. A los 14 conocí a un hombre y por desespero me fui a vivir con él. Con él conocí el maltrato. Me golpeó decenas de veces, me humilló cuando traté de terminar la primaria y un día intentó ahorcarme. Así pasé años amargos, dando tumbos en comisarías de familia y en Medicina Legal, mostrando heridas y moretones.

Mientras buscaba ganarme la vida en una tienda, una clienta me ofreció trabajo atendiendo eventos como mesera. Yo accedí y así conocí la desolación. Durante un año fui secuestrada, violada y mutilada por hombres que pertenecían a un grupo armado. Me vendieron como una cosa y producto de esos abusos quedé en embarazo. Llegué al hospital sin saberlo, pensando que iba a morir de lo mal que me sentía. Tuve la ilusión de que al decir mi cédula saldría reportada como desaparecida. Nada, no apareció nada. Nadie me estaba buscando. Nadie puso un denuncio. No volví a hablar. Cuando salí del hospital casi me mata el desprecio de mi familia, la pobreza, la indolencia.

Con el tiempo y con la angustia de sacar adelante a mi familia, y luego entendí que por los abusos que había vivido, terminé atrapada en la prostitución. Allí me di cuenta de que era como estar secuestrada, pero esta vez frente a la Policía, la Fiscalía y otras instituciones. Un secuestro “normal” para un país que normaliza esta violencia como el “oficio más viejo del mundo”.

En ese camino de dolor conocí a personas que buscaron ayudarme. Personas que me dijeron y explicaron que eso de pelear por mi compañera que estaba endeudada por proxenetas para poder enviarle dinero a su familia era activismo, era defender derechos humanos. Que eso de que no saliéramos de las casas, ni para comprar algo de comer, no era normal. Tan lindas que nos veíamos, maquilladas y entaconadas, pero éramos presas. Algo que no es fácil de identificar. La mayoría contesta que están ahí porque quieren. La mayoría no sabe que es víctima de trata de personas o de inducción a la prostitución.

De hecho, antes de que yo entendiera que esto estaba sucediendo, llegué a creer que me estaban haciendo un favor. Ellos saben las debilidades que uno tiene, las utilizan, las manosean. Saben que uno no tuvo familia o la tuvo y no fue querido o cuidado, saben que debe dinero, que tiene hijos por quien responder. Se hacen amigos o esposos, lo que sea. Todo para asegurar las ganancias diarias de un cuerpo a su lado.

“Las internas”, por ejemplo, que en su mayoría son menores de edad, están confinadas en casas muy bonitas al norte de la ciudad. Son las niñas que no quedan registradas en las planillas de la Alcaldía. Son tratadas como mercancía. Los “clientes” son los tipos bien que no quieren que los vean en las zonas de tolerancia. Si se necesitan diez pocillos, diez pocillos traen de cualquier ciudad. Si se portan mal, las desaparecen. Aunque llegan de otros lados (la mayoría de las mujeres en situación de prostitución en Bogotá vienen de ciudades intermedias y pueblos), tienen, tenemos, historias en común: pobreza extrema, hemos sido abusadas por familiares de niñas, hemos tenido madres adolescentes, familias maltratadoras (si hemos tenido familia), y hemos vivido otras violencias y desprecios.

Conozco chicas que “trabajan” o viven en estratos altos, que han sido operadas, sofisticadas y endeudadas por la industria del sexo. Pero como sobreviviente y activista puedo decir que en este país no existe la “prostituta” o prepago estrato seis, feliz y libre de “ejercer”. Hay mujeres que otros han modelado al antojo de un prototipo, pero detrás de ese rostro o silueta perfecta y glamurosa hay poca educación, pobreza, una familia destrozada, hay violencia sexual durante la infancia. Cuando somos menores de edad, el Estado y la sociedad dicen: “¡Huy, Dios mío, las violaron!”. Pero cuando cumplen 18 años ya son "trabajadoras sexuales independientes" y el Estado dice no tener ninguna responsabilidad. Esas cadenas invisibles duelen.

El turismo extranjero, por ejemplo, está a la cacería de quienes no hayan estado en prostitución, niñas y mujeres campesinas o negras. Yo llegué a la prostitución, por ejemplo, porque respondía al prototipo de mujer campesina, indefensa, delgada, e ingenua. Pusieron precio por mí y una supuesta “amiga” me convenció diciéndome que si yo se lo daba gratis a un novio que me ponía los cachos por qué no iba a cobrar. Luego me enteré de que a ella le habían pagado más de un millón de pesos por venderme. A mí me dieron $300.000 y eso era muchísima plata para alguien que, como yo, ganaba $20.000 por trabajar 12 horas diarias. En el “oficio” algunas veces me obligaron a drogarme porque el cliente quería drogarse en compañía. La industria lo pide y hay que hacerlo, sin importar que sea una mujer que jamás haya oído hablar de eso.

Cuando era “prostituta” no sabía que habían cometido tantos delitos conmigo. Hoy, que ya lo sé, que trato de ser y sentirme sobreviviente me duelen aún más, como me duele la indiferencia de los funcionarios, que juzgan y te culpan de lo que has padecido. Quizás, porque conozco el discurso institucional, la famosa “ruta de atención”, el “protocolo de trata”, todo lo que difícilmente se aplica o llega a las mujeres violentadas. “¿Por qué no olvidas o te callas?”, me dicen. Pero no puedo. Yo no hablo de estas cosas simplemente porque fue un discurso chévere que escuché y me gustó. No. Yo lo he vivido. Lo he visto malvivir de cerquita y espero seguir aportando para que esto cambie”.

*Este relato es de una sobreviviente de trata y explotación sexual que salió del país por amenazas a su vida.


