Testimonio de prostitución
Los testimonios que, venciendo prejuicios y temores, las sobrevivientes de la prostitución comparten generosamente son documentos invaluables surgidos de la propia piel de quienes los vivieron.
Sepamos considerar y darle el valor que tienen a estas palabras, con nuestro profundo agradecimiento por mostrarnos una realidad que difícilmente podemos o queremos ver.
Solo conocer la realidad desarma los mitos y prejuicios acerca de esta violencia extrema.
Córdoba: Elena es paraguaya, la captaron a los 9 años y fue víctima de trata casi la mitad de su vida
“Me han vendido como un trapo de piso”, resume la mujer, que fue explotada sexualmente en Córdoba durante 12 años.
Mariana Otero
lunes, 8 de noviembre de 2021 07:11 hs
Si volviera a nacer, Elena (nombre de fantasía) querría que la vida fuera con ella un poco más amable. Tiene 30 años y un pasado pesado y penoso, que preferiría olvidar.
“Más o menos, ¿qué es lo que usted quiere saber? Me ha pasado de todo, de todo un poco me ha pasado”, se intriga la joven paraguaya, cuando se le pide compartir su historia.
Elena es analfabeta, madre de dos hijos, ahora casera en una escuela rural y exvíctima de explotación sexual en Córdoba. “Yo fui víctima de trata hasta los 21 años. No ha pasado mucho tiempo porque ahora tengo 30″, dice.
Desde que fue captada en Paraguay, y durante 12 años, fue esclava de proxenetas en Córdoba y en otras provincias argentinas.
Su calvario comenzó cuando apenas tenía 9 años y se vio frente al espejo de un tugurio de mala muerte, con la apariencia de una mujer, para ser ofrecida como mercancía a hombres que podrían haber sido sus abuelos.
“Las primeras noches lloraba, yo no sabía nada de nada. Ni usar tacos”, recuerda sobre su iniciación sexual forzada, en un prostíbulo rutero del noroeste de la provincia de Córdoba.
“Tenía más o menos 9 cuando me trajo desde Paraguay un hombre que era cordobés”, cuenta Elena.
Sus padres se habían separado y la familia, disgregado. Ella, la mayor de los hermanos, se quedó con su madre. “¿Vio que cuando se separa un matrimonio los hijos andan para todos lados? Yo andaba en la calle todo el tiempo; me iba a un barcito que tenía mi tío en el centro, en Paraguay. Justo llegó un hombre en semejante camioneta y le preguntó a mi tío si no conocía alguna chica que quisiera trabajar en una empresa textil”, recuerda.
El tío pensó en la nena, su sobrina. “Yo en ese tiempo era chiquita, pero mi cuerpecito no parecía de esa edad”, cuenta. Corría el verano del año 2000, y una tentadora promesa de casa, de trabajo y de comida.
La primera whiskería
Elena y otras nueve niñas cruzaron la frontera entre Paraguay y Argentina montadas en motocicletas y con documentos falsos. “En aquel momento no había tanto control; te cruzaban los motoqueros, así, como si nada”, relata.
El hombre las esperaba en Misiones. “En Posadas nos subió a todas en un colectivo junto con él y nos trajo a Córdoba”, explica. Al llegar, las trasladaron al prostíbulo de un pueblo del árido y olvidado norte provincial.
“Ahí tenía su whiskería, pero él decía que era una empresa textil. Una vez que llegamos era muy diferente, te encerraban. Cuando llegamos ya había unas 20 mujeres. La cuestión es que éramos como 30″, explica. Todas eran menores de edad. “La más grande habrá tenido 15 años. El dueño la tenía como su mujercita. No teníamos noción de nada”, continúa.
La nuera del hombre era la encargada del burdel y de las mujeres. Las instalaba en una pieza con tres o cuatro camas, donde dormían y atendían a los clientes, y al caer la noche ella misma las vestía para salir al salón.
“El primer día que me tocó me fue muy mal porque lloraba, no entendía nada. Ella me maltrataba, no me daba de comer, a veces pasaban semanas en que no me daba nada porque yo no podía usar un taco”, recuerda Elena.
Sus compañeras le aconsejaban que lo mejor era mantener la calma. “De a poquito fui aprendiendo, tenía que usar el taco y vestirme así, semidesnuda. Lo peor era cuando me tocaba con los clientes y yo no sabía nada. Con el tiempo me fui adaptando y en una de esas quedé embarazada y me llevaron a una clínica clandestina, donde mucha gente se habrá muerto”, piensa la mujer.
De burdel en burdel
Elena explica que en aquel entonces nadie usaba preservativo y tampoco recibían atención médica. “No teníamos ningún cuidado para prevenir embarazos, ni higiene, ni nada de eso. Nos teníamos que bañar tres o cuatro en un solo baño con agua fría. Hasta que nos inventaron una chimenea y nosotras juntábamos leña entre todas para calentar agua para bañarnos. A veces se enojaban porque nos iba mal una noche y nos tiraban la comida como a un perro. ‘Come si quieres y si no quieres no comas’”, cuenta que le decían.