Fuente

https://colombia2020.elespectador.com/pais/soltar-las-cadenas-de-la-prostitucion

Nota: las imágenes están en el original.




Sobrevivir a la prostitución: ‘La violencia me marcó’

Testimonio de prostitución


Sobrevivir a la prostitución: ‘La violencia me marcó’
7/21/2017
Por Alisa Bernard  Publicado originalmente el 14 de julio de 2017

 Traducción del inglés: Atenea Acevedo
Original en inglés: http://crosscut.com/2017/07/seattle-prostitution-survivor-violence-police-sting/
Imagen


​Odio el color marrón. Los moteles tienen cierta predilección por el marrón. Las alfombras son color marrón, las lámparas son color marrón… incluso los marcos de las duchas parecen tener un tono marrón. Pero lo que más odio son los cubrecamas color marrón, delgados como las sábanas de motel con hilos de plástico que sobresalen. Siempre hay uno que va a acabar clavado en tus nalgas.

Cuando fui prostituta pasaba muchas horas contemplando el exterior marrón de un motel barato y popular cerca de la carretera I-5, cerca de Everett. Si tenía suerte, mi proxeneta, una mujer, dejaba pasar una o dos horas entre puteros; eso significaba la oportunidad de intentar no ver el entorno y perderme en algún episodio de Law and Order Special Victims Unit. Después de haberme dado el cuarto o quinto duchazo desinfectante del día, claro.

La prostitución. Pedro Lobos

Era más o menos consciente de la ironía de mi adicción a un programa de televisión como Special Victims Unit, donde la mayoría de las víctimas son mujeres prostituidas como lo era yo. Después de ver un episodio especialmente sangriento, cuando el siguiente putero llamaba a mi puerta invariablemente me invadía un miedo capaz de despertar tensión en mi pecho, una tensión peor a la habitual. No tiene nada de raro: las prostitutas somos el grupo con mayor probabilidad de ser víctimas de homicidio.

Hay un estudio que afirma que, de 1981 a 1990, las mujeres estadounidenses que ejercían la prostitución tenían 18 veces más probabilidades de ser asesinadas que sus contrapartes en el resto del mundo.[i] La verdad es que no sabía quién sería el próximo en tocar esa puerta, la posibilidad de que un putero sea violento nunca cambia. Gary Ridgeway, el asesino de Green River que mató a 48 mujeres y niñas prostituidas en Seattle era putero. También Robert Pickton, Rurik Jutting, Joel Rifkin y un sinfín de asesinos seriales más. No hay diferencia alguna entre el putero promedio de todos los días y estos tipos. No son menos terroríficos y las mujeres que están en la prostitución, como estaba yo, siempre les tienen miedo.

Hacia fines de junio, la Policía de Seattle organizó una operación encubierta para atrapar puteros. De los 138 detenidos por explotación sexual, dos habían cometido delitos sexuales; uno de ellos había sido condenado por pederastia. Uno de los puteros llevaba metadona, otro portaba una pistola, una navaja y un par de esposas. En un estudio,[ii] más de 80% de las prostituidas afirmaron haber sido atacadas físicamente y/o amenazadas con un arma, y casi 70% dijeron haber sido violadas. Las probabilidades no favorecen a la prostituta. Me encantaría dorarles la píldora y decir que no viví violencia, pero no hay forma de edulcorar la realidad. La violencia me marcó y, para ser sincera, es igual con la mayoría de las mujeres y niñas que están en la prostitución.

Si eres putero y estás leyendo mi testimonio, a lo mejor piensas “No soy como esos tipos”. Bueno, te lo diré al oído: si compras sexo eres uno más de los que infunden miedo. Estás alimentando la compraventa de sexo y perpetuando la violencia contra las mujeres, así que eres parte del problema en conjunto. Las únicas personas que se benefician de que compres sexo son los proxenetas y los tratantes. Otro estudio señala que 90% de las mujeres prostituidas ejercen bajo coerción,[iii] así que resulta difícil negar las probabilidades de que un putero haya pagado por acostarse con una víctima de trata en algún momento.

Voy a ser muy clara ante quienes podrían no tener mi experiencia como prostituta: nadie elige prostituirse. No es un trabajo como cualquier otro. Claro que hay algunas autodenominadas trabajadoras sexuales que dirán que sí lo es, pero yo llevo casi cinco años trabajando en la Organización de Sobrevivientes de Prostitución. Mujeres de todo el país, mujeres de todo tipo, raza y orientación, narran violaciones, golpizas y violencia más allá de lo que cualquier medio escrito se atrevería a publicar.

Las opciones que una enfrenta al entrar en la prostitución nunca son muchas ni dan paso a decisiones libres. Siempre está la coerción, ya sea por la pobreza o el proxeneta. La decisión de ejercer es una opción que no es realmente una elección. Si eres como yo y el 65% a 90% de las mujeres que ejercen y han sufrido violencia sexual en la infancia,[iv] elegir la prostitución es tan libre como elegir el lugar donde deseas sufrir tu inevitable y próxima violación.



Las mujeres que, como yo, han pasado por la prostitución no necesitan de estudios o estadísticas que les recuerden lo peligrosos que pueden ser los puteros. Antes de terminar mi primera jornada en aquel motel ya tenía las piernas y los brazos cubiertos de moretones, y sentía dolor en el cuello y el cuero cabelludo de tanto que me habían tironeado del pelo para zarandear mi cabeza. No quiero hablar de la sensación de vacío y muerte que empezó a apoderarse de mi mente. No pasó un día sin encontrarme al menos un putero que actuaba como si no se diera cuenta de los evidentes dolores que yo estaba pasando, o quizás disfrutaba al ser testigo de mi sufrimiento. Los puteros ven a las prostitutas como objetos, no como seres humanos con sentimientos, emociones y vidas más allá de lo que tienen entre las piernas. Eso son los hombres arrestados en la operación encubierta de hace un mes.

Solo pude salir de la prostitución después de un colapso físico y mental. Me tomó casi diez años buscar ayuda para aliviar las pesadillas, los recuerdos traumáticos recurrentes, el insomnio, la depresión y la disociación, es decir, las secuelas que constituyen mi diagnóstico: trastorno de estrés postraumático. Lo cierto es que busqué apoyo y me lo dieron.

No es el caso de todas las mujeres y niñas que lo necesitan. La Oficina de Servicios para la Infancia, la Juventud y la Familia calcula que, en los casos de explotación sexual comercial de niños, entre 50% y 90% logra obtener atención especializada. Sin embargo, aun cuando exista esa atención, dejemos la ingenuidad a un lado: muchas mueren en el intento de salir de la prostitución.



[i] https://academic.oup.com/aje/article/159/8/778/91471/Mortality-in-a-Long-term-Open-Cohort-of-Prostitute

[ii] http://www.prostitutionresearch.com/Farley%26Barkan%201998.pdf

[iii] http://www.prostitutionresearch.com/Prostitution%20Quick%20Facts%2012-21-12.pdf


Fuente

http://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/





lunes, 20 de noviembre de 2017

Las lágrimas me corrían por la cara mientras me violaban

Testimonios de Prostitución

Antes que un testimonio de prostitución esto es crónica de violaciones cometidas por los llamados "clientes de prostitución" a los que poco importa si es una niña, su vulnerabilidad, el daño que le causan. Poco les importa que esa violencia extrema destruya y como de costumbre, el Estado presente en mirar para otro lado, en no actuar en defensa de las débiles, cómplice de torturas.
Alberto B Ilieff

Las lágrimas me corrían por la cara mientras me violaban

"Las lágrimas me corrían por la cara mientras me violaban": niña fue ultrajada por 40 hombres tras ser vendida por su mejor amiga
"El dolor era insoportable, pero fue sólo el comienzo", relató una joven al hablar por primera vez sobre el drama que vivió enfrentar cuando apenas tenía 13 años.
Por Christian Monzón
 martes 10 de octubre del 2017

"Las lágrimas me corrían por la cara mientras me violaban": niña fue ultrajada por 40 hombres tras ser vendida por su mejor amiga

Samantha Owens, de 24 años, dio a conocer públicamente la dura infancia que vivió tras ser engañada por su mejor amiga cuando tenía 13 años, hecho que la llevó a ser violada por 40 hombres.

La joven fue detenida el 2012 tras robar en un centro comercial, y al ser llevada a un recinto penal juvenil rompió su silencio sobre el tema, el cual ahora relató públicamente a The Sun.

Todo comenzó cuando ella conoció a Amanda Spencer, dos años mayor que ella, y quien la impulsó a hurtar productos en negocios. Ambas se habían criado en hogares temporales, haciendo buenas migas de inmediato tras conocerse en la vía pública.



"Ella parecía mucho más vieja y más fresca que yo, y pese a que suena tonto, realmente quería que a ella yo le gustara, así que robé algunos dulces en una tienda", señaló.

Tras hacer este tipo de delitos, Spencer le preguntó si quería ganar aún más, mientras le mostró una gran cantidad de billetes. "Ella dijo que podría tener dinero como ella, si yo la ayudaba", expresó.

Su amiga le preguntó si era virgen y Owens le respondió que sí, por lo que ella le dijo que tenía que tener "relaciones sexuales con hombres". Tras esto, la llevó a una casa en donde habían cuatro o cinco adultos, cuyas paredes estaban cubiertas por cuadros de mujeres semidesnudas.

Mis piernas eran como jalea, estaba temblando de miedo, me sentía enfermo, sabiendo lo que estos hombres esperaban de mí.

"Lloré a Amanda que no quería hacerlo, pero ella me sacudió y se fue de la casa", confesó la joven. Tras esto, un hombre la llevó a una pieza mientras se quitaba la ropa. "Mi corazón martillaba mi pecho y las lágrimas corrían por mis mejillas mientras me violaba", señaló.

"El dolor era insoportable, pero fue sólo el comienzo. Me violaron dos veces más antes de que Amanda me recogiera a la mañana siguiente. Después de eso me sentí completamente perdida y rota", manifestó Owens.

Pese al duro momento que vivió, no quería perder la amistad de Spencer, por lo que continuó visitando hogares en donde los hombres la esperaban para violarla. Según reveló, al menos unos 40 hombres la ultrajaron durante todo este tiempo, mientras el dinero se la llevaba la otra mujer con la cual financiaba sus adicciones a las drogas.



El 2012 en tanto, Samantha quedó quedó embarazada y su novio la abandonó. Y mientras robaba productos en una tienda fue detenida por la policía, en donde recién logró darse cuenta del infierno que vivió. "Fue en ese momento cuando me di cuenta de que Amanda no era mi amiga".

Treinta días después, Owens quedó en libertad y la policía comenzó a investigar a Spencer. En mayo de 2014, la mujer aseguró ser inocente de 16 cargos relacionados con prostitución infantil contra Samantha y otras tres víctimas, aunque si admitió que recibió dinero por llevar a las niñas a tener sexo con hombres. La justicia la declaró culpable.