Elena comenzó a ser vendida a otros prostíbulos en diferentes provincias, en burdeles con plazas vacantes. Así pasó por Catamarca, por Tucumán y por Buenos Aires hasta que volvió al noroeste cordobés, al mismo lugar donde conoció el infierno. “Ahí fue cuando me fugué con dos chicas y el tipo me encontró en la terminal de Córdoba”, relata.
La vendieron a un nuevo prostíbulo regenteado por otro cafiolo en La Calera. “Era un travesti”, precisa Elena.
“Ahí me drogaban mucho. Estaba más dopada que otra cosa, me inyectaban, me daban pastillas ya que yo no quería estar con los clientes porque me dolía tanto que era impresionante. Cuando me bajaba la menstruación, igual tenía que trabajar. Siempre tenía que ‘taponearme’ y eso me dejaba mal. A veces atendía 30 o 40 hombres por día y, bueno, imaginate cómo terminaba. Me han vendido como un trapo de piso de un lugar a otro”, dice Elena.
Esclava sexual
Elena recorrió de manera forzada más de nueve mil kilómetros de un lugar a otro de la Argentina, pero la mayor parte del tiempo fue explotada en la provincia de Córdoba.
Cuando se fugó por segunda vez, lo hizo con un sujeto que prometió ayudarla. “Era un hombre que andaba en eso también, yo no sabía nada y volví a caer en lo mismo. Tenía muchas mujeres trabajando y me agarró”, cuenta.
La obligó a trabajar en una casa de citas en la zona del Mercado Norte, en la capital cordobesa. “Estaba en la puerta, parada semidesnuda, y ahí pasaba la gente. Trabajaba las 24 horas del día. Casi ni dormía porque la dueña te exigía demasiado; te sentaba para comer algo y volver a trabajar”, explica.
Elena asegura que jamás le pagaron. “Nunca vi plata yo, nunca tuve ni un peso; nada de nada. Cuando conocí a este hombre que me llevó a trabajar en esta casa, mal que mal no era tan feo. No me maltrataba”, dice, con resignación. Los fines de semana, el sujeto la llevaba a su vivienda. Elena quedó embarazada.
“Se había encariñado conmigo, me trataba bien; él solo buscaba la plata y se iba. Después me vendió a una señora, la dueña del local. Le habrá pagado unos 20 mil pesos, que entonces era mucha plata. De ahí no me movía, así que ahí sí vivía esclavizada las 24 horas del día”, comenta.
Llegó a atender hasta 70 hombres en un día: vivía anestesiada.
“Hoy en día me pongo a pensar y la verdad que sí, me duele. En ese momento no, no tenía noción de nada. Fui víctima de violencia; como ellos pagaban, podían hacer lo que querían. Fui violada muchas veces”, expone.
La fuga y el rescate
La madame del burdel enviaba a Elena a prostituirse a otras provincias y le exigía un monto de dinero mensual; sin eso, no podía regresar. La última whiskería por la que pasó fue en un pueblo petrolero de la Patagonia: allí conoció a su actual marido.
“Él me ayudó mucho; estuvo un tiempo sufriendo porque me quería sacar de ahí. Yo estaba atrapada, siempre me tenían amenazada. Me decían que yo era extranjera y que llamarían a la Policía, que iba a caer presa porque no tenía documentos, que iban a entregar a mi hija a un instituto de menores”, cuenta.
Elena quedó embarazada de quien hoy es su esposo, pero aun en esas condiciones tenía que trabajar todas las noches. “Estaba de seis meses cuando vivía en el sur. Estaba tan pesada que iba con los clientes y no soportaba el dolor, tenía muchas contracciones y nadie sabía. Me tenía que fajar para que no se dieran cuenta. A veces bebía mucho alcohol y me reventaba el estómago”, rememora.
Una compañera cordobesa la ayudó a escapar. “Me dijo: ‘No podés estar así, tenés que irte’. Lo llamé a quien es mi esposo ahora para que me pagara el pasaje, él estaba trabajando de changuitas en la construcción y mucho no le pagaban y la chica me ayudó y me fugué. Ella me llevó a la terminal disfrazada y él me esperó en Córdoba con dos pasajes para viajar a otra provincia”, dice.
Ya libre, Elena estuvo más de dos años sin tener contacto con otras personas. Tuvo a su bebé y recuperó a su hija, que había sido retenida y prostituida por la encargada de la casa de citas. Elena tuvo que pagar un rescate.
Hoy la joven paraguaya lamenta no haber sido asistida como víctima de trata ni recibido atención psicológica. Vive con sus dos hijos y con su pareja. Dice que sobrevive por ellos y que todavía la azota un miedo indescriptible.
Fuente:
https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/cordoba-elena-es-paraguaya-la-captaron-a-los-9-anos-y-fue-victima-de-trata-casi-la-mitad-de-su-vida/#:~:text=Elena%20es%20analfabeta%2C%20madre%20de,trata%20hasta%20los%2021%20a%C3%B1os.&text=Desde%20que%20fue%20captada%20en,y%20en%20otras%20provincias%20argentinas.
Nota: las imágenes son copia del nota original,
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