Amanda recibió una pena de 12 años de cárcel, la cual fue aumentada a 15 luego que se sumaran nuevas denuncias en contra de ella. Clave en eso fue Owens, quien se contactó contras mujeres que podrían haber sido víctimas de un hecho similar. Las que contaron que efectivamente también vivieron un calvario, se sumaron a las denuncias. En tanto, cinco hombres fueron hallados culpables de cuatro cargos por prostitución infantil y violación.

Por su parte, Samantha vive con su pequeña hija y dice que por ella lucha para ser fuerte día a día. "Estoy avanzando y quiero olvidar a Amanda Spencer", remató.

Fuente:

https://www.publimetro.cl/cl/estilo-vida/2017/10/10/las-lagrimas-me-corrian-la-cara-me-violaban-nina-fue-ultrajada-40-hombres-tras-vendida-mejor-amiga.html




Ambar IL-Mi historia es la crónica de una prostitución anunciada

Testimonio de prostitución




Mi historia es la crónica de una prostitución anunciada.

Empieza por las turbias circunstancias que propiciaron el abandono por parte de mis padres, los abusos sexuales y maltrato psicológico que sufrí en la familia a la que el estado otorgó mi custodia desde muy pequeña.

La trabajadora social asignada a mi caso, cuando venía no hablaba nunca a solas conmigo, nunca vio nada, nunca quiso “ver” nada.

Los posteriores años, en mi adolescencia, ella ya ni venía, solo llamaba por teléfono, creyendo a pies juntillas lo que decían mis tutores.

Para ella, su palabra tenía validez, la mía no. Para ella todo iba bien, todo perfecto, una niña encantadora que era feliz y no le faltaba de nada.

Nada más lejos de la realidad, una realidad que nadie quiso ver.

Los tres últimos años de colegio, cuando ya era consciente de los abusos que sufría, me volví una niña muy introvertida.

Mi personalidad cambió radicalmente, me hicieron bullying mis compañeras de clase. Tampoco nadie vio nada, nadie quiso ver nada salvo una compañera a la que yo confesé que tenía un secreto muy grande que no podía contar.

A los catorce años, recién salida de un colegio religioso, sin tener contacto con chicos apenas, algun@s miembros de la familia me llamaban puta, que era una puta como mi madre, que acabaría igual de mal que mis padres.


El maltrato físico y psicológico sobre todo en mi adolescencia era intenso.

Crecí sumisa, crecí manipulada, crecí anulada completamente.                                                               

 Sola, con el entorno llamándome puta, diciéndome a los doce años, que lo que tenía que hacer era buscarme un hombre rico que me mantuviera.
Así que, el destino, prácticamente lo tenía ya forjado. 

  A los diecisiete años tenía un novio al que le pedía cuando teníamos encuentros sexuales que asumiera el papel de mi abusador. Yo no conocía otra manera de tener sexo.

La situación cada vez era más insostenible. Me partieron una botella en la cabeza durante una comida familiar por un absurdo comentario. Es que yo era una rebelde según ellos. Pocos meses después me fui de esa casa, no aguantaba más allí.

Cogí un avión, me marché muy, muy lejos de la que había sido mi ciudad y volé. Volé hacia una engañosa libertad, una libertad que me esclavizó aún más de lo que ya estaba.

Al cabo de unos días de dormir en pensiones de mala muerte, sin prácticamente nada que comer, robando latas de conservas en los supermercados para subsistir, me enseñaron un anuncio que buscaban chicas para azafatas y llamé.

Al día siguiente empecé, empezó mi segundo periodo de esclavitud.

Y lo que siguió, ya fueron casi trece años más de explotación sexual, de proxenetas varios, de anulación de mi persona, física y psicológicamente.

De prolongación de esos abusos, de ese maltrato, de esa denigración, de esa sumisión tan bien adquirida en mi infancia, de la que yo no era ni consciente.

Era muy promiscua, estaba anestesiada física y emocionalmente para el sexo y creía, me convencieron de que era para lo único que servía. 
                                                                                                                                                             Aprendes a disociar física y mentalmente como método de supervivencia. Un robot sentía más de lo que sentía yo. Era una manera de no ver el infierno en el que estaba. 

 Estás tan sola que llegas a creerte que los proxenetas te cuidan, te protegen y que los clientes son tus amigos que miran por ti. Te convences de que haces un trabajo como otro cualquiera, que haces una labor social de atención al cliente y te sientes poderosa, cuando en realidad, estas rota por dentro.                                                                        
Intentaba buscarme trabajos, pero tenía tantas secuelas, estaba tan anulada que seguía creyendo que lo único que sabía, lo único que podía, para lo único que podía servir era para ofrecer sexo agravado por la circunstancia de que en la mayoría de trabajos sufría acoso sexual.  Y volvían a recluirme de nuevo, en esa espiral devastadora   prostituyente.  
                                                                          
Soportaba todo ese dolor con un trastorno alimentario que desarrollé enorme, una anorexia tremenda que posteriormente se convirtió en bulimia. Llegue a pesar 38 kg, frente a la indiferencia que arrastré durante muchísimos años y la marginación de los que tenía alrededor.

Intenté quitarme la vida varias veces. La sensación de soledad, de incomprensión, de ira, de dolor, han sido compañeras de viaje durante muchos años de mi vida.

Yo era la culpable, yo era la que me buscaba parejas maltratadoras, yo era la que adelgazaba, yo era la que comía y vomitaba porque me apetecía molestar a los demás con mi extrema delgadez , con mis trastornos alimentarios, con mis intentos de suicidio.

La que durante dos años tenía que tomar cocaína para aguantar la hora de servicio con un cliente. La que comía y vomitaba, antes y después de estar con un hombre, por el inmenso asco que sentía de lo que hacía, el inmenso asco que me tenía a mí misma. El asco que sentía cuando en casa me preguntaban con cuantos había estado ese día, cuánto dinero había sacado.

Hasta que un día, sentí que me rompía por dentro, no físicamente, puesto que yo estaba ya desde el principio de empezar en la prostitución como he dicho, en modo autómata, robot.



Y ese día dije NO.
NO a que me pusiera más la mano encima ningún hombre de esa manera.
 NO a que me siguieran humillando. 
NO a esa sumisión tan terriblemente arraigada en mi mente.

Y todo esto, analizado con el paso del tiempo, de los años, me ha hecho darme cuenta de lo que han hecho conmigo, de lo mucho que modificaron mi vida, mi personalidad, mi alma, mi integridad como persona. Me dejaron rota.

De la nula ayuda recibida antes para salir de toda esa mierda y de la indiferencia ahora de las personas, las cercanas y las lejanas para poder recuperar mi vida y a mí misma.

Trabajo que tengo que hacer yo sola.

En estos años me he dado cuenta de quién es quién, pero también de quien soy yo, ahora, a día de hoy.

Y soy una mujer que lucha por sanar sus heridas, por recuperar momentos, sensaciones que no viví, por ser feliz en la medida que me sea posible, a pesar del tremendo estrés postraumático diagnosticado que arrastro desde niña y que condiciona de manera brutal mi vida en muchas aspectos.

Una superviviente de abusos sexuales, de incesto, de un sistema prostituyente y de una infancia y adolescencia que me condenaron sin miramientos a una vida que casi acaba conmigo.

Ambar IL.


 Fuente: Comunicación personal. 

NOTA: Las imágenes no pertenecen al original.






sábado, 4 de noviembre de 2017

Las tragedias y secuelas psicológicas de tres ex pornostars

Testimonios de prostitución


28 de Octubre de 2017 |
Las tragedias y secuelas psicológicas de tres ex pornostars


Fue solo al principio. Sucedió en el momento inicial, cuando la excursión en el mundo de las fantasías y las mujeres perfectas aún no había mostrado su verdadera faceta. La que, en la creencia popular, se traduce en un escape post adolescencia con el afán de ganar dinero, ser famoso y tener mucho sexo.

Los primeros kilómetros en el mundo del cine porno marcan el futuro de las actrices. Luego, los dilemas de la crisis del cuarto de vida son también un reflejo de la presión que la sociedad ejerce sobre las mujeres, por ejemplo, para que sean madres. Se enfrentan, sin querer serlo, a las miradas y opiniones que la sociedad ejerce sobre ellas. Son tres testimonios, pero podrían ser cientos más. Todas tienen algo en común: se inundaron en una cultura oscura, a la cual no quieren pertenecer más.

Vanessa Belmond
En Date My Porn Star, la ex actriz Vanessa Belmond confesó que, tras 7 años en el porno (y con solo 25 años de edad) la propia industria la llevó más lejos de lo que ella pensaba, al punto de convertirse en voluntaria en una organización que lucha contra la pornografía: antipornography. org.


Vanessa Belmond estuvo 7 años en la industria del porno

Dijo Belmond: “Nadie quiere salir con una estrella porno, stripper o acompañante. En cuanto a la familia y tener hijos, yo estoy como: ‘¿quién va a tener hijos con una ex estrella porno?’. Y cuando yo tenga 60 años, aún voy a tener videos triple X en Internet. Es como tener un virus o algo que nunca se va”.

“Enfermé de clamidia en mi primera escena. En cuanto a las enfermedades de transmisión sexual, tuve clamidia unas tres veces o más. Tuve gonorrea. Tuve infecciones bacterianas muchas veces, y llegué a pensar que las pruebas podían mantenerme a salvo, ya que ellos lo hacen parecer como que todos son sometidos a exámenes. La cosa es que es que sólo te haces la prueba una vez al mes y durante todo ese mes ellos todavía tienen un examen ‘limpio’, pero podrían haber conseguido algo”, sostuvo.

Shelley Lubben
Shelley Lubben es otra de las activistas anti-porno que supo brillar en la industria erótica durante los 90. “La pornografía no es más que un círculo vicioso que te deja secuelas emocionales. De pronto, pasás a ser una trabajadora sexual a la que le mienten una y otra vez. Te dicen que vas a estar a salvo de las enfermedades de transmisión sexual y que vas a ganar mucho dinero fácil. Y al final, nada de eso termina siendo cierto”, dijo la mujer de 49 años.


Lubben relató su terrible historia en el documental After Porn Ends, en donde narró algunas de las torturas físicas y psicológicas a las que fue sometida durante los años que trabajó para diferentes productoras. “Es un negocio tan feroz como la trata. Todos nosotros hemos sido obligados a hacer una escena que no queríamos hacer. Fuimos a los médicos fraudulentos o clínicas fraudulentas a las que nos enviaron para hacernos los exámenes”.

La ex actriz expresó su disconformidad en base al desinterés legal de muchos estados norteamericanos en cuanto al cuidado sexual. “Nos obligaban a hacerlo sin protección. Yo no puedo decirles cuántas personas alteran sus pruebas para poder filmar. Se que más del 66% de los actores porno son portadores del virus del herpes”.

Bree Olson
En Real Women Real Stories, Bree Olson -ex pareja del actor Charlie Sheen-expuso un video en donde explicó las serias dificultades con las que convive en su vida diaria luego de dejar el porno en 2011. “La gente me trata como si fuese una pedófila, no lo hacen como si fuese una antigua trabajadora del sexo, sino como si hiciese daño a los niños”.


“He llegado a un punto en el que hay veces que paso días o semanas sin salir de casa, porque no tengo ganas enfrentarme al mundo. Me decepciona encontrarme con un amigo y darme cuenta que ya no quiere serlo. Es más fácil quedarme en casa”, agregó.

Olson dijo que podía llegar a ganar más de USD 20 mil a la semana. Dejó la pornografía a los 24 y, con 30 años, se arrepiente de no haber aguantado cinco años más, “para poder vivir a gusto el resto de mi vida”.


Bree Olson fue pareja del actor Charlie Sheen

 “Le mando un mensaje muy importante a las jóvenes: no hagan porno. Querrán abrazar su sexualidad y dirán ‘puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo’. Pero van a tener una vida de mierda por delante. Nunca podrán trabajar con niños después del porno, nunca podrán hacerlo en medicina. No vale la pena hacerlo, la gente te va a tratar muy mal el resto de tu vida”, concluyó.


http://www.airedesantafe.com.ar/tragedias-secuelas-psicologicas-tres-ex-pornostars/

Nota: las imágenes son de la publicación original. Valen para contrastar los rostros con las historias.



El testimonio del actor mejor valorado de la industria pornográfica no te dejará indiferente

Testimonios de prostitución




El testimonio del actor mejor valorado de la industria pornográfica no te dejará indiferente
Publicado por Alejandro Villena Moya el 03/11/2017

“Fight the new drug” es una plataforma estadounidense cuya misión es informar sobre las posibles consecuencias perjudiciales que el consumo de pornografía puede llegar a tener en las personas que la consumen. Se llaman a sí mismos “fighters” (luchadores en inglés) y cuentan con miles de personas voluntarias que día a día conciencian a la sociedad sobre como la pornografía puede destruir la sexualidad de los más jóvenes.

Después de un largo trabajo, la plataforma ha lanzado un documental breve en el que se relata la vida de Greg Ory, el actor mejor valorado de toda la historia de la industria pornográfica. Las palabras de Greg, una persona totalmente absorbida por la industria pornográfica, hacen reflexionar:

“En los años 80, fui a California persiguiendo ser actor. Todo me fue realmente bien, tenía un manager un agente, me sentía orgulloso de lo que había conseguido sin demasiado esfuerzo. Pero justo por aquel entonces, empezó un momento de crisis en la industria del cine y la gente empezó a pasar hambre”.

Greg tenía unas motivaciones diferentes en su vida, un sueño que perseguir y por el que luchar. Pero ciertas dificultades en el camino hicieron que la vida de Greg diera un giro de 180º

“En esos complicados días recibí una llamada inesperada para realizar una película porno, yo tenía claro que eso arruinaría mi carrera, pero necesitaba comer así que decidí hacer mi primera película pornográfica”.

Fruto de la desesperación, la mala situación económica y la falta de motivación, Greg decidió comenzar en el mundo del porno.

“Me convertí en el actor más premiado de la industria pornográfica, el más valorado, el mejor pagado de todos los tiempos, todo era demasiado fácil”.

Empezó a recibir un reconocimiento de gran magnitud, era admirado y querido entre las personas cercanas de la industria.

“Cada vez tenía más y más dinero, mi madre no sabía nada, le dolió, le impactó, le supuso un tormento”.

Empezó a disfrutar del dinero sin pensar en las posibles consecuencias negativas que podía tener su nuevo trabajo a nivel familiar, en las relaciones personales o en su entorno social.

“Se me olvidó lo que era el amor, ya no pensaba en el amor, miraba a las mujeres como objetos, no había emoción que envolviese al acto de hacer el amor… ¿Qué es hacer el amor? Yo hago sexo por dinero soy un prostituto, dejé de sentir”

La manera de concebir las relaciones sexuales en la pornografía empezó a dejar huella en su propia visión personal sobre el mundo, sobre los afectos y sobre la mujer.

“Tenia que ir a trabajar para hacer porno, para poder pagar las drogas que me hacían dejar de sufrir el dolor que me producía el porno”.

Pero no todo eran beneficios, dinero o reconocimiento; si no que empezó a sufrir a nivel emocional e incluso físico…

“Lo que la pornografía me hizo es cambiar la forma en la que pensaba y sentía sobre la mujer, empecé a verlas aún más si cabe como objetos sexuales”.

Aquel Greg que fue en busca de un trabajo cinematográfico, se quedó por el camino, había dado un cambio radical, transformando incluso sus propios valores y creencias sobre la vida. Sin darse cuenta, se vio inmerso en un nuevo mundo en el que su antiguo “yo” ya no tenía cabida.

Esta es una de las experiencias que hacen reflexionar sobre si el mundo de la pornografía es un mero entretenimiento y una forma legítima de trabajo, o si realmente puede tener serias consecuencias tanto en la persona que lo consume como en los miembros que pertenecen a la industria y hacen posible la existencia de estos vídeos.

Afortunadamente, un día Greg, cansado del sufrimiento derivado de ser el actor más reputado de la industria, volvió a casa. Decidió nunca más hacer pornografía y desde entonces sigue sin hacerlo. 

Ahora Greg comparte esta increíble experiencia en “Fight the new drug” para que la sociedad reflexione sobre el consumo de pornografía y su posible impacto en las personas.

Los “luchadores” no son los únicos preocupados en el mundo sobre este problema. En España también existen algunas asociaciones encargadas de informar y ofrecer ayuda a personas con un consumo elevado de pornografía como “Dale una vuelta” o “Sexólicos anónimos“.

Si te has visto reflejado en el sufrimiento de Greg o crees que tienes algún problema con el consumo de pornografía no dudes en ponerte en contacto con nosotros o con cualquier asociación que pueda asesorarte y ayudarte con tu problema.

Alejandro Villena Moya.
Psicólogo General Sanitario e Investigador en Sexualidad.
Coordinador de la Unidad de Sexología Clínica y Salud Sexual.

Fuente

http://abcblogs.abc.es/sexo-salud/2017/11/03/el-testimonio-del-actor-mejor-valorado-de-la-industria-pornografica-no-te-dejara-indiferente/

Nota: la foto es de la publicación original




martes, 17 de octubre de 2017

Sabrinna Valisce, la prostituta que se opone a la despenalización del comercio sexual

Testimonio de prostitución


Sabrinna Valisce, la prostituta que se opone a la despenalización del comercio sexual
Redacción
BBC Mundo
 02 Octubre 2017


Image copyright SABRINNA VALISCE Sabrinna Valisce
Image caption Sabrinna Valisce trabajó como prostituta durante 25 años.

Durante gran parte de su vida como prostituta en Nueva Zelanda, Sabrinna Valisce hizo campaña para que se despenalizara el comercio sexual.

Pero cuando esto ocurrió, cambió de parecer y ahora argumenta que los hombres que usan los servicios de las prostitutas deben ser castigados por la ley.

Su historia se la contó a la BBC la escritora Julie Bindel, autora de "The pimping of prostitution: Abolishing the Sex Work Myth" (El proxenetismo en la prostitución: Aboliendo el mito del trabajo sexual).


Cuando Sabrinna Valisce tenía 12 años, su padre se suicidó. Esto cambió su vida por completo.

Dos años después su madre volvió a casarse y la familia se mudó de Australia a Wellington, la capital de Nueva Zelanda, donde la vida de la adolescente fue lamentable.

"Era muy infeliz", dice Valisce. "Mi padrastro era violento y yo no tenía nadie con quien hablar" .

Ella soñaba con convertirse en una bailarina profesional y comenzó a dar clases de ballet durante la hora del almuerzo en su colegio. Y se hicieron tan populares que un conocido grupo de danza, Limbs, fue a dirigir las lecciones.

Pero pocos meses después se encontró prostituyéndose para sobrevivir.

Un día camino a su casa desde la escuela un hombre le ofreció NZ$100 (US$72) a cambio de sexo .

"Yo llevaba el uniforme escolar así que no había confusión sobre mi edad" , cuenta.

Valisce utilizó el dinero para huir a Auckland, una ciudad de la Isla Norte, donde se registró en un hostal del YMCA.


Image copyright DEAN PURCELL/ GETTY IMAGES Karangahape, la zona roja de Auckland.
Image caption La calle Karangahape es la zona roja de Auckland, una ciudad de la Isla Norte de Nueva Zelanda.

"Traté de llamar a alguien y pedirle ayuda desde la caseta de teléfono que estaba fuera del hostal, pero la línea estaba ocupada. Así que esperé", dice.

"La policía se detuvo y me preguntó qué estaba haciendo. Les dije: 'esperando para usar el teléfono'".

Los oficiales le indicaron que no había nadie usando el teléfono así que no había necesidad de esperar. "Pensaron que yo estaba haciéndome la lista", contó ella, y recordó cómo no parecieron entender lo que trataba de explicarles.

" Me registraron buscando condones porque pensaban que era una prostituta , porque el YMCA está detrás de la calle Karangahape, la infame zona roja", explicó.

"Irónicamente, eso fue lo que me hizo pensar en que esa era una forma de obtener dinero".

"La policía me asustó pero sabía que pronto viviría en la calle si no conseguía dinero. Y en cuanto me empujaron contra la pared para registrarme y amenazarme, supe que no había ninguna diferencia entre si lo hacía o no ".



Image copyright GETTY IMAGES Una prostituta en la calle Karangahape
Image caption Así se veía la calle Karangahape en 2003, poco después de que se legalizara la prostitución.


Valisce se dirigió a la calle Karangahape y le pidió consejo a una mujer que trabajaba allí como prostituta.

Esta le señaló dos callejones en los que podría trabajar.

"También me dio un condón, me dijo cuáles eran las tarifas básicas y me aconsejo que hiciera a los hombres luchar por los servicios que yo estaba dispuesta a ofrecer , para evitar que lucharan por los servicios que no quería ofrecer", recordó.

"Fue muy buena conmigo. Era samoana, demasiado joven para estar trabajando en la calle y estaba claro que ya llevaba allí mucho tiempo".

En 1989, después de dos años ofreciendo sus servicios en la calle, Valisce visitó el Colectivo de Prostitutas de Nueva Zelanda (NCPZ) en Christchurch, una ciudad a 300 kilómetros al sur de la capital, Wellington, en la costa este de la Isla del Sur.

"Yo buscaba algún apoyo, quizás dejar la prostitución, pero todo lo que me ofrecieron fueron condones" , dice.


Image copyright JUSTIN TALLIS/ GETTY IMAGES El Colectivo Inglés de Prostitutas
Image caption El Colectivo Inglés de Prostitutas argumenta que este trabajo debe tratarse como cualquier otra profesión.

También la invitaron a las reuniones que celebraban cada viernes en la noche, en las que servían vino y queso.

"Comenzaron a hablar sobre lo malo que era el estigma contra los trabajadores sexuales y cómo la prostitución era un trabajo como cualquier otro", rememora.

De alguna forma eso la hizo aceptar más lo que estaba haciendo.

Se convirtió en la coordinadora del salón de masajes del colectivo y en una entusiasta simpatizante de su campaña para la despenalización de todos los aspectos del comercio sexual, incluido el de los proxenetas.

"Sentía que estaba a punto de ocurrir una revolución. Estaba muy emocionada sobre cómo la despenalización podría mejorar las cosas para las mujeres" , afirma.

La despenalización llegó en 2003 y Valisce asistió a la fiesta de celebración que se realizó en el colectivo.

Pero Sabrinna pronto se vio desilusionada.


El Acta de Reforma de la Prostitución permitió a los burdeles operar como empresas legítimas, un modelo que a menudo había sido presentado como la opción más segura para las mujeres en el comercio sexual.


Image copyright GETTY IMAGES Anuncio de empleo de prostitutas
Image caption Cuando la prostitución fue legalizada en 2003, aparecieron anuncios de empleos en la prensa de Nueva Zelanda.


En Reino Unido, el Comité de Asuntos Internos del Parlamento ha estado considerando varios enfoques para el comercio sexual, incluida la total despenalización.

Pero Valisce asegura que en Nueva Zelanda la despenalización fue un desastre y que sólo benefició a los proxenetas y los clientes.

"Pensé que iba a ofrecer más poder y más derechos para las mujeres", afirma. "Pero pronto me di cuenta de que ocurrió lo contrario".

Un problema fue que esto permitió a los dueños de los burdeles ofrecer a los clientes transacciones "todo incluido", en las que podían pagar una cantidad acordada para hacer cualquier cosa que deseaban con la mujer.

"Una cosa que se nos prometió que no ocurriría fue el 'todo incluido'", afirma Valisce.

"Porque eso significaba que la mujer no iba a ser capaz de determinar el precio o los servicios sexuales que iba a ofrecer o rehusarse a ofrecer, lo cual era la base principal de la despenalización y sus supuestos beneficios".

"Estupefacta"

Valisce, de 40 años, fue a solicitar empleo a un burdel en Wellington, y quedó estupefacta con lo que vio.

"Durante mi primer turno vi a una niña que regresaba de un trabajo de acompañante. Había había tenido un ataque de pánico. Temblaba, lloraba y era incapaz de hablar".

"La recepcionista le estaba gritando, diciéndole que regresara a trabajar. Tomé mis pertenencias y salí de allí", recuerda.

Poco después le contó al colectivo de prostitutas en Wellington lo que había visto.

"¿Qué estamos haciendo sobre esto?", les preguntó. "¿Estamos haciendo algo para obtener ayuda?".

La "ignoraron totalmente", dice. Así que abandonó el colectivo.

Hasta entonces la organización había sido su única fuente de apoyo, un lugar donde nadie la juzgaba por trabajar en el comercio sexual.



Image copyright JUSTIN TALLIS/ GETTY Manifestante del Colectivo Inglés de Prostitutas
Image caption El Colectivo Inglés de Prostitutas también hace campaña para la despenalización.


Pero cuando trabajaba como voluntaria allí comenzó su trayecto para convertirse en "abolicionista".

"Uno de mis trabajos en el NZPC fue buscar todos los recortes de prensa. Una vez leí sobre alguien que hablaba de llorar y no saber porqué. Fue cuando salí de allí (del comercio sexual) cuando entendí esos sentimientos".

"Había pasado por ellos y durante años (pensé): 'no sé lo que ocurre ni por qué me siento así'. Me di cuenta de ello al leerlo".

Ese fue un punto sin retorno para Valisce.

Dejó la prostitución a principios de 2011 y se mudó a la costa de Queensland, Australia, buscando una nueva dirección para su vida.

Pero estaba confundida y deprimida.

Cuando su vecina trató de reclutarla para prostitución en internet, se negó con cortesía.

"Sentía que tenía la etiqueta de 'puta' en la frente. ¿Por qué me lo preguntó a mí? Ahora sé que la única razón fue que era mujer", asegura.

Valisce empezó a conocer a otras mujeres en internet, a feministas que estaban en contra de la despenalización que se describían a ellas mismas como "abolicionistas" .

Contra proxenetas y clientes

El modelo abolicionista, que también está siendo considerado en el Reino Unido, penaliza a los proxenetas y a los clientes pero despenaliza a la persona que se prostituye.

Valisce estableció un grupo llamado Feministas Radicales Australianas y pronto la invitaron a una conferencia organizada en la Universidad de Melbourne el año pasado.

Era el primer evento abolicionista que se celebrara en Australia, donde muchos estados han legalizado el negocio de burdeles.

La propia Melbourne ha tenido burdeles legales desde mediados de 1980, y aunque hay mucho apoyo vocal para el sistema, también hay un movimiento creciente en contra de éste.


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Image caption En Melbourne el negocio de burdeles ha sido legal desde mediados de 1980.


"El comienzo de mi nueva vida" . Así describe Valisce la época en la que se convirtió en una feminista que hacía campaña contra el comercio sexual y comenzó a sentirse liberada de su pasado.

"Primero me liberé emocionalmente, después físicamente. Y al último intelectualmente", afirma.

Después de la conferencia Valisce fue diagnosticada con trastorno de estrés postraumático .

"Fue el resultado del tiempo que pasé en la prostitución. Me había afectado mucho pero logré cubrir los efectos", señala.

" Toma mucho tiempo sentirse completa nuevamente ".

Para Valisce, la mejor terapia es trabajar con mujeres que entienden lo que es trabajar en el comercio sexual, y con aquellas que hacen campaña para exponer los daños que conlleva la prostitución.

También está determinada a asegurarse de que las mujeres que a menudo permanecen calladas por sus abusadores tengan una voz.

"Mi objetivo no es atrapar a la gente en la industria o decirle a las mujeres que salgan del trabajo", afirma.

"Pero quiero marcar la diferencia, y eso significa manifestarme todo lo posible para ayudar a otras mujeres".

Fuente
https://www.bbc.com/mundo/amp/noticias-41470171

Nota: las imágenes y letra en negrita están en el